Você está na página 1de 15

PONENCIA PARA EL CONGRESO INTERNACIONAL “LA LIBERTAD RELIGIOSA

EN EL SIGLO XXI. RELIGIÓN, ESTADO Y SOCIEDAD”, ORGANIZADO POR EL


CONSEJO ARGENTINO PARA LA LIBERTAD RELIGIOSA (CALIR), CÓRDOBA,
REPÚBLICA ARGENTINA, 3 A 5 DE SEPTIEMBRE DE 2014.

TÍTULO: “LIBERTAD RELIGIOSA E IGUALDAD ANTE LA LEY”.

AUTOR: HORACIO RICARDO BERMÚDEZ1.

1. DESDE LA COLONIA HASTA LA CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA


ARGENTINA DEL AÑO 1853.

La Constitución de 1853, en materia religiosa, es decir, de relación entre


Estado e Iglesia y de libertad religiosa, resultó novedosa y adelantada a su tiempo. La
solución transaccional alcanzada en el seno del Congreso General Constituyente,
entre católicos conservadores y liberales, a través de la combinación de los artículos 2
y 14 de la nueva Constitución, fue innovadora.

Los antecedentes constitucionales, tanto en el ámbito nacional como en el


provincial, no fundamentan la solución alcanzada. Por el contrario, aquéllos
consagraron reiteradamente al catolicismo como religión oficial del Estado y el deber
de todos los habitantes de profesarle toda veneración y respeto.

Tampoco la libertad de culto era la norma en el país antes de 1853, ni siquiera


la tolerancia religiosa, excepción hecha del tratado con Gran Bretaña del año 1825 que
sólo rigió en la provincia de Buenos Aires, pero fue enfáticamente rechazado por las
provincias del interior. En la provincia de San Juan, la sanción de la Carta de Mayo
provocó una revuelta y la deposición del gobernador Salvador María del Carril, que la
había promovido. El lema “religión o muerte” llegó a simbolizar la oposición del interior
frente a Buenos Aires.

De tal modo, la obligación del sostenimiento del culto católico por el gobierno
federal fue, al decir del constituyente, la mayor ofrenda que se podía hacer a la religión
heredada, desechando incluso la más amplia fórmula: “adopta y sostiene”, propiciada
por Alberdi en el proyecto de constitución incluida en su obra “Bases y Puntos de
Partida para la Organización Política de la República Argentina”.

1
El autor es abogado, doctor en derecho, profesor adjunto regular de derecho constitucional en la
Universidad de Buenos Aires y miembro de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional y del
Consejo Argentino para la Libertad Religiosa (CALIR).

1
La norma del art. 2 fue aprobada por mayoría, no por unanimidad, del mismo
modo que la consagración en el art. 14 (reiterado para los extranjeros en el art. 20, por
si quedare alguna duda) del derecho de los habitantes de profesar libremente su culto,
que causó un intenso debate. De ambas normas surgió una síntesis feliz que habría
de facilitar el encauzamiento del país hacia los cambios progresistas con que había
soñado la generación del ´37.

La inmigración europea, no necesariamente de católicos, vio en la libertad de


culto una de las grandes promesas de la Constitución que, con el tiempo, se fue
haciendo realidad. No es inoportuno recordar que la discusión de la cuestión religiosa
insumió el mayor número de sesiones del Congreso Constituyente (siete), lo que
revela la importancia que se le asignó, así como lo arduo y profundo de los debates
mantenidos, en los que no estuvo ausente la consideración de las posturas asumidas
en ese tiempo por la doctrina de la Iglesia sobre la relación entre la religión y la
política.

2. DESDE LA SANCIÓN DE LA CONSTITUCIÓN DE 1853 HASTA EL


ACUERDO DE BUENOS AIRES.

Esa fórmula transaccional no resolvió todas las cuestiones preexistentes entre


Estado e Iglesia, pero resultó exitosa en la transformación de la sociedad argentina y
en la construcción de una sociedad plural en lo racial y en lo religioso, que en los
primeros años del siglo pasado llegó a situarse entre los más adelantados del mundo
con una tasa de analfabetismo, por ejemplo, muy inferior a la mayoría de los países de
Europa.

