Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Autismo
infantil
U na clínica d e sd e
el p sic oan álisis
A n n o n i, G lo ria
A u tism o in fa n til: u n a clínica d e sd e el psicoanálisis.
- l a e d . - R o sario : H o m o S ap ien s E d ic io n e s, 2011.
216 p . ; 22x15 cm , - (P sicoanálisis)
ISBN 978-950-808-633-4
ISBN N ° 978-950-808-633-4
C a p ít u l o I.
E stad o ac tu a l del c u a d r o ..........................................................................19
C a p ít u l o II.
«En la h u ella de L a c a n » ........................................................................... 79
C a p it u l o III,
N u e stra p ro p u e sta de u n a clínica del au tism o
desd e el psico an álisis .............................................................................JJl
Capítulo IV.
A m o d o de c o n c lu s ió n ............................................................................199
B ib l io g r a f ía g eneral .........................................................................................................2 1 )
B i b l i o g r a f í a b á s i c a ............................................................................................................. 213
Prólogo
E lsa C o r ia t
Agradecimientos
3. N o m b r e p o p u la r q u e se d a b a a ia -acción d e s a t a r h ie rb a s in d e se a b le s en el su rc o
p r e p a r a d o p a ra la s ie m b ra d e a lg o d ó n en el C h a c o .
Ésta es d e un carácter tal que anim a el deseo a incursionar y des
cifrar el enigm a que parece co m an d a r su «indiferente» paso p o r el
m u n d o d o n d e todos nos en c o n tram o s pero que este n iñ o atraviesa
sin c o n ta r con nosotros, casi tangencialm ente, con la «m irada» p er
dida, lejos de los que los m iram os, com o m ás allá de la nuestra, com o
ángeles de otros m u n d o s.
A dem ás de esta situación u n tan to im presionista sobre el tem a,
es atractiva la posibilidad que brin d a el psicoanálisis en la clínica con
n iñ o s de casi «descubrir» cóm o se va desplegando lo que llam am os
la estructura del sujeto desde esa perspectiva; cóm o se van cum pliendo
— o n o — las operaciones que van a culm inar en ese p roducto. Si éste
es u n o de los sucesos que hace a dicha tarea tan interesante, m ás apa
sio n an te se vuelve con estos niños, ya que su situ ació n psíquica no
parece resp o n d er al «arm ado» m odelo de subjetividad para el indivi
d u o co rrien te de esta cultura.
Es p o r ello que m e he aventurado en los últim os seis años a escri
bir acerca de investigaciones realizadas sobre la situación psíquica de los
m ism os y los tratam ien to s posibles para lograr cam bios que les p er
m itan alguna calidad de vida diferente a la existencia en que se encuen
tran. T area que ocupó y ocupa mi vida a lo largo de cuarenta años.
Los ú ltim o s dieciocho, he te n id o la o p o rtu n id a d de estar en la
D irección de u n C en tro de D ía d o n d e se atien d en estas patologías,
ya que dicho C entro de Día depende de la Cátedra de Psiquiatría Niños
de la Facultad de C iencias M édicas. P ero esto tien e su historia: h a
biendo ganado el concurso com o Titular de la m ism a en 1989, el C entro
citado era llam ado «Escuela de A daptación», p o r el creador d é la C á
ted ra m en cio n ada, Lanfranco C iam pi, en el año 1923. C am biada ya
la realidad del trata m ien to de estas patologías, sobre todo, sus o b je
tivos, y estos co nform e a m i experiencia desde el psicoanálisis, logré
que, desde la perspectiva de los postulados del psicoanálisis y en inter-
disciplina con otros discursos, se creara, según m i proyecto presen
tado en el C onsejo D irectivo de la citada Facultad, el C entro de Día
«Lanfranco C iam pi», precisam ente el 29 de ju n io del año 2000.
Porque, desde aquel lejano Carlitos, aú n m e conm ueve que estos
niños «vengan» a estar en el m u n d o sim bólico, en la cultura.
Así, el autism o en la infancia tiene un estatuto en los cuadros de
la Psiquiatría Infanto fuvenü, es decir que tiene sus preceptos y reglas.
A la dclink ión y descripción del cuadro, com o efecto de ellos, prescribe
los !i .ilam icnlos, y $e realizan m últiples investigaciones buscando su
Ir.
causa genética o de estructuración de la arq u itectu ra cerebral o de su
quím ica, pero ninguna d e ellas ha arribado a criterios tales com o para
darle u n a entidad etiológica al autism o infantil desde sus parám etros.
P ro p o n g o m o n ta r un estatuto posible desde las coordenadas de!
psicoanálisis para lo que llam am os autismo en la infancia. C oordenadas
que se organizan por ias operaciones lógicas de la constitución de la
subjetividad y de la particu larid ad del caso p o r caso.
M i experiencia y m i pertenencia al psicoanálisis, así com o la clí
nica de los niños autistas atendidos p o r m í, m e han hecho reflexionar
sobre el hecho de que n in g u n o de los discursos tiene p reem in en cia
sobre el otro a la hora de actuar para m ejorar la posición de cada niño
en particular, para ofrecerle la posibilidad de una m ejor calidad de vida.
M i deseo es que las luchas por la preeminencia de luí discurso sobre
el o t r o —-por ejem plo: tra ta m ie n to neurológico versus trata m ien to
psicológico y/o psicoanalítico— n o pierdan de vista al llam ado «niño
autista» en toda su com plejidad. Al m enos, que ellas n o obstruyan la
posibilidad de en co n trar cam inos para llegar al n iñ o en su singulari
dad subjetiva.
A ún m ás, que se com prenda que los niños con trastornos n eu ro -
lógicos y/o los que padecen graves deficiencias genéticas son p o si
bles de tratar desde los postulados de las leyes de la constitución de la
estructura de la subjetividad. Leyes que pueden sufrir avatares para su
consecución cuando la realidad del cuerpo se im pone; desde esta afir
m ación, m i posición es que así com o el psicoanalista no debe ignorar
¡os efectos de la realidad del cu erp o de la biología, el neu ró lo g o , el
psiquiatra, no deben ignorar que las leyes de constitución subjetiva se
cu m p len , a pesar de las realidades biológicas, a u n q u e tal vez u tili
zando o tro tiem p o q u e el habitual.
Los en u nciados en la in tro d u cció n planteando la posibilidad de
que se considere la pertinencia d é la coexistencia del estatuto m édico-
p siq u iátrico para el a u tis m o con el e n tra m a d o que el psicoanálisis
plantea para la constitución de la estructura subjetiva en un tratam iento
posib le de esta afección en la n iñ ez, son la afirm a ció n fu n d a n te de
este lib ro , fru to de m i tesis d o c to ra l, y se so s tie n e n ta n to en una
práctica clínica co n secu en te de m u ch o s años, co m o en sus re su lta
dos — que se p o n d rá n a consideración en el presente— .
T am b ién se fu n d am en tan en el estado actual del cuadro, d en tro
de las enferm edades m entales, que el discurso m édico psiquiátrico y
neurológico llam an autism o en la infancia.
Capítulo I
Estado actual del cuadro
El discurso m édico
4. Felizmente, aun desde este discurso, en otros m edios se acepta para el cuadro una
ambivalencia en su etiología y la interdisciplina para la clínica del mismo.
5. H. Wallon (1879-1963), neurólogo y epistemólogo francés. J. Piaget (1896-1980),
profesor en Ginebra y en la Sorbona, epistemólogo y psicólogo suizo.
Ocuparse del proceso de simbolización es insoslayable si hablam os
de funciones com o las que se enum eraron recientem ente.
Los postulados y leyes acerca de cóm o se instala este proceso cons
tituyen sólidas teorías que se han com probado en la práctica y adem ás
coinciden en m u chos puntos con postulados de discursos m ás n o ta
bles de los últim os tiem pos como la psicología estructuralista y la lin
güística. N in g u n o de estos últimos, por otra parte, ignoran las fu n
ciones y claro está, las localizaciones cerebrales. Saben que las m ism as
tienen su intervención; que están concernidas en las funciones. R ecor
demos que H. W allon era un neurólogo notable.
Sobre el tem a no podemos ignorar tam poco la volum inosa obra
de un pensador e investigador de la talla de Lev Vigotsky.6
Sin em bargo, los trabajos últim os sobre autismo desde el pensa
miento neurológico ignoran casi doscientos años de estudios sobre el
tema desde otras disciplinas (tal la psicología en este caso) y casi obli
gan a pensar q u e las funciones que la filosofía llamó «superiores» se
producirían o se conseguirían nada más que por un m ovim iento (que
110 se explica) de transm isores q u ím icos y organizaciones n e u ro -
anató micas.
Se m enciona el papel del ambiente, pero haré sobre esto u n a p ri
mera consideración: no se explica qué variables entran en la definición
de semejante concepto, ignorando tam bién, al m enos desde lo bioló
gico, lo que la m oderna etología entiende com o ambiente de los seres
vivos.
Pero, tratándose de la criatura hum ana, en el llam ado am biente
tampoco debiera ignorarse el proceso de socialización y de individua
ción exhaustivam ente estudiados por las psicologías evolutivas desde
hace casi cien años.
Por últim o, debo decir que tam bién tiene cien años el concepto
o invento de Sigm und Freud llamado aparato psíquico y, hasta la fecha,
no hay ningún o tro postulado que haya superado la explicación tam
bién verificable en la clínica del tam bién neurólogo vienés acerca de
cóm o se organizan las leyes de los procedim ientos psíquicos que go
biernan el com portam iento de los individuos. Tampoco Freud ignoró
9. Más adelante, se dará un lugar a la descripción del Síndrome tal com o el autor lo
presentara y las variaciones que se le han dado a sus pensamientos y observaciones.
10. Se le daba el nombre de «dinámicos» a aquellos que aceptaban el dinam ism o de
lo «intrapsíquico» de las teorías freudianas.
11. E. Krapelin o Kraepelin (1856-1926), famoso psiquiatra perteneciente a la Escuela
Germana de Medicina, alumno de W. W undt, autor de la Nosología Psiquiátrica
más completa. Toma el cuadro de Morel de «Démence précoce» dando lugar a la
diferencia que luego se hizo de Demencia Precoz.
12. E. Bleuler acuñó el término «Esquizofrenia» y señaló, por primera vez, el fenó
m eno de escisión de la mente, influenciado por las ideas de Freud.
( '
* Psicosis Simbiótica de M alher.
* A utism o Secundario Regresivo.
* Psicosis del niño M ayor.
19. Utilizo el térm ino «síndrome» en fidelidad a lo expuesto por los autores y recor
dando que la primera descripción del cuadro de Autism o Infantil la hace Leo
Kanner, utilizando el concepto de síndrom e
20. Autor del Prefacio a la tercera edición española del Manual de Psiquiatría Infantil,
de D e Ajuriaguerra, Masson, Barcelona, 1996. Esta edición también fue revisada
por A. López-Zea, Psiquiatra del D epartam ento de Terapéutica Conductista de
la Clínica M ental de Santa Coloma de Clamanet.
21. La cursiva es mía.
Paradojas de las ciencias producidas p o r el «objeto» de su estudio:
cualquier cosa que afecte al sujeto. Éste se le sustrae, no pudiendo llegar
a una «clínica» tal que no arroje desigualdades en sus modos de expre
sión al m odo de u n a enferm edad orgánica. Digo esto porque p o r lo
general la dolencia orgánica se m anifiesta de m anera más o m enos
uniforme, y las clínicas, para aliviarla, siguen esa uniform idad, m ien
tras que, si se tiene en cuenta al sujeto, en las afecciones psíquicas los
senderos que deben seguir las clínicas son m ucho más com plicados.
Julián De Ajuriaguerra y los profesores que he citado com o revi
sionistas y actualizadores de su obra, reflexionando en este sentido,
adm iten que ta n to las hipótesis de M a rg a re th Malher de «Psicosis
Simbiótica», el «Autismo Regresivo» de F. Tustin, como la «Psicosis de
expresión D eficitaria» de Roger Mises son p untos de vista de cada
autor que subrayan algunos de los datos observados, ya sean sem io-
lógicos, evolutivos, y/o psicopatológicos, a fin de conferir al cam po
semiológico la coherencia de la que carece.
Justamente, en el cam po m édico es ésta la característica fu n d a
m ental de las psicosis y autism o infantiles: no hay coherencia en su
semiología.
Este hecho hace que De Ajuriaguerra proponga un cuadro con las
conductas más características halladas en la patología psicótica infan
til. Indicando al respecto que dicho agrupam iento, im plica necesa
riamente una cierta arbitrariedad que se explica en la clínica m ediante
la m ultiplicidad de form as limítrofes.
Insiste en lam en tar que, no ob stan te el agrupam iento logrado,
no es posible una equivalencia estricta, puesto que las referencias epis
temológicas son diferentes o divergentes y, además, los m ism os auto
res indican form as interm edias en el seno m ism o de la clasificación.
Tom ando sobre todo a autores franceses, separan las psicosis pre
coces de las de la segunda infancia. Estas últim as son llamadas tam bién
psicosis de la latencia o de la edad escolar aclarando que tom an el con
cepto de latencia desde el punto de vista cronológico. P unto de vista
inexistente ya que sabem os que Freud, au to r del mismo, lo reservaba
para una fase libidinal específica y correlativa al llamado «Complejo de
Edipo». Esta situación es sólo una m uestra de las muchas apropiacio
nes de conceptos del psicoanálisis por pai te del discurso m édico psi
quiátrico, que no siem pre son tom ados con justicia.
En el cu ad ro anunciado, se agrupan com o psicosis precoces el
«Autismo Infantil Patológico» de M alher, el «Autismo Prim ario» y
el «Autismo Anorm al» de F. Tustin, el «Autismo Precoz» de Kanner, el
«Autismo Infantil Precoz» de D uche-Stork, y las «Psicosis Autistas»
de R. Mises.
En la patología descripta p o r M. M alher, se distingue del m e n
cionado «A utism o Infantil Patológico» a ja s «Psicosis Sim bióticas».
En las teorizaciones de Tustin, se distinguen, además del «Autism o
Prim ario» y el «Autism o anorm al» q u e he consignado recién, el lla
m ado «Autism o Secundario Encapsulado», y el «Autismo Secundario
Regresivo».
Al «A utism o precoz» de D uche-S tork, Julián de A juriaguerra y
sus revisores agregan una «Psicosis de Desarrollo», a las «Psicosis A u
tistas» de M ises agregan la clasificación de «Psicosis de M anifesta
ción Deficitaria» y la llam ada «D isarm onía Evolutiva de E structura
Psicótica»22.
Las explicaciones de los «distintos» Autismos de la infancia ap u n
tados se hacen to m an d o la epidem iología, la clínica, y la evolución.
En este últim o ítem se da cuenta de conductas características del niño
afectado. N o se da cuenta de su causa.
C abe d ec ir no obstante q u e ta n to M . M alher com o F. T u stin
tienen hipótesis sobre las causas desde coordenadas dei psicoanálisis
freudo-kleiniano, tom ando com o fu n d a n te de la patología la «rela
ción m adre-niño» desde el com ienzo de la vida del bebé.
T am bién p o r la época de Leo K anner (1940 en adelante), otros
psiquiatras, inspirados ya por Freud, intentan dar una ubicación al au
tismo en la infancia en las diferentes formas de explicar el «desarrollo»23
del yo c o rre sp o n d ie n te al d eterio ro de d icho proceso, tales co m o
M. Klein, L. Bender, M. M alher, C. Bradley y J. L. Despert.
Volviendo al discurso psiquiátrico, es preciso señalar que D. M ar-
celli y Julián de Ajuriaguerra dedican, en su libro Psicopatología del
niño, todo el capítulo 20 a consignar el problem a del discurso m édico
con respecto a la predictividad de estas afecciones titulándolo, m uy
adecuadam ente, «En las fronteras de la nosografía».
Me pareció atinente precisar que desde el discurso médico psiquiá
trico, con respecto al autism o infantil n o hay precisiones de las lla
madas científicas o «clínica de la evidencia», com o lo atestiguan los
41. L. Kanner, Psiquiatría Infantil, Siglo Veinte, Buenos Aires, 1989. Cuarta edición.
42. Ibíd., p. 26.
repetición de com erciales de televisión y la habilidad para
recitar el alfabeto, por ejemplo, o para repetir historias pala
bra por palabra.
54. La cu rsiv a es m ía .
55. Se puede ver el concepto de «simulacro» y/o de «metamorfosis» en el libro de H.
Wallon, Del acto al pensamiento, Psique, Buenos Aires, 1977.
u n n iñ o con una escoba. P or «comprometido» que esté el niño en su
rol de caballero y/o cowboy, si algo le llama la atención o es llamado,
inm ediatam ente «vuelve» a ser «Carlitos» o «Juancito».
