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AUTODOMINIO

1. EMOCIONES:

EL LIBRO DE DIOS NOS ENSEÑA A CONTROLAR LAS EMOCIONES


2. 4, 5. ¿Qué consejo nos da la Palabra de Dios sobre controlar las emociones?
4
No nos resulta fácil controlar las emociones cuando sentimos que nos desprecian
o nos tratan de manera injusta. Podríamos sentirnos aplastados si nos tratan mal
debido a que nuestra raza, color de piel o apariencia física es diferente. Y nos duele
mucho más si quien lo hace es un hermano. ¿Nos ayudan los consejos de la Biblia
si nos toca enfrentarnos a este desagradable aspecto de la imperfección humana?
5
Desde el principio de la historia, Jehová ha observado cómo se tratan los seres
humanos. Presta atención a lo que sentimos y a lo que hacemos. No dominar los
pensamientos, y en especial dejar que los controlen las emociones, puede llevarnos
a hacer y decir cosas que luego lamentemos. La Biblia dice que no debemos
ofendernos fácilmente ni perder la calma. ¡Qué sensato es seguir ese
consejo! (Lea Proverbios 16:32 y Eclesiastés 7:9). Seguramente todos tenemos
que esforzarnos por ofendernos menos y perdonar más. Para Jehová y Jesús, el
perdón es muy importante (Mat. 6:14, 15). ¿Ve usted que necesita perdonar más o
controlar mejor sus emociones?
6. ¿Por qué debemos evitar el resentimiento?
Quien no controla las emociones puede convertirse en un resentido, y a nadie le
gusta estar cerca de alguien así. Una persona resentida puede ser una mala
influencia en la congregación. Quizás trate de ocultar que siente amargura e
incluso odio, pero los pensamientos negativos que abriga en su interior se pondrán
al descubierto en la congregación (Prov. 26:24-26). Los ancianos tal vez puedan
ayudar a este tipo de personas a ver que en la organización de Dios no hay lugar
para la amargura, el odio y el rencor. El valioso libro de Dios es muy claro al
respecto (Lev. 19:17, 18; Rom. 3:11-18). ¿Lo vemos con la misma claridad?
¿Cómo puedo controlar mis emociones?
SI TE pidieran tu opinión, ¿dirías que el fuego es bueno, o malo? “Depende”, puede que
respondas. En una fría noche de invierno delante de una chimenea, probablemente dirías
que el fuego es bueno. Pero ese mismo fuego, si se dejara sin control, podría extenderse
rápidamente y quemar toda la casa. Seguro que entonces ya no pensarías lo mismo.

Algo parecido ocurre con las emociones. Cuando las expresas de forma controlada, son
beneficiosas, pues te pueden ayudar, entre otras cosas, a estrechar las relaciones con los
demás. Pero si no las dominas, pueden tener un efecto desastroso en ti y en los que te
rodean.

De seguro tú también has visto que es difícil dominar ciertas emociones. Quizá te cueste
controlar tu genio. O puede que a veces te invada una profunda tristeza. ¿Hay algo que
puedas hacer para controlar esos sentimientos? A continuación te damos algunas
sugerencias.

