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Sobre el valor de lo exótico

Presentado por Rafael Ardila Rodríguez

La crítica literaria en la FUAC emite un brillo, tenue para algunos, que trata de
ser proyectado al exterior mediante las publicaciones de la revista Sinestesia. No
vengo aquí a minusvalorar el trabajo que hacen los chicos de sinestesia por dar
a conocer la voz literaria de la universidad; aprecio la labor que desea cumplir la
revista, y ello es independiente de que esté cumpliendo total o parcialmente con
sus objetivos propuestos. Mi deseo en este apartado se reduce a presentar un
aspecto que el estudiante que participe en Sinestesia y quien será futuro literato
de la FUAC debería tratar con atención: lo exótico.

Lo exótico hace referencia, según como lo plantea Baldomero Sanín Cano, a


todas nociones de lo literario que vienen del extranjero. Hay quienes ven en lo
extranjero una amenaza que puede destruir modos de vida. No es irracional tal
miedo, claro que no; una nación puede destruir a otra, solo hay que tomar un
libro de historia para recordarlo, pero, en cuanto a nuestra materia, lo literario,
no hay peligro de muerte. Sin embargo, ese miedo tiene la facultad de cortarle
las piernas al futuro crítico, o más que cortarle las piernas, a velarle parcial o
totalmente su campo de visión. Antes de continuar deseo integrar dentro del
concepto de lo exótico que presenta Sanín Cano, a todas aquellas fuentes de
conocimiento que no necesariamente se encuentran en el extranjero. Lo exótico
puede integrar también a las fuentes de conocimiento en las que, por una u otra
razón, el estudiante, futuro crítico, no accede. Universidades, instituciones y
colegas puedes ser eludidos, ya sea por prejuicios o ya sea por un sentido de
pertenecía muy arraigado hacia la universidad o puesto de investigación. Las
causas por las cuales un profesional puede evitar entrar en contacto con esas
fuentes de conocimiento pueden ser varias, mas lo importante aquí no son las
causas, sino las consecuencias que implica el restringirse el acceso a nuevos
conocimientos. El crítico ideal que debe formar la FUAC es aquel que también
asume el compromiso de entrar en diálogo con colegas de otras instituciones. Lo
“exótico” debe verse como una fuente de creación y renovación de ideas que no
debe ser ni ignorada ni desaprovechada.
No puedo decir a ciencia cierta cuál es la conducta de los críticos literarios
colombianos, si son parcos o receptivos con las influencias literarias del exterior.
Críticos y estudiantes hay de todos los colores: los hay nacionalistas,
regionalistas, indigenistas y hasta antiimperialistas, y otros más sensatos que no
ven en lo extranjero un enemigo, sino una oportunidad de enriquecimiento. Pese
a que no se puede ver a simple vista el nivel de prejuicios que pueda haber,
siempre es útil recordar y recordarle a los demás lo que no es muy conveniente
hacer.

El miedo del que hablé antes es en esencia a que las cosas cambien, a que el
statu quo se pierda. Mientras todo permanezca en su sitio y nada cambie en lo
más mínimo, reinará la tranquilidad, o eso es lo que piensa quien tiene miedo al
cambio. El temeroso hace lo posible por no exponerse a la fuente que motiva el
miedo, forma alrededor de sí un caparazón, se aísla o ataca a lo que considera
una amenaza. ¿Cuál sería la razón sensata mediante la cual un escritor
colombiano se prive de imitar el estilo narrativo de tinte autobiográfico de W. G
Sebald? No hay razones plausibles para seguir repitiendo hasta la saciedad los
modelos narrativos regionales con la excusa de que, si no se hace, se deja de
ser menos colombiano. Pero ¿hay alguien que lo exija? ¡Válgame Dios! No me
gustaría conocer al literato que exige de los escritores que se conserve, mediante
la imitación de los clásicos colombianos, la colombianidad ¿Y qué entenderán
por colombianidad? Supongo que lo 100 por ciento colombiano.
Lamentablemente, para quien piense así, el 100 por ciento colombiano es una
simple utopía. Como los seres humanos, una nación y su pueblo no permanecen
estáticos en el tiempo, y conforme a lo que nos concierne en este apartado, se
ha de señalar que nuestra nación entra constantemente en contacto con el resto
del mundo; es imposible huir de ello, huir de las continuas influencias que
recibimos ¿Y por qué lo deberíamos hacer sí es nutritivo? Le deseo buena suerte
a aquel que construya un muro que nos aísle de las influencias. ¿Muro? Cúpula,
más bien. Siempre he dicho que es bueno recordarle las cosas a los demás,
puesto que ellos nos devolverán el favor, o eso es lo que se esperaría.