En conclusión y p o r el m om ento, ya que estas funciones volve
rán a tom arse en la parte de desplegar las hipótesis desde el psicoaná
lisis, podem os decir, desde el discurso de la psicología, que son las
funciones de representación las que organizan la posibilidad del len
guaje, del jugar, y de la socialización, de ¡as cuales se desprende la
p o sib ilid ad de m em orizar, etc. El proceso de este «desarrollo» está
dado para el niño que podríam os llamar «estándar», «ideal», sin lesio
nes neurológicas, sin secuelas de la desnutrición, el abandono y/o el
m altrato social, sin tener en cuenta lo emocional y/o lo subjetivo que
en algunos casos podría entorpecerlo y que, en todos, le presta la sin
gularidad que hace diferente a cada niño.
Concluyo, también momentáneamente, que para que este proceso
se cu m p la es necesario el am biente, es decir, otro diferente del niño,
que cu m p le un papel p re p o n d e ra n te — cuando no determ inante—
en este «desarrollo».
He descrito como se ha utilizado el afecto com o variable de aná
lisis diagnóstica del autism o infantil en ei discurso de la neurología
que estam os considerando. T am bién he de referirm e a éste desde las
concepciones del psicoanálisis. En tanto, veamos qué se quiere decir con
reacciones afectivas o ansiosas o de temores cuando de autistas se trata.
C ito: «la insistencia en la repetición y una m arcada dificultad para
cam b iar de actividad; se desconoce si estas son m anifestaciones de
ansiedad»5*, y también: «pueden negarse a d orm ir solos o insistir en
h acerlo en la cama de sus padres, con frecuencia se atribuyen estos
trasto rn o s a la ansiedad o al tem o r» 57. También se habla de la «labili
dad» del afecto, cuando se describe el sistema m otor en el autista desde
el discurso médico.
S iguiendo el m ism o procedim iento de análisis q u e utilicé para
el tem a de la percepción, procederé a considerar el afecto. Aun en la
descripción más aséptica, se confunden el concepto de afecto y el de
em oción. Confusión que se da tan to en nuestra lengua com o en las
consideraciones de la psicología y/o de la psiquiatría. En nuestra len
gua, aparece el afecto com o «cualesquiera de las pasiones del ánimo,
■ 58. Diccionario Enciclopédico, tom o I, A/COF. Vox, Bibliograf. Dto. Editorial, Bar
celona, 1977.
59. A. Merani, Diccionario de Psicología y Psiquiatría Infantil, Grijalbo, Buenos Aires,
1983.
60. J. Laplanche y J.-B. Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis, Labor, Barcelona, 1977.
C om o so m era conclusión, sólo d iré q u e adjudicarle afecto al
autista sin especificar cóm o se co n ceptualiza el térm ino es, p o r lo
menos, simplista. Lo m ism o podría decirse del concepto de ansiedad.
En cuanto a la descripción que se hace del lenguaje de un autista ',
coincidim os con la m ism a, lo m ism o cabe p ara lo que se dice de la
«m em oria», y volvem os a coincidir c u a n d o se dice que «No c o m
prende nada de lo que está diciendo».
Variables tales com o la «atención» y las condiciones del sistem a
m otor constituyen casi un desafío que, a am bos discursos— el que pri
vilegia lo subjetivo y el que privilegia lo biológico— , nos ofrece el autista.
Pero este últim o se convierte en un verdadero atolladero si se afirma,
por un lado, que su origen es una afección de alguna parte del cerebro,
y por otro, que aparece el desarrollo de la locom oción y la prensión fina
con una evolución más que excelente en la m ayoría de los casos.
Aún in v o can d o al m ism o H. W allon, neurólogo, ya ten em o s
argum entos para pensar que la subjetividad «moldea» la función del
«m apa orgánico», un argum ento del cual tam bién se sirven actu al
m ente conocidos neurocientistas. Estos m ism os argumentos teóricos
pueden explicar la h ip o to n ía que a veces exhiben algunos autistas.
Se dice tam bién que, para algunos de los trastornos m otores que
a veces presentan, se ha llegado a pensar en diplegias, pero hasta hoy
nada se ha podido dem ostrar por ese cam ino.
La variedad de conceptos para la sintom atología, las discrepancias
para generalizar los m odos de presentación del llamado «autismo», que
se explicitaron al comienzo de este libro, m e parece que, justamente, nos
indican como conveniente utilizar uno de los postulados de la clínica
del psicoanálisis: el caso por caso. Si cada au to r presenta «lo que vio»,
es porque así se presentó el niño que trató, m ostrándole, lógicamente
sin querer, la singularidad de cada sujeto de la especie humana, aún en
este cuadro tan enigm ático. Por otro lado, este hecho muestra tam bién
nuevamente que, cuando de las modalidades del hombre se trata, las lla
madas ciencias de «evidencia», pierden su «objeto de estudio».
Al respecto m e parece atinado tran sc rib ir lo que afirma el Dr.
Bishop62:
75. S. Freud, «Más allá del principio del placer», publicado por primera vez 1920, en
Obras Completas, tomo XV1I1, Am orrortu, Buenos Aires, 1979, p. 1.
76. S. Freud, «Tres ensayos para una teoría sexual», en Obras Com pletas, tom o VII,
Amorrortu, Buenos Aires, 1993, p. 109.
77. J. yM. Moizeszowicz, Psicofarmacología y territorio freudiano. Teoría y clínica de un
abordaje interdisciplinario, Paidós, Buenos Aires, 2000, p. 27.
procesar la inform ación, conectarse entre sí y em itir una respuesta de
m anera única, contradictoria, transitoria o perm anente.78
P ara Freud, el organism o tie n e com o principal objetivo prote
gerse de las invasiones cuantitativas. Con respecto a lo cualitativo, decía
que estaba determ inado por una frecuencia particular del m ovimiento
n eu ro n al que no era hom ólogo al estím ulo, pero q u e m an ten ía con
él u na cierta relación que p o r ese entonces aún no había encontrado.
La cantidad, que para F reud recorría la neurona y pasaba de una
a o tra tal com o luego lo co n firm a ro n los ganadores del Nobel y tal
com o lo dice hoy la neurociencia, es un concepto que, podría decirse,
sufrió m ás profundizaciones q u e cambios.
Freud hará una acotación con respecto al pasaje de la energía: dirá
que el desplazam iento de la energía psíquica se hará a lo largo de las
vías asociativas, pero que no quiere malos entendidos: aclara que de
ningún m o d o está suponiendo que dichos caminos sean los sistemas
celulares de las neuronas y que aún en esos tiempos (1905) no se conoce
com o pueden figurarse esos cam inos.
Freud está frente a su caja negra: funcionam iento neuronal y es
tru ctu ra subjetiva. «Caja negra» que siguió sus derroteros en muchas
ciencias (m edicina, psicología) a lo largo del siglo XX.
Pero es Freud quien da un estatuto de seria hipótesis a la configu
ración de ambos caminos y a cóm o se hace el empalme entre uno y otro,
es decir, cóm o se realiza la transform ación entre cantidad y calidad.
O sea, cóm o se efectúa la decantación de necesidad a pulsión.
C ontem poráneos epistem ólogos de las neurociencias dicen que
el cerehro hum ano, en su arq u itectu ra tiene dispositivos para m udar
la cantidad en cualidad, con lo cual aparece triunfante otra vez el viejo
principio délos primeros estudios freudianossobre la tendencia origi
naria del SNC acerca del ap artam ien to de la cantidad.
El «nudo» de pasar de u n estado a otro, el que algo cam bie pero
continúe com o siendo lo m ism o, con lo cual jugué al hablar de los dis
tintos significados de decantar, está dado por el concepto de pulsión.
Freud la define com o el concepto fronterizo entre lo aním ico y
lo som ático, com o un re p resen ta n te psíquico de los estím ulos que
p ro v ien en del in terio r del c u e rp o y alcanzan el alm a, com o una
m ed id a de la exigencia del trab a jo que es im puesto a lo aním ico a
79. Alusión a las neuronas que, según Freud, no dejaban pasar energía. Las enumeró
según su función con letras griegas.
esta consciencia o rig in aria freudiana, previa a la constitución de la
subjetividad.
La neurociencia actu al80 plantea que la transform ación del orden
cuantitativo en cualitativo es consecuencia de varios procesos.
El autor que vengo citando, Julio Moizeszowicz, consigna en p ri
m er lugar, que existe una pantalla protectora para que los estím ulos
externos no perturben el sistema neuronal, esta acción permitiría que
la atención se dirija hacia lo que podría llam arse «interioridad».
Aclarando este concepto, cita a David M aldavsky81, para quien
la función de esta pantalla protectora sería la condición para sobrein-
vestir el m undo pulsional, pero supone la existencia de dos pantallas
protectoras necesarias para la formación aním ica que para este discurso
es el afecto.
Una de estas pantallas sería de carácter quím ico, y su función se
ejercería ante ciertas sustancias que trabajan desde el interior del orga
nismo. Son las que estarían ligadas a las defensas inmunitarias. H abría
otra que ejercería u n a desafectivización funcional que, a su vez, servi
ría de freno a la in tru sió n afectiva.
Si ocurre que n o existan estas pantallas de protección el p rim er
efecto, sería la im posibilidad de la reducción cuantitativa. Esta reduc
ción cuantitativa es imprescindible para el com ienzo del matiz afectivo.
Si no se diera esta reducción de lo cuantitativo, se perpetuaría el
principio de inercia, p o r lo cual se degradaría la energía pulsional,
quedando com o resultado una función del aparato reducida a la trans
m isión quím ica y eléctrica. Se prolongaría en una continuidad este
estado que sitúa M oizeszowicz com o «pre-psíquico»82.
La segunda pantalla protectora que enuncia Maldavsky co rres
pondería a la función del contexto del bebé y el vínculo primario tnadre-
niño. Ambos: contexto y este vínculo prim ario, son los encargados de
desplegar la tra n sfo rm a c ió n de cantidad en cualidad oficiando de
segunda pantalla p rotectora del aparato.
Para estos au tores que estoy considerando, en el enlace entre el
contexto y el carácter del vínculo p rim ario m ad re-n iñ o se o rigina
90. S. Freud, «Conferencia N ° 25», escrita en 1925, en O bras Com pletas, tomo II,
Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, p. 2369.
91. S. Freud, en «Proyecto de una Psicología para neurólogos», usa el concepto como
estímulo endógeno y luego, en 1915, en la obra «Pulsiones y destinos de pulsión»,
lo utiliza en su expresión dinámica.
C onferencia 25 sobre la angustia: «El enorm e increm ento de los estí
mulos, sobrevenido al interrum pirse la renovación de la sangre (la res
piración interna) fue en un m om ento la causa de la vivencia de angus
tia; p o r tan to , la primera angustia fue una angustia tóxica. El nom bre
de a n g u stia (angostam iento) destaca el jfasgo de la falta de aliento,
que en ese m om ento, fue consecuencia de la situación real y hoy se
reproduce casi regularmente en el afecto»/2 En el ensayo «Inhibición,
síntom a y angustia»93 dirá que el peligro del nacim iento aú n no tiene
contenido psíquico.
D esde ese punto de vista freudiano tom ado por la neurociencia
actual, irru m p en una enorm e cantidad de estím ulos excitatorios del
SNC q u e no tienen contenido psíquico, irrupción que puede situarse
en tre el m o m en to del n ac im ien to y la tensión de necesidad que no
tienen en consecuencia representación, lo cual le da a la angustia el
carácter de tóxica.
Este carácter tóxico de la angustia es la característica que tom an las
neurociencias para explicar, adem ás, una serie de situaciones clínicas.
Em pezando p or el bebé «normal», dirán que el recién nacido no puede
regular gran parte de los estímulos que recibe, es la m adre la que regula
las experiencias del bebé (com o se ha visto), de m anera tal que el SNC
puede en co n trar la homeostasis de los estímulos que recibe y que aún
no codifica en térm inos de representación.
Según las hipótesis freudianas del «P royecto...»94, cantidades de
energía recorren el cuerpo de lo que más tarde será un sujeto. Esas canti
dades «se acomodan» según el ritm o que la función m aterna les va dando.
Al respecto, René Spitz9’ ya definía por la década del sesenta las
categorías de signos y señales recibidas por el niño d u ra n te los p ri
m eros meses de vida: equilibrio, tensiones musculares y de otra índole,
posturas, temperatura, vibraciones, contactos, ritm os, gama tonal, etc.
Es la acom odación de todos estos signos y señales en representacio
nes que organizarán lo que Freud llam ó «Aparato psíquico» y que, en su
m om ento, veremos también cóm o se constituyen en lo que llamamos
«estructura subjetiva», que sería la culm inación de la organización de
los «estím ulos desconocidos» y/o sin representación q u e fundaban
97. H. Yankelevich alterna su práctica entre nuestro país y I-rancia, lo cual me ha per
m itido formar parte durante estos años (1999-2003 y continúa) de sus Seminarios
de enseñanza sobre P sicoanálisis y a la Clínica con Autistas. Formó parte, ade
más, de la Comisión Asesora en la Evaluación de mi tesis doctoral en la Facultad
de Psicología de la Universidad de Rosario, en el año 2005.
98. A. Jerusalinsky, Psicoanálisis del Autismo, Nueva Visión, Buenos Aires, 1988 y A.
Jerusalinsky, «La clínica del Autism o, su enseñanza psicoanalítica», en Actas de
La Fundación Europea para el psicoanálisis, Kliné, Paris. Septiembre, 1992.
99. Alusión al título de un Seminario inédito de J. Lacan.
aún en estas situaciones la clínica psicoanalítica opera con significan
tes que deben sostenerse en las intervenciones — cuyo acto varía desde
su efecto en los padres, en la estim ulación, o en el «cuerpo a cuerpo»
que a veces la atención del autista dem anda.
H aré un breve recorrido por los p o stulados esenciales para el
autismo desde dos autores previos al advenim iento de continuadores
de las tesis de Lacan: D. W innicott, B. Bettelheim y F. T ustin, p o r la
preeminencia de su pensamiento clínico, porque las hipótesis form u
ladas guardan una consistencia lógica entre una práctica clínica co n
secuente y la teoría psicoanalítica desde el pensamiento de ese cam po
en esas épocas, donde hay trabajo p o r articular. Principalm ente, los
ensayos freu d ianos sobre el desarrollo de la instancia psíquica que
llamó «Yo» y los trabajos al respecto de M . Klein.
Tam bién guía mi elección considerar las coincidencias de los tres
sobre la d eterm in ació n del «am biente», ya tom ado explícitam ente
como «función materna», aunque term inam os de ver que neurocien-
tistas le dan un valor preponderante a dicha función en las regulaciones
del SNC en los prim eros meses de vida, regulaciones que dejan m ar
cas, afirmación coincidente con el discurso del psicoanálisis, pero que
pertenece tam bién a las neurociencias.
T am bién tendrán consideración las variaciones del concepto de
objeto para la constitución del p siq u ism o (fu n d am en talm en te de
W innicott y de T ustin) que utilizaré en el tratam iento de mis hip ó
tesis clínicas con respecto al autism o.
#D. W in n ico tt
Si bien en la obra de Freud el papel de los padres en la constitución
del psiquism o adquiere importancia en base a lo que bien podríam os
llamar un análisis correcto de lo que hasta ese m om ento no se había
sistematizado desde el discurso de la ciencia, el am or que funda la re
lación con los p ad res100, W innicott da a esa relación p rim o rd ial un
carácter absolutam ente determ inante en la constitución de la instan
cia psíquica del «self» o «sí mismo».
El n iñ o , en su lactancia, no es u n individuo, sino q u e es una
diada o un id ad lactante-cuidado m atern o . Estas partes son interde-
pendientes y no pueden separarse. N o hay lactante, dice categórico,
100. En base a lo cual S. Freud organiza la premisa del llamado «Complejo de Edipo».
sin cuidado m atern o . Estando el bebé entonces en una dependencia
absoluta, es el cu id ad o m aterno el que va a establecer la salud m e n
tal de éste y desde ese estado ha de pasar al de una independencia nece
saria para la evo lución conveniente del «sí m ism o.» Destaco de las
teorizaciones de W innicott, com o antecediente de las propuestas que
voy a hacer, la siguiente situación de esta «unidad bebé-m adre»: la
madre debe estar identificada a su bebé de un m odo tal que la lleve a
una sensibilidad devocional con respecto a él y que com o efecto le
proporciona una experiencia de om nipotencia gracias a la cual el lac
tante comienza a tener un sentimiento continuo de existir. Base para la
edificadóii de su salud mental.
