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“¿Qué es la historia?” se preguntaba E:H Carr.

La historia era un intento de comprender e


interpretar el pasoado, de explicar las causas u los orígenes de las cosas en términos inteligibles.
El historiador tenía que demostrar que una cosa causaba otra. El acontecimiento era una parte
importante del trabajo del historiador.
Para el cronista, un hecho era algo que había ocurrido en el pasado. Se convertía en un hecho
histórico cuando era tomado y utilizado por un historiador como parte de un argumento. Para
Carr los argumentos históricos iban más allá de preguntarse sobre quien hizo que el pasado. El
historiador necesitaba teorías desarrolladas en el presente. La tarea del historiador: discernir e
interpretar los modelos y las regularidades del pasado.
Para Carr las causas históricas u las tendencias solo interesaban al historiador, en tanto que
opuesto al cronista , si podían ayudar a la sociedad a tratar los problemas a que se enfrentaban en
la propia época del historiador. Este también pensaba que cualquier cosas que hubiese ocurrido
estaba históricamente justificada.
Carr tuvo una posición de que la historia no fuese enseñada y estudiada, como la historia de
Gran Bretaña y su influencia en el mundo, sino sobre una base mucho más amplia. Esta petición
iba acompañada de otra petición: un intercambio más intelectual entre la historia y la sociología y
de que se investigara, se escribiese y se enseñara más historia social.
Pensaba car: la historia era el estudio científico del pasado.
II
En los años sesenta las sociedades industriales más avanzadas emprendieron una vasta
expansión de la educación superior. Se fundaron nuevas universidades, las antiguas doblaron sus
tamaño y aumento el número de estudiantes. Los historiadores de los años sesenta estaban
influenciados por Carr.
En los setenta la expansión de la universidad había cesado y las restricciones y controles estaban
al orden del día. La historia ciencia social que había logrado ser preponderante en los años
sesenta se había estancado. El surgimiento de una sociedad posindustrial falsearon las
presunciones teóricas del marxismo. Nuevos tipos de conflictos, la identidad étnica, la religión o la
orientación sexual, llegaron a parecer más urgentes.
A principios de los noventa, el mundo intelectual que Carr había liderado había entrado en una
profunda crisis. Los historiadores más jóvenes apartándose de la teoría social y encaminándose
hacia la teoría lingüística comenzaron a discutir si los historiadores dependían de los textos para
su conocimiento del pasado. Desde su punto de vista los textos eran colecciones arbitrarias de
palabras que habían llegado a existir solo a través de un proceso arbitrario de invención humana.
Esto permitió a los historiadores radicales utilizar la historia con intenciones políticas
Entre algunos historiadores el giro hacia la teoría lingüística también fracaso. Se limitaron a
sustituir una forma de jerga por otra. Sin embargo este tipo de escritura, tuvo tanto predicamento
en el ámbito de la historiografía que se había convertido en una subespecialidad distinta del
estudio histórico en sí mismo.
Historiadores científicos-sociales de las dos o tres décadas anteriores proclamaron que la
historia tradicional estaba muerta y afirmando que la historia social no era una rama de la
historia, sino un modo total de hacer historia. Sin embargo esta ambición se ha abandonado.
A principios del siglo XXI el determinismo económico se había destruido.. En su lugar había
emergido un nuevo énfasis en la historia cultural, en aspectos de identidad, conciencia y
mentalidad en lugar de su estructura social, organización social y las bases económicas del poder
social. El colapso de las grandes narrativas y las grandes teorías teleológicas en la historia
contribuyo a la reinstauración de los seres humanos individuales en el registro histórico. Los
historiadores comenzaron de nuevo a escribir sobre la gente y, sobre todo, sobre gentes
humildes. Carr no lo habría aprobado.
Ni habría aprobado el giro de los historiadores hacia el estudio de lo irracional, lo excéntrico y lo
estrafalario.
Los historiadores no dedican su esfuerzo a comprender estas cosas porque piensan que serán
útiles en la elaboracion de las políticas gubernamentales en la actualidad.
III
En los historiadores más jóvenes el giro hacia la historia cultural ha sido decisivo. Más bien lo
utilizan de un modo distinto. Esto ha dado lugar a un llamamiento popular inesperadamente
amplio. La investigación histórica, la escritura y la enseñanza no se han desarrollado en un vacío
cultural, y los cambios culturales de la era de la posguerra fría han tenido un efecto dramático en
el lugar que ocupa la historia.
La coincidencia de la historia invade todo al comienzo del siglo XXI: oleadas de monumentos
públicos, acciones legales contra los olvidados criminales de guerra, etc. La sociedad ha
recuperado el recuerdo de lo público.
La cultura literaria ha seguido esta recuperación, se orienta cada vez más hacia el pasado.
La industria cinematográfica también ha vuelto al pasado a la hora de elegir temas.
Además la historia ha devenido de nuevo importante en la construcción de la identidad
nacional.
E.H Carr la historia es sobre todo grandes fuerzas y enormes movimientos; su definición de la
historia como algo que trata sobre explicaciones e interpretaciones más que contar un relato.
Nada de esto significa que la historia académica haya dejado de existir.
Los historiadores y sobre todo los historiadores académicos, han sido capaces de responder a
este nuevo auge y de participar en la popularidad actual de su disciplina en un grado que no era
posible hace veinte años.
Los historiadores se comunican hoy con audiencia mucho más grande cuando emiten por radio
o televisión.

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