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Contenidos, objetivos, propósitos, estándares, competencias, son conceptos que se han ido
sucediendo en el campo teórico y práctico de los currículos escolares para poder definir qué es lo
que los sistemas, las escuelas y los profesores deben enseñar y qué es lo que los alumnos deben
aprender. Estos términos representan diferentes concepciones didácticas y han contribuido al
establecimiento de lo que Basil Bernstein denominaba un ‘’discurso regulativo’’ y un ‘’discurso
instruccional’’, funcionando como principios ordenadores del currículum.
El discurso regulativo establece principios acerca de la estructura que sirve de base para la
transformación del conocimiento en un dispositivo pedagógico de comunicación. El dispositivo
pedagógico describe el proceso de transformación del conocimiento desde el campo de
producción del conocimiento, al campo de recontextualización, al campo de reproducción en la
clase. Este dispositivo pedagógico abarca a la enseñanza y a la evaluación, en la práctica los
principios ordenadores pueden ser los mismos para enseñanza y evaluación, o por el contrario
pueden ser diferentes, lo que genera confusión para los estudiantes, que optan en general por
seguir la dirección que señala la modalidad de evaluación.
Es por esto que es de gran importancia el alineamiento efectivo de los principios ordenadores de la
enseñanza y la evaluación, ya que así se garantiza un claro señalamiento de las actividades, y
porque este alineamiento sirve como fundamento para la determinación de un criterio de validez
para la evaluación sin el cual esta carecería de significado.
El requisito de validez se encuentra entre las condiciones fundamentales empleadas para apreciar
la calidad de los programas y de los instrumentos de evaluación. Su papel es fundamental, pero su
construcción y definición no reciben una respuesta unívoca, sino que son el resultado de una
conjunción de supuestos teóricos sobre cuál ha de ser la formación de los estudiantes, qué
procesos psicológicos se espera que desarrollen, qué tareas se eligen, etc.
Para algunos autores no es posible separar la validez de una prueba de su confiabilidad y postulan
que esta última es un aspecto interno de la validez, sin embargo, sea la evaluación cuantitativa,
cualitativa o combinada, la confiabilidad, si bien es deseable, es secundaria respecto de la validez.
El concepto de validez se refiere a la capacidad de un instrumento de evaluación para medir lo que
se pretende evaluar con él. Se pueden distinguir distintos tipos de validez:
- Validez referida a criterios: Depende de la relación que existe entre los criterios que se emplean
para la calificación de la prueba de la evaluación y los criterios de logros establecidos para el
aprendizaje que se evalúa.
- Validez de contenido: Depende de la correspondencia entre los aprendizajes de los alumnos en
cuanto a conocimientos, destrezas, competencias, y los que se prescribe que logren en el currículo
o programa.
-Validez de construcción: Corresponde a la capacidad de la prueba para evaluar los procesos
psicológicos que los alumnos ponen en juego en la realización de las tareas cuyo aprendizaje se
evalúa. Proceso cognitivos, creatividad, motivación, etc.
El autor Messick considera que no es adecuado diferenciar así las formas de validez, y postula seis
aspectos de validez interdependientes:
Para Messick estos seis aspectos en conjunto deben ser tomados para la estimación de validez de
la evaluación, no se los puede separar.
‘’Todo a todos’’ puede ser un ideal para la educación de hoy y de mañana. No es una utopía. Lo
que está en cuestión es la capacidad, la posibilidad y la conveniencia de la conversión de los
contenidos de la ciencia, la tecnología, las humanidades y las artes al nivel de comprensión de
todos los seres humanos.
Los proceso de conversión de los conocimientos en contenidos curriculares son los que determinan
la validez de lo que se enseña como la validez de los aprendizajes que se evalúan. Esos procesos
son también los que sientan las bases para que las redes cognitivas de los alumnos sean duraderas
y que sus conocimientos sean transferibles. Se puede sostener que la validez y la autenticidad de
las evaluaciones reposan en la capacidad de los profesores para convertir en contenidos escolares
los conocimientos originados dentro y fuera de la escuela, sin distorsionarlos ni destruirlos, y
haciéndolos aprendibles por los estudiantes.
Cuando la evaluación está alineada con el currículo y la programación didáctica, cuando está
entretejida con la enseñanza, cuando los nuevos aprendizajes de los alumnos se asientan sobre
aprendizajes previos y cuando se perciben estos aprendizajes como asequibles , es cuando
podemos encontrar la ‘’honestidad’’ de la buena enseñanza y de la buena evlauación de los
aprendizajes.