Ciertas instituciones heredadas del régimen colonial, como el Patronato y el


Pase, mantenidas en diversos artículos de la Constitución como atribuciones del Poder
Ejecutivo, del Congreso y de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, fueron en
gran medida la causa de una serie de turbulencias por las que atravesó la relación
entre el Estado y la Iglesia durante las presidencias de Roca, Marcelo T. de Alvear y
Perón, llegándose durante el mandato de este último a impulsarse la reforma
constitucional para separar totalmente a la Iglesia del Estado. No fue suficiente el
“modus vivendi” acordado durante el mandato de Bartolomé Mitre y, en 1955,
comenzó a gestarse el que se conocería como “Acuerdo de Buenos Aires”, firmado
entre la Santa Sede y la República Argentina en 1966, luego de tratativas mantenidas
por los sucesivos gobiernos hasta su culminación exitosa en la presidencia de Arturo
Illia bajo la inspiración de su recordado canciller, Miguel Ángel Zavala Ortiz.
2
Los artículos III, IV y V del Acuerdo hicieron caer en desuetudo a las normas
constitucionales que establecían el Patronato, el Pase y la ley del Congreso para el
ingreso de nuevas órdenes religiosas, al estipularse un sistema de pre-notificación por
parte de la Santa Sede al Estado Argentino para la designación de obispos, la libre
comunicación entre la Santa Sede y el clero y fieles locales, y el libre ingreso de
órdenes religiosas.

Entretanto, entre 1853 y 1994, se sucedieron numerosos proyectos


infructuosos de reforma del art. 2, entre otros: el de Félix Frías para restablecer la
religión oficial del Estado en 1860; el de Juan B. Justo y Mario Bravo, de corte
científico-positivista que propiciaba la separación entre Iglesia y Estado, en 1925; el ya
mencionado del legislador Tesorieri en 1955, en el mismo sentido; el del Consejo para
la Consolidación de la Democracia en 1983, que auspiciaba la adopción de los
principios enunciados por el Concilio Vaticano II.

3. LA REFORMA CONSTITUCIONAL DE 1994.

Faltaba llegar hasta 1994 para que las recién mencionadas normas, que
formalmente se mantenían en el texto de la Constitución, fueran suprimidas. También
se eliminó la exigencia de que el Presidente y Vicepresidente de la Nación
pertenecieran a la comunión católica apostólica romana, y se modificó la fórmula para
su juramento al asumir el cargo, que dejó de ser exclusivamente religiosa.

Con la reforma de 1994 se produce la jerarquización de una serie de


instrumentos internacionales de derechos humanos, relevante en el tema que nos
ocupa por la clara protección a los diversos contenidos del derecho a la libertad
religiosa, tanto individual como colectivamente, del mismo modo que por el principio de
igualdad ante la ley.

Como la ley N° 24309, declarativa de la necesidad de la reforma constitucional,


expresamente excluía de ella la Parte Dogmática de la Constitución, no se revisó el
art. 2, aunque debe señalarse que en el año previo a la reforma no faltaron proyectos
que lo propiciaban.

4. EL DERECHO PÚBLICO PROVINCIAL:

En el derecho público provincial se fueron produciendo también cambios que


pueden iluminar el camino por transitar en el ámbito nacional. Si bien subsisten
fórmulas que consagran al catolicismo como religión oficial de la provincia (como en la

3
constitución de Santa Fe), también están las que exhiben una postura neutral y laicista
(como Entre Ríos, Misiones, Chaco, La Pampa, Chubut, y la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires), junto con las que han adoptado los principios de autonomía y
cooperación (como Córdoba y Formosa), en sintonía con los documentos emanados
del Concilio Vaticano II.

5. LA JURISPRUDENCIA NACIONAL:

La jurisprudencia de nuestros tribunales nacionales también ha acompañado


esta evolución, afirmando el principio de separación entre Iglesia y Estado y la
independencia del orden civil respecto del religioso, desde el caso Correa (1893) hasta
los casos Sejean (1986), Villacampa (1989) y Sisto (1998); junto con el reconocimiento
de la jurisdicción eclesiástica y de la normativa canónica en los casos Lastra (1991) y
Rybar (1992), y de la inmunidad fiscal de la Iglesia respecto de los bienes destinados a
la consecución de sus fines, de conformidad con lo prescripto por el artículo 2345 del
Código Civil, en los casos Rosa de Melo Cané (1911) y Didier Desbarats (1924).

