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GUÍA PRÁCTICA SOBRE CÓMO MEJORAR

TU SALUD Y LA DEL PLANETA

LA PRESERVACIÓN DE LA
VIDA SOBRE LA TIERRA,
INCLUIDA LA
HUMANIDAD

Manuel López Arrabal

1ª edición: diciembre-2012

)c( Copia abierta: Los derechos de autor de esta obra están abiertos para
usar, copiar y difundir en cualquier medio de reproducción, grabación y
difusión. Se ha publicado así para evitar restricciones por considerar que es
beneficiosa para tod@s.
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Índice
PRÓLOGO …………………………………………………………………………………… 3

INTRODUCCIÓN ………………………………………………………………………… 6

CONSIDERACIONES GENERALES
La huella ecológica ……………………………………………………………………. 8
El comercio justo ………………………………………………………………………. 13
Un nuevo estilo de vida: la vida sostenible …………………………….. 16
Inteligencia ecológica ……………………………………………………………….. 20
El consumo de noticias y publicidad ………………………………………… 23

¿QUÉ PODEMOS HACER INDIVIDUALMENTE?


Plan económico personal y familiar saludable …………………………. 32
Lactancia natural y ecología …………………………………………………….. 35
La dieta sostenible ……………………………………………………………………. 41
Vestirse de “verde” …………………………………………………………………… 51
Los peligros del plástico ……………………………………………………………. 54
La contaminación tecnológica …………………………………………………… 56
Las bondades de la bicicleta …………………………………………………….. 61
Otras formas de viajar ………………………………………………………………. 64
El mercado de segunda mano ………………………………………………….. 67
El consumo de madera y la deforestación ……………………………….. 69
¿Libros de papel o e-book? ……………………………………………………….. 74
Restaurantes verdes …………………………………………………………………. 76
Cosmética natural y limpieza del hogar con aval ……………………. 80
El coche ecológico …………………………………………………………………….. 85
La moto eléctrica: la mejor alternativa con motor …………………. 90
La huelga tranquila ……………………………………………………………………. 93

¿QUÉ PODEMOS HACER GRUPALMENTE?


Así se vive sin comprar ……………………………………………………………… 99
Cooperativas de consumidores …………………………………………………. 102
Banca ética, coop. de crédito y comunidades autofinanciadas.. 106
El ciberactivismo ………………………………………………………………………… 109
Las economías sociales ………………………………………………………….….. 112

CONCLUSIÓN …………………………………………………………………………….. 118

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PRÓLOGO
Esta guía práctica nace con la idea de servir de referencia a todas
las personas que desean vivir una vida más saludable y colaborar en
la consecución de un mundo cada vez más limpio y preservado. Para
ello, he extraído de la obra “Glocalismo” (cuya autoría comparto con
Emilio Carrillo Benito), todos los capítulos de la parte titulada
Preservar la Tierra y la Humanidad, donde se condensan de una
manera clara y precisa cuáles son las áreas de nuestra vida
cotidiana en las que podemos incidir de manera eficaz para mejorar
nuestra salud y la del planeta. Ya no basta solo con tener presente
la importante sentencia de San Francisco de Asís: “Yo necesito poco,
y lo poco que necesito, lo necesito poco”, sino que además hay que
discernir dónde y cómo obtengo “lo poco que necesito”. Pues no es
lo mismo, comer poco y lo poco que como son alimentos
precocinados, carnes, pescados, huevos, frutas y verduras
comprados en grandes superficies y sin tener en cuenta su
procedencia, que comer poco llevando una dieta vegetariana y
comprando (o cosechando directamente de una huerta personal o
comunitaria) solo alimentos frescos de temporada, ecológicos y/o de
origen local, en tiendas de barrio. Ni que decir tiene, que aparte de
la alimentación también consumimos energía, ropa, calzado,
artículos para el hogar y para el trabajo, vehículo propio, tecnologías
y comunicación, ocio, regalos, viajes, mantenimiento de
propiedades, …, y si hay hijos menores, juguetes y material escolar.
Pues todo ello, para que nuestra salud no se resienta y para que el
impacto ambiental sea el mínimo posible, se explica de manera fácil
en los siguientes capítulos.
Aunque no lo parezca, la totalidad de nuestros actos de consumo
repercuten sobre nuestra salud y sobre la del planeta. Asimismo,
todo lo que hagamos para mejorar la salud personal también lo
estaremos haciendo por la salud de la Tierra y viceversa. Para ello,
sería bueno empezar considerando nuestro vehículo corporal como
un lugar sagrado que debemos cuidar al máximo para que nos sea
útil el mayor tiempo posible. De esta manera, estaremos sentando
las bases del nuevo estilo de vida que a partir de entonces vamos a
querer llevar. Por extensión, debemos considerar también a nuestro
hermoso planeta como un maravilloso vehículo espacial, igualmente
sagrado, al que llamaremos Gaia o Madre Tierra, ya que también es
un Gran Ser Vivo, que además de trasladarnos alrededor del Sol nos

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permite desarrollar nuestras vidas como verdaderos hijos que somos
de tan maternal Ser que nos acoge y sostiene. Por tanto,
aprendamos a cuidarnos mejor y de esta manera estaremos
aprendiendo también a cuidar no solo de nuestros seres queridos,
sino también del resto de seres humanos, de las generaciones
venideras y de toda la biodiversidad que aún existe en nuestra
Madre Tierra.
Si un estilo de vida saludable consiste, básicamente, en alimentarse
bien, dormir lo suficiente, hacer ejercicio y cultivar adecuadamente
las relaciones humanas, podrías preguntarte ¿cómo influye la
comida, el sueño, el ejercicio físico y la relación con mis familiares y
amigos sobre la salud del resto de seres humanos y del planeta?
Pues muy sencillo, si tomamos consciencia de que la forma de
alimentarnos que elegimos está directamente relacionada con la
forma de producir los alimentos, veremos que el impacto ambiental
derivado de ello será mayor, menor o ninguno dependiendo de si
elegimos alimentos frescos y de temporada o precocinados,
vegetales o animales, de producción local o producidos por ejemplo
en Australia, a granel o envasados, con uso de plaguicidas,
fertilizantes y aditivos químicos o bien obtenidos mediante métodos
de cultivo y producción ecológicos, procedentes de semillas
transgénicas o bien de semillas no manipuladas genéticamente, con
criterios de comercio justo o sin ellos, y por último, los obtenidos
con criterios éticos y de respeto hacia toda clase de vida o bien
mediante explotación animal, forestal o de mano de obra infantil o
adulta. En el caso de la alimentación, queda bastante clara su
influencia sobre el medio ambiente y sobre los demás según
elijamos un tipo u otro de alimentos. En el caso de dormir bien o no
dormir suficiente o nada por causa del insomnio, pues también tiene
su efecto sobre la salud del planeta aunque sea menos evidente y
en menor medida. Una persona que duerme bien sus 6 a 8 horas
diarias disfrutará, por lo general, de una mejor salud que quién
duerme muy poco o no duerme y por tanto no precisará, al menos,
de medicación para dormir y realizará sus tareas cotidianas con
mayor atención, vigor y eficacia, precisando por ello menos cantidad
de energía artificial que quién está cansado y alterado, eligiendo por
ejemplo subir por las escaleras en lugar de por el ascensor o ir en
bici o andando en lugar de coger el coche. Asimismo, mientras
mayor sea el tiempo que dedicamos a dormir plácidamente, mayor
será el tiempo que estarán las luces y los aparatos eléctricos

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apagados y menos tiempo estaremos usando la energía necesaria
para climatizar el resto de la vivienda en épocas de mucho calor o
frío. En cuanto al ejercicio físico frecuente y moderado, también son
evidentes los efectos beneficiosos que produce sobre nuestra salud y
la del planeta. Un buen aparato locomotor nos permite ahorrar
energía y contaminar menos. Si el ejercicio físico que hacemos
consiste únicamente en desplazarnos diariamente a pie o en
bicicleta para ir al trabajo o para hacer las compras y gestiones
habituales, entonces estaremos beneficiándonos por partida triple:
ejercicio saludable, menos gasto económico de transporte y menos
contaminación por combustibles fósiles. Y si la gestión de nuestras
relaciones sociales, en el trabajo, en nuestros proyectos
comunitarios, con nuestros familiares y amigos, etc, nos permite
realizar actividades conjuntas de nulo o bajo impacto ambiental,
pues mejor que mejor.
De todos es sabido que un buen equilibrio en el tiempo y calidad
dedicados a cada una de las cuatro áreas mencionadas
(alimentación, descanso, ejercicio y relaciones), entre otros
factores, es fundamental para disfrutar de una buena salud física y
mental. Si lo logramos, aparte de precisar poca o ninguna atención
médica y farmacológica (los medicamentos alopáticos provienen de
una industria química de alto impacto sobre la salud del planeta y de
las personas), estaremos en mejor disposición para poder
emprender proyectos de desarrollo personal, solidarios, ecológicos,
en comunidad,…, beneficiosos todos ellos para nuestra salud, para la
de la humanidad y para la del planeta.
Por último, os animo a que leáis todos los consejos que se proponen
en esta guía, no para que los pongamos todos en práctica de forma
inmediata (pues sería inviable además de muy estresante), sino
para que en función de nuestras posibilidades los vayamos
implementando poco a poco en nuestro día a día. Hay que tener en
cuenta también que si conocemos todo lo que podemos hacer a
nivel de salud y ecología por nosotros mismos, por las siguientes
generaciones y por nuestro hermoso planeta, estaremos tomando
consciencia de ello para aplicarlo en mayor o menor medida en
nuestras propias vidas, pero también para poder educar mejor a
nuestros hijos y, a la vez, poder informar y orientar adecuadamente
a muchas personas de nuestro entorno que desean mejorar sus
vidas y su relación con el medio ambiente.

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INTRODUCCIÓN
Desgraciadamente, no podemos esperar que sean los gobiernos los
que tomen todas las decisiones que aseguren nuestra supervivencia
como especie. El planeta Tierra necesita recuperarse de forma
urgente, pues las condiciones para la vida sobre ella están
empeorando vertiginosamente. Posibles soluciones hay muchas,
pero la mayoría de ellas pasa por cada uno de nosotros. Realmente,
y ahora más que nunca, nuestros pensamientos, palabras y acciones
son de gran valor si tomamos consciencia de ellos y los dirigimos,
de forma coherente, hacia la consecución del Mundo que Queremos,
sin distraernos ni perder energías en criticar o luchar contra el
modelo político-económico actual que nos manipula y aliena. La
verdadera recuperación y el más importante cambio debe comenzar
dentro de cada uno de nosotros y, en ese sentido, el acto cotidiano
de comprar o no comprar, es seguramente la acción más eficaz al
alcance de todos. El consumo consciente es una de las ramas más
importantes del árbol del activismo en defensa de la naturaleza, de
la justicia económica y de los derechos humanos, frente al poder de
las grandes empresas multinacionales y de la banca que basan su
éxito en la medida que asumimos inconscientemente sus intereses,
ya sea consumiendo de forma compulsiva e indiscriminada, o bien,
endeudándonos para adquirir bienes o servicios que de otra manera
no podríamos comprar.
Podemos hacer muchas contribuciones diarias para avanzar hacia el
Mundo que Queremos, simplemente decantándonos por las acciones
que más contribuyen al desarrollo sostenible. Ejemplos de esto
serían, viajar en autobús en lugar de en coche, comprar en
pequeñas tiendas familiares en lugar de en grandes superficies,
comprar productos ecológicos en lugar de los convencionales o
instalando paneles de energía solar para nuestra vivienda. Está claro
que la clase política no va a hacer ninguna de estas cosas por
nosotros.
La palabra sostenibilidad se usa tanto en la actualidad que está
perdiendo su verdadero significado y su esencia. Sostenibilidad
significa equilibrio, vivir sin derrochar los recursos que el planeta
nos ofrece para no comprometer el futuro de las próximas
generaciones, ni del resto de los seres vivos que comparten con
nosotros la vida sobre este hermoso planeta. El consumismo sin
freno y sin consciencia ha generado una crisis global sin precedentes
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a la que debemos responder unidos y con inteligencia. Vivir una vida
sostenible es dar prioridad a la cooperación, la imaginación, la
intuición y el sentido común para llegar a descubrir que, por
paradójico que parezca, menos es más.
El cambio climático, la distribución desigual de la riqueza, la pérdida
de biodiversidad, la contaminación del medio ambiente…, nos lleva a
que nos planteemos muy seriamente nuestro modelo de crecimiento
así como las leyes de producción y de mercado actuales. Ante esta
situación, está cada vez más claro que los verdaderos agentes del
cambio del actual modelo socio-económico, somos todos los
consumidores finales. En cada ser humano “consumidor”, recae una
cuota de corresponsabilidad para favorecer el cambio. En definitiva,
cada uno de nosotros es una pieza clave muy importante para
promover el cambio ético que la humanidad necesita en estos
momentos. Esto solo será posible si nos convertimos en
consumidores conscientes y responsables, no bastando solo con
pensar de otra manera, sino sobre todo, actuando de otro modo.
Estamos en unos tiempos en que no solo basta con separar
residuos, poner bombillas de bajo consumo y usar bolsas
reutilizables. Ha llegado el momento de la acción consciente y
coherente a nivel individual. Ha llegado el momento de la
cooperación y la acción grupal para acelerar la recuperación de la
biodiversidad del planeta y crear “un mundo nuevo con ojos
nuevos”. Ha llegado el momento de ser más solidarios con los
demás. Ha llegado el momento de cuidar más nuestra salud y, por
tanto, la del medioambiente. Y, ahora más que nunca, ha llegado el
momento de gestionar adecuadamente los recursos naturales de la
Tierra y, sobre todo, de respetar y preservar sus múltiples
manifestaciones de vida antes de que vayan desapareciendo.
En los próximos capítulos, os propongo un recorrido exhaustivo por
los diferentes ámbitos de nuestra vida cotidiana en relación al
consumo y a nuestro habitual estilo de vida. Con ello conseguiremos
una visión más amplia y objetiva de las consecuencias de la mayoría
de nuestros actos cotidianos que afectan directamente a nuestro
entorno. Empezaremos conociendo qué es la huella ecológica.
Tomaremos consciencia de la enorme importancia del comercio
justo. Continuaremos nuestra andadura conociendo también las
grandes ventajas de la lactancia natural, siendo ésta la primera y
más importante demanda de consumo que hacemos al llegar a este

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mundo; como veremos, sus repercusiones sobre la salud, la
sociedad y el planeta no pueden ser ignoradas. Comprenderemos la
importancia de la dieta sostenible, el vestirse de “verde”, la
cosmética natural, los peligros del plástico, las bondades de la
bicicleta, la contaminación tecnológica, etc. Por último,
descubriremos también por qué nos conviene orientarnos
colectivamente hacia la autosuficiencia comunitaria y asimismo
apoyar a colectivos o redes de asociaciones que se preocupen y
ocupen de la defensa y recuperación de nuestro Hogar-Tierra. Todo
esto nos permitirá introducir conscientemente modificaciones en
nuestras conductas relacionadas con el consumo y la cooperación,
permitiéndonos llegar al necesario compromiso ético que finalmente
nos convertirá en personas responsables y libres, personas
soberanas de sí mismas, capaces de construir un mundo mejor y
más justo.

CONSIDERACIONES GENERALES
La huella ecológica
Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, consumimos
productos y desarrollamos actividades que ocasionan un gasto de
bienes naturales. Cada persona, cada familia, cada empresa y cada
país participa en una determinada medida en el consumo de esos
bienes y en la emisión de residuos. Cada uno de nosotros, en la
medida que consumimos derivados del petróleo, usamos vehículos a
motor o amueblamos el hogar, somos copartícipes en idéntica
proporción sobre los efectos que producen en la naturaleza una
plataforma petrolífera, la construcción de carreteras o la tala de
árboles. La porción en la que participamos, ya sea individual o
colectivamente, es lo que se denomina la huella ecológica, siendo su
cálculo matemático la medida más útil manejada hasta el momento
para calibrar el impacto ambiental que provoca el consumo de los
recursos naturales. La ciencia de la huella ecológica sirve por tanto,
para hacer de la sostenibilidad un tema objetivo y no algo que
dependa de las buenas intenciones, de ideales, de la opinión o de la
mera propaganda política.
Según los cálculos realizados por una organización internacional que
realiza cálculos de la huella ecológica global (Global Footprint
Network), serían necesarios tres planetas como éste para que los
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más de 7000 millones de seres humanos actuales, pudieran vivir
todos de la manera en que, por ejemplo, vive un ciudadano español
medio. Por consiguiente, el modo de vida característico de los países
más ricos no puede extenderse al conjunto de la humanidad, más
bien debería ser al contrario, es decir, que los países “desarrollados”
decrecieran en relación al consumo de forma progresiva hasta
disminuir su huella ecológica a niveles más sostenibles.
Actualmente, los resultados obtenidos por los cálculos de la huella
ecológica, son usados para conocer cuáles son las principales causas
del deterioro medioambiental, para predecir posibles efectos futuros,
pero sobre todo para poder diseñar medidas correctoras que se
puedan dar a conocer. Por ejemplo, el Fondo Mundial para la
Naturaleza (WWF), los emplea en sus Living Planet Reports
(Informes Planeta Vivo) para publicar unos exhaustivos estudios
sobre sostenibilidad. Para realizarlos, calculan las huellas ecológicas
de 151 países mediante un riguroso método matemático. Se suman
las huellas de la producción de un país y las de sus importaciones,
restando las exportaciones y teniendo en cuenta más de 200
categorías de productos (petróleo, carbón, madera, cereales,
algodón, pescado, etc.). Los resultados indican que a lo largo de la
década de 1980, el ritmo de consumo de productos por la
humanidad en su conjunto, ya superó la capacidad que tiene la
Tierra de restablecer su propio equilibrio, hallándonos actualmente
en situación de deuda ecológica y camino de un desastre natural
irreversible si no se cambia la tendencia. El informe de WWF
“Planeta vivo 2010” nos permite conocer, con datos demoledores, el
estado actual de nuestro planeta. En el 2010, declarado por la ONU
Año Internacional de la Biodiversidad, se constata que el índice que
mide la riqueza biológica de la Tierra ha descendido un 30% en los
últimos 35 años, lo que implica que cada año se está destruyendo
más de 10 millones de hectáreas de masa forestal. Según los
cálculos del informe, la Tierra necesitaría un año y medio para
regenerar los recursos renovables utilizados solo durante el año
2007 y, por tanto, a este ritmo en el año 2030 harían falta dos
planetas iguales que éste para satisfacer nuestra actual voracidad.
El Parlamento Europeo ha analizado la validez de la huella ecológica
como herramienta para los gobiernos, y la ONU también la incorpora
como instrumento de medida desde el año 2001. Por otra parte,
muchas organizaciones han desarrollado programas informáticos
para que cualquier persona pueda hacer una estimación de su huella

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ecológica mediante el sencillo método de responder un cuestionario
a través de una página web. Es el caso, por ejemplo, de
www.myfootprint.org.
Los cálculos dicen que un ciudadano español medio posee una huella
ecológica de 5,7 hectáreas por año. Teniendo en cuenta la capacidad
de regeneración del planeta y que el terreno disponible para cada
ser humano es de 2,1 hectáreas, podemos afirmar que consume
casi tres veces más de lo que resulta sostenible actualmente y cinco
veces más de lo que sería viable pensando en las generaciones
futuras. Los investigadores del Proyecto de Vida Global, han
comprobado que es perfectamente posible vivir de una manera
cómoda y digna con una huella de una hectárea. Además, mediante
sus cálculos e hipótesis, demuestran que, en el caso de un español
medio, reducir hasta seis veces el propio impacto ambiental, no
implica un descenso en la calidad de vida.
Para entender de forma clara el concepto de huella ecológica,
consideremos el ejemplo de tomarse todos los días un café por la
mañana. Es posible que para obtener los granos se hayan arrasado
una cuantas hectáreas de selva virgen para las plantaciones de café,
contribuyendo así a la extinción de varias especies vegetales y
animales, además del arrinconamiento y desaparición de culturas
indígenas. Por otra parte la cosecha y tostado del café, así como su
transporte hasta nuestro domicilio, requiere una cantidad tal de
energía que hace preciso sacrificar una determinada superficie de
terreno productivo. Por eso, la unidad de la huella ecológica es la
hectárea, que equivale aproximadamente al tamaño de un campo de
fútbol. Para calcular la parte del planeta que usamos, debemos ir
sumando al café, la ropa, la comida, la vivienda, el transporte y el
resto de bienes que consumimos. Existen tablas que atribuyen un
factor de huella a casi todos los bienes de consumo actualmente
existentes. Después solo hay que multiplicar el factor por la cantidad
que consumimos al día, mes o año, y sumar todas las pertenencias
y propiedades que poseemos además del impacto de las actividades
que normalmente llevamos a cabo.
¿Cómo reducir nuestra huella ecológica?
Si sabemos o creemos que la propia huella ecológica es mayor de lo
deseable, entonces hay que tomar medidas. Para empezar,
debemos analizar todos los aspectos de nuestro estilo de vida, que

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puedan modificarse, para reducir el impacto sobre el planeta. Se
considera que el volumen de ingresos económicos está directamente
relacionado con el tamaño de la huella personal y familiar, aunque
en muchos casos no se corresponde tal relación. No es lo mismo la
huella ecológica que pueda provocar una familia de cuatro miembros
con unos ingresos de 20.000 euros al año que otra con 40.000
euros. Si las dos familias gastan todos sus ingresos llevando un
estilo de vida consumista, la segunda dejará aproximadamente el
doble de huella que la primera. Cuando las principales necesidades
de la familia están cubiertas, los ingresos extras que se generen
pueden no solo no dejar huella, sino incluso paliar la propia huella y
la de otros revirtiendo dichos ingresos en proyectos solidarios y
ecológicos, como por ejemplo, asociándose a una cooperativa de
consumidores de productos ecológicos y de comercio justo.
En todos los ámbitos de nuestra vida es posible realizar elecciones
que minimicen el tamaño de la huella, como por ejemplo, al
consumir proteínas alimenticias. Si elegimos carne, debemos saber
que su factor de huella es de 2.171, mientras que si optamos por
proteínas vegetales su factor es de 464. Comer garbanzos con arroz
en lugar de carne de ternera, hace que la huella ecológica sea casi
cinco veces menor. En este sentido, según estudios realizados por el
Fondo Mundial para la Naturaleza, la huella ecológica producida a
causa de la alimentación humana disminuiría un 35% si se redujera
el consumo de carne y lácteos a nivel mundial en tan solo un 9%.
Respecto a la vivienda, es determinante su superficie, la antigüedad
y su ubicación solitaria sobre el terreno o compartida con otras
viviendas en un mismo edificio. Cuantos más años posea, menos
veces haya sido reformada, menos metros cuadrados tenga y más
se comparta la base de construcción con otras viviendas, menor
será su impacto ambiental. En el caso de que se desee reducirlo,
podemos compartir el hogar con más gente, construirla o reformarla
con materiales de bajo impacto ambiental y que sus fuentes de
energía sean limpias y renovables.
El efecto del transporte sobre el planeta, viene dado principalmente
por el combustible y por la capacidad del medio elegido. Así, la
bicicleta posee una huella ecológica insignificante, mientras que el
tren, el autobús, el barco o el avión de pasajeros son buenas
elecciones. En cambio, el coche es de los medios más caros
ambientalmente, pero su huella puede reducirse compartiendo

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trayectos, conduciendo de forma eficiente y cuidando su óptimo
funcionamiento mecánico.
En cuanto a los bienes y servicios, las elecciones son lógicas: hay
que consumir poco, bueno y duradero; también hay que cuidar,
reciclar y reutilizar todo lo que sea posible. En realidad, lo más
sostenible es reducir al máximo el número de posesiones. Podemos
empezar por deshacernos de todos los bienes que realmente no
sean útiles para nosotros, ya sea vendiéndolos en el mercado de
segunda mano o donándolos a personas u organizaciones que los
necesiten y no los puedan comprar. Es cierto que este descarte no
siempre resulta sencillo, pero es un proceso que nos enseña a
apreciar las cosas que son verdaderamente útiles, al tiempo que nos
hace sentir más solidarios y más ligeros de “equipaje”.
Hay que decir también, que no solo introducir cambios en el estilo
de vida personal es importante, pues también lo es influir sobre
quienes políticamente gestionan nuestra localidad, región y país. El
impacto de las infraestructuras y de los servicios que ofrecen las
administraciones públicas es enorme. Está bien moverse en bicicleta
y elegir bombillas de bajo consumo, pero es fundamental que las
autoridades democráticas apoyen ese medio de transporte, así como
que inviertan en la obtención de energías limpias y renovables, sin
que se olviden de la conservación de los espacios naturales y del
equilibrio entre zonas rurales y urbanas.
Por último, copio a continuación el texto del boletín informativo nº
8, de fecha 21-12-2010, que envié a los contactos de mi lista de
distribución que tenía en esos momentos para dar a conocer este
capítulo de la huella ecológica:
“Hola a tod@s!