La otra conceptualización útil de rem arcar para los fines que m e
propongo es q u e el sentimiento continuo de existir en esos p rim ero s
meses de la vida está am enazado por angustias primitivas que consis
tirían en am enazas de aniquilación. El desarrollo sano ha de depender
del sostén que el cuidado m aterno haga. W in n ico tt dice: «La función
principal del m edio que sostiene es reducir al máximo los choques ante
los cuales el lactante debe reaccionar y q u e conducen a la an iq u ila
ción de la existencia personal»101.
En base a sus premisas de las necesidades ineludibles para u n bebé
en este m o m en to de la vida, W innicott hace una diferencia, ante la
falta o inad ecu ación de las m ism as, e n tre «la locura» y «la falta de
ser»como consecuencias posibles. Así nos dice: «La carencia de a d ap
tación a la fase más precoz sólo produce la aniquilación del “sí-m ism o”
en el p eq u e ñ o ...» 102. Esta premisa tam bién ha de ser trabajada com o
antecedente de las propuestas que haré con respecto a la situación del
llamado autista desde los postulados de lo que hoy entendem os com o
estructura de la subjetividad.
Pero, según las hipótesis del autor que estoy considerando, el cui
dado, que hace de sostén, armará la prim era organización del yo com o
efecto de que el bebé tiene recursos para recuperarse de las angustias
de aniquilación vivenciadas, poco a p o co desarrolla sentim ientos de
confianza q u e van transform ando la dependencia absoluta en q u e
estaba en una dependencia relativa. En ese estado casi de transición, el
niño recién pued e descubrir lo exterior a él. Pero son las respuestas
B. B ettelh eim
U no de los pilares de las hipótesis de este psicoanalista, así como
los recursos clínicos para las psicosis infantiles y el autismo, es su p ro
pia vivencia en los campos de concentración donde sufrió cautiverio.
En base a esa experiencia propia y de semejantes cautivos, crea el con
cepto de «situación extrema» p o r la cual un individuo se deshum a
niza, se retira del m undo. Bettelheim se pregunta si los niños autistas
no han ex p erim en tad o situaciones parecidas que los han llevado a
«retirarse del m undo».
Para este autor, hay una especie de predisposición au tista según
cóm o se desarrolle el deseo de ac tu a r del lactante y los avatares que
sufriría el m ism o relacionados a la percepción que p u ed a ten er del
m undo que lo circunda.
Según mi lectura, encuentro que coincide cun W innicott en cuanto
a que el m undo circundante del cual habla está determinado por la acti
tud de la m ad re en el acto de am am an tarlo . Así, el deseo del niño, el
lenguaje corporal servirían de base al intercam bio m adre-hijo, estable
cerían ’ü n á reciprocidad entre ambos necesaria y determ inante para el
surgim iento del yo corporal en la conceptualización de am bos autores.
Centraliza su tesis acerca del n iñ o autista en el hecho de la gran
actividad que to d o bebé tiende a desplegar (bebé neurológicam ente
sano y no d eprim ido al nacer, sin hipotonía, etc.) y que no es respon
dida ni alentada por la madre; el autista sería aquel que no fue corres
pondido en estos esfuerzos, las condiciones no le fueron favorables para
actuar, com o si ellas no despertaran efecto alguno, por lo cual las retira.
Como si hubiera experim entado u n a «situación extrema».
Basa estas observaciones en los conceptos psicoanalíticos que
describen al lactante considerando al m u n d o como fuente de las satis
facciones de sus necesidades, com o si el m u n d o estuviera sujeto a su
voluntad. Esto se puede verificar si sus acciones de tender los brazos,
m am ar con vigor, sonreír, son devueltas en la atención co nstante a
las mismas de la actitud maternal. Este hecho de devolución a sus ges
tos le hace sentir que él desempeña un papel importante en este mundo.
Si esto falla, puede ocurrir que el bebé experim ente al m u n d o com o
pura frustración, lo cual hará que retroceda o, directam ente, deje de
poner energía vital en ninguna búsqueda. Así, deja de intentar, deja
de actuar. A este últim o hecho, lo com para con el m arasm o infantil y
las consecuencias del hospitalism o descriptos por Spitz. Pero si bien
halla que la patogénesis de algunos autistas es semejante a estos estados,
en el niño autista hay diferencias.
Los n iñ o s autistas serían aquellos cuyas necesidades esenciales
fueron satisfechas en medida suficiente com o para que el m u n d o no
se les vuelva d estructor pero que no tuvieron o p o rtu n id ad de c o m
probar la eficacia de sus actos.
Según B ettelheim , el proceso de fru stració n del bebé sería el
siguiente:
«su convicción de q u e el m u n d o es suyo, com o habi
tualm ente lo es el pecho que lo alimenta. Lo que efecti
vam ente pasa es que los placeres que codicia n o están al
alcance de su m ano. P rim ero debe salir al exterior para
apoderarse de ellos ( ...) . P or otra parte, supongo que
hay un m om ento crítico para vivir el m undo com o frus
tración. Si esta experiencia afecta al niñ o u n a vez que
está bien arraigada en él la convicción de que el m undo
es suyo, y si no lo afecta con demasiada fuerza en nin
gún m o m en to , e n to n c e s to d o m archa bien. P ero las
cosas pueden p onerse m uy mal si el m u n d o es viven-
ciado de m odo p re m a tu ro com o fu n d am en talm en te
frustrante».103
F. T u s tm
En el año 1972, aparece el libro de esta psicoanalista inglesa Autismo
y psicosis infantiles. En él plantea sus hipótesis de la causa de ambas pato
logías y muestra su clínica desarrollada durante m uchos años en la con
sulta privada y en los m edios de salud pública1 \ Su clínica del autismo
ha estado en concordancia a sus hipótesis de las causas del mismo.
El trabajo de T u stin h a sido tam bién prolífico, dedicado casi
exclusivamente a estas enferm edades, ya que agregó dos nuevos libros
al nom brado: Estados autistas en los niños y Barreras autistas en pacien
tes neuróticos m , en el año 1986.
De sus teorizaciones basadas en su experiencia, m uy sintética
m ente diré que, de m anera general, se basa en u n a evolución del psi
q uism o tal que el autism o sería la Fijación o fracaso10 en un estadio
104. La cursiva me pertenece, a fin de analizar esta situación desde otras hipótesis del
discurso psicoanalítico actual.
105. Trabajó en el Instituto para el Desarrollo del niño de la Universidad de Londres,
en el Putnam Children’s Center de los Estados Unidos, en el Hospital de niños
Grat Ormond Street, etc.
106. F. Tustin, Autismo y psicosis infantiles, Paidós, Barcelona, 1994; y Barreras autis
tas en pacientes neuróticos, A m orrortu, Buenos Aires, 1989.
107. La cursiva es mía.
m u y arcaico del d esarrollo. El autism o patológico sería una deten
ción en, o una regresión a, un estado m uy p rim a rio del desarrollo
donde el sujeto queda fijado.
El desarrollo considerado «normal» contendría una fase de «au
tism o». Prefiere llam ar así a lo que el discurso freudiano considera
«narcisism o p rim ario » . En ese tiempo d e desarrollo, este autism o
«norm al» tiene com o función proteger al niño de u n choque dem a
siado brutal con la realidad. Si el ambiente de cuidados al niño no hacen
de «barrera» a ese posible choque, si no son eficaces, ese estado autista
en función norm al de defensa podría m antenerse o atrofiar el segui
m iento del proceso de desarrollo.
La hipótesis de u n au tism o como fase del desarrollo es igual a
la de M. M alher y tiene semejanzas con el estadio esquizo-paranoide
de la propuesta kleiniana. En Tustin, dicho desarrollo sería el siguiente:
Al com ienzo el niñ o tiene la ilusión (¿narcisista?) de que todo el
am biente circundante es prolongación de su cuerpo.
Sucede una ru p tu ra sentida particularm ente en la masa que for
m aban lengua y pezón. En consecuencia, esta ru p tu ra term ina con la
ilusión de continuidad corporal.
Como consecuencia de lo anterior el niño, tiene la vivencia de que
la separación le produce una pérdida de partes de su cuerpo y la inges
tión de objetos rotos.
La parte que vivencia que le falta, vivida com o «no más allí», deja
ver un agujero persecutorio.
La lucha en contra del agujero persecutorio lleva al niño a hacerse
la ilusión de que la co n tin u id ad corporal sigue, para buscar restable
cer la unidad lengua-pezón.
Para lograr lo anterior, hace uso de procesos patológicos centra
dos en el cuerpo y la utilización de «objetos autistas».
El proceso descrito de m anera enum erada corre por m i cuenta
para perm itir un seguim iento claro del proceso que parece deslizarse,
no de manera sim ultánea, ya que algunos fenóm enos son consecuen
cia de otros.
El prim ero sería una prolongación del autism o norm al según los
factores que se en u m eran a continuación:
Ausencia total de crianza norm al, con la consecuente ausencia
total de estímulos.
Ausencia parcial de lo anterior debido a deficiencias graves de las
figuras nutricias o a deficiencias del bebé (ceguera, sordera, deficiencia
m ental, lesión cerebral), factores que no posibilitarían la recepción
115. N o me referiré a todos y a los que m encionaré será poniendo en relieve aquellas
concepciones que pueden servir de antecedente a algunas de mis propuestas.
Capítulo II
«En la huella de Lacan »'."6
P. A u la g n ie r
Son im portantes los aportes de esta psicoanalista, discípula de Lacan,
sobre la psicosis infantil, to m a n d o fu n d a m e n ta lm e n te el co n cep to
Maud Mannoni
T o m a n d o las enseñanzas de Lacan, M a n n o n i las aplica a la psi-
copatología de la infancia. P odem os sintetizar en relación a ellas:130
1. U n a concepción del síntom a.
2. U n a concepción del lenguaje y el registro sim bólico.
3. El n acim iento co m o sujeto del significante, el n iñ o en el fan
tasm a parental.
130. El e n u m e r a d o es m ío , lo m is m o q u e lo s c o m e n ta r io s , p e r o to m o lo s títu lo s d el
lib ro d e M ic h e l L e d o u x , op. c it, p . 95 y ss.
4, C onsideraciones específicas en la psicopatología infantil de la
Ley, la situación trian g u lar del E dipo, la castración y el deseo,
5, E scucha del discurso parental.
F, Dolto
A dm irada y criticada, n o puede decirse que haya hecho u n cuerpo
conceptual. Sin em bargo, hay u n a serie d e form ulaciones q u e le son
p ro p ias y q u e son del uso casi n a tu ra l d e cu alq u ier psicoanalista de
niños. A ntes de exponer u n a síntesis de su enfoque p ara el autism o,
h aré u n a m ín im a exposición de ciertas ideas que le son propias y que
su sten taro n su clínica co n niños.
A p a rtir de la enseñanza de Lacan dio im p o rtan cia a:
1. Lenguaje y función sim bólica.
2. D eseo y deseo de los otros.
'3. El nacim iento, y lo que llam ó «prim eros significantes».
4. C u erp o a cuerpo y palabras.
5. Im ágenes del cu erp o y seguridad.
6. A vatares y fallas de la p rim era infancia.
7. P ro h ib ición y castración h u m an izad o ra.
134. L a c u rs iv a es m ía.
135. F. D o lto , El caso Dominique, S iglo X X I, B u e n o s A ires, 1975.
P ero siguiendo las enseñanzas lacanianas, en este p roceso es de vital
im p o rtan cia la fun ció n del padre. A firm an d o q u e p ara q u e u n n iñ o
esté en el m u n d o sim bólico h ay que ser tres: u n deseo inco n scien te
del p adre para ser concebido, la luz verde del padre, la luz verde, roja
o am arilla de la m ad re y la luz v erde del n iñ o q u e desea encarnarse.
La p alab ra es consustancial al cuerpo: «El sujeto sobrevive sólo
en v irtu d de u n a dialéctica que los seres hablantes expresan m ediante
la palabra y los fantasm as subyacentes»136. T odos los psicoanalistas, a
p a rtir d e Lacan, tam b ién expresarán, com o D olto, que las prim eras
percepciones d e la interacción entre la m ad re y el n iñ o se registran y
con v ierten en signos, elem entos significantes a p a rtir de los cuales se
organiza u n sentido sim bólico. Pero a partir de estas prim eras aplica
ciones de la enseñanza de Lacan a la clínica con niños y a la concepción
de cóm o se co n fo rm an los tiem pos «pre-constituyentes» de la subje
tividad, las especulaciones teóricas se fueron «afinando» cada vez m ás
y volviéndose m ás cautelosas y m enos generalizadoras.
D o lto d irá q u e estas p rim era s p ercepciones, cu a n d o se to rn a n
«reconocibles» p o r parte del lactante, cobrarán u n valor sim bólico de
«agradable» o «desagradable» con referencia a esos «encuentros» con
la m adre.137 Am bos, dice, se inducen m utuam ente «gracias a las m o d u
laciones emocionales vinculadas con las variaciones de tensión de b ie n
estar y m alestar, su convivencia y la especificidad d e sus sep aracio
nes y en c u en tro s, o rganizan articu lacio n es de signos ( ...) . T o d o
e n c u en tro q u e p ro d u c e u n efecto de variación sensible en u n o rg a
n ism o viviente y p o r consiguiente, de m odificación en el ám bito p re
existente, se vuelve significante d e su existencia p a ra el viviente»138.
N o p u ed o dejar de hacer n o ta r que esta afirm ación realizada p o r
D olto en los com ienzos de la década de los años setenta p u ed e ad ap
tarse a las «nuevas» concepciones de las neurociencias q u e com enté
en este trabajo, concretam ente, a las form ulaciones de J. Moizeszowicz.
C o n respecto a esta im p o rta n te form ulación de D olto, concluye
con algo que tam bién tiene vigencia cuando afirm a que si el n iño queda
som etido a sus tensiones internas corre el riesgo de quedar fijado a ellas,
sin p o d e r d a r el paso a la vida sim bólica. C o n c re ta m e n te , h ab la de
] 39. L a c u rsiv a es m ía .
U n o de la p u ra diferencia, p ro d u c to d e la caída del objeto del goce
d e la m ad re . A fin de h ac er m ás clara esta c o n c ep ció n , em p lea los
círculos de Euler p ara señalar q u e la lu n eta de intersección de am bos
círcu lo s d isip a, m e d ia n te o p eracio n es m atem ática s d e la teo ría de
los c o n ju n to s, to d a p o sib ilid a d de c o n c eb ir d ic h a situ ació n co m o
sim biótica.
A este m o m e n to de u n ió n con el o tro, D olto lo conceptualiza en
el sentido de q ue el bebé es objeto parcial de la m ad re (en lo que co in
ciden tanto Piera Aulagnier com o M . M annoni), y — en esa posición—
es q ue to m aría aquí la figuración de u n a m asa. En este m o m e n to , el
bebé es n o m b ra d o p o r D olto com o pre-sujeto, pre-Y o, pre-objeto, y
las relaciones sim bólicas se darían entre pre-sujeto y pre-objeto.
Le da im p ortancia al «despertar» de las zonas erógenas, facilitado
en este cu erp o a cuerpo del n iñ o con la m am á m asa, d an d o tam b ién
im p o rta n c ia a los efectos d e la ausencia-presencia de q u ien cum ple
la fu n ció n m atern a. Es in teresan te su p ostulado de que si la ausencia
es m u y p ro lo n gada, el n iñ o p u ed e llegar a estar cerca de la «m uerte»
sim bólica, p o rq u e perdería los p u n to s de referencia que encuentra en
la m adre. Según su in terp re tació n , cada vez que la m a d re regresa la
continuidad de ser en el bebé se renueva y le sigue d an d o recursos p ara
co n tin u a r c o n la vida. D ebo decir, a la luz de los avances en el p sico
análisis con niñ os y construcciones al respecto actuales, que si esto su
cede, si el bebé «reanuda», es p o rq u e p u ed e que ya tenga alguna in s
cripción que le perm ite dicho «reanudam iento del ser». D olto lo dice
de m anera original, ya que justam ente especula con que esos «encuen
tro s» h acen h u ellas y dichas h uellas so n p u e n te s q u e «balizan» los
m o m en to s de a b an d o n o . Es decir que el sujeto en constitución se va
org an izan d o — p ara ella « hum anizando»— m ed ian te estos códigos
com partidos entre la m adre y el niño. C om partición posible p o rq u e se
van estru c tu ran d o im ágenes que se m em orizan y se coordinan.
