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Lobo suelto (blog)

2 de marzo de 2015
De Foucault a Marx, el hilo rojo de la crítica
III. Prólogo al neoliberalismo
(3/4)
por Julián Mónaco, Alejandro Pisera y Diego Sztulwark

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En uno de sus habituales textos publicados en Paá gina/12, “Neoliberalismo y subjetividad”[1], el
psicoanalista argentino Jorge Alemaá n se refirioá a los cursos dictados por Foucault, en
particular al Nacimiento de la biopolítica y a la conceptualizacioá n que allíá se hace del neoliberalismo
en tanto racionalidad de gobierno. El propoá sito del autor –fundador de lo que se denomina la
“izquierda lacaniana”– es componer un cuadro de situacioá n global seguá n la cual la Europa neoliberal
seguiríáa sometida a los dispositivos foucaultianos de seguridad, mientras que en sudameá rica, a
partir de los gobiernos progresistas de buena parte de la regioá n, se habríáa ingresado en una nueva
fase (a la que el investigador brasilenñ o Emir Sader suele llamar en diversas publicaciones
“postneoliberal”).
Seguá n Alemaá n, las conclusiones de Foucault resultan perfectamente vigentes para describir la
situacioá n europea: el neoliberalismo allíá no actuá a, dice, como una mera ideologíáa de la retirada del
Estado en favor del mercado sino que debe ser entendido como una construccioá n positiva, cuyo
objetivo final parece ser la produccioá n de un nuevo tipo de subjetividad: el empresario de síá. En sus
palabras: “remarcando entonces el caraá cter constructivo del neoliberalismo y no soá lo su faz
destructiva, o insistiendo en el orden que se pretende hacer surgir a partir de sus destrucciones, se
puede mostrar que las teá cnicas de gubernamentalidad propias del neoliberalismo tienen como
propoá sito, en consonancia con la racionalidad que lo configura, producir, fabricar, un nuevo tipo de
subjetividad. El empresario de síá, el sujeto neoliberal, vive permanentemente en relacioá n con lo que
lo excede, el rendimiento y la competencia ilimitada”.
Los discursos neoliberales que surgen a partir de la deá cada del 40 en Alemania, dice Foucault, se
caracterizan por una reformulacioá n del problema del gobierno biopolíático y de la legitimacioá n del
estado a partir del mercado. El neoliberalismo encarnaraá efectivamente una verdadera praá ctica
políático-antropoloá gica cuya políática vital (vitalpolitik) tendraá como objetivo hacer que el tejido social
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completo adquiera la forma, la espesura y la dinaá mica propias de la empresa: la poblacioá n seraá
entonces reconocida en su capacidad de iniciativa y su aptitud emprendedora, ocupaá ndose el estado
de crear y reproducir las condiciones que permiten que la sociedad funcionen como un ensamble de
mercados, seguá n la competencia.
La principal diferencia entre el neoliberalismo contemporaá neo (Foucault analiza la escuela alemana
y la norteamericana, pero haríáamos bien en leer de cerca el debate de los neoliberales del Peruá de
los anñ os 80) y el liberalismo claá sico es su teoríáa del Estado. Los neoliberales no creen en la libertad
de mercado entendida como una naturalidad de las cosas que brota al ritmo que el estado deja de
regular los intercambios sociales. Al contrario, ellos han aprendido la leccioá n del artificio: la
sociedad de competencia, que es para ellos tambieá n la de la libertad, soá lo funciona bajo condiciones
muy difíáciles de lograr (dada la tendencia al monopolio, a las mafias, etc.). Se trata, por tanto, de
