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Los orígenes del hombre americano

Desde nuestra infancia se nos ha enseñado que la historia es parte característica del hombre,
ya que el hombre es el único ser racional que conoce su historia, es decir, es el único que
además de hacer historia, tiene la capacidad de conocerla y por lo tanto, todos debemos de
conocer nuestros orígenes. Sin embargo, estos orígenes se remontan a hace 40000 años a.C.
cuando en la era glaciar el hombre pasa de Asia por el estrecho de Bering al continente
americano.

Cabe destacar que el paso del hombre hacia América no solo fue posible por la era glaciar
sino que además tuvo participación el descenso de los mares y la estrecha cercanía que existía
en aquel entonces entre los dos continentes1.

La presencia humana en el actual territorio mexicano data de 35000 años a.C. cuando se lleva
a cabo la domesticación del maíz y del frijol. Sin embargo, los ahora habitantes de estos
territorios no eran sedentarios todavía, solo se dedicaban a la recolección de alimentos y la
búsqueda de refugio y por consecuente llegaban a sufrir escasez de alimentos.

En esta etapa previa a la agricultura, la cual se denomina Etapa Lítica, el homo sapiens solo
se reunía en pequeñas bandas con las que interactuaba y poco a poco las bandas fueron
uniéndose creando así macro bandas para intercambiar mujeres y organizar recolección de
alimentos y la caza de animales como los antílopes, pumas y mamutes, hasta que estos se
fueron extinguiendo por los distintos cambios climáticos que acontecieron en el territorio.

Cuando el hombre comienza a volverse sedentario, comienza a cultivar sus propias plantas
además de domesticar animales tales como los perros.

Pero no es lo mismo haber domesticado algunas plantas que ser un pueblo agrícola. Entre un
hecho y otro hay siglos de experimentación y adaptación, lo que llamamos horizonte
Protoneolítico (5000 a 2500 a.C.)2.

1
Gonzalbo, P. E., Martínez, B. G., Jáuregui, L., Vázquez, J. Z., Guerra, E. S., García diego, J., & Aguilar, L.
A. (2004). Nueva historia mínima de México. El Colegio de México AC.
2
Ibídem, Pág. 27
HERMENEUTICA
Podemos resaltar que el homo sapiens que ya se asienta y tiene los primeros indicios de
estratificación social, comienza a asentarse como en una pseudo sociedad, la cual me
atrevería a llamar sociedad primitiva, puesto que el hombre ayudado de su mismo género
comienza a establecerse en un lugar determinado, subsistiendo a través de trabajo agrícola.
Y poco después el hombre que ya era homo sapiens desarrolla aún más la inteligencia
integrándose a una sociedad.

Reflexionando sobre el origen de la especie humana en nuestro actual continente, podemos


ver que el hombre por su misma naturaleza está en busca de la verdad, es decir, el homo
sapiens caminante en busca de alimento y refugio, se vuelve un pensador por su necesidad,
ya que como habíamos comentado anteriormente el hombre ya es pensador, y gracias a su
misma necesidad, comienza a desarrollar su intelecto creando armas, casas en la cuales
habitar y lo más importante y que marca el giro del hombre nómada a sedentario, la
agricultura.

La agricultura marca el giro del hombre primitivo ya que es punto fundamental para el
hombre, pues la agricultura pasa de ser una necesidad a un hábito, lo que antes era necesario
ahora se vuelve un estilo de vida.

Es muy fundamental recalcar que el hombre desarrolló y evolucionó su intelecto velozmente


pues de no ser así el hombre jamás hubiera pensado en asentarse en lugares determinados. A
pesar que el hombre encuentra el oasis en el continente americano, es decir, encuentra su
sustento de forma gloriosa puesto que haya el alimento que tanto ha buscado, el hogar ideal
para su supervivencia, este oasis tan real, este hogar ideal, se vuelve un lugar de explotación
en donde el mismo hombre puede desarrollar su cultura, trasciende de un hombre – animal a
un hombre – pensante y eso hace que se constituya como verdadero hombre, el hombre en
potencia perfección.

El hombre que ya es pensante, ya es sedentario y ya es constituido como hombre plenamente,


comienza a desarrollar un estilo de comunicación racional que, a través de la misma búsqueda
de la perfección humana, permite que el hombre primitivo desaparezca y nasza en la nueva
era el hombre americano pensante.
En sentido amplio se podría decir que el lenguaje es toda forma de comunicación y de
transmisión de información llevada a cabo a través de ciertos signos. Según esta definición
se debería admitir que también los animales poseen un cierto «lenguaje» (por ejemplo, la
danza de las abejas trasmite información acerca de la proximidad de alimento)3. Sin embargo,
para Sapir (uno de los «padres» de la lingüística contemporánea) el lenguaje —en sentido
estricto— es un valor específicamente humano, y se define del siguiente modo: «es un
método exclusivamente humano, no instintivo, de comunicar ideas, emociones y deseos por
medio de un sistema de símbolos producidos de manera deliberada»4.

De tal magnitud es el desarrollo intelectual del hombre que deja de ser un ser de solo
operaciones motoras a un ser inteligente, que además de tener ya un pensamiento primitivo,
desarrolla una capacidad lingüística para comunicarse.

El hombre necesita comunicarse con su realidad, y no solo se puede basar en la experiencia


de las señales, además requiere una lengua para su comunicación. Como parte fundamental
para la estratificación social del este hombre primitivo, es el uso de un lenguaje que fue
estableciendo, y que podía aprender, para así poder establecerse durante tanto tiempo.

Me parece fundamental esta reflexión puesto que, en los libros de historia, de cualquier
índole, se habla del hombre primitivo, del hombre homo sapiens, del hombre nómada. Sin
embargo jamás se ha encontrado una lectura que hable sobre ‘el hombre primitivo
lingüístico’, es decir, el paso evolutivo de hombre – animal a hombre – sapiens, el desarrollo
intelectual del hombre a través de la comunicación hablada y escrita.

3
GARCÍA CUADRADO, José Ángel. Antropología filosófica. Una introducción a la filosofía del hombre.
Navarra: EUNSA, 2001.
4
SAPIR, E., El lenguaje. Introducción al estudio del habla, 2. ª ed., Fondo de Cultura Económica, México-
Buenos Aires 1962, p. 14.

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