En estos últimos días del año comienza la mayor fiesta de consumo y


despilfarro económico y material. También, es verdad, que llegan
buenos momentos de vida familiar y de relación con los demás, pues la
educación que hemos recibido acerca del Espíritu Navideño, nos invita a
que nos acordemos más de nuestros seres queridos. Sin embargo, en
nuestra cultura consumista asociamos, generalmente, afecto y amor
con regalos. Y no está mal, siempre que estos regalos supongan una
nula o mínima huella ecológica (por ejemplo regalando creatividad
personal con materiales reciclados, o bien, productos ecológicos y de
comercio justo), sin olvidarnos que la calidad del regalo está en la

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carga emocional y sentimental que éste lleva, y no en el precio o la
cantidad.

A continuación os copio un nuevo capítulo del libro que estoy


escribiendo actualmente. En él encontraréis una dirección de página
web donde poder rellenar un breve cuestionario para conocer cuál es
vuestra huella ecológica personal. En mi caso, he de seguir aprendiendo
y mejorando en mi estilo de vida para continuar reduciendo mi huella
ambiental. Según el resultado que he obtenido, si todos los seres
humanos consumieran y vivieran como lo hago yo, necesitaríamos 1,78
planetas como éste. Sin embargo, hace aproximadamente un año,
cuando realicé el mismo test, el resultado fue algo superior a 2
planetas. Este indicador me dice que voy por buen camino pero, no
obstante, aún me queda mucho que aprender y recorrer hasta llegar al
difícil, pero alcanzable, objetivo de llegar a vivir con una huella
ecológica mucho más reducida, es decir, inferior a 1 planeta (que he de
compartir con casi 7.000 millones de herman@s human@s, además de
con el resto de especies de los diferentes reinos de la naturaleza). Os
animo a que hagáis el test y anotéis el resultado.”

El comercio justo
El comercio justo es un mercado económico alternativo muy poco
conocido, sobre todo en España. Un español gasta una media de 38
céntimos al año en productos de comercio justo, cinco veces menos
que un holandés o siete veces menos que un suizo. Aunque en los
tres casos las cifras parecen insignificantes, este mercado está
siendo conocido cada vez más y empieza a crecer a un ritmo mucho
mayor que el todopoderoso mercado capitalista. El objetivo del
comercio justo es principalmente favorecer a los pequeños
productores de los países pobres, organizados en cooperativas, para
que obtengan la mayoría de los beneficios por la venta de sus
productos. Los gastos de los intermediarios se reducen al mínimo
necesario. De este modo, se evita la explotación de los
trabajadores, la mano de obra infantil y los abusos de las empresas
distribuidoras y multinacionales alimentarias. Estas “megaempresas”
controlan los precios, obligando a los agricultores y ganaderos a
vender muy barato, sin tener en cuenta las condiciones de vida de
las familias de los trabajadores. El comercio justo, en cambio,
permite que el dinero de los ciudadanos concienciados de los países
desarrollados pueda ayudar en la mejora de las condiciones de vida
de las familias y comunidades de los países más desfavorecidos. Se
calcula que hoy día en los países del Sur hay 7,5 millones de

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personas que han mejorado sus condiciones de vida gracias al
comercio justo. A principios de 2010, había 746 cooperativas
productoras de comercio justo repartidas en 58 países pobres.
La iniciativa de este tipo de comercio tiene su origen en el año 1964,
cuando se celebró la primera conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Dicho encuentro dio lugar a
la apertura de las primeras tiendas solidarias en Holanda, Alemania,
Suiza, Austria, Francia, Suecia, Gran Bretaña y Bélgica, promovidas
y apoyadas por organizaciones progresistas y de estudiantes. En la
actualidad, existen más de 3.000 tiendas que venden
exclusivamente productos de comercio justo en Europa, Canadá,
Estados Unidos y Japón, pertenecientes, en su gran mayoría, a
organizaciones no gubernamentales o cooperativas de
consumidores, siendo las menos de gestión privada. Últimamente
también se pueden encontrar productos de este tipo en algunas
tiendas y supermercados convencionales. Para distinguirlos, se ha
creado el Sello de Comercio Justo (FLO, son sus siglas en inglés),
que lleva la palabra FAIRTRADE, y que es usado actualmente en los
22 países más consumidores de estos productos. Hay un millón y
medio de trabajadores en los países del Sur vinculados al sello FLO,
con lo que se calcula que mejoran las condiciones de vida de 7,5
millones de personas, una población similar a la de Cataluña. Según
estadísticas recientes, sólo el 28% de los españoles reconocen el
Sello de Comercio Justo, mientras que en el Reino Unido, el
porcentaje llega al 95%.
Si las pequeñas y medianas empresas privadas (tiendas,
supermercados, pequeños hoteles u hostales, alojamientos rurales,
bares y restaurantes, etc.) van asumiendo poco a poco la
adquisición de productos procedentes del comercio justo,
aumentarían las exportaciones de África, Asia y América Latina; si
aumentaran en sólo un 1%, saldrían de la pobreza unos 128
millones de personas. La estrategia de penetración en los
supermercados ha servido para que la venta de estos productos
certificados, se haya incrementado un 50% entre los años 2004 y
2008. Precisamente en el año 2008, el importe total de las ventas
en todo el mundo de estos productos, ascendió a casi 3.000 millones
de euros, lo que significa un 22% más que año anterior. En España
el crecimiento ha superado el 28% en el 2009 con respecto al 2008,
facturándose un total aproximado de 15 millones de euros.

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Sin embargo, hay ONGs que prefieren mantener completamente
separados los canales de distribución para impedir que cualquier
empresa abiertamente explotadora, obtenga también beneficios del
sistema alternativo. Para estas organizaciones el objetivo no puede
ser sólo vender más. Federica Carraro, miembro de la organización
Sodepaz, afirma que nunca se puede justificar la colaboración con
empresas que crean empleos temporales y de baja calidad. Si el
comercio justo construye un modelo coherente a base de
asociaciones, cooperativas y consumidores concienciados, a largo
plazo su eficacia puede ser mucho mayor que colaborar
aceleradamente con un sistema que no quiere cambiar. A este
respecto, el profesor de Economía de la Universidad Nacional
Autónoma de México, Pablo Pérez Akaki, cita como ejemplo la
cadena de cafeterías Starbucks, que por una parte se beneficia de
los bajísimos precios a los que obtiene el grueso del café que vende,
y por otra, sirve unos cuantos cafés ecológicos de comercio justo
para poder lavar su imagen de cara a sus clientes.
A España llegan artículos de comercio justo de 43 países de Asia,
Africa y América Latina, que se venden en un centenar de tiendas
especializadas y a través de algunas ONGs (IDEAS, SETEM,
INTERMON OXFAM, entre otras). También hay tiendas de dietética y
de productos ecológicos que los ofrecen por ser, los de comercio
justo, de excelente calidad y casi siempre ecológicos cuando se trata
de alimentos, textil o cosmética. También se comercializan multitud
de productos de artesanía, como por ejemplo, muebles, accesorios
del hogar o complementos para vestir. Normalmente, estos artículos
suelen ser de un 15 a un 30% más caros que los similares no
ecológicos de los supermercados y tiendas convencionales. Pero
¿por qué resultan más costosos si se evitan los intermediarios? La
respuesta es bien sencilla: comprar calidad y pagar sueldos dignos
tiene su precio. Además, el precio que finalmente paga el
consumidor por ellos no es el que le gustaría pagar o está
acostumbrado a pagar, sino lo que valen realmente.
Precisamente los precios más altos de los productos solidarios están
sacando a la luz la cadena de abusos necesaria para que los
ciudadanos de los países más ricos, compren toda clase de
productos a bajo coste. Por otra parte, el precio de los productos
convencionales es consecuencia del libre mercado y la voraz
competencia en los países ricos. El objetivo de abaratar los precios

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de los productos para hacerlos más competitivos, afecta
fundamentalmente al productor, quien finalmente acaba recibiendo
una miseria por su trabajo. El sistema de comercio justo funciona
exactamente al revés. Los productores, miembros de cooperativas
democráticas, deciden cuánto quieren cobrar para satisfacer sus
necesidades. Las condiciones de trabajo son dignas, el salario es
justo en relación al nivel de vida en su país y finalmente el producto
resultante es de una calidad garantizada. Además, se firman
acuerdos de colaboración a largo plazo, suprimiéndose así la
incertidumbre que caracteriza a las estrategias capitalistas
neoliberales. De esta forma, para el caso de los agricultores, la
organización o empresa distribuidora solidaria les adelanta un 50%
de lo pactado, garantizándoles un mínimo por si la cosecha es mala.
Finalmente, a modo de ejemplo, deseo hacer mención especial de
una empresa privada nacida en el año 2004 en Barcelona, cuyo fin
primordial aparte de obtener rentabilidad (con escaso margen de
beneficios sobre los precios, según explican en su web) es la de
promover el comercio justo y la solidaridad, dando a conocer otras
culturas y realidades del mundo. Olokuti es un nuevo concepto de
empresa nacida de la ilusión y unión de un grupo de artistas,
artesanos y productores de varios países. También ofrece formas de
ocio y consumo alternativos, además de exposiciones, conciertos de
música, recitales literarios, proyecciones, talleres y charlas.
Habitualmente organizan encuentros monográficos sobre las
distintas culturas del planeta. Disponen de tres tiendas en Barcelona
y sus programas de actividades así como su tienda on line se
pueden conocer a través de su página web, www.olokuti.com.

Un nuevo estilo de vida: la vida sostenible


El concepto desarrollo sostenible se utilizó por primera vez en un
informe titulado “Nuestro Futuro Común”, escrito en 1987 por
encargo de la Organización de las Naciones Unidas y coordinado por
la primera ministra Noruega de aquel entonces. El citado informe
define la sostenibilidad como el “tipo de desarrollo que satisface las
necesidades del presente sin comprometer las de las nuevas
generaciones”. En este sentido los indios Hopi, ya tenían desde sus
orígenes una peculiar forma de entender la vida sostenible, pues
consideran que los intereses de la séptima generación han de

16
tenerse en cuenta al igual que los propios intereses de los que
toman la decisión. Por lo tanto, la sostenibilidad implica ser
conscientes de las consecuencias de nuestras acciones. La vida
sostenible se puede definir como aquella que es justa en el más
amplio sentido de la palabra. Cada una de las acciones responsables
que realizamos conscientemente y por tanto de forma justa, no solo
no perjudica a nada ni a nadie, sino que mejora la salud del
conjunto. Los comportamientos sostenibles brindan la oportunidad
de que los ecosistemas y la sociedad se regeneren.
La vida sostenible es una necesidad por muchas razones, pero se
enfrenta a varios obstáculos. El principal es la ignorancia sobre las
consecuencias que tienen nuestros actos, pues a menudo
intervenimos sobre sistemas cuya complejidad escapa a nuestra
comprensión. Otro obstáculo es la confianza exagerada en el
progreso científico y tecnológico, que nos hace creer que siempre
encontraremos una solución cuando los problemas sean graves,
pero esto no es así. Y tampoco ayuda el pensar que la
responsabilidad es de los políticos y de las grandes empresas. De
hecho esta actitud permite que las poderosas empresas
transnacionales no tomen las decisiones adecuadas, ni tengan en
cuenta la mayoría de las veces las directrices políticas sobre
sostenibilidad. La verdad es que cada persona tiene el deber moral
de preocuparse por la sostenibilidad de su vida, pues no cabe duda
que la suma de las pequeñas acciones individuales tienen un
impacto mucho mayor que los grandes planes puestos en marcha
por los políticos.
Como ejemplos de vida sostenible podemos citar los que Jim Merkel,
autor del libro “Simplicidad radical”, expone en su búsqueda de un
modo de vida genuinamente sostenible y que encuentra en la
mayoría de pueblos indígenas y en unas pocas sociedades
alternativas.
El pueblo Chumash, ya desaparecido, ha habitado durante más de
9.000 años en un territorio al sur de la actual California en Estados
Unidos. En todo ese tiempo su ecosistema no se degradó pues
aprendieron a vivir en la abundancia que la Madre Tierra les
proporcionaba, conociendo y respetando sus ciclos naturales e
interviniendo en su recuperación tras el aprovechamiento de sus
recursos. Los Chumash nos enseñan las ventajas de no acumular
bienes personales en competencia con los demás, pues muy al
17
contrario, ellos basan sus relaciones en la cooperación y el
compartir. Por otro lado, la estabilidad demográfica de la población
indígena es otro factor importante a tener en cuenta, siendo éste
consecuencia, en gran parte, por la enorme influencia de la mujer
dentro de la sociedad matriarcal de los Chumash y por la ausencia
de miseria. La vida en contacto con la naturaleza enseñaba a este
pueblo que todas las cosas están relacionadas entre sí, permitiendo
este conocimiento alejar muchos miedos y supersticiones. Además,
su sabiduría les proporcionaba mucho tiempo para el desarrollo
espiritual y sus relaciones interpersonales, enriqueciéndose su
cultura con historias muy significativas que transmitían de
generación en generación.
Además del estilo de vida sostenible del pueblo Chumash,
afortunadamente existen todavía en nuestro planeta otros pueblos
que siguen viviendo con total respeto y en armonía con la
naturaleza, tomando únicamente de la Madre Tierra lo que ésta les
provee. Sin embargo, el estilo de vida consumista occidental y, cada
vez más el oriental ha provocado y sigue provocando la explotación,
a veces por la fuerza, de los recursos naturales de los que dependen
para subsistir todos estos pueblos. Aprendamos de ellos,
conozcamos sus costumbres y culturas, pero sobre todo
respetémoslos. Algunos de estos pueblos son los indios Hopis de
Norteamérica, los Aimaras de Bolivia y Perú, los Mamos de
Colombia, los Aborígenes de Australia y Tasmania, los Maoríes de
Nueva Zelanda y otros muchos pueblos indígenas repartidos por
Asia y África.
Para cerrar este capítulo, propongo memorizar, llevar encima o
situar en un lugar visible del trabajo u hogar, los siguientes once
principios básicos para una vida sostenible:
“Los diez Mandamientos para la vida sostenible en la Tierra”
(como yo los llamo) más el “Mandamiento Valórico
Fundamental”, podrían ser:
1. APRENDER: Hay que trabajar conociendo los ritmos de la
naturaleza y respetándola en lugar de explotarla y degradarla.
En realidad, podemos aprender de la naturaleza para aplicar
ese conocimiento en beneficio propio.
2. APROVECHAR: Cuando algo sirve para más de una cosa, esta
mejor pensada su adquisición que si sólo posee una función.
18
Ejemplos de ello serían las herramientas multiusos, muebles
multifuncionales como el sofá-cama, una bicicleta todo terreno
que tanto sirve para hacer ejercicio como para circular por
campo o ciudad, etc.
3. AUTOABASTECER: Tratemos de autoabastecernos de todo
tipo de alimentos ecológicos, sobre todo cultivando la tierra,
bien en casa (en el jardín, en la azotea o en la terraza), o bien
en una finca próxima a nuestro lugar de residencia. Busquemos
a personas afines a nosotros con quienes cooperar en el
autoabastecimiento de alimentos y artículos de primera
necesidad. De esta manera estaremos sentando las bases de
las futuras Comunidades Autosuficientes.
4. COMPARTIR: Las cosas que se comparten con otra/s
persona/s reducen nuestro impacto ecológico, al menos a la
mitad. Si son compartidas entre cinco el efecto sobre el
entorno disminuye cinco veces. Si compartimos CD’s de
música, películas en DVD, ropa, libros, coches, herramientas,
electrodomésticos, viviendas…, estaremos reduciendo la huella
ecológica sobre todo el planeta.
5. CONSERVAR: Para conservar, a menudo solo hace falta darse
cuenta de lo que se pierde por no hacerlo. En los países ricos,
la cuarta parte de los alimentos se estropean porque no se
gestionan adecuadamente, ya sea durante su producción y
distribución o en las casas. De manera similar, se derrocha
energía cuando se deja encendida una bombilla en una
habitación vacía o gasolina cuando se va demasiado rápido.
Cuando duplicamos la vida útil de los objetos que poseemos,
dividimos por dos el gasto de recursos naturales.
6. DIVERSIFICAR: En cualquier ámbito, la diversidad implica
alternativas ante diferentes situaciones, lo cual significa más
probabilidades de éxito. En la práctica, por ejemplo para un
agricultor o para una ecoaldea, esto quiere decir que es
preferible cultivar una amplia variedad de alimentos que
hacerlo con uno solo.
7. ECOLOGIZAR: Tratar de aplicar la ecología a todos los
aspectos de nuestra vida: alimento, ropa, calzado, hogar,
trabajo, ocio, viajes, energía,… Ecológico es todo aquel proceso
sostenible que permite obtener los bienes y la energía que el
19
ser humano necesita, respetando en todo momento los ciclos
naturales de la Tierra y a todas las personas que intervienen en
dicho proceso.
8. LOCALIZAR: Si el trabajo, el colegio y los familiares y amigos
están cerca, se ahorran enormes cantidades de recursos
naturales a lo largo de toda una vida. Igualmente, conviene
que los alimentos, la energía, la ropa y demás bienes de
consumo tengan su origen en entornos próximos.
9. RECICLAR: Además de separar correctamente los residuos en
casa para ser depositados luego en el contenedor
correspondiente, podemos aprender a reciclar una parte de
dichos residuos para que nos sean útiles en el hogar dándole
otras utilidades, como por ejemplo, compostando los restos
orgánicos para darle más salud a nuestros huertos y plantas.
10. VIDA SENCILLA: Un estilo de vida equilibrado y
saludable también lo es para el planeta. Siempre debemos
cuidar del templo sagrado que es nuestro cuerpo, de esta
manera también estaremos cuidando de nuestra madre Tierra.
Cuidemos nuestra alimentación, hagamos suficiente ejercicio,
descansemos adecuadamente, consumamos conscientemente,
cultivemos con amor nuestras relaciones interpersonales y
desarrollemos una saludable vida interior.
Estos diez “mandamientos” se complementan con el siguiente
“Mandamiento Valórico Fundamental”:
“SERVIREMOS A LOS DEMÁS ANTES DE SERVIRNOS, ENTENDIENDO
QUE SI TODOS DAMOS ANTES DE RECIBIR, FINALMENTE TODOS
QUEDAREMOS SERVIDOS”

Inteligencia ecológica
Vivir en la abundancia tiene su precio. La población de los países
con mayor nivel de vida es la que más está contribuyendo a la
degradación de los ecosistemas del planeta. Cuando los
consumidores adquieren cualquier bien, no se paran a pensar en las
consecuencias. La desinformación junto a la ignorancia son las
principales causas de que los ciudadanos no tomen consciencia de la
repercusión de sus actos cotidianos de consumo. Por tanto, la mayor

20
responsabilidad no es nuestra, pues el sistema capitalista actual
está pensado para que no reflexionemos sobre ello. No obstante, en
última instancia si que tenemos nuestra cuota de responsabilidad,
sobre todo cuando conocemos la realidad y las consecuencias de
nuestra forma de consumir. Realmente lo que necesitamos es recibir
información eficiente, real y clara, sin que haya ocultación ni
distracción por parte de los medios de comunicación, haciendo caso
omiso al bombardeo de publicidad, para finalmente poder realizar
elecciones acertadas a la hora de consumir.
Daniel Goleman, autor de “Inteligencia ecológica”, afirma que para
que ésta sea posible, es necesario integrar el impacto ecológico en
el diseño de la producción industrializada, así como ofrecer
información transparente a los ciudadanos. En este sentido,
considera esencial el desarrollo de la ecología industrial, una
disciplina científica que se inició a finales de los años 90 en el
ámbito universitario. Para los nuevos expertos en ecología
industrial, las empresas son pequeños ecosistemas interrelacionados
que deben integrarse en los ecosistemas naturales y sociales que los
acogen. El principal objetivo es cerrar el ciclo de los materiales,
reduciendo a nivel cero de residuos los procesos industriales
mediante su minimización y reutilización, buscándose la mayor
eficiencia de dichos procesos. Es el único camino que pueden y
deben seguir las industrias para colaborar en la sostenibilidad de la
sociedad y el planeta. Actualmente en España se forman técnicos en
ecología industrial sólo en la Universidad Politécnica de Cataluña y
en la Universidad Autónoma de Barcelona. En consecuencia es una
ciencia con futuro, pero actualmente en pañales y con un efecto real
escaso. Por el momento, los ciudadanos no se pueden fiar de los
productos que se encuentran en el mercado y tienen que hacer el
esfuerzo de informarse, comparar y elegir. Las etiquetas ecológicas
son de gran ayuda en este sentido, aunque no son oficiales ni
tampoco fiables en todos los casos. El aval ecológico alimentario
está apoyado por leyes y se encuentra bien asentado en el mercado,
pero en otros ámbitos, como por ejemplo en el sector textil, falta
claridad, control y rigor. Un producto puede llevar la etiqueta
“verde” y seguir siendo contaminante, poco eficiente o dejar una
gran huella ambiental. Por tanto no nos contentemos con leer el
calificativo “verde” o “ecológico” en la etiqueta de un producto,
porque en muchos casos su presencia, aunque bienintencionada, se
debe a una estrategia comercial por considerar que un producto es

21
más verde que el de la competencia porque no utiliza determinado
componente tóxico o contaminante, siendo realmente responsable
de una huella ambiental exagerada por sus otros compuestos, por el
derroche energético en su producción o por su procedencia lejana.
Es prácticamente imposible que un producto industrial sea del todo
verde, pues solo puede serlo de forma relativa. Para que el
consumidor pueda elegir, es necesario que la empresa ofrezca todos
los detalles posibles sobre los diferentes aspectos del producto. Por
ejemplo, si estamos ante dos camisetas confeccionadas con algodón
ecológico, elegiremos aquella que muestre un distintivo de
producción “eco” que reconozcamos, o bien, la que nos informe de
los tintes empleados o algún dato sobre el lugar de procedencia y la
mano de obra.
Cultivar las cualidades de la inteligencia ecológica ayuda a introducir
los cambios necesarios en la vida personal y a promoverlos en la
sociedad. La mejor forma de expresar este tipo de inteligencia es a
través de la empatía hacia toda clase de vida, sin olvidarnos del
reino mineral. Tener empatía significa que se es capaz de situarse
en el lugar del otro. Cuando somos capaces de empatizar con la vida
en general, nos daremos cuenta del sufrimiento de los animales en
particular y de los ecosistemas en general, evitando provocarlo
nosotros y minimizando, en la medida de lo posible, el que provocan
otros. Según Daniel Goleman, si queremos proteger la naturaleza y
a nosotros mismos, debemos sensibilizarnos a la dinámica de la
naturaleza. La empatía, por tanto, es la mejor virtud que podemos
cultivar para manifestar en nuestros pensamientos y, sobre todo, en
nuestros actos cotidianos, una mayor Inteligencia ecológica.
Inteligencia ecológica no es solo que llevemos nuestra propia bolsa
cuando vamos a comprar a la tienda, saber distinguir hasta cierto
punto los productos más sanos y con menor impacto ambiental,
además de que separemos la basura y reciclemos el papel. Con todo
esto, puede parecer que estamos haciendo todo lo posible por el
planeta, sin embargo no es suficiente. Según Goleman, para ocultar
las verdades más dolorosas que ocasiona nuestra forma de vivir,
nos consolamos y contentamos realizando unos pocos gestos
verdes, como los que se acaban de exponer. Pero como sabemos
que esto solo no basta, criticamos y culpamos a las grandes
empresas y a los gobiernos por no hacer todo lo posible para
cambiar el panorama social y medioambiental. Después de

22
autoengañarnos de esta manera, continuamos yendo en coche a
todas partes, soñando con largos viajes, estando a la moda en
vestuarios y tecnologías, y dejando luces y el televisor encendido
cuando no es necesario. No obstante, son grandes contradicciones
humanas de las que resulta difícil librarse, debido a que no se puede
romper fácilmente con la cultura del consumo y el “estado del
bienestar” que hemos heredado. Es posible caminar por el planeta
con ligereza, consumir y gastar cada vez menos y, al mismo tiempo,
mantener e incluso mejorar la calidad de vida. Un estilo de vida
natural se construye fundamentalmente a través del sentido común
y la intuición.
Evidentemente, necesitamos orientación para saber movernos con
soltura por el “océano” de productos y servicios de la actual
sociedad de consumo. Para ello, ya disponemos de la ayuda de los
diferentes sistemas de certificación que progresivamente van
extendiéndose por todos los sectores económicos. El primero en
gozar de respaldo legal fue el aval de la agricultura ecológica.
Después llegaron las certificaciones de eficiencia energética en los
electrodomésticos, las de cosmética natural y ecológica, la que avala
a la madera sostenible, la etiqueta ecológica europea, los sellos que
garantizan el comercio justo y, por último, las diferentes normas de
gestión y producción ambiental que afectan, por ejemplo, a las
constructoras de edificios o a los fabricantes de vehículos. En este
último sector, ya existen coches cuyos materiales que llevan
plástico se elaboran a partir de plásticos vegetales obtenidos del
maíz o la patata en lugar del petróleo.
Muchas personas que desean llevar un estilo de vida sostenible no
se limitan solo a ser coherentes mientras compran. También usan la
creatividad y la habilidad para elaborar lo que necesitan a través del
reciclaje artesanal, propiciando una nueva manera de relacionarse
con las cosas. El “hazlo tu mismo” se puede definir como un
movimiento cultural que acerca el diseño ecológico a todos, desde
los artistas hasta las personas que buscan una manera de realizarse
en su tiempo libre.

