Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
1. EMOCIONES:
Algo parecido ocurre con las emociones. Cuando las expresas de forma controlada, son
beneficiosas, pues te pueden ayudar, entre otras cosas, a estrechar las relaciones con los
demás. Pero si no las dominas, pueden tener un efecto desastroso en ti y en los que te
rodean.
De seguro tú también has visto que es difícil dominar ciertas emociones. Quizá te cueste
controlar tu genio. O puede que a veces te invada una profunda tristeza. ¿Hay algo que
puedas hacer para controlar esos sentimientos? A continuación te damos algunas
sugerencias.
Aprende a controlarte
Cuando una persona nos trata de forma injusta, es natural que nos enojemos. Y en estos
casos hay quienes pierden el control enseguida. Cuando la Biblia habla de alguien “dado a
la cólera” y “dispuesto a la furia”, se refiere a este tipo de personas (Proverbios
22:24; 29:22). Es peligroso dejarse dominar por estas emociones, pues pueden hacer que
uno haga o diga algo de lo que luego se arrepienta. Entonces, si alguien te trata mal,
¿cómo puedes controlarte?
Antes que nada, analiza la situación con calma. ¿Podrías resolver el asunto “en [tu]
corazón”?* (Salmo 4:4.) Recuerda que devolver “daño por daño” solo empeorará las cosas
(1 Tesalonicenses 5:15). Después de pensarlo bien y orar, quizá veas que el resentimiento
desaparece y que ya no estás tan enojado (Salmo 37:8).
¿Y si esto no es suficiente? Según la Biblia, hay “tiempo de callar y tiempo de hablar”
(Eclesiastés 3:7). ¿Por qué no hablas con la persona que te ofendió? Si crees que eso
no sería lo mejor, podrías contarles lo que te pasa a tus padres o a un amigo maduro.
Y aun si ves que esa persona te trata mal a propósito, no le pagues con la misma moneda,
sino que esfuérzate por ser amable. La tabla de la página 221 te ayudará a no reaccionar
impulsivamente ante situaciones que hasta ahora solían enojarte.
Pero lo más importante es que no dejes de orarle a Jehová para que te ayude a librarte del
rencor. Es verdad que jamás podrás cambiar lo que pasó, pero sí puedes cambiar tu forma
de reaccionar. Si dejas que el resentimiento te domine, en cierto modo estás permitiendo
que la otra persona controle tus pensamientos y sentimientos, tal como un pescador
controla al pez que muerde el anzuelo. ¿No preferirías ser tú el que tuviera el control?
(Romanos 12:19.)
Pues bien, ¿qué hemos aprendido en este capítulo? Hemos visto que las emociones son
como el fuego. Si las controlas, pueden hacerte mucho bien; pero si no las dominas,
pueden tener un efecto desastroso en ti y en otras personas. Así que esfuérzate por
mantenerlas bajo control. Es cierto, de vez en cuando harás o dirás cosas de las que luego
te arrepentirás, pero ten paciencia. Con el tiempo serás tú el que domine tus emociones en
lugar de que ellas te dominen a ti.
EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO
[Notas]
Si sufres acoso escolar, encontrarás sugerencias útiles en el capítulo 14. Si quien te ofendió
es un amigo tuyo, repasa el capítulo 10.
Estas personas se hacen daño deliberadamente con cortes, quemaduras, golpes,
rasguños, etc.
Si no te atreves a hablar cara a cara con alguien, trata de hacerlo por teléfono o escribe
una carta. Por lo general, el primer paso para empezar a sentirse mejor es confiarle a
alguien el problema.
Todos los días trata de contarles a tus padres al menos una cosa buena que te haya
pasado, por pequeña que sea. Así, cuando surja un problema grave, te será más fácil
hablar con ellos. Y ellos, a su vez, estarán más dispuestos a escucharte.
¿Sabías esto?
Te resultará más fácil controlar tus emociones si comes bien y descansas lo suficiente.
¡Manos a la obra!
“Lo que más me ayudó fue saber que tenía a alguien que se preocupaba por mí, alguien
con quien podía hablar cuando me sintiera muy deprimida.” (Jennifer)
de mí no va a conseguir
que me enoje
sin pedirme
permiso
mis padres no me
mis amigos
¿Cómo puedo controlar mis emociones?
“Me pongo furiosa con mis padres y les digo disparates. Luego me voy
hasta que se me pasa.” Kate, de 13 años.
LAS emociones suelen ejercer una enorme influencia en nuestra manera de pensar y
actuar, al grado de convertirse en motor de nuestra conducta, sea buena o mala, y de
llegar incluso a abrumarnos. “Pocas veces creo que doy la talla —afirma Jacob, de 20
años—. Por lo general, me parece que me quedo corto, y en ocasiones me echo a llorar, o
me enojo tanto que me desquito con quienes tengo al lado. Me cuesta una barbaridad
controlar lo que siento.”
Una joven llamada Malika expresa así su sentir: “He aprendido a estar orando a cada rato.
Saber que Jehová me ama me tranquiliza y me permite controlar mejor mis emociones”.
Con el apoyo de Dios, tú también lo lograrás.