6. EL DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO:

La evolución producida en el alcance de la libertad religiosa y en el carácter de


la relación entre Estado e Iglesia también puede verse en el derecho comparado,
donde encontramos diferentes sistemas de relación entre ambos órdenes.

En los Estados Unidos de América la constitución consagra un sistema de


neutralidad entre ambas. Su Enmienda I levanta, al decir de Jefferson, “un muro
separatorio” entre religión y política, es decir, el Estado es neutral pero no hostil a la
religión, con una fuerte garantía de la libertad religiosa.

En Europa encontramos tanto Estados con iglesias nacionales (como


Inglaterra, Dinamarca y Noruega), como Estados separatistas (como la República
Francesa), y países concordatarios (como Alemania, Italia, España y Polonia, entre
otros).

El modelo francés representa el neutralismo pasivo, en palabras de Rik Torfs,


profesor de la Universidad de Lovaina, donde se garantizan la libertad y la igualdad
religiosa, en tanto la religión sea tan invisible como se pueda. La exteriorización
pública de las creencias religiosas se encuentra inhibida, la religión se restringe al
ámbito privado. El Conseil Constitutionnel ha declarado en 2010 la validez

4
constitucional de una ley que prohíbe la exhibición de símbolos religiosos (como el
velo islámico para las mujeres).

De particular interés resultan los modelos de Italia y España, que combinan el


reconocimiento amplio de la libertad religiosa con los principios de autonomía y
cooperación en la relación entre el Estado y las confesiones religiosas. El Estado no
sólo no sostiene oficialmente ninguna religión, sino que puede suscribir acuerdos de
cooperación con las diferentes confesiones.

Tanto en Italia como en España se han establecido sistemas de sostenimiento


de las confesiones religiosas por sus propios adeptos a través de una asignación
porcentual sobre el resultado de la declaración anual de renta de las personas físicas.
En Italia se destina el 0,8 % y en España el 0,5 %, aunque en la segunda se acordó un
lapso de transición para el sostenimiento de la Iglesia Católica Apostólica Romana
durante el cual la dotación estatal se mantiene, pero se va reduciendo gradualmente.
Además, tanto Italia como España han suscripto acuerdos de cooperación con las
principales confesiones religiosas. Estos casos son caracterizados como modelos de
la denominada “sana laicidad del Estado” y de “pluralismo activo” en las palabras del
profesor de Lovaina ya citado.

En América Latina la Iglesia Católica Apostólica Romana es punto de


referencia insoslayable, cualquiera sea el tipo de relación actual entre el Estado y la
religión. Al igual que en Europa, la religión dominante actúa como punto de referencia
en un doble sentido: como status tendencialmente a alcanzar, y que determina una
mayor facilidad para alcanzarlo cuanto mayor sea la similitud con la religión
dominante. Dejado de lado en general el Patronato, no se da ninguno de los extremos
(laicismo o confesionalismo), sino que en la actualidad todos los países exhiben una
suerte de laicidad, neutralidad o aconfesionalidad, con reconocimiento de la libertad
religiosa y con numerosos países que tienen concordatos celebrados con la Santa
Sede. En varias constituciones se declara expresamente la adopción de los principios
de autonomía y cooperación: Brasil 1988, Paraguay 1992, Perú 2002. El Estado
colombiano ha suscripto acuerdos de cooperación con cultos no católicos en 1997.
Chile reconoce a todos los cultos inscriptos en un registro carácter de personas
jurídicas de derecho público.

Por contraste, México y Uruguay son estados laicistas y no tienen concordatos


firmados con la Santa Sede.

5
7. LA DOCTRINA CATÓLICA A PARTIR DEL CONCILIO VATICANO II:

La doctrina de la Iglesia Católica Apostólica Romana sobre estas cuestiones


cambió sustancialmente a partir del Concilio Vaticano II, anunciado en 1959 y
convocado para el año siguiente por el Papa Juan XXIII.