construir una compleja maquinaria judicial, administrativa, políática y policial que sea capaz de crear
y sostener, a partir de una hiperactividad regulativa, las condiciones que promueven el ser social
como subjetividad empresaria.
Asíá lo entiende Foucault en su repaso de la teoríáa neoliberal del “capital humano”, en la que se ilustra
de manera asombrosa el meá todo neoliberal consistente en extender el caá lculo atribuido a la
racionalidad del hombre a todas las esferas y acciones de la vida. Encargada de aniquilar toda la
reflexioá n marxiana del trabajo, la explotacioá n, y la rebelioá n colectiva, la tesis hiper-realista del
capital humano ensenñ a a concebir la propia vida y la de los demaá s como la administracioá n
empresarial de un stock inmaterial –no importa su magnitud– imputable a cada persona. La maá xima
racional que guíáa la vida de cada quien, en las circunstancias maá s diversas, es extraer renta (incluso
una renta psíáquica). Este esquema produce al sujeto en la exigencia de la gestioá n individual, y
premia o castiga sus actos seguá n la loá gica de la inversioá n.
En los hechos esta teoríáa significa que todas las potencias de los vivientes adquieren un fin
econoá mico, bloquea toda representacioá n de clase y de intereses colectivos y permite codificar toda
conducta –desde la migracioá n a la maternidad, desde la eleccioá n del barrio en el que vivir hasta las
horas dedicadas a la socialidad– seguá n la razoá n econoá mica.
En esta sociedad del riesgo se hacen necesarias políáticas sociales compensatorias que apuntan al
individuo que no ha logrado administrar su capital vital con míánima eficacia. Las políáticas puá blicas
para “pobres” conllevan el ideal de restitucion de las capacidades empresariales, o bien tratan a los
seres improductivos como seres invaá lidos para la vida social.
El neoliberalismo se difunde como modo de vida en el cual se impone la autogestioá n de tipo
empresarial de las potencias y virtualidades del viviente. Cada quien administra su marca y se
encarga de definir sus estrategias. Difundido como modo de ser de masas, el neoliberalismo se
trama en un vitalismo estrateá gico de la poblacioá n.
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Alemaá n ensaya en su texto una lectura de la coyuntura políática global seguá n la cual “esta
racionalidad actualmente se ha aduenñ ado de todo el tejido institucional de la llamada Unioá n
Europea, en la consumacioá n final de su estrategia de dominacioá n (...) Latinoameá rica es actualmente,
en alguno de sus paíáses, la primera contra-experiencia políática con respecto al orden racional
dominante en el siglo XXI. El neoliberalismo se extiende no soá lo por los gobiernos, circula
mundialmente a traveá s de los dispositivos productores de subjetividad. Por ello a Latinoameá rica le
corresponde la responsabilidad universal de ser el lugar donde se pueda indagar todo aquello que
en los seres hablantes mujeres y hombres no estaá dispuesto para alimentar la extensioá n ilimitada
del sujeto neoliberal”.
Ameá rica Latina como experimento postneoliberal es una foá rmula que debe ser abierta a la luz de por
lo menos cuatro tipos diferentes de preocupaciones:
(1) la produccioá n retoá rica de los gobiernos llamados progresistas, un amplio abanico que va –seguá n
la diversidad de situaciones nacionales– de la produccioá n de políáticas puá blicas que apuntan a
cuestionar dispositivos de la gubernamentalidad neoliberal, al apuntalamiento de un neoliberalismo
–neodesarrollismo/neoextractivismo– con mayor intervencioá n nacional-estatal;