Ve al nacim iento com o u n a pérd id a p rim era que obligaría a u n a
p rim era castración, p o r lo cual aquí, p ara D olto, estaría la causa p ara
u n p rim e r duelo. D ebo decir q u e aparece, en esta conceptualización,
u n a especie d e acció n sim b ó lica c u a n d o a ú n n o está o rg an izad o el
inconsciente.
En m i opinión, con to d o el respeto que m e m erece el rico trabajo
clínico de m uchos años de F. D olto y su increíble creatividad, hay com o
u n constante transpolar de acontecim ientos vitales con su correspon
diente lectura de teorización. P ero tam bién es cierto que ella o p erab a
clínicam ente al m ism o tiem p o q u e Lacan co n stru ía su m o n u m en tal
edificio teórico, del cual a ú n nos servim os.
5. D o lto to m a el co n c ep to d e n arcisism o fu n d a m e n ta l co m o
fo n d o im p rescin d ib le de la dialéctica m a d re -n iñ o que, m e d ia n d o
referencias sensoriales, c o n fig u ran lo q u e define co m o im agen del
cuerpo. Im agen q u e le viene de otro .
D ebem os decir al respecto q u e es lo q u e po stu la Lacan, precisa
m en te, en el «Estadio del espejo». P ero diría que D olto le da su p e r
sonal caracterización, ya que para ella en cada etapa de la vida el n iñ o
configura nuevas im ágenes de su cuerpo, en la m ed id a q u e su evolu
ción lo hace ab an d o n ar figuras arcaicas del m ism o, lo cual constituye
u n a p érd id a y, co m o efecto de ésta, u n re tiro de la seguridad básica
que tenía.
Ella hace u n a diferencia entre im agen inconsciente del cuerpo y
el esquem a co rp o ral (siendo este ú ltim o concepto usado en la psico
logía evolutiva).
La im agen inconsciente del cuerpo «está co n stitu id a p o r la a rti
culació n d in ám ica de u n a im agen de base, u n a im agen funcional, y
u n a im agen de las zonas erógenas d o n d e se expresa la tensión de las
pulsiones»140. Especula con que esa im agen se origina en lo fetal, pero
q u e su rep resen tació n aparece m u c h o m ás tarde, in tro d u c ie n d o las
dim ensiones de lo vivido y el tiem po. En estas vivencias, es fundam en
tal to d o lo q u e al respecto se construye en relación co n la m adre.
Agrega a estos postulados que estas im ágenes del cuerpo p u ed e n
rep resentarse tan to en la gráfica com o en el m o delado q u e los n iñ o s
realizan.
C u ando considere la gráfica donde tiene asiento una parte de este
lib ro p o n d ré a consideración las po stu ras propias que h e elab o rad o
al respecto.
R. y R. L efort
En su libro N acim iento del O tro 144, dan cuenta de dos casos clíni
cos de dos niñas pequeñas: u n a de 13 meses y otra de 30. Am bas se en
cu en tran , en el m o m e n to en que R osine L efort com ienza su apuesta
clínica en los años 1951-52 e n lo q u e h o y llam aríam os u n «H ospital
de día» en la «F ondation F are n t-d e Rosan» que p erten ecía al servi
cio de Jenny A u b ry 145.
Ellos m ism o s explican q u e «se tra ta d e u n a in s titu c ió n asilar
d ependiente de la Asistencia Pública, al estilo de las q u e todavía exis
ten para n iñ o s de poca edad que esperan ser colocados, o en la m ayo
ría de los casos, que h a n sido confiados tem poralm ente a ella du ran te
la e n ferm ed a d de la m adre» (to m a d o del prefacio del lib ro citado).
R osine L efort p lan tea q u e c u a n d o in icia su apuesta, carecía de
form ación psicoanalítica, pero que lo que operó en ella fueron los pasos
de su análisis personal. Observación a la que volveré cuando saque las
conclusiones finales d e este trabajo.
En la com unicación clínica de R osine Lefort, pueden seguirse sus
pasos, casi cronológicam ente, en los tratam ientos, q u e d u ra ro n unos
diez m eses. M uchos años después de estos aco n tecim ien to s, co n la
colaboración de R. Lefort, publica el libro que vengo citando con co n
clusiones y postulaciones de la teoría de Lacan acerca de los com ienzos
de la estructura subjetiva. En m i opinión, es u n intento que da u n salto
de avance de las teorizaciones en la clínica del psicoanálisis con niños
p eq u eñ o s en la década d e los o ch e n ta , fecha en q u e se p u b lican los
resultados d e sus especulaciones.
O b s e r v a c i o n e s s o b r e la a p u e s t a
d e R o s ín e y R o b e r t L e f o r t
P ara o rie n ta r en la clínica del au tism o in fan til desde co n cep to s del
psicoanálisis, según m i ex p erien cia en ella, h e te n id o en c u e n ta los
siguientes objetivos.
1. U b icar disposiciones d e la estru c tu ra subjetiva desde los c o n
ceptos del psicoanálisis que conform en u n estatuto para el lla
m ad o «autism o infantil», y q u e ellas c o n stitu y a n el a p o rte a
u n a clínica posible en el trabajo interdisciplinarío
2. P resentar operatorias clínicas teniendo en cu en ta lo m en cio
n ad o en el p u n to 1.
3. C o n cep tu a liza r el au tism o desde las co o rd en ad a s del p sico
an álisis y desd e la in te rd is c ip lin a , lo cu al m a rc a rá alg u n as
posiciones con respecto a la gráfica, la estim ulación, la m usí
co terapia y otras actividades de los n iñ o s co n este diagnóstico
aten d id o s en el C en tro d e D ía «Lanfranco C iam pi»156.
156. C e n tr o d e D ía « L a n fra n c o C ia m p i» , d e p e n d ie n te d e la C á te d ra P s iq u ia tr ía N iñ o s
d e la F a c u lta d d e C ie n c ia s M é d ic a s d e la U n iv e rs id a d N a c io n a l d e R o s a rio , e n la
q u e fu i T itu la r O r d in a ria y D ir e c to ra del C e n tr o m e n c io n a d o d esd e 1990 a 2007.
En cu an to a las leyes de la estru ctu ració n subjetiva, h a de to m a r
u n a im p o rtan cia vital el pasaje que el n iñ o p u ed a hacer p o r la situ a
ción que J. Lacan describió com o «Estadio del espejo». Situación que,
en m i experiencia, m arca u n a división n o ta b le e n tre el n iñ o q u e la
h a so rteado y el q u e n o lo h a logrado; los efectos son observables en
su situ ació n social co n los sem ejantes, en n iñ o s cro n o ló g ic am en te
m ayores a la edad a p ro x im ad a en la cual se dé el citado estad io 127, en
algunos co m p o rtam ien to s y a u n en la p ro d u cció n de trazado que no
alcanza el estatu to de lo que llam am os u n d ib u jo 158.
e n u n c ia r e l c o n c e p to d e « v iv e n c ia d e sa tis fa c c ió n » e n «La in te r p r e t a c ió n d e lo s
su e ñ o s» , d e 1898, e n Obras Completas, t o m o I, op. cit., p. 34&.
163. S. F re u d , « M á s a llá d e l p r in c ip io d e l p la c e r» , e n Obras Completas, to m o X V III,
A m o r r o r tu , B u e n o s A ires, 1979.
164. F o n e m a s e n a l e m á n q u e se t r a d u c e n p o r «¡Se fu e !» y « ¡A cá e s tá !» , S. F r e u d ,
op. c it , p p . 14 y 15.
P roducido éste últim o, el sujeto estará en condiciones de hacer su
entrada al m u n d o sim bólico, lo que le p erm itirá todos los juegos m e-
to n ím ico s y m etafóricos en el fu tu ro .
En los Escritos, Lacan dirá con respecto al juego de presencia-ausen
cia que su acción destruye el objeto que hace aparecer y desaparecer en
la provocación anticipadora de su ausencia y su presencia. Cito: «El sím
bolo se m anifiesta en p rim er lugar com o asesinato de la cosa, p ero p er
m ite m antener la identidad del objeto aunque no esté todavía al alcance
de la función sim bólica que nos p erm ite ad q u irir el lenguaje»165.
Agrego que, al proceso de la form ación del sím bolo, H . W allon lo
llam ó « p ensam iento interior» y es el que p erm ite fo rm ar conceptos.
Tal com o h a n repetido psicoanalistas del cam po lacaniano, desde
m u ch o antes del nacim iento del bebé y desde m u ch o antes de su co n
ce p ció n , ex iste u n m u n d o d e le n g u aje d o n d e in c e s a n te m e n te se
co m b in an significaciones y códigos de to d o s los pró jim o s q u e v an a
rodearle. En p rim era fila estará, p o r lo general, la m adre.
Ella ya está inscripta en lo simbólico (en este m odelo ideal que estoy
p re sen tan d o ). En este tiem p o lógico p re -co n stitu y en te, el n iñ o está
situ ad o desde la lógica en los fantasm as de la m adre. P o r lo ta n to se
trata, casi, de la génesis de los prim eros intercam bios que van del n iñ o
a la m ad re según u n eje de satisfacciones recíprocas: m am á que cuida
am an d o y gozando y niño cuidado y am ado que goza de su m adre, en
tan to ella es u n sujeto deseante.
Pero es necesario tam bién que este goce no la conform e p o r m ucho
tiem p o , ya q u e su interés tam b ién está guiado p o r o tro vector: lugar
significante de lo que llam am os padre sim bólico, encarnado general
m en te en el p ad re del bebé.
P o rq u e de entrada, en los inicios del inconsciente están estos dos
cam pos: el del sujeto y el del O tro . En éste ú ltim o se sitúa el S2, p ara
dar origen a la cadena significante: «El O tro es el lugar donde se sitúa,
en la cadena del significante q u e rige to d o lo que, del sujeto, p o d rá
hacerse presente, es el cam po del viviente d o n d e el sujeto te n d rá que
aparecer. Y he dicho que, p o r el lado de ese ser viviente, llam ado a la
subjetividad, se m anifiesta esencialm ente la p u lsió n » 166.
174. J. L acan , Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit., p . 170.
175. Op. cit., p . 4 2 .
176. Ib íd ., p .1 7 2 .
177. J. L a c a n u tiliz a p o r p r im e ra v e z e n el p sic o a n á lisis la c a te g o ría ló g ic a d e lo im p o
sib le in ic ia d a , c o m o sa b e m o s, p o r A ristó te le s e n la ló g ic a m o d a l.
178. Op. c it, p . 183.
179. L a ilu s tr a c ió n está to m a d a lib r o d e J. L a c a n , Los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanálisis, op. c it
Fin
181. C o m u n ic a c ió n p e rs o n a l d e H . Ja im e , e x p r o fe s o r d e m a te m á tic a s y to p o lo g ía e n
la E scu ela S ig m u n d F re u d d e R o s a rio
182. J. L a c a n , C a p ítu lo X V I d e Los cuatro conceptos fundam entales del psicoanálisis,
op. cit.
18 3 . C e n tr o d e D ía « L ia n fr a n c o C ia m p i» d e l S e rv ic io A s is te n c ia l d e la C á te d r a d e
P s iq u ia tr ía N iñ o s d e la F a c u lta d d e C ie n c ia s M é d ic a s d e la U n iv e r s id a d N a c io n a l
d e R o sario .
184. C . K o lk o , op, cit.
d esco n ectad o y o tras veces re sp o n d e r al o tro — co m o cu m p lien d o
con la vocación significante— sin p o d erla llevar a cabo con eficacia
— entran y salen— , sin poder quedarse con nosotros lo suficiente para
estar en la cu ltu ra y en la estru ctu ra de la neurosis.
En este «detenim iento», la «sonrisa social» típica de los cinco y/o
seis m eses q u e d a tro c a d a p o r u n rech azo al o tro im ag in ario del
com ienzo, abo rtad o de la alineación fundam ental. Tal vez p o r ello se
utiliza a este «otro-herram ienta»185, ya que n o se ha p odido des-pejar,
des-pegar u n cam po del o tro y arm ar u n o propio. T am bién, p o r esta
situación, los m ovim ientos corporales constituyen u n «placer» m ecá
nico, despojados de libido.
Fijados en esta posición, la co n stru c ció n subjetiva n o sigue las
operaciones que debieron sucederse, qued an d o el n iñ o autista d ete
n ido en los aspectos que señalam os, com o si tuviera cinco meses cro
nológicos, sin figuras libidinizadas, p o r lo cual no está ni al m argen de
la neurosis n i al m argen de la psicosis. Este «lugar» le es propio.
C o n respecto al lenguaje, es o p o rtu n o reco rd ar aquí que es ta m
bién m ediante el llam ado «Estadio del espejo» que se entra a ese cam po.
El estadio le p erm ite al O tro o p erar con significantes. P o r ello es que
en el m ism o se da la fonación, claro está que voz m ediante, con lo cual
se van arm an d o y u n ien d o las redes significantes. El psicótico alcanza
a a rm a r esta red p ero n o a la m an era de u n n eu ró tic o 186. En el autista
sólo h an q u ed a d o m arcas q u e n o h an p o d id o alcanzar la categoría
significante.
C on respecto al arm ado de «imagos» sonoras, es im portante, desde
m i p u n to de vista, la o p o rtu n id a d q u e la m u sic o te ra p ia d a a estos
n iñ o s ya que con sus o p erato rias en la clínica les p ro p o rc io n a como
una puerta de entrada posible al arm ad o significante.187
P o r lo expuesto, p o d em o s g u iarn o s p a ra an alizar el p u n to de
tiem po lógico en el cual puede estar un niño al que se le ha dado el diag
nóstico de autista p or «señales» tales que constituyen lo «necesario para
usar» y ob ten er la entrada al arm ado de la subjetividad neurótica.
185. C o n d u c ta q u e h e m o s s e ñ a la d o d e s d e v a rio s a u to r e s s o b r e el te m a c o m o u n a d e
las lla m a d a s típ ic a s d e u n a u tis ta .
186. J. L acan , «D e u n a c u e s tió n p r e lim in a r a to d o tr a ta m ie n to p o sib íe d e la p sic o sis» ,
e n Escritos, t o m o 2, op. cit.
187. U tiliz a ré a lg u n o s d a to s so b re estas o p e ra to ria s c u a n d o m e re fie ra a lo s tr a ta m ie n
to s q u e se re a liz a n e n el C e n tr o d e D ía.
Estas «señales» serían:
1. La llam ada sonrisa social, tal com o la concibió R. Spitz188. Según
el cual ex istirían líneas de d esa rro llo que, en d ete rm in a d o s
m om entos, se unifican y fo rm an nudos a los que llam a «orga
nizadores del psiquism o». P ara él, el índice del prim er organi
zador es la aparición de la respuesta de la sonrisa. Esta aparición
es sólo el síntom a visible de un conjunto de situaciones que cons
tituyen y cu lm in an en este p rim e r o rganizador del desarrollo
del psiquism o. Este tiem p o de la sonrisa social qu ed ará com o
im p o rta n te an teced en te de la relación del infans co n el o tro
en u n tiem po en que todavía n o hay otro, es decir, en el que el
o tro es m eram en te u n agente.
2. En el decir de Spitz, la sonrisa social, en tanto organizador, in i
cia u n segundo tiem p o en el arm ad o subjetivo.
3. A co ndición de que hayan tran scu rrid o s los tiem pos a n te rio
res, el n iñ o tiene franqueada la entrada al «Estadio del espejo»,
lo que constituiría el «tercer tiem po».
4. La «señal» decisiva q u e m a rc a ría la e n tra d a está d ad a p o r la
llam ad a «angustia de los o ch o m eses», o tro o rg a n iz ad o r del
desarrollo del psiquism o según Spitz.
La tríada imaginaria
Madre
213. M e re fie ro a l c o m p o r ta m ie n to d e la m a d r e c o n el n iñ o .
1. La cu e stió n del c u erp o e n el a u tista
2 1 5 . G . A n n o n i, p o n e n c ia c ita d a .
216. J. L acan , «D e n u e s tro s a n te c e d e n te s» , e n Escritos, t o m o I, Siglo X X I, B u e n o s A ires,
1975, p . 64.
