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CAPITULO I do las hermosas montañas.

Entonces, como para empezar a charlar, el


pequeño le comentaba una y otra vez lo mucho que le gustarla conocer
"BUI QUIERE EMPRENDER SU CAMINO" esas reglones, y su abuelo ni siquiera le respondía, contentándos
mente con escucharlo y observar de reojo cómo la mirada de su nietito
se perdía en la Ilusión de alcanzar la cumbre del MafícÑao.
Relator: De pronto, Bui salió corriendo imprevistavm^n^, llegó al pie de s
En medio de una inmensa meseta, rodeada de altísimas cumbres refugio en lo alto de un árbol y allí mirándose ne^ftpjado en el agua
nevadas, existe el pueblo de Canyeu, una posta para las caravanas que jo a si mismo: "Vamos, valiente Bui Camey, éste eí el momento, vuelve y
por allí pasan rumbo hacia otros poblados más lejanos. Caravanas que díselo de una vez por todas. Vamos, ánimo, ánirho". Y entonces, c
vienen en busca de los expertos exploradores de Canyeu. do de vuelta, regresó al lado de su abuelo.
En ese pintoresco pueblito, la vida transcurre tranquila y serena. Sus Parecía estar agotado, porque no le sallan las palabras y, cuand
habitantes trabajan la tierra con la alegría plena de hallarse en contacto por fin se decidió a hablar, su abuelo lo Interrumpió diciéndole:
con la naturaleza, "esa que el Señor con tanto amarnos dio", como sue- Jefe:
len decir los habitantes de Canyeu cuando se refieren a sus chacras y
cultivos. Los jóvenes desean llegar a ser Exploradores y así conocer to- —Dime, Bul Camey, tus ojos me han hablado ya hace tiempo de un
da la extensión de la Patria; y sus niños, como todos los del mundo, son gran anhelo tuyo, ¿ese anhelo tiene rumbo hacia las cumbres del Man-
traviesos y juguetones, y su escuela no es otra que las enseñanzas de chao?
sus padres y abuelos. Caminante:
Asi es Canyeu. » —SI, querido abuelo, ése es mi mayor deseo. Sé que si alcanzo el
y allí vive un pequeño indiecito, al que su abuelo llama Bui Camey, Manchao y regreso nuevamente a casa, seré considerado un Explorador,
pues dice que jamás se cansa y su mayor diversión es caminar de aquí y asi podré guiar a las caravanas allá, más allá de las montañas de la
para allá. Todo quiere conocer Bui, sólo se duerme si su abuelo Machínco gua de Ranquil.
le cuenta cuentos de sus expediciones allá, más allá de las montañas de
la legua de Ranquil, en donde la cumbre del Manchao toca las mismísi-
mas nubes del cielo. Jefe:
No hay algo que desee más Bui Camey que viajar por el Camino del —Sabes, Bui, —le seguía diciendo el abuelo Machínco— que
Sol. Pero ¿cómo pedírselo al abuelo? ¿cómo explicárselo a mamállegar y pa- a ser un Explorador, debes viajar por el Camino del Sol, en donde
pá? Siempre estaba preguntándose lo mismo, convenciéndose: el "HoyGransí, Señor te probará paso a paso y pondré piedras en el camino
hoy se lo voy a decir y mañana ya estaré en camino". ra examinarte.
Y asi pasaban los días y Bui Camey no se atrevía. Cuando estaba aCaminante:
punto de decírselo, cambiaba imprevistamente de tema.
Un día, ya cuando el sol estaba presto a esconderse, cuando ya el —Sí, abuelo; ya parado, Bui ni siquiera podía estarse quieto.
trabajo del día habla finalizado, el pequeño Bui fue junto a su abuelo
quien se hallaba sentado en su silla predilecta (ese trono al que Bui nun- Relator:
ca se habla atrevido a subir, ni siquiera para jugar a los caballos) miran-
—El abuelo, poniéndole la mano sobre el hombro al pequeño, le m
cionó: "Quieres ser un buen explorador y sabes que para llegar a serlo
debes viajar por el Camino del Sol. Sabes que un Explorador jamás des
cansa y su misión no es solamente guiar a aquellos que no conocen e
Caminante: 2° MOMENTO
—De todo corazón— le respondió Bul. CAPITULO II

J*fe: "BUI CAMEY Y EL ANCIANO"


—¿Me prometes entonces que, a pesar de todas las dificultades que El ¡ovsnclto Bui, ya en camino por la senda del Sol, se alejaba día a día de si
en la senda encuentres, llegarás al final del camino?..
querido puebllto Canyeu.