El consumo de noticias y publicidad


Desde hace siglos, han existido expertos al servicio de los poderes
ocultos, cuya función primordial ha sido y sigue siendo crear
23
cortinas de humo capaces de atraer la atención hacia determinados
sucesos poco relevantes e incluso falsos, y sustraerla respecto de
otros que paralelamente están ocurriendo, no porque carezcan de
importancia, sino exactamente por lo contrario, que por ser de tanta
importancia atraerían la atención de la gran mayoría de la población
mundial interesada fundamentalmente en la libertad y bienestar del
ser humano. ¿Por qué no son noticia los más de 300 terremotos
semanales que desde hace más de veinte años vienen ocurriendo en
el planeta? ¿No es noticia el descongelamiento de aproximadamente
el 30% de la masa visible de los glaciares o el detenimiento
paulatino de la corriente del Golfo de México? ¿no es noticia que los
picos de las tormentas solares, con motivo de la próxima inversión
de los polos del sol en los años 2012-2013, pueden acarrear
consecuencias fatales en los frágiles sistemas de almacenamiento y
distribución de energía así como en los sistemas de
telecomunicaciones de los que depende la mayoría de la
humanidad? ¿Tampoco es noticia el hecho de que actualmente
existen en todo el planeta comunidades autosuficientes con otras
formas de vivir y relacionarse, más dignas para las personas y
respetuosas con el planeta, que apenas participan de la sociedad de
consumo? En cambio, las noticias sobre “terrorismo” acaparan las
primeras planas, junto con las guerras pre-fabricadas bajo cualquier
pretexto, y para mitigar un poco el impacto de tan terribles
tragedias se combinan con las banalidades de la prensa rosa, las
opiniones intranscendentes de muchos políticos sobre asuntos no
cruciales y por supuesto, no puede faltar el gran espectáculo de las
grandes ligas de cualquier deporte.

Todo esto forma parte de un tinglado bien estructurado, que para


nada es nuevo, y que se trata de mantener dentro de la estrategia
de dominación que interesa a la élite financiera y política, para lo
cual solo basta con mantener la mente de los humanos abstraída y
distraída en lo que sea, menos en enfocarse en lo que le interesa de
veras, en lo que es natural y consustancial en el ser humano: Vivir
en Paz, Libertad y Unidad con Todo y con Todos. No interesa a
dichos poderes que el ser humano cumpla el propósito de su vida,
tanto propio como colectivo, dentro del plan de evolución-
aprendizaje que nos impele hacia un mundo mejor y más justo. ¿Y a
quién le importa esto cuando tenemos la amenaza terrorista, o la
guerra con el vecino país, o la inminencia de las facturas y
préstamos por pagar, e incluso, porqué no, la importancia de que
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gane o pierda nuestro equipo el próximo partido? Mientras tanto,
estamos adquiriendo una gran insensibilidad hacia los verdaderos
valores de la vida. ¿No es esto lo más parecido a un estado de
amnesia colectiva?

El reconocido y siempre crítico, Noam Chomsky, una de las voces


clásicas de la disidencia intelectual durante la última década, ha
compilado una lista con las diez estrategias más comunes
y efectivas a las que recurren las “agendas ocultas” para establecer
una manipulación de la población a través de los medios de
comunicación. Históricamente los medios masivos han probado ser
altamente eficientes para moldear la opinión pública. Gracias a la
parafernalia mediática y a la propaganda, se han creado o destruido
movimientos sociales, justificado guerras, favorecido crisis
económicas, incentivado unas corrientes ideológicas sobre otras, e
incluso se da el fenómeno de los medios como productores de
realidad dentro de la psique colectiva.
¿Pero como detectar las estrategias más comunes para entender
estas herramientas psicosociales de las cuales, seguramente, somos
partícipes? Afortunadamente Chomsky se ha dado a la tarea de
sintetizar y poner en evidencia estas prácticas, algunas más obvias
y otras más sofisticadas, pero aparentemente todas igual
de efectivas. Incentivar la estupidez, promover el sentimiento de
culpa, fomentar la distracción, o construir problemáticas artificiales
para luego, mágicamente, resolverlas, son sólo algunas de estas
tácticas.
Las diez estrategias mediáticas para la desinformación,
manipulación, distorsión y ocultación de lo que a todos nos interesa
saber, son:
1- La estrategia de la distracción.
El elemento primordial del control social es la estrategia de la
distracción, que consiste en desviar la atención del público de los
problemas importantes y de los cambios decididos por las
elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o
inundación de continuas distracciones y de informaciones
insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente
indispensable para impedir al público interesarse por los
descubrimientos y conocimientos esenciales de la ciencia, la

25
economía, la psicología, la neurobiología, la cibernética, etc.
“Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos
problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real.
Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo
para pensar, siempre dentro de la granja como los otros animales”
(cita extraída del texto Armas silenciosas para guerras tranquilas, al
parecer, un documento secreto de la US Navy fechado en mayo de
1979, que salió a la luz pública por negligencia o fuga intencional en
julio de 1986).
2- Crear problemas, después ofrecer soluciones.
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se
crea un problema, una situación prevista para causar cierta reacción
en el público, a fin de que éste sea el demandante de las medidas
que realmente se deseaban imponer. Por ejemplo: dejar que se
desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar
atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de
leyes de seguridad en perjuicio de la libertad. O también: crear una
crisis económica para que se acepte como un mal necesario el
retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los
servicios públicos.
3- La estrategia de la gradualidad.
Para lograr que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla
gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa
manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas
(neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y
1990: mayor poder y autonomía de la banca y de las empresas
transnacionales, control mínimo del Estado, privatizaciones,
precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no
aseguran ingresos decentes, etc. Todos estos cambios si se hubieran
aplicado de una sola vez, hubieran provocado una revolución social.
4- La estrategia de diferir.
Otra manera de lograr que se acepte una decisión impopular es la
de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la
aceptación pública en el momento, para una aplicación futura. Es
más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato.
Primero, porque el esfuerzo no es realizado inmediatamente. Luego,
porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar

26
ingenuamente a que “todo irá a mejor en el futuro” y que el
sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo
al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla
con resignación cuando llegue el momento.
5- Dirigirse al público como criaturas de poca edad.
La mayoría de la publicidad se dirige al gran público mediante
argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles,
muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese
una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se
intenta buscar engañar al espectador, más tiende éste,
generalmente de forma inconsciente, a adoptar un tono infantil en
su respuesta. ¿Por qué? Si uno se dirige a una persona como si ella
tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la
sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una
respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como
la de una persona de 12 años o menos de edad.
6- Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión.
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar
un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido
crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro
emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para
implantar o injertar ideas, deseos, miedos, compulsiones, e incluso
inducir cierto tipo de comportamientos.
7- Mantener al público en la ignorancia.
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y
los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de
la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más
pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia
que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores
sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores”
(cita del texto Armas silenciosas para guerras tranquilas).
8- Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.
Hacer creer al público que está de moda el hecho de ser vulgar e
inculto, mal hablado, admirador de gentes sin talento alguno,
despreciar lo intelectual, exagerar el valor del culto al cuerpo y el
desprecio por el espíritu…

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9- Reforzar la autoculpabilidad.
Hacer creer al individuo que solamente él es el culpable de su propia
desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus
capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el
sistema, el individuo se autodevalúa y se culpa, lo que le genera un
estado depresivo, siendo su principal efecto la inhibición de su
acción. Y sin acción, no hay revolución.
10- Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se
conocen.
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de
la ciencia han generado una creciente brecha entre los
conocimientos del público y los de aquellos que poseen y utilizan las
élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la
psicología aplicada, un selecto “grupo de poder” ha disfrutado de un
conocimiento avanzado del ser humano, tanto en su vertiente física
como psicológica. Esta “poderosa élite” ha conseguido conocer
mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto
significa que, en la mayoría de los casos, ejerce un gran poder sobre
los individuos, y un gran control, mayor que el de los propios
individuos sobre sí mismos.
Una última cita para la reflexión extraída del texto Armas silenciosas
para guerras tranquilas: “El mundo se divide en tres categorías de
gentes: un muy pequeño número que produce acontecimientos, un
grupo un poco más grande que asegura su ejecución y mira como
acontecen y, por último, una amplia mayoría que no sabe nunca lo
que ha ocurrido en realidad”.
A continuación voy a transcribir un interesantísimo artículo del
periodista Guillermo Naya Plasencia centrado en el papel de los
medios de comunicación actuales y de nuestras posibilidades en
cuanto a su manejo y uso:

“A pesar de la instrumentalización política y empresarial de los


medios de comunicación, el periodismo no deja de tener enormes
posibilidades para transformar el mundo. Internet ayudará a la
ciudadanía en ese cambio.

Durante los dos minutos que dura el resumen de un partido de


fútbol en una televisión cualquiera, veinte niños pierden la vida a

28
causa del hambre. Para los medios de comunicación el tiempo es
oro, pero su capacidad de influencia sobre la vida resulta todavía
más valiosa. Como formadores de opinión, y en consecuencia como
motor de cambio en la sociedad, los medios tienen un alto grado de
responsabilidad ante la permanencia de las tremendas
desigualdades del sistema.

Somalia sólo aparece en las portadas de prensa, en las cabeceras de


los telediarios y en los boletines radiofónicos cada vez que
pescadores extranjeros son secuestrados por un grupo de piratas.
Los atentados suicidas en Afganistán sólo generan debate cuando se
llevan por delante alguna víctima occidental. No es noticia la opinión
del pueblo afgano, ni tampoco el hecho de que antes de ser
invadidos por Estados Unidos en 2001 no se hubiera registrado acto
suicida alguno en la región.

Con la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos


Humanos, hace ya más de seis décadas, quedaba establecido que
cada persona tiene el deber de alzar su voz, no sólo para reclamar
sus propios derechos, sino también los de sus semejantes. La radio,
la prensa, la televisión y los medios de Internet deben tomar
conciencia de la responsabilidad que conlleva su capacidad de llegar
a tantos millones de personas en todo el mundo.

La defensa de los Derechos Humanos es una de las tareas


primordiales del periodismo, y los profesionales del sector no podrán
ejercer su labor si sus propios derechos humanos son vulnerados. Es
por esto que la independencia de los periodistas es vital para la
sociedad. El periodismo es un servicio público a los ciudadanos que
no puede permitirse someterse a intereses políticos o económicos
particulares. La información no es una simple mercancía o un
negocio, es un bien público y un derecho.

Sin embargo, por medio de la criba de contenidos, los medios


focalizan la mirada de la opinión pública de forma que el proceso se
convierte en un mecanismo de simplificación, una reducción de la
atención social a unos cuantos temas comunes. Además, la
presentación de la información ha sido pensada y tratada
minuciosamente para complacer a un público concreto. De este
modo, se definen los marcos en los que se disputan los debates y se

29
construye una realidad común percibida por cada grupo de
individuos. Una realidad deformada y muy incompleta.

No debemos conformarnos con estos paquetes de información que


nos ofrecen en bandeja. Internet se alza como una inmensa base de
datos donde la otra realidad, así como nuestra opinión e iniciativas,
sí tienen cabida. Algunos medios especializados como
periodismohumano.com o librered.net apuestan por la calidad
humana en el tratamiento de sus contenidos. Muchas ONG’s cuentan
con un equipo de comunicación y se han convertido en fuente de
importancia para los medios. A su vez, algunos servicios
periodísticos se han propuesto el objetivo de informar y sensibilizar
sin ánimo de lucro, acerca de temas relacionados con la solidaridad,
la justicia social, la infancia o los derechos humanos.

Las redes sociales multiplican cada vez más las posibilidades de las
autopistas de la información que Internet supone. Convertirnos en
vagabundos celestes de Internet nos permite compartir información
y participar a partir de una priorización y jerarquización de la
información que absorbemos. El receptor autómata debe dar paso a
un agente social con capacidad de movilización y de gestión de la
información.”

Para finalizar este importante capítulo he rescatado del libro “La


Huelga Tranquila” unos sencillos y prácticos consejos a tener en
cuenta para evitar, o al menos minimizar, el impacto negativo de la
publicidad y la desinformación sobre nosotros y nuestras familias.
Asimismo propongo algunas alternativas a tener en cuenta a la hora
de buscar la información que de de verdad nos interesa:

“La huelga de publicidad: Cuando vemos televisión y cada vez


que salga publicidad, cortaremos el sonido o cambiaremos de canal.
Con este simple acto, impediremos que los mensajes publicitarios no
logren su objetivo sobre nosotros ni sobre nuestra familia. Aunque
no prestemos atención a los anuncios, éstos de forma inconsciente,
ocupan un espacio en nuestro cerebro, y en la mayoría de las
ocasiones terminan condicionándonos inconscientemente en muchas
de las elecciones de consumo que hacemos. Por otra parte,
privaremos a las grandes empresas de su poder de incitación al
consumo y pondremos fin a su capacidad de manipulación de
nuestros deseos y necesidades.

30
Paralelamente, intentaremos no dar audiencia a los programas de
TV basura ni a los noticiarios que difundan principalmente
calamidades, atentados y crímenes. Tampoco nos ayuda ver
películas cuya trama se desarrolla junto a escenas violentas y
sangrientas. En la mayoría de los casos, el exceso de noticias sobre
violencia, robos, asesinatos, tragedias y destrucción que nos
muestran los programas informativos, y sobre todo la forma en que
los presentan, nos producen desasosiego, indignación e impotencia,
pues generalmente nada podemos hacer y de poco nos sirve
conocerlos; más bien, nos suelen generar miedos y preocupaciones.
Evidentemente, no podemos ni debemos huir o rechazar tales
noticias, pues nos muestran el lado de la naturaleza humana que no
queremos conocer, pero busquemos otras vías para informarnos de
las noticias de actualidad, que nos presenten la realidad que sí nos
interesa conocer y que además nos estimulen a actuar, como por
ejemplo, haciéndonos ver la raíz de los graves problemas que
aquejan a la humanidad, para así poder tomar decisiones certeras a
la hora de actuar. Veamos únicamente, emisiones televisivas que
nos den conocimientos útiles, que nos hagan más despiertos y nos
estimulen interna y espiritualmente. Demos audiencia a las
emisiones y publicaciones que nos transmitan esperanza, y a las que
nos aporten conocimientos que nos sirvan para entender y
solucionar los problemas de actualidad. Prestemos atención a la
información verdaderamente importante para nosotros a través de
la TV y radio cultural, magazines científicos, reuniones, cursos,
conferencias, libros, charlas entre amigos, Internet, etc.”
A modo de corolario dejo la siguiente reflexión: “En la Tierra, unos
pocos tienen el poder sobre todo el planeta porque acaparan la casi
totalidad del conocimiento, pretendiendo mantenernos a la gran
mayoría en la casi total ignorancia. Pero no es menos cierto (y a
esto ayuda mucho internet) que cuando otros pocos de esa gran
mayoría accedemos a los conocimientos más relevantes, y estos los
compartimos, entonces se democratiza el poder que tarde o
temprano perderán esos pocos”. Por tanto, puedo afirmar, sin riesgo
a equivocarme de que: El poder de “los de arriba” depende
fundamentalmente del conocimiento de cuán ignorantes son “los de
abajo”.

31
¿QUÉ PODEMOS HACER INDIVIDUALMENTE?
Plan económico personal y familiar saludable
No hay mal que por bien no venga. La crisis financiera mundial y la
necesidad de tomar medidas urgentes que permitan recuperar los
ecosistemas y el restablecimiento del equilibrio natural del planeta,
al margen de lo que decidan los dirigentes mundiales, exigen que
reduzcamos nuestro gasto económico. Pero no debe tratarse de una
medida temporal y tomada como una triste obligación. Es una
oportunidad para cambiar nuestra relación con el dinero y
experimentar con otra forma de vivir menos materialista y, por lo
tanto, más plena y satisfactoria.
Vicki Robin y Joe Dominguez explican en su libro “La bolsa o la vida”
un programa para transformar nuestra relación con el dinero. Su
objetivo es construir un estilo de vida coherente y saludable, que
sea a su vez respetuoso con el entorno y satisfaga las verdaderas
necesidades propias y las de los demás. Seguirlo representa no sólo
gastar menos y ahorrar más, sino evaluar los valores personales y
modificar los hábitos de consumo, liberando tiempo y energía para
dedicarlos a la familia, los amigos, las aficiones, la vida espiritual y
el servicio a la sociedad.
Pocas personas son conscientes de cómo han llegado a su actual
ciclo vicioso de ingresos y gastos. Lo más frecuente es que la
relación con el dinero se inaugure con la paga semanal que
obteníamos durante la adolescencia. A menudo se obtenía por
obedecer a los padres o cuidadores y se destinaba a conseguir
pequeños placeres inmediatos entre la abundante oferta de la
sociedad de consumo. Una vez emancipados, la lógica continúa con
la motivación añadida de crear un hogar. Si encontramos un empleo
más o menos estable, comenzamos adquiriendo un vehículo, quizás
una vivienda y también objetos básicos. Con cada uno de ellos
sentimos como nuestra autoestima se refuerza. Si las circunstancias
son mínimamente favorables y los ingresos aumentan, entonces
perseguiremos unas cuantas comodidades más: una casa más
grande, una segunda vivienda, un coche más potente y en su caso,
uno para la pareja y una moto para el hijo, televisión más moderna,
muebles mejores, más electrodomésticos, móviles y ordenadores
más avanzados tecnológicamente, etc. La escalada no tiene fin. Pero
al mismo ritmo aumenta el estrés derivado del trabajo para sostener

32
los ingresos y las preocupaciones que generan tantas posesiones. Al
final, resulta que cada vez estamos más lejos de realizarnos como
personas. Las relaciones con los demás se enturbian y los sueños de
la adolescencia parecen haberse olvidado o transformado en una
pesadilla.
En algún momento de nuestra vida superamos el punto de inflexión
en la curva de la satisfacción, cuando teníamos todo lo necesario y
el estrés no era excesivo. Descubrir el punto en que ya tenemos
suficiente es una de las claves del programa que se aconseja en “La
bolsa o la vida”. Con ello adquirimos un criterio sobre cuánto y
cuándo es suficiente respondiendo a nuestras ideas sobre lo que es
justo y sostenible. Cuando conseguimos ser independientes de las
presiones sociales, obtener una renta suficiente para vivir llega a
convertirse en un pasatiempo y no en una dificultad. Con más
tiempo liberado, podemos desarrollar habilidades para vivir de
manera sencilla, más autónoma y divertida. Además, establecemos
lazos constructivos con otras personas, a las que podemos ayudar y
que a su vez también estarán dispuestas a ayudarnos cuando sea
necesario. Cuando alcanzamos esa situación ideal, obtenemos una
serie de beneficios. El primero de ellos es la tranquilidad mental.
Una vez nuestra vida está en orden, el temor a no tener suficiente
dinero para sobrevivir se desvanece. Donde había miedo aparece la
ilusión por explorar los caminos del crecimiento personal y
espiritual. Aunque esta relación no es de causa y efecto en una sola
dirección, pues los caminos de desarrollo espiritual también ayudan
a encontrar soluciones económicas. De esta forma, conseguimos
reducir las deudas hasta eliminarlas y aprendemos a vivir sin
necesidad de ellas, por lo que desaparece la gran inquietud de tener
que trabajar para pagar las deudas presentes y futuras. Solo
tenemos que ocuparnos de gastar lo que realmente necesitamos en
el presente, ahorrando para las posibles necesidades futuras.
En “La bolsa o la vida” se explican varios pasos para alcanzar el
bienestar económico y personal. Al principio la atención se concentra
en adquirir consciencia sobre cómo se utiliza la energía vital y de
qué modo el consumo de objetos está relacionado con la destrucción
de la naturaleza. Es un proceso similar al de aprender a ir en
bicicleta. Al empezar parece muy difícil, pero con la práctica se
controla de manera intuitiva el impacto sobre el entorno con
cualquier decisión económica que se tome. El primer paso que Vicki

33
Robin y Joe Domínguez aconsejan consiste literalmente en saldar
cuentas con el pasado. Hay que calcular cuál es nuestro patrimonio
neto. Para ello, sumaremos todo el dinero, tanto en efectivo como
en cuentas o inversiones, más el valor actual de mercado de los
bienes inmuebles y otros. A la cantidad resultante, le restaremos las
deudas para averiguar lo que tenemos realmente. Este primer paso
nos ayudará a tomar consciencia de cuál ha sido el fruto de nuestros
esfuerzos y de nuestro estilo de vida. A continuación calcularemos
cuánto dinero estamos ganando realmente en la actualidad y cuánto
ingresamos a cambio de nuestro tiempo y esfuerzo. Por un lado,
sumaremos los ingresos anuales; por otro, todos los gastos y,
finalmente, el tiempo aproximado que dedicamos a cada cosa
incluyendo los desplazamientos y las comidas fuera de casa. El
objetivo es saber realmente cuánta energía y tiempo nos cuesta lo
que ganamos cada día o cada hora, simplemente restando los
gastos a los ingresos y aplicando unas sencillas reglas que se
pueden encontrar en el libro “Simplicidad radical” de Jim Merkel,
donde se encuentran unas útiles tablas para realizar las anotaciones
y los cálculos.
Seguramente no será posible prescindir inmediatamente de todo lo
que antes parecía necesario, pero se puede establecer un plan
gradual. Si es el caso, este plan tiene que ser consensuado por
todos los miembros de la familia. Una buena idea sería que cada
miembro se encargue de diseñar un plan para ahorrar en un aspecto
determinado. Alguien puede encargarse de la lista de la compra;
otra persona del gasto de luz y agua, y una tercera del transporte,
por ejemplo. Cada plan debe proponer las medidas que hay que
tomar y fijar unos plazos. Es probable que algunas de las
propuestas, para llevarse a cabo con éxito, requieran aprender
nuevas habilidades, como podría ser el aprender los rudimentos
básicos de la agricultura para gestionar un pequeño huerto familiar,
por ser una actividad realmente ecológica y económica. Pero no
todas las medidas que permiten un ahorro significativo son
complicadas ni deben aplazarse. Si las tablas muestran que tenemos
un gasto excesivo de agua, podemos empezar por revisar la
instalación por si hubiera pérdidas que pasan desapercibidas, así
como tomar consciencia de los hábitos de higiene: cerrar el grifo
mientras nos cepillamos los dientes, nos afeitamos o nos
enjabonamos en la ducha.

