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La represión es un concepto central del psicoanálisis que designa el mecanismo o proceso psíquico del
cual se sirve un sujeto para rechazar representaciones, ideas, pensamientos, recuerdos o deseos y
mantenerlos en el inconsciente. De acuerdo con la teoría de Sigmund Freud, los contenidos rechazados,
lejos de ser destruidos u olvidados definitivamente por la represión, al hallarse ligados a
la pulsión mantienen su efectividad psíquica desde el inconsciente. Lo reprimido constituye para Freud
el componente central del inconsciente. Como decía Freud: "Lo reprimido se sintomatiza".
Es Freud quien logra describirlo como mecanismo esencial de la escisión originaria entre los sistemas
consciente e inconsciente en el aparato psíquico.
Para Freud la represión opera porque la satisfacción directa de la moción pulsional, que en realidad está
destinada a causar placer, podría causar displacer por entrar en disonancia con las exigencias
provenientes de otras estructuras psíquicas o que llegan directamente desde el medio exterior.
REPRESIÓN
Freud indica en varios lugares que el psicoanálisis es fundamentalmente una teoría de la represión.
Su estudio le llevó a Freud a postular la existencia de lo inconsciente y a comprender los trastornos
histéricos. La represión es el mecanismo de defensa más importante; por él experiencias y apetitos que
el sujeto considera inaceptables y que no consigue integrar adecuadamente en su personalidad se
proyectan o empujan hacia las zonas inconscientes de la mente. La eficacia de la represión puede ser tal
que el sujeto ignore lo que ha reprimido pero también que ha reprimido. De ahí que el terapeuta deba
luchar para que el paciente sea consciente también de su responsabilidad en la represión. La represión
no anula la energía psíquica reprimida; ésta pugnará por manifestarse en la vida del sujeto, bien en los
sueños, los "lapsus linguae", o los actos fallidos, bien de modo más espectacular o traumático
produciendo trastornos orgánicos o somatizaciones.
ETAPA ANAL
Freud sitúa esta segunda etapa del desarrollo de la personalidad entre los dos y tres años del niño; la
libido se dirige hacia el ano y la satisfacción sobreviene por la expulsión o retención de las heces.
ETAPA FÁLICA
Para Freud la etapa fálica es fundamental para el desarrollo del psiquismo, porque en ella se produce
el Complejo de Edipo y el Complejo de Electra. Entre los cuatro y los seis años el niño dirige el
impulso erótico hacia sus genitales y consigue la satisfacción el varón mediante el juego con su pene y
la niña con su clítoris, o mediante la masturbación.
ETAPA DE LATENCIA
Para el psicoanálisis, etapa del desarrollo psicosexual situada entre los cinco o seis años y la
pubertad. En esta fase y como consecuencia de la aparición del superyó el niño reprime sus
sentimientos edípicos e inhibe sus apetitos erótico-sexuales.
ETAPA GENITAL
Según Freud, a partir de la pubertad se produce la etapa genital o segunda etapa de interés genital.
En esta etapa, el niño, tras la superación del complejo de Edipo, orienta su deseo sexual fuera de la
familia, hacia personas del sexo opuesto y convierte la relación genital reproductora en el objetivo
del instinto sexual.
Los bebés en la etapa oral son "todo boca". En esta etapa, la alimentación principal fuente de placer,
debido a que estimula la boca, los labios y la lengua. Esta estimulación puede provenir también de los
dedos, de los chupes de entretención y de cualquier cosa que los bebés puedan meter en la boca. Los
infantes obtienen primero gratificación al chupar y tragar y luego, después de que sus dientes brotan, al
morder y masticar.
Los recién nacidos están gobernados por esa parte de la personalidad presente en el nacimiento
que Freud llamó el ello; el ello contiene impulsos instintivos y funciona sobre la base del principio del
placer, que procura inmediata. El yo, que se desarrolla más tarde, funciona sobre la base de la realidad,
descubriendo formas aceptables y realistas para obtener gratificación. El yo ayuda a los bebés a manejar
las demoras inevitables de la vida en darles lo que desean.
Freud sostenía que los bebés que recibían muy poca o demasiada gratificación durante cualquier etapa
del desarrollopsicosexual pueden fijarse o estancarse en tal etapa; luego continuarán intentando resolver
tal etapa en el la vida. Así, las personas cuyas necesidades orales no fueron satisfechas pueden comerse
las uñas y pueden desarrollar personalidades mordazmente criticas. Aquellos que reciben mucha
satisfacción en la etapa oral no desean pasar a la siguiente etapa, pueden volverse comedores o
fumadores compulsivos o simples "glotones" de todo lo que ven.