Caminante: No quería distraerse ni un segundo, Bui avanzaba y avanzaba, y en ese conti
—Sí, abuelo, te lo prometo, te lo prometo porque quiero ser un explo- nuo caminar se decía: "Prepárate Manchao, por cuando voy a conquistarte.
rador. mi honor tus laderas treparé y, subido en tu misma cumbre alta, tocaré la nub
blanca del cielo y un copo de ella llevaré para mi madre y para todo mi puebk
para que sepan que he vuelto como todo un Explorador".
Relator: Sólo descansaba para comer y beber un sorbo de agua, jamás se detenía
no es necesario, con su cabeza gacha venda el camino metro a metro.
Su abuelo, orgulloso de su pequeño, lo mandó a fugar. No quería que
su querido Bui lo viera llorar de alegría. Pero el camino se volvió pesado, pues era en ascenso. Iba subiendo por um
Al día siguiente, ya enterados los padres de Bui por medió del abue-empinada loma y tanto empeño puso en subirla que, al llegar a lo alto, cansadc
lo Mactiinco, aceptaron dejarlo viajar por el Camino del Sol. Y aquella ma-
ñana, ya fisto, BuiCamey escuchó las últimas lecciones de su abuelo.decidió descansar. Entonces volvió la vista atrás, hacia todo lo que habla viaja
y pudo comprobar desde lo alto un hermoso paisaje. Bui, que trataba de recorda
todo lo que su abuelo le habla enseñado, al mirar tanta hermosura se dio cuente
de que no habla hecho lo que se le dijera: "Bui, en tu camino observa todo lo qu(
Jefe: te rodea, observa los árboles y encuentra en ellos su fortaleza; observa los pájaro
y
—Mira, Bul, emprende hoy tu camino, no tengas miedo de perderte, servahalla en ellos su alegría; observa las flores y sabrás lo que es la hermosura; o
simplemente camina, que el Gran Señor te guiará a través del Sol que jugar a los animales y comprenderás la ternura; observa a las hormigas
siempre te acompañará aún en las noches. Trata de descubrir las pistas entenderás la perseverancia; observa el sol y las estrellas y descubrirás la in
que El pone a tus pies, mantente Siempre Listo para servir a aquel que en sidad; observa a quien te cruza en el camino yy verás en él a tu hermano'.
tu camino necesite ayuda, Y en la mañana, en cada noche y en cada cre- El pequeño indiecito comprobó que, por alcanzar el Manchao, habla olvidad
púsculo, agradece al Señor el poder estar caminando rumbo a tu noble todo lo que a su lado existía, sintió haber defraudado a su abuelo y hasta tuv
ideal.
Lleva este mensaje y sólo ábrelo cuando llegues a la cumbre mismaganas
saje aún
de volver, pero en vez de hacerlo se dio vuelta y enfrente de sí tenia un pal
más hermoso.
del Manchao. "Ay, abuelo, si tenías razón. El Gran Señor siempre te da una nueva opo
nidad —así Bui en voz baja murmuró—, y lleno de fuerzas emprendió raudame
su ruta.
Relator:
3° MOMENTO 4° MOMENTO
Ahora, el paso del pequeño Bul Cameyera más lento. Todo observa' y, porYalasel lluvias
camino empezaba a cambiar, el monte daba paso a los enteros
del verano, esta zona estaba llena de pantanos y barría
ba, /unto a los zorzales Bul cantaba y simulaba volsr, con un quirquincho les.
se dio a encontrar y a éste una carrera le jugó. Asi Bul con todos compar-
tía su camino. De pronto, Bui algo escuchó, detuvo su marcha, nuevamente sint
Cuando un árbol le mostraba sus ramas como Invitándolo a quealgo su- pero no sabia lo que era. Parecía un lamento que venía de lo lejos
biera sobre ellas, le decía: "Primero yo y luego vos". Y asi subía por to-Camey recordó nuevamente las enseñanzas de su abuelo Machinco, ac
das sus ramas y después se paraba frente al árbol con sus brazos abier- modo su bolso, se ajustó su cinturón, se arremangó los pantalon
tos para que el árbol se trepara sobre él y le decía: "SI no te subís hastagilosamente, tras un extenso pantano, rastreaba los quejidos que cada
que cuente diez, yo gano", y les ganaba a casi todos los árboles del ca-vez se hadan más cercanos. . >,iv > o ,
mino. Hasta que desafió a un manzano y, al pararse frente a éste, una Abriendo unos juncos altos, pudo observar a un anciano enterrado
manzana se desprendió y en su cabeza fue a caer. "Ah, sabía que me ga-
narlas, el sauce y el olivo me hablan hablado de tu habilitad —eljovenct- hasta sus rodillas y junto a él su carro tirado por un burro que no dejaba
to le decía— y por haberme ganado en honesta competencia compartiré de rebuznar.
contigo mi cena ". las fuerzas de aquel viejito habían terminado y ya se daba por ven
Y, sentado ¡unto a aquel manzano, Bui cenó por primera vez y cansa- do al no poder sacar su carro de aquella trampa de fango.
do ya se durmió. Entonces Bui Camey recordó, al mirar a ese hombre, lo que su abu
A la mañana el canto de los gorriones despertó a Bui. "$l, sí, ya losSeñor pongaenseñado:
lo le habla
en tu
"No dejes de ayudar a quei necesitado que el Gran
camino ", de un salto Bui llegó a aquel anciano.
oí" —les decía mientras los bostezaba. A su lado encontrados manzanas
que habían caldo del manzano por el viento de la noche. "Yo soy Bui Camey, señor, y lo voy a ayudar".
