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España

Tribuna:TRIBUNA LIBRE

A propósito del V Congreso del PSUC


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Manuel Sacristan
22 ENE 1981

Uno de los aspectos más interesantes del V Congreso del PSUC es que constituye una
excepción a lo que comúnmente se piensa sobre las elites y sus bases. En este congreso,
la base de una organización -y una organización más estricta que otras- ha conseguido
derrotar al vértice de la pirámide. (La metáfora de la pirámide es seguramente
insuficiente para la comprensión general de las cuestiones del poder, pero parece bastar
en este caso.)La explicación conspirativa del acontecimiento, que lo atribuye a la
actuación de unos pocos cuadros de la secretaría de organización, es, en este caso, tan
endeble como siempre. Es sólo un consuelo o desahogo ritual y una vergonzante
trinchera política del sector, cuya condición de minoría ha quedado de manifiesto en el
congreso. La secretaría de organización del PSUC llevaba muchos años -decenios- bajo
la dirección de una misma persona. En el supuesto de que la actuación de ésta y sus
pocos colaboradores inmediatos hubiera sido una causa eficaz del resultado de este V
Congreso, habría que preguntarse por qué lo ha sido ahora y no mucho antes. Por esta
vía, como por otras varias, se llega a una conclusión bastante clara para quien considere
lo ocurrido sin espíritu de bandería: la irrealidad de la política del PCE-PSUC, su
inconsistencia analítica, salta ya a la vista de tal manera que la base obrera del partido,
pese a estar insuficientemente provista de elementos de juicio, ha podido superar las
inhibiciones de la disciplina y de la reverencia a los jefes. La interpretación conspirativa
de los hechos no merece la consideración de quien conoce la pasión con que los
delegados obreros han sostenido sus puntos de vista, articulados generalmente de
manera muy simple, pero bastante esencial. El eurocomunismo, le gritaba un delegado
obrero en una comisión del congreso a uno de los delegados a los que la Prensa llama
leninistas, «no es una palabra; es romper huelgas».

No es ajena a lo dirimido en el V Congreso del PSUC la debilidad del eco que ha tenido
esa sorprendente oleada de democracia de base. Se pueden destacar, por lo exacto de sus
observaciones al respecto, un par de párrafos en sendos editoriales de EL PAÍS, en los
que el editorialista registraba la evidencia de que el V Congreso del PSUC no ha sido un
juego con cartas marcadas, como lo son tantos congresos de tantos partidos y
organizaciones; y, sobre todo, un editorial agudo y completo de Diario de Barcelona.
Pero, en general, la Prensa, y también la minoría derrotada, no parecen querer notar la
interesante ruptura de la ley de las burocracias que es el V Congreso del PSUC. La
nueva extrema derecha está verdaderamente escandalizada por el atrevimiento de la
plebe política comunista: un editorial de Diario 16 reclama que se desplieguen
mecanismos de represión eficaces por si ese bajo pueblo comete desmanes.

La reacción contra la mayoría del V Congreso del PSUC suele tener carácter elitista, no
sólo por parte de la derecha, sino también en la pluma (y aun más violentamente en la
boca) de la minoría derrotada. Esta se expresa con una prepotencia despectiva que
revela la consciencia de superioridad del especialista en la técnica y poder sobre el
rebaño de comunes mortales llamados a obedecer a los que saben y pueden. No hay
ninguna duda de que esa consciencia de superioridad está bien fundada si se acepta la
jerarquía de valores de esta sociedad. Los pobres vencedores del V Congreso muestran
su pesar, con la primariedad de sus conceptos y con su falta de intelectuales (en el
aparato del partido y en la producción), que no pueden sostener una batalla de palabras
con la pequeña burguesía intelectual de técnicos y políticos profesionales a la que han
derrotado sorprendentemente y, sin duda, pírricamente.