Al respecto dirá E. C o ria t217: «Es cierto que los órganos de la p er
cepción filtran los estím ulos en fu n ció n de su capacidad de registro,
pero esta capacidad de registro no sólo obedece a la inform ación con-
génita sino que m odula sus límites en fu n d ó n del uso que de ella se haga,
fu n d a m e n ta lm e n te en los p rim e ro s m eses de vida». C o m o h em o s
consignado en to d o lo analizado co n respecto a la función m aterna,
es ésta fu n ció n la q u e inscribe y m o d u la los lím ites, características y
form as de las funciones corporales para lo cual debe haber hecho ins
cripción eficaz en lo real del cu erp o del niño.
P o r lo ta n to , en el au tista, pien so — c o m o ella— q u e no se h a
establecido d a inscripción de u n sistema de marcas viables».2'8
En cam bio, en el niñ o considerado psicótico, algo de esta inscrip
ción se h a po d id o m aterializar, pero no de u n a m anera ordenada, por
lo cual los o tro s sistem as del llam ado a p a rato psíquico se d isp o n en
con u n a sobredimensión de la presencia del otro.
C o n resp ecto al cu erp o del autista y su articu lació n con el «Es
tad io del espejo»219 p u ed e co n sid erarse q u e, a u n q u e c o n v e n ie n te
m en te m ielinizado, n o h a ten id o chances para en tra r en él.
Si se to m a n paso p o r paso las operaciones p ara organizar el «Es
tadio» co m p leto , en el tiem p o lógico de pre-sujeto, para el bebé, su
cuerpo p erm anece oculto. P odem os decir q u e es en este tiem p o que
algunos autistas pueden p erm an ecer sin «ver-se» jam ás, p o rq u e en el
esquem a de Lacan es necesario q u e las im ágenes del espejo cóncavo
sean reflejadas p o r el espejo plano, es decir, q u e refleje las flores c o n
ven ientem ente o rdenadas sobre el jarró n , rep resen tan d o ellas la p u l
sión, que es el investim ento necesario para que el artilugio funcione.
Sí n o está el espejo p lano, es decir, el O tro e n c a rn a d o en la m adre,
queda la im agen en lo real sin im agen reflejada.
En éstos tiem p os instituyentes, es la m ad re qu ien hace de espejo
plano, p o rq u e n o sólo desea al bebé sino que lo necesita, p o rq u e es
su falta. Es necesario, no obstante, que n o o cu p e to d o el espacio para
la falta, po rq u e, de ser así, p u ed e precipitarlo en la alineación p e rm a
n en te de la psicosis.
2 2 0 . H . Y a n k e le v ic h , S e m in a rio , clase d e l 2 0 /1 0 /0 1 .
2 21. P. C a ld e ró n d e la B arca, «La v id a es su e ñ o » , e n Antología Poética Universal, O rte lls,
M a d rid , 1992.
2 2 2 . La h ip ó te s is s o b r e lo s esp ejo s y s u p o s ic ió n c o n re s p e c to a l a u tis ta la to m o d e I I.
Y an k e le v ic h , clase d e s u S e m in a rio d el 2 0 /1 0 /0 1 .
representación que el infans tiene de que es el objeto de am or — objeto
«a»— de q u ien cum ple la función m aterna. Está en pleno fu n cio n a
m ien to el narcisism o q u e Freud llam ó p rim ario y funciona a pleno el
p rin c ip io de placer, lo que co n fig u ra adem ás que se establezca la
dem anda.
C o m o n a d a de esto ú ltim o sucede en el n iñ o au tista, n o p o d e
m o s d ecir co n rig o r q u e sus actos, m o v im ien to s y co n d u c ta s estén
signados p o r u n placer, enlazado al narcisism o. En la vida de plen o
sen so rio -m o to r en la que se encuentra, podem os plantear que la exis
tencia de m ovim ientos continuos y/o interm itentes están en u n a «rea
lid ad co n tin u a» de m o v im ien to s m ecánicos q u e o b edecen a lo real
del cu erp o n o investido, sin noción de espacio y tiem po, que son las
o tras d im en sio n es de las escenas de re p resen ta ció n q u e co m ien zan
con la del cuerpo propio.
C u an d o cu lm in a el tra n sita r p o r el «Estadio del espejo», qu ed a
co n stitu id a la im agen de sí m ism o que an o tam o s i(a), la «instalación
del yo» que p e rm ite q u e el lenguaje se vuelva sim bólico y el cu erp o
im ag in ario , si la estru c tu ra es co n v e n ie n te de m a n e ra tal p ara p ro
p o rc io n a r el pasaje del Falo c o n m ayúscula, p o r lenguaje / cuerpo,
cayendo com o real algo del cuerpo y algo del lenguaje.
M e p arece ac ertad a y o p o rtu n a la hipótesis de H . Y ankelevich,
q uien afirm a223 que antes de que la fu n ció n m atern a oficie de espejo
en el Estadio, ésta depende de la identificación prim ordial y este rasgo
n o es sin el falo sim bólico, es la condición p ara o b ten er la posibilidad
del n u d o . Ya que el falo que está considerando es equivalente a la falta
en el O tro P rim o rdial, p o r lo que h ab rá «yo».
D e m an era que en este tiem p o — hipótesis com o h e dicho de H,
Y ankelevich— en el su jeto , la id en tificac ió n es al falo sim b ó lico y
h ab rá «yo» si h ay agujero en este Otro.
Ju stam en te, en la identificación p rim o rd ial, p rim e ro estarán el
cuerpo y el lenguaje, pero no anudados, sino encim ados el u n o sobre
el o tro .
E spejo
C ó n cav o
3. L enguaje-significación en el au tista
23 2 . V e r e m o s m á s a d e la n te q u e , ju s ta m e n te , e s to n o su c e d e e n el ca so « M a ría » , q u e
p r e s e n ta r é e n este lib ro .
23 3 . E ste p u n t o se rá to m a d o n u e v a m e n te e n el p u n t o sig u ie n te s o b r e le n g u a je y c o m
p r e n s ió n e n e l a u tism o .
A lgunos autistas, co m o v erem o s en frag m en to s clínicos, p a re
cen en ten d er lo que se dice tan to en la casa com o en el C entro de D ía
— d o n d e llevo adelante parte d e m i práctica clínica— p ero algo falta,
para que estén totalm ente del lado de lo sim bólico, en el m edio p ro p io
de u n h ab lan te «neurótico».
A quí m ás que n u n ca se im p o n e «el caso p o r caso» p ara explicar
por qué no entró en el lenguaje o «por qué está donde está».
Creo q u e u n a explicación m ás general o m ás am plia la tendrem os
cuando logrem os saber p o r qué entra el lenguaje en el sujeto y cómo.
El p sicoanálisis tien e sus p o stulados, co m o h em o s visto, de las
co n d icio n es de o p erato rias subjetivas im prescindibles p ara q u e ello
suceda. P ero estos postulados h acen trenza co n lo biológico.
T an to E. C o riat234 co m o H . Yankelevich235 y yo m ism a n o s p re
g u n tam o s — d e diferentes m aneras— si n o h ay u n tiem po de algo así
com o una determ inada coordinación entre lo biológico y lo «am biental»
— com o fu n ció n de la lengua m atern a— que si n o se d a en el tiem p o
justo, se pierde. O si no habrá — se preguntaba Yankelevich en la clase
citada— o «cuál es el salto im posible de explicar neurológica o genéti
cam ente au n q ue haya cam bios en el hom bre, se van a descubrir, de acá
a diez o cincuenta años ( ...) cuál es la pequeñísim a diferencia en algún
gen que da la ap titu d lingüística que n o es solam ente de aprendizaje».
M ientras, m e ocurre — com o a él u otros psicoanalistas que regis
tram o s la p rim era palabra con «sentido» de algún paciente sindicado
co m o autista, m ás allá de la inefable co n m o ció n — q u e ello «cierra»
de algún m o d o en el registro típico psicoanalítico, luego de m uchas
operato rias p uestas en acción p o r la transferencia — con los padres,
con la m ad re fundam entalm ente— , cuando intentam os p oner al niñ o
en triangulación: terap eu ta-n iñ o -m a d re.
Si ten em o s la o p o rtu n id a d de q u e ello o cu rra, el n iñ o dice. Nos
habla. P ero de n in g ú n m o d o estam os en condiciones de generalizar.
Al re sp ecto , sostengo, c o n E. C o ria t236, la p o sició n d e q u e si el
n iñ o autista llega a algún decir, si se reconoce en el espejo, si responde
al llamado por su nombre, ha dejado la situación de ta l Pero debo decir
2 3 4 . C o m u n ic a c io n e s p e rs o n a le s y tr a b a jo d e C a rte l « D e s c ifra n d o n iñ o s : o b s tá c u lo s
e n tie m p o y e s tru c tu ra » , a ñ o s 1998 a 2 000, e n la E sc u e la d e P sic o a n á lisis S. F re u d
d e R o s a rio .
2 35. H . Y a n k e le v ic h , S e m in a rio , d e s g ra b a c ió n d e la clase d e l 2 2 /0 6 /0 2 , p . 3.
2 36. E. C o r ia t, C a rte l c ita d o y r e u n io n e s d e a n á lisis y tr a b a jo c lín ico .
q ue en m i experiencia, o se constituye en una psicosis, co n fuerte rem i
niscencias del discurso del O tro , o queda com o n iñ o u n tan to «raro».
M i p ro p u esta es que, p ara q u e advenga el lenguaje en ta n to tal, el
n iñ o p rim e ro «lee», efectivam ente lee signos d e goce del O tro p ara
ten erlo s, cu al to p o lo g ía, en su cu e rp o . P o rq u e , ju s ta m e n te , d ich o
cuerpo fue inscripto, leído p o r el O tro co m o digno objeto de su goce.
Es m ediante este proceso com o el goce fálico se in troduce en el cuerpo
del niño.
Este significante fálico es, co m o sabem os, una falta en la m oda
lidad de lo Real.
C u a n d o ella se in tro d u c e d e esa m an era, en el c u e rp o del n iñ o
d estin ad o a ser — p o r esta o p erato ria— sujeto, se pro d u ce, tam b ién
co m o efecto u n desalojo o m e rm a del goce que dich o n iñ o ten ía en
el c u erp o .23'
A esta sustracción de algo del cuerpo, co m o resultado del proceso
que vengo describiendo, ya la había in tu id o M. Klein cuando hablaba
de «deflección» de la pulsión y que Lacan co m p lem en ta m u y de o tro
m o d o 238. Cito: «Vuelvo en p rim er lugar al cuerpo de lo sim bólico que
de n in g ú n m o d o h ay q u e e n te n d e r c o m o m e tá fo ra . La p ru e b a es
q u e n ad a sino él aísla el cu erp o to m ad o en sentido ingenuo, es decir
aquél cuyo ser q ue en él se sostiene no sabe que es el lenguaje que se lo
discierne, hasta el punto de que no se constituiría si no pudiera hablar239».
«Q uién n o sabe el p u n to crítico del cual d atam o s en el h o m b re el ser
hablante. La sepultura, es decir d o n d e se afirm a de u n a especie que al
co n tra rio de cu alq u ier otra, el cu erp o guarda lo q u e al viviente o to r
gaba el carácter: cuerpo [corps]. Cadáver [corpse] 240 queda, no se to rn a
ca rro ñ a , el cu erp o q u e h a b ita b a la palab ra, q u e el len g u aje cadave-
riza 241 [corpsifiat)»,242
El psicoanálisis, a partir de la obra de Lacan, to m a al cuerpo com o
el lu g ar p rim ero y ap ro p ia d o p ara llevar la m arca que va a o rdenarse
en series de sign ificantes, significantes q u e este c u e rp o recibe p o r
m ed io del goce.
24 3 . Y a m e h e r e fe rid o a este p r o c e s o e n el p u n t o c o r re s p o n d ie n te .
P o r esos años, yo tam p o co sabía de la im p o rtan cia del lenguaje
en la co n fo rm ació n de la estru ctu ra, Lacan recién desem barcaba en
n u e s tra p lay a de la m a n o de M assota. D igo de la m a n o , p o rq u e ni
siquiera ten íam o s alguna trad u c ció n de sus Sem inarios inéditos244.
B ien, a m í se m e o c u rrió (¿rem iniscencias e n ese tie m p o aú n
recien te d e m is añ o s de m aestra de p rim e r grado? ¿Me pareció m ás
atractivo p a ra el niño? ¿Experiencias de m am á c u a n d o m i hija m u y
p e q u e ñ ita , p a ra c o m u n ic a rm e q u e te n ía frío decía: «M am á hace
m u ch o chuy»? N o lo sé, pero, todas estas cosas, sin duda, surgen del
am o r de transferencia de m i deseo puesto allí) nom brar a los animales
m ás conocidos p o r el niñoM5, p reced id o s de la o n o m a to p e y a q u e los
caracteriza. R ecuerdo que com encé con el gato. El proceso era el si
g u iente: yo e m itía la o n o m a to p e y a del m a u llid o , decía ¡¡Miau!!
¡¡Miau!!, y dibujaba u n gato sim ple — com o los que hacía en la pizarra
para los chicos— , El n iñ o 246 en cuestión, pasado u n tiem po247, cuando
yo «maullaba» m e alcanzaba el gato o in ten tab a d ibujar u n o (hacía el
garabato). Luego, con sólo n o m b ra r «gato», prescindiendo del m a u
llar, él lo dibujaba. Después vinieron los patos, los pollos, con sus cua,
cua j ¡¡pió, pío!! D espués «m am á y papá con el nene», «mamá, Gloria y
el nene»... C o m o m e fue bien, seguí ensayando con m is onom atope-
yas. A lgunos niños las tom an, otros no, pero ahora — ¡después de ta n
tos años!— en cu en tro una posición teórica que les h a dado sustento
— adem ás de m is ganas y deseos siem pre nuevos «de q ue estén en tre
nosotros»— . El «signo» m iau los llevaba al significante porque el miau
era m ás atractivo, p ara dejarm e q u e «Yo entre en ellos». A hora sé que
era m ás atractivo p o rq u e el sonido m ia u , signo q u e escondía al gato,
era m ás inofensivo que la palabra. A hora puedo generalizar al respecto
d ed u cien d o que, si la palabra, la voz, es lo m ás seductor, es tam b ién
244. C o r r ía el p r in c ip io d e l a ñ o 1970.
2 45. S e g ú n d e c ir d e la m a d re .
24 6 . T e n ía d o s a ñ o s y m e d io , e ra a te n d id o e n el ex TM IR ( I n s titu to M é d ic o R o s a rio )
d o n d e cre a m o s, c o n el D r. M a n u e l M o r r a (P siq u ia tra In fa n ta Ju v en il), u n S ervicio
d e P sic o lo g ía e n el S erv icio d e P e d ia tría . \
247. N o lo p u e d o p re c is a r h o y , p e r o n o f u e ro n m á s d e u n p a r d e m esesA p u esto q u e el
p e d i a t r a q u e lo h a b ía d e r iv a d o , n e c e s ita b a u n d ia g n ó s tic o p r e s u n ti v o s o b r e
a u tis m o p o r q u e el n iñ o d e b ía s e r s o m e tid o a u n a i n te r v e n c ió n Q u ir ú rg ic a y le
im p o rta b a y n e c e sita b a sa b e r d e su s itu a c ió n e m o c io n a l. D e s d e u n c o m ie n z o m ás
o m e n o s , s u p e q u e a u tis ta n o e ra: m e se g u ía c o n la m ir a d a y la fija b a e n lo s o b je
to s q u e le lla m a b a n la a te n c ió n . M e r e c o n o c ía , y sa b ía q u e él e ra él. P e r o . .. n o
h a b la b a .
lo m ás erótico y la dim ensión de lo erótico hasta ese tiem po, en estos
niños, h ab ía causado h o rro r p o r el h o rro r posible que lo erótico h u
b iera p o d id o causar en sus m a d re s248.
Esta explicación, hipótesis de H . Yankelevich, m e da la pista m ás
clara del p o rq u é del éxito obtenido con m i iniciativa, ya que los so n i
dos de los anim ales aparecían p a ra estos n iñ o s — con la v arian te que
da el caso p o r caso, en tan to s otros— , co m o inofensivos co n respecto
a la voz em itid a p o r el o tro sem ejante.249
¿Por qué puede sentir la palabra del o tro com o terrorífica? Porque
adem ás de lo apuntado, suponem os que aparece com o pura sensación
terrorífica si lo hace p ara el n iñ o fu era del tiem po lógico preciso, fo r
m a n d o «gestalt» co n el m anipuleo, voz y co ntenido. Si estos elem en
tos aparecen disjuntos, p ro m u ev en terror.