"Gracias, gracias, mi amigo manzano, me has preparado el desayuno " El anciano, sin decir nada, quedó mirando al jovencito, quien ya
—conversaba con el árbol—, "pero tú también tendrás que desayunar"—
Y rascándose la cabeza de preguntaba: "Pero, ¿qué querrás? ¿que co- para empezar la tarea.
ubicaba
mes? Y mirándolo de arriba abajo vio cómo la tierra estaba seca. "Ya sé ¡A la una, a las dos y a las... tres! y de un grito "Pantano, yo te gano"
lo que precisas"— y tomando su cantimplora lo regó. Bui Camey empezó a empujar y a alentar al ancianoiyal burrito. De a po
Entonces un rayo de sol atravesó las copas de los árboles y dondecarro comenzó a avanzar, el pantano estaba perdiendo.
el
estaba Bul iluminó. "Mira, amigo manzano, el sol que me gula me dice que Después de casi media hora las ruedas del carruaje pisaban el cam
tengo que continuar"— y despidiéndose con un abrazo continuó su ca-¡Qué alegría! Bui saltaba aplaudiendo y riendo, el anciano no pod
mino.
A casa trecho, Bui se daba vuelta y saludaba a todos y pareciera que ¡Qué alegría! Bui saltaba aplaudiendo y riendo, el anciano que no
toda la naturaleza de aquel paraje también lo saludara y lo despidiera. día imitarlo fue a sentarse a descansar.
5° MOMENTO Ya era hora de despedirse, Bui vela en Víchente a su abuelo que ha-
bía quedado tan lejos y en ese momento parecía aún más lejano.
Entre risas y risas, Bui se dio cuenta de que ni siquiera le había pre-
guntado el nombre al anciano. Entonces, arreglándose la ropa, peinán- —Bene, bene, amichi Bui, es hora de separarnos. . • AM',
dose sus cabellos con el peine que formaban sus dedos, se presentó nue- ¡Cuánto que se habían encariñado ambos en tan pocos kilómetros!
vamente a aquel señor: La despedida era tan amarga...
—Por si lo olvidó, yo soy Bui Camey. Era de noche ya. Bui preparó su refugio para pasar .lahoche, esa noche oscu-
El anciano ya casi recuperado, sonrió con esa tierna sonrida que los ra y frfa. Ahora Bul estaba realmente triste; cuánto añoraba el calor de su hogar,
caracteriza, que los hace casi jóvenes de nuevo, y le dijo: el poder compartir con sus padres la mesa, su abuelo fumando pipa... Canyeu...!

Grache, grache, amichi Bui. Ma lo sei Vicehnte Picólo. Parecía que el ánimo de Bui había sido invadido por la noche que estaba más
que nunca oscura.
El jovencito paró la oreja, lo miró totalmente desconcertado y temien-
do tener barro en las orejas se las limpió con el dedo. Sentado y apoyado en un árbol, el jovencito miraba aburrido las puntas de
sus pies, cómo jugaban haciendo figuras en la tierra. De pronto, a través de la os-
—Perdóneme, pero no lo entendí —replicó Bui. ,
curidad y frente a sus pies, se estacionaron dos grandes botines todos embarra-
—Wa, ¿io parla en japonés? ¿ Víchente Picólo, capisco? dos. Bui levantó lentamente su mirada y no pudo ver quién era, estaba todo tan
—Eh... ah... si, sí... mejor dicho no, ni un pepino. oscuro.! Y temeroso escuchó:

Bui no entendía ni una palabra. — Ma, amichi Bui, ven, ven con Víchente.

El anciano Víchente lanzó una carcajada poniéndose de nuevo de pie, De un salto Bui se prendió en un abrazo a su viejo amigo, esta vez no para se-
tratando ahora de hacerse entender. ^ pararse sino para pasar juntos, en el hogar de Víchente, esa noche oscura, esa
noche frfa.
—lo, io soy Víchente. ¿Si?
Ahora sí Bui lo habla captado y en un apretón de manos se empeza-
ron a conocer.
—Dígame, Víchente, ¿hacia dónde se dirige?
—Hacia Ranquil— hacia allá le Indicaba el anciano.
—Entonces, víchente, vamos a seguir ¡untos— y así el jovencito y su
amigo italiano siguieron juntos hasta el Pueblito de Ranquil.
