Educación Secundaria (Capitulo 8) Debates de Política Educativa Por Juan Carlos Tedesco
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Educación Secundaria Cap 8 - Debates de Política Educativa por Juan Carlos Tedesco
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DEBATES DE POLÍTICA EDUCATIVA por Juan Carlos Tedesco
CAPÍTULO 8 - EDUCACIÓN SECUNDARIA
A PARTIR DE AQUÍ ESTÁ EL MISMO TEXTO PERO EN DIGITAL, SE USÓ UN SOFTWARE DE RECONOCIMIENTO DE CARACTERES. Quedaron algunos errores porque no me dio el tiempo de corregir todos, espero se entienda.
DEBATES DE POLÍTICA EDUCATIVA por Juan Carlos Tedesco
CAPÍTULO 8 - EDUCACIÓN SECUNDARIA
La transformación de la escuela secundaria es, probablemente, el tema
más complejo y difícil que enfrenta la política educativa contemporânea. Los indicadores de la crisis del modelo tradicional de secundaria son conocidos. e ha registrado un importante proceso de expansión de la cobertura, acom pañado por índices igualmente altos de repetición, sobre-edad, abandono y hjos índices de logros de aprendizaje en áreas básicas como lectoescritura, niatemáticas, ciencias naturales y sociales (Duro, 2015). Nuestro país ha su frido, además, una crisis de identidad de la escuela secundaria que recién en los últimos años ha vuelto a existir como nivel del sistema educativo. Por otra parte, los diagnósticos disponibles coinciden en señalar que este nivel educa tivo está muy disociado de las necesidades y las demandas sociales. Se aprecia una fuerte ruptura de ]a confianza hacia la escuela por parte de la sociedad y sus propios protagonistas, que provoca sentimientos de desmora.lización, Darticularmente entre docentes, que no logran satisfacer esas demandas y J :ener éxito en su trabajo, a pesar de todos los esfuerzos que realizan en forma personal. Este somero diagnóstico indica que debemos comenzar por reconocer y aceptar la enorme complejidad que tiene la transformación de la escuela se cundaria, lo cual obliga a colocar el debate, la consulta, la experimentación Ia evaluación como dispositivos necesarios para construir sociahnente ias respuestas que requiere el proceso de transformación. En este sentido, nuestro país tomó una decisión política que constituye ei punto de partida sobre el cual se basan todas las estrategias de transformación: a partir de la Ley Nacio nal de Educación, la escuela secundaria es obligatoria. Las razones que llevaron a la obligatoriedad se apoyan en los estudios que demuestran que actualmente, en América latina, un joven que no tiene la escuela secundaria terminada tiene muy altas probabilidades de caer en situaciones de pobreza y de exclusión. Asimismo, se sabe que una educación secundaria de calidad es la base tanto de la competitividad económica como de la ciudadana reflexiva. La sociedad actual es mucho más exigente que la dei pasado, no solo respecto del desempeño en el mercado de trabajo sino, tam bién, en cuanto al desempeño ciudadano. Todos los debates ciudadanos con temporáneos están fuertemente cargados de información científica y técnica, y exigen un muy buen nivel educativo para ser comprendidos y para permitir una participación consciente. Estar alfabetizado científicamente forma parte de la formación ciudadana, que ya no puede quedar reducida a la instrucción cívica o al conocimiento de los procedimientos mediante los cuales funciona Ia democracia. La obligatoriedad de la escuela secundaria tiene significados y consecuencias para todos los actores sociales: para el Estado, para las familias, para los docen tes, para los estudiantes y para el conjunto de la sociedad. Además, también impacta en todas las dimensiones del proceso de enseñanza y aprendizaje: en el diseño de las instituciones, que deben superar el enfoque del profesor por asignatura; en los contenidos curriculares, que deben ser definidos como núcleo universal y común a todos; en ios métodos de evaluación, porque ahora el fra caso deja de ser un problema exclusivo del alumno (como lo es en un ciclo no obligatorio) y pasa a corresponder al sistema, y en las estrategias de enseñanza, porque en un ciclo obligatorio es necesario lograr que todos aprendan.
