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Ficha de Cátedra
“Aspectos psicofisiológicos de la lactancia materna”
Ps. Mariela Castro
Rosario, 2009
Universidad Nacional de Rosario – Facultad de Psicología
Estructura Biológica del Sujeto II – Anatomía y Psicofisiología
fácilmente un cariño instintivo y espontáneo frente al niño al que dé el pecho que frente a la
criatura que alimente cumpliendo con todos los preceptos médicos sobre la alimentación
artificial más adecuada, como si realizara un complicado experimento de laboratorio. La
importancia de la cercanía física para el lactante fue demostrada de muchas maneras desde
que Spitz descubrió el cuadro del hospitalismo, al notar que lactantes atendidos
„correctamente‟, pero sin cariño durante una estadía prolongada en un hospital o asilo,
sufrían de un grave trastorno en su evolución psicofísica.
Pero el experimento más convincente y espectacular en este terreno es tal vez el
realizado por el profesor Harlow en Wisconsin (pueden acceder a un breve video sobre esta
experiencia ingresando a http://www.youtube.com/watch?v=B_WggXJ9ohI). Separó unos
monos rhesus recién nacidos de su madre. Un grupo fue enjaulado con una „madre de
alambre‟ y otro con una „madre de trapo‟. La madre de alambre es un artefacto que tiene, al
fácil alcance de los monos, mamaderas siempre bien llenas. La madre de trapo es otro
artefacto cubierto por un género suave que bien pronto, por el contacto con los monitos,
adquiere olor a mono, a mamá, podría decirse. Cuando los monos hayan aprendido a criarse
aparentemente bien de esta manera, se introduce en ambas jaulas un juguete mecánico como
estímulo provocador de miedo. Pudo comprobarse que los monos desprovistos de madre de
trapo no recurren a la mamadera, sino que se retraen asustados, se paralizan al rato. A la
larga desarrollan una conducta bastante parecida a la del autismo precoz del niño carente de
contacto y comunicación con el mundo. Los monos que disponen de una madre de trapo se
refugian en ella. Una vez que se hayan tranquilizado de esta manera desarrollan frente al
juguete antes temido toda la curiosidad e inteligencia normalmente inherente a su raza. Pero
pudo comprobarse más tarde que estos monos, bien alimentados y en contacto con una
especie de robot cariñoso en lugar de una verdadera madre, sufrieron de adultos de una
grave deficiencia; aunque desarrollaron normalmente todos los signos físicos de la madurez
sexual, no eran capaces de tomar ninguna iniciativa „amorosa‟, si se puede decir así, ni
sabían cómo comportarse frente al compañero o a la compañera sexual”.
Para el bebé lo principal no reside tanto en el alimento en sí, que por supuesto es
importante, sino en la forma en que se lo provee y el afecto que acompaña esa entrega. El ser
acariciado, mimado, mecido, arrullado, calentado y sentirse “sostenido” son necesidades
vitales para el bebé. Son necesidades que nacen del cuerpo. Por ejemplo, “(...) el contacto
corporal estimula los capilares sanguíneos y filetes nerviosos a flor de piel, que favorecen la
respiración y la oxigenación pulmonar. Cuando el niño no incorpora suficiente oxígeno y no
es estimulado suficientemente para lograrlo, llora, se mueve, repta y se retuerce en la cuna;
se autoestimula. La madre, al levantarlo para alimentarlo, higienizarlo o comunicarse con él,
le ofrece la fuente de estímulos necesitada” (Videla, M. & Grieco, A.; 1993). Las fallas en la
conducta materna, tales como el no estimular el contacto piel a piel o hacerlo de manera
precaria y desafectivizada, o frecuentes interpretaciones erróneas de las señales del bebé
(como creer que cada vez que llora es porque tiene hambre), si no son rectificadas y superan
el margen óptimo de tolerancia propio de ese vínculo (Stern, D.; 1977), preparan las
condiciones para el desarrollo futuro de afecciones respiratorias precoces, que oscilan entre
cuadros recurrentes de resfríos y otros como la bronquiolitis. De esta forma, se contribuye a
cierta predisposición a patologías infantiles más severas. Sin embargo, no hay que olvidar, tal
como cita Liberman, que la somatización por sí misma sólo significa una señal de alarma que
requiere la revisión de toda la organización de vida basada en determinadas conductas y
estilos adaptativos (Videla, M. & Grieco, Al; 1993).
La fisiología de todo el cuerpo se organiza de la mano del vínculo afectivo con los otros,
fundamentalmente con los “cuidadores primarios” (Bowlby, J.; 1989) durante los primeros
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años de vida. Lo mismo sucede con el psiquismo, que nace y se desarrolla con sus raíces en el
maravilloso encuentro entre lo biológico y lo social. Cuerpo y psiquis, dos caras de una
misma moneda, resonarán uno en el otro a lo largo de toda la vida, al compás de los matices
afectivos que van regulando la interacción y los vínculos con los demás.
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medida que el bebé crece, la leche va perdiendo color, pese a que lo sigue nutriendo. Este
cambio en la leche forma parte de un proceso natural frente a los distintos requerimientos del
bebé conforme avanza en su maduración.