Se p u ed e ded u cir que este proceso es algo «listo p a ra usar» p ara
q u e se co n stitu y a la p o sib ilid ad de e n tra d a al E stadio del espejo. Si
este p roceso de in te rn a liz a d o n de la «Gestalt» a p u n ta d a n o o cu rre,
es posible que sea tam b ién la causa p o r la cual m u ch o s autistas colo
cados frente al espejo an te su im agen reflejada se ap arten a terro riza
dos. P o rq u e la im agen reflejada les devuelve, en su realidad de p ree
m in en cia de lo Real, la im agen que el O tro tiene de ellos.
Si el n iñ o autista habla, tiene algo así com o u n a jerga o su lenguaje
se reduce a u n a eterna ecolalia250, hay u n inicio de representación. O tro
in d icio de q u e p u ed e h ab er algo de la rep resen tació n es el h echo de
que com ience a hacer garabatos, dejando de m arcar sobre la superficie
dada. Si b ien esto puede in d icar q u e hay marca de signo de goce, esta
es insuficiente p ara p ro d u c ir u n objeto de representación.
A ese respecto, el n iñ o autista que h a com enzado a realizar estos
g arab ato s no da cuenta de ello d iciendo, co m o el n eu ró tic o , «esto es
un pato», «el nene», etc.251
¿En qué existencia está cu an d o hace algún garabato?
Está — com o dije— en u n proceso que puede cam biar o no, según
el resultado exitoso de h aber in co rp o rad o u n signo de goce, pero que
252. A. A . S tra u ss y o tro s , Psicopatohgía y educación del niño con lesión cerebraljE u d e b a ,
B u e n o s A ires, 1977. T o m a d o d e la In v e stig a c ió n d e lo s a u to r e s e n l a U n iv e rs id a d
d e M ic h ig a n , E sta d o s U n id o s .
2 53. Y o a g re g a ría e l v isu a l.
2 54. La c u rsiv a es m ía .
ro n q u id o s, arrullo gorjeo, hipo, acciones todas fu ertem ente articula
das, para los autores que vengo citando, con las funciones de respira
ción, deglución. Para nosotros, psicoanalistas, ya se van insertando en
la génesis del «intercam bio» con el am biente. Sostienen que a p a rtir
de los cin co o seis m eses ya están las hab ilid ad es que el n iñ o usará
p ara h ablar, refiriéndose al balbuceo, al «juego vocal» p ro d u c ie n d o
elem entos fonéticos según su lengua.
Sin em b argo, n o hay u n a co rresp o n d en cia de estas acciones en
el tiem p o en que el psicoanálisis las p ro p o n e, ya que el com ienzo del
«Estadio del espejo» se inicia a los seis m eses del p rim e r añ o de vida.
Lo q ue m ás m e interesa destacar de la posición de estos autores
es q ue p a ra ellos el lenguaje h u m a n o se da co m o el resu ltan te de u n
nivel de desarrollo de tres aspectos aparentem ente desligados: a) p e r
cep ció n sen sorial, b) ac tiv id ad p ercep tiv a y c) len g u aje sim bólico.
Estos elem entos p ara ellos aparecen desligados. D esde el p sico
análisis, sabem os que es im posible establecer las diferencias en que se
d an los tiem pos de organizar el signo perceptivo — «Gestalt» co n sti
tu id a p o r lo visual-auditivo-sensorio a n te el contacto— , de que de la
m ism a, se organice u n signo, y se b o rre d icha huella p a ra pasar a ser
significante que n o m b re las cosas del m u n d o , p o r lo cual, lo desligado
— al com ienzo— vem os que se organiza en «Gestalt». P recisam ente,
estas so n las «marcas» que, p o r distintas causas, en el n iñ o autista, n o
son lo suficientem ente eficaces p ara que se p ro d u zca lo sim bólico en
lo que co in ciden los a u to re s255 con los cuales m i experiencia e h ip ó
tesis tien en m ayor acuerdo, a pesar de las diferencias en el tiem p o en
q u e se v an d an d o los procesos, al m enos n o hablan de lo innato.
M e parece o p o rtu n o destacar tam bién que lo que desde los a u to
res q u e an alicé se señ ala c o m o m u e s tra s p rim e ra s del p ro c e so de
desarrollo del lenguaje coincide con algunas de las señales necesarias
en los prim eros meses del bebé a tener en cuenta para sindicar luego si
ten em o s u n autista o no.
Si el b ebé «habla», es p o rq u e re-presenta. R epresenta al m u n d o
que lo rodea que fue n o m b rad o com o Ausessnwelt, p o r F reud, lo que
podem os llam ar «un catálogo de objetos, o m ejor de nom bres de obje
tos org an izados desde siem pre p o r las ciencias en sistem as»256. P ara
25 5 . E. C o r ia t y H . Y an k elev ich .
2 5 6 . E. L e m o in e -L u c c io n i, El sueño del cosmonauta, P a id ó s , B a rc e lo n a , 1982, p . 67.
llegar a designar las cosas p o r el n om bre, el bebé com ienza por el grito
h asta q ue éste se co n v ierta en llam ad o . P ara q u e esto suceda, debe
po nerse en juego to d o el circuito pulsional. Q u ien em pieza el juego,
co m o h em os dicho, es el otro.
A quí se juega entonces la representación, concepto que desde el
psicoanálisis tien e que ver c o n la co nstitución d e la estructura subje
tiva y sus tiem p o s lógicos. El sujeto es, en cu an to tal, cuando u n signi
ficante lo representa, lo representa p ara otro significante. En su form a
m ás reducida, lo que u n SI es a u n S2. M e ha parecido lo m ás claro para
indicar lo que ocurre con el sujeto, según el psicoanálisis, en este tiem po
en que p u ed e representar, p o rq u e p u ed e rep resen tarse él, co m o tal,
acu d ir a la fó rm u la m atem ática q u e p ro p o n e Lacan257 del «Par o rd e
nado». C o n fo rm e a ella, articulo la con stru cció n del sujeto tal com o
dice la d efin ic ió n recién e n u n c ia d a y p ro p o n g o p a ra SI la le tra a y
p ara 82 la letra b, colocando a los elem entos d e la m an era siguiente:
2 5 7 . J. L a c a n , S e m in a r io « D e u n O t r o a l o tr o » ( 1 9 6 8 -1 9 6 9 ) , fic h a d e la E s c u e la d e
P sic o a n á lis is S. F re u d d e R o s a rio . I n é d ito .
de discu rso » 258, c o n facilid ad p a ra p asa r de ese ca m p o de d iscu rso
débil a la psicosis.
A rm ad o lo inconsciente del sujeto com o significante p a ra o tro
significante, es q u e com ienza la posibilidad de la representación, ya
que el inconsciente es representante de la representación 2j9.
En el caso del autism o, según el caso por caso, los térm inos no están
o rd e n a d o s co m o p a ra q u e h ay a p o sib ilid ad d e re p resen ta r. P u ed e
h aber q u ed ad o suspendido el p roceso en algún p u n to del m ism o de
m anera tal que n o perm ite la articulación significante. «El significante
p ro d u cién d o se en el cam po del O tro hace surgir el sujeto de la signi
ficación. P ero sólo funciona co m o significante al reducir al sujeto en
curso a n o ser m ás que u n significante, al petrificarlo co n el m ism o
m o v im ien to que le requiere funcio n ar, a hablar, com o sujeto».260
4. T en d en cia, p u lsió n
2 5 8 . ]. L acan , Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit., p . 242.
2 5 9 . Op. cit, p . 2 23.
2 6 0 . O p. cit., p . 2 13.
2 6 1 . J. L a c a n , Los cuatro conceptos fundam entales del psicoanálisis, d e 1 9 6 4 , P a id ó s ,
B u e n o s A ires, 1987, p . 205.
Y nos recu erd a q ue tam b ién F reud habla de u n a superficie:
2 6 5 . C o m u n ic a c io n e s p e r s o n a le s e n clases d e S e m in a r io s d e lo s q u e f o rm é p a r te e n
el a ñ o 1985.
2 6 6 . A . A riel, Las psicosis, H o m o S a p ien s, R o s a rio , 1993, p . 97.
El cuerpo del autista n o está conform ado desde la configuración
de la falta que prom ueve el deseo del O tro, p o r lo cual n o hay «lam ini
lla» sino «casquete» esférico de registrar sensaciones y percepciones en
el p u ro real del cuerpo n euronal. Así aparecen com o «no viendo» ni
«escuchando» p o rque están fuera de la tem poralidad que se inaugura
en el tiem po de constituirse en el cam po del O tro , para lo cual, tienen
que haberse arriesgado a ir a buscar lo que les falta al cam po del O tro.
C onviene distinguir lo m ás claram ente posible, siguiendo tan to
a Freud com o a Lacan, lo que entendem os p o r pulsión y lo que e n ten
dem os p o r tendenría porque ello proporciona puntos clave en la clínica
del n iñ o autista, en tan to preten d em o s seguir los pasos que p u ed e ir
d an d o p ara salir de su «inm utable esfera».
R ecordem os lo que F reud entendía p o r «Drang» (presión). Sabe
mos que la presión no es la pulsión, es en estos conceptos en que Freud
m u estra articulaciones con la fisiología, la física y la energética267. En
cam bio, lo q ue el m ism o F reud y los desarrollos posteriores del psico
análisis en tien d en es que libido es una ficción, una convención.
El o tro señ alam ien to fu n d a m e n tal es q u e los té rm in o s co n c er
n ien tes a la p u lsió n — tal co m o los en u n c ia F reu d — «Drang»: p re
sió n , «Quelle»: fu e n te , «Objekt»: o b jeto , «Ziel» m : fin, sólo pueden
aparecer disjuntos,
P o r lo tan to , p ara que la organización pulsional funcione, deben
estar artic u la d o s de aquella m a n e ra q u e L acan llam ó « m ontaje»269.
En el autismo este montaje no se ha completado o tam bién podem os
deducir, según el caso p or caso, que el circuito pulsional, que el «tour»
de la pulsión, n o se h a com pletado, o h a q uedado «congelado» en un
tiem p o d o n d e sólo fu n c io n a en el té rm in o d e la presión, e n ten d id o
éste com o sim ple tendencia a la descarga.
Esto q u iere decir que h ay estím ulos, excitación, p ero sólo en la
condición de suplem ento de energía que form a parte de la «superficie»
n eu ro n al del SNC. En d eterm in ad as condiciones, la p resión, co n ce
b id a de esta m an era, pu ed e ser catectizada, P a ra ello, es necesaria la
acción del Otro, co m o h e m o s so sten id o en el p u n to «S obre lo q u e
en ten d em o s p o r estru ctu ra subjetiva desde el psicoanálisis».
27 0 . H ip ó te s is p r e s e n ta d a p a r a e x p lic a r lo s « se g u im ie n to s » q u e el a u tis ta h a c e d e lo s
o b je to s
271. Se u tiliz a el té r m in o e n a le m á n .
2 7 2 . J. L acan , op. c it, p . 185.
A rticu lad a sólo en té rm in o s de ten sió n , h ay acefalía del sujeto,
ya que p ara q u e se instituya en ta n to tal, el inconsciente debe in sta u
rarse, ju stam en te en los intervalos de la distrib u ció n de las cargas de
tensión catectizadas, investidas, p o r lo cual la función del o tro es con
dición necesaria.
Desde la dem ostración m atem ática, se trata del ro m b o que Lacan
coloca p ara señalar «el centro de to d a relación del inconsciente entre
la realid ad y el sujeto»273.
Según Lacan274, el «yo» del recién nacido, q u e F reu d llam ó «Real
Ich» está catectizado sin defensa p a ra los ascensos de la sexualidad.
Allí quedaría a veces estacionado, en m i opinión, el n iñ o autista, según
el caso p o r caso. Estacionamiento q u e le im p id e realizar lo que ta n to
Freud com o Lacan describieron com o una represión en la presión cons
tante para acceder a m antener el principio del placer, hacien d o la d is
tinción: placer-displacer. Justam ente, cu an d o el bebé logra esta o p e
ra to ria q u e F reu d llam a A u fm erkasam keit (posibilidad de atención),
logra el p rogreso del aparato m ental.
Pero puede ser que, al estar sin defensas convenientem ente estruc
turadas, p o r el tiem po p rim ordial de indefensión en el cual se encuen
tra, an te la acción de la sexualidad del o tro , no se instaure esta catexis
freudiana determ inante del progreso, que es n ad a m enos q u e la aten
ción. Justam ente, lo que el niño autista no hace: atender.
E n ese m u n d o del Yo real, to d o existe alre d ed o r del m ism o, n o
hay sujeto p o rq u e el m ism o, se inicia en el cam po del O tro , en tan to
cum plidos los tres tiem pos del circuito pulsional con su cierre corres
p o nd ien te.
Es la relación con este O tro lo que va a p erm itir el nacim iento de
la «laminilla», p ero p ara ello, el viviente pierde. Esto es lo que el autista
no hace, no pierde, no arriesga, no gana la vida simbólica.
5. A fecto en el a u tista
A p a r tir d e to d o lo ex p u e sto , fu n d a m e n ta lm e n te en el p u n to
a n te rio r — casi com o que fuera su co ro lario — , p u ed o decir q u^ las
2 7 7 . J. L a c a n , S e m in a r io «L a a n g u s tia » , v e rs ió n d e s g ra b a d a s in -re v is a r p o r el a u to r ,
E scu ela F re u d ia n a d e B u e n o s A ires, c irc u la c ió n in te r n a . I n é d ito .
2 7 8 . L a c u rs iv a es m ía .
2 7 9 . J. L a can , Los Escritos Técnicos de Freud, P a íd ó s, B a rc e lo n a , 19§i.
la m era resp u esta co n d u ctu al m ecánica de su cu erp o real; la capaci
d ad afectiva, co m o se co m p re n d e desde los p o stulados del psicoaná
lisis, le está vedada.
6. El juego
2 8 0 . H . S p e n c e r (1 8 2 0 -1 9 0 3 ) c ita d o p o r J. F e r r a te r M o r a e n el IV t o m o d e Diccionario
de Filosofía .E D A riel. S o c ie d a d A n ó n im a . B arcelo n a E sp añ a. 1994. y p o r B. Székely
e n el Diccionario Enciclopédico de la Psique. E d. C la rid a d . B u e n o s A ires, 1958.
28 1 . F. Q u e y ra t, Los juegos de los niños, D a n ie l Jo rro , M a d r id , 1926, p . 64 e n a d e la n te .
2 8 2 . E. C la p a re d e (1 8 7 3 -1 9 4 0 ), p s ic ó lo g o y p e d a g o g o s u iz o f u n d a d o r d e l I n s t it u t o J,
J. R o u s se a u . A u to r d e Psicología del niño y La educación funcional.
283. J. P ia g e t y o tr o s , l o s estadios en la Psicología del niño, N u e v a V isió n , B u e n o s A ires,
1984.
2 84. H . W a llo n , Del acto al pensamiento, P s iq u e , B u e n o s A ires, 1974.
2 8 5 . H . W a llo n , op. d i ., p . 111.
D esde el psicoanálisis» el juego e n tra a fo rm a r p a rte de la activi
d ad d e u n bebé cu an d o ya h a captado la presencia del o tro y la de él
m ism o com o tal. Es decir q u e el proceso de génesis d e la identifica
ció n p rim o rd ia l al <í> sim b ó lico está eficazm en te in sc rip to , lo cual
p o sib ilitará — com o se h a explicado en el p u n to «V er-m irada»— la
configuración de los objetos» «lugar en la estructuración subjetiva en el
cual se instala el sujeto cu an d o el bebé pu ed e desarrollar la actividad
de “h acer aparecer y desaparecer” el carretel»286.
El n iñ o a ú n n o puede d ar cuenta del significado identificatorio de
su ju ego p e ro este será el origen de lo que en ten d em o s co m o objeto
«a», causa de deseo ya que h a iniciado, «sin saberlo», con su repetición,
en la m e to n im ia q u e «será el p re lu d io de la m etáfo ra» 287. P asaje al
m u n d o sim bólico.
El n iñ o autista, según haya com enzado a tran sitar o n o el prim er
tiem p o del «Estadio del espejo», está antes del juego del Fort-Da.
E n el bebé q ue se está constituyendo a la m an era neurótica puede
h aber form as arcaicas del jugar com o u n a actividad destinada a captar
significantes para obtener u n a im agen del cuerpo propio a través de los
rasgos que va in co rp o ran d o d e «gestos» y form as del hacer del O tro.
O peración que se to rn a m ás eficaz cuando los gestos y form as le están
dirigidas especialm ente al bebé. Ejem plo de esto es la actividad com ún
de cu alq u ier m am á «jugando» con su bebé, em itie n d o sonidos, so n
risas, hablándole, tocándolo. C uando juega a «¿D ónde está m am á?» o
a «¡Qué lin d a m an ito que tengo yo!», y toda la variedad de juegos que
cada m am á in v enta p a ra su bebé.