34
La lista de las pequeñas cosas que se pueden hacer para eliminar
gastos es demasiado larga para enumerarla. Si no disponemos de
tiempo suficiente para ello, un aspecto muy importante a tener en
cuenta para ahorrar tiempo y dinero, además de reducir el impacto
ambiental, es resolviendo varios asuntos a la vez con menos
esfuerzo. Por ejemplo, si queremos hacer ejercicio físico para
mejorar la salud, en lugar de ir al trabajo y al gimnasio en un
vehículo a motor y pagar una importante cuota mensual para estar
en forma, podríamos desplazarnos en bicicleta, que además de
ecológico sería mucho más económico en tiempo y dinero, al
permitirnos ahorrar la cuota del gimnasio y en gastos de vehículo,
además de ganar tiempo para otras cosas. Otras decisiones, sin
embargo, pueden ser más complicadas, como las relacionadas con
el puesto de trabajo y con la vivienda. El trabajo puede estar
demasiado lejos del domicilio, ser poco rentable o poco satisfactorio.
La vivienda quizá sea demasiado grande, muy costosa o esté mal
ubicada. Es responsabilidad de cada persona tomar la decisión que
sea más coherente con sus valores y posibilidades.
En cualquier caso, antes de tomar una decisión que se limite al
ámbito personal y familiar, vale la pena considerar el gran recurso
que supone compartir. En el caso de la vivienda, los proyectos
compartidos disminuyen considerablemente los costes del alquiler o
de la compra, así como de los gastos de mantenimiento,
electrodomésticos, limpieza y alimentación.
Ahorrar no siempre significa reducirlo todo a la mínima expresión.
Es obtener lo máximo a partir de lo mínimo, o dicho de otro modo,
disfrutar de una gran calidad de vida con un esfuerzo razonable y
provocando un impacto ambiental lo más reducido posible. Por otro
lado, gastar menos dinero y trabajar menos tiempo tampoco implica
una idealización de la miseria. El bienestar es una aspiración
legítima del ser humano, pero se trata de buscarlo donde realmente
se encuentra, es decir, en las relaciones personales, en cubrir las
necesidades materiales básicas y en satisfacer las necesidades
espirituales auténticas.

Lactancia natural y ecología


Para mí, este capítulo es el que considero más importante de todos,
junto al siguiente de la dieta sostenible, por su alta trascendencia en
35
la salud permanente de los seres humanos y, por tanto, del planeta.
Transcribo a continuación parte del texto que redacté para enviarlo
dentro del boletín informativo nº 7 de Huelga Tranquila, el día 21-
09-2010:
“…La principal motivación para escribir sobre lactancia ha sido el hecho
de vivir y presenciar durante cuatro años y medio cómo mi hijo se ha
beneficiado de tan natural alimentación. También ha influido mi
conocimiento que sobre la misma he adquirido, sobre todo gracias a mi
pareja y madre de nuestro hijo. Comienzo explicando las grandes
ventajas de la lactancia materna, siendo además ésta la primera y más
importante demanda de consumo que hacemos al llegar a este mundo;
como veremos, sus repercusiones sobre la salud, la sociedad y el
planeta no pueden ser ignoradas.”

Criar a un bebé con biberones y potitos durante el primer año de


vida, aparte del coste económico y perjuicios para la salud del recién
nacido, supone un impacto ambiental de gran magnitud. La OMS y
UNICEF recomiendan la lactancia materna en exclusiva durante los
seis primeros meses de vida, aunque según La Liga Internacional de
la Leche y otros colectivos afines podría alimentarse perfectamente
a un bebé solo con leche materna hasta los ocho meses de vida e
incluso más. Siguiendo con las recomendaciones de tales
instituciones, a partir de los seis meses de vida del recién nacido se
le puede empezar a dar otros alimentos complementarios,
manteniendo la lactancia natural hasta los dos años como mínimo. A
partir de aquí, también recomiendan, continuar suministrando al
niño leche materna hasta que el niño o la madre decidan, sin que
exista ningún límite de tiempo. Realmente, no se conoce cuál es el
tiempo máximo para el destete natural en la especie humana. Los
estudios antropológicos publicados al respecto, concluyen que la
franja natural de lactancia para bebés humanos se encuentra entre
los dos años y medio y los siete. Quizás siete años sea el límite
natural si se tiene en cuenta que es a esa edad, aproximadamente,
cuando salen los primeros molares definitivos y además ha
terminado de madurar el sistema inmunológico del niño.
En el caso de mi hijo, actualmente con 8 años de edad, tomó leche
materna en exclusiva durante los siete primeros meses de vida y
continuó haciéndolo a demanda hasta que él mismo decidió dejarlo
a los cuatro años y medio. Las ventajas que he apreciado por este
hecho son la excelente salud de la que goza, el fuerte vínculo
afectivo, sobre todo con la madre, y aun no siendo muy objetivo

36
porque soy su padre, la fuerte personalidad y seguridad que
demuestra, además de la sociabilidad y alegría que le caracteriza.
Evidentemente, todas las cualidades que acabo de exponer de mi
hijo, no son motivo exclusivamente de la lactancia natural
prolongada, pero estoy seguro de que tiene mucho que ver. En
cuanto a su salud, hasta ahora solo ha necesitado tomar antibióticos
una vez en su vida y durante los procesos febriles que ha padecido
hasta los cuatro años y medio, solo demandaba leche materna,
rechazando cualquier otro tipo de alimento hasta su mejoría o
curación. Estoy totalmente convencido de que, con pocos o ningún
medicamento y tomando mucho pecho, su salud mejoraba más
rápido y mejor que si no lo hubiera tomado. Afortunadamente, soy
un padre, y marido, que ha tenido el privilegio de vivir y presenciar,
durante largo tiempo, la experiencia más bella, tierna y natural que
puede vivir un ser humano.
Como es sabido, en la leche materna además de alimento, van otras
sustancias como son los anticuerpos para la prevención y mejor
respuesta ante las enfermedades, además de ciertos nutrientes
esenciales para el óptimo desarrollo de su sistema nervioso. La
leche humana tiene altos niveles de lactosa y ácidos grasos de
cadena larga, muy importantes para el desarrollo de una de las
características más importantes que nos distingue: el cerebro.
Casi todas las leches de fórmula están hechas con leche de vaca
especialmente procesada para hacer de ellas una lejana imitación de
la leche humana. En la preparación de las diversas fórmulas de
leche artificial para bebé, la leche de vaca se diluye en una cantidad
casi igual de agua, siendo necesario añadirle azúcar para recuperar
las calorías perdidas. Las células vivas que protegen al bebé de
enfermedades, además de las enzimas y hormonas que sirven de
apoyo en el desarrollo fisiológico del lactante, están ausentes en las
fórmulas de alimentación artificial. Debido al complejo balance de
sus ingredientes, la leche humana no se puede duplicar y es sin
duda, la mejor diseñada para el bebé humano.
Los enormes beneficios a todos los niveles de dar el pecho a los
bebés son generalmente muy ignorados, pero realmente
representan una sencilla y natural manera de suministrar al mismo
tiempo, salud de por vida a la madre y al niño, de mejorar la
situación económica familiar y de no causar impacto ambiental
alguno.
37
En cuanto a la salud de la madre, numerosos estudios sugieren que
el hecho de amamantar ofrece a las madres protección contra el
cáncer, estando relacionada la protección frente a esta enfermedad,
según el tiempo que dura la alimentación al pecho. Un estudio
publicado en la revista American Journal of Epidimiology mostró que
el cáncer de mama era menor en las mujeres premenopáusicas y
posmenopáusicas que habían tenido la experiencia de lactancia y
esta había sido durante largos periodos, siendo el efecto más
contundente en las mujeres premenopáusicas. Comparadas con
mujeres que habían dado a luz pero que jamás amamantaron, las
que sí habían dado el pecho durante 24 meses o más estaban un
tercio menos propensas a desarrollar este tipo de cáncer.
Igualmente, en 1994 un importante hallazgo fue informado en la
revista Epidimiology: las madres que a su vez, fueron amamantadas
tuvieron aún menor riesgo de desarrollar cáncer de mama.
La salud del niño que ha sido amamantado durante largo tiempo es
en general excelente, puesto que ha recibido como mejor legado de
la madre, todos los anticuerpos, los mejores nutrientes y los
vínculos emocionales esenciales para lograr el mejor equilibrio
mental y emocional. Por supuesto, estas ventajas son perpetuadas
de por vida, con lo que se habrá conseguido que apenas tenga que
acudir a los servicios de salud, siempre que de adulto siga
manteniendo un estilo de vida saludable.
El coste económico es otra gran ventaja, pues como afirma Katie
Hartsell (miembro de la Liga Internacional de la Leche): “Cuando el
bebé comienza a llorar, la madre dispone fácilmente y de inmediato
de un buen suministro de leche materna a la temperatura adecuada.
No hay necesidad de esperar a que se caliente un biberón. Además
de no desperdiciarse nada de leche, supone un ahorro considerable
para el presupuesto familiar”. El hecho de no necesitar durante los
dos primeros años de vida, las leches artificiales, biberones,
boquillas, esterilizadores, calienta-biberones, electricidad, papillas
comerciales y comida sólida en potitos, supone un gran ahorro para
el hogar. En Estados Unidos, el costo de las leches artificiales se ha
incrementado a un paso tan acelerado, que la industria está siendo
investigada por la Comisión Federal de Comercio. El precio de la
fórmula infantil ha incrementado su costo seis veces más que el
precio de la leche de vaca. El precio actual de una fórmula infantil
premezclada para un bebé no amamantado desde su nacimiento,

38
arroja un gasto promedio de 25 euros por semana, o 1200 euros al
año, aparte del gasto relativo a biberones, esterilizadores,
electricidad, etc.
Si trasladamos estos datos individuales a todas las familias con
niños nacidos en un país durante un año, observaremos que las
cifras son ciertamente espectaculares, pero más aún lo es el
impacto ambiental que tiene la fabricación de tales alimentos y
complementos, así como la energía usada para su elaboración, su
transporte y finalmente, su preparación antes del consumo. Según
datos obtenidos a través del Instituto Nacional de Estadística,
durante el año 2008 nacieron en España 518.967 niños. Y si
tenemos en cuenta las estadísticas publicadas por el Ministerio de
Sanidad en un estudio comparativo hasta el año 2009, tenemos los
siguientes datos sobre lactancia materna en España hasta los seis
meses:
• A las seis semanas el 68% de las madres amamantaban a sus
hijos
• A los 3 meses el 52%
• A los 6 meses el 24%
Con estos datos podemos llegar a las siguientes conclusiones:
1. El coste en leche artificial para el 32% de las madres que no
amamantan a sus hijos durante las primeras seis semanas de
vida, es de más de 24 millones de euros.
2. El coste en leche artificial para el 48% de las madres que no
amamantan a sus hijos de la séptima semana hasta el tercer
mes, es mayor de 37 millones de euros.
3. El coste en leche artificial para el 76%, del cuarto al sexto mes
está por encima de los 118 millones de euros.
Aparte de estos datos oficiales hay estudios en otros países que
demuestran que si se continúa dando de mamar al niño, junto a su
alimentación complementaria, desde el séptimo mes hasta el
segundo año de vida, el ahorro económico puede ser mucho más
significativo y el coste ambiental mucho menor que en los seis
primeros meses. Hay que tener en cuenta que a partir del sexto
mes, si no se da el pecho hay que seguir dando al niño durante

39
algún tiempo leche apropiada para su desarrollo. El coste,
económico y ambiental, debido al consumo de leche artificial de
continuación y leche animal para niños de 7 meses a dos años, sería
bastante mayor que el causado en los seis primeros meses.
Por tanto, se puede concluir que el coste económico para las familias
españolas, cuyas madres no amamantaron a sus hijos durante los
primeros seis meses de vida, fue de unos 179 millones de euros, a
lo que habría que sumar, posiblemente, más del doble de esta
cantidad durante el año y medio siguiente.
Por otra parte quedan unos 50 millones de latas o cajas de leche en
polvo que reciclar, además de mucha energía eléctrica consumida en
todo el proceso desde la fabricación hasta el consumo.
En el tercer mundo o países en desarrollo, el hecho de amamantar o
no hacerlo, además de influir en la supervivencia del niño, supone
un gran impacto económico y ecológico. Gabrielle Palmer,
nutricionista y consejera de lactancia materna de Gran Bretaña,
escribe en Politics of Breastfeeding:
“La leche humana representa un beneficio ignorado en los
inventarios nacionales y menospreciado en las investigaciones sobre
consumo alimenticio. Aún así, actualmente permite a un país
ahorrar millones de dólares en importaciones y gastos de salud. El
Ministerio de Salud de Mozambique calculó en 1982 que si disminuía
la lactancia materna en un 20%, el incremento correspondiente de
la alimentación de biberón, en el mismo porcentaje, durante los dos
primeros años del lactante, costaría al país el equivalente a 100
millones de dólares norteamericanos, sin incluir gastos de
combustible, distribución o costos de salud. Calcularon igualmente
que el combustible requerido para hervir el agua para los biberones,
consumiría los recursos de uno de sus mayores proyectos de
reforestación. Además, por cada 3 millones de bebés alimentados
con biberón, se utilizan 450 millones de latas de leche artificial. Pero
las más de 50.000 toneladas de metal resultantes, no regresarán a
los países desarrollados para ser reciclados.”
Una madre que placenteramente amamanta a su bebé,
probablemente pasará dos o tres horas al día descansando en su
sillón favorito, proporcionando a su hijo los beneficios emocionales,
nutricionales e inmunológicos como parte de su rutina diaria. Si
además, la madre se para a reflexionar sobre las implicaciones
40
globales que su acto de amamantar y el de otras madres tiene sobre
la sociedad y el planeta, se sorprenderá gratamente por sus
positivas consecuencias económicas, ecológicas, políticas y de salud.
La Liga de la Leche Internacional opera conjuntamente con UNICEF,
la OMS y los gobiernos, para dar a las madres información y apoyo
con respecto a la alimentación al pecho. Convertirse en miembro de
la Liga de la Leche y contribuir en su organización es una forma
positiva de enviar mensajes de apoyo a las madres de todo el
mundo que desean proporcionar a sus bebés el mejor comienzo en
la vida. Las mujeres que deciden amamantar a sus bebés,
realmente mejoran el mundo. Ayudan a conservar el medio
ambiente, ahorran recursos incalculables y mejoran la salud de sus
hijos, dándoles de este modo, el mejor regalo para el resto de sus
vidas, con lo que ayudan considerablemente a disminuir los costes
presentes y futuros de la sanidad pública y privada. El amor y
generosidad de estas madres, son el ejemplo de una vida interesada
en el bienestar de sus familias y comunidades.
Por último, podemos agregar una característica más a la lactancia
materna: su universalidad. El bebé que es amamantado representa
el lenguaje universal de la maternidad. Todos los bebés pequeños
tienen necesidades básicas que no se transforman por el lugar o
momento del nacimiento. El maravilloso acto natural de amamantar
tiene la loable cualidad de crear vínculos entre madres, además de
ser una señal de identidad exclusiva de la mujer. La capacidad del
cuerpo materno para alimentar a su pequeño constituye una
ilimitada fuente de energía y una isla de paz asegurada. Es un
pequeño milagro que, por derecho, pertenece a las mujeres, a los
bebés y a las familias de todo el mundo.

La dieta sostenible
La dieta óptima no sólo debe favorecer el buen funcionamiento del
organismo, sino que también ha de tener en cuenta sus
repercusiones sobre el medio ambiente y la sociedad. La
alimentación despreocupada desde estos puntos de vista puede
agravar problemas como la pobreza o la contaminación y
degradación del medioambiente. En cambio una alimentación
consciente contribuye a resolver estos retos y hace posible que las
generaciones futuras puedan continuar alimentándose en un mundo
41
más sano. Por lo tanto, la llamada dieta sostenible es la más
conveniente para el planeta y para cada uno de sus habitantes. Si
no se habla más de este tipo de dieta quizá sea porque resulta muy
complicado definirla, debido a que es muy difícil valorar el impacto
económico y ambiental de cada alimento. A menudo se realizan
generalizaciones que no resultan del todo ciertas, como por ejemplo,
que la carne resulta ambientalmente más costosa que cualquier
alimento vegetal. En la práctica, la carne de pollo producida de
forma ecológica en un entorno cercano a los lugares donde se
consume, ejerce menos impacto que un zumo de frutas tropicales
importada de otros continentes.
Comer es, probablemente, la actividad individual con mayores
consecuencias ambientales y económicas, debido a que la industria
alimentaria (deforestación para plantaciones de transgénicos,
granjas y ganadería intensiva, pesca extractiva, elaboración de
alimentos precocinados, envasado y transporte, recogida y gestión
de la basura, etc.) es de las más contaminantes que existen.
Los principios básicos para seguir una dieta más sostenible podrían
ser:
1. Consumir proteínas vegetales. Desde el punto de vista
nutricional, los cereales y las legumbres proporcionan hidratos
de carbono de absorción lenta y proteínas (principalmente
cuando se combinan en el mismo plato legumbres y cereales).
Por tanto, según los expertos en nutrición, deberían constituir
más del 50 por ciento del volumen total de la alimentación
diaria. Los granos integrales no sólo son más nutritivos y
saludables que los procesados y refinados, sino que además,
su producción ha requerido un gasto mucho menor de recursos
naturales y energía. Las diferencias se multiplican si se
compara la huella ecológica de las legumbres y cereales con la
de los productos cárnicos. Para producir una ración de carne de
vacuno, hace falta la misma superficie de tierra que para
producir 16 raciones de proteína vegetal. Y si la comparación
se realiza en función del consumo de agua, obtenemos como
resultado que para producir un kilo de trigo se precisan 30
litros, mientras que para un kilo de carne se necesitan hasta
300 litros de agua. Estos cálculos hacen pensar que si los
países desarrollados consumieran menos carne, habrían más
hectáreas para cultivar alimentos vegetales y más agua limpia
42
para ser aprovechados por muchos millones de personas
desnutridas que malviven en nuestro planeta. Por otra parte, la
producción de carne implica la contaminación del medio
ambiente con purines, antibióticos y otros medicamentos,
además de los perjuicios que ello supone para nuestra salud;
en todo caso, es mucho más sano y sostenible el consumo de
carne ecológica.

2. Evitar comprar productos de procedencia lejana. Las


frutas y zumos procedentes de zonas tropicales suponen a
menudo un lujo económico y ambiental. No hay que olvidar
que la mayor parte del precio que se paga sirve para sufragar
los gastos del transporte y de los distribuidores. Los
agricultores, sin embargo, reciben una compensación ínfima y
a menudo se ven obligados a utilizar plaguicidas químicos en
dosis muy elevadas para alcanzar niveles de producción
rentables y para que lleguen a su destino en buen estado.
Además, por el tiempo que transcurre desde su recolección,
pasando por su almacenamiento, hasta llegar a nuestra mesa,
pierden gran parte de sus vitaminas. Preferir frutas y verduras
locales y de temporada no sólo asegura su calidad, sino que
refuerza la economía local. Por otra parte, es siempre preferible
el alimento natural entero y fresco en lugar de transformado,
como por ejemplo cuando compramos las naranjas, en lugar
del zumo elaborado, para exprimirlas en casa. En cuanto a la
conservación de alimentos, son recomendables los métodos de
conservación naturales, como la desecación, fermentación o
envasado al vacío, porque alargan la vida del producto sin
apenas gasto energético y conservan sus nutrientes. Por
último, no resulta descabellado valorar la posibilidad de cultivar
el huerto familiar o comunitario, incluso en la ciudad. De
hecho, cada vez son más los vecinos que viven en edificios
compartidos, los que se interesan por recibir cursos de
horticultura para huertos en azoteas.

3. Apoyar el comercio justo. Las tiendas de comercio justo son


una excelente opción para adquirir ciertos alimentos o bebidas
especiales que no se producen en nuestros entornos locales,
como son el café, el té, el chocolate o algunas clases de
especias, que aunque procedan de países lejanos, también son
ecológicos y, además, respetan los criterios del comercio justo.
43
Con este tipo de comercio nos aseguramos que nuestro dinero
no va a parar a las empresas multinacionales ni a innumerables
distribuidores y especuladores, sino que la mayor parte llegará
a los campesinos productores, organizados en pequeñas
cooperativas, facilitándoles de este modo un salario y una vida
digna, además de ser sus prácticas agrícolas muy respetuosas
con el medio ambiente.

4. ¿Qué alimentos elegir para minimizar la huella


ecológica? Una vez cubiertas las necesidades básicas de
nutrición, principalmente con frutas, hortalizas, legumbres y
cereales, hay que considerar los otros alimentos, también
esenciales, que completan nuestra alimentación:

Si empezamos por los aceites, la elaboración del aceite de


oliva virgen extra no supone un consumo excesivo de energía
para un consumidor de un país mediterráneo, debiéndose su
excelente calidad y beneficios para la salud, por el simple
hecho de extraerse de las aceitunas en la primera prensión
mediante procedimientos mecánicos, sin la utilización de
disolventes químicos a altas temperaturas, que sin embargo si
se usan en aceites de menor calidad, como por ejemplo el de
orujo.

Los productos lácteos son una buena fuente de proteínas y


otros nutrientes, además de sostenibles siempre que se
consuman los de producción local y ecológicos. Los derivados
lácteos son alimentos más tolerables para los humanos que la
leche animal, y por tanto más digestivos y saludables, como
por ejemplo, el yogurt, el queso fresco y la mantequilla. Una
vaca, una cabra o una oveja producen cada año una cantidad
de leche varias veces superior a su peso corporal, así que
resulta muy sensato cuidar a estos animales en lugar de
llevarlos al matadero.

El azúcar y el café, por ejemplo, son productos que se


consumen en pequeñas cantidades, sin embargo producen un
impacto ambiental desproporcionado. Una cucharada de azúcar
refinado supone la transformación de diez metros de caña de
azúcar, y una taza de café necesita más de 100 litros de agua y

44
mucha energía para el cultivo, producción, empaquetado y
transporte de los granos.