Las divisiones de clase dentro de las mismas organizaciones políticas no han


desaparecido por el hecho de que la cultura dominante las ignore o las declare caducas.
Pero esa no es la única evidencia recordada por el V Congreso del PSUC. Otra de
bastante interés es la organicidad social de los grupos de intelectuales. El antimarxismo,
hoy imperante, y la inveterada costumbre de citar a los clásicos de oídas creen que el
concepto gramsciano de la organicidad o inorganicidad de los grupos de intelectuales en
determinadas capas sociales es un asunto programático, o de voluntad política. En
realidad no se trata de un fenómeno tan político, sino de un hecho de raíces más
profundas, y más accesible al estudio de los sociólogos y los historiadores que a la
voluntad de los políticos. La evolución del PSUC, cuyo resultado presente queda de
manifiesto en el V Congreso, ha llevado a que el grupo de intelectuales (incluidos los
políticos profesionales que lo representan en los parlamentos y otras instituciones) no
sea orgánico en su base obrera, sino más bien en el dispositivo político de la clase
dominante, y así en esta misma. (Ese no es un hecho sin precedentes: en la segunda
internacional, ocurrió ya antes de la primera guerra mundial, causando en varias
secciones nacionales choques entre las fracciones parlamentarias y otras instancias del
partido.) De ahí que se exprese respecto de la base obrera con el mismo desprecio y la
misma violencia que los intelectuales explícitamente orgánicos en la clase dominante,
por ejemplo, los periodistas de la derecha social. De ahí también que éstos sientan ahora
simpatía por los intelectuales -de aparato o no- dominantes en los grupos parlamentarios
comunistas: el mismo número de Diario 16 que levantaba el paredón para los obreros
comunistas publicaba un elogio de uno de los intelectuales parlamentarios del PSUC.

Interpretaciones

La intelectualidad del PSUC y del PCE ha empezado en seguida a realizar una de las
tareas más características del trabajo intelectual: la interpretación de lo ocurrido. (Su
situación al hacerlo es excepcional: trabaja pro domo sua, ella misma es el grupo
dominante a cuyo poder directo ha de servir su trabajo, cosa insólita en la práctica
intelectual.) Hasta el momento ha producido dos interpretaciones, una de las cuales se
presenta en dos versiones. Miembros del grupo procedente de bandera roja ofrecen
como interpretación de lo ocurrido la construcción, ya mencionada, en clave de la teoría
conspirativa de la historia. No vale la pena detenerse ante ese pobre intento. La primera
versión de la otra explicación ha sido repetidamente propuesta por Santiago Carrillo.
Consiste en reconocer el malestar de la base comunista, que habría llevado en el PSUC
al resultado del V Congreso, explicando ese malestar por la crisis económica y las
dificultades de la transición.

Parece permisible inferir de esa explicación, por implicación, que Santiago Carrillo ve
en el descontento de la mayoría de la base obrera comunista ingenuidad política,
frustración de esperanzas infundadas, en suma, la ignorancia de los legos. Seguramente
hay mucha verdad en esa explicación. Creemos que su defecto es que está demasiado
lejos de ser toda la verdad. La segunda versión de esta explicación se puede atribuir a
Antonio Gutiérrez: consiste en añadir a la versión anterior el reconocimiento autocrítico
de errores, por ejemplo, en el seguimiento de los acuerdos de la Moncloa. Esta versión
tiene también su verdad -algo más que la anterior, al menos en la intención-, pero igual
mente deja fuera de consideración una causa importante de la frustración de la mayoría
obrera comunista.

Esa causa es el hecho de que su partido se ha identificado en la crisis con un sistema


socioeconómico al que las crisis son inherentes,el hecho de que su partido ha aceptado
una Constitución que consagra una economía que avanza a través de crisis, el hecho de
que su partido ha pretendido demagógicamente hallar salidas progresivas a la crisis
estrictamente dentro del sistema, y ha presentado así la crisis como un extraño resultado
de la mala voluntad o de la incompetencia de los gobernantes. La base obrera del
partido comunista no es tan necia como para reprocharle a éste que el capitalismo sufra
crisis (sobre los problemas económicos de las sociedades del Este no tiene ni
información ni instrumentos conceptuales, que no encuentra ni en el partido ni fuera de
él); lo que le reprocha es su adhesión al sistema de las crisis, su complicidad con lo
establecido.

