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(https://www.biografiasyvidas.com/monografia/constantino/)
Hacia 284 d.C., el Imperio Romano parecía abocado a la disolución. En los últimos 50
años se habían sucedido veintiséis emperadores, y sólo uno de ellos había fallecido de
muerte natural; persas y bárbaros hostigaban constantemente, y con éxito, las fronteras
norte y este; las pestes, la miseria y la anarquía presagiaban una rápida caída. En el
330, año de la inauguración de Constantinopla, la nueva capital imperial, el Imperio
seguía unido, con las fronteras intactas y en paz. Ése fue el resultado de la labor titánica
de dos hombres brillantes y enérgicos, que supieron entender los cambios que traía la
historia: los emperadores Diocleciano y Constantino I, llamado el Grande.
Constantino el Grande
Constancio quiso nombrar césar a su hijo Constantino, pero las intrigas de Galerio
evitaron este nombramiento. A pesar de ello, Constantino logró el permiso de Galerio
para viajar a Britania para reunirse con su padre. Y, tras la muerte de Constancio Cloro
en Ebocarum (York), sus topas le proclamaron augusto en la misma ciudad el 25 de julio
del 306. Pero Galerio se negó a confirmar su nombramiento como augusto, y Constantino
hubo de aceptar el título de césar en el tercer gobierno de la Tetrarquía, mientras Severo
era designado para el cargo de augusto. A Constantino se le permitió administrar las
provincias asignadas a Constancio Cloro (Galia, Britania e Hispania). Finalmente sería
reconocido augusto por el anciano emperador Maximiano, que había vuelto a la vida
política, y con cuya hija Fausta contrajo matrimonio el 31 de marzo de 307.
Habitualmente entre los historiadores se ha fijado este último año como la fecha en la
que se produjo el inicio del reinado de Constantino I.
Según la tradición recogida por Eusebio de Nicomedia, el día anterior a la batalla del
puente Milvio, Constantino vio en el cielo una señal: una cruz acompañada de la
leyenda in hoc signo vinces (con este signo vencerás). Constantino, que probablemente
profesaba una religión solar monoteísta, había mantenido contactos con el cristianismo y
era consciente de la fuerza que ese credo tenía en el Imperio, lo que sin duda influiría
en su política posterior. Para conmemorar esta victoria hizo construir en el 315 en el Foro
de Roma el famosísimo Arco de Constantino, en el cual atribuyó la victoria sobre Majencio
a la protección de la divinidad, sin especificar cuál. Posteriormente la historiografía
cristiana calificó la victoria de Puente Milvio como la primera batalla ganada por un
emperador romano gracias a la ayuda de Dios.
Esta victoria dejó a Constantino como único emperador de Occidente; así lo ratificaría el
Senado, reconociéndolo como el emperador de mayor rango. Paralelamente la situación
se normalizó también en Oriente, donde Licinio, con quien había firmado una alianza
Constantino en la primavera del 313, en la que habían acordado repartirse el Imperio,
consiguió derrotar a Maximino Daya. Con el fin de estrechar las relaciones entre ambos
augustos, Licinio contrajo matrimonio con la hermana del emperador de Occidente,
Constancia.
El 11 de mayo del año 330 inauguró la nueva capital del Imperio, Constantinopla. La
ciudad, que fue engalanada con monumentales edificios y obras públicas, ofrecía la
ventaja de su situación excepcional, en la unión entre Asia y Europa. La mayor parte de
las ciudades griegas fueron privadas de sus principales obras de arte para ser llevadas a
la nueva capital; su Senado pronto sustituiría al de Roma. Entre el 332 y el 334 sostuvo
una exitosa campaña contra los godos, a los que consiguió expulsar más allá del Danubio.
En el 333 nombró césar a su hijo Constante, y, en el 335, a Dalmacio, uno sus sobrinos.
Muerte de Constantino
Dejaba el Imperio repartido entre sus tres hijos, Constantino II el Joven, Constante I y
Constancio II, y sus dos sobrinos, Dalmacio y Anibaliano, pero los conflictos entre ellos
obligaron a que, después de su muerte, Constantino siguiera reinando nominalmente
durante varios meses. Dalmacio se hizo con el control del área de Constantinopla y los
Balcanes; Constantino II, el mayor de los hermanos, controlaba la parte occidental del
Imperio, hasta Treveris; Constancio II era el dueño de la parte oriental hasta Antioquía,
mientras que Constante se encargaba del gobierno de Iliria, Italia y África y finalmente
otro sobrino, Anibaliano, gobernaba con el título de rey la parte oriental de Asia Menor.