La carne convendría suprimirse de la dieta o, al menos,


consumirse ocasionalmente y de forma moderada, puesto que
su impacto ambiental es demasiado elevado. Para disponer de
una hamburguesa convencional, se emplean nada menos que
2.400 litros de agua en los cultivos de pienso y en la crianza
del animal hasta el momento de su sacrificio. Sin embargo, si
la hamburguesa procediera de carne ecológica el consumo de
agua sería mucho menor. Que la carne sea ecológica significa
que el animal se cría al aire libre, toma su alimento,
principalmente, de los pastos del entorno natural donde vive y
bebe el agua de ríos o manantiales. Finalmente, un buen
consejo: “cuando se consuma carne, preferentemente
ecológica, la tomaremos como un complemento en platos de
patatas y verduras; no a la inversa”.
Los huevos, son productos muy básicos e importantes en
nuestra dieta. Cada unidad que se comercialice en tiendas y
supermercados, debe llevar un código alfanumérico que nos
indique si la gallina vive en condiciones dignas, o por el
contrario, está hacinada en una jaula sin ver la luz del sol,
desde su nacimiento hasta su muerte. Todos los códigos
grabados en cada huevo empiezan por un dígito del 0 al 3
seguido de las siglas del país de origen (por ejemplo 2ES…).
Pues bien, si empiezan por 3, significa que las gallinas viven en
jaulas de poco más del tamaño de un folio, se les suele cortar
el pico para que entre ellas no se hieran y se les terminan
deformando las patas con graves heridas al pisar únicamente
alambre. Si empiezan por 2, nos indica que viven en el suelo
de naves densamente pobladas, de hasta 10 gallinas por metro
cuadrado; generalmente también se les suele cortar el pico y
nunca salen al exterior. Si empiezan por 1, quiere decir que el
huevo ha sido puesto por gallina campera, que sí sale
libremente al exterior y se mueve con cierta libertad, siendo la
densidad de gallinas no mayor a 1 por cada 4 metros
cuadrados. Por último, los que empiezan por 0 nos indican que
son huevos ecológicos, la libertad de las gallinas es similar a
las camperas, pero además el 80% de su alimentación debe
proceder de agricultura ecológica, limitándose además el uso

45
de antibióticos y medicamentos. La diferencia de precio no es
mucha y sin embargo comprando huevos que empiecen por 0 y
1 contribuimos a que las gallinas vivan en condiciones más
dignas, siendo además un alimento más saludable.
En cuanto al pescado, no es fácil asegurar si su consumo es o
no sostenible. La producción en piscifactorías ecológicas es aún
muy pequeña y existe una variedad tan grande de especies que
resulta difícil, si no imposible, estar al corriente de la
problemática de cada una. El atún, por ejemplo, es un pez cada
vez más escaso y acumula en su grasa agentes contaminantes
como el mercurio en dosis mucho más elevadas que otras
especies. Además, el atún junto al pez espada o emperador, no
se recomienda su consumo debido a que ocupan la cúspide de
la pirámide trófica marina y por tanto se alimentan de otros
muchos peces, motivo por el cual acumulan mayor cantidad de
metales pesados indeseables. Otra especie poco aconsejable es
el panga, un pescado blanco barato que se cría en ríos asiáticos
cuya agua se ha convertido en un “caldo” donde se mezclan
piensos, antibióticos y residuos. Además, los trabajadores de
estas granjas de pescado perciben un salario indigno de unos
60 euros al mes. En caso de duda, lo recomendable es seguir el
consejo de las organizaciones conservacionistas que
recomiendan no consumir las especies de la lista roja, ya sea
por tratarse de peces en peligro de extinción o por los métodos
que se emplean para capturarlos o criarlos. En esta lista están
el atún rojo del Atlántico, el pez espada, el Rape, el bacalao del
Atlántico, la merluza, el salmón salvaje y los langostinos. El
salmón y el atún de piscifactorías tampoco son recomendables
porque deben alimentarse con muchos kilos de otros peces.
Las alternativas son muchas, baratas y saludables, además de
permitir dar salida a especies lanzadas al mar una vez
capturadas junto a otras. Las más conocidas y apreciadas son
el congrio, el ratón, el galupe, el pardete (o lisa común), el pez
plata, el jurel, la bacaladilla, el estornino, la caballa, la cabrilla,
la boga, la pescadilla, el abadejo, la merluza argentina, el
boquerón y la sardina, excluyéndose siempre los peces de
tamaño inferior al permitido, también llamados inmaduros. Las
sabrosas anchoas deberíamos dejar de consumirlas, al menos
temporalmente, pues su actual ritmo de consumo no permite
su recuperación. Por último, como alternativas al atún (que por

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su forma de captura, también produce muertes de delfines que
nadan habitualmente junto a los bancos de atunes) están el
bonito, el atún blanco o bonito del norte y la melva.

Es importante que aquí haga un inciso. En febrero-2011 pude


ver un magnífico vídeo documental de 23 minutos de duración,
cuyo enlace os copio más abajo, donde queda al descubierto
quiénes son los verdaderos piratas en Somalia y, también, por
qué han desaparecido en las últimas décadas la mayoría de los
bancos de peces del mundo, extinguiéndose cada vez más
especies y agotándose más del 75% de los caladeros
pesqueros del planeta, por la atroz, además de ilegal, forma de
pescar de los grandes barcos de las multinacionales del sector,
respaldadas por los gobiernos y consentidas por la ONU:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=121265.

No dejéis de verlo, pues siento que es muy importante


conocer, además, la trágica realidad en la que actualmente
viven nuestros hermanos somalíes. Conozcamos las miserias,
hambrunas, guerras y guerrillas que padece el pueblo somalí,
uno de los muchos pueblos que agoniza actualmente, sin que el
mundo se entere. Sepamos el por qué.

El agua, elemento esencial para la vida en el planeta, también


para la nuestra, no se considera un alimento, y sin embargo
está presente la mayoría de las veces en todo lo que
consumimos. Cuando la tomamos sola, la bebemos en muchas
ocasiones de una botella o una garrafa comercializada sin
pararnos a pensar que además de ser un producto muy caro y
poco sostenible, a veces sabe peor. En muchas ocasiones, el
agua embotellada está sujeta a menos controles que el agua
del grifo y su precio es unas 2.000 veces superior. En el mundo
hay más de mil millones de personas que apenas tienen acceso
al agua potable. Sin embargo, en la sociedad de consumo se
están gastando cada vez más millones de euros y dólares para
resolver el problema de todas las botellas de plástico que
desechamos. Además, ya se ha demostrado que determinadas
sustancias químicas cancerígenas procedentes del plástico
pasan al agua que bebemos (sobre todo a partir de ciertas
temperaturas). Las principales multinacionales del sector de las
47
bebidas no alcohólicas han encontrado un gran negocio en el
agua embotellada. A partir de los años 70 idearon estrategias
para crear una nueva demanda de la bebida sin alcohol más
saludable, es decir, usaron los medios de comunicación para
seducirnos y engañarnos con las supuestas “virtudes” del agua
embotellada. Incluso se llega a infundir miedo a la población
informando sobre la mala calidad del agua que sale del grifo.
Una vez creada la demanda y el consecuente mercado
multimillonario, lo defienden desacreditando a la competencia.
Solo que en este caso, la competencia es el agua potable limpia
y saludable que, en la gran mayoría de los casos, recibimos en
nuestros hogares. Ha llegado el momento de volver al agua del
grifo. Tenemos que comprometernos a no comprar agua
embotellada a no ser que el agua de nuestra comunidad esté
realmente contaminada. También existen opciones muy
interesantes para mejorar la calidad del agua que sale de los
grifos, como por ejemplo usando filtros de carbón activo.
La dieta sostenible ideal debería estar compuesta por alimentos
ecológicos, porque son los únicos cuya producción se realiza de
acuerdo con los ciclos naturales y sin contaminar la tierra ni las
aguas. Por otra parte, varios estudios recientes indican que las
granjas ecológicas emiten la mitad de dióxido de carbono que las
explotaciones convencionales. Incluso gastan la tercera parte del
gasóleo debido a que los trabajos con maquinaria pesada son menos
intensivos. Las granjas ecológicas favorecen la conservación de las
variedades locales de alimentos, reducen la erosión de los terrenos,
crean puestos de trabajo especializados y refuerzan las economías
locales. Si los alimentos ecológicos resultan más caros es porque
necesitan más atenciones, porque no se exprime la tierra para
obtenerlos y porque, todavía, sólo una pequeña parte de la
población tiene interés en comprarlos. Una razón más para optar por
los alimentos ecológicos es que también son más apetitosos y
sabrosos, aunque muchas veces no sean tan grandes o vistosos
como los obtenidos de forma intensiva.
Las principales razones para apoyar la producción de alimentos
ecológicos son tres:
1. La salud. Las personas que compran productos ecológicos,
desean evitar riesgos innecesarios. Es sabido que los
plaguicidas pueden causar cáncer, enfermedades nerviosas,
48
alergias y trastornos hormonales. Estos agentes tóxicos deben
ser evitados especialmente por los niños y mujeres
embarazadas. Por otra parte, los alimentos ecológicos no
pueden proceder de semillas manipuladas genéticamente, ni
obtenerse de animales alimentados con piensos transgénicos,
algo muy normal en la agricultura y ganadería convencional.

2. El medio ambiente. La agricultura ecológica no contamina la


tierra, el aire que respiramos, ni el agua que bebemos. Las
plantas y animales silvestres no sufren menoscabo alguno y
ayuda a preservar el equilibrio natural de los ecosistemas. Muy
al contrario, este tipo de agricultura incluso enriquece la
biodiversidad. En cambio, la agricultura convencional y,
especialmente, la ganadería, son importantes fuentes de
contaminación de la tierra y de las aguas del subsuelo debido,
sobre todo, a los nitratos.

3. La ética. La ley que regula la producción ecológica, establece


unas condiciones dignas para la vida de los animales en las
granjas. Por ejemplo, las gallinas ecológicas tienen espacio
suficiente para moverse libremente al aire libre, mientras que
la gran mayoría de gallináceas, tal y como se ha explicado
antes, pueden vivir y morir en pequeñas jaulas sin recibir
nunca la luz directa del sol. En cuanto al precio, es cierto que
alimentarse ecológicamente es más caro, pero sobre todo
debido a la competencia de la agricultura y ganadería
convencionales, muy favorecidas por las condiciones políticas y
económicas actuales a través de ayudas y subvenciones, que
sin embargo no contemplan los daños y gastos que se
ocasionan en el planeta.
Finalmente, y a modo de reflexión, hay que considerar que los
alimentos más beneficiosos para nuestro cuerpo lo son también para
la Tierra, constituyendo éstos la mejor y más equilibrada nutrición
para todos los seres humanos. Igualmente, adquirir el hábito de
llevar una dieta sostenible nos permite que entre todos nos
cuidemos mutuamente a través de un acto tan cotidiano como el de
comer y beber para sobrevivir, o mejor aún, alimentarnos
adecuadamente para vivir más y mejor.

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Este capítulo lo terminé a principios del otoño de 2010. Aunque lo
sigo compartiendo casi todo de él, he de manifestar que en enero de
2011 sentí que debía evolucionar mi dieta haciéndola aún más
saludable y sostenible. Para que lo entendáis mejor, os copio el
texto inicial del boletín informativo nº 9, de fecha 22-01-2011:
“En esta ocasión quiero compartir con tod@s vosotr@s el capítulo, para
mí, el más importante (junto al de "la lactancia natural" publicado en el
boletín informativo nº 7) del libro que actualmente estoy escribiendo,
relacionado con la alimentación humana y la salud del planeta. Desde
mi adolescencia, ha sido de vital importancia aprender a comer y beber
de forma saludable para que mi cuerpo (el vehículo que temporalmente
conduzco), me sea lo más útil y confortable posible durante mi corta
estancia en la Tierra. Pero ha sido en estos últimos tres años cuando he
tomado consciencia de que no solo es mi salud la que tengo que cuidar,
sino también la del planeta (inmenso Ser vivo que nos acoge y provee
de todo lo necesario) en el que vivimos. Por eso, "la dieta sostenible"
es hoy día más importante que nunca; hay que tenerla muy presente
cada vez que introducimos algo por nuestra boca. El simple hecho de
alimentarnos de forma consciente, moderada e inteligente, nos permite
no solo mejorar la salud e incluso curarnos de la mayoría de
enfermedades, sino que también afecta al resto de los seres humanos
que pueblan la Tierra y al resto de la Vida que Ella acoge y mantiene.
Tengo claro que nuestra Madre Tierra, no consentirá que una pequeña
parte de sus hijos humanos, principalmente occidentales, sigan
cometiendo barbaridades con el sacrificio innecesario de millones de
seres vivos, que sufren y sienten una muerte que no desean, para
sobrealimentar a unos pocos, mientras que la mayoría de sus hijos
humanos de los países del SUR (más los pobres e indigentes de los
países del NORTE) no tienen alimento suficiente que llevarse a la boca.
Os animo a que leáis detenidamente el siguiente capítulo que os copio a
continuación y, asimismo, os invito a la reflexión. En mi caso después
de más de diez años sin comprar carne ni leche de vaca, he tomado la
decisión de alimentarme a partir de este año con una dieta ovo-lacto-
vegetariana, consumiendo productos principalmente ecológicos y de
comercio justo. No es nada fácil, pero de lo que si estoy seguro es que
mi salud será la principal beneficiaria, pero también la de mi familia, la
del planeta y la del resto de la humanidad. Deciros que este artículo es
muy respetuoso con cualquier forma de dieta y alimentación, siendo mi
principal intención la de enseñar que otra forma de alimentarnos más
consciente es necesaria por el bien de todos, y ahora, más que nunca.

Espero y deseo que este boletín os sea útil y que, si así lo sentís, lo
reenviéis a todos vuestros contactos.

PD: Aquí os copio el siguiente enlace www.granjasdeesclavos.com


donde está muy bien documentado, por la Organización Internacional

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para la Abolición de la Esclavitud Animal y del Especismo, cómo se
explotan los animales (los no criados de forma ecológica) para obtener
carne, leche, huevos y derivados. Los vídeos, grabados en mataderos
españoles, son muy duros (al menos para mí lo ha sido) pero he
necesitado verlos para experimentar un cambio profundo en mi
interior. Otro enlace hacia un excelente documental por la justicia hacia
los animales es: www.earthlings.com.”

Vestirse de “verde”
La moda y la industria textil en general son fuente de gran
preocupación para los ecologistas, puesto que los diseños actuales
son efímeros y los contaminantes que sueltan las fábricas y las
propias prendas cuando son abandonadas en los vertederos,
resultan muy tóxicos. Algunos se acumulan en el cuerpo humano,
además de complicar la subsistencia de la flora y la fauna
continuamente. Por otra parte, esta industria es una de las
principales empleadoras de trabajadores en condiciones indignas e
incluso inhumanas, incluyendo también mucha mano de obra
infantil.
Desde hace algunas décadas, encontramos en las tiendas gran
cantidad de prendas con poliéster, tintes y otros materiales similares
obtenidos del petróleo. Éstas, además de no ser biodegradables,
irritan y provocan reacciones alérgicas en la piel y no la dejan
transpirar.
Vestirse de manera ecológica significa reducir la cantidad de
prendas que se adquieren, usarlas todo el tiempo que sea posible y
eliminarlas de manera responsable. Pero al adquirirlas, también hay
que tener en cuenta la gran importancia de elegir a fabricantes
responsables tanto social como ambientalmente. La compra
responsable y consciente es la única forma de reducir el impacto
negativo de la industria textil sobre el entorno, a la vez que se
protege la salud y se evita, o al menos se consigue disminuir, la
explotación de mano de obra adulta e infantil. La primera pregunta
que debemos hacernos cuando admiramos una bonita camisa,
vestido o pantalón, es si realmente los necesitamos. No es una
pregunta sin sentido, ya que el ciudadano medio occidental desecha
y/o acumula cada año unos 20 kilos de ropa que no usa.

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Para evitar las tentaciones, cuando salgamos a comprar ropa
conviene hacerlo con un plan, como por ejemplo, elaborar antes de
salir de casa una lista de las prendas que de verdad nos hacen falta,
disponiendo luego de más tiempo para probarnos los modelos que
de verdad nos sientan bien y pensar en los colores que combinan
con el resto de nuestro vestuario. De esta manera ahorraremos
tiempo, dinero y recursos naturales. Por otra parte, si adquirimos un
estilo personal que no esté fuera de moda a los pocos meses, hará
mucho más por nuestra imagen que vestir igual que la mayoría,
diferenciándonos del resto. También conviene pensar en si las
prendas nos servirán después de su vida útil, ya sea como trapos
para la limpieza o como material para crear de forma artesanal,
objetos útiles o de arte reciclado. Cualquier destino de reutilización
será mejor que el contenedor, existiendo siempre el solidario
recurso de regalarlas, si no están muy estropeadas, a personas u
organizaciones que recogen ropa usada para quienes no pueden
comprarlas.
Lo importante es que sea cual sea la prenda elegida, debemos
comprometernos a cuidarla durante el mayor tiempo posible.
Trataremos de no exponerla a riesgos que puedan estropearla, como
mancharlas de grasa en la cocina, de pintura u otras sustancias en
los pequeños arreglos caseros, desgarrarlas jugando con animales o
romperlas haciendo deporte. Para ello, deberíamos tener prendas
resistentes reservadas para tales usos. Otro aspecto loable sería el
que las arreglemos cuando sea necesario o reconvertirlas en otras
prendas. Para ello, si nosotros no sabemos, siempre están los
sastres y costureras de barrio que están deseando reparar los
daños, adaptarlas a nuevas tallas o reconvertirlas en nuevas
prendas.
El lavado es la principal amenaza para la integridad de cualquier
prenda. Requiere mucha agua, energía y detergentes que perjudican
el medio ambiente, teniendo en cuenta que si no se trabaja en el
campo o en un taller, en muchos casos bastaría con un enjuague
rápido o simplemente airear la prenda. Cuando de verdad haga falta
el paso por la lavadora, esperaremos a que la carga sea completa,
programaremos la temperatura mínima y utilizaremos la mitad de
la cantidad de detergente (ecológico a ser posible) recomendada por
el fabricante, o la “eco-bola de lavar”, que prácticamente no
necesita detergente. En el caso de que la suciedad sea difícil de

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quitar, se puede elaborar una pasta fina con agua y sal para
aplicarla sobre la zona afectada una media hora antes de su lavado.
Una alternativa muy poco tenida en cuenta y de nulo impacto
ambiental, es la compra de ropa usada. Hay muchas personas que
se deshacen de ropa en perfectas condiciones por distintas razones.
Por eso, cuando nos acercamos a una tienda de ropa de segunda
mano, muchas veces descubrimos prendas en apariencia nuevas y
en perfecto estado de conservación, que se adaptan totalmente a
nuestra talla y a nuestros gustos personales. Los prejuicios y la
resistencia a utilizar ropa usada no es muy razonable. Además, si la
tienda pertenece a una organización no gubernamental solidaria,
estaremos realizando una buena obra social con nuestro dinero.
En cuanto a la calidad de la ropa de algodón, hay que tener en
cuenta que aunque se etiqueten como prendas de algodón natural,
están lejos de serlo puesto que contienen, en la mayoría de los
casos, una carga enorme de agentes químicos. Siete de los 15
pesticidas utilizados en el algodón son agentes cancerígenos muy
conocidos que pueden afectar seriamente la salud de las personas.
Además, esta clase de textil suele impregnarse de unas sustancias
que facilitan su planchado, como es el caso del polialgodón. Esto
supone una alta exposición de los trabajadores, consumidores y del
medio ambiente a una cantidad intolerable de contaminantes. Por
fortuna, cada vez es más fácil encontrar ropa ecológica. Se pueden
hallar en pequeñas tiendas especializadas de comercio justo, pero
también en grandes cadenas como Carrefour, Decathlón, H&M y
C&A, aunque siempre trataremos de dar prioridad a los pequeños
comercios. La ropa ecológica se confecciona con materias primas
naturales en las que no se han empleado plaguicidas ni fungicidas,
ni tampoco tintes que contengan plomo. Pero aún hoy día no existe
un aval, como ocurre en la alimentación, que garantice el
cumplimiento de los criterios de producción ecológica en todo el
proceso, desde el cultivo hasta la tienda.
Hoy día se puede hacer ropa con multitud de fibras naturales, o bien
sintéticas derivadas del petróleo. Por supuesto, la principal opción
será siempre la primera, buscando como componente único o
principal de la prenda la lana, el lino, el algodón, la seda, el cáñamo
o los diferentes tipos de pelo como son la alpaca, la angora o la
cachemira. En cuanto a las artificiales, se puede justificar su uso
para determinadas prendas y siempre que nos preocupemos de su
53
correcto reciclaje. Así el nailon, el Gore-tex o el Polartec, aunque
son fibras sintéticas, tienen la peculiaridad de ser impermeables y al
mismo tiempo transpirables, por lo que resultan muy convenientes
ante las inclemencias atmosféricas y para determinadas actividades
deportivas.
Actualmente SETEM (federación internacional de ONGs nacida en
1968 que centra su trabajo en informar a la sociedad sobre las
desigualdades Norte/Sur, en denunciar sus causas y en promover
acciones individuales y colectivas para lograr un mundo mas justo)
lidera la Campaña Ropa Limpia, creada para informar a los
ciudadanos sobre las actividades de la gigantesca industria textil, así
como de los abusos y avances de este sector en relación a los
recursos materiales que precisa y a las condiciones de la mano de
obra que emplea. En su página www.ropalimpia.org, nos informan
de cuáles son las firmas de ropa que están iniciando acuerdos sobre
la sostenibilidad ambiental y la dignidad laboral en cuanto a la
fabricación, distribución y venta de productos textiles. En este
sentido, supervisan a las principales multinacionales de este sector y
presionan a los poderes públicos para que hagan cumplir los
acuerdos firmados así como que se respeten los derechos laborales
de los trabajadores. La Campaña Ropa Limpia propone en su sección
de Acciones Urgentes, varias cartas-modelos para ser firmadas por
los “ciberactivistas” y de esta manera ser enviadas masivamente a
las grandes compañías y gobiernos para que tomen las medidas
necesarias para solucionar los problemas de un modo constructivo.

Los peligros del plástico


Las fábricas de plástico en todo el mundo producen cada año más
de 200 millones de toneladas, y se calcula que cada español
consume anualmente cien kilos de este material. Esto es demasiado,
siendo tal exceso una verdadera amenaza para los ecosistemas y
para la salud humana. La tercera parte de todos los plásticos
utilizados son de corta vida, como las bolsas desechables de los
supermercados, que van de la tienda a casa y generalmente no se
reciclan, terminando pronto en la basura. El destino final de la
mayor parte de los plásticos son las incineradoras que contaminan la
tierra y el aire, y los vertidos en la naturaleza, ya sea en vertederos
o los que diariamente se arrojan al campo o al mar. El plástico

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abandonado puede tardar en degradarse por completo entre cien y
mil años. Una botella abandonada en la playa, con el tiempo puede
llegar a desaparecer a la vista porque finalmente se convierte en
partículas de plástico tan pequeñas como la arena, pero siendo
invisible no es menos peligrosa. Más bien al contrario, pues al
convertirse en partículas tan diminutas llega a todos los lugares,
incluso a nuestro aparato digestivo a través del pescado y el
marisco. Tal y como han demostrado las investigaciones llevadas a
cabo por la Fundación norteamericana Algalita para la investigación
marina, la masa de plástico presente en ciertas zonas del océano
Pacífico, es seis veces más grande que la de plancton (organismos
diminutos que viven flotando en alta mar y que son fuente de
alimento de muchos animales marinos). Las partículas de plástico se
convierten, pues, en un falso plancton que acaban siendo ingeridas
por peces, tortugas y ballenas, entre otros animales.
Las mayores consecuencias por la ingestión de plástico tienen que
ver con los efectos en los organismos vivos a nivel bioquímico. La
doctora Andrea Russel ha explicado que las partículas microscópicas
de plástico liberan al descomponerse, los elementos dañinos que
contienen. Entre estos agentes químicos tóxicos, se encuentran
ciertos plaguicidas que se han incluido en la composición del plástico
para evitar que los microorganismos colonicen la superficie del
material, además de colorantes, flexibilizantes, metales pesados y
sustancias ignífugas. Buena parte de los compuestos contaminantes
presentes en los plásticos son agentes que activan el sistema
endocrino e interfieren en la producción de hormonas, produciendo
alteraciones importantes sobre la salud, principalmente en los
sistemas inmunitario y reproductivo. Igualmente, los objetos de
plástico de uso cotidiano son una amenaza durante su vida útil,
antes de convertirse en residuos contaminantes. Según un estudio
realizado por el Consejo de Investigación Sueco para el Ambiente,
existe una relación directa entre el asma infantil y la concentración
de agentes ablandadores (ftalatos) presentes en los plásticos de
muchos juguetes y en revestimientos de suelos de PVC. Otro motivo
de preocupación cada vez mayor es el “bisfenol A”, un activador
endocrino que se encuentra en envases alimenticios de plástico
como yogures, vasos, botellas y biberones. Según un estudio
realizado en la Universidad Case Western Reserve financiado por el
Instituto Nacional de Ciencias Ambientales de Estados Unidos, este
componente liberado e ingerido provoca defectos de nacimiento y

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abortos espontáneos en ratones. Según Patricia Hunt, genetista
directora del equipo científico, considera que “se podría pensar que
sus efectos sobre humanos serían similares”.
Sería difícil imaginar un futuro sin un material que ofrezca la
versatilidad y cualidades del plástico: ligero, barato y se le puede
dar cualquier forma. No se trata pues de volver al pasado, sino de
encontrar alternativas con futuro. Afortunadamente, ya están aquí
los bioplásticos, totalmente biodegradables, que no se obtienen del
petróleo, sino de fuentes vegetales renovables que pueden
compostarse como si se tratara de restos orgánicos de comida. Si se
emplean métodos de producción limpia y sostenible, los bioplásticos
no presentan grandes inconvenientes. Una prueba de que tienen un
menor impacto ambiental es que su producción necesita un 80%
menos de energía y genera muchos menos gases con efecto
invernadero que la contaminante fabricación del plástico
convencional. Sin embargo, es cierto que la producción es aún muy
limitada y su precio, de momento, no es muy competitivo. Por
ahora, grandes empresas están empezando a emplear el plástico
natural en pequeños objetos, con el fin de mostrar su compromiso
ambiental. Sin embargo, esto puede cambiar rápidamente teniendo
en cuenta la escalada del precio del petróleo y los últimos avances
en el campo de los plásticos vegetales, que hacen que sus
características de dureza y resistencia al calor sean cada vez
mejores.