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(2) la necesidad de ciertos actores globales –de organismos internacionales al propio Estado
Vaticano- de relegitimar su rol políático en la crisis global y de dar cuenta de una nueva configuracioá n
geopolíática a partir de la emergencia de potencias asiaá ticas;
(3) la necesidad de los movimientos de lucha del sur de Europa de encontrar referentes en la regioá n
para su lucha contra las políáticas de austeridad;
(4) el punto de vista de los movimientos sudamericanos que siguen intentando producir formas de
vida y de coordinacioá n políática afirmando praá cticas antagoá nicas a las que se promueven desde las
grandes dinaá micas de la valorizacioá n de capital.
Como se ve, el llamado postneoliberalismo adquiere entonces tonos y significados bien diferentes.
En todo caso, las tensiones de la coyuntura sudamericana pasan en la actualidad por el choque entre
las exigencias del tipo de insercioá n en el mercado mundial y la activacioá n del mundo plebeyo. Tras la
crisis de las políáticas neoliberales puras de los anñ os ’90, las “demandas” (como diríáa Laclau)
populares se han ido incluyendo parcialmente en un ciclo de ampliacioá n del consumo cuya condicioá n
de posibilidad es, efectivamente, el tipo de insercioá n que recieá n senñ alaá bamos.
El experimento sudamericano se caracteriza por una mayor porosidad entre Estado y sociedad, y
por la generalizacioá n de una trama social activa y politizada que ha logrado conquistas importantes
en diversas coyunturas. Sin embargo, no conviene simplificar el asunto, ni desconocer el caraá cter
esencialmente ambivalente de estos procesos. Al mismo tiempo que una pluralidad de sujetos
políáticos cuestionan la hegemoníáa neoliberal, esta se reproduce a partir del dominio de las finanzas,
del mando ejercido a nivel del mercado mundial, del ensamblaje mediaá tico y tecnoloá gico que
apuntala lo que Ulrich Brand ha llamado un “modo de vida imperial”[2].
Y maá s profundamente auá n es necesario comprender hasta que punto, como lo senñ ala Veroá nica Gago,
desde el nivel mismo de la reproduccioá n social, las estrategias populares se han apropiado de estas
condiciones neoliberales y han desarrollado una pragmaá tica vitalista (un “neoliberalismo desde
abajo”) en la que se traman modos familiares y comunitarios de gestionar conocimientos y cuidados
de uno mismo y de los otros, introduciendo nuevas posibilidades estrateá gicas de la poblacioá n a lo
largo y a lo ancho del continente.
Asíá planteado, puede dar la impresioá n de que leemos en Foucault un triunfo absoluto del
neoliberalismo. Pero no es asíá. Lo que sucede es que pensamos que en anaá lisis muy difundidos del
proceso sudamericano –de Alemaá n a Sader– se simplifica al cuadro de la gubernamentalidad
oponiendo al polo Mercado, el polo Estado, como si de por síá el desarrollo del aparato del Estado
fuese íándice suficiente de una postneoliberalidad substancial. No estamos soá lo criticando un punto
de vista que cierra la imaginacioá n políática a la centralidad del Estado. Estamos maá s bien afirmando
que este tipo de anti-neoliberalismo se orienta a una mayor sustentacioá n estatal de la racionalidad
neoliberal que, como hemos visto, es flexible y no se restringe a las políáticas de ajuste y
privatizacioá n.
En todo caso, quisieá ramos afirmar que por postneoliberalismo entendemos lo contrario a una
configuracioá n nacional-estatal de izquierda cerrada sobre síá misma y negociando en desventaja su
lugar en el mercado mundial. Imaginamos, en cambio, una estatalidad cada vez maá s abierta, tanto en
su porosidad respecto de lo social, como a nivel regional, como uá nico modo de fortalecer otros
modos de pensar, de imaginar la vida individual y colectiva.
3.
Lo que leemos en Foucault en definitiva es la emergencia de un nuevo tipo de poder social y políático
que se basa en la paradoja ya senñ alada seguá n la cual el poder neoliberal produce obediencia por
medio de una praá ctica de la libertad, trastocando, de este modo, las contraconductas de tipo
libertarias que suelen quedar comprometidas (sea por impotencia, sea por complicidad) en la
obediencia.
