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COLOMBIA: ¿AL FILO DE LA OPORTUNIDAD?

Por: Patricia Rey Gaona


Estudiante de Contaduría Pública

Hace ya dieciséis años la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo entregó


al entonces saliente presidente de la República de Colombia, César Gaviria
Trujillo, y a su sucesor Ernesto Samper Pizano, una serie de recomendaciones
para enfrentar a los retos del siglo XXI, en un documento titulado: "Colombia: al filo
de la oportunidad". He decidido parodiar el título de dicho documento para
presentar la problemática económica que afronta el país y esbozar así el
panorama que se avecina si no se efectúan cambios inmediatos en nuestras
políticas económicas.

Si bien el objetivo de dicha misión no era tocar asuntos económicos (¡como


si eso fuera posible!), al hablar del desarrollo científico, educativo y social, se deja
entrever su posición optimista respecto a algunas políticas económicas
nacionales. Esto es evidente al observar el compromiso que hace el presidente
Samper en el prologo de dicho libro, del cual proviene este aparte:

“Pretendemos elevar el promedio de escolaridad de los colombianos en


cuanto a la Educación Básica, especialmente la secundaria, por medio de
incrementos sustanciales en el gasto público. Incrementaremos en forma
sistemática la calidad de la educación básica, con la ampliación gradual de la
jornada real escolar, el mejoramiento progresivo de las condiciones
salariales de los docentes y la dotación de mayores recursos a los
centros educativos del país.” (MCED, 1994)

He subrayado lo que a mi parecer es el boceto de una agenda económica en


la cual se proyecta realizar inversión, específicamente hablando de aumentar la
capacidad de producción mediante la inversión en ciencia y educación, buscando
alcanzar crecimiento y desarrollo económico.

Sin embargo, el abrir los ojos a la historia económica de nuestro país a lo


largo de estos dieciséis años (1994-2010), permite observar los ciclos que ha
atravesado la misma, así como admite contemplar el manejo que se ha dado a las
políticas económicas en nuestro país.

Es un hecho, ampliamente documentado por diversos autores, que nuestro


país en el periodo comprendido entre 1999 y 2002, afrontó una terrible crisis
debido a la contracción de la economía del país que llevo a la desaceleración del
crecimiento económico y a la postre condujo a la recesión.

Este proceso crítico se origino años antes, aproximadamente desde 1992,


dado que el país comenzó a consumir y gastar más de lo que tenía. Eso quiere
decir que como no había suficiente dinero comenzó a crecer desmesuradamente
el endeudamiento tanto del sector público como del privado, hasta los hogares
habían caído en una espiral descendente donde los niveles de ahorro se habían
extinguido casi completamente y el gasto cada vez se hacía mayor. Es así como la
deuda pública de nuestro país aumento hasta representar un 58% del PIB en solo
8 años.

Algunas políticas, especialmente la famosa apertura económica que auspició


César Gaviria Trujillo, contribuyeron a un mayor debilitamiento de nuestra ya frágil
e indefensa economía. Si bien la idea de introducir un elemento de competitividad
extranjera, pretendía que la calidad de los productos internos y la innovación
aumentaran, mientras que los costos tendrían que bajar beneficiando a los
consumidores, la inadecuada aplicación de ésta política neoliberal condujo a
muchas empresas, incluso sectores enteros de producción, a la quiebra al no
poder sobrevivir la competencia por el desajuste de la balanza comercial,
arrastrando incluso a muchos consumidores a la pérdida de su poder de compra.

Debido a esto la gran cantidad de importaciones no se financió, como se


habría imaginado, con mayores importaciones sino con créditos e inversiones
extranjeras, situación que era imposible sostener durante mucho tiempo.
Otro factor que también influyó en hacer desmesurado el gasto y el consumo
en nuestro país, pero que se debe señalar en voz baja, fue la presencia de dineros
provenientes del narcotráfico. La opulencia en que vivían los “capos” y quienes
formaban parte de sus organizaciones, contagió rápidamente la mentalidad de un
amplio número de personas, que sin pertenecer a esos círculos delictivos, no
tenían los recursos suficientes para sostener su estilo de vida recurriendo a
créditos para ello.

Al haber mucho dinero en circulación, el aumento sostenido del nivel de los


precios de los bienes y servicios se disparó, especialmente en las zonas de mayor
influencia del narcotráfico, mientras que el poder adquisitivo no aumento en forma
proporcional.