La obligatoriedad para el Estado
Desde el punto de vista del Estado, la obligatoriedad supone un doble esfuerzo. En términos sociales, implica desarrollar políticas que garanticen a las familias condiciones de vida que les permitan mantener a sus hijos hasta el final de la escolaridad obligatoria. En términos específicamente educativos, implica un esfuerzo financiero de enorme magnitud en dos dimensiones prin cipa]es: infraestructura y salarios docentes. En nuestro país, es habitual que Ias escuelas secundarias tengan en el último alio del nivel el 20 o 30% de las aulas disponibles para el primer año. A partir de la nueva ley, esta situación, que hasta ahora era un problema, se ha convertido en una ilegalidad. Para tener la misma cantidad de alumnos en primero y en quinto año, es necesa rio incrementar significativamente la cantidad de aulas. De la misma forma, será necesario incrementar la cantidad de profesores y el equipamiento de las escuelas. Al respecto, es importante considerar que el tema del equipamien to escolar ha sufrido modificaciones significativas. En ei pasado, esta era una dimensión que afectaba fundamentalmente a las escuelas técnicas. Ahora, en cambio, las escuelas comunes tienen que estar equipadas con computadoras, reproductores de DVD, televisores, proyectores, conexión a Internet, pizarras electrónicas y cámaras digitales que permitan que la expansión de la cobertura vaya acompailada por altos niveles de logros en los aprendizajes. Pero cuando hablamos de la obligatoriedad para ei Estado no nos referi mos solamente a infraestructura y salarios. Una sociedad que declara obliga toria la escuela secundaria requiere niveles de equidad social y de distribución de la riqueza que permitan alas familias mantener a sus hijos hasta el final dela escuela secundaria, sin tener que enviarlos a trabajar y hacerles abandonar pre maturamente su escolaridad. Este es un tema fundamental en América. Latina, que trasciende lo estrictamente educativo. El debate sobre la obligatoriedad dei nivel secundario debe ser colocado en el marco de la discusión acerca del modelo de sociedad que queremos construir. En un período de transición que tendrá lugar hasta que las condiciones de equidad sean alcanzadas, para garan tizar el derecho a la educación será necesario diseñar e implementar programas sociales que ayuden a las familias, particularmente a las de menores recursos (becas, subsidios, provisión gratuita de libros y útiles escolares, alimentación, etc.). Pero la obligatoriedad, en el mediano y largo plazo, solo será sustentable con una distribución de la riqueza mucho más equitativa que la que tenemos era nuestros países de América Latina. En esta discusión sore la articulación entre obligatoriedad y situación social es necesario prestar mucha atención a la segregación espacial cte la Po blación. En ella se expresa la distribución desigual del ingreso. Además, ac tualmente, a pesar de tener una cobertura universal en términos de matrícula, Ias escuelas son socialmente mucho más homogéneas de lo que eran antes. La paradoja de la situación actual es que, si bien se ha logrado avanzar en la inch sión educativa, las escuelas han perdido el carácter público que les brindaba el hecho de ser un espacio en el que era posible que convivieran alumnos de diferentes condiciones sociales y culturales. Volver a convertir la escuela en un espacio que permita aprender a convivir con los otros, con los diferentes, implica políticas públicas en otros ámbitos mis allá del educativo.
La obligatoriedad para la familia
Pero la obligación no es solo del Estado. También las familias tienen la res ponsabilidad de garantizar la obligatoriedad de la escuela secundaria. El vínculo lo entre escuela y familia ya fue analizado en ei capítulo 7 y valen aquí todas ias consideraciones generales allí planteadas. Sin embargo, es preciso admitir que en esta etapa de la vida y de la trayectoria educativa de los estudiantes esta relación adopta características específicas. Incluso es posible sostener que durante ei período en ei cual transcurre la enseñanza secundaria se producen cambios importantes desde el punto de vista de la relación con la familia. No es lo mismo un adolescente de 12 o 13 años de edad que cursa el primer ciclo de la escuela secundaria que un joven de 16 que la finaliza. En este período suden producirse conflictos genuinos propios de la ruptura del víncuic de de pendencia vigente durante la niñez. Por otro lado, tanto los profesores como ios padres deben enfrentar las tensiones propias de la brecha generacional en un momento culturalmente complejo. Al respecto, es importante çorsiderar todo lo relativo a lo que ha dado en ilamarse “cultura juvenil”, que —en el marco de la penetración cultural de las tecnologías de la información y la co municación— se enfrenta tanto con la cultura adulta como con los Datrones propios de la cultura escolar. En este contexto, el diagnóstico sobre ei mapa de familias con las cuales la escuela secundaria debe trabajar es un dispositivo importante. Pero a partir de ese mapa es preciso avanzar en el diseño de estrategias de diálogo y colabora ci6n con la familia para evitar que los conflictos deriven en el fracaso escolar de los estudiantes o, en sentido positivo, para potenciar su rendimiento. Asi mismo, y a diferencia de lo que ocurre en la escuela primaria, en esta etapa de Ia trayectoria educativa la familia no es ei único ámbito institucional con ei cual la escuela debe dialogar. Los jóvenes comienzan a participar más activa mente en otros espacios institucionales, tanto culturales como profesonaies, a los cuales la escuela tiene que abrirse.