¡Cómo se divertían, ambos, mientras cantaban canzonetas italianas!
El viejito, como todo Italiano, no paraba de parlar y parlar. Le conta-
ba a Bui de la espléndida ciudad de Roma y de su querida Sicilia, mien-
tras que el niño, sin quedarse atrás, le contaba lo hermoso que era su pue-
blo deCanyeu.
Asi conversando pasaban las leguas, y Ranquil ya casi estaba a sus
pies.
6' MOMENTO
—Bien, si no sabes, yo te diré: quédate. Deja tu bolso y tu abrigo y
prepárate para comer.
C A P I T U L O ill
Momentos más, el Padre condujo al jovencito hacls el comedor. Aíli
"BUI CAMEY Y EL PADRE JÜAM" le dijo: "Mi amigo, vamos a bendecir la mesa ". Bui Camey lo miraba sin
Va en la mañana, Bui se despidió de su amigo Víchente, quien pro- entender nada, no sabia qué hacer ni qué decir. Alyei^o, éí Padre le dijo:
metió visitarlo en su pueblo de Canyeu. —Ya veo, no sabes rezar, ¿verdad?. • •.
Luego, Bui empezó a reconocer este nuevo pueblo de fíanquií. Era —NI siquiera sé qué es rezar...; —Mira, rezar es simplemente ha-
diferente de su pueblito natal, o al menos su corazón lo veía distinto. Sus
blar con Dios.
calles, angostas y pedregosas; sus casas, todas pintadas de blanco; las
veredas, invadidas dje árboles de punta a punta. —¿Dios?, mi abuelo Machinco nunca me ha hablado de El...

Caminando, caminando, el Jovencito llegó a la Plaza Principal. "Esta —Está bien, almorcemos ahora y luego hablaraemos.
sí que es más linda que la de Canyeu" —pensó Bui. En el medio se alza- Así, Bul Camey devoró prácticamente todo el almuerzo y hasta pos-
ba un pintoresco aljibe y más allá una gran feria de curiosidades. < x
tre comió.
En aquella otra punta de la plaza, un castillo altó, quizás el más alto —Bien, mi querido amiguito, no hay tiempo de descanso, tenemos
de todos los del pueblo, cuyas puertas grandes y altas de madera lustra- mucho de qué hablar. Ven, sigúeme.
da hicieron suponer a Bui que sería la casa de algún Rey.
Tras una breve caminata, luego de haber pasado unos silenciosos
Como para examinarla masa fondo, se acercó y detrás de ella sintió
pasillos, Bui se encontró frente a esa gran puerta, que por su apariencia
risas de niños. Llevado por su curiosidad, vio a un hombre de vestimen-
parecía tener mil años que reflejaba la grandiosidad del Gran Rey que la
tas muy raras, nunca vistas por él, a quien todos los niños rodeaban y co-
habitaba. <, . -
rreteaban a su lado, mientras él tan sonriente los miraba.
Bui se quedó mirando, esa desbordante alegría lo habla atrapado, Allí se detuvieron. 'f-
hasta que ese señor con su cortejo de alegres niños pasó a su lado. ¡Có-
mo deseaba Bui ir con ellos, tantas ganas tenia que se le iba su mirada! —¿Sabes quién vive aquí?
De improviso, ese señorío llamó: —Desde ya, respondió Bui seguro de sí mismo; aquí vive el Rey de
—Ven, ven aquí. —Bui se acercó lentamente—. ¿Cómo te llamas? este pueblo.
—Más que eílo, aquí habita el Rey de Reyes, le dijo el Padre Juan.
— Yo soy Bul Camey.
—Bueno, pero si es un Rey tan importante, no querrá atenderme y m
—Te he estado observando desde hace algunos momentos y veo que
siquiera verde con estapinta...
al parecer estás solo y, por tu vestimenta, estás de viaje.
—Este Rey no se fija de qué manera vienes vestido ni le importa qué
—Asies, señor —respondió Bui—.
puedas ser. Sabe bien El lo que cada uno es.
Tras ese pequeño diálogo, sonó una campana y todos los niños em-
pezaron a dejar aquel patio, desp idiéndose de aquel señor. Bui craía haber entendido pero, a más explicaciones del Padre Juan,
menos entendía. ,
Buy Camey no sabia qué hacer, entonces entendió que había llega-
do la hora de irse, tomó su bolso y se aprestó a salir. La puerta se abrió deremoniosamente llevada por la mano del sacer-
dote. Bui, a medida que se abría, se estiraba para mirar adentro, pero es-
—¿No quieres quedarte, mi amigo? —asi el Padre le preguntó a Bui—
taba algo oscuro y no se podía ver muy bien.