Principales cambios:

Enunció los principios de autonomía y cooperación como sistema preferido


para la relación entre Iglesia y Estado, atendiendo a “los signos de los tiempos”, es
decir, al pluralismo religioso y a las transformaciones democratizantes en la sociedad,
entendidos como hechos que han modificado la índole del Estado, que ha de ser, en
adelante, neutral en materia religiosa.

El foco de atención se desplaza hacia la persona y su engarce en la sociedad:


el acento se pone en la dignidad de la persona humana y sus derechos, postergando
al viejo principio según el cual el error no otorga derechos.

A partir del Concilio cambia también, en forma congruente, la política


concordataria de la Iglesia. En esta nueva línea se inscribió el Acuerdo de Buenos
Aires de 1966 y se inspiraron las constituciones de los países del Este de Europa, por
ejemplo de Polonia, tras la caída de la Unión Soviética en el año 1989.

Principales documentos conciliares:

En varios documentos emanados del Concilio se consagran los principios


precedentemente enunciados:

- “Lumen Gentium”, Constitución Dogmática sobre la Iglesia:

Reafirma el “dualismo cristiano” (“Dad al César lo que es del César y dad a


Dios lo que es de Dios”), en la distinción entre lo religioso y lo político, dos órdenes
jurídicos que no deben confundirse. En su N° 16 se refiere a la especial posición de
judíos y musulmanes.

- “Gaudium et Spes”, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo


de hoy:

Insta a “tomar nota de los signos de los tiempos” y responder a esa realidad.
En su N° 36, ser reconoce la autonomía de las realidades externas, de lo temporal
respecto de la Iglesia. En su N° 76, se reafirma la independencia y autonomía de la

6
Iglesia y de la comunidad política en su respectivo campo de acción, para que también
procuren una sana cooperación entre ambas.

Es de destacar el párrafo donde dice: “Es verdad que las cosas de este mundo
y aquéllas que lo superan están estrechamente unidas y la Iglesia no deja de usar las
cosas temporales en cuanto su misión lo requiere. Pero no pone su confianza en los
privilegios que le brinda la autoridad civil; está incluso dispuesta a renunciar al
ejercicio de derechos legítimamente adquiridos si constara que éste puede poner en
duda la sinceridad de su testimonio, o bien si las nuevas condiciones de la vida exigen
otra condición”.

Es clara señal de que la Iglesia advierte la necesidad de que la autonomía


tenga una base material independiente de todo poder político. Inscripto dentro de la
preocupación por dar una eficaz respuesta a los signos de los tiempos, en nuestro
país se desarrolla desde años atrás el Proyecto Compartir, impulsado por el Consejo
de Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Argentina. Esta iniciativa tiene
por objeto instalar la conciencia de la necesidad de la reforma económica de la Iglesia,
con miras a lograr el auto-sostenimiento por sus fieles y una gestión transparente y
eficaz en la administración de sus bienes, en parte para liberar a la Iglesia de
eventuales compromisos con el poder político, en parte como adaptación al desarrollo
de la democracia pluralista como forma de Estado del Occidente Post-Moderno.

- “Dignitatis Humanae”, Declaración sobre la libertad religiosa:

Afirma el derecho de las personas y de las comunidades a la libertad social y


civil en materia religiosa. Pone énfasis en la insoslayable necesidad de garantizar la
libertad de todos los hombres en la sociedad civil; dentro de ella, la libertad religiosa.

- “Nostra Aetate”, Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las


Religiones No Cristianas:

Modifica esencialmente la anterior posición de la Iglesia Católica frente a los


otros cultos, basada en la citada regla según la cual “el error no otorga derechos”, al
afirmar: “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de
santo y de verdadero”. Se propicia una relación fraternal entre los hombres, basada en
el diálogo y la colaboración, sin distinción de cultos. Se reprueba, como ajena al
espíritu cristiano, cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de …
religión. Las relaciones con judíos y musulmanes, están tratadas en capítulos
especiales, como signo de la trascendencia que se les asigna.
7
8. LA REFORMULACIÓN DEL ARTÍCULO 2 DE LA CONSTITUCIÓN
NACIONAL:

