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La crítica literaria en la FUAC emite un brillo, tenue para algunos, que trata de
ser proyectado al exterior mediante las publicaciones de la revista Sinestesia. No
vengo aquí a minusvalorar el trabajo que hacen los chicos de sinestesia por dar
a conocer la voz literaria de la universidad; aprecio la labor que desea cumplir la
revista, y ello es independiente de que esté cumpliendo total o parcialmente con
sus objetivos propuestos. Mi deseo en este apartado se reduce a presentar un
aspecto que el estudiante que participe en Sinestesia y quien será futuro literato
de la FUAC debería tratar con atención: lo exótico.
El miedo del que hablé antes es en esencia a que las cosas cambien, a que el
statu quo se pierda. Mientras todo permanezca en su sitio y nada cambie en lo
más mínimo, reinará la tranquilidad, o eso es lo que piensa quien tiene miedo al
cambio. El temeroso hace lo posible por no exponerse a la fuente que motiva el
miedo, forma alrededor de sí un caparazón, se aísla o ataca a lo que considera
una amenaza. ¿Cuál sería la razón sensata mediante la cual un escritor
colombiano se prive de imitar el estilo narrativo de tinte autobiográfico de W. G
Sebald? No hay razones plausibles para seguir repitiendo hasta la saciedad los
modelos narrativos regionales con la excusa de que, si no se hace, se deja de
ser menos colombiano. Pero ¿hay alguien que lo exija? ¡Válgame Dios! No me
gustaría conocer al literato que exige de los escritores que se conserve, mediante
la imitación de los clásicos colombianos, la colombianidad ¿Y qué entenderán
por colombianidad? Supongo que lo 100 por ciento colombiano.
Lamentablemente, para quien piense así, el 100 por ciento colombiano es una
simple utopía. Como los seres humanos, una nación y su pueblo no permanecen
estáticos en el tiempo, y conforme a lo que nos concierne en este apartado, se
ha de señalar que nuestra nación entra constantemente en contacto con el resto
del mundo; es imposible huir de ello, huir de las continuas influencias que
recibimos ¿Y por qué lo deberíamos hacer sí es nutritivo? Le deseo buena suerte
a aquel que construya un muro que nos aísle de las influencias. ¿Muro? Cúpula,
más bien. Siempre he dicho que es bueno recordarle las cosas a los demás,
puesto que ellos nos devolverán el favor, o eso es lo que se esperaría.
Finalmente, quiero resaltar una función que no debería ignorar ningún futuro
literato. Lo exótico que se aproxime a las letras colombianas debe ser
identificado; lo que ha permeado en nuestra literatura debe ser identificado y
expuesto. Esta tarea no es fácil, y cuando se ejecuta no han de buscarse
resultados 100 por ciento precisos. Dudo que se pueda hacer la radiografía
completa de una obra, en el sentido de identificar todas sus influencias; muchas
simplemente escaparán a nuestra vista, sencillamente porque los tópicos, las
ideas o las dudas que se tratan en toda la literatura no son propias de una sola
o algunas naciones, sino de toda la humanidad. A la par, cuando se buscan esas
influencias, también se encuentran puentes, los cuales nos hacen notar que la
literatura es algo universal. Un buen ejemplo de esto lo encuentro en la novela
de W. G Sebald, Austerlitz. En esta se narra la historia de un hombre al que se
le despojó de su historia, de su idioma y hasta de su nombre. La segunda guerra
mundial lo apartó de sus padres a los 4 años; fue acogido por una pareja inglesa
que le brindó educación y un nuevo nombre, mas, aun así, se sentía solo y vacío.
¿Acaso esta no es una historia que los hombres del pasado han vivido, que los
del presente viven y que los del futuro vivirán?