El sujeto del neoliberalismo se situá a estructuralmente en un punto en el cual se es sujeto por medio
de una libre gestioá n de síá, en un contexto en que los dispositivos –seguridad, moneda,
representacioá n y mediatizacioá n– que conducen la maquinaria social (incluida su burocracia, su
aparato de salud y educacioá n, etc.) desembocan en la servidumbre.
Lo que aprende el poder neoliberal del poder pastoral es la triple relacioá n entre ganancia y
salvacioá n; entre caá lculo econoá mico e individuacioá n servil. Pero si el poder pastoral hacíáa funcionar
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estas equivalencias sobre un extendido plano de obediencia generalizada, el poder neoliberal soá lo
produce obediencia por medio de la libertad.
Es este tipo de paradojas lo que la “izquierda lacaniana” intenta pensar como “goce”: la participacioá n
activa del sujeto deseante en su situacioá n de servidumbre.
Pero esta misma paradoja, por la cual soá lo a traveá s de una cierta praá ctica de la libertad se produce
obediencia, ha sido apropiada al menos parcialmente desde abajo, dando lugar a fenoá menos de una
riqueza y una notable ambivalencia en los nuevos sujetos surgidos durante la uá ltima deá cada en la
regioá n. Asunto que no siempre es bien recibido por un progresismo que soá lo acepta valorar el
mundo popular a partir de la figura de la víáctima.
Una políática post-neoliberal, pensamos, consiste, en este contexto sudamericano, en hacer vascular
estos elementos de mixtura y reapropiacioá n plebeya de la libertad hacia momentos de fuerza
colectiva en los cuales hacer saltar los nexos fundamentales de la gubernamentalidad capitalista.
Esta posibilidad es maá s sudamericana que europea en virtud de una extensa red de praá cticas
biopolíáticas conformadas durante deá cadas de resistencia al mando neoliberal: ¿coá mo hacer
converger el polo libertario del sujeto neoliberal con estas redes biopolíáticas sin que el proceso de
convergencia se cierre de modo sectario sobre el aparato de Estado?
Lo que ocurre de interesante en Sudameá rica es el tipo de ambiguü edad de lo social que, apropiaá ndose
de la dimensioá n empresarial, no se deja cerrar sobre ella y alimenta una economíáa popular capaz de
mezclarse –este es el verdadero experimento– en un horizonte abierto y democraá tico con redes
biopolíáticas que surgen de la resistencia políática a los nuá cleos duros del neoliberalismo.
Foucault, que se reíáa de los que sentíáan una “fobia al Estado”, no creíáa que el Estado, como lo hemos
visto, fuese una esencia eterna e inmutable. No es aquíá sobre el Estado que se discute, sino sobre un
modo de pensar que toma al Estado como pura negatividad o como pura positividad sin reparar en
su condicioá n actual de dispositivo de doble articulacioá n, pieza esencial en la insercioá n en el mercado
mundial y de políáticas de inclusioá n.
Lo que tomamos de Foucault, entonces, es la posibilidad de cambiar la pregunta: no ya por el papel
que el Estado debe tomar en el cambio social, sino maá s bien, por coá mo las políáticas del cambio
pueden actuar sobre las instituciones a partir de una teoríáa maá s amplia del gobierno.
En efecto, el heá roe neoliberal ejemplifica la sujecioá n obedeciendo a la consigna “seá libre”, consigna
que cada quien deberíáa llevar a su propio aá mbito de produccioá n subjetiva especíáfica: ¿resultaraá
efectivo oponer a esta consigna un “seá solidario”? Realismo del capital y moralismo políático no
constituyen alternativas a la altura del tejido postneoliberal.

Notas:

[1] Puede leerse el texto completo en:


http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-215793-2013-03-14.html
[2] Brand Ulrich y Wissen, Markus; Crisis socio ecológica y modo de vida imperial.
Disponible en: http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2012/04/crisis-
socioecologica-y-modo-de-vida.html

Sitio web: http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2015/03/de-foucault-marx-el-


hilo-rojo-de-la.html

* “De Foucault a Marx, el hilo rojo de la crítica”:

Parte I: Los modos de la crítica en medio de la gubernamentalidad neoliberal

Parte II: Pastorado y gubernamentalidad

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