La evolución del concepto de libertad religiosa y de las relaciones entre lo religioso


y lo político de cara al siglo XXI invita, a nuestro ver, a recrear la configuración de la
citada cláusula constitucional, con especial referencia al sostenimiento de un culto por
el Gobierno Federal. A ello contribuyen los siguientes factores relevantes:

8.1. Fisonomía de la sociedad argentina:


Si bien es cierto que parte de la doctrina constitucional ha sostenido la existencia
de contenidos pétreos en el texto de la Constitución (entre ellos, el carácter
confesional del Estado), siempre se los ha subordinado a que la sociedad argentina,
el medio cultural y religioso, la estructura social de la cual derivan, conserven su
fisonomía. En nuestra opinión existen indicadores de cambios relevantes en la
fisonomía de la sociedad argentina, que expondremos a continuación:

a) El paso del “crisol de razas” al “mosaico multicolor”: Ya en los proyectos de reforma


del artículo 2 presentados en las primeras décadas del siglo pasado, por ejemplo los
de los legisladores Juan B. Justo y Mario Bravo (1924) y Bezaso (1925), se invocaba
el carácter cosmopolita de la sociedad argentina y su heterogeneidad racial y religiosa.
Se ha producido una progresiva integración de la sociedad argentina a través de la
inmigración y el asentamiento de comunidades étnicas que han traído su cultura y,
dentro de ella, su religión. Así como es inseparable el legado de la Iglesia Católica de
la historia y conformación de la sociedad argentina, ésta se ha enriquecido también
con el aporte de las confesiones no católicas en todos los órdenes, por lo que es justo
que de algún modo la Constitución también reconozca y refleje esta diversidad.

b) La consolidación de la democracia pluralista y participativa, como forma de Estado,


a partir de 1983.

c) La Constitución argentina de 1853 es, como explica Alberdi en su obra citada, una
“constitución de transición” que respondió a las necesidades del momento de su
sanción y a los fines de un proyecto determinado. Cabe recordar que el mencionado
jurista distingue “constituciones de transición y creación” de las constituciones
“definitivas y de conservación” y dice que las que entonces pide “la América del Sur
son de la primera especie, son de tiempos excepcionales”.

d) La respuesta de 1853 estuvo destinada a generar un cambio en el destino del país;


producido ese cambio, que dio lugar a la formación de una sociedad plural, el marco
8
constitucional aparece estrecho para satisfacer los nuevos requerimientos de la
sociedad y canalizar la conveniente cooperación en pie de igualdad entre las diversas
corrientes culturales que conviven en su seno. En otras palabras, el replanteo es
consecuencia no del fracaso, sino del éxito de la Constitución en el propósito
perseguido por la complementación entre sus artículos 2 y 14; como todo instrumento
de transición, una vez conseguido su propósito y en atención al contexto mundial, es
oportuno considerar su actualización, no para revertir sus efectos, sino para
profundizarlos, para ascender un escalón más hacia la plena libertad e igualdad
religiosas.

8.2. Inviabilidad de reinterpretación del art. 2 CN:

a) Carácter asertivo de la declaración del art. 2 C.N.:

Sostenemos la dificultad para reinterpretar el artículo 2 de la Constitución


Nacional en un sentido extensivo o analógico respecto de confesiones religiosas
diferentes de la Iglesia Católica.

Le resulta aplicable el criterio de interpretación enunciado por el Juez Marshall


en el año 1803 al fallar en el caso “Marbury v. Madison”: “Las palabras afirmativas son,
a menudo en su operatividad, negatorias de otros objetos que los prescriptos, y en
este caso debe asignárseles ese sentido so pena de privarlas de sentido en absoluto”.

En efecto, la norma constitucional en estudio declara que el Gobierno Federal


sostiene el culto católico apostólico romano. El carácter asertivo de su contenido es,
por su naturaleza, negatorio de otros objetos diferentes de los enunciados
expresamente y, consecuentemente, de toda interpretación extensiva.

Ella no establece una alternativa, sino una elección excluyente de la


cooperación del Estado con otras confesiones religiosas. Su interpretación es similar a
la declaración del artículo 1 de la Constitución respecto de la forma de gobierno
republicana; de lo contrario, ella podría entenderse como abierta a otras posibilidades;
sin embargo, la forma republicana representativa adoptada no puede ser entendida
como compatible con la monarquía. En esta línea, tampoco puede el Gobierno Federal
sostener a otro culto, cualquiera sea el sentido que se le asigne al verbo “sostener”.