Estas situaciones unidas a la caída de otras economías íntimamente ligadas


a la colombiana, ocasionó el cierre casi absoluto de los mercados internacionales
para nuestro país. Ante la imposibilidad de continuar accediendo al mercado
internacional, los capitales extranjeros se desbandaron en su “huída” de la crisis,
lo que forzó a la economía a ajustar el gasto de manera automática y salvaje a
partir del primer trimestre de 1998 cuando la cuenta corriente de la balanza de
pagos, que venía arrojando déficit crecientes desde 1993, llegó a su desequilibrio
máximo, cercano a ocho puntos del PIB.

A partir de allí se desato una crisis que ni las mentes más pesimistas podrían
haber sospechado. La economía colombiana se contrajo en un 4,3% en 1999 y ni
las empresas ni los hogares tuvieron ya como cumplir con sus obligaciones
financieras. Se perdió la confianza de los agentes económicos, especialmente de
los inversionistas, lo que genero que las tasas de cambio y de interés, aumentaran
drásticamente.

El aumento en la tasa de interés no solo afecto al gobierno y a la industria,


sino que también hizo de las suyas en los hogares. Los precios de la finca raíz
cayeron de forma abrupta disminuyendo así el patrimonio de los entes económicos
acentuando el debilitamiento del sistema financiero. La crisis no se hizo esperar y
por eso grandes entidades financieras, entre ellas Granahorrar (la de los
caballitos), tuvieron fracasos rotundos con perdidas billonarias.

Todo ello desemboco en que tanto el gasto, en todos los niveles, como la
economía en su conjunto se contrajeran llevando al país a la recesión. Para 1999
el consumo de los hogares disminuyó en un 3% y la inversión privada cayó un
56,5%. Famoso se hizo el Ministro de Hacienda Rudolf Hommes durante el
mandato de César Gaviria, con su frase: “¡Hay que apretarnos el cinturón!”,
vaticinando así la escandalosa crisis económica que vendría sobre el país.

Es de anotar que el descenso y la posterior crisis recesiva no se dieron con


posterioridad a un periodo de expansión dentro de un ciclo económico típico, sino
que se presentaron porque el gasto estaba sustentado en un endeudamiento
creciente, como ya lo he comentado.

A finales del año 2002, comenzando a fungir como Ministro de Hacienda


nuestro actual presidente, los aumentos de precios de la gran mayoría de bienes y
servicios se moderaron y la competitividad de la producción nacional mejoró. Con
la menor inflación, las tasas de interés cayeron y la confianza del público en la
economía aumentó propiciando así un aumento del consumo de los hogares, de la
inversión privada y de las exportaciones, conduciendo al inició de la reactivación
económica.

La menor inflación redujo el costo de los créditos atados al IPC o a la UVR.


Ambos efectos aliviaron a los deudores tanto corporativos como personas
naturales. Pero la recuperación definitiva solo se podría alcanzar en la medida en
la cual se aumentara de manera significativa la inversión, se elevara el ahorro
interno y se contara con flujos de capital positivos hacia Colombia originados en la
repatriación de los capitales de los colombianos y en la inversión extranjera.
Entre 2003 y 2007 se presenta una etapa de recuperación económica debida
a algunas condiciones económicas: el rápido aumento en la demanda interna y
moderado aumento de la demanda externa, la agresiva reforma laboral que al
recortar las horas extras dominicales y nocturnas contribuyó a reanimar el empleo
en el sector comercial, y la concesión de incentivos a la inversión consistente en
un 30% de descuento de la inversión ejecutada en el impuesto a la renta.

Durante estos años se presentó una notable expansión del sector de bienes
transables, aquellos que se pueden comercializar en el exterior, en comparación
con los no transables, aquellos que por los costos de transporte o por las políticas
de proteccionismo comercial no se pueden comerciar en el exterior. Éste
comportamiento económico, opuesto al que se observó durante la década anterior,
marcó ésta etapa de crecimiento económico.

Con el veloz crecimiento del PIB, la revaluación de la moneda nacional y el


mayor endeudamiento interno respecto al externo, la situación de la deuda externa
se alivio considerablemente hasta llegar a un punto bastante estable haciendo ver
un futuro bastante promisorio. La deuda externa como porcentaje del PIB bajo de
35% en 1998 a 21% en 2008 de acuerdo con los reportes del Ministerio de
Hacienda.

