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(1) GRAMÁTICA: Principi di Difesa sociale, Pádua, 1961, p. 36. Del mismo:
La lotta contro la pena, Nozione delVantisocialitá et L'indice di antisocialita nei
suoi elementi di valutazione, respectivamente, en los tres primeros números de
la «Rivista di difesa sociale», 1947.
(2) GRAMÁTICA: Principi di Difesa sociale, Pádua, 1961, p. 5. Difesa sociale
(escribe en la misma página) é qui, per tanto, intesa come negazione (con la
pena) del diritto di puniré."
(3). FREY: Strafrecht oder soziale Verteidigung?, en «Rev. pénale suisse»,
1953 (68), p. 416. Del mismo: Die Rolle der Kriminologie ais Führerin und Rat-
sgeberin der Strafrechtsreform, en «Internationales Colloquium über Krimino:
logie und Strafrechts reform», Friburgo de Brisgovia, 1958, p. 110 y ss. A la
pregunta de Frey algunos partidarios del Movimiento respondieron, v. gr.,
Graven, con «Déjense sociale et droit penal»; otros, por ejemplo, Gramática,
solamente con «Defense sociale» (Principi, cit, pág 7). En la tercera edición de
La défense sociale nouvelle (París, 1981, p. 196), Marc Ancel subraya que «le
mouvement de politique criminelle doit se proposer essentiellement d'integrer
la défense sociale dans un systéme de droit criminel renové».
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(7) Cfr. Anhang (A) (págs. 141-142) a la obra de Melzer citada en la nota
anterior.
(8) CAVALLA: Les positions de la doctrine italienne au regard de la déjense
sociale nouvelle, en «Rev. de science criminelle et de droit penal comparé»,
1979, p. 29.
(9) VÉRSELE, Severin-Carlos y Van de VALDE-GRAF, Dominique: Marginálité
ou marginálisation? Accident ou fonction?, en «Marginálité sociale et justice»,
Actes du IX Congrés international de Défense sociale, Caracas, 3-7 agosto 1976,
p. 132.
(10) Así se expresaba Mendoza en el Discurso de Inauguración. Véase, «Mar-
ginálité sociale et justice», citado en la nota anterior, p. 75.
(11) NUVOLONE: Introduction a «Cahiers de défense sociale» 1977, p. 6.
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quien pretende permanecer «diferente», precisamente porque no compar-
te los presupuestos y las finalidades del sistema político al que se le quie-
re reintegrar.
Al calificar de violencia institucional los esfuerzos en favor de la re-
cuperación y el fin de resocialización, se niegan algunas de las más im-
portantes notas caracterizadoras de la actividad del Movimiento. En la
viva discusión', en la que participé en cualidad de autor de una de las dos
Relaciones Generales (12), hubo de intervenir el propio Ancel.
El encuentro con América de la Nueva defensa social ha sido deci-
sivo, a mi juicio, para impulsar la voluntad de meditar profundamente
sobre las orientaciones básicas del Movimiento.
Desde entonces, el deseo de renovación ha prevalecido con tal vigor
sobre los temas tratados en las jornadas, reuniones o coloquios celebra-
dos que, incluso en el X Congreso Internacional que tuvo lugar en 1981,
en Tesalónica, se enseñoreó de las sesiones, relegando en cierta medida
a un segundo plano el análisis de su temática —con expresión de Jac-
queline Bernat de Celis— en relación a esta preocupación primaria (13).
Precisamente durante el X Congreso el Consejo de Dirección y la Asam-
blea General de la Sociedad Internacional de Defensa Social solicitaron
al Presidente Ancel que se encargase de preparar un documento de re-
flexión conteniendo sus propias sugerencias, con el fin de proceder a
una revisión o, al menos, a un reexamen del Programa minimun.
El Presidente Ancel no sólo redactó el documento solicitado: Obser-
vaciones acerca, de la revisión del Programa mínimo de la Sociedad Inter-
nacional de Defensa Social (14), sino también un segundo documento inti-
tulado Premier examen des résponses faites a nos propres observations.