La contaminación tecnológica
El exceso de aparatos electrónicos inservibles está generando un
impacto ambiental del que apenas se habla. Para empezar, no existe
ningún plan que contemple el reciclaje completo de la chatarra
electrónica, llena de plásticos, metales pesados y otras sustancias
altamente contaminantes. En teoría, debería dejarse en los puntos
verdes habilitados para que sea tratada adecuadamente, pero
desgraciadamente suele abandonarse en papeleras, contenedores
de basura o, simplemente, en la calle. Pero, incluso los aparatos que
se dejan en los puntos verdes o tiendas de electrónica suelen
terminar a miles de kilómetros, en enormes vertederos donde niños
descalzos, sin guantes ni mascarillas, buscan piezas aprovechables
para ganar un euro al día. La India puede ser una de las mayores

56
depositarias de este tipo de basura tecnológica. En el año 2008, se
estima que llegó a este país unas 380.000 toneladas de este tipo de
residuos, repartidos en cuatros “supervertederos” muy próximos a
ciudades como Mumbai, Dehli, Bangalore y Calcuta, habiéndose
reciclado solamente unas 20.000 toneladas. Para el año 2013, se
estima que el total de residuos electrónicos vertidos y sin tratar,
solo en la India, superen los cinco millones de toneladas, entre las
que, muy probablemente, se encuentren el móvil, televisor u
ordenador que dejamos en un punto verde.
Desgraciadamente la India no es el único país “pobre” que acoge los
supervertederos de nuestro planeta. En Asia, África y Sudamérica
también los hay. Uno de los mayores está en Ghana (África), donde
continuamente llegan por mar gigantescos buques de carga repletos
de contenedores con material electrónico “de segunda mano”. La
normativa internacional prohíbe a los países “ricos” deshacerse de
su chatarra y basura enviándola a otros países, sin embargo se hace
la vista gorda cuando esta basura tecnológica inservible se camufla
como “material de segunda mano”. En un magnífico documental que
se emitió recientemente por TVE2 queda perfectamente explicado y
documentado esto último. Si no lo retiran de internet lo podéis
encontrar buscando por “documental obsolescencia programada” o
“fabricados para no durar” o “comprar, tirar, comprar”. Recomiendo
su visionado, por la calidad y cantidad de información que contiene.
En el documental podemos encontrar datos históricos muy
relevantes que nos muestran cómo desde principio del siglo XX las
más influyentes corporaciones privadas a nivel internacional,
acuerdan en prácticamente todos los sectores de la industria,
fabricar con una fecha de “vencimiento” en la vida útil de los
diferentes productos; por difícil que parezca de creer, la mayoría de
diseñadores e ingenieros del siglo XX y principios del XXI que
trabajan para la industria del consumo, buscan que el producto sea
bonito, barato y bueno, pero esto último sólo por un tiempo muy
concreto y perfectamente estudiado; desgraciadamente para
nosotros (pero sobre todo para estos artistas y genios que
desaprovechan sus facultades creativas poniéndolas al servicio de
quienes les pagan), dedican mucho trabajo y esfuerzo en conseguir
materiales aparentemente robustos, pero realmente frágiles e
inservibles al cabo de un tiempo, y sistemas de obsolescencia
programada. Sin embargo, por si no veis el documental, hoy día
siguen funcionando perfectamente bombillas fabricadas hace más de

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cien años, electrodomésticos fabricados en los países del este
mucho antes de la caída del muro de Berlín o medias de nylon a las
que no le salen “carreras” ni aunque se usen para remolcar un
vehículo. No obstante, el documental también nos da pistas y
posibles soluciones para ir contra la corriente de la obsolescencia
programada.
Hecho este inciso en relación al documental de TV2, vuelvo al
asunto de los supervertederos. Metales pesados como el plomo,
cobalto, cadmio, níquel, cromo, mercurio, cobre, además de
arsénico se desprenden y deslizan desde los vertederos a las
corrientes de agua. Cuando se queman junto a los plásticos que los
acompañan, además de ensuciar el agua, también contaminan el
aire con compuestos cancerígenos y neurotóxicos. El volumen del
impacto se puede evaluar a través de datos como el siguiente: del
desguace de 500 ordenadores se obtienen más de 500 kilos de
plomo, 2 kilos de cadmio y unos 300 gramos de mercurio. Las
pruebas efectuadas en el suelo y el agua, afectados por un
vertedero electrónico junto a la ciudad de Guiyu (China), revelaron
que los niveles de plomo son 2.400 veces más altos que los
permitidos por las directrices de la Organización Mundial de la Salud.
Todo ello, a cambio del almacenamiento de esta chatarra para luego
recuperar, sobre todo, imanes, cobre y algo de oro.
Otro aspecto ambientalmente negativo del consumismo electrónico
es el derroche energético, tanto en la producción de estos bienes
como por su uso cotidiano. Según diversos estudios llevados a cabo
en Francia, se prevé que para el año 2030 las nuevas tecnologías de
la comunicación gastarán tanta electricidad como en el resto de
necesidades (iluminación, electrodomésticos, industria, …). Un móvil
no gasta solo lo que es capaz de acumular en sus baterías, pues
esto último representa una cuarta parte del total del gasto
energético. Según investigaciones de la Universidad Politécnica
Federal de Zurich (Suiza), se necesitan las otras tres cuartas partes
para que dos teléfonos en conversación mantengan la comunicación.
Y con los ordenadores conectados a internet sucede exactamente lo
mismo. El PC sólo gasta del cinco al treinta por ciento de la
electricidad; el resto se necesita, principalmente, para mantener
encendidos y a la temperatura correcta los servidores durante las
veinticuatro horas al día. Todos los servidores existentes hoy día en
el planeta, han consumido en el año 2010 el dos por ciento,

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aproximadamente, de total de la electricidad mundial. Esta cifra se
está duplicando cada año, con lo que a este ritmo, hacia el año 2030
las emisiones de CO2 asociadas a los ordenadores, podría ser
equivalente a las del tráfico aéreo mundial actual.
Las bases de datos de un banco como BNP Paribas (2º en la zona
euro y 7º del mundo) con oficinas en 84 países y más de 200.000
empleados, consumen tanta electricidad al cabo de un año como
todo el país de Afganistán. Así y todo, esa cantidad nada tiene que
ver con el tremendo consumo de la empresa Google, que posee más
de medio millón de servidores instalados en 26 “granjas”
distribuidas por el mundo. Solo una de estas granjas consume tanta
electricidad como 37.500 hogares españoles, y Google está
incrementando su actividad en más de un 20% anual. Aunque la
compañía asegura que recurre a las fuentes de energía renovable, la
solución pasa por instalar dichas granjas en territorios fríos para que
el consumo de electricidad sea mucho menor. En este sentido, el
gobierno islandés ha ofrecido a Google la posibilidad de que instalen
las granjas dentro de su país. Como información relevante y
totalmente comprobada, el consumo de tecnología informática sale a
la luz con el siguiente dato: cada vez que realizamos una búsqueda
en Google, se produce un gasto de cuatro a diez vatios de energía.
Por otro lado, existe la idea muy equivocada de que la llamada
sociedad de la información es más limpia que la industrial. Un
estudio de la Universidad de Naciones Unidas en Tokio lo ha
traducido en cifras. La fabricación de un ordenador requiere diez
veces su peso en materias primas derivadas del petróleo y otros
productos químicos. Porcentualmente, es de un impacto mayor que
el producido en la fabricación de coches, con el agravante de que en
el año 2009 se han fabricando unos 130 millones de ordenadores,
incrementándose considerablemente esta cantidad cada año, pero
que quedarán obsoletos en el plazo de tres a cuatro años. Por otra
parte, la lucha por poseer las minas de minerales imprescindibles
para la industria de las telecomunicaciones está provocando
conflictos armados y geopolíticos de los que nada se dice en los
medios de comunicación convencionales. Milicias de Congo, Ruanda
y Uganda luchan y matan para asegurarse la obtención de casiterita
y coltán, unas mezclas de minerales de los que se obtienen el
tantalio y otros elementos, gracias a los cuales funcionan teléfonos

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móviles, GPS, satélites artificiales, armas teledirigidas,
videoconsolas, ordenadores portátiles, mp3, etc.
Entonces, ¿de qué soluciones disponemos para seguir disfrutando de
las enormes ventajas de los electrodomésticos y las
telecomunicaciones? Mi propuesta es que tengamos en cuenta lo
siguiente:
1. Comprar solo los aparatos eléctricos y electrónicos que
realmente necesitemos para facilitar nuestra vida diaria y
crecimiento personal. Intentaremos, en primer lugar, buscarlos
en el mercado de segunda mano e incluso gratuitos como los
que se obtienen en algunos puntos verdes o a través de grupos
que se dedican al trueque y al reciclaje.
2. Elegir modelos eficientes como los electrodomésticos de línea
blanca. Estos muestran en su etiqueta de eficiencia energética
la letra “A” como indicativo de la mayor eficiencia en relación al
menor gasto de energía. Entre ellos, los que llevan la etiqueta
ecológica europea (una flor) tienen ventajas ambientales. En
cuanto a ordenadores y aparatos electrónicos de oficina, son
preferibles los que exhiben la etiqueta Energy Star.
3. No sobrepasarse con el tamaño o prestaciones de los equipos
multimedia. En la gran mayoría de los casos, no necesitamos
adquirir, por ejemplo, el mejor ordenador o televisor de última
generación. Es suficiente con que satisfagan realmente las
propias necesidades. El tamaño de las pantallas debe ser el
apropiado, siendo las de 22 o menos pulgadas para ordenador
las más eficientes energéticamente, y las de televisión deberían
ser del menor tamaño posible en relación a la distancia desde
donde la vamos a ver.
4. Apagar, tanto en casa como en la oficina, todos los aparatos
eléctricos y electrónicos cuando no se usen. Por la noche, por
ejemplo, podemos cortar el suministro de electricidad de toda
la vivienda excepto el del frigorífico o de cualquier otro aparato
de imprescindible funcionamiento contínuo. También es posible
instalar desconectores automáticos en el cuadro eléctrico de la
casa, que detectan cuando no se está usando un determinado
aparato, apagándolo después de un determinado tiempo.

60
5. Hacer un buen uso y mantener correctamente todos los
aparatos eléctricos y electrónicos para su mejor conservación y
rendimiento durante más tiempo. Mantenerlos libre de polvo y
lejos de fuentes de calor es una de las mejores medidas a
nuestro alcance para ello.

Las bondades de la bicicleta


El famoso novelista del género de ciencia ficción H. G. Wells, llegó a
escribir que “cada vez que veo a un adulto sobre una bicicleta, dejo
de desesperarme por el futuro de la raza humana”. Si Wells tiene
razón, el porvenir de la Tierra depende de que cada día haya más
ciclistas, ya sea por la sostenibilidad, por la no dependencia del
petróleo o por la salud de las personas. En este sentido, podemos
ser optimistas, porque desde que el primer ser humano se puso en
equilibrio sobre este invento de 1885, otros muchos lo han seguido.
Sobre el planeta Tierra ruedan actualmente más del doble de
bicicletas que coches. En el año 2007 se fabricaron en todo el
mundo unos 130 millones de bicicletas, mientras que la producción
total de coches en ese mismo año fue de unos 52 millones. Este
medio de transporte es tan popular en China, India y todo el sureste
asiático, como en Dinamarca, Bélgica, Holanda, Suecia o Finlandia.
Se dice que cuando un grupo de personas medita a la vez, se
produce una beneficiosa resonancia que afecta a toda la humanidad.
Es posible, que al pedalear se consiga un fenómeno similar. En
Europa la “epidemia” se extiende desde el norte, donde millones de
personas se mueven en bici pese a la lluvia y el frío, hasta el sur,
donde su uso es un placer durante todo el año. Afortunadamente, la
fiebre de la bici está llegando a España. Cuando el ayuntamiento de
una ciudad como Barcelona se planteó montar un servicio de alquiler
de bicicletas, pensó que con 15.000 habría suficiente. En pocas
semanas 80.000 barceloneses se las disputaban pacíficamente, y
ahora son más de 200.000 los usuarios que transitan sobre ellas por
la ciudad condal. El éxito catalán ha llevado a que se implanten
sistemas similares en Victoria, San Sebastián, Zaragoza, Mallorca,
Valladolid, Sevilla y Pamplona, entre otras ciudades españolas.
El perfil del ciclista urbano se ha universalizado. Cada día aparecen
en las calles nuevas clases de ciclistas que respetan los semáforos y
a los peatones, no se arriesgan a colarse entre los coches, visten de
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traje y corbata cargando con su maletín en la bandeja de la bici,
transportan las compras poco pesadas en la cesta del manillar, o
arrastran los remolques para transportar a niños. El ejemplo de
estos neociclistas, incentiva a muchos conductores de vehículos a
motor a dar el paso de moverse también en bici, multiplicándose
este efecto exponencialmente. Si observamos atentamente las
conductas de estos neociclistas, podremos comprobar con el tiempo
cómo por efecto del milagroso pedaleo son cada vez más informales
a la hora de vestir, manejan la bici cada vez con más soltura y
alegría, y sobre todo, como sus cabezas comienzan a llenarse de
brillantes ideas para llevar una vida más sostenible. Esto no es
ninguna fantasía, es algo que está ocurriendo. Siempre habrá que
agradecer a los pioneros ciclistas radicales que se arriesgaban entre
los coches y se manifestaban ante las autoridades locales por su
papel inspirador, pero los que más contribuirán en la salvación del
planeta son la gran masa de seguidores tímidos y tardíos.
Las leyes más simples de la física y de la economía son indiscutibles.
La bicicleta es un medio de transporte extraordinariamente eficiente
en términos de transformación de la energía en movimiento. El ser
humano no tiene otra manera más eficiente de autotransportarse a
mayor velocidad. Con la misma energía que gasta andando, se
mueve cuatro veces más rápido en bici, debido a que el 99% de la
fuerza que aplica el ciclista sobre los pedales, llega sin pérdida al eje
trasero. Si se compara con otros medios de transporte, la bici gana
con creces porque es mucho más económica, no contamina y ahorra
tiempo en las distancias cortas. En las áreas urbanas, los
desplazamientos de menos de cinco kilómetros son igual de rápidos
o incluso más que si usamos otros medios de transporte. De hecho,
si se incluyen los tiempos que se emplean en encontrar
aparcamiento o en desplazarse hasta la parada de metro o autobús,
más los tiempos de espera, casi siempre la bici resultará más veloz.
Ahora bien, la velocidad y el ahorro económico-ambiental que
supone la bici no son sus únicas ventajas. En relación a un coche,
ganamos el tiempo que se dedica a su repostaje, su mantenimiento
y sus visitas periódicas al taller, pero sobre todo ganamos mucho
tiempo al tener que trabajar menos por no tener que pagar
mensualmente el préstamo firmado por su compra, ni los gastos de
mantenimiento, seguro, limpieza, taller, multas e impuestos.
Diversos cálculos rigurosos estiman que una persona debe trabajar,

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como media, al menos un día a la semana o una hora y media al
día, para pagar su automóvil. A los costes personales del vehículo a
motor, habría que sumar su repercusión sobre el medio ambiente y
la sociedad. Entre todos pagamos la construcción y mantenimiento
de las crecientes infraestructuras para la circulación de vehículos a
motor, el sueldo de los agentes de tráfico, las indemnizaciones y
pensiones para los heridos y familiares de fallecidos en accidentes
de tráfico, así como los costes sanitarios para la recuperación de los
accidentados y de los que enferman por la inhalación directa de los
gases que emiten los vehículos. La bicicleta ahorra buena parte de
este rosario de enormes gastos y mejora la fuerza, la resistencia
muscular y la salud en general, además de permitirnos una mejor
relación con el entorno, pues mientras pedaleamos podemos
admirar el paisaje o escuchar el canto de los pájaros.
Uno de los principales impedimentos para desplazarnos en bici es el
temor a caernos o tener un accidente. Ese temor, es también un
aspecto más de la cultura del miedo general en la sociedad
occidental, especialmente en los entornos urbanos. Prueba de ello es
que el temor a pedalear varía mucho en función de la clase social, la
edad, el país o el momento histórico. Una de las principales
responsables de este tipo de miedo es la industria del automóvil,
que otorga al vehículo a motor el privilegio de ser cada vez más
rápido y “seguro”. Esto encaja perfectamente en nuestra cultura de
la individualidad, la seguridad, la velocidad y la imagen. Sin
embargo, en la misma medida que aumenta la seguridad del
conductor, disminuye la de quienes están fuera del vehículo.
Mientras que dentro se está cada vez más protegido por estructuras
resistentes y airbags, peatones y ciclistas quedan cada vez en
inferioridad de condiciones. La potencia y rendimiento de los nuevos
motores, así como el confort y la seguridad de viajar dentro de un
coche, invitan a muchos a viajar más rápido y más lejos. Sin
embargo, por mucho que nos quieran seducir o engañar, está
demostrado que ir en coche y no pedalear sigue siendo mucho más
arriesgado para la salud. Abandonar una vida sedentaria y combatir
las causas del miedo son enormemente saludables.
En Europa, a partir de la década de 1930 se expropió la calle a los
peatones para entregársela a los coches. Los accidentes son la
consecuencia de esta política que continúa favoreciendo al más
fuerte y más rápido. Los débiles, como ocurre por ejemplo en las

63
calles de Barcelona, son señalados como culpables de su propia
desgracia, recordando a los peatones mediante pintadas o señales
sobre el asfalto el número de fallecidos en determinado lugar por
cruzar en rojo. Afortunadamente, debido a las cada vez más
numerosas protestas y manifestaciones por los accidentes de tráfico,
el ruido de los vehículos y la excesiva polución ambiental, algunas
ciudades están viéndose obligadas a dar la vuelta a la estrategia del
miedo. En barrios de Copenhague, Bruselas, Amsterdam o Malmö, el
peatón tiene preferencia absoluta, seguido de la bici y por último el
coche. Se ha demostrado que a mayor número de ciclistas en una
ciudad, más seguros están. En la ciudad holandesa de Drachten han
llevado la revolución vial hasta sus últimas consecuencias,
suprimiendo todas las señales sobre el asfalto, semáforos, señales
verticales, pasos de cebra,… Es el mejor ejemplo de que la anarquía
a veces funciona, según dice el ingeniero de tráfico Hans
Monderman. Seis mil coches, 45.000 peatones y más de 10.000
bicis conviven diariamente con dos normas básicas: el respeto
mutuo y evitar circular por encima de los 30 kilómetros por hora (en
la ciudad de Madrid, la velocidad media es de 23 km/h y de solo 9
km/h en el centro). En Drachten, toda persona que se desplace a
pie o en cualquier tipo de vehículo, tiene que estar atenta a lo que
hacen los demás, siendo totalmente responsable de sus actos. Este
modelo, o parecido, se sigue también en Oosterwolde (Francia),
Bohmte (Alemania), Wiltshire (Inglaterra) y en el barrio londinense
de Kensington. Son lugares donde se ha apostado por la teoría del
espacio compartido y donde los accidentes se han reducido entre un
30 y un 40 por ciento. Para llegar a esta situación casi ideal, el
camino más corto es que cada vez haya más personas que pierdan
el respeto a montar en bici por las calles. Entonces, a las ciudades
no les quedarán más remedio que adaptarse a la nueva demanda y
transformar sus infraestructuras viales.

Otras formas de viajar


Para la mayoría, las vacaciones son sinónimo de viaje y cuanto más
lejos, mejor. De este impulso tan vital vive la industria del turismo,
dejando sus viajantes protagonistas una considerable huella
ecológica tras de sí. Pero ahí no acaba todo, porque además de
alterar el medio ambiente, sobre todo por el consumo
despreocupado y desmedido, muchos de los turistas suelen
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influenciar negativamente sobre las distintas culturas minoritarias
que pueblan la Tierra, llegando a verse muchos de esos lugares
literalmente invadidos por extranjeros.
Se calcula que durante el año 2010 se han realizado más de mil
millones de salidas y llegadas en los aeropuertos de todo el planeta
relacionadas con el turismo; una actividad que da trabajo al 9% de
la población laboral del mundo. Los turistas gastan sobre todo en
hoteles, comidas, transportes, ocio, artesanía y recuerdos, pero
generalmente solo una pequeña parte del dinero queda en la
población local. La mayor parte revierte sobre las grandes empresas
multinacionales del sector turístico, propietarias de las principales
agencias de viajes, compañías aéreas y cadenas hoteleras, además
de favorecer aún más a las compañías petrolíferas.
Muchos turistas sensibilizados, después de muchos años y cientos
de miles de kilómetros viajando, sostienen que los viajes más
enriquecedores suelen ser los que hacemos cerca de donde vivimos,
puesto que además de no tener problemas con el idioma nos
permiten descubrir lugares preciosos que nada tienen que envidiar
a los de países lejanos. Además, estos lugares desconocidos
(pueblos pintorescos, zonas rurales y parajes naturales de playa o
montaña), que ni sospechábamos tan cerca de nosotros, pueden ser
inmejorables lugares de encuentro con familiares y amigos a los que
con frecuencia no vemos, favoreciendo así las economías locales y
estrechando vínculos al mismo tiempo.
El autor de “Simplicidad radical”, Jim Merkel, propone que no nos
dejemos seducir por el romanticismo del gran viaje, sobre todo en
estos tiempos, porque por muy lejos que te vayas, sueles acabar
delante de un McDonalds o de una televisión en el hotel
retransmitiendo el mismo partido de futbol que verías en tu casa.
Merkel sugiere que redescubramos el auténtico sentido del viaje a
través de un medio de transporte como la bicicleta, que puede
llevarnos a lugares donde no suelen llegar otros medios de
transporte ni los grupos organizados. El simple hecho de movernos
a pie, a modo de peregrino, o en bici, nos permite saborear y vivir
cada metro del recorrido y entablar relaciones espontáneas con las
personas que nos cruzamos. Nada que ver con la burbuja que
envuelve al grupo organizado, que de forma previsible y
programada (también estresante por querer ver mucho en poco

65
tiempo) sigue al guía y va del hotel al autobús, del autobús al hotel
y finalmente al barco o al avión.
Los viajes en avión se han doblado a lo largo de la última década.
Los vuelos baratos se han puesto al alcance de la mayoría, pero
volar en masa tiene serias consecuencias ambientales. Los aviones
emiten CO2, vapor de agua y óxidos de nitrógeno a gran altitud,
contribuyendo de manera importante al calentamiento de la
atmósfera. Un viaje a Bali de ida y vuelta, significa quemar una
hectárea y media de bosque por persona en términos de liberación
de CO2. Una manera de compensar ese impacto, sería comprando
junto al billete de avión los créditos de carbono, con los que
financiaremos, por ejemplo, la plantación de árboles que puedan
fijar la misma cantidad de gases que hemos emitido, aunque sobre
esto último tengo mis serias dudas, ya que la recaudación y gestión
de dichos créditos por una compañía aérea que no posea una
filosofía de reducción de impacto al medio ambiente no merece mi
confianza. He observado a través de internet, que existen Aerolíneas
Verdes que tienen como principio fundamental, el de compensar
totalmente el impacto ambiental que producen sus aviones,
invirtiendo parte de sus beneficios en reforestación y preservación
de bosques, y también en tecnologías menos contaminantes. Por
tanto, más que buscar los vuelos más baratos y comprar créditos o
bonos de carbono (cuyo destino final no es fácil de comprobar) para
acallar la voz de nuestra consciencia, podemos buscar compañías
aéreas que nos ofrezcan mejores garantías en relación a su
compromiso ambiental y ético.
Esto no significa que debamos evitar hacer nuestro viaje soñado,
aunque sea a la otra parte del mundo. En ese caso, vale la pena
hacer los preparativos con suficiente antelación y organizarse uno
mismo la búsqueda de alojamiento en un pequeño hotel o
apartamento de propiedad local; una vez allí, moverse si es posible
en bici alquilada o con medios de transportes públicos, comer en
casas de comida o restaurantes familiares y comprar en pequeñas
tiendas locales o cooperativas. También existe otra posibilidad poco
tenida en cuenta, pero cada vez más demandada: recurrir a las
redes de intercambio a través de agencias o por internet, poniendo
la propia casa a disposición de los turistas de otros países que
igualmente nos dejan la suya, estableciéndose de por medio una
serie de garantías.

