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EL MITO DE EDIPO REY

Edipo es un personaje de la mitología griega que da nombre a un famoso síndrome mental: el


complejo de Edipo, descubierto por Freud. Pero, ¿quién fue Edipo?

Era hijo de Layo y Yocasta, reyes de Tebas. Cuando éstos iban a contraer matrimonio, el oráculo de
Delfos les advirtió de que el hijo que tuvieran llegaría a ser el asesino de su padre y más tarde se
casaría con su madre. Cuando nació su primogénito, Layo encargó a un conocido suyo que matase
al niño para que no se cumpliera el funesto futuro que les había augurado el oráculo. Esta persona
se fue hasta el monte Citerón, perforó los pies del niño y le colgó de un árbol para que muriera
poco a poco.

Sin embargo, pasaba por allí un pastor, Forbas, que escuchó el lamento del bebé y le salvó. Se lo
entregó a Polibio y a su esposa, Peribea. Juntos le criaron y le pusieron por nombre Edipo, que
significa el de los pies hinchados.

Al igual que muchos otros héroes de la mitología griega, cuando era un adolescente mostró su gran
habilidad para la gimnasia, algo que levantó la admiración de muchos oficiales militares, que le
veían como un futuro soldado. Uno de sus compañeros sentía envidia y le espetó que no era más
que un hijo adoptado y que por tanto no tenía honra. Por ello acudió a su madre y le preguntó en
reiteradas ocasiones si ella era su verdadera madre, pero Peribea veía que la verdad podría hacerle
daño, así que insistió en asegurarle que era ella.

Sin embargo, Edipo no se conformaba con las respuestas, por lo que decidió ir hasta el oráculo de
Delfos para que le diera respuestas. El oráculo le pronosticó lo mismo que a los reyes de Tebas, por
lo que le aconsejó que no se acercase al lugar que le había visto nacer. Edipo entonces decidió que
no volvería a Corinto, por lo que puso rumbo a Fócida.

Durante el camino destacan dos sucesos. Primero, se enfrentó en un cruce al pasajero de un


carruaje al que dio muerte accidentalmente; se trataba de Layo, su padre, aunque Edipo
desconocía tal hecho. El segundo es el encuentro con un horrible monstruo, la esfinge. Se trataba
de un ser con cabeza y manos de mujer, voz de hombre, cuerpo de perro, cola de serpiente, alas de
pájaro y garras de león. Estaba situada en lo alto de una colina y a todo aquel que se acercara le
hacía una pregunta, ante cuya ignorancia moría en sus manos el desdichado.

El nuevo rey de Tebas, Creonte, hermano de Yocasta, ofrecía como recompensa la mano de su
hermana y, por consiguiente, el trono de Tebas, a aquel que consiguiera descifrar el enigma de la
esfinge y deshacerse de ella.
Edipo decidió entonces enfrentarse a tal ser. Cuando se encontró con la esfinge, ésta le pregunto:
“¿Cuál es el animal que por la mañana anda sobre cuatro pies, dos al mediodía y tres por la
tarde?”. Edipo, que contaba con una gran inteligencia, no tardó en responder que se trataba del
hombre, ya que en su infancia anda sobre sus manos y pies, durante la época adulta anda sólo
sobre sus piernas, pero en su vejez debía de ayudarse de un bastón como si fuera un tercer pie. La
esfinge se puso furiosa de que alguien hubiese resuelto el acertijo, por lo que se suicidó
golpeándose la cabeza contra una roca.

Como recompensa, Creonte cumplió con lo prometido y le entregó a Yocasta. Edipo vivió feliz
durante muchos años junto a su mujer y a los hijos que había tenido con ella, Etéocles, Polinice,
Antígona e Irmene. Pero la felicidad se vio truncada cuando llegó una epidemia de peste,
arrasando toda la región.

Ante este problema acudió al oráculo de Delfos para que le dijera cómo solucionarlo. El oráculo
aseguró que sólo se acabaría cuando se descubriese al asesino de Layo y fuera expulsado de Tebas.
Edipo comenzó entonces a investigar hasta que descubrió la verdad, que había sido él el asesino y
se había casado con su propia madre.

Yocasta no pudo soportar la verdad y se suicidó. La noticia había afectado en gran medida a Edipo,
quien consideró que no merecía ver más la luz del día y decidió sacarse los ojos con una espada.
Después fue expulsado de Tebas por sus hijos, aunque Antígona se fue con él para ayudarle y
guiarle.

Así llegó hasta Ática, donde vivió como un mendigo. Continuó su viaje hacia Atenas hasta que
entró en un santuario dedicado a Erinias donde los lugareños le reconocieron y quisieron acabar
con su vida. Respecto al final de la historia hay dos versiones. La primera asegura que las palabras
de Antígona consiguieron que le pudiera salvar la vida, tras lo cual fue recogido por Teseo y
acogido en su casa.

La otra versión asegura que murió en el santuario pero antes de exhalar su último aliento, Apolo le
prometió que el lugar sería sagrado y consagrado a él y que aquello sería provechoso para la
ciudad de Atenas.

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