La exposición que sigue constituye, como es obligado, una medita-
ción sobre los puntos centrales de ambos documentos.
Es cierto que el Derecho criminal no es el medio principal, ni el
, mejor, en la lucha contra la delincuencia, pero también es cierto que es
/el que afecta más gravemente a bienes jurídicos individuales, a derechos
humanos fundamentales. Por otra parte, Estado alguno, en un plazo pre-
visible, que ninguno de los aquí presentes va a conocer, prescindirá del
Derecho penal. Cerrar los ojos ante esta evidencia inhabilita al jurista
como jurista y al sociólogo como sociólogo, ya que uno y otro no pueden
perder de vista la realidad, la dura e hiriente realidad.
Abogar por la abolición del Derecho penal es hermoso y admirable,
pero, a mi juicio, es utópico. La utopía surge de un sentimiento de pro-
(19) «Con juicio» es otra de las expresiones que Manzoni pone en boca de
Ferrer, y que aparecen en español en la famosa novela.
(20) ANTÓN ONECA: La utopia penal de Dorado Montero, Salamanca, 1951,
p. 88.
(21) Centro Nazionale di Prevenzione e Difesa sociale: The decriminalization.
La décriminalisation, Milán, 1975. Conseil de l'Europe: Rapport sur la décrimi-
nalisation, Estrasburgo, 1980.
(22) BARBERO- SANTOS: LOS delitos contra el orden socio-económico: presu-
puestos, en BARBERO SANTOS y otros: La reforma penal. Cuatro cuestiones fun-
damentales, Madrid, 1982, p. 151.
(23) BARBERO SANTOS: Les rnarginaux devant la loi pénale. La loi espagnole
de «dangerosité et de réhabiUtation sociale» de lege ferenda, en «Rev. de Science
criminelle et droit penal comparé», 1980, p. 375. BARBERO SANTOS-MORENILLA RO-
DRÍGUEZ: La ley de Peligrosidad y Rehabilitación social: su reforma, en «Margi-
• nación social y Derecho represivo», Barcelona, 1980, p. 155.
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Asimismo, por afirmar el principio de igualdad de todos ante la ley
corresponde a la Defensa Social la importante función de impulsar las
criminalizaciones denominadas «correlativas». Querer evitar dar el nom-
bre de delito y de pena a las graves manifestaciones nuevas de infracciones
asociativas o de delincuencia socio-económica y a las sanciones que estos
comportamientos merecen en la conciencia colectiva y en la opinión de
los expertos constituye un ingenuo eufemismo.
La adaptación del Derecho penal a las exigencias actuales es necesaria
para evitar que se quebrante en los ciudadanos su sentimiento de justicia.
Y esto ocurre cuando la selección de las conductas delictivas y de las
penas a imponer no corresponde a las necesidades de la lucha contra los
comportamientos más graves y frecuentes. La perentoriedad de poner el
Derecho penal al servicio de una mayor justicia social motiva los esfuer-
zos actuales en favor de su revisión y racionalización, especialmente ur-
gentes en lo que a la criminalidad económica y organizada se refiere,
sobre la base de que la opinión pública no es contraria a la pena, sino
a sus. excesos, a algunas de sus formas y al modo en que se impone o
ejecuta. Es oportuno volver a recordar que los más severos denunciantes
de estas situaciones de impunidad son los representantes de la crimino-
logía crítica.
A la Defensa social compete una importante misión en el ámbito de la
despenalización: que se produce cuando se sustituyen penas privativas de
libertad por penas pecuniarias (días-multa); penas privativas de libertad
de larga duración por otras más cortas; establecimientos cerrados por
prisiones abiertas o por hogares de semi-libertad; la privación de libertad
ininterrumpida por arrestos de fin de semana, o por las instituciones de
la condena condicional, libertad condicional o análogas, etc.
