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A partir de allí se desato una crisis que ni las mentes más pesimistas podrían
haber sospechado. La economía colombiana se contrajo en un 4,3% en 1999 y ni
las empresas ni los hogares tuvieron ya como cumplir con sus obligaciones
financieras. Se perdió la confianza de los agentes económicos, especialmente de
los inversionistas, lo que genero que las tasas de cambio y de interés, aumentaran
drásticamente.
Todo ello desemboco en que tanto el gasto, en todos los niveles, como la
economía en su conjunto se contrajeran llevando al país a la recesión. Para 1999
el consumo de los hogares disminuyó en un 3% y la inversión privada cayó un
56,5%. Famoso se hizo el Ministro de Hacienda Rudolf Hommes durante el
mandato de César Gaviria, con su frase: “¡Hay que apretarnos el cinturón!”,
vaticinando así la escandalosa crisis económica que vendría sobre el país.
Durante estos años se presentó una notable expansión del sector de bienes
transables, aquellos que se pueden comercializar en el exterior, en comparación
con los no transables, aquellos que por los costos de transporte o por las políticas
de proteccionismo comercial no se pueden comerciar en el exterior. Éste
comportamiento económico, opuesto al que se observó durante la década anterior,
marcó ésta etapa de crecimiento económico.
Para contrarrestar esta situación, la demanda por empleo debe activarse con
el crecimiento de sectores intensivos en mano de obra al mismo tiempo se debe
adoptar una disciplina macroeconómica que impida la revaluación del peso y que
el sector minero se torne en una maldición para el resto de la economía. Tiene que
establecerse una reforma tributaria estructural que aumente el recaudo, disminuya
las contribuciones parafiscales, y elimine el impuesto a las transacciones
financieras que hace informal la economía e impide su bancarización.