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Al tiempo que se ha extendido la consciencia ambiental, ha
aparecido el nuevo concepto del ecoturismo, que desgraciadamente
muchas empresas usan de manera equivocada, cuando no
irresponsable. La International Ecotourism Society, afirma que el
verdadero ecoturismo es aquel cuyos objetivos son conservar el
entorno y mejorar el bienestar de las comunidades mediante visitas
responsables a espacios naturales. Esto se traduce, por ejemplo, en
el control del impacto de los turistas sobre la cultura local, la
construcción y mantenimiento de edificios con respeto a las
tradiciones y con criterios de sostenibilidad, contribución a la
economía regional y la no participación en cualquier actividad que
implique la vulneración de los derechos humanos y de los animales.
El viaje siempre se ha visto como una oportunidad para el
aprendizaje y el crecimiento personal. No se trata solo de viajar de
un punto a otro, divertirse, comer bien y volver a casa. El verdadero
viaje debe hacernos mejores de alguna manera. Puede hacernos
conocer mejor tanto las maravillas como los problemas del planeta,
enriqueciéndonos sobre todo en el contacto con otras personas de
otras culturas, para así ver las cosas desde una perspectiva nueva.
El viajero, por tanto, debería participar de la vida del lugar que
visita. En este sentido, los viajes de colaboración en los campos de
trabajo solidario creados por organizaciones no gubernamentales en
cooperación con organizaciones locales, son un destino ideal para
los ecoviajeros solidarios. De esta manera, se puede trabajar
durante un par de semanas o un mes en la construcción de una
escuela o un hospital, mano a mano con las personas que luego los
utilizarán. Por ejemplo, la federación de ONGs SETEM ofrece cada
año más de treinta campos solidarios en países como Bolivia, El
Salvador, Honduras, Nicaragua, Perú, India, Nepal y Etiopía,
coordinando las actuaciones en las áreas de sanidad, educación,
comercio justo y cultura, y combinándolas con actividades de ocio y
tiempo libre.

El mercado de segunda mano


Hoy en día, reaprovechar algo que nos ofrece alguien porque no lo
quiere o que incluso hemos encontrado en buen estado en la calle,
tiene más que ver con la sensibilidad y el respeto hacia los recursos
naturales que con la escasez de los medios económicos. Existe una

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filosofía que llega de Oriente y que da un sentido profundo a la
reutilización de los objetos. Se trata del ideal estético japonés wabi-
sabi, inspirado en las creencias budistas acerca de la impermanencia
de lo existente y donde se valora lo que es imperfecto, incompleto o
tiene connotaciones melancólicas por el abandono. Este ideal acepta
el paso del tiempo, que las cosas son como son, admirando todo lo
que es sencillo y humilde, y sin pretensiones de ninguna clase. Es
solo una filosofía de vivir para Ser. Es curioso cómo podemos
admirar el efecto de la erosión sobre una roca o las grietas sobre la
corteza de un árbol centenario, pero en cambio, cómo nos cuesta
tolerar un rayón en el coche o el parquet.
Armados con este o similar bagaje espiritual, estético y ecológico,
nos podemos acercar a un mercadillo. Allí podemos encontrar los
muebles que otra persona ya no considera dignos de su hogar. Con
unos cuantos ajustes y una capa de cera o laca natural, pueden
quedar como nuevos. Frecuentemente, no les hará falta ni eso. En
no pocas ocasiones el mueble antiguo y barato está elaborado con
un material de más calidad que los relucientes y caros muebles de
diseño moderno.
En los mercadillos de segunda mano no sólo hay muebles y
complementos para el hogar, donde se puede encontrar también,
por ejemplo, material informático o pequeños electrodomésticos a
muy buen precio. La ley también ampara este tipo de comercio,
pudiéndose por tanto pedir a los vendedores una garantía por
escrito sobre lo comprado. Así, en caso de surgir algún problema o
avería se podrá pedir su reparación. La norma legal establece un
periodo de tiempo de protección de los bienes de segunda mano,
como mínimo de un año, incluyéndose la mano de obra, las piezas
que se cambien y el desplazamiento. Ahora bien, el contenido de
esta ley no es aplicable a las compraventas efectuadas entre
particulares.
En cuanto a la cantidad de productos elaborados existentes en el
planeta, reflexionemos con la siguiente afirmación de Shoshana
Berger, de la organización World-Changing.com: “La cultura global
consumista ha producido suficientes cosas como para levantar con
ellas una escalera hasta la luna”. Llegó por tanto la hora de
convertirnos en recicladores, trocadores y compradores de artículos
usados para evitar que el mundo se ahogue en su propia basura.
Nuestras elecciones de consumo, por tanto, deberían orientarse
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hacia bienes duraderos, preferentemente de segunda mano, que a
ser posible sean aptos para diversas funciones y susceptibles de
compartir con más personas.

El consumo de madera y la deforestación


Uno de las más importantes mercancías naturales con las que se
trafica desde su extracción, tanto en volumen como en ganancias,
es la madera. A pesar de toda la información que circula sobre la
importancia de preservar las selvas tropicales, tanto para el
equilibrio del clima como de los hábitats de innumerables especies,
todavía existe una enorme demanda de maderas tropicales. Hay
varias especies de árboles que se encuentran muy diezmadas que,
aunque protegidas y listadas en la Convención CITES, siguen
talándose indiscriminadamente. Tal es el caso de la caoba, árbol
perenne de unos 40 metros de altura con un tronco que puede
alcanzar los tres metros y medio de diámetro y que crece muy
lentamente, sobre todo, en los países tropicales del centro y sur de
América. Este árbol es muy apreciado por su color rojizo, su textura
homogénea y su facilidad de trabajar, pulir y barnizar. La caoba fue
introducida en Europa por los españoles hace unos 500 años,
usándose hoy día principalmente para fabricar muebles de lujo,
instrumentos musicales y para decoración de interiores. Entre los
años 2000 y 2005, los países comunitarios importaron (aparte de los
procedentes de tala ilegal) más de 15.000 metros cúbicos. El
gobierno brasileño estima que hasta un 80% de esta madera
procedente de la Amazonia se corta sin autorización, lo que está
provocando que se aproxime su posible extinción.
Los otros grandes perjudicados por la industria maderera son los
pueblos indígenas que desde tiempos inmemoriales viven en, o
cerca de, los lugares donde se talan incluso bosques enteros. En la
República Democrática del Congo, desde el año 2006, la
construcción de carreteras permite a las compañías madereras
adentrarse fácilmente en la selva. El ruido de las motosierras
ahuyenta a todos los animales, por lo que la caza de la que
dependen los pigmeos Efe, también está desapareciendo.
Rebeca Atencia (la dama española de los chimpancés), veterinaria
que dirige el centro de recuperación de chimpancés en la República
del Congo, en una entrevista concedida a la revista Integral, dice:
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“España es uno de los mayores consumidores de madera tropical del
mundo. Este dato no habla muy bien de nuestra responsabilidad en
esta materia. Esto debe cambiar y de manera urgente. La gente se
entristece cuando ve los documentales que hablan de la rápida
deforestación de la cuenca del Amazonas o del Congo. Sin embargo,
no somos conscientes de que nuestro país tiene un oscuro papel en
esta historia. Una gran cantidad de toneladas de madera tropical
llega a España todos los años. Las selvas del mundo están pagando
caro nuestro actual ritmo de vida y nuestra falta de interés de lo que
pasa fuera de nuestras fronteras. Los puertos de nuestro litoral
reciben barcos llenos de gigantescos árboles cortados; selvas
enteras están siendo descargadas en nuestra tierra para ser
convertidas en suelos, armarios, mesas, sillas, vigas,
contrachapados, mobiliario urbano… La pregunta que todos
debemos responder es ¿cuándo vamos a reaccionar los españoles
ante esta situación? Junto con Inglaterra y Francia, estamos
devastando gran parte de las selvas del mundo, incluidas las
asiáticas”.
Ante otra pregunta que se le hace a Rebeca respecto a la
problemática actual debido a los cultivos de aceite de palma,
responde: “Se ha popularizado el cultivo de un tipo de palmera que
da un aceite muy útil como biocombustible, en la fabricación de
cremas y en alimentación. El problema es que estas plantaciones se
extienden por superficies enormes, utilizando el suelo de las selvas,
que fueron cortadas y quemadas previamente para dejar espacio a
este monocultivo erosivo y destructivo. Y los orangutanes están
pagando el precio. Yo he visto con mis ojos los centros de
orangutanes huérfanos de Borneo. En uno de ellos llegué a contar
más de 300. Esto es intolerable. ¿Nadie va a hacer nada para
evitarlo? Nosotros, como individuos, podemos empezar por evitar
comprar los productos que estén elaborados con aceite de palma. Si
lo hace una sola persona, el cambio será insignificante, pero si este
comportamiento es seguido por mucha gente, los fabricantes
dejarán de usar este ingrediente y, consecuentemente, las selvas de
Indonesia podrán conservarse. La consciencia de lo que podemos
hacer como individuos es muy importante y decisiva. ¿Compro estos
cereales para desayuno con aceite de palma? ¿Sí o no? Las
empresas que los manufacturan tendrán muy en cuenta nuestra
decisión. Depende de nosotros”.

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Otro motivo de deforestación de las selvas del Amazonas, es el
avance cada vez mayor en sus terrenos fértiles, previamente
talados, de las reses de grandes empresas de la industria ganadera.
Afortunadamente, está habiendo un cambio gracias a varias
campañas de concienciación, una de ellas reciente promovida por
Greenpeace y conocida como “Deforestación cero”, que surge como
consecuencia de un informe de ésta organización ecologista
publicado en junio del año 2009 titulado “Sacrificando la Amazonia”.
En él se exponía la vinculación de la deforestación de la selva con la
expansión de la cabaña ganadera como factor más destructivo, muy
por delante de los cultivos de biocombustibles o de las plantaciones
de soja. El estudio relaciona directamente a las grandes compañías
ganaderas, a sus clientes del sector cárnico alimentario y a las
empresas consumidoras de cuero como Adidas, Nike o Timberland,
con el avance de la ganadería en la selva tropical. Estas últimas, se
han comprometido con acuerdos para garantizar el origen sostenible
de sus productos, anunciando la adopción de estándares sociales y
ambientales para “asegurar” que sus artículos no provengan de
ganado criado en nuevas áreas deforestadas de la selva. Por otro
lado, existen acuerdos para acabar con la adquisición de ganado de
territorios indígenas o de áreas donde las granjas utilizan mano de
obra “esclava”.
La ganadería ocupa actualmente cerca del 80% de las áreas
desforestadas en la Amazonia brasileña, siendo el 14% de toda la
deforestación del planeta originada por el avance de este sector
económico en la selva del Amazonas. Por el contrario, hay que decir
que la ganadería ecológica, además de poder integrarse en los
espacios naturales de bosques o lugares cercanos a ellos, sin
menoscabo de sus ecosistemas, también cumple una función
importante en la prevención de incendios. Este tipo de ganado
realiza una importante labor de limpieza del suelo de los bosques, al
alimentarse de pastos y arbustos que de otro modo podrían
favorecer el inicio y propagación de incendios.
¿Y qué podemos hacer nosotros al respecto? Pues mucho. Aunque
no es necesario volverse vegetariano (sin duda la mejor opción), sí
que podemos reducir la ingesta de carne a tan solo dos raciones a la
semana (suficiente, según expertos nutricionistas). Una o dos
raciones de pescado y tres o cuatro huevos semanales, además de
algunos derivados lácteos, legumbres, cereales, frutos secos y

71
semillas completarían perfectamente nuestros requerimientos de
proteínas. Eso sí, como garantía de una buena salud nuestra y del
planeta, y por respeto a la vida animal, trataremos de que la
mayoría de alimentos que consumamos sean ecológicos. Según los
expertos, la dieta humana debe ser variada y equilibrada, basada
principalmente en los hidratos de carbono y en una menor
proporción de proteínas y grasas. Por tanto, según la pirámide de la
alimentación, las legumbres, los cereales, las frutas y las hortalizas
deberían suponer del 55 al 70% de nuestra dieta, siempre en
función de la edad, el clima, la actividad física y el estilo de vida.
Precisamente, la combinación de las dos principales fuentes de
carbohidratos (legumbres y cereales), si se toman juntas, hacen que
sus aminoácidos se combinen y supongan una fuente de proteínas
vegetales muy digestivas e incluso más completa que las de la
carne.
Aparte de poder mejorar nuestra dieta, haciéndola más ecológica y
saludable, no deberíamos usar los biocombustibles para nuestros
vehículos, que aunque menos contaminantes que los procedentes
del petróleo, seguramente provendrán de cultivos en lugares que,
en muchos casos, han sido previamente desforestados. Según dice
Stephen Leahy, periodista ambiental canadiense, “resulta absurdo
que la creciente ansiedad por enlentecer el cambio climático usando
biocombustibles, se haya convertido en una nueva causa de
deforestación”. Por otra parte Simone Lovera, de la organización no
gubernamental Coalición Mundial por los Bosques, afirma que “los
biocombustibles se están convirtiendo rápidamente en una de las
principales causas de deforestación en países como Indonesia,
Malasia y Brasil”. El aceite de palma es una de las mejores fuentes
de biodiesel y también de las más baratas. Grandes empresas de
energía invierten miles de millones de dólares en adquirir o
desarrollar plantaciones de estos árboles en países pobres de Africa,
Indonesia, Malasia, Tailandia y otras naciones, donde bosques
enteros son literalmente talados.
Otro factor, también importante, que es causa de deforestación es la
minería, que en algunos casos se realiza a cielo abierto en grandes
superficies donde, en muchos casos, antes existían árboles. En la
“megaminería” a cielo abierto se efectúan voladuras de montañas
para que las “megaempresas” obtengan oro, plata, cobre, piedras
preciosas, uranio o plutonio. Para la obtención de un anillo de oro,

72
por ejemplo, se producen ingentes cantidades de residuos tóxicos.
Al separar el oro o la plata de la roca en una de estas grandes minas
mediante el proceso de lixiviación (disolución de los metales con
agua y cianuro), en cada proceso de extracción se usan hasta 10
toneladas de cianuro, que contaminan más de 300.000 litros de
agua que se vierten en diques de contención que a veces se rompen
o en la mayoría de los casos se filtran, contaminando finalmente los
ríos y los mares, hasta llegar, como no, a todos nosotros.
Por último, voy a incidir en el principal motivo de la deforestación: el
consumo de madera para la obtención de celulosa y para la
elaboración de muebles y objetos de decoración o para otros
muchos usos. Para ello se me ocurren tres alternativas:
1. Comprar muebles o artículos de madera de segunda mano, o
bien de bambú, metal, cristal, o de cualquier otro material
(siempre que su obtención o fabricación sea sostenible y
saludable para nosotros y el medio ambiente). En caso de
comprar muebles nuevos, una alternativa muy extendida son
los aglomerados de madera, los tableros de partículas y los de
fibra de densidad media (DM), que además son mucho más
económicos que la madera pura.
2. Si buscamos muebles o cualquier otro producto de madera,
pensando en su mayor durabilidad o por sus cualidades de
dureza, textura y resistencia necesarias para determinados
usos específicos, entonces compraremos los que tengan la
certificación del Consejo de Administración Forestal (FSC, son
sus siglas en inglés) o del programa de reconocimiento de
Sistemas de Certificación Forestal (PEFC). La primera
certificación cuenta con el apoyo de organizaciones como la
Federación Nacional para la Vida Salvaje (NWF), Greenpeace y
el Fondo Mundial para la naturaleza (WWF). Las dos
certificaciones pertenecen a entidades no gubernamentales,
independientes, sin ánimo de lucro y de ámbito mundial. Los
criterios que deben cumplir las explotaciones forestales para
obtener la certificación FSC y PEFC, garantizan que la tala sea
sostenible, que las zonas afectadas sean recuperables, que no
degraden el entorno y sus ecosistemas, y que respeten los
derechos de los pueblos indígenas. Los productos de origen
forestal (madera, papel, corcho, resinas, esencias…)
certificados por PEFC o FSC, garantizan a los consumidores que
73
están comprando productos de bosques gestionados de forma
sostenible.
3. La celulosa es una sustancia muy versátil que sirve para la
elaboración de papel, diferentes tejidos, explosivos, celuloide,
cera artificial, lacas, piezas de maquinaria, barnices,
impermeables etc, llegando también a usarse en la industria
alimentaria. Aquí, donde principalmente podemos actuar es en
el consumo de papel, reciclándolo todo lo posible, imprimiendo
solo lo imprescindible y a doble cara, desechándolo en los
contenedores habilitados para ello y comprando papel
reciclado. Antes de comprar revistas, periódicos o libros en
papel, pensemos que hoy día las nuevas tecnologías de la
información, nos permiten de forma cómoda acceder a toda
esta información principalmente a través de internet y
teléfonos de última generación (tipo Iphone o Ipad), o bien
descargando libros en formato e-book, que bien merece un
capítulo aparte.

¿Libros de papel o e-book?


Como somos herederos de una cultura dual, necesitamos discernir
entre bueno o malo: libro de papel o libro electrónico. La polémica
está servida. El papel y la impresión de un libro puede dejar una
huella de carbono de 0,250 a 0,950 por libro. Para un lector de
ebook todavía no se han calculado los factores de huella de carbono,
pero, para hacernos una idea, Apple informa que su iPad (que
permite leer ebooks) tiene una huella de carbono de 130 por
aparato (sin contar los efectos de la recarga o el consumo de las
baterías cambiables cada 3-4 años). Estos datos sitúan al ebook con
una huella ecológica muy superior al libro (eso sin contar la
durabilidad del aparato ebook, que por ahora se estima en 3 a 4
años).
Otros aspectos que tenemos que valorar son los residuos que dejan,
es decir, las posibilidades de reciclaje tanto del papel como de la
microelectrónica. De los 170 kg de papel consumidos de media cada
año por cada español, ASPAPEL argumenta que se recicla más del
65%. La microelectrónica convertida en residuos tóxicos por cada
español se cifra entre 2 y 5 kg por persona, de la que finalmente se
recicla menos del 30%. Por tanto, no solo hay que considerar la
74
huella de carbono, sino también la toxicidad de algunos
componentes (arsénico, zinc, cobre, etc.) y del uso de materiales
estratégicos de alto impacto no solo ecológico, sino también humano
para el control y explotación de los yacimientos de casiterita, coltán,
o el litio de las baterías.
Como hemos visto en el capítulo anterior, la celulosa extraída de los
arboles es un material renovable, especialmente si se gestiona el
bosque adecuadamente. Sin embargo, los materiales del ebook son
todos no renovables (metales, plásticos, minerales, cristales, etc.)
que dejarán una profunda huella en nuestro planeta. Por el otro
lado, tampoco está libre de impacto ambiental la edición impresa de
los libros, debido a las tintas con pigmentos tóxicos, colas y
disolventes con sustancias tóxicas volátiles, plastificados, etc. La
denominada ecoedición, es todavía incipiente en nuestro país,
incluido el uso de papel reciclado en la edición de libros.
En este debate, no sólo hay que considerar el impacto ambiental del
producto, sino también la energía permanente que supone mantener
operativo un ebook. Un consejo claro y útil es esperar un poco más,
hasta que existan en el mercado aparatos que usen recursos
renovables y que no causen daños al entorno, pensando siempre en
las generaciones futuras. En este caso estaríamos hablando de la
tecnología biomimética (tecnología que se inspira en la Naturaleza y
que trata de emularla aprendiendo de Ella y respetándola), que
según he podido comprobar, está muy desarrollada y a la espera de
que llegue su momento (espero y deseo que sea muy pronto) de
implantación como principal modelo de producción tecnológica e
industrial.
Otra reflexión de fondo que se puede plantear es, si tiene sentido
publicar cada año, como sucede en España, más de 70.000 títulos
de libros (datos 2009 del INE). Sin embargo, mantener un parque
de aparatos lectores de ebooks parecido al de los móviles actuales
(con una duración media de recambio de unos 2-3 años), supondría
un enorme impacto ambiental sobre recursos naturales no
renovables, difícilmente asumible.
Para los que deseen adquirir un libro electrónico o ya lo tengan, que
piensen en lo siguiente: un estudio del Royal Institute of Technology
de Suecia afirma que el ebook compensa al libro de papel cuando se
han leído un mínimo de 33 obras digitalizadas de unas 360 páginas

75
cada una, en el plazo de tres años. Es decir, tendríamos que leer
como mínimo a un ritmo aproximado de un libro por mes.
Por ahora, lo más recomendable, bajo mi punto de vista, sería
buscar los títulos de los libros que queremos leer en las bibliotecas
públicas bajo la modalidad de préstamo, en el mercado de segunda
mano, descargándolos por internet para leerlos a través de la
pantalla de nuestro ordenador o, si lo tenemos, del teléfono móvil
de última generación, o bien, no buscar títulos sino simplemente
recibirlos en intercambio, préstamo o regalados de entre los que
hayan leído nuestros amigos y familiares o de otras personas en
mercados de trueque, escogiendo entre los títulos disponibles.
Seguro que encontramos algunos que nos gusten.