Si es una realidad que los Estados no van a suprimir la pena privativa
de libertad, desaparición que constituye una aspiración para el futuro, ha
de lucharse porque se mantenga con el carácter de ultima ratio: en par-
ticular por la profunda crisis, tanto de la ideología del tratamiento con
su mito médico, como la de la resocialización.
Se alega en su contra que el sistema penitenciario basado en ellas
apenas ofrece resultados apreciables en la prevención de la reincidncia;
su muy alto costo; la quiebra en cierto modo de las garantías clásicas,
la violación del principio de igualdad, de rango constitucional, al ser tra-
tados de forma diversa sujetos que han cometido las mismas infracciones;
la inseguridad que en la colectividad produce el trato benévolo de los
criminales peligrosos, en particular en un momento en que, por influjo
.de ciertos medios, se fomenta la creencia de haber aumentado la delin-
cuencia o se constata realmente un aumento en relación, al menos, a
ciertas manifestaciones criminales.
Por todo ello, es evidente el retorno, en países que se caracterizan por
su progresismo penitenciario, hacia posiciones retributivas, v.gr., en Es-
tados Unidos ,y hacia la idea de la pena-castigo, v.gr., en los países escan-
dinavos o anglosajones, hasta el extremo de poderse hablar de un neo-
clasicismo (24).
(24) CHRISTIE, Nils: Die Verteckte Botschaft des Neoklassizismus, en «Kri-
minologisches Journal», 1983, I, p. 14.
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El «modelo médico», idóneo para nu número limitado de casos, se
abandona en favor del «modelo de justicia», que se apoya en una inter-
vención penal limitada en extensión y en severidad, pero basada en la
pena-castigo, de la que la sociedad —se afirma— no puede prescindir:
pena conocida e inteligible para el gran público, trasparente, igual para
todos, proporcionada y justa, cuya determinación se apoya más en el
hecho y en el elemento subjetivo que en los antecedentes penales y en
las características del sujeto (25). Sin faltar autores, como Jescheck, que
sostienen de reciente que el Estado, por exigencias de prevención general,
debe responder a la delincuencia grave con largas penas privátidas de li-
bertad, incluso cuando no exista riesgo alguno para la seguridad colectiva,
con el fin de mostrar «que comprende las necesidades de la población
(Bevolkerung) y que está dispuesto a proteger el orden jurídico» (26).
Ni otros, como Treveljan, que ante las dificilísimas condiciones de su k
país, hablan de «neo-pragmatismo», en el sentido de hacer no ya lo que
es justo y moral, sino lo que es posible (27).
Teniendo en cuenta la situación presente, me permitiría llegar, por
mi parte, a las siguientes conclusiones:
a) La pena de muerte es un baldón para la humanidad. Es cierto que
ha prácticamente desaparecido de las legislaciones de Europa Occidental,
pero a un Movimiento, como la Defensa Social, que no se reduce a este
ámbito geográfico, corresponde la urgente y grave tarea de impulsar su
abolición (28).
b) La privación de libertad —a pesar de las contradicciones internas
de la prisión— se seguirá aplicando durante mucho tiempo a determina-
dos delincuentes, por lo que el abandono de la ideología del tratamiento
debe sustituirse por el mantenimiento de una voluntad reformadora. Si
no fuese así, se dejaría al recluso sin posibilidad apenas de retorno a
la sociedad: que con dificultad vuelve a ella, v.gr., el sujeto psíquicamente
tarado, abandonado a sí mismo. La ausencia de una relación individua-
lizada de carácter socializador produce una deshumanización en la eje-
cución. Significa una lamentable marcha atrás. Fuera de los supuestos
en que se considere absolutamente imprescindible, las penas y las me-
didas no han de consistir en privación de libertad y han de ser diversi-
ficadas. En relación con las privativas de libertad, su ejecución será fle-
sible entre sí y, en lo posible, con las propias penas.
ADDENDA: .
I
OBSERVACIONES GENERALES
II
NUEVOS ASPECTOS DE LA POLÍTICA CRIMINAL
III
f LA DEFENSA SOCIAL Y EL MOVIMIENTO DESPENALIZADOR