La mayoría del V Congreso del PSUC no ha conseguido decir claramente más que dos
ideas: que rechaza el tipo de política que da de sí cosas como los pactos de la Moncloa,
y que la oposición al imperialismo capitalista es un elemento de su identidad moral e
ideal. Esto último lo ha dicho en la resolución final del congreso, con la condena del
innumerable asesinato cotidiano perpetrado en El Salvador por un Gobierno títere de
Estados Unidos, bajo la dirección de asesores norteamericanos. Ambas posiciones, por
escasamente lograda que esté su articulación, consiguen la adhesión de todas las
personas y de todos los grupos que tienen algo que ver con las ideas comunistas. Eso
explica el florecimiento de iniciativas, discusiones, reuniones de ex militantes del PSUC
y del PCE que se están produciendo estos días en Barcelona y su comarca, Asturias y
Andalucía, que sepamos. La reacción primaria en estos ambientes, frecuentados por
personas que dejaron el partido comunista durante los últimos diez años, es de
acercamiento a ese partido, atraídas por la tendencia de la base obrera a recuperar su
consciencia anticapitalista. Pero no es probable que ese estado de ánimo dure mucho,
porque la debilidad relativa de los vencedores del V Congreso del PSUC, la enérgica y
unitaria reacción del establecimiento burgués -desde la extrema derecha, pasando por
los socialistas, hasta los mismos intelectuales y políticos derrotados del PSUC contra la
osadía de los incultos, y, por último, la función previsible -y en parte confesada ya- de
los cuadros injustificadamente llamados leninistas, que es la de escamotear la victoria
de quienes los han votado y desanimar a la mayoría obrera, hacen muy poco probable
que ese curiosum que es para la ciencia política el V Congreso del PSUC llegue a dar
lugar a algo que se consolide. Lo más probable es que la ley de las elites burocráticas
vuelva a imponerse en poco tiempo: los obreros del cinturón-industrial estarán de sus
ocho a diez horas en las fábricas y en los tajos, mientras los políticos profesionales,
alimentados con sus cuotas o con las remuneraciones ganadas mediante sus votos,
dedican veinte horas al día a recomponer la red mágica de la opresión cultural. La base
obrera mayoritaria en el V Congreso puede contar con muy pocos intelectuales -unos
cuantos abogados laboralistas, un ingeniero, un político profesional, y muy pocos más-,
y aún sólo relativamente, pues, como se vio en el congreso, las posiciones a las que
apasionadamente llegó, la mayoría obrera rebasaban ampliamente las formulaciones del
núcleo que intentaba ser su portavoz. En cualquier caso, estos pocos portavoces no se
decidirán a intentar una batalla de ideas contra el ejército de profesores, periodistas,
magistrados, arquitectos, médicos, políticos profesionales... Esta sociedad es así. En ella
siguen vigentes cosas vistas -y, en nuestra opinión, mal entendidas- por Kautsky y por
Lenin hace mucho tiempo a propósito de las relaciones entre obreros e intelectuales.

Dudas sobre la consolidación

De modo que consideramos muy poco probable que la fugaz victoria de la mayoría
obrera del PSUC se consolide. Por otra parte, creemos que una conmoción en sí misma
tan notable como el V Congreso del PSUC es todavía demasiado poco para poner en
marcha un proceso de reconstrucción comunista. El PCE y el PSUC llevan ya tantos
años degradando su sustancia que, aunque sus crisis puedan tener importancia en el
camino hacia la constitución de una nueva cultura comunista, no abren un horizonte
suficiente para ese camino. El mismo estallido de consciencia obrera en el V Congreso
del PSUC adopta, por falta de otra cosa, los conceptos acomodaticios y el léxico vago
de los eurocomunistas.

La situación de derrota del comunismo entre el martillo imperialista occidental y el


yunque del despotismo oriental es demasiado grave para que la pueda compensar la
crisis de consciencia de un partido.