ra cuando la luz entró iluminando todos los rincones y descubrió a T MOMENTO
los ojos del pequeño indiecito todo lo que en ella estaba, éste exclamó:
—Padre Juan ¿cómo puede ser que el Rey de todos los Reyes viva en
tan humilde palacio?. Yo esperaba ver las columnas doradas en oro, el
piso con piedras que ni siquiera imagino, un cuadro de mil colores del
dueño de este palacio y ¿qué es lo que me encuentro...? Paredes de ado- Bui Camey permaneció durante varios días con el Padre Juan, ayu-
be pintadas de blanco, piso de tierra como en cualquier rancho de algún dándolo en todos los quehaceres. Cada mañana acomodaba personal-
paisano y, en vez de su cuadro ¿qué veo?. Esa imagen que hasta lástima mente las flores a Jesús y a María. Cada mañana conversaba con ellos y
me da, ese pobre hombre clavado en esos maderos... no se acostaba sin darles las buenas nocties.
—Ese ese, el Rey de todos —dijo el padre arrodillándose—. Día tras día, Bui iba aprendiendo todo lo que el Sacerdote Juan le
Ahora si que Bui Cameyno entendía ni jota. Se refregaba los ojos por enseñaba.
si lo estaban engañando; pero nada, cuando los volvía a abrir vela más Así, luego de algún tiempo, el Padre Juan le dijo a Bui:
humilde lo que ál creía un palacio. —Hoy será un gran día para tí. Hoy definitivamente vivirá Dios en tu
El Padre, tomándolo de la mano, al lado de esa pobre figura lo lleva, corazón. Hoy tomarás tu primera comunión.

—Mira, asi como lo ves lastimado, flaco, tan humillado con esos mi- A la tarde, Juan, el Sacerdote, llamó a Bui a su habitación comentán-
seros trapos es el Hijo de Dios, Jesús. dole lo que en ese día viviría y le dio un paquete envueito en papei made-
Bui, atrapado por lo que el Padre le contaba, ledijo. ra diciéndole que fuera a su cuarto y se lo probara. Corriendo como cuan-
do iba a su refugio del árbol, Bui fue a su cuarto.
—Mi abuelo, que todo lo sabe, jamás me ha hablado de Jesús, ni si-
quiera del Hijo de Dios, sólo siempre me hablaba del Gran Señor. Al abrir el paquete encontró un traje todo blanco igual al que usaba
—Ahhh... veo que tienes razón, Bui. Tu abuelo todo lo sabe, y ese el Padre Juan. ¡Qué contento que estaba Bui, a pesar de que esa sotana
Gran Señor de que él te hablaba no es otro que Jesús, el Hijo de Dios. de monaguillo le quedaba corta hasta las canillas!
Ahora si Bui empezaba a entender y al momento se arrodilló contem- Se miraba de frente y de reojo y fyasta se peinó.
plando la imagen, sin decir nada, solo la honraba con su mirada.
Luego fue a ver al Padre, quien también ya se encontraba vestido
La curiosidad del jovencito lo llevó a mirar a una estatua al lado de
con una sotana de varios colores.
Jesús. Era una señora con rostro bondadoso...
—¿Quién es esa señora, Padre Juan?. —Bui, te has hecho amigo del Señor y El me ha dicho que desea es-
tar en ti.
—Esa señora tan buena es la Madre de JesúsCÁ ella todos los afli-
gidos, los que sufren, le piden ayuda. La llaman Í/Í0ia, la Auxiliadora. V a — Yo también. Padre Juan —contestó el niño interrumpiéndolo—
ella debes pedirle en todo momento que te ayudéi i/ con la dulzura de tu quisiera ser mucho más bueno como para merecerlo. ¿Cómo podré lo-
madre misma su mano tierna te brindará para ayudarte en tu camino. grarlo?
Por un tiempo Bui quedó mirando ambas figuras. —Ven, acércate a mí, confiesa todas tus faltas y Dios te hará luego
—Padre... he caminado durante dias por el Camino del Sol, he pasa- mucho más bueno y te tendrá mucho más cerca de El.
do el monte y la llanura, he encontrado amigos en mi camino y jamás me —Ay, Padrecito, voy a tener que hacer buena memoria, —y asi Bul
he acordado del Gran Señor Jesús ni de su Madre y ahora que estoy fren-
relató al sacerdote todas sus faltas (faltas de niños, travesuras}.
te a ellos, parecen saberlo pues ni siquiera me quieren mirar.
—Buen Bui, sé lo que piensas. No es que el Señor esté enojado con-
tigo, sino que ésta es solo una estatua. El vive en el corazón de las perso-
nas que lo aman. •, .
—Y, Padre, ¿cómo podré yo pedirle que én mi corazoncito viva?
—No te preocupes, El ya está entrando en ti—le dijo el Padre.
-—Bui, veo que conservas ese inmenso tesoro que significa tu ino- 8° MOMENTO
:encia y también me has diciio que de corazón estás arrepentido —y tras
9Ílo el Padre Juan le dijo: —Yo te perdono en el nombre del Padre, del Hi- CAPITULO IV
'o y del Espíritu Santo.
