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Sus ojos quedaron prendidos a los suyos, queriendo olvidar un triste recuerdo. Cada
paso que da es seguida por sus avellanados ojos, no aparta la vista de su tierna
figura, el reflejo de su inocencia y lo sublime de lo inexplorable.
I
Como todos los días, sujeta su cabello con un listón y rocía perfume sobre su
cuerpo. Toma un auto hasta la avenida El Salvador, ingresa apresurada, y toma el
mismo asiento, una rutina ya aprendida de memoria.
Se acerca y le susurra al oído ¿Cómo has estado?
- nada fuera de lo común, una mañana tranquila.
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