La obligatoriedad para Ios estudiantes
Además del Estado y de la familia, los estudiantes también tienen obliga ciones. Ellos son, por supuesto, sujetos activos del derecho a una educación de muy buena calidad. Esta condición, sin embargo, tiene que ir acompañada, en el caso de los adolescentes y de los jóvenes, de mayores niveles de responsabi lidad en ei proceso de enseñanza y aprendizaje. Dicho proceso no es unilateral ni unidireccional. En ei contexto de la necesidad de “aprender a lo largo de toda la vida”, la responsabilidad de los estudiantes en el proceso de aprendiza je es fundamental. Desde esta perspectiva, la escuela secundaria debería incluir la enseñanza de dicha responsabilidad, porque una vez egresados estarán obli gados a tomar decisiones autónomamente sobre su propio aprendizaje.
La educación es, y lo será mucho más en ei futuro, una actividad que se
extiende a lo largo de toda la vida. Las informaciones y los conocimientos que se aprenden en la escuela no tendrán una prolongada vida útil en términos de desempeño laboral, profesional o ciudadano. La reconversión y la actua lización son exigencias que afectan hoy a todas las personas y por eso todos tendremos que seguir educándonos a lo largo de toda la vida. Esos proce sos de reconversión y actualización exigen mayores niveles de autonomía en las decisiones sobre nuestro propio proceso de aprendizaje. La escuela tiene que promover [a construcción de esos niveles de autonomía, pero eso impli ca compromiso y participación por parte de los estudiantes en el proceso de aprendizaje.
Obligatoriedad, diseño institucional y pedagogía
La obligatoriedad también tiene consecuencias sobre el diseño de las instituciones escolares, ya que será preciso dotarlas de mecanismos que les permi tan asumir estas funciones: mayores niveles de autonomía, instancias que per- mitan ei trabajo en equipo, el seguimiento y la orientación de las trayectorias de aprendizaje de los alumnos, la participación de los estudiantes en la gestión del aprendizaje, etc. Asimismo, no podemos mantener sistemas de evaluación y de disciplina en cuya lógica esté la expulsión y el fracaso. Si el ciclo es obli gatorio, todos tienen que aprender y todos deben llegar hasta el final. No es posible conservar sistemas de evaluación y de disciplina que se funden en la lógica de la expulsión del alumno. Es posible y eventualmente necesario se- pararlo de la escuela, si se considera que no es el espacio apropiado para su proceso educativo. Pero ei Estado debe ser el responsable de identificar el lugar adecuado y no dejar esa responsabilidad a la familia, entre otras razones porque probablemente la familia sea parte del problema. La obligatoriedad interpela y obliga a realizar análisis muy profundos en todas las dimensiones de la actividad escolar. Los contenidos de la escuela se cundaria obligatoria deben ser básicos, pero no elementales, porque son co munes a todos. Aquí se incluyen los valores que todos debemos compartir, así como los conocimientos relativos a las disciplinas troncales de la formación ciudadana: lengua, alfabetización científica (matemáticas y ciencias naturales) historia, segunda lengua y alfabetización digital. Los contenidos educativos básicos pueden ser definidos como un bien público al cual todos tienen dere cho a acceder y dominar. En ese sentido, la estructura curricular de la escuela secundaria obligatoria debe ser integral, de manera tal que les permita a los estudiantes realizar experiencias de aprendizaje en todas las dimensiones deI desarrollo personal. Al respecto, es preciso asumir que la función primordial de la enseñanza secundaria obligatoria es la orientación. Al analizar este ciclo, el estudiante debería estar en condiciones de definir las bases de su proyecto de vida. Para ello es necesario que la escuela le permita realizar experiencias de aprendizaje en todas las dimensiones para accedera los saberes básicos en cada una de ellas y comprobar en cuál o cuáles tiene mayor o menor capacidad. Este enfoque coloca la discusión acerca de las materias obligatorias u op- tativas, así como la de la articulación entre la enseñanza técnica y la enseñanza general, en un nuevo contexto. La tendencia internacional es postergar el mo- mento de la elección de una determinada orientación curricular. Sin embargo, todo indica que ya en el ciclo superior de la enseñanza media deberían apare- cer opciones que permitan a los estudiantes definir su trayectoria educativa y personal. Desde el punto de vista de los diseños curriculares, será preciso evitar la tendencia que se registra en los procesos de incremento de la educación obli- gatoria que muestran que dicho aumento no supone más aprendizaje es sino solo más años de estudio para aprenderlo mismo. Un alumno que a principios del siglo XX cursaba tres o cuatro grados de la escuela primaria aprendía a leer y escribir. En décadas posteriores, para aprender a leer y escribir fueron necesarios siete años. Ahora debemos evitar que para hacerlo necesiten doce años. Confiemos en que aumentar los años de obligatoriedad escolar signifi- que aumentar los niveles de complejidad en los conocimientos a los cuales les permitirnos acceder a nuestros alumnos.