Este jugar espontáneo de la m am á contribuye a ese apropiarse de
significantes p o r p arte del bebé, con lo cual va co n stru y en d o la im a
gen de sí q ue cu lm ina en el citado «Estadio del espejo».
El n iño autista n o to m a estos significantes del jugar posible de una
m am á p o rque la im agen de ella, com o recortada de él» n o h a sucedido,
Al n o p ro d u c irse el corte eficaz, q u e desde la to p o lo g ía h e p r o
p u esto co m o el disco que cae del cu erp o de la esfera, p o r acción del
O tro .
D e tal de m an era que queda separado d e ella c o m o otro .
2 8 8 . Q u e s e d e s a rr o lla r á n e n el p u n t o re la tiv o al O tr o .
2 8 9 . Y a s e h a n p la n te a d o e n e s te lib r o a lg u n a s d e las r a z o n e s p o r las c u a le s el a u tis ta
n o e s tá e n e l ju g a r y m u c h o m e n o s « im a g in a tiv a m e n te » .
2 9 0 . E n e l ca so « D a ia n a » se p r e s e n ta r á u n a c o n c lu s ió n al re sp e c to .
29 1 . L. D o n z is , op. cit ., p . 65.
2 9 2 . Se p r e s e n t a r á n f r a g m e n to s c lín ic o s al re s p e c to e n la p a r t e c o r r e s p o n d i e n t e a la
a c c ió n d e l O tr o .
7. Las fu n d o n e s y/o m o v im ien to s d el O tro
C uando trato el tem a del O tro, lo hago en los estrictos térm inos de
su conceptualización en psicoanálisis, sin que este O tro al cual m e refiero
sea la encam ación exacta de una m adre y/o u n padre de la realidad. Por
lo cual n o se trata de «tipificar» u n a m adre y/o padre que produzca autis-
tas u o tras situaciones patológicas en la p rim era infancia, sino que se
tra ta de señalar algunas situaciones de historias de vida que son m ás o
m enos propiciatorias de m alas o buenas circunstancias p ara la consti
tu ció n subjetiva de u n n iñ o en los p rim eros m eses de existencia.
De la experiencia clínica en el C entro de D ía «Lanfiranco Ciam pi»
o en la p ráctica priv ad a consignaré algunas situaciones q u e p u ed en
ser p ro p iciato rias o p recipitadoras d e situaciones q u e en sus p rim e
ros m eses de vida y a u n d u ra n te su concepción colocan al n iñ o en la
dificultad de e n tra r en la estructura subjetiva que concebim os p ara el
neu ró tico .
Ellas p u ed e n ser:
1. E n ferm edades graves de la m a d re d u ra n te el em barazo o en
los p rim ero s m eses de v ida del bebé y/o enferm edades de éste
ú ltim o q u e requieren internaciones sucesivas.294
2. D uelos im p o rtan tes en la m adre.
3. Situaciones m u y íntim as, ocultas con respecto a su vínculo con
el p ad re del n iñ o .
4. Situaciones inconscientes co n respecto a u n a negación vaci
lan te o explícita co n respecto al falo sim bólico. (<&).
5. Situaciones vitales de la pareja que involucran a la fam ilia con
respecto a cam bios im p o rtan tes en el h á b ita t295.
C o m o co n se cu en c ia d e to d o lo a p u n ta d o , p e ro fu n d a m e n ta l
m e n te p o r la h ipoacusia, la n iñ a tien e severos tra sto rn o s del h abla.
Fácil es d e d u c ir q u e fue tra ta d a p o r fam iliares co m o la « re tra
sada» y /o «tontita» y p o r profesionales co m o «autista.» A pesar q u e
la n iñ a trata b a d e hacerse en te n d e r p o r señas, n adie las in terp re tab a
com o intentos de comunicación, sino com o signos de «locura». El colm o
de esta historia es conocer el dato de q ue la hipoacusia recién se inves
tigó cuando la n iñ a contaba con siete años de edad. Su familia — pobre
eco n ó m icam en te y de in fo rm ació n — n o se dio cu en ta de que p o d ía
ser so rd a y n u estro s Servicios P úblicos d e A sistencia, siem pre a p re
m iad o s p o r la urgencia y sobrepasados p o r el n ú m e ro de pacientes,
tam p o co .
Lo m ás n otable y d e te rm in a n te es que ese «no darse cuenta» de
la familia m ostraba para nosotros, psicoanalistas, el lugar subjetivo que
Lina o cupaba en u n g rupo fam iliar envuelto en el duelo de la pérdida
de la m adre. F u n d am en talm en te, el padre, q uien p o n e en ella to d o s
los tem o res de m u erte in m in e n te ya vividos con respecto a su m ujer.
A b ru m ad o p o r la certeza de que, p o r la m ala fo rm a ció n del paladar
de Lina, podía m o rir ahogada — a pesar de que ya esta anom alía se había
corregido— , perm anecía vigilante de la niña. G uiado p o r sus certezas,
do rm ía con Lina cuidando que su respiración fuera la correcta.
302. P o r p r e s c r ip c ió n m é d ic a q u e n o s ie m p r e tie n e u n f u n d a m e n to c la ro y q u e ig n o r a
la im p o r ta n c ia d e la p re s e n c ia d e l o tr o p a r a la p o s ib ilid a d d e la c o n s titu c ió n d e la
e s tr u c tu r a su b je tiv a .
La n iñ a quedó presa de los terrores y duelos de este grupo familiar,
cercada p o r los m ism os m ucho tiem po, sin salida hacia los otros, hacia
el m u n d o circu ndante, a pesar de sus esfuerzos.
A dem ás, to d o s sus h erm a n o s le d o b lab an varias veces la edad y
co n stitu ía p a ra ellos m ás el resto m alformado viviente de la m u e rte de
la m ad re q u e u n a herm ana. Se preguntaban, abiertam ente, si el naci
m ien to de Lina n o había precipitado la m u e rte de la m adre.
N o p u ed o dejar de p o n e r en relieve el hech o d e que los prim eros
treinta y u n días de la existencia de Lina transcurrieron en una m áquina
— la in cu b ad o ra— sin co n tacto h u m an o alguno y que apenas sacada
de allí — a los cu atro días d e nacida— la so m eten a u n a intervención
q u irú rg ic a ...
C o m o dije al com ienzo, cada u n a de las lam entables circu n stan
cias de la existencia de Lina facilitaban su aislam iento y, c o n ello, la
p érd id a d e la o p o rtu n id a d única en sus tiem pos lógicos co n stitu y en
tes de establecer inscripciones fundantes.
Es im p o rta n te ta m b ién co n sig n ar q u e n o so tro s tu v im o s pocas
chances p a ra q u e u n tra ta m ie n to revirtiera m u c h o las cosas, ya que
la n iñ a fue derivada a n u estro C en tro en p len a adolescencia, después
de d ar vueltas p o r distintas instituciones p a ra «retrasados m entales».
N o o b stan te lo cual los logros de Lina nos llen aro n d e satisfacción303.
Si bien todas las circunstancias que escuetam ente enum eram os podían
haberla hecho au tista304, dejó de serlo p o r la intervención clínica que,
aunque tardía, fue oportuna y correcta. Ayudó el deseo de Lina que siem
pre quiso estar con los otros. N adie acudía a sus llam ados que, p o r a n o
m alías del ap a rato fo n ad o r, era n extraños y guturales, pero eran lla
m ados que n o so tro s sí tom am os como tales y ap ren d im o s a leer e
in terp retar. F ue notable co m o la expresión gráfica de Lina fue d an d o
cu en ta de la m an era en que vivenciaba su cu erp o ya q ue al com ienzo
de su trata m ien to se d ib u jab a sin boca.305
P o r su p u esto , ten em o s m u c h o m ás p a ra decir d e Lina, p e ro lo
consignado h asta aquí refuerza la hipótesis sostenida del papel fu n
dante e instituyente que juega en la organización del sujeto la función
306. M . I. M a la n o , P ro fe s o ra p a r a n i ñ o s E sp eciales y d e E x p re s ió n C o rp o ra l.
307. L os p a c ie n te s d e l S ervicio y su s fa m ilia s s o n re m itid o s a lo s S erv icio s A sisten ciales
d e las d is tin ta s C á te d ra s d e la F a c u lta d d e C ien c ia s M é d ic a s e n la q u e se e n c u e n tr a
el C e n tr o .
confundirse con u n ataque epiléptico. Freud, para referirse a la confu
sió n p o s ib le c o n ellos — en el en say o « D ostoyevski y el p a r r ic i
dio»308— n o s dice que el célebre escritor ru so , creía sufrir d e epilep
sia. Sin em bargo, F reud cree o tra cosa: «lo m ás pro b ab le es q u e esta
p re te n d id a epilepsia fu e ra ta n sólo u n s ín to m a de n eu ro sis, la cual
p o d ríam o s clasificar, en consecuencia, co m o histero-epilepsia; esto
es, co m o u n a h isteria grave».
A ctualm ente, en los efectores de salud públicos y au n en los p ri
vados, a este tip o de m anifestaciones suele n o dársele m u ch a im p o r
tan cia — salvo excepciones— p o r lo cual la in ten sid ad de la angustia
de los pacientes así tratados se acelera y au m en ta sus m anifestaciones
que los llen an de terror, p o rq u e creen tener algo terrible cuyo origen
n o se sabe. «Algo terrible de la cabeza», suelen decir, y q u e el m édico
n o les q u iere decir o n o se sa b e ...
El te m a es interesante, pero volviendo a lo que m e o cu p a en este
p u n to del libro, la función del otro primordial en estas m ujeres, debería
funcionar «marcando» y dando u n lugar al niño para que advenga sujeto.
E n los dos fragm entos presentados p odem os ver que, tratán d o se
tan to de u n a enferm edad orgánica com o de u n a enferm edad psíquica,
am bas o cu p a n a veces u n lugar ta n p ro m in e n te en la subjetividad de
quien las p o rta que no hay lugar alguno para que el niño p u ed a e n tra r
co m o o b jeto fálico de las m ism as. Esto p e rm itiría al hijo e n tra r a la
triangulación edípica im aginaria prim era, p ara poder así ser sujetado
a otros significantes, para que funcione lo que hem os llam ado «N om bre
del Padre». Espacio que tam bién hace posible que, una vez instalado, en
él advengan otros espacios, creados p or los «no» de la m adre, haciendo
co rte al goce. P ero en estos casos se trata de n iñ o s que «están afuera»
de los significantes del discurso m aterno, n o h an sido registrados, sólo
está el d o lo r que las aqueja y en él en c u en tran el goce que las colm a;
p o r lo que, desde m i posición, sus hijos son sindicados com o autístas.
Veam os ahora qué ocurre en aquellos niños que han sido portado
res de una enferm edad en los primeros meses de vida. 309
326. N o m b r e p o p u la r d e a s e n ta m ie n to d e v iv ie n d a s d e m a te r ia l p re c a rio e n lo s s u b u r
b io s d e g ra n d e s c iu d a d e s e n A rg e n tin a . \
la salvedad de que este repudio al hombre de parte de la m ujer (sea explí
cito o n o ) con características distintas, o bviam ente se da tam b ién en
clases sociales donde la pobreza n o form a parte de cotidianeidad alguna.
C o m o se dijo al com ienzo del tratam ien to de este tem a, tenem os
que rem itirnos n o a las personas sino a la estru ctu ra subjetiva, que en
este caso serían las cuestiones del significante m atern o y sus po sicio
nes con respecto al falo en ta n to significante.
U n a de las experiencias q u e m ás re p re se n ta n o q u e c o n sid e ra
m o s p a ra d ig m á tic a en el Servicio A sistencial del C e n tro de D ía lo
constituye el caso de una n iñ a a quien llam arem os Julieta. Sintetiza la
cu estió n de u n a posición de su m adre, en tan to m ujer, a quien, p o r
m o m en to s, en su actuar y e n sus decires, n o p o dem os sindicar com o
tal. Parece q u e a ú n n o se h a co nvertido en m u je r desde el p u n to de
vista subjetivo en tan to tiem p o s lógicos.
Julieta, su hija, es derivada a n u estro Servicio p o r la C áted ra de
N eurología, con el diagnóstico presuntivo b astante co m ú n — para los
q ue trabajam os en la Salud Pública— de «T rastorno G eneralizado del
D esarrollo» y el agregado de «conductas con características auristas»,
con el interrogante acerca de si n o se trataría de u n a «Psicosis infantil».
D u ran te u n tiem po quedam os, en la A dm isión del C entro, ancla
dos an te la perspectiva diferente de «Psiquiatras Infanto Juveniles» y
«N eurólogos» en cuanto a la m edicación. P o r o tra parte, la m ad re de
Julieta arb itra sobre la n iñ a según su parecer, indicaciones terap éu ti
cas, m edicación, concurrencia al Servicio, etc. Se hacen — a pesar de
nuestras intervenciones— según su ritm o de vida y opinión al respecto.
C o m o observam os que la niña, en el C entro, se encontraba m ás o
m enos cóm oda y aceptando algunas consignas (no obstante sus «incum
plim ientos), es ingresada a u n a serie de actividades en los Talleres del
C e n tro p a ra observar su desem peño. P o r esos tiem p o s co n tab a con
7 años de edad.
Según su a c o m o d a c ió n en los d istin to s Talleres, avanzó en, al
m enos, p o d er estar interesada y guardando en algunos una cierta p ru
dencia sin actos agresivos en las tareas grupales.
H ag o d e m o m e n to esta so m era d esc rip c ió n del q u e h a c e r de
Julieta según los Talleristas y sus Terapeutas Psiquiatra Infanto Juvenil
y P sicoanalista p ara co n tra sta r la diferencia en tre la n iñ a q u e «veía»
y n o s p re sen tab a su m am á y la que se p resen tab a a los dem ás.
Prim er inform e de su actuación en el «Programa espacios para ser
jugando», año 1998.
331. L ic e n c ia d a N . C a ló g e ro .
P ero la m u sico terap eu ta logra p ro d u cir: u n principio, u n ahora,
u n fin y u n hasta la próxim a.
La terapeuta consigna que, durante estos tres m om entos que logró
establecer, trajo siem pre las ram as y/o palitos, n o soltándolos en n in
gú n m o m en to , ten ien d o to d o el tiem p o en u n a m an o el in stru m en to
m usical y en la o tra el p alito y /o ra m ita en cu estió n , u tiliza n d o éste
ú ltim o co m o b a q u e ta p a ra p e rc u tir el in s tru m e n to . En el ú ltim o
m o m en to , ya dejaba la ram ita y/o palito, sólo trabajaba co n el in stru
m en to y luego se la llevaba. Luego se la olvidaba en la sala: «cortó con
lo de la ramita», con la v arian te de que, lo q u e se dejaba en la sala de
m úsica era una ram a central, po d ríam o s decir, a la q u e h abía despo
jado de todas las ramitas menores.
El trabajo terapéutico específico, desde los p ostulados del psico
análisis, fue acceder a la exigencia de com p añ ía en los Talleres hasta
ver si bien prendida podía des-prenderse, com o sucedió. Y en u n trabajo
de co n ten ción con la m ad re p ara que p u d iera sostener el tratam iento
de la n iñ a c o n asid u id a d en la asistencia e ir d e s e n tra ñ a n d o de sus
decires el lu gar de esta hija.
El paso de la conducta autista fue hacia ciertas características psi-
cóticas q u e la m e n ta b le m e n te fu e ro n e m p e o ra n d o a m e d id a q u e el
d iscurso de la m ad re p u so e n palabras historias de violencias y goces
de los q u e p o d em o s decir que, en la m ed id a en q u e ella las hablaba,
Julieta las actuaba, buscando siem pre unirse a u n O tro P rim ordial que
n u n c a la h abía registrado.
En el añ o 2000, debim os adjudicarle o tro terapeuta p orque el psi
coanalista Angel H echen *2 deja el Servicio.