Debido a que el bebé en la etapa oral es totalmente dependiente de la madre Freud creía que un cuidado
maternal no apropiado en este momento podría conducir a una personalidad dependiente. En los
momentos de tensión, una persona así anhelaría regresar a la cuna o al vientre para obtener cuidados.
La personalidad "anal", según Freud, se moldea por las actitudes de la madre y por las prácticas de ir al
baño. Si éstas son muy estrictas y severas el niño puede retener las heces, sufrir de estreñimiento y
eventualmente volverse una persona pedante, obsesivamente precisa y atada a cumplir horarios y
rutinas. O un niño que considera las heces como un regalo para los padres, puede crecer y volverse
acaparador de posesiones o puede identificar el amor con el hecho de otorgar objetos materiales.
Este apego de un niño a su madre es paralelo al complejo de Electra, el apego de una niña a su padre
(que se trata más adelante). Las dos situaciones producen una angustia notable, la cual, creía Freud, se
debía tratar. Para resolver estos conflictos, sostenía, los niños llegan a identificarse con el padre del
mismo sexo, promoviendo el desarrollo de sus identidades como hombres o mujeres.
Freud basaba el término complejo de Edipo en un antiguo mito griego. De acuerdo con este mito,
cuando Edipo nació un oráculo profetizó que el niño crecería para matar a su padre y casarse con su
madre. El padre de Edipo, el rey, ordenó que lo mataran pero, en vez de eso, Edipo fue llevado a un
campo lejano y posteriormente encontrado y criado por un pastor. Edipo creció sin saber su origen, y
realmente mató a un hombre sin darse cuenta de que era su padre; después se casó con la reina viuda sin
imaginar nunca que era su madre. Al saber la verdad, Edipo se quitó los ojos y se exilio. Freud dio el
nombre de este trágico héroe a su concepto de que cada niño pequeño se enamora de su madre y tiene
pensamientos asesinos hacia su padre.
De acuerdo con la teoría freudiana, el amor de un niño de tres a seis años por su madre es enorme y,
decididamente, tiene insinuaciones sexuales, lo cual pone así al niño en competencia con su padre. De
manera inconsciente, el niño quiere tomar el lugar de su padre, pero reconoce el poder de éste. El niño
está atrapado entre sentimientos conflictivos -por un lado, afecto genuino por su padre y, por el otro,
hostilidad, rivalidad y miedo de lo que él le pueda hacer-. Cuando se da cuenta de que las niñas no
tienen pene, imagina que algo les ha pasado, y su angustia sobre los sentimientos por su madre y su
padre lohacen temer que será castrado por éste. Esta es la angustia de la castración. Temeroso, reprime
los sentimientos sexuales por su madre y la hostilidad hacia su padre, cesa de tratar de rivalizar con este
último y empieza a identificarse con él.
Otro mito griego narra la historia del asesinato de un rey por su esposa, infiel y su amante, y la de
Electra, la hija del rey quien, con su hermano, mata a la madre para vengarse de la muerte del padre. El
complejo de Electra es el deseo de una niña por su padre y el miedo a su madre. Debido a que está
situación vuelve ansiosa a la niña, ella finalmente alcanza en forma indirecta la relación deseada con su
padre, identificándose con su madre.
Freud creía que una fuerza motivante principal en la mujer es la envidia del pene, el deseo de una niña por
ese órgano tan visible que ella no tiene. Según Freud, una niña no puede ganar. Si ella sucumbe a la envidia
del pene, de manera inconsciente guardará la espera de tener uno para sí misma y volverse un hombre; si
rechaza su envidia, esa negación puede causar neurosis en la edad adulta. De cualquier manera, el1a se siente
inferior y es probable que se torne celosa y se vuelva en contra de su madre quien culpa por su falta de pene.
Finalmente, una muchacha normal cambia su deseo de un pene por el deseo de un niño y está más satisfecha
con el de un hijo, cuya llegada garantiza en forma indirecta, su deseo por un pene.