Aprende a controlarte
Cuando una persona nos trata de forma injusta, es natural que nos enojemos. Y en estos
casos hay quienes pierden el control enseguida. Cuando la Biblia habla de alguien “dado a
la cólera” y “dispuesto a la furia”, se refiere a este tipo de personas (Proverbios
22:24; 29:22). Es peligroso dejarse dominar por estas emociones, pues pueden hacer que
uno haga o diga algo de lo que luego se arrepienta. Entonces, si alguien te trata mal,
¿cómo puedes controlarte?
Antes que nada, analiza la situación con calma. ¿Podrías resolver el asunto “en [tu]
corazón”?* (Salmo 4:4.) Recuerda que devolver “daño por daño” solo empeorará las cosas
(1 Tesalonicenses 5:15). Después de pensarlo bien y orar, quizá veas que el resentimiento
desaparece y que ya no estás tan enojado (Salmo 37:8).
¿Y si esto no es suficiente? Según la Biblia, hay “tiempo de callar y tiempo de hablar”
(Eclesiastés 3:7). ¿Por qué no hablas con la persona que te ofendió? Si crees que eso
no sería lo mejor, podrías contarles lo que te pasa a tus padres o a un amigo maduro.
Y aun si ves que esa persona te trata mal a propósito, no le pagues con la misma moneda,
sino que esfuérzate por ser amable. La tabla de la página 221 te ayudará a no reaccionar
impulsivamente ante situaciones que hasta ahora solían enojarte.
Pero lo más importante es que no dejes de orarle a Jehová para que te ayude a librarte del
rencor. Es verdad que jamás podrás cambiar lo que pasó, pero sí puedes cambiar tu forma
de reaccionar. Si dejas que el resentimiento te domine, en cierto modo estás permitiendo
que la otra persona controle tus pensamientos y sentimientos, tal como un pescador
controla al pez que muerde el anzuelo. ¿No preferirías ser tú el que tuviera el control?
(Romanos 12:19.)

Cómo combatir la tristeza


“Últimamente tengo muchos cambios de humor y soy muy dura conmigo misma —cuenta
Laura, de 16 años—. No hay nada que me haga feliz. A veces lloro hasta quedarme
dormida.” Al igual que Laura, muchos adolescentes se sienten abrumados por las presiones
de la vida. Quizá tú te sientas igual. Las exigencias de tus padres, amigos y profesores; los
cambios físicos y emocionales por los que estás pasando; la frustración que te produce
algún defecto o debilidad..., en fin, todo te deja con el ánimo por el suelo.

Algunos jóvenes hasta se lastiman a propósito tratando de aliviar su angustia.* Si tú haces


lo mismo, intenta identificar la causa. ¿Hay algo que te preocupe mucho? ¿Tal vez alguna
cuestión que afecte a tu familia o a tus amigos?
Una de las mejores maneras de luchar contra el desánimo es hablar con uno de los padres
o con un cristiano maduro que demuestre ser “un hermano nacido para cuando hay
angustia” (Proverbios 17:17). Liliana, una chica de 16 años, decidió desahogarse con
algunas cristianas. “Como son mayores que yo, me dieron muy buenos consejos. Ahora
son mis amigas”, relata.* En el caso de Dana, de 15 años, lo que la ayudó fue aumentar su
participación en el ministerio cristiano. “Es lo mejor que pude haber hecho. Nunca me
había sentido tan feliz.”
Pero, sobre todo, no dejes de orar, por muy triste que te sientas. El salmista David, que se
enfrentó a muchos problemas en la vida, escribió: “Arroja tu carga sobre Jehová [...], y él
mismo te sustentará” (Salmo 55:22). Jehová sabe muy bien por lo que estás pasando.
Es más, “él se interesa por [ti]” (1 Pedro 5:7). Y si el desánimo domina tu corazón, recuerda
que “Dios es mayor que nuestro corazón y conoce todas las cosas” (1 Juan 3:20). Jehová
entiende mejor que tú por qué te angustias, y puede aliviarte.
Ahora bien, si tu tristeza no desaparece, es posible que tengas algún trastorno de salud,
como puede ser la depresión.* En este caso, sería conveniente que fueras al médico. Fingir
que no tienes un problema sería como subir el volumen de la música en tu automóvil para
no oír un ruido extraño del motor. ¿Verdad que eso no resuelve nada? Así pues, busca
ayuda. No tienes por qué avergonzarte de lo que te ocurre. A muchos jóvenes les ha dado
buenos resultados recibir tratamiento contra la depresión o contra trastornos parecidos.

Pues bien, ¿qué hemos aprendido en este capítulo? Hemos visto que las emociones son
como el fuego. Si las controlas, pueden hacerte mucho bien; pero si no las dominas,
pueden tener un efecto desastroso en ti y en otras personas. Así que esfuérzate por
mantenerlas bajo control. Es cierto, de vez en cuando harás o dirás cosas de las que luego
te arrepentirás, pero ten paciencia. Con el tiempo serás tú el que domine tus emociones en
lugar de que ellas te dominen a ti.

EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO

¿Eres perfeccionista? ¿Cómo puedes aprender a vivir con tus errores?

[Notas]
Si sufres acoso escolar, encontrarás sugerencias útiles en el capítulo 14. Si quien te ofendió
es un amigo tuyo, repasa el capítulo 10.
Estas personas se hacen daño deliberadamente con cortes, quemaduras, golpes,
rasguños, etc.

Si no te atreves a hablar cara a cara con alguien, trata de hacerlo por teléfono o escribe
una carta. Por lo general, el primer paso para empezar a sentirse mejor es confiarle a
alguien el problema.

Hallarás más información sobre la depresión en el capítulo 13 del primer volumen.


Texto bíblico clave
“No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien.” (Romanos 12:21)
Una sugerencia

Todos los días trata de contarles a tus padres al menos una cosa buena que te haya
pasado, por pequeña que sea. Así, cuando surja un problema grave, te será más fácil
hablar con ellos. Y ellos, a su vez, estarán más dispuestos a escucharte.

¿Sabías esto?

Te resultará más fácil controlar tus emociones si comes bien y descansas lo suficiente.

¡Manos a la obra!

La emoción negativa que más me cuesta controlar es... ․․․․․

Trataré de controlarla haciendo esto: ․․․․․

¿Qué quiero preguntarle a mi padre o a mi madre sobre este tema? ․․․․․

Y tú, ¿qué piensas?


● ¿Por qué crees que a Dios no le gusta que te dejes llevar por la furia?
● ¿De qué maneras te perjudica no saber controlar el mal genio?
● ¿Cómo puedes vencer la tristeza?
[Comentario de la página 223]

“Lo que más me ayudó fue saber que tenía a alguien que se preocupaba por mí, alguien
con quien podía hablar cuando me sintiera muy deprimida.” (Jennifer)

[Ilustraciones y tabla de la página 221]


Página de ejercicios o actividades
controla tu reacción Completa la tabla
situación reacción impulsiva reacción positiva
Un compañero → Le respondo con → No le hago caso para

de clase se burla un insulto demostrarle que

de mí no va a conseguir

que me enoje

Mi hermana toma → Yo también le tomo → ․․․․․

“prestados” mis “prestados” un par

zapatos favoritos de zapatos

sin pedirme

permiso

Estoy castigado: → ․․․․․ → ․․․․․

mis padres no me

dejan salir con

mis amigos
¿Cómo puedo controlar mis emociones?
“Me pongo furiosa con mis padres y les digo disparates. Luego me voy
hasta que se me pasa.” Kate, de 13 años.

“Mi batalla personal es contra la inseguridad. A veces siento que


me muero por dentro.” Ivan, de 19 años.

LAS emociones suelen ejercer una enorme influencia en nuestra manera de pensar y
actuar, al grado de convertirse en motor de nuestra conducta, sea buena o mala, y de
llegar incluso a abrumarnos. “Pocas veces creo que doy la talla —afirma Jacob, de 20
años—. Por lo general, me parece que me quedo corto, y en ocasiones me echo a llorar, o
me enojo tanto que me desquito con quienes tengo al lado. Me cuesta una barbaridad
controlar lo que siento.”

No obstante, el proceso de madurar, de hacernos adultos responsables, implica aprender a


refrenar las emociones. Hasta hay especialistas que consideran la capacidad de controlarse
—así como la de tratar con la gente— más útil que la propia inteligencia. En todo caso, la
Biblia concede gran valor al autodominio. Por ejemplo, a “quien no sabe dominar sus
impulsos” lo compara a una “ciudad sin muralla y expuesta al peligro” (Proverbios
25:28, Versión Popular). Ahora bien, ¿por qué resulta tan complicado lograr este objetivo?