Sin embargo, esa etapa de desarrollo económico pronto se vio ensombrecida


por una crisis a nivel global que se inició en el 2008 con el descenso de la
economía de los EEUU. La bolsa de valores de New York cayó bruscamente a la
vez que gigantes del sector financiero e inmobiliario, como el banco Lehman
Brothers o la aseguradora AIG, cayeron a la bancarrota. El valor del dólar estaba
anormalmente bajo y la “burbuja inmobiliaria” explotó repitiendo el fenómeno que
se había presenciado en Colombia hacia 1999.

De la mano de los Estados Unidos, o más bien encadenados a ellos, otros


países vieron como sus economías comenzaron a contraerse: Japón, Australia,
Nueva Zelanda, Argentina, México y otro gran número de países incluyendo
muchas de las naciones europeas. Algunas de ellas llegaron a colapsar como es
el caso de Argentina y Grecia.

Colombia ha sentido los efectos de esa crisis pero el gobierno es optimista.


En un brochure preparado por el Ministerio de Hacienda se pueden ver las
halagüeñas expectativas que tiene respecto a la forma en que la economía
colombiana puede enfrentar la crisis mundial. Aún los directores ejecutivos del
Fondo Monetario Internacional elogiaron, en una de sus notas de información al
público del año pasado, a las autoridades colombianas por la aplicación de
políticas macroeconómicas adecuadas y por la amplia gama de reformas
estructurales, que han contribuido a acelerar el crecimiento y reducir las
vulnerabilidades del país frente a la crisis.

La recuperación del 2003 al 2007 contribuyó al aumento del empleo


moderno, pero sesgado a favor del trabajo más calificado, por lo que al mismo
tiempo aumento el trabajo en el sector informal. La mayor competencia entre
empresas, el desarrollo en expansión de una economía minera, y políticas
públicas que incentivan el uso de la maquinaria, al tiempo que recargan las
nóminas de nuevas contribuciones, han propiciado el menor uso del trabajo en la
producción y en los servicios que han crecido más que la manufactura.

Las estadísticas que presenta el gobierno en cuanto a la reducción del


desempleo posiblemente no sean tan ideales como las puede presentar. Es así
como para el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas los
vendedores ambulantes y los “profesionales del semáforo” figuran como
empleados junto con miles de personas que tienen empleos parciales, sin la
adecuada retribución económica y sin seguridad social.

De acuerdo con el DANE la tasa de desempleo, es decir la relación


porcentual entre el número de personas desocupadas y la población
económicamente activa, en el trimestre de abril a junio de 2010 es del 12%. En
otro boletín presenta que en el país hay cerca de 13’000.000 personas inactivas,
es decir que estando en edad de trabajar “deciden no participar” en la producción
de bienes y servicios de la economía.

Tomando en cuenta el número de desempleados al mes de junio de 2010


que esta alrededor de los 2’520.000 personas, la cantidad de individuos en
condiciones de subempleo que ronda los 9’750.000 y los 13’000.000 de
colombianos inactivos, se tiene que casi 25’000.000 de colombianos no tiene un
empleo formal, es decir ¡más del 55% de la población del país!

De otra parte, al comparar el salario mínimo encontramos que este año se ha


alcanzado la tasa de aumento más baja de los últimos 26 años. Entre 1985 y 1997
el promedio de la tasa se encontraba por encima del 23% de aumento anual,
mientras que la misma ha disminuido desde el 18.5% en 1998 hasta el 3.64% en
el 2010, haciendo que el empleo formal sea cada vez menos llamativo.

Para contrarrestar esta situación, la demanda por empleo debe activarse con
el crecimiento de sectores intensivos en mano de obra al mismo tiempo se debe
adoptar una disciplina macroeconómica que impida la revaluación del peso y que
el sector minero se torne en una maldición para el resto de la economía. Tiene que
establecerse una reforma tributaria estructural que aumente el recaudo, disminuya
las contribuciones parafiscales, y elimine el impuesto a las transacciones
financieras que hace informal la economía e impide su bancarización.

Para no extenderme más, considero que es necesario señalar, para que


Colombia esté al filo de la oportunidad, algunos puntos en materia económica que
debe abordar el nuevo gobierno. Entre los aspectos más sobresalientes están el
aumento en la productividad del país y la renta nacional, un mayor ajuste del gasto
nacional, el alcance de tasas de cambio más adecuadas frente a la moneda
extranjera y, lógicamente, la generación de empleo y más mano de obra calificada.

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