Con una solución exitosa del complejo de Electra y de Edipo a cinco o seis años, los niños desarrollan
el superyó el aspecto de la personalidad que representa los valores e ideales sostenidos por sus padres y
otros consejeros sociales. El desarrollo delsuperyó ocurre a través de la introyección, el cual un niño se
identifica con el padre del mismo sexo e integra lo morales de ese padre.
El superyó tiene dos aspectos: (1) el yo ideal (los "debo": comportamiento al que aspiramos, por el que
somos recompensados y nos sentimos orgullosos y (2) la conciencia (los "no debo": comportamiento por
el que somos castigados, por el que nos sentimos culpables y del que nos avergonzamos).
El superyó busca la perfección, trata de prevenir al ello de actuar de acuerdo con sus impulsos,
particularmente cuando son sexuales o agresivos. El yo, entonces, tiene que mediar entre los dos para
encontrar placer para el ello mientras se acomoda a las demandas morales del superyó.
A través del superyó, el cual opera en forma inconsciente, los niños incorporan conceptos de correcto e
incorrecto de manera que pueden controlar sus comportamientos en vez de valerse del control de otras
personas, principalmente sus padres. Freud creía que las niñas no podían ser tan morales ya que, debido
a que no tienen miedo de la castración, no desarrollan un superyó tan firme.
En la primera infancia, el superyó es rígido. La hija de padres que valoran la limpieza, por ejemplo,
puede desear cambiarse la ropa seis veces, para complacerlos. Con la madurez el superyó se vuelve más
realista y flexible, y le permite a la gente funcionar de acuerdo con principios más elevados mientras
considera, también, su propio interés.
Las pulsiones pueden ser de autopreservación, que comprenden la respiración, alimentación y excreción,
entre otras. Y las pulsiones sexuales, en cuyo caso, las denomina, libido.
Las personas que no consiguen superar algunos de los conflictos desarrollarán una sexualidad inmadura.
Cada una de estas etapas marcará también el desarrollo de la personalidad adulta.
El final de esta etapa estará marcado por el destete, donde el bebé pasará su centro de placer al ano.
Aprender a controlar los esfínteres urinarios y rectal, será necesario para superar esta etapa. La teoría
psicoanalítica relaciona estos conceptos con los de autoridad y rebeldía. Cuando el niño no desea
aprender a controlar los esfínteres, dejándose llevar así por el placer inmediato, será rebelde.
Durante esta etapa, quizás la más importante de la teoría, los niños deben superar dos grandes
complejos: el complejo de Edipo y el Complejo de Electra.
Estos complejos suponen que los niños en esta edad se “enamoran” del progenitor de distinto sexo,
desarrollando cierta competencia con el otro progenitor para conseguir la mayor atención por parte de la
persona amada.
El complejo de Edipo proviene de la mitología griega, en la cual Edipo mata a su padre, para poseer así
el amor de su madre.
En este caso, el niño centra como primer objeto de amor a su madre, y su padre se interpone en su
camino. El niño sentirá deseos de eliminarle pero el miedo que eso le produce, hace que supere dicho
complejo, cesando así la necesidad de poseer a su madre. Este miedo le viene, de la interpretación que
hace el niño de los genitales masculinos y femeninos. El niño supone que su madre no tiene pene porque
ha sido castigada por su padre. Siente miedo de enfrentarse a él porque no quiere que le ocurra lo
mismo.
Superar esta etapa supondrá que el niño sea capaz de reprimir ciertos deseos incestuosos y que pueda
identificarse con su padre.
El complejo de Electra es la versión femenina del complejo de Edipo. En este caso, las niñas también se
enamoran primeramente de su madre. Pero las niñas descubren que ni ellas ni las madres tienen pene,
pero su padre sí. La interpretación que hacen las niñas de esto, es que su madre la castigó sin tener pene,
lo cual hará que comience a rivalizar con ella, y aumente el amor por su padre.
El miedo a perder el amor de la madre debe ser superior a la ansiedad de castración (así se llama en
teoría psicoanalítica a la ansiedad que sienten las niñas cuando descubren que no tienen pene). Si este
miedo es mayor, la niña se acabará identificando con la madre y se resolverá el conflicto.
La superación de esta etapa tiene que ver con la adquisición de valores morales que provienen de la
identificación con el progenitor del mismo sexo.
La teoría psicoanalítica dice que cuanta menos pulsión sexual se haya quedado fijada en etapas
anteriores, mejor se vivirá la vida sexual adulta.