Enseñanza media, docentes y cultura juvenil
Estos objetivos colocan a los educadores frente a desafíos muy complejos. Las respuestas a esos desafíos solo podrían ser el producto de debates, expe riencias y proyectos Colectivos. La obligatoriedad de la escuela secundaria no ha tenido el impacto necesario en la formación docente, que sigue en términos generales orientada por los mismos patrones tradicionales. En este sentido, un debate fundamental es el que gira alrededor de la cultura juvenil y la tensión que se percibe entre sus rasgos y los de la cultura adulta que queremos trans mitir a través de la escuela. En muchos aspectos existen diferencias muy significativas y hasta cierto nivel de antagonismo. Por ejemplo, La cultura juvenil otorga mucha importancia al cuerpo, a la música, a formas personalizadas de religión, al predominio de la imagen, a la empatía con las nuevas tecnologías de la comunicación, a la afectividad como dimensión de la personalidad y dc Ias relaciones sociales. Es una constelación cultural que otorga mucha importancia al presente, rompe Con el pasado y vive ei futuro como algo ajeno y extraño. Estos rasgos son muy distintos a los de la cultura escolar, en la que predomina la lengua escrita, la lectura, la postergación de la satisfacción, la valorización del pasado como patrimonio que hay que transmitir y del futuro como proyecto hacia el cual se deberían orientar las acciones. En el contexto de :ensión entre ambos paradigmas culturales, es importante no caer ni en ia tentación demagógica de satisfacer demandas y adecuamos pasivamente a Ia cultura juvenil (porque si solo se satisfacen demandas se deja a la persona en el mismo lugar que le permite su capacidad de demanda), ni de colocasse en un lugar de conflicto, de enfrentamiento y de negación del punto de partida en ei que se encuentran los estudiantes. La importancia de este tema debería permitir considerar la idea de transformar esa tensión en motivo de análisis entre profesores y alumnos.Tanto de manera transversal coma en las materias específicas de carácter humanístico, la explicación del contenido de ambos paradigmas culturales, sus significados y tensiones debería ser objeto de análisis, de estudio, de reflexión y de discusión, de manera tal que permitiera explicar los valores que la educación pretende transmitir (Grimson, 2015). Las tensiones culturales se producen no solo entre la cultura juvenil Y la adulta,. sino también entre ei paradigma basado en la idea de la justicia social frente a las versiones que promueven segregación y desigualdad. La cultura dei nuevo capitalismo también está asociada al resurgimiento de viejos problemas, con rostros nuevos, como la xenofobia y el racismo, por ejemplo. En algunos países europeos y en Estados Unidos estos fenómenos son muy preocupantes. En Francia, por ejemplo, según datos dc 2012 (Grimson, 2015), cl 31% de los franceses piensa que los hijos de Inmigrantes nacidos en Francia no son verdaderos franceses, contra el 21% en el aI año 2009. En el mismo sentido, el 70% cree que en Francia hay densastados inmigrantes, contra el 47% que lo pensaba en 2009. y el 54% considera que Ia inmigración es la principal causa de inseguridad. Es presumible que estas creencias y representaciones varíen según los contextos, pero no es aventurado sostener que estamos ante fenó menos compartidos en diferentes países y regiones. En nuestro país existen condiciones favorables para intervenir en esta dimensión antes de que aparezcan problemas más graves. El estudio de Alejandro Grimson antes citado presenta Ia información cuantitativa disponible acerca de expresiones de racismo, así como de las visiones que existen acerca del “otro”, que no pueden ni deben ser subestimadas, particularmente debido a dos rasgos importantes de estos fenómenos: el alto protagonismo de los jóvenes y el carácter cultural que asumen sus expresiones. A diferencia del racismo tradicional, fundamentado especialmente en argumentos biológicos, el racismo actual tiene justificaciones explícitamente asociadas a Ia dimensión cultural y económica.