Más tarde, ya en la Iglesia, Bui tenía un sitial de honor. Vistiendo su "MIS A M I G O S ÑORQUINCO Y | Í O R a U i N "
túnica blanca el ¡ovencito no cabía en su pecho inflado de inmensa ale-
gría.
Llegado el momento crucial, Bui se acercó al Sacerdote y con pro-
funda emoción por primera vez tomó su Comunión. En un día espléndido, Bui Camey retomó nuevamente el camino
—Sabe, Padre —le comentaba Bui esa misma noche regresando de lo conducía al monte de Manchao.
la Iglesia— ahora que soy más bueno, Jesús y María me han mirado a El sol estaba a pleno y ni siquiera una nube rondaba por el cielo.
los o/os. Sé que cuando me porto mal, te molestas, te enojas, entonces todo
El Padre Juan sonriendo lo acercó a él en un fraternar abrazo.
Pasaron luego varias semanas y Bui una mañana ie dijo a su queri- nas todo ydando
se nubla lloras. Pero cuando me porto bien, brillas como nunca, ilumi-
alegría a todos los rincones de mi corazón, y por las
do Padre Juan: ches, cuando te vas, a veces tengo miedo, pero sé que nada me pasará
—Padre. Tengo que seguir mi camino. Tengo que regresar a casa. porque vos detrás de ese árbol escondido estás"
Allí me esperan mis padres, mi abuelo, mis amigos...
—¿Sigues deseando ser un Explorador? • 'v*'. Y asf Bui seguía caminando, tropezando con toda piedrita en el c
—Asi es, Padre, por eso es que me despido. Jamás me olvidaré de por estar mirando para arriba. Al llegar a un cruce del camino por
mino
Usted y de lo mucho que me ha enseñado. Lo quiero tar)to como a mi a- donde iba, vio una polvareda en la ruta y, en medio de una bolsa de hu-
buelo Machinco. Jamás, le promete, volveré a olvidarme de Jesús nimo,de estaban dos niños peleándose a toda pina.
su dulcísima Madre María. Apurando el paso, corriendo Bui Camey llegó a ellos, los quiso se-
Acompañado del Padre Juan, visitó por última vez la Iglesia del pue- parar, pero hasta un trompis en el ojo recibió. Rabioso Bui dejó su bol
blo. se ajusfó su cinturón y nuevamente en esa multitud de puños volvió
—¿Sabe, Padre?. Verdad que es hermosa la casa de Dios. trar.
Y así Bui Camey abandonó el pueblito de Ranquil. Su nuevo amigo
el Padre Juan lo despidió en el camino, mientras el jovencito se alejaba mo he- quedado Basta, basta les digo;. Les parece bonito lo que hacen, miren có-
por separarlos, tengo polvo hasta debajo de la lengua...
llevando en su mano una cruz de madera que el sacerdote le había rega- y, a ver, díganme, ¿por qué se peleaban?
lado.
Mientras caminaba y caminaba, en voz baja Bui decía: Al instante ambos empezaron a hablar, tratando de culparse uno al
"Señor, amigo mío, Avanzo, nada me detiene, otro: "Sí, porque vos empezaste primero", "No, el que empezó fuist
me has tomado de ía mano. te llevo en el corazón vos", " Qué yo, qué yo ", "No, si fui yo ¿viste?", "Pero de qué te la das",
Iré contigo conmigo, "Mira, calíate, si no...."
sin miedo alguno - Basta;;; -terminó diciendo Bui- A ver, dense la mano y todo term
hasta el final del camino. Caminaré ligero nado. Cada uno derechito a su casa.
entonando mi canción, Un ¡ovencito tomó entonces por el camino que iba hacia Ranquil y e
Contigo avanzo seque tú me esperas otro empezó a caminar en la misma dirección en que iba Bui.
entre el viento y el frío. a la vera de tu bella mansión ".
-Ya que vas por esta dirección igual que la mía, caminaremos ¡u
tos. Yo soy Bui Camey, ¿y vos?.
-Yo me Hamo Norquinco.... y aunque no me creas no me gusta pe- -¿ Ves, Norquinco? Yo te lo decía. Bueno, ahora si me puedo ir. En el
learme, pero siempre me están molestando, yo sólo soy para ellos un Padre Juan tendrás a un buen amigo.
motivo de diversión. --Norquinco todavía nervioso por la pelea no dejaba Al salir, Bui encontró al perrito de Norquinco sentado en el umbra
de hablar y contarle su vida a Bui que atentamente lo escuchaba-. Claro, de la puerta, entonces lo tomó en sus brazos y volvió a entrar diciendo:
ellos se burlan por cuanto yo soy el más pobre, soy huérfano, no tengo a
nadie y nadie me tiene en cuenta a mí. -Padre, me olvidaba. Usted sería tan amable de hacerme un favor.