Era hijo de un oficial griego, Constancio Cloro, que el año 305 fue nombrado Augusto a la vez que
Galerio, y de una mujer que llegaría a ser santa, Helena. Al morir Constancio Cloro en el 306,
Constantino es aclamado emperador por las tropas locales, en medio de una difícil situación política,
agravada por las tensiones con el antiguo emperador, Maximiano, y su hijo Majencio. Constantino
derrotó primero a Maximiano en el 310 y luego a Majencio en la batalla de Ponte Milvio, el 28 de octubre
del 312. Una tradición afirma que Constantino antes de esa batalla tuvo una visión. Mirando al sol, al que
como pagano daba culto, vio una cruz y ordenó que sus soldados pusieran en los escudos el monograma
de Cristo (las dos primeras letras del nombre griego superpuestas). Aunque siguió practicando ritos
paganos, desde esa victoria se mostró favorable a los cristianos. Con Licinio, emperador en oriente,
promulgó el llamado “edicto de Milán” (ver pregunta siguiente) favoreciendo la libertad de culto. Más
tarde los dos emperadores se enfrentaron, y en el año 324 Constantino derrotó a Licinio y se convirtió en
el único Augusto del imperio.
Constantino llevó a cabo numerosas reformas de tipo administrativo, militar y económico, pero donde
más destacó fue en las disposiciones político-religiosas, y en primer lugar las que iban encaminadas a la
cristianización del imperio. Promovió estructuras adecuadas para conservar la unidad de la Iglesia, como
modo de preservar la unidad del estado y legitimar su configuración monárquica, sin que haya que
excluir otras motivaciones religiosas de tipo personal. Junto a disposiciones administrativas eclesiásticas,
tomó medidas contra herejías y cismas. Para defender la unidad de la Iglesia luchó contra el cisma
causado por los donatistas en el norte de África y convocó el Concilio de Nicea (ver pregunta ¿Qué
sucedió en el Concilio de Nicea?) para resolver la controversia trinitaria originada por Arrio. El 330
cambió la capital del imperio de Roma a Bizancio, que llamó Constantinopla, lo que supuso una ruptura
con la tradición, a pesar de querer enfatizar el aspecto de capital cristiana. Como entonces ocurría a
menudo, no fue bautizado hasta poco antes de morir. El que le bautizó fue Eusebio de Nicomedia, obispo
de tendencia arriana.
Junto a los fallos de su mandato, entre los que se encuentran los generalizados en el tiempo en que vivió,
como por ejemplo su carácter caprichoso y violento, no se puede negar el logro de haber dado libertad a
la Iglesia y favorecer su unidad. No es, en cambio, históricamente cierto que para conseguirlo
Constantino determinara entre otras cosas el número de libros que debía tener la Biblia. En este largo
proceso, que no acabó hasta más tarde, los cuatro evangelios eran desde hacía ya mucho tiempo los
únicos que la Iglesia reconocía como verdaderos. Los otros “evangelios” no fueron suprimidos por
Constantino, ya que habían sido proscritos como heréticos decenas de años atrás.
Bibliografía
J. de la Torre Fernández y A. García y García, “Constantino I, el Grande”, en GER VI, Rialp, Madrid
21979, 309-312;
Bajo el emperador Constantino Roma sufrió una transformación que la llevo a ser
dotada de un buen número de edificios y construcciones importantes. La lista, en la que sólo aparecen las obras
principales, es impresionante:
40 arcos de triunfo.
12 foros.
28 bibliotecas.
12 basílicas.
11 grandes termas y casi 1.000 baños públicos.
100 templos.
2.500 estatuas de bronce y 160 de oro y marfil.
25 estatuas ecuestres.
15 obeliscos egipcios.
46 lupanares.
11 acueductos.
1.352 fuentes públicas.
2 circos para carreras de carros.
2 anfiteatros.
4 teatros.
2 grandes naumaquias, es decir, lagos artificiales para combates navales.
1 estadio para competiciones de atletismo.
Fuente: Un día en la antigua Roma de Alberto Angela