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la madre, pero otras, hipertónico, puede ponerse rígido. De modo, pues, que existe
interacción entre la postura de la madre y la del bebé”. (Lebovici, S.; 1988).
Amamantar a un bebé no es tarea fácil. Implica todo un desafío, especialmente para las
madres primerizas. Requiere un aprendizaje mutuo. Por un lado, la mamá tiene que aprender a
dar el pecho, que involucra el manejo del propio cuerpo y el del bebé, buscando un acople
sincronizado entre ambos cuerpos, y la tolerancia de las sensaciones experimentadas. Por su
parte, el bebé debe aprender a comer, más allá de que cuente con sus herramientas innatas
adaptativas como el reflejo de succión y deglución. En todo este proceso, no son pocas las
madres que renuncian a la lactancia natural ante las primeras dificultades, sintiendo muchas
que carecen de un instinto natural.
Marie Langer (1994), siguiendo los lineamientos teóricos de Melanie Klein, reflexiona
acerca de algunos motivos inconcientes que pueden conducir a la madre a no disfrutar
del amamantamiento, hasta el punto de no tolerarlo y desistir de hacerlo. Menciona el
rechazo de la maternidad, por un deseo inconciente de permanecer en una actitud receptiva e
infantil, anhelando con intensidad el recibir leche más que darla, y la persistencia de
tendencias agresivas infantiles dirigidas hacia la propia madre. Estas dos situaciones tendrían
como factor común la insatisfacción oral de estas mujeres. “Si han sufrido tales frustraciones,
y si más tarde no logran considerar al niño como parte de su propia persona, se niegan
inconcientemente a darle lo que ellas mismas no han recibido. Así se vengan en el niño
identificándolo con su madre, por lo que ésta les hizo sufrir. O se identifican con su madre
frustradora, tratando al niño como se sintieron tratadas en su primera infancia”.
Esta autora destaca cómo pueden influir mecanismos neuróticos defensivos en la
lactancia y generar dificultades. “La percepción inconciente de la propia agresividad,
respuesta a las frustraciones orales anteriores que fueron experimentadas como agresiones
por la propia madre, también puede trastornar de otra manera la lactancia, proyectándose la
maldad de la madre sobre la leche. Reviviendo la propia lactancia se considera entonces la
leche como una sustancia destructiva y peligrosa, no debiendo recibirla el niño por este
motivo. Eso explica la opinión de muchas mujeres que encuentran su leche insuficiente y
perjudicial para su hijo. Pero si la mujer logra sobreponerse a sus temores y alimentar
exitosamente a su hijo, destruye dentro de sí misma sus viejos temores hipocondríacos y
grávidos de sentimiento de culpa, de que ella y todo lo que pudiera producir sea dañino y
peligroso para los demás”.
Plantea que las grietas en los pezones y el dolor que estas heridas provocan, que
pueden derivar en una mastitis (infección de las mamas), tienen un componente afectivo que
contribuyó a su aparición. Parecerían ser producto de un descuido inconcientemente
intencional de parte de la madre. Pese a respetar las indicaciones médicas, muchas madres
dejan succionar al lactante durante un período de tiempo excesivo, no colocan bien el pezón
en la boca del bebé, o no tratan a tiempo la lesión apenas surge.
Pero también remarca cómo una madre puede transitar la lactancia sin inconvenientes
siempre que logre identificarse con su bebé. “Una fuerte fijación oral a la madre no debe
originar necesariamente dificultades en la crianza, si el deseo pasivo de mamar se satisface
en la identificación con el lactante y si se logra tener el deseo activo de amamantar por la
identificación simultánea con una madre ideal que alimenta bien. La mujer consigue así
satisfacer deseos infantiles frustrados y dar al niño lo que no tuvo. En estas mujeres se
encuentra una intensa aversión contra el destete, como único indicio superficial de un
componente neurótico”.
Rosario, 2009
Universidad Nacional de Rosario – Facultad de Psicología
Estructura Biológica del Sujeto II – Anatomía y Psicofisiología
Bibliografía
Bowlby, J. Una base segura, Paidós, Bs. As., 1989.
Gran Enciclopedia Médica, Sarpe, 2008.
Langer, M. “Problemas psicológicos de la lactancia”, en Maternidad y Sexo, Paidós, México,
1984.
Lebovici, S. “La constitución del vínculo entre la madre y el recién nacido” y “La interacción
progenitor-recién nacido”, en El lactante, su madre y el psicoanalista, Amorrortu, Bs. As.,
1988.
Organización Panamericana de la Salud “Nutrición”, en Manual de Crecimiento y Desarrollo
del Niño, Serie Paltex, Nº 33.
Sebastiani, M. & Raffo Magnasco de Testa, N. Claroscuros del embarazo, el parto y el
puerperio, Paidós, Bs. As., 2004.
Stern, D. La primera relación madre-hijo, Morata, Bs. As., 1977.
Videla, M. & Grieco, A. “Lactancia materna”, en Parir y nacer en el hospital, Nueva Visión,
Bs. As., 1993.
Rosario, 2009