Restaurantes verdes
Los mejores fogones españoles, lo son porque entre otras cosas
suelen usar los mejores ingredientes: alimentos tradicionales, de
temporada y ecológicos. Algo está pasando en el mundo de la
restauración y tiene mucho que ver con la agricultura y la ganadería
certificada. Cada vez más, la alta cocina apuesta no solo por los
alimentos de excelente calidad, sino que además sean, en la medida
de lo posible, de producción local. En realidad el maridaje entre
buena cocina y la agricultura y ganadería ecológica es algo de puro
sentido común a poco que lo pensemos. Las explotaciones tuteladas
por los consejos reguladores de agricultura y ganadería ecológica
aseguran la ausencia de residuos químicos y, con ello, su bajo
impacto ambiental. Pero además, aseguran sabores y aromas más
intensos, mayor aporte nutricional y más durabilidad. ¿Qué buen
profesional de la cocina pasaría esto por alto a la hora de hacer su
trabajo?
Aparte del incremento de los restaurantes vegetarianos ecológicos,
en Andalucía también hay cerca de 40 restaurantes “verdes”
certificados por la Junta de Andalucía; una veintena con el distintivo
andaluz de restauración ecológica (CAAE) y unos 15 más
pertenecientes a la red de Restaurantes Andaluces con Productos
Ecológicos (RAPE). El sello ecológico en apenas dos años ha
alcanzado un prestigio importante, puesto que, de alguna manera,
ha conseguido que casi todos los restaurantes que lo poseen sean
más conocidos y valorados, y por tanto, que estén capeando estos
76
tiempos de crisis mejor que los demás. En cuanto al ecosello
andaluz CAAE para la restauración ecológica, este fue creado en el
año 2008 por el Comité Andaluz de Agricultura Ecológica para avalar
la Red de Restaurantes Verdes impulsada por el gobierno andaluz
dentro de sus ocho provincias. El sello y la Red están favoreciendo el
uso de los alimentos ecológicos en hoteles, restaurantes, comedores
colectivos y empresas de catering para el bien de una agricultura
ecológica andaluza que, no por casualidad, es la primera en
extensión y producción, con diferencia, de toda España. El ecosello
de estos establecimientos acredita prácticamente las mismas
garantías que las derivadas de los productos procedentes de la
agricultura ecológica. Y hacia ese modelo tenderán, sin duda, la
mayoría de las comunidades autónomas españolas. Pronto,
llegaremos a acostumbrarnos a escoger dónde comer,
comprobando qué opciones tenemos en las guías de restauración
ecológica, o bien, mirando el distintivo a la entrada del restaurante.
Según José María Pérez, portavoz de CAAE, para que un restaurante
obtenga un distintivo de este tipo “se exigen unos controles y una
formación antes de entregar al establecimiento el diploma de
restauración ecológica y, una vez otorgado, el público puede pedir
ese diploma y el certificado anual de conformidad para tener la
garantía absoluta del proceso”. Esta norma ofrece la posibilidad de
aplicar la certificación a toda la carta del restaurante o a recetas
concretas. No obstante, hoy día (en Andalucía) no es posible que
toda la carta sea ecológica, entre otras razones porque sería
imposible elaborar una carta variada y de calidad sólo con productos
ecológicos. En la carta aparecerá de forma clara, qué platos son
totalmente ecológicos y cuáles no. En estos establecimientos no solo
se vigila la formación de sus trabajadores, sino que se controla su
funcionamiento mediante auditorías periódicas.
Cada vez son más los bio-restaurantes y los hoteles verdes que
además de usar productos ecológicos, apuestan por la producción
local. Es más, en algunos casos, ellos mismos producen una parte
de los ingredientes que luego cocinarán y servirán a sus clientes.
Generalmente, suelen ser establecimientos rurales, o bien, situados
a las afueras de la ciudad. También son cada vez más los lugares
para comer donde se puede encontrar el distintivo Slow Food o
Kilómetro cero. En ambos casos, señalan que nos encontramos en

77
un lugar donde poder disfrutar de una comida sana, con productos
locales de temporada y en muchos casos de producción ecológica.
Para impresionar a los comensales ya no hace falta gastarse una
fortuna en caviar iraní, ancas de rana y champagne francés. Hoy el
lujo es comer productos frescos de temporada y, a ser posible,
adquiridos directamente de las manos de los productores locales. Es
lo que defiende el movimiento Slow Food, que se está extendiendo
de forma vertiginosa entre los gastrónomos de medio mundo.
Opuestamente a la cultura del Fast Food, el movimiento Slow Food
promueve el disfrute de los productos regionales y las comidas
tradicionales, cuyos ingredientes se cultivan de forma respetuosa
con el medio ambiente. Promueve también disfrutar de esas
comidas de forma lenta y relajada, solos o en compañía de otros. Al
mismo tiempo, trata de defender la diversidad de los cultivos y las
materias primas. Este movimiento reúne a casi 100.000 miembros
en más de 100 países, organizados en más de 800 Convivium o
grupos locales. El símbolo que suelen usar como emblema
representativo es el dibujo de un caracol, siendo su filosofía la de
preservar y apoyar los modos de vida tradicionales de cada lugar.
En la actualidad 42 estados de los Estados Unidos de América tienen
su propio convivium.
De forma más amplia, el movimiento Slow se extiende como una
corriente cultural que promueve desacelerar las actividades
humanas. Es un movimiento que propone tomar el control del
tiempo, en lugar de someterse a su tiranía, dando prioridad a las
actividades que redundan en el desarrollo de las personas. Propone
aprovechar las tecnologías a nuestro alcance que nos permitan
ahorrar tiempo en los quehaceres diarios para invertirlo de forma
sosegada en el disfrute de actividades placenteras como dar un
paseo, hacer ejercicio o compartir de forma relajada una comida con
otras personas. Los impulsores de este movimiento creen que,
aunque la tecnología puede acelerar el trabajo, la producción y
distribución de comidas y mercancías, así como otras muchas
actividades humanas, los asuntos más importantes de la vida no
deben acelerarse, sino más bien pausarse.
El movimiento Slow comenzó en el año 1986 en protesta por la
apertura de un establecimiento McDonald,s en la Piazza di Spagna
(Roma), creándose entonces la organización Slow Food. Su

78
nacimiento está asociado a cierta actitud contestataria en clara
oposición a la americanización de Europa. El periodista italiano Carlo
Petrini, fundador del Slow Food, cuando supo de la apertura del
famoso restaurante de comida “basura” y rápida en pleno centro
histórico de la capital italiana, entendió rápidamente los peligros que
se cernían sobre los hábitos alimentarios de la población del viejo
continente. La respuesta no se hizo esperar. Carlo Petrini tuvo la
brillante idea de impulsar un movimiento que protegiese los
productos estacionales, frescos y autóctonos, frente al acoso de la
comida rápida, defendiendo los productos locales, siempre en
régimen sostenible a través del culto a la diversidad y alertando de
los peligros evidentes de la explotación intensiva de la tierra. Por
todo ello, este movimiento considera que las tradiciones
gastronómicas tienen la categoría de bienes culturales y que
deberían contar con la protección de los gobiernos, ya que la
gastronomía es parte de la identidad cultural de un país. El concepto
Slow Food no se limita solo al importante hábito de comer despacio,
sino que promueve una nueva cultura del placer basada en el
conocimiento, la hospitalidad, la solidaridad y la lentitud. Sus
objetivos son claros: reencontrar el placer de la buena mesa,
incentivar la comida saludable y el buen vino, y propiciar la
educación de los sentidos para redescubrir la riqueza de los aromas
y los sabores.
Tras el movimiento Slow Food en relación a la comida, han
aparecido otras variantes esenciales para la calidad de vida de las
personas: el trabajo, la educación, el ocio, el sexo,… El movimiento
Slow no pretende abatir los cimientos de lo construido hasta la
fecha. Su intención es iluminar la posibilidad de llevar una vida más
plena y desacelerada, enseñando a cada individuo la posibilidad de
adueñarse y dirigir su propia vida. Sin embargo, aunque seguirá
siendo necesario correr cuando las circunstancias apremien, y
soportar el temido estrés que en tantas ocasiones nos embarga,
también es muy necesario saber detenerse y disfrutar de un
presente prolongado.
En cuanto a la cocina kilómetro cero hay que decir que está
relacionada directamente con el movimiento Slow Food, estando sus
impulsores muy comprometidos con la agricultura y ganadería de
proximidad. Los denominados ecochefs, en este tipo de
establecimientos, intentan conjugar el respeto medioambiental, la

79
consciencia ecológica y la cocina, demostrando con sus creaciones
gastronómicas su compromiso por la comida saludable, exquisita y
local. La cocina kilómetro cero es aquella que ofrecen algunos
restaurantes bajo determinadas premisas fundamentales: la
mayoría de alimentos se compran directamente a productores
dentro de un radio inferior a 100 kilómetros y los principales
ingredientes son ecológicos (obligatoriamente los que procedan de
distancias superiores a los 100 km). Para que un restaurante reciba
la categoría de cocina kilómetro cero por la organización Slow Food,
debe contar en su carta con un mínimo de cinco platos con
ingredientes que cumplan los requisitos mencionados.
Generalmente, este tipo de cocina cero es más accesible para los
restaurantes que están fuera de las ciudades, sobre todo si disponen
de su propio huerto y granja donde producir parte de sus
ingredientes, combinándolos con los alimentos obtenidos de los
productores locales. En España ya existe una red con más de
cuarenta restaurantes con el distintivo “Km 0”, estando más o
menos la mitad en el País Vasco y el resto repartidos por Cataluña,
Aragón, Asturias y Baleares.

Cosmética natural y limpieza del hogar con aval


El interés por los productos cosméticos y de higiene personal
elaborados con ingredientes naturales, respetuosos con la piel y con
el planeta ha aumentado tanto en los últimos años, que el número
de marcas de este tipo de productos se ha multiplicado. Las
personas que, además de su aspecto, quieren cuidar su salud y no
causar daños a la naturaleza, ya no están dispuestas a comprar a
precio de oro cosméticos cuyos ingredientes se obtienen del petróleo
y no están libres de efectos secundarios. Realmente, nadie sabe a
ciencia cierta las consecuencias de la acumulación en los tejidos
corporales, de buena parte de las más de 10.000 sustancias que
utiliza la industria cosmética, algunas de ellas cancerígenas,
alteradoras del sistema hormonal o causantes de alergias e
irritaciones.
Ahora bien, la cosmética natural está aumentando sus ventas un
20% cada año, mientras que la cosmética convencional permanece
estancada. Por esta razón, las grandes firmas multinacionales están
creando y adquiriendo marcas que cumplen los requisitos de la

80
cosmética natural. Sin embargo, no hay que fiarse de estas marcas
puesto que sus cosméticos siguen elaborándose casi por completo
con sustancias derivadas del petróleo o inventadas en laboratorios,
destacándose en sus etiquetas los ingredientes naturales, cuando en
realidad estos son un porcentaje mínimo de su composición.
Realmente, es una mera excusa para mencionar algo seductor en la
publicidad y colocar la atractiva imagen de una planta. Hay que
tener en cuenta, que la cosmética natural cuando tiene mucho
respaldo en los medios de comunicación, tienen un alto coste
publicitario que pagar y por tanto no son de fiar, puesto que los
cosméticos totalmente naturales son más costosos y delicados de
producir y por tanto no pueden competir en publicidad.
Si en el terreno de la alimentación existe una ley que reserva los
términos ecológico, orgánico o biológico para los productos y
productores que cumplen una serie de condiciones, en el ámbito de
la cosmética reina actualmente el caos. Ante esta situación, los
fabricantes de cosméticos naturales y ecológicos han promovido la
creación de avales que garanticen ante los consumidores la calidad
de sus productos. En lo que respecta a España, las empresas
pioneras de este tipo de cosmética están optando por la certificación
de Ecocert. Además, las entidades certificadoras de diferentes
países están trabajando desde hace algunos años para crear unas
normas y unos sellos unificados para avalar dos categorías de
productos cosméticos: la natural y la ecológica. Por lo general, en la
cosmética natural se utilizan materias primas vegetales, en la
medida de lo posible ecológicas, existiendo listas de sustancias
permitidas y prohibidas para su elaboración. En la cosmética
ecológica, el 95% del peso de los ingredientes vegetales
(excluyendo el agua) debe ser de producción ecológica.
Actualmente, la industria cosmética convencional es una gran
partícipe de la rentabilidad del petróleo, puesto que utiliza muchos
de sus subproductos. De esta manera contribuyen a la
contaminación del mar, aire y tierra del planeta, pues sus
ingredientes una vez liberados no son en ningún caso inocuos. Las
empresas comprometidas con la naturaleza no sólo renuncian a los
derivados del petróleo, sino que adquieren la energía que necesitan
de fuentes renovables y límpias. Algunas como Logona o Weleda,
producen su propia energía con paneles fotovoltaicos y generadores
eólicos, incorporando métodos de elaboración en frío que ahorran

81
muchos recursos. La cosmética ecológica se elabora
preferentemente con productos locales, y en los casos en que esto
no es posible, las empresas suelen compensar el CO2 emitido a la
atmósfera, entregando un porcentaje de sus beneficios para que se
invierta en la plantación de árboles y en la preservación de los
bosques tropicales.
Por último, si se dispone de tiempo para ello, la mejor alternativa a
la compra de cosmética es su elaboración casera con productos
conocidos y al alcance de la mayoría. Hay muchas publicaciones e
información a través de internet, que enseñan a elaborar los
productos más usados para la higiene personal, con ingredientes
sencillos y naturales que se pueden encontrar en farmacias, tiendas
y supermercados. Por ejemplo, es posible hacer jabones en casa con
aceite, sosa, sal y unas gotas de aceites esenciales. Protectores
labiales y cremas protectoras, hidratantes, nutritivas, suavizantes,
bronceadoras y terapéuticas también están a nuestro alcance con
tres ingredientes básicos (cera de abeja, manteca de cacao y aceite
de almendra dulce) y otros complementarios (pulpa de aloe vera,
aceites esenciales, glicerina, zanahoria, miel, aceite de oliva, yema
de huevo, vaselina,…). Además de jabones y cremas, podemos
encontrar fáciles recetas de perfumes, lociones, geles de baño y
champú, acondicionadores, aceites de baño y para masaje,
ambientadores, velas y más, en una web que lleva más de 10 años
en la red: www.ecoaldea.com.
Mucho de lo dicho en este capítulo podría aplicarse al sector de los
productos de limpieza e higiene del hogar, por lo general muy
contaminante. El interés por la compra de este tipo de productos
que sean respetuosos con el medio ambiente, es escaso debido
principalmente a su desconocimiento por la mayoría. Ya existen en
el mercado muchas clases de detergentes y limpiadores ecológicos.
En este terreno, sin embargo, conviene aclarar que menos es mucho
más. Si compramos o elaboramos uno o pocos de estos productos
para usar en la mayoría de las tareas de limpieza, en lugar de
adquirir muchos productos diferentes para los múltiples motivos de
limpieza, además de ahorrar más, la huella ecológica será mucho
menor.
La limpieza ecológica es una forma barata y natural de cubrir la
mayoría de las tareas de limpieza del hogar. Hoy día, en la gran
mayoría de los hogares se usan gran cantidad de productos de
82
limpieza industriales. Parecen imprescindibles, pero hay alternativas
ecológicas, sencillas y baratas, sin los efectos negativos para el
medio ambiente y la salud de un uso excesivo de productos
químicos. Agua, vinagre, bicarbonato sódico, limón, jabón natural, o
incluso ketchup, son algunos de los ingredientes básicos de la
ecolimpieza casera. Según la Agencia de Protección Medioambiental
de Estados Unidos, la contaminación del aire interior de los hogares
puede ser de dos a cien veces mayor que la del exterior. Los
productos de limpieza comerciales son, sin duda, uno de los
principales emisores contaminantes. Algunas sustancias, como el
cloro o el amoniaco, provocan gases irritantes y el vertido de
algunos de estos productos en la naturaleza daña a los seres vivos.
De hecho, casi todos llevan avisos que los califican de peligrosos,
corrosivos, irritantes o inflamables. Estos productos garantizan una
limpieza casi aséptica, pero sus detractores razonan que este
potente efecto no es necesario la mayoría de las veces, porque un
hogar no es una sala de quirófano. Señalan que el peligro de un
excesivo ataque a los gérmenes puede causar microorganismos
resistentes. Por ello, recomiendan el uso de sustancias y métodos
naturales, capaces de dar buenos resultados y ahorrar dinero.
Veamos algunas sugerencias:
Jabón natural. Se puede utilizar como producto de limpieza y
detergente suave. Hay que asegurarse de que está elaborado con
productos naturales y aceites o grasas vegetales, en lugar de
sintéticas. Incluso se puede hacer en casa con aceite usado, agua y
sosa cáustica.
Vinagre y limón. Su carácter ácido combate la grasa y desinfecta al
matar a muchos tipos de bacterias. El zumo de limón puede ayudar
a neutralizar el olor del vinagre. Son un comodín para múltiples
usos, tanto por separado como junto con otros productos naturales:
• Un pulverizador reutilizado con agua, vinagre y limón puede
usarse como producto general de limpieza tanto para la grasa
como para el moho. Se puede combinar con el uso de un
cepillo duro.
• Las ventanas y los espejos se pueden limpiar con un papel de
periódico seco y otro humedecido con agua y vinagre o limón o
un par de cucharadas de alcohol.
• El polvo de los muebles se puede quitar con un sencillo trapo
con agua (se pueden aprovechar camisetas de algodón viejas).
83
Si se le quiere dar una mayor limpieza y brillo, al agua se
puede añadir vinagre, limón y aceite. La cera natural también
es útil para abrillantar suelos y muebles de madera, y el aceite
de linaza para los suelos de ladrillo.
• Los platos se pueden limpiar con una mezcla de jabón natural,
vinagre y agua.
• En cuanto a los utensilios de metal, el cobre y el latón se
pueden abrillantar con una mezcla de sal, vinagre y harina
aplicada con un trapo limpio. En el caso del acero inoxidable,
se puede frotar con un paño húmedo con vinagre y bicarbonato
sódico.

Bórax. Esta sal mineral es un limpiador eficaz, un buen


desinfectante y suavizante para el agua que, al igual que el vinagre,
puede sustituir a la lejía. Los inodoros se pueden limpiar si se deja
actuar toda la noche con una taza de bórax y media de vinagre.
Ahora bien, se debe utilizar con precaución, ya que puede ser tóxica
en niveles altos.
Bicarbonato sódico. Es un abrasivo suave que puede eliminar la
suciedad y absorber los olores. Cuando se disuelve en agua
desinfecta y quita la grasa. También es muy útil para limpiar
porcelana, azulejos, manchas en alfombras, en la cocina o el horno.
Para desatascar tuberías, se puede verter una taza de vinagre y otra
de bicarbonato sódico por el desagüe. Tras dejarlo reposar unos
minutos, se echa agua hirviendo.
Alcohol de quemar. Limpia, desinfecta, seca superficies de manera
rápida y quita manchas de grasa o pegamento. En materiales
delicados se recomienda aplicar con una bola de algodón. También
sirve para retirar la cera seca de las velas.
Plantas, inciensos y esencias naturales. La fragancia de las plantas,
los inciensos y las esencias pueden sustituir a los ambientadores
artificiales. Y si se quiere ahuyentar cualquier olor, y en general,
cualquier emanación nociva, nada mejor que airear la casa a diario.
Ketchup. Este condimento puede dar lustre a los utensilios de cobre
y latón. Después se enjuaga con agua tibia y se seca con una toalla.
Productos de limpieza ecológicos. Otra opción consiste en comprar
productos comerciales que sean ecológicos. Conviene cerciorarse de
que lo son en realidad. Algunas empresas utilizan una falsa
84
publicidad verde y denominan a sus productos con nombres como
"orgánico", "natural", "amigo del medio ambiente", etc., sin que en
su etiqueta se sepa el origen de las sustancias.

El coche ecológico
El coche ha sido un símbolo de la cultura industrial y también, hasta
ahora, una desgracia para el entorno y para la salud de las
personas. Se ha convertido merecidamente en una bestia negra
para naturalistas y ecologistas. No obstante, no todos son iguales y
si no hay más remedio que conducir uno, mejor elegirlo teniendo en
cuenta criterios de sostenibilidad. Es imposible que un coche sea
ecológico al cien por cien, puesto que ya en su fabricación emite la
misma cantidad de gases contaminantes que durante sus primeros
60.000 kilómetros de uso, y la cantidad de agua que se utiliza hasta
su salida al mercado asciende a más de 50 veces su peso. Por otra
parte, el tipo de energía que lo mueve no es el único aspecto que
hay que considerar para calificarlo de más o menos verde. Habría
que valorar el impacto que produce la fabricación de sus piezas,
desde la carrocería hasta la tapicería o el volante. Por tanto, un
coche es más o menos ecológico, solo por comparación con los
demás. En este sentido, es cierto que cualquier modelo moderno es
mejor que uno antiguo, aunque esto no quiere decir que cambiar de
coche por este motivo sea la mejor opción. Si el vehículo que
actualmente tenemos está bien cuidado y tiene un buen
rendimiento, conviene seguir manteniéndolo el mayor tiempo
posible en buenas condiciones antes de cambiarlo.
Aunque las tecnologías actuales y los nuevos descubrimientos de
energías limpias e ilimitadas podrían propulsar los vehículos a motor
sin apenas coste económico ni huella ecológica, vamos a centrarnos
en lo que actualmente nos ofrece la poderosa industria del
automóvil. Por ahora, los motores híbridos y los cien por cien
eléctricos constituyen el presente del coche más ecológico. Los
primeros combinan un motor de combustión tradicional con uno
eléctrico. Los dos motores se reparten el trabajo según las
necesidades del momento. Si se conduce por ciudad, el motor
eléctrico es suficiente, pero si se sale a la carretera, la necesidad de
mayor velocidad requerirá que se encienda el de gasolina. Jose
María López, subdirector del Instituto de Investigación del Automóvil

85
de la Universidad Politécnica de Madrid, asegura que los híbridos se
generalizarán en un primer momento, produciéndose cada vez más
mejoras tecnológicas que harán aumentar la importancia del motor
eléctrico respecto al de gasolina, hasta que éste llegue a ser
innecesario. En los híbridos actuales, el 90% de la potencia media
es generada por la gasolina y el 10% restante por la electricidad.
Esta es la previsión que se hace para los automóviles destinados al
gran público, pero ya existen modelos totalmente eléctricos con
prestaciones similares o mejores que los de gasolina. La tecnología
de la automoción eléctrica ya está muy desarrollada y si no circulan
más coches eléctricos por las carreteras es debido, principalmente,
al retraso que ha impuesto la industria del petróleo.
Lo que un coche eléctrico es capaz de hacer lo demuestra el Tesla
Roadster, un deportivo norteamericano con una autonomía de casi
400 kilómetros, que se pone a 100 km/h en cinco segundos y
alcanza más de 200 km/h. Por supuesto, su precio está fuera del
alcance de la mayoría. Por el contrario, los eléctricos que se
empiezan a comercializar a precios más asequibles, para usar
principalmente por ciudad, no llegan más allá de los 70 km/h y su
autonomía es de unos 60 kilómetros, necesitando sus baterías más
de ocho horas de recarga en una toma de 220 voltios. Ahora bien, el
salto de calidad cualitativo lo van a dar los nuevos modelos con
batería de ión-litio, que generan mucha más potencia, pesan menos,
ocupan menos espacio y se recargan más rápido. Pero como
siempre, todo depende de los intereses de la industria del petróleo.
Los coches eléctricos serán razonablemente verdes siempre que el
origen de la energía sea renovable y limpio. Si ésta se obtiene de
centrales atómicas o térmicas, entonces poca ventaja ecológica
tendrá conducir en vehículos impulsados por electricidad. Por suerte,
los datos actuales nos dicen que el crecimiento de las energías
renovables es cada vez más evidente, por lo que es previsible que
en un futuro próximo predominen en la producción de electricidad.
Actualmente, durante las noches, nuestros parques eólicos baten
records en la producción de electricidad, hasta el punto de provocar
que se desconecten para no sobrecargar los sistemas de
distribución. Los expertos están de acuerdo en que el reto será
utilizar esta energía eólica sobrante en la recarga de las baterías de
los coches por las noches.

86
En cuanto al futuro del automóvil ¿cuándo llegarán los motores más
ecológicos y eficientes? ¿Y qué alternativas tenemos a los actuales
de combustión, híbridos o eléctricos? Aunque ya podríamos estar
desplazándonos con ellos, llegarán cuando el sentido común haga
ver a los máximos responsables que la sociedad y el planeta no
pueden esperar más. Esperemos que las decisiones acertadas
lleguen pronto. En cuanto a nosotros, sigamos demandando
soluciones políticas y sobre todo, actuando coherentemente a la
hora de tomar nuestras propias decisiones dentro la sociedad de
consumo.
En este punto, quiero explicar de qué manera es posible hacer
funcionar