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DE ESTO

NO SE HABLA II
El Arca
de la Vida

Más evidencias científicas


que desmitifican
la teoría de Darwin

por DANIEL LAPAZANO

Luna Blanca
De Esto no se Habla II
El Arca de la Vida

Daniel Lapazano

Luna Blanca
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establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial
de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático.

© 2013 Luna Blanca


© Daniel Lapazano
ISBN 978-987-26527-7-7
Diseño de portada: Daniel Lapazano
e-mail: daniel.lapazano@gmail.com
Safe Creative Global Copyright Registry
Nro.1212032779413
Índice

Introducción (pag.7)
CAP I ¿Huevo o Gallina? (pag.18)
CAP II Viaje al Interior de la Célula (pag.28)
CAP III El Flagelo Bacteriano (pag.63)
CAP IV Mitos Dar winistas (pag.88)
CAP V ¿Diseños Imper fectos? (pag.113)
CAP VI Estasis Biológica (pag.125)
CAP VII El Origen del Hombre (pag.163)
C A P V I I I La Nueva Genética (pag.186)
CAP IX El Problema Geológico (pag.223)
CAP X Los Orígenes del Diseño Inteligente (pag.239)
CAP XI La Santa Inquisición (en la Ciencia) (pag.273)
CAP XII El Nuevo Paradigma Biológico (pag.288)
Sobre el Libro (pag.293)
Otras Obras del Autor (pag.297)
INTRODUCCIÓN

Yo, al igual que muchos de ustedes, fui educado


en una institución pública donde me enseñaron la
teoría de la evolución. Esto es la teoría que dice que
las especies se transforman con el tiempo por obra de
las leyes naturales. El evolucionismo enseña que las
estructuras biológicas son dinámicas y están sometidas
a periódicas transformaciones anatómicas. Esta teoría
parece estar corroborada por lo que observamos a diario
en la Naturaleza. El agricultor que cultiva una semilla
observa cómo esta se transforma, con el tiempo, en un
árbol o algún tipo de vegetal. En las granjas vemos que
las gallinas ponen huevos y luego estos se transforman
en gallinas. Una pequeña y fea oruga que se arrastra en
una rama se transforma, en pocos días, en una hermosa
mariposa voladora. El transformismo anatómico es
algo que forma parte de la vida misma y es difícil
imaginar como ésta pudo habérselas arreglado para
perdurar sin esta propiedad cambiante y adaptativa.
Como yo era consciente del transformismo existente
en la Naturaleza, aprender la teoría de la evolución me
resultó bastante sencillo. Sentía que la Ciencia, más
que darme una explicación científica sobre el origen
de la Vida, me estaba dando una explicación evidente
o lógica. Aquellos que incursionaron en una institución
privada, en cambio, pudieron ocasionalmente haber
aprendido la teoría creacionista como explicación
del origen de la Vida o alguna otra teoría alternativa,
como la panspermia. Esta es la razón de por qué yo
fui un evolucionista durante buena parte de mi vida. La
evolución me parecía la mejor explicación al origen de
las especies. Y, desde luego, asociaba dicha evolución a
la figura de Charles Darwin.

No fue hasta la aparición de un fascículo


(el Nro.26) de la revista mensual de divulgación
científica MUY INTERESANTE en donde comencé
a cambiar de parecer. En ese número, se informaba
que la teoría evolucionista no era tan sólida como
parecía. Básicamente se hablaba del problema de los
eslabones perdidos y de las dificultades genéticas
para encontrar un mecanismo que explicara cómo
estos habían evolucionado. El biólogo Stephen Gould
argumentaba con absoluta convicción que la evolución
no siempre había sido gradual y otros biólogos
señalaban la existencia de genes “mudos” que podrían
haber desencadenado, bajo ciertas circunstancias, una
transformación morfológica radical de las especies.
Parecía que muchos científicos no tenían bien en claro
cuál era el mecanismo real que producía la evolución y
que esta teoría era más bien una cuestión de convención
académica como respuesta a la alternativa religiosa de
la Creación a que una realidad probada por la Ciencia.
El artículo finalizaba con un gran interrogante sobre
la célebre teoría de Darwin. Cuando terminé de
leer el artículo, me sentía asombrado y excitado. La
“todopoderosa” teoría de Darwin parecía apoyarse en
imaginerías… Si la Vida no surgió por “evolución”
¿Acaso entonces era un designio de Dios? Pero la cosa
no terminó allí. La Biología tenía un largo camino por
recorrer y el descubrimiento de algún tipo mecanismo
que explicara los transformismos abruptos de las
especies podría con el tiempo aparecer. Todavía seguía
teniendo fe en la Ciencia más allá de la sombra de la
duda.

Pasaron los años e ingresé a la Universidad.


Como en todas las Universidades públicas, la teoría
de la evolución es un tema obligado. No se puede ser
un alumno universitario sin conocer bien la teoría de
Darwin. Allí en la Universidad aprendí que Darwin
explicaba la evolución por el simple mecanismo de
la variación azarosa y la selección natural. ¿Variación
azarosa? ¿Qué era eso? Siempre había pensado que
la Ciencia, cuando intentaba explicar un determinado
fenómeno, recurría a algún tipo de “ley” natural.
Uno imagina que existe en los genes algún tipo de
mecanismo complejo que origina la formación de los
seres vivos. Sin embargo, la Biología moderna parecía
estar convencida de que el motor principal que había
originado la morfología de los individuos era el “azar”.
Eso me pareció tan ridículo, tan contrario al espíritu
natural de la Ciencia, que me negué a aceptarlo.
Durante muchos años mi mente estuvo adiestrada a las
matemáticas y, en especial, a la Física y sabía que el
azar no produce sistemas demasiados complejos. Una
bacteria no se compara en complejidad a una sal…
Sabía que la Física no explicaba la Biología y que esta
rama de la Ciencia estaba dominada por un paradigma
que gravitaba muy por encima de los modestos sistemas
físicoquímicos. La Biología era, para mi mente, algo
tremendamente complejo.

Luego de ese desagradable “shock” producido


por lo que me estaban enseñando en la Universidad
comencé a investigar. Había caído en la cuenta de que
la vieja idea que yo tenía de la evolución (más parecida
a la de Lamarck) no tenía nada que ver con la idea que
la Ciencia oficial tenía de ella. Incluso aprendí que la
mayoría de los profesores que enseñan en los colegios
de enseñanza media no conocían “correctamente” la
teoría de Darwin. Parecía que casi nadie la conocía…
Se hablaba de “la evolución de la Vida” como se habla,
por ejemplo, de la fuerza centrífuga... Muchos piensan
que la llamado fuerza centrífuga existe. Se dice que,
cuando uno gira muy rápido en la calesita o en un
sistema rotante, aparece una fuerza que te tira “para
atrás”. Pero los físicos saben que eso no es cierto… La
fuerza centrífuga es una fuerza ficticia. No existe nada
que te tira “para atrás”. En realidad hay una fuerza que
te tira “para adentro” y que no te deja escapar. Esta
es la fuerza centrípeta, que sí es real. La cuestión
es que pocos conocían “realmente” el mecanismo
darwinista de la evolución. Y mucho menos sus oscuras
implicaciones en nuestras vidas... De esa investigación
surgieron mis dos libros De Esto no se Habla y Darwin
ha Muerto ¿Y ahora qué? donde mostraba la gran
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