Ninguna de las interpretaciones sostenidas, en un sentido u otro, deja espacio


para la cooperación con otras confesiones religiosas (mucho menos si el
sostenimiento no se concibiera como meramente económico o material, no axiológico).

9
Debemos aquí agregar nuestra conclusión de que el mero sostenimiento
económico no fue para los Constituyentes el significado único del artículo 2, sino que -
como se advierte de la lectura de los debates desarrollados- implicaba un aspecto
valorativo, cuya máxima evidencia se encuentra en el originario inciso 15 del artículo
64 (después 67), respecto de los indígenas y la obligación del Gobierno Federal de
promover su conversión al catolicismo. Esta interpretación resulta, además, compatible
con lo sostenido en ese entonces por la doctrina católica sobre la relación entre la
Iglesia y el Estado, la cual fue tenida en cuenta y merituada por los Constituyentes.
Es cierto, de todos modos, que la interpretación sobre los alcances del
segundo artículo de la Constitución ha dado lugar a posteriores discusiones con
conclusiones contradictorias que llegan hasta el presente. En años recientes, la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, al pronunciarse en los casos Sisto y Sejean,
calificó al sistema del Estado argentino como “de neutralidad confesional” (voto del Dr.
Petracchi).

Al reformarse la Constitución en el año 1994, se suprimió el texto del inciso 15


del artículo 67 (que fue sustituido por una norma de revaloriza las culturas de los
pueblos originarios), así como los incisos 8 y 9 del artículo 86 (atribuciones del
Presidente relativas al Patronato Nacional y al Pase), y la exigencia de que el
Presidente y el Vicepresidente de la Nación pertenezcan a la comunión católica
(artículo 76).

Estas modificaciones reflejan cambios ocurridos en la relación entre Iglesia y


Estado, lo cual refuerza la conclusión sobre la necesidad de reformular el artículo 2,
para ajustar su sentido y adecuarlo a la realidad actual de la Argentina y del mundo.

b) Incompatibilidad del sostenimiento de un culto determinado y


libertad religiosa:
De la exposición precedente resulta la existencia de desigualdad en el trato
dado por la ley constitucional a los cultos no católicos. En tanto la noción de igualdad
conlleva la de una proporción o medida, podemos decir que el mayor o menor grado
de igualdad puede determinar –con carácter actual o eventual- un diferente grado de
libertad.
La desigualdad entre el status y tratamiento conferido a la Iglesia Católica y a
las restantes confesiones, puede implicar una lesión a la libertad religiosa.
La promoción de la libertad de culto en sentido positivo (no meramente
negativo o abstencionista), en el sentido que Rik Torfs le da a la expresión “pluralismo

10
activo”, ya sea directamente, como la cooperación para construir un templo, o
indirectamente, a través de exenciones impositivas, podrían ser cuestionadas por vía
de la interpretación más restrictiva del artículo 2 de la Constitución Nacional que
pudiera resultar de un cambio en la jurisprudencia de nuestros tribunales.

Para quienes no profesan el catolicismo, la obligación de aportar dinero a


través de una partida en el presupuesto nacional, ¿no puede ser visto como un agravio
a la libertad religiosa? Inversamente, que una religión no católica no pueda contar con
cooperación o sostenimiento por el Estado, ¿no implica una restricción de su grado de
libertad?

Por otro lado, el artículo 2 de la denominada Ley Antidiscriminación N° 23.592,


que se refiere a “actos u omisiones discriminatorios determinados por motivos tales
como … religión”, podría resultar inconsistente con la eventual negación de beneficios
o exenciones impositivas a una confesión religiosa no católica.

Los instrumentos internacionales sobre derechos humanos jerarquizados en la


reforma constitucional de 1994, de acuerdo con el artículo 75, inc. 22 de la
Constitución Nacional consagran reiterada y enfáticamente los principios de igualdad
ante la ley y de no discriminación; se condena expresamente toda forma de
discriminación fundada en las creencias religiosas y de los grupos que integran.
¿Podría cuestionarse exitosamente al artículo 2 de la Constitución, en cualquiera de
las interpretaciones que hemos mencionado, sosteniendo su carácter discriminatorio?