Así charlando llegaron a un pobrísimo ranchita. Al llegar, Norquinco -Claro, Bui dime -le dijo el Padre.
fue recibido por un perrito chiquito blanco y negro que pacientemente
estaba echado a las puertas de la casa. El jovencito Bui Camey, no sabía cómo empezar.
-Sabe, Padre, usted me enseñó ío que significa el bautismo para to-
-Pero Norquinco -le decía Bui- nacie está completamente solo, ni do hombre y... yo le decía... bueno....
siquiera cuando no se tiene a nadie, ¿o no sabes que a tu lado siempre -Dime de una vez lo que quieres Bui.
está tu Angel de la guarda? ¿o no sabes que al que está más solo es a -Padre, ehhh.... ¿podría usted bautizar a este buen perrito?... al fin y
quien Dios se acerca más? Tienes que aprender a ver todo lo que te ro- al cabo es también una criaturita de Dios, ¿no es cierto...?
dea, por eiemplo, ese perrito ¿cómo se llama ? -Ay, Bui, ésto jamás se ha hecho. A ver, ¿cuál será su nombre?
"Nunca se me ocurrió ponerle un nombre -respondió Norquinco. "En honor a Norquinco, se llamará Ñorquín.
¿ Ves? ¿ Te das cuenta? Si vos te sentís triste, ¿cómo es que se senti- El padre tomó en sus brazos al perrito diciendo:
rá este animalito que ni siquiera tiene nombre? El te espera todas las tar-
des, no importa si hace frío o llueve, él siempre te espera y, si piensas, "Ahora si, ya puedo seguir mi camino.
encontrarás mucha gente que te tiene en cuenta, por ejemplo... por ejem- Despidiéndose de todos, Bui Camey retomó su camino.
plo.... por ejemplo el Padre Juan, éso, el padre Juan.
-Ah, no conoces al Padre Juan, bueno ven conmigo. Ah, y que venga Otra vez en busca del Manchao. Y el Sol seguía estando en lo alto
también tu perrito.
iluminando al buen Bui Camey en su camino, que sin dejar de caminar y
Así Bui Camey, Norquinco y el perrito sin nombre, tomaron el cami- mirándolo le decía:
no hacia Ranquil.
-Yo te conozco también, y sé que me has estado mirando, y sab
Mientras andaban, Bui decía: "No te rías Manchao, no me estoy vol- ahora de mis amigos Norquinco y Ñorquín, y estás alegre, tan feliz, que
viendo atrás, ya voy a volver para alcanzarte y subirme a babucha sobre hasta un sombrero de mil colores te has puesto.
tus laderas". /Mientras tanto Norquinco lo miraba raro.
Y así, Bui seguía caminando, tropezando con toda piedrita en el c
Pasado el mediodía, los tres amigos llegaban al Colegio del Padre mino, por estar mirando para arriba, hacia el Sol y hacia ese Arco Iris que
Juan. sobre éste se habla formado.
-Mi querido Padre, volví para presentarle a un amigo mío. Se llama
Norquinco, está solo y triste, necesita de su ayuda ¿verdad que usted lo
ayudará? ¿verdad que con usted podrá contar? ¿verdad que usted tam-
bién es su amigo?
-Pero claro, Bui, todos los niños son mis amigos. Y ahora sé tu nom-
bre, Norquinco, pero ya sabía que vivías en el ranchito de las afueras del
pueblo, siempre te he recordado en mis oraciones.
9° MOMENTO Bui, sin medir los riesgos, penetró en la casa y tras el humo y una pa
red de llamas rescató a las criaturas, llevándolas con su madre. L
empezó a luchar sin renunciamientos contra el fuego y, después d
go rato, pudo apagar el incendio. Habla podido tras un gran esfuerzo sal-
var en parte la casa de esa familia.
Pasadas algunas horas, llegó el padre de la familia, que era un leña-
dor en el bosque. Cuan agradecido estaba con el joven y valiente Bui Ca-
Otra vez en el Camino del Sol, atravesando toda senda, toda aquella mey, el que había salvado a sus hijos y prácticamente a su casa.
que conduzca hacia el monte Manchao, Bui Camey avanzaba y avanzaba.
Aquel hombre, queriendo recompensar a Bui, le dijo:
Iba recordando todas las enseñanzas de su abuelo Machinco: "Bui, —Dime, niño, ¿cómo podré recompensarte por tan noble labor en
mantente Siempre Listo en el camino, pues allí el Gran Señor te probará". donde has arriesgado hasta tu propia vida ?.