Más problemático en la juventud


Aunque controlar los sentimientos es difícil para personas de toda edad y situación, suele
serlo aún más para ti, que vas en camino a convertirte en adulto. Así lo reconoce Ruth Bell
en su libro Cuerpos en cambio, vidas en cambio: “La mayoría de los adolescentes
experimentan una mezcla de emociones a la vez, emociones bellas, locas y atemorizantes.
Son muchas las personas que al mismo tiempo tienen sentimientos opuestos respecto a
algo. [...] En un momento sientes de una forma y al momento siguiente ya sientes de forma
opuesta”.
La juventud y la inexperiencia van de la mano (Proverbios 1:4). Por eso, cuando afrontas un
desafío o una situación desconocida, es natural que te sientas algo inseguro e
incluso confundido. Afortunadamente, el Creador te entiende y conoce hasta tus
“pensamientos inquietantes” (Salmo 139:23). Además, en su Palabra nos brinda principios
útiles.

La clave para dominar las emociones


Para no perder las riendas es esencial dominar los pensamientos, ya que el pesimismo
puede dejarnos sin energías para hacer nada (Proverbios 24:10). Pero ¿cómo se aprende a
adoptar una actitud optimista que te ayude a controlar los sentimientos?
Primero, niégate a darle vueltas a cualquier cuestión que te deprima o agrave tu
inseguridad. Como dice la Biblia, debemos centrarnos solo en las cosas que sean “de seria
consideración” y “justas”, adoptando ideas positivas y dejando de lado las negativas
(Filipenses 4:8). No es fácil, pero con empeño es posible.
Examinemos lo que dijo en cierta ocasión una joven llamada Jasmine: “Estoy agobiadísima
con todo: el nuevo trabajo, las nuevas responsabilidades... Tengo los nervios destrozados y
me cuesta hasta respirar”. Como vemos, no es de extrañar que cualquier adolescente se
vea así en algún momento, y que por ello se sienta inseguro de sí mismo. De hecho, la
Biblia nos habla de Timoteo, un hombre joven que, aunque era idóneo para las labores
que se le habían encargado, al parecer luchaba contra sentimientos de ineptitud
(1 Timoteo 4:11-16; 2 Timoteo 1:6, 7).
Es posible que tú también dudes de ti mismo cuando tengas que realizar una tarea nueva
o que no conozcas bien. Tal vez pienses: “Jamás voy a conseguirlo”. Pero lograrás superar
tus incertidumbres si te concentras en efectuar bien la labor, despides de la cabeza las
ideas negativas, planteas preguntas y sigues las instrucciones que recibas (Proverbios
1:5, 7).
Cuanta más habilidad adquieras, menos vacilaciones tendrás. No te obsesiones con tus
deficiencias ni permitas que te paralicen y te disuadan de esforzarte por mejorar. Cuando
el apóstol Pablo fue blanco de críticas, replicó: “Aunque yo sea inexperto en el habla,
ciertamente no lo soy en conocimiento” (2 Corintios 10:10; 11:6). De igual modo, crecerá la
confianza en ti mismo si reconoces tus puntos fuertes y le pides a Dios que te ayude a
superar los débiles. Él de veras puede apoyarte, como hizo con sus siervos del pasado
(Éxodo 4:10).
Otro paso útil es fijarte metas alcanzables y aceptar tus limitaciones. No seas un juez
implacable al compararte con los demás. En Gálatas 6:4 hallamos este excelente consejo
bíblico: “Cada uno pruebe lo que su propia obra es, y entonces tendrá causa para
alborozarse respecto de sí mismo solo, y no en comparación con la otra persona”.