Las declaraciones e informes de la Organización de las Naciones Unidad


señalaron la incompatibilidad entre un estado confesional y la libertad religiosa, si
implican entre otras consecuencias restricciones para el acceso a la función pública o
privilegios económicos (N° 9 del Comentario General del Comité de Derechos
Humanos de la ONU del año 1993).

Según el informe de la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre libertad


religiosa o de conciencia, Asma Jahangir (Ptos. 61 y 62), legislaciones que establecen
“status diferentes entre determinadas categorías de religiones” pueden ser
responsables de preparar el camino a futuras violaciones del derecho a la libertad de
religión o de discriminación por motivos de religión o creencia”. De tal modo, la
dificultad consiste en conciliar estas diferencias entre cultos con el principio de libertad
de religión o de creencias tal como se consagra en el derecho internacional de los
derechos humanos. En su informe del año 2009 insiste en la importancia de que las

11
minorías religiosas tengan la posibilidad de ser oídas, brindándoseles un adecuado
acceso a quienes toman las decisiones y a las autoridades estatales, y en la
importancia de la educación para la diversidad religiosa.

c) El ocaso del confesionalismo:

El Concilio Vaticano II significó el ocaso de la “doverosa confessionalitá” (la


debida confesionalidad), como forma preferida de relación de la Iglesia con los
Estados, para dejar paso al concepto de “sana laicidad”. En adelante, las relaciones
con los Estados deben estar regidas por los principios de autonomía y cooperación. La
dignidad humana y de la libertad religiosa como derecho humano y civil dentro del
Estado, tanto individual como colectivo, pasan a ocupar un lugar central. Estos
lineamientos se han reflejado, por ejemplo, en los concordatos celebrados entre la
Santa Sede y los países de Europa Oriental a partir del año 2000 (por ejemplo,
Letonia, Lituania y Eslovaquia).

d) Laicidad y laicismo:

Debe diferenciarse “laicidad” de “laicismo”, que es una forma extrema del


secularismo, nacida de la contraposición con otro extremo, el clericalismo. El laicismo,
implica una inadmisible imposición a toda la sociedad de una ideología antirreligiosa,
contraria a la libertad e igualdad religiosas, que termina transformándose en una
dictadura de la llamada “opción racional”, con la consecuente desaparición de la
presencia de lo religioso en el ámbito público bajo el argumento de mantener la
neutralidad gubernamental en ese espacio, libre del influjo de las creencias religiosas.
En este sentido resulta muy ilustrativo el debate celebrado el 19 de enero de 2004 en
la Academia Católica de Baviera entre el filósofo Jürgen Habermas y el entonces
Cardenal Joseph Ratzinger (luego, Papa Benedicto XVI) sobre los fundamentos
morales prepolíticos del Estado liberal desde la razón y la fe, en el cual propugnan la
necesidad de respeto y cooperación entre creyentes y no creyentes (los textos leídos
por ambos fueron publicados íntegramente por el diario La Nación, de Buenos Aires, el
15 de mayo de 2005).

9. COLOFÓN: Razones y contenidos a tener en cuenta para la


reformulación del art. 2 de la Constitución Nacional:

Es generalmente reconocida la importancia de eliminar eventuales causales de


discriminación por motivos religiosos y, al mismo tiempo, evitar la aparición de
inconsistencias dentro del sistema jurídico.
12
En síntesis y para propender a concretar dicho objetivo, consideramos
insoslayable tener en cuenta las siguientes razones:

9.1. Evolución de la relación iglesia-Estado y de las relaciones con otras


confesiones no católicas en el constitucionalismo de países de Europa y de
Latinoamérica. La fórmula de artículo 2 aparece anacrónico frente los cambios en la
doctrina enunciada en los documentos emanados del Concilio Vaticano II, el acuerdo
de Buenos Aires de 1966 y la nueva política concordataria de la etapa post-soviética.