Bui sonriendo y sin pensar le respondió:
Así Bui, obedeciendo a su abuelo, aún en las noches permanecía aler-
ta, despierto hasta que el sueño lo vencía, en la copa de los árboles o bien — Ya me ha recompensado señor con su agradecimiento, no pido
en la cima de los montes, observando el valle que a sus pies nacía, para nada más ahora. Yo voy por el Camino del Sol, para llegar a ser un Explo-
poder servir a aquel necesitado que el Gran Señor Jesús pusiera en su rador y un buen explorador sabe que la mayor recompensa es hacer la
camino. voluntad de Dios.
Una vez más Bui se despidió, dejando allí ahora a toda una fam
Un día de esos, el sacrificio de Bui de permanecer en todo momento agradecida.
siempre listo dio sus frutos. Aquel día Bui Camey observó, por sobre la
copa de los árboles, cómo se alzaba una gran columna de humo. Bui Camey habla sabido aplicar la enseñanza de su abuelo, perc
El ¡ovencito, que ya conocía los efectos desvastadores que producía también habla descubierto, en el rostro de aquella madre junto a sus
un incendio en el bosque, ayudado por unas ramas subió a la copa de un jos,vir
la inmensa felicidad que por su parte significaba el haber podido ser
por haber estado Siempre Listo.
alto eucalipto. Desde allí pudo observar el centro del incendio y también
con sorpresa una pequeña chacra.
Podía ver, aunque a lo lejos, cómo esa familia luchaba tenazmente
con el fuego. Al ver ésto, el ¡ovencito bajó raudamente del árbol y gritan-
do a los vientos: "Siempre Listo, Bui Camey", emprendió una veloz carre-
ra hacia ese lugar.
Cruzó, pues, por un arroyo seco donde sus pies se hundían en el fan-
go; atravesó el monte de mistóles cuyas espinas le rasgaron sus ropas y,
ya en el valle, cansado llegó al paraje donde la humilde casita envuelta
en llamas ya casi se desplomaba.
Una señora desesperada gritaba: "Mis hijos, mis hijos están atrapa-
dos dentro de ta casa ".
lU- M U M t N I U En el horizonte vio asomarse al Sol. Parecía ser tímido, porque de ?.
poquito se iba asomando, y hasta vergonzoso era de su hermosura, por
C A P I T U L O VI que colorado de vergüenza estaba. Ya después de un tiempito lo vio come
" P O R FIN E L M A N C H A D " de costumbre, siempre alegre y brillante de felicidad.
Y ahora sf podía ver hacia abajo, hacia todo loque había andado. Pu
do ver muy chiquito su puebtito de Pilcanyeu y entonces gritaba con to
Ya han pasado algunos meses desde que Bul ha emprendido esta do el aire de sus pulmones: "Abueeelooo, abueeelooo", mientras que le
ruta, este viaje por el Camino del Sol. saludaba con SÍJS manos. Pudo ver más allá, en el camino que parecía
ser un gusano, un carrito. "¿Será Víchente?" se preguntaba. Ahí se veía
En un día de tantos, la noche había sorprendido a Bui pasando un Ranquii y ía Iglesia del Padre Juan, y a la entrada del pueblo el ranchita
monte de álamos, y tan altos eran que la oscuridad era casi total e impe- de su amigo Ñorquinco. ; j**
dían que se viera a lo /e/os. Por ello él decidió allí pasar la noche.

A la mañana, la neblina se confundía con el color gris de la corteza


de los álamos, todo era un gran silencio. Bui sintió entonces miedo, ni si- y habiendo contemplado todo el paisaje, abrió el mensaje de su
quiera su inseparable amigo et Sol se asomaba y en esa incertidumbre abuelo Machinco, que le decía:
se acordó de su Madre, fiaría, la Auxiliadora.
Y rezó, rezó tan fervientemente que hasta la tierna mano de liarla
sintió acariciar su frente, y al instante la neblina empezó a abandonar ese
monte. Al momento, el Sol ya se asomaba y los álamos al viento se incli-
naban como para que Bui Camey mirase. Y asi lo hizo, ¿y qué es lo que
vio?.

Vio que frente a él, se alzaba el mismísimo Manchao. Nunca se lo


había imaginado tan gigante. Era un monumento a la grandeza de Dios.
Ya sin esperar estaba escalando el hAanchao, sin creerlo aún. Si se
tropezaba y cala volvía a pararse y más rápido emprendía el ascenso.
No quería mirar hacia abajo. Quería descubrir fodo de golpe al llegar
a la cumbre.
A medida que avanzaba, más difícil se le hacia su andar. El viento le
hacía ondear su camisa como si fuera una bandera. En verdad que era di-
fícil llegar a la cumbre.
Caso todo el día le costó a Bui llegar a la cumbre. Lo alcanzó la no-
che, y allí mismo se aprestó a recibirla hasta el siguiente día.
Cada ratito se despertaba porque quería ver a su amigo el Sol tam-
bién madrugar, hasta que por fin la claridad empezó a invadir toda la tie-
rra •

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