Cómo aplacar la ira


Otro desafío es apaciguarnos si nos invade la ira. Al igual que Kate, mencionada al
principio, muchos jóvenes se dejan arrastrar por la furia y adoptan actitudes dañinas —e
incluso destructivas— tanto al hablar como al actuar.
Por supuesto, es normal sentirse enojado a veces. No obstante, piensa en el primer
asesino: Caín. Cuando él “se enardeció de gran cólera”, Dios le advirtió de que la furia
podría llevarle a cometer un pecado grave y le preguntó: “Tú, por tu parte, ¿lograrás el
dominio sobre él?” (Génesis 4:5-7). Aunque Caín desoyó aquel aviso divino, tú no tienes
por qué pecar, ya que puedes reprimir la ira con la ayuda de Jehová.
Una vez más, es cuestión de disciplina mental. Bien dice la Biblia en Proverbios 19:11: “La
perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera, y es hermosura de su parte pasar
por alto la transgresión”. Cuando alguien te incomode, trata de entender la razón por la
que actúa así. ¿Será porque pretende lastimarte, o porque es impulsivo y no se da cuenta?
Si eres tolerante con los demás, reflejarás la misericordia de Dios y te será más fácil
calmarte.
En el caso de que tengas motivos para estar enfadado, ¿qué puedes hacer? La Biblia
responde: “Estén airados, y, no obstante, no pequen” (Efesios 4:26). Si es preciso, habla con
quien te haya ofendido (Mateo 5:23, 24). Pero lo mejor tal vez sea pasarlo por alto,
sosegarte y continuar con tu vida normal.
Cabe señalar que tus amistades influyen en tu forma de manejar la ira. De ahí que la Biblia
exhorte: “No tengas compañerismo con nadie dado a la cólera; y con el hombre que tiene
arrebatos de furia no debes entrar, para que no te familiarices con sus sendas y
ciertamente tomes un lazo para tu alma” (Proverbios 22:24, 25).
Si te rodeas de personas que procuran controlar sus emociones, te costará menos cultivar
autodominio. Las congregaciones de los testigos de Jehová están llenas de cristianos
maduros que demuestran esta actitud, muchos de ellos con más edad y experiencia que
tú. Trata de conocer a algunos y fíjate en cómo lidian con sus conflictos. Quizás hasta te
den “dirección diestra” para afrontar los tuyos (Proverbios 24:6). Jacob, de quien hablamos
antes, dice: “Para mí es muy valioso contar con un amigo maduro que me recuerde los
consejos de la Palabra de Dios. Cuando tengo presente que Jehová me ama como soy, con
mis inseguridades, siento que tengo el timón en las manos y puedo conservar la calma”.

Otras medidas prácticas


Un popular libro de gimnasia dice: “Un sinfín de estudios han demostrado que la forma de
mover el cuerpo influye en el estado de ánimo a través de la bioquímica. Los niveles de
hormonas y oxígeno cambian de acuerdo con el tipo de movimiento”. Sin lugar a dudas, es
beneficioso mantener el cuerpo activo. En efecto, la Biblia admite que “el ejercicio físico es
de algún provecho” (1 Timoteo 4:8, Hendriksen). Así pues, ¿por qué no te fijas un programa
equilibrado para realizarlo? Seguramente te sentirás mejor. También te será útil seguir una
dieta sana.
Examina, además, la música y diversiones que eliges. Según The Harvard Mental Health
Letter, “los espectáculos violentos [...] fomentan sentimientos de ira y agresividad. [...] Los
participantes [en un estudio] que vieron películas violentas tuvieron más ideas agresivas y
la tensión arterial les subió”. Así pues, decide bien qué vas a ver y escuchar (Salmo 1:1-
3; 1 Corintios 15:33).
En último término, lo mejor para controlar las emociones es establecer una amistad
estrecha con el Creador, quien nos invita a todos a orarle y expresarle nuestros
sentimientos y emociones. Pablo exhortó: “No se inquieten por cosa alguna, sino [...] dense
a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará
sus corazones y sus facultades mentales”. Como ves, es posible vigorizar nuestro interior a
fin de ser capaces de aguantar cualquier situación. Así lo indicó el apóstol al agregar: “Para
todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder” (Filipenses 4:6,
7, 13).

Una joven llamada Malika expresa así su sentir: “He aprendido a estar orando a cada rato.
Saber que Jehová me ama me tranquiliza y me permite controlar mejor mis emociones”.
Con el apoyo de Dios, tú también lo lograrás.

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