Para enfrentar este serio desafío político y educativo, es preciso ocuparse
de los maestros y los profesores. Al respecto, si bien se conocen relativamente bien los déficits en el conocimiento de su disciplina o en ei manejo de técnicas pedagógicas, se sabe poco acerca de sus representaciones, ¿e sus valores y de sus conductas. El estudio más exhaustivo ai respecto fue realizado hace más de diez años y mostraba básicamente la ruptura de la idea según Ia cual existiría un cuerpo docente homogéneo desde ei punto de vista cultural y la existen cia de solo una pequeña minoría de docentes que mostraban una actitud de no discriminación por ninguno de los motivos presentados en el cuestionario (Teati Fanfani, 2005). Para el caso argentino, los datos de dicho estudio mos traban la existencia de una minoría de docentes con actitudes discriminatorias hacia alguna etnia o nacionalidad (15,2%), pero niveles significativamente al tos de discriminación hacia los pobres (51,1%). Aunque con ciertas reservas por razones metodológicas, el fenómeno más preocupante que presentaba el estudio era que los docentes discriminaban más que la población en general. El peso de la situación social y económica del momento de la encuesta explica otro dato a tomar en cuenta, que se refiere a la percepción que los docentes tenían de su propio futuro. Muchos de ellos sufrían o se percibían a sí mismos en una situación de caída social. Un alto porcentaje pensaba que estaba peor que sus padres y que no iba a poder garantizar a sus hijos un fu turo mejor que el que habían tenido ellos. Es probable que esta situación haya cambiado en los últimos años pero, sea cual sea Ia magnitud, la percepción que los docentes tienen de su situación en Ia sociedad irripacta directamente en ia visión que transmiten a sus alumnos. Es preciso, por ello, trabajar con los profesores de una manera integral que incluya su capacitación técnica y disciplinar, sus condiciones laborales y carrera profesional, pero también la dimensión cultural de los docentes, particularmente en la escuela secundaria.
Tiempos y secuencias de cambio
La enorme complejidad de estos desafíos, en sociedades heterogéneas y desiguales, obliga a pensar en políticas de transición y en la vigencia de dife rcntes secuencias de cambio. No sería correcto, por ejemplo, postular los mis mos plazos para cumplir Ias metas de Ia obligatoriedad de Ia escuela secundaria n jurisdicciones en ias cuales la cobertura ya alcanzó a dos tercios de la po blación y en otras que aún no han incorporado al 50%. De la misma manera, las tansformaciones curriculares exigen políticas de formación y capacitación docente que no pueden ser ias mismas según los diferentes contextos sociales y culturales. Las diferencias también afectan a los estudiantes. Al respecto, es preciso recordar que Ia generación que actualmente está cursando la escueta secundaria transitó por la escolaridad primaria en momentos muy críticos ce la sociedad y de sus familias. Se puede estimar que esta situación no será a misma dentro de cinco o seis años y que ios diseños curriculares deberían estar dotados tie dispositivos que permitan una actualización permanente. La cuestión central desde el Dunto de vista de Ia gestión política radica en definir Las secuencias de acción necesarias para transitar desde los actuales puntos de partida hasta los de llegada. El papel de Ia administración central como compensador de desigualdades es fundamental y para ello, será preciso superar ei enfoque basado en reemplazar el papel de las administraciones loca les por otro basado en la idea de fortalecer la capacidad local para desempeñar sus funciones. La experiencia histórica al respecto aporta importantes aprendizajes. Re cordemos que la Ley 1420 implantó la obligatoriedad de ia escuela primaria en 1884. En ese momento ei país no disponía de escuelas ni de docentes y, sin embargo, se asumió el objetivo de la obligatoriedad de Ia escuela primaria de siete grados. Dicho objetivo se alcanzó recién en la década de 1960, pero este hecho no puede ser interpretado como un fracaso de la norma. Al contrario, la ley legitimó ias demandas sociales al respecto. Pero será necesario acelerar los tiempos y aumentar los recursos para alcanzar el objetivo de la secundaria obligatoria, sin repetir ei esquema político dei pasado mediante ei cual el Esta do nacional creó y administró escuelas primarias en territorios en ios cuales ias autoridades locales no estaban en condiciones o no tenían la voluntad política de garantizar el derecho a ia educación a toda Ia población. En los procesos de construcción de sociedades más justas, la dimensión te rritorial asume una importancia crucial. Planes a término, planes de emergen cia y un rediseño de Ia institucionalidad a través de la cual se gobierna el sistema educativo deberían enriquecer Ia formulación de políticas en este terreno.