9.2. Rol histórico de la Iglesia Católica en el desarrollo de la identidad cultural


argentina a lo largo de su historia y también, en las últimas décadas, del pluralismo
religioso y de los principios de autonomía y cooperación en la relación Iglesia-Estado,
concepto al que no habría sido posible llegar sin la preexistente doctrina del dualismo
cristiano. Cabe señalar en especial, dentro del país, el importante rol asumido por la
Iglesia Católica en la promoción del diálogo interreligioso.

9.3. Los fines de la Constitución: La dirección de la reforma propuesta es


plenamente congruente con los fines de la Constitución enunciados en su Preámbulo y
con su posición teísta. Cabe indagar, a la luz de los debates de 1853, cómo habrían
actuado los constituyentes frente a la evolución experimentada por la sociedad
argentina y por el mundo: en otras palabras, cómo se podrían realizar las promesas de
la Constitución y sus fines en el país de hoy.

9.4. La dimensión colectiva de los derechos: La superación de la dicotomía Estado-


individuo, propia del liberalismo decimonónico, y el reconocimiento de la dimensión
colectiva de los derechos.

9.5. La protección de las minorías étnicas, religiosas y culturales: Los principios


de igualdad y no discriminación por la religión o las convicciones se refuerzan a partir
de la jerarquización de los instrumentos internacionales de derechos humanos
dispuesta en el art. 75, inciso 22, de la Constitución en la reforma de 1994.

9.6. El pluralismo político, cultural y religioso. Un cambio en la concepción de la


sociedad argentina a la luz de la evolución de las sociedades democráticas
pluralistas occidentales. El pasaje del “crisol de razas” al “mosaico multicolor” y las
exigencias de la sociedad pluricultural o multicultural. La necesidad de reforzar la
protección constitucional a la diversidad religiosa es exigencia del grado de respeto y
aprecio mutuos logrados entre las diferentes comunidades religiosas en el país.

13
9.7. Los reclamos de igualdad de los no católicos: El aporte de las comunidades o
confesiones no católicas al desarrollo y enriquecimiento de la cultura argentina es
notorio y hace justo su reconocimiento. Es necesario despejar cualquier grado de
incertidumbre sobre la legitimidad de la cooperación del Estado con dichas iglesias y
sobre su valoración como parte inseparable de la sociedad argentina, adecuando todo
dispositivo legal que pueda colocarlos en una categoría secundaria entre de los
habitantes del país.

9.8. El modelo europeo de sostenimiento del culto por sus fieles: La necesidad de
avanzar en la implementación de un sistema de sostenimiento de la Iglesia Católica
por sus propios fieles, sugiriendo tomar como referencia los actuales sistemas italiano
y español.

9.9. El factor religioso en el ámbito público: La reformulación no debe ser un


producto del viejo laicismo, restrictivo de la libertad y de la igualdad religiosas, sino
tomar como propuesta la de “laicidad del Estado”, con libre presencia de lo religioso en
el ámbito público.

9.10. Contenidos del nuevo texto propuesto: En este orden de ideas, se propone
que la reformulación de dispositivo constitucional se ajuste a los siguientes
lineamientos:

• Supresión de la referencia constitucional al sostenimiento de un culto


determinado por parte del Estado, debiendo éste ser neutral en materia
religiosa, al mismo tiempo que garante y respetuoso de la independencia de las
confesiones respecto del Gobierno.
• Reconocimiento del rol trascendente de la Iglesia Católica Apostólica Romana
en la formación de la sociedad argentina.
• Reconocimiento del aporte de las comunidades religiosas no católicas en todos
los aspectos de la vida social.
• Actualización de las bases de la relación entre el Estado y el factor religioso
sobre la base de los principios de autonomía y cooperación.
• Facultar al Gobierno Federal para la celebración de acuerdos de cooperación
con las confesiones no católicas, ya que con respecto a la Iglesia Católica la
relación se seguirá basando en los instrumentos de carácter concordatario
celebrados y que se celebren en el futuro entre ella y el Estado argentino.

14
• Propiciar la concreción por vía concordataria de un nuevo arreglo sobre el
sostenimiento del culto católico, a fin de que gradualmente pase a serlo por su
fieles, sin perjuicio de la aplicación del principio de cooperación.
• Amplio reconocimiento de la libertad e igualdad religiosa, como derecho
individual y colectivo.

Buenos Aires, 24 de agosto de 2014.-

15

Você também pode gostar