En ese año la asistencia de Julieta fue m uy irregular. La terap eu ta333
q u e la to m a en tra ta m ie n to decide co m en z ar el tra b a jo sólo co n la
m ad re, con el p ro p ó sito n o sólo de lograr u n a m ay o r con ten ció n de
la m ism a, sino de sostener u n discurso q u e había com enzado a des
plegarse con todos los que le ponían un poco el oído. De allí que se haya
3 3 4 . Es d e n o r m a o f re c e r u n e s p a c io t e r a p é u tic o a lo s p a d r e s , s i b ie n t o d o s lo s o p e
r a n te s b r i n d a n s u e s c u c h a , y e x is te n d o s « T a lle re s p a r a p a d r e s » q u e s o n n a d a
m á s q u e p a r a e s c u c h a rlo s . L a m a m á d e J u lie ta s e h a b í a m o s tr a d o s ie m p r e r e a
c ia a s o s te n e r u n e n c u e n tr o c o n u n te r a p e u ta . S ó lo se h a b ía d e d ic a d o a la q u e ja
c o n s ta n te .
A h o ra co b ra «sentido» lo que Julieta, en la entrevillft d i
sión, rep etía m o n o co rd e : «Julieta n o ap ren d e, Julieta no a p f t s á f t i
La m ad re , p o r o tra p a rte , le sacó los p añ ales de día, a lo i CÍA60
años de edad y dice en la entrevista, cu an d o relata el hecho: « J u litti
n o en tendía. Julieta hace to d o m al. Ella n o se deja enseñar»,
A la p re g u n ta de la T erapeuta «¿Qué le gustaría enseñarle?» con
testa: «A hora nada. H u b o u n tie m p o q u e quise en señarle a leer y u
escribir».
H asta que m ás confiada en la terapeuta, en u n a sesión, puede p o
ner en palabras lo siguiente: «Julieta n o es u n a chica buscada, con Julieta
m e quedé em barazada, y al principio no quería saber nada. T om é unos
yuyos pero n o pasó nada». Insiste: «Julieta n o es u n a chica buscada, que
nosotros tuviéram os con am or, con cariño. V ino p o r accidente. P or eso
n o pongo em p eñ o en eso. Por culpa de él, vino Julieta, sino no tendría
que existir, él m e insistía para tener relaciones.»3^
El tra ta m ie n to de Julieta se desarrolla co n altibajos q u e h ab lan
de este disconform ism o de la m adre puesto en acto y en todo m om ento:
resistencia a las indicaciones de psiquiatras y neurólogos, ausencias
prolongadas al Servicio, etc.
La tera p eu ta se m u estra aso m b rad a ante la calm a y n atu ra lid a d
con que la m am á de Julieta cuenta que su hija hace u nos cuantos días
que n o com e. La razón de ello es que, com o o b tien en com ida de u n
co m ed o r p ú blico, ella n o va, p o rq u e Julieta se p o rta m a l H a y algu
nos p u n to s del re co rrid o h asta llegar al c o m e d o r q u e a Julieta la lle
n a n d e p a v o r. Se p u e d e c a m b ia r el re c o rrid o , le dice la te ra p e u ta .
Pero la m a d re se niega, ya que usa el n o ir co m o castigo p ara q u e Ju
lieta se corrija. D istintas m aneras de presentación de la especularidad
que las atrapa: «Yo a veces la odio y creo que ella m e odia a m í com o yo
la odio». «No p u e d o hacer n a d a p o rq u e m e está to d o el día encim a.»
«C on ella n o p u ed o hacer nada, p ero no p u ed o estar u n ra to sin ella,
n o la p u ed o dejar sola.»
Así se suceden situaciones de «errores», «olvidos», que incluyen hasta
a la m edicación, com o que u n a de las herm anas le da m ás pastillas de
las que debe to m a r, con lo cual estuvo com o so n ám b u la varios días.
335. N u n c a c o n v iv ió c o n el p a d r e d e Ju lieta, a c tu a lm e n te n o se tr a ta n . L as a y u d ó h a s ta
q u e Ju lieta c u m p lió tre s añ o s. La m a d r e d ic e q u e n o le d a b a la h ija, p o r q u e la m a n
d a b a a b u s c a r c o n u n s o b rin o . El p a d r e d ic e q u e él n o ib a p o r q u e c u a n d o lo h a c ía
d is c u tía n m u c h o , h a s ta q u e d e jó d e ir.
T odas las distintas situaciones concluyen en largos intervalos sin que
Julieta venga al Servicio del C e n tro de D ía.
C uando Julieta está en el Servicio ya n o quiere participar de ningún
Taller y sólo quiere estar ham acándose, sin parar, en el p arquecito del
C en tro .
Es llamativa su cara de gozo que acom paña a esta actividad incesante.
En la supervisión clínica yo apuesto a que su goce cuenta ya con un
cierto tinte claram ente sexual, pero no es el de u n a n iña m asturbándose.
Se m e ocurre, al observarla, que re-vive un goce sexual que no es m era
su stitu c ió n del m ism o , co m o sería en el ham acarse m a stu rb a to rio .
N os p ro p o n e m o s ir «cortándoselo» cuidadosam ente, sin angus
tiarla m u ch o , p ara que p u ed a ir pasando a otras actividades de las que
disfrutaba el a ñ o pasado. Si b ien Julieta h a dejado la infancia desde el
p u n to de vista cronológico, hay actividades program adas adecuadas a
su edad.
C u an d o estam os trabajando esta situación en el Equipo, recuerdo
q u e, en las p rim era s entrevistas, e n las de ad m isió n , la m a d re h ab ía
dicho que fue objeto de la violación reiterada de su propio padre. Situa
ción de violencia tal que, evidentem ente, co n trib u y ó a que en su es
tru c tu ra subjetiva el O n o hiciera de m etáfo ra eficaz en los agujeros
de Real y Sim bólico. H aciéndola tam balear.
Casi al m ism o tiem po, esta pobre m ujer, en sus quejas, puede decir
a la te ra p e u ta q u e o d ia a Ju lieta p o rq u e el p a d re ta m b ié n ab u sa b a
sexualniente de ella y la n iñ a se reía g o z a n d o ...
N o pued e entender el goce de la niña, que carente de lo sim bólico
vive la sexualidad ta l co m o se le presenta: b ru ta lm e n te gozosa. E ran
estas escenas d e goce in efab le sin d iq u e a lg u n o las que, p ro b a b le
m ente, vivía largam ente en el ir y venir de la ham aca que deseaba fuera
in term inable.
A fines del año 2002, debim os d ar intervención a la «D efensoría
de m enores» de los Tribunales de Familia de la Provincia, p orque pasa
das las horas de retiro de los niños del C entro de D ía la m am á de Julieta
n o volvió a buscarla: el h o ra rio es a las 17,30.
C uando nos preguntábam os que iba a ser de Julieta esa noche, que
clam aba p o r su m ad re336, ésta apareció siendo ya pasadas las 20 h.
3 3 6 . N o e x is te e n la c iu d a d d e R o s a r io u n lu g a r a d e c u a d o m ín i m a m e n te p a r a n iñ o s
a b a n d o n a d o s p o r su s p a d r e s y c o n c a ra c te rístic a s d ife re n te s , las m á s d e las veces
t e r m in a n e n P o lic ía d e M e n o re s .
P u d o decirle a la D ra. Baschera: «Me fui al río, quería m a ta rm e ...
p o rq u e ten g o m ied o de m atarla a ella»...
Seguram ente estos fragm entos de terrible historia de sexo, pobreza
y lo cu ra d an p ara m u ch o s análisis pero, en este m o m en to , es el ejem
plo m ás te rm in a n te y radical de desprecio al h o m b re de p arte de u n a
m u jer p u esto en el fru to . F ru to que osaba gozar — en su locura— de
lo ú n ico q u e m ás p ro h ib id o tien e la m u jer: gozar ab ie rta m e n te del
acto incestuoso.
El hijo, fru to q u e to d a m u je r ofrece com o o b ra de su m o m e n tá
n ea c o m p le tu d al p ad re, p a ra esta m a m á n o fue recib id o co m o tal.
F u era d e Ley, Julieta n o e n c o n tró al p a d re de su m ad re , sino al
terrib le go zad o r de la p rim itiv a h isto ria freudiana. N o se cum ple allí
n i el p ar o rd e n ad o q u e m arc a u n sujeto, ni falo Sim bólico que cu b ra
el agujero en tre Real y Sim bólico: O q u e ajuste am bos registros.
Al com ienzo del p resente tem a, consignam os algo sobre la c o m
pleja o p erato ria que u n a m u je r debe hacer p ara c u m p lir con su fu n
ción, es decir, cóm o hace el pasaje de operatorias subjetivas de lo fem e
n in o a la fu n ció n m aterna.
R ecordem os a qué podem os llam ar «lo fem enino» desde el psico
análisis. D esde F re u d a n u e stro s días, en las elab o racio n es so b re la
fem inidad, se escapan las elaboraciones generalizadoras, com o si a los
psicoanalistas nos cupiera a ú n la p re g u n ta ¿Qué quiere la m ujer?
En consecuencia, G érard P o m m ie r337 p ro p o n e o to rg ar u n esta
tu to d e excepción a lo fem enino.
Sin e n tra r en u n análisis exhaustivo de la cu estió n — q u e n o es
el tem a de este libro— , es necesario puntualizar, sin em bargo, algunas
situaciones que perm itan u n análisis de esta problem ática para indicar
las posiciones que u n a m ujer debe tom ar en la estructura subjetiva para,
desde lo fem enino, p o d er to m ar posesión de la m aternidad.
S ab em o s q u e n o h a y s ig n ific a n te de La m u jer p o r lo cu al, en
ta n to tal, com o significante, no existe. L o cual significa, h a b la n d o
d esd e el p u n to de vista de la e stru c tu ra sub jetiva y del sim b o lism o
— según la c a n — , que n o hay u n sím bolo que represente al sexo fem e
n ino. Ello se debe a que la m ujer n o tiene el m ism o m o d o de acceso a
la sim bolización del sexo q u e el ho m b re. T am p o co la m ism a fuente,
3 3 7 . G . P o m m ie r , La excepción fem enina. Ensayos sobre los impasses del goce, A lia n z a
E s tu d io , B u e n o s A ires, 1 986, p . 10. y 135
33 8 . J. L acan , S e m in a r io 3, p . 231.
pero es conveniente destacar que esta diferencia está dada p o r la c o n
d ició n de lo Im ag in a rio q u e p ro p o rc io n a u n a ausencia en la m u je r
siendo que, en la realidad, a ella n o le falta. Del lado m asculino sí existe
u n sím bolo m u y prevalente.
El proceso que se acaba de describir para am bos sexos es el resultado
de cóm o cada u n o transitó y culm inó el trayecto edípico. Es im portante
re co rd a r con respecto al trayecto del C om plejo de E dipo q u e hay u n
tram o del m ism o que es idéntico tanto para la m ujer como para el varón.
A su vez, esta identidad está determ inada, para am bos sexos según
la prevalencia que lo im aginario da a la fo r m a del falo. Prevalencia
tomada a su vez del hecho de que, justamente, el falo es el elemento central
de la tríada edipica para am bos sexos. E n consecuencia, p a ra am b o s
sexos se juega, p o r este tram o , el C om plejo de C astración.
La C astración, a su vez, gira alrededor del Padre, ya que el falo en
tan to sím bolo n o tiene correspondiente n i equivalente. P o r lo cual, lo
que hace la diferencia entre hom bre y m ujer, lo que hace que el final del
sendero edípico sea diferente p ara la m u je r c o n respecto al h o m b re,
es la disim etría significante.
Para el tem a q ue nos ocupa, esta diferencia es fundam ental, nece
saria p ara la vida m ism a p o rq u e la necesaria amencia significante en la
m u jer hará que, en ese lugar fallante (im aginario, p ero preciso), el hijo
responda a la D em anda del am or materno.
Es así co m o ejerce la m u jer la función de lo m atern o co m o resul
tado. Es decir que debe h aber u n lugar preciso de ausencia im aginaria
del falo que es ocupado p o r el hijo, éste debe ser objeto de la D em anda
de am o r y el hijo dem andado dispuesto a la respuesta a dicha dem anda,
se identifica al falo faltante.
P ara p o d e r lograr su ser, el n iñ o sólo tien e ese cam ino de id en ti
ficación al falo.
Según P om m ier, la m adre no puede ser privada del falo sin que el
n iñ o desaparezca, p o r lo cual supone que el n iñ o n o puede percibir la
falta, la ausencia de p en e sin te m e r m o r ir 339, p o rq u e c u a n d o el n iñ o
percibe la falta, deja un agujero en su lugar que n o tiene ninguna corres
p o n d en cia a n ad a del o rd e n del saber, a n o ser u n a figura de m uerte.
P o r eso — m e parece— que en la clínica que nos ocupa la dem anda
d e a m o r h a s id o ta n escasa, a u s e n te o in e fic a z , q u e h a q u e d a d o
198
Capítulo IV
A modo de conclusión
34 3 . Sí se d e s e a c o n s u lta r la h is to r ia d e e s te c o n c e p to to p o ló g ic o , se p u e d e c o n s u lta r,
d e E. R o u d m e s c o y M . P ió n , e l Diccionario de Psicoanálisis, P a id ó s, B u e n o s A ires,
1998, p . 747; y d e D . E vans, el Diccionario de introducción al Psicoanálisis Lacaniano,
P a id ó s , B u e n o s A ires, 1997.
D el m ism o m o d o , q u e c u a n d o Lacan p re se n ta b a sus n u d o s ya
creaba su uso analítico.
S abem os q u e el n u d o b o rro m e o re p re se n ta la e s tru c tu ra m ás
elem ental del arm ado n eurótico y com o estam os considerando el a u
tism o , d eb em o s p en sa r u n tie m p o lógico u b icad o antes del posible
arm a d o de d icho n u d o .344
Antes del arm ado del n u d o borrom eo, dem ostración de la estruc
tu ra del sujeto neurótico, tenem os dos elem entos. El bebé h u m an o , en
ta n to cu erp o , y el lenguaje q u e lo rodea.
C u ando Lacan nos enseña la construcción del n u d o con la pro p ie
d ad bo rro m eica, lo hace em pleando la recta al infinito, p o r sus c o n o
cim ien to s de la g eom etría de G. D esargues.345
!
c u a n d o hab lam os del goce. P o r ejem plo, p o d em o s decir que el goce
en la psicosis es infinito.
M e p are c e im p o rta n te d estac ar ta m b ié n q u e, en el S em in ario
citad o 34®, Lacan aclara que: «sólo el n u d o es el so p o rte concebible de
u n a relación en tre cualquier cosa y cualqu ier cosa, que el n u d o , si es
abstracto p o r u n lado, debe ser pensado y concebido com o concreto».
Entonces, puede decirse que, tal com o lo indica su creador, es m ediante
el arm ad o posible del n u d o que desde el psicoanálisis p o d em o s p la n
tear de m an era consistente la in tro d u cció n de lo que llam am os signi
ficante haciendo m arca en el cuerpo libidinizado del sujeto. Las varia
bles del n u d o son la única m anera de «m ostrar» que estas operaciones
ocurren. De lo contrario, cuando las tenem os en la clínica, lo que pode
m o s descifrar de ellas son sólo sus efectos. Ya que, valiéndom e nueva
m en te del S em inario citado, la posible «consonancia en tre c u e rp o y
lenguaje» — que son polos distintos— se realiza m ed ian te lo Real, lo
que perm ite el acuerdo entre am bos polos. C onsiderando que el posi
ble acuerdo p rim ero se da en tan to el sujeto a constituirse, p u ed e p re
guntarse qué p u ed e esperar de u n otro.
Esto tiene que ver tam bién con los distintos m odos en que lo Real
y el cu erp o se p re sen tan en dichas presentaciones, está p articip an d o
siem p re la lib id o y o c u p a en el n u d o b o rro m e o el lugar del agujero
en ta n to tam b ién pertenece a lo Real.
C u an d o en el n u d o Lacan ubica el G oce del O tro b arrad o (J A),
afirm a que se trata del goce, que n o debe confundirse com o si fuera el
goce del O tr o 349, sino que al O tro , en ta n to S im bólico, n a d a le es
opuesto, es p o r ello q ue coloca a la gran A m ayúscula barrada e indica
de esta m an era que n o hay u n goce del O tro del O tro. «Desde en to n
ces, lo q u e re su lta de ello es q u e sólo re sta lo q u e se p ro d u c e en el
cam p o , en el cam po de puesta en el plano del círculo de lo Sim bólico
con el círculo de lo Im aginario que es el sentido, y que p o r o tra p arte,
lo que aq u í está indicado, figurado, es la relación de lo Sim bólico con
lo Real en tan to que de ella sale el goce llam ado del falo.»350 En esta oca
sió n , Lacan explica que este goce fálico n o tien e que ver co n el goce
p en ian o sino que es lo que adviene del goce del cu erp o en tan to im a
ginario, del goce del doble de la im agen especular. Es en ese p u n to de
Plano Proyectivo