Esa crisis, sin embargo, tiene mucho interés, porque recuerda que la base humana,
social y moral del comunismo sigue ahí, en las necesidades de la humanidad explotada
y oprimida. Esa persistencia, por debajo de la marea ideológica y propagandística que
acompaña a los primeros escarceos de la nueva ofensiva imperialista del rearme y la
generalización de las técnicas destructoras del planeta, constituye el principal
fundamento en que basar la resistencia al futuro, muy poco deseable, implicado por la
recomposición de la economía capitalista a través de esta crisis. En ese fundamento
pueden conseguir consistencia los intentos de hallar formas de vida alternativas a la
perspectiva anunciada por la nueva escalada del armamento atómico, el creciente
desarrollo de las armas biológicas y las centrales nucleares, pensando en cuyo plutonio
se regodean ya tantos aguerridos estrategas de países pequeños o medianos. Hace
tiempo ya que la esperanza de evitar el fatal camino seguido por las clases dominantes
estriba en llegar a la unión del movimiento obrero, no con sus explotadores -en
Gobiernos de concentración o en consensos-, sino con las fuerzas que rechazan la
dinámica del desastre. También en este punto el V Congreso del PSUC da cierta vida a
esa esperanza, con su oposición a las centrales nucleares. Mucha gente puede obtener la
nueva o reforzada motivación para seguir esforzándose dentro de esa perspectiva.
Mientras tanto, el V Congreso del PSUC nos ha refrescado con el agradable espectáculo
de la derrota (por fugaz que sea) de un equipo político de pequeños burgueses,
profesionales de la palabra, a manos, principalmente, de obreros de la construcción del
Vallés y el Bajo Llobregat.

Esta tribuna está firmada también por los miembros de la redacción de la revista
Mientras Tanto, compuesta por María José Aubet Ezequiel Baro, Miguel Candel, Juan
Ramón Capella, Antoni Domenech, Paco Fernández Buey, Ramón Garrabou, Antonio
Izquierdo, Enric Pérez Nadal, Víctor Ríos y Eduard Rodríguez Farre.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 22 de enero de 1981


Tribuna:TRIBUNA LIBRE

Una reflexión sobre el V Congreso del


PSUC
Jordi Sole Tura
14 ENE 1981

La crisis abierta, por el V Congreso del PSUC ha llenado de estupor a muchos y de


alarma a muchos otros. El cambio ha sido brusco para aquellos que no estaban en los
entresijos de la situación interna del PSUC. Y aunque la actitud de la mayoría de los
órganos de información ha sido ponderada, intentando aportar reflexión y serenidad a la
opinión pública, no han faltado editoriales energuménicos que muestran hasta qué punto
la derecha de este país sigue sin entender el significado real de la palabra
democracia.¿Qué ha ocurrido en realidad? Yo no creo que en los límites de un artículo
se pueda dar una explicación exhaustiva, pero sí se puede intentar una síntesis de las
razones principales.

A mi entender, la primera de ellas es la repercusión en el seno del partido de la situación


general del país, de las dificultades económicas, de las debilidades del sistema
democrático, de la falta de una alternativa.

El paro, la inflación, la crisis de valores de nuestra sociedad y la falta de alternativas


concretas ha generado entre muchos trabajadores dos tipos de actitudes: o la reacción
corporativa y gremial o la exasperación y el radicalismo. Y como corolarios de una y
otra, una falta de confianza en las instituciones del sistema democrático y en las
posibilidades del propio sistema para dar solución a los problemas.

Desde hace meses, tanto en Cataluña como en el resto de España uno de los ejes de la
ofensiva política de la derecha ha sido el intento de aislar a los comunistas y de
convertir a Comisiones Obreras en una especie de chivo expiatorio sindical de las
dificultades actuales. Todo esto ha producido reflejos defensivos muy serios en un
sector importante de los trabajadores y muy especialmente entre algunos exponentes de
la vanguardia sindical y política de la clase obrera.