¿pero existe algo como el sabor colombiano? Bueno, existe. Sí naciste en


Colombia e interactúas con la sociedad que te vio nacer, así no lo quieras,
tendrás características propias de esa sociedad. Cuando decidas escribir una
obra, esa esencia que te hace único (y también parte de una sociedad en
específico), se verá transcrita, visible o no tan visible en lo que escribas: esa obra
termina siendo parte del testimonio de una cultura, la cultura que te vio nacer
¿100 por ciento colombiana? Claro que no, porque no solo te ves afectado por
una cultura, que puede ser la principal, sino que también te encontrarás con otras
culturas, que puedes ignorar o conocer; esto último siempre es lo recomendable.
Algunas veces un escritor se puede ver obligado a potenciar ese sabor
colombiano, tal vez presión social o simplemente por un propósito propio. ¿Qué
sale de ese intento de potenciación? Una obra que parodia lo que originalmente
quería representar. Me imagino a un payaso excesivamente maquillado o a un
Londres en donde todos toman té con galletitas en la tarde, cuando debo
vislumbrar una obra que cae en la parodia.

Futuro literato, oponte a construir alrededor de ti barreras de reclusión, no te


prives de la oportunidad de conformarte como sujeto integro por medio de la
intersubjetividad, aquella dinámica en donde el diálogo con otros puntos de vista
u otras subjetividades, que pueden diferir, cómo no, con tus puntos de vista,
puede enriquecerte y, sobre todo, rejuvenecerte. Enriquecerte porque no solo
dependerás de lo que te enseña la academia para ejercer tu oficio, sino que
también contarás con la oportunidad de adquirir conocimientos, que vienen de
otras fuentes, y además te renovarás porque por medio de la interacción con
otros, si te lo permites, podrás tener el espacio para poner a prueba tus ideas;
las llenarás de mayor vigor o las abandonarás a su suerte, sí ya no te son útiles.
El buen literato es, pues, aquel que posea un espíritu aventurero que se deje
seducir por lo exótico, por lo que en apariencia no es familiar.

Comprende, estudiante, que no hay obra libre de la influencia de otras tierras


distintas a la que te vio nacer. Nuestra bien amada Cien Años de Soledad no
guarda solamente la esencia que fue y sigue siendo Colombia, no, también en
ella, oculta para el ojo poco avieso, se encuentran otras esencias como Comala,
la Comala imaginada por el escritor mexicano Juan Rulfo en su novela Pedro
Paramo, obra que amo por encima de la obra cumbre de Gabo; y por supuesto,
el amarla no me hace menos colombiano. El patriota aguerrido no estaría en
capacidad de encontrar una obra libre de extranjerismos, mucho menos hoy, en
la era de la comunicación. El “escritor” que afirmase que puede concebir una
obra libre de toda influencia de naciones distintas a la suya, solo podría recurrir
a los estereotipos para tratar de cumplir tal propósito; su producto terminaría
siendo una grotesca parodia; de nuevo recuérdese el ejemplo del té con
galletitas.

Finalmente, quiero resaltar una función que no debería ignorar ningún futuro
literato. Lo exótico que se aproxime a las letras colombianas debe ser
identificado; lo que ha permeado en nuestra literatura debe ser identificado y
expuesto. Esta tarea no es fácil, y cuando se ejecuta no han de buscarse
resultados 100 por ciento precisos. Dudo que se pueda hacer la radiografía
completa de una obra, en el sentido de identificar todas sus influencias; muchas
simplemente escaparán a nuestra vista, sencillamente porque los tópicos, las
ideas o las dudas que se tratan en toda la literatura no son propias de una sola
o algunas naciones, sino de toda la humanidad. A la par, cuando se buscan esas
influencias, también se encuentran puentes, los cuales nos hacen notar que la
literatura es algo universal. Un buen ejemplo de esto lo encuentro en la novela
de W. G Sebald, Austerlitz. En esta se narra la historia de un hombre al que se
le despojó de su historia, de su idioma y hasta de su nombre. La segunda guerra
mundial lo apartó de sus padres a los 4 años; fue acogido por una pareja inglesa
que le brindó educación y un nuevo nombre, mas, aun así, se sentía solo y vacío.
¿Acaso esta no es una historia que los hombres del pasado han vivido, que los
del presente viven y que los del futuro vivirán?

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