Estos reflejos se hubiesen paliado si las perspectivas de unidad de la izquierda hubiesen


sido mejores y, por tanto, si se hubiese abierto alguna esperanza de alternativa a .corto
plazo. El proyecto eurocomunista tiene diversos componentes, pero yo diría que su eje
esencial es recomponer la unidad del movimiento obrero y de las fuerzas de izquierda.

La unidad de la izquierda

Pero lo cierto es que la unidad entre socialistas y comunistas en el plano político y éntre
CC OO y UGT en el plano sindical no ha avanzado. Aparte de los pactos municipales -
que en algunos casos también han sido conflictivos y que, en general, no han culminado
en auténticos programas municipales comunes-, la unidad no sólo no ha avanzado, sino
que incluso ha retrocedido. En pleno congreso del PSUC, el propio Joan Reventás hizo
unas declaraciones despectivas contra la unidad de los comunistas que favorecieron
todavía más la tendencia hacia la radicafización. Y después del congreso la reacción
más sectaria -aparte de la de la ultraderecha- ha sido la de Enrique Múgica Herzog.

Yo no excluyo, antes al contrario, que los comunistas tenemos una gran parte de
responsabilidad en esta falta de unidad. Pero lo cierto, lo que importa ahora subrayar, es
que la desunión ha sido a la vez causa y efecto de una tendencia cada vez más acusada
al repliegue de muchos trabajadores en sí mismos. Y ese repliegue, teorizado y hasta
canonizado por algunos intelecturales, ha sido un fáctor muy importante en la
involución,política que ha representado el V Congreso del PSUC.

Otro factor ha sido la repercusión de la situación internacional ' La crisis mundial, el


auge de la derecha en los principales países capitalistas, la falta de una alternativa
progresista en Europa por la desunión de las fuerzas populares y la reaparición de un
clima de guerra fría han acentuado también los reflejos defensivos de muchos militantes
comunistas. Ante el auge de la bipolarización no han aparecido alternativas claras a
corto plazo. Y a los llamados prosoviéticos les ha sido relativamente fácil teorizar que
los bloques son una realidad cerrada, que las contradicciones entre los países capitalistas
son secundarias, que los socialistas son un elemento decisivo de la estrategia
imperialista para la división del movimiento obrero, que una de las formas principales
de lucha de clases mundial es el enfrentamiento de los dos bloques y que, por tanto, hay
que colocarse de una y otra manera al lado de uno de los dos.

Estados Unidos y URSS

Esto coincide objetivamente con los intereses estratégicos de ambas potencias, pues
tanto el Gobierno de Estados Unidos como el de la URSS quieren que en Europa se
mantenga el estado actual y la intangibilidad de sus respectivos bloques. La política
eurocomunista tiende a romper este inmovilismo, a generar fuerzas de paz que sean
capaces de abrir una alternativa propia a nivel europeo, vinculada naturalmente a todas
las fuerzas de paz y de progreso del mundo. En la medida que el eurocomunismo. tiene
este potencial renovador, en la medida que su culminación política significa la quiebra
de la lógica de los bloques, tanto el Gobierno norteamericano como el soviético están
interesados -aunque sea por razones distintas- en que el eurocomunismo fracase, en que
la izquierda no recomponga su unidad, en que los comunistas no lleguen a ejercer
responsabilidades de poder por la vía democrática en los países capitalistas europeos, en
que los comunistas se encierren en sí mismos como una especie de avanzadilla de un
bloque dentro del otro y en que los socialistas se conviertan en puntas de lanza del
atlantismo dentro del movimiento obrero.

Esta doble presión se ha hecho sentir de una manera muy viva en el congreso del PSUC.
No es una Casualidad que el debate haya girado fundamentalmente en torno a.,
problemas internacionales, que la discusión haya sido muy simplista pero muy viscerál
y que algunas enmiendas defendidas reprodujesen literalmente párrafos de la revista
soviética Tiempos Nuevos.

El V Congreso del PSUC va, pues, más allá de su contexto catalán y debe entender-se
como un episodio de la nueva guerra fría en curso. Como telón de fondo y como
perspectiva están, por consiguiente, los futuros avatares del PC de España y del PC
italiano.
Crisis y desencanto

Un tercer factor es la propia dinámica interna del PSUC. Como los demás partidos, el
PSUC ha acusado los efectos de la crisis y del llamado desencanto. Ha disminuido el
número de militantes -especialmente de los jóvenes- y las agrupaciones han tenido en
general una vida lánguida. En muchos casos, los locales del partido han sido más
lugares de refugio de los militantes para discutir entre ellos que centros de irradiación
hacia afuera de propuestas Folíticas y de soluciones concretas. Flor otro lado, las
ambigüedades en que se ha traducido a menudo la política que llamamos de integración,
la falta de un auténtico debate sobre los problemas del país y del mundo, y la falta de
apoyo por parte de la propia dirección para muchas iniciativas renovadoras. han hecho
qué muchos militantes de mentalidad inequívocamente eurocomunista abandonasen la
militancía activa. Yo diría, en síntesis, que hemos dejado que la mayoría eurocomunista
del PSUC se dispersase -y hasta hemos contribuido a ello con las indecisiones de una
dirección a su vez dividida-, mientras que hemos asistido pasivamente a la creación de
una corriente opuesta al concepto y a la práctica del eurocomunismo. Esta es una grave
responsabilidad que yo también, comparto, con todas sus consecuencias, en tanto que ex
miembro del comité ej icutivo.

Por todo ello, la preparación y el desarrollo del congreso han sido muy irregulares.
Desde el punto de vista formal han sido impecablemente democráticos. El comité
central se ha limitado a redactar las tesis programáticas y a enviarlas a las agrupaciones
sin mayor intervención directa.

Pero, ¿que ha ocurrido en la práctica? Que por las razones antedichas en la discusión
delas tesis programáticas ha participado poca gente, no más del 15% del total de
miembros inscritos. Y de ese 15% ha salido el grueso de los delegados al congreso.

Por otro lado, mientras la dirección observaba,esta actitud de neutralidad democrática,


desde instancias situadas en la propia dirección y encargadas de organizar el congreso
se daba un carácter partidista de proceso congresual y desde otras instancias se
organizaba una auténtica labor de fracción.

Entre las resoluciones sobre las tesis programáticas llegadas al comité central, veinte -
procedentes de distintas zonas geográficas- reproducían textualmente párrafos de la del
comité comarcal del Vallés occidental.

La democracia fue, pues, formalmente impecable, pero resultó deformada por. todos
estos hechos y muy especialmente por el desarrollo de una auténtica labor fraccional y
por la falta de participación. Por eso no podemos culpar a la democracia de los
resultados .del congreso. Yo diría más bien que ha ocurrido lo contrario, pues, para mí,
democracia es, sobre todo, participación libre y no manipulada, y de esto ha habido,
desgraciadamente, poco.

Confusión extrema

El resultado global de estos y otros factores es una confusión extrema. El congreso


rechazó el término eurocomunismo en las tesis programáticas, por 424 votos a favor del
rechazo, 359 en contra y veintiuna abstenciones. Pero, previamente, el mismo congreso
había aprobado el informe del comité central saliente, en el que se reivindica y se
mantiene el concepto de eurocomunismo por una diferencia -esta vez de signo inverso-
también de unos sesenta votos.

En las tesis aprobadas hay algunas que condicionan la indepeladencia del PSUC, y
otras, no. Así, por ejemplo, se mantiene la condena clara y explícita a la invasión,
soviética de Afganistán en la discusión de los estatutos se rechazaron, en general, las
enmiendas más involucionistas y se aprobó un término tan importante como la
definición del PSUC como partido laico.

¿Qué quiere decir todo esto? Que el PSUC ha entrado en una fase de auténtica
provisionalidad, tanto de sus órganos dirigentes como de su propia definición
programática. Y que esa provisionalidad debe cerrarse cuanto antel con definiciones
claras que hagan del PSUC un instrumento válido para la defensa de los intereses de los
trabajadores y, a la vez, impidan el aislamiento del PSUC respecto a los comunistas del
resto de España.

Porque lo que no se Puede decir de ninguna manera es que la confusión misma de las
resoluciones minimiza el cambio ocurrido. Los que se oponían al término
eurocomunismo argumentaban que estaban de acuerdo en todo menos en la palabra.
Hicieron de ella el caballo de batalla principal y obligaron a todo el congreso a
polarizarse en tomo a ella. Y lo que resultó fue, efectivamente, una división que
reflejaba dos maneras de entender la política internacional, dos maneras de enfrentarse
con los problemas políticos inmediatos. Por ello, el giro que se imprimió fue tan radical,
tan absoluto. Y sólo se puede recuperar el talante, la forma de entender la lucha política
y de enraizar al PSUC en la vida catalana que se expresaban con el concepto de
eurocomunismo mediante un debate y una clarificación política que no deje lugar a
ninguna ambigüedad.

La provisionalidad sólo puede cerrarse si se consigue impulsar lo que ahora no ha


existido: un debate profundo con participación masiva; si los militantes que se habían
apartado o se habían refugiado en la pasividad vuelven a la plena actividad, y, sobre
todo, si se clarifican las opciones políticas y se despejan las ambigüedades.

Clarificar conceptos

Hay que clarificar conceptos y posturas individuales, decir claramente lo que se va a


defender y por qué. Y no entrar en combinaciones por arriba que la mayoría de los
militantes no entienden y que aumenten por ello mismo la confusión. Hay que dar
confianza a todos los militantes, abrir múltiples vías de diálogo, hacer participar a toda
la población que ha confiado electoralmente en el PSUC mediante un debate abierto.

En la base de esta reflexión y de esta exigencia hay una constatación fundamental: que
los eurocomunistas no son una tendencia dentro del PSUC, frente a otras más o menos
equivalentes, sino la mayoría del partido. Yjunto a ésta, otra constatación no menos
fundamental: que los eurocomunistas no son un grupo de dirigentes intelectuales u
obreros, sino mujeres y hombres muy diversos, enraizados en el tejido social catalán y
muy particularmente, entre la clase obrera.
Que la palabra eurocomunista se haya llegado a identificar por algunos como sinónimo
de una tendenci,a más, es una grave distorsión de los hechos, no siempre desinte,
resada.

Por todo ello, la tarea que tenemos ante nosotros no se puede alargar ni diluir en el
tiempo. Los problemas agudos que no se resuelven, se pudren, y lo que se pudre se
descompone. Hay que orientar todo el PSUC hacia un congreso extraordinario a plazo
relativamente corto, abrir un debate serio, responsable y masivo en tomo a los
problemas políticos que más preocupan a la población y que definen nuestra propia
razón de ser, recomponer la dirección en torno a los hombres más votados del congreso
y que mejor simbolizan la voluntad eurocomunista del PSUC, Gregorio López
Raimundo y Antoni Gutiérrez Díaz, y rehacer la imagen y la moral combativa del
partido.

Si somos capaces de realizar esta tarea, el PSUC puede dar un gran salto adelante y salir
fortalecido de la prueba, abriendo nuevas perspectivas en Cataluña y en toda España. Si
fracasamos, no sólo el PSUC dará un paso atrás de proporciones incalculables, sino que
todo el panorama de la izquierda, todas las perspectivas de renovación y de avance
hacia el socialismo en la libertad y la democracia quedarán seriamente dañadas.

Jordi Solé Tura es diputado comunista y miembro del comité central del PSUC, así
como del comité ejecutivo del PCE.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de enero de 1981

Editorial:
El V Congreso del PSUC
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7 ENE 1981

EL V CONGRESO del Partido Socialista Unificado de Cataluña ha adoptado


resoluciones tan cargadas de consecuencias para el futuro de los comunistas que resulta
imposible comprimir en un solo comentario los análisis y juicios que merecen estos
cinco agitados días de enero. Sin embargo, cabe destacar ya, desde ahora, algunas de las
líneas centrales de la asamblea ayer concluida.En primer lugar, Gregorio López-
Raimundo y Antoni Gutiérrez, presidente y secretario general de la antigua dirección,
han pagado un alto precio por su decisión de jugar sin cartas marcadas el arriesgado
envite de una confrontación electoral abierta. Han mantenido su palabra de no
presentarse a la reelección de sus cargos si el V Congreso del PSUC no aprobaba las
formulaciones llamadas eurocomunistas. Y eso que, de haber aceptado figurar como
candidatos, su elección por el Comité Central del PSUC como presidente y secretario
general se daba por descartada.

La corriente de oposición que ha logrado imponer sus enmiendas en este Congreso


posee la cohesión que le da su alineamiento con la Unión Soviética, las tradiciones
nunca extinguidas de la III Internacional y las bases obreras en importantes comarcas
catalanas. La derrota de las posiciones eurocomunistas (en ocasiones sólo
terminológicas) no es tanto una batalla perdida por una concepción ideológica de
perfiles imprecisos y contenido nebuloso como el triunfo del viejo fundamentalismo
marxista-leninista, basado en la aceptación de la Unión Soviética como guía y faro de
los partidos comunistas del mundo entero y como agente histórico encargado de
imponer el «socialismo real» por las armas a todo el planeta. Que esta resurrección de
los fantasmas del pasado, supuestamente enterrados, con las invasiones soviéticas de
Hungría, Checoslovaquia y Afganistán, y que ese regreso al maniqueísmo de los
análisis y de las propuestas se hayan producido en Cataluña y en el PSUC no debe
extrañar a quienes recuerden el reciente viraje del PC francés. La guerra fría cabalga de
nuevo, y su galope puede producir resultados semejantes en el resto de los comunistas
españoles, donde las añoranzas de los buenos viejos tiempos en que sólo existía lo
blanco y lo negro y la URSS era el Superman de los desheredados son tanto o más
vigorosas que en Cataluña.

La corriente prosoviética no ha podido, sin embargo, articular una candidatura capaz de


obtener la victoria en la elección del presidente del secretario general del PSUC, y ha
tenido que pactar una solución de compromiso en el seno del Comité Central, en el que,
por lo demás, su peso no es tan grande, como en el Congreso. Francisco Frutos, el
nuevo secretario general, antiguo trabajador de la industria textil, es un joven dirigente
obrero muy popular. Respetado por sus adversarios políticos «eurocomunistas», no
encaja ni en la figura del ideólogo sectario y doctrinario, ni en el estereotipo del
funcionario del aparato. En cuanto al nuevo presidente del PSUC, Pere Ardiaca, es un
veterano de la vieja guardia, hasta el punto de que en los Escritos sobre la guerra de
España, de Palmiro Togliatti, se pueden encontrar ya algunas hirientes observaciones
despectivas contra su persona y contra su «absoluta inconsistencia política».

La batalla de la organización, sin embargo, no ha hecho más que comenzar. La elección


del nuevo Comité Ejecutivo, que el Comité Central del PSUC deberá realizar en el
plazo de diez días, permitirá atisbar mejor cuáles van a ser los nuevos rumbos del
partido de los comunistas catalanes en el terreno de la estrategia política, de la
proyección hacia la sociedad, de las relaciones con el PCE y de la dialéctica
«nacionalismo-clasismo». ¿Será capaz la corriente prosoviética de afianzar su victoria
congresual en la vida cotidiana y organizativa de su partido? No resulta fácil jugar a las
predicciones. Máxime cuando la representación del PSUC en las Cortes Generales y en
el Parlamento catalán y el diseño e instrumentación de su política municipal se halla en
manos del reducido grupo de los eurocomunistas a ultranza y del sector que hasta ahora
había apoyado a López-Raimundo y Antoni Gutiérrez, y que se siente igualmente
amenazado por el primitivismo político y la adoración por Moscú de la corriente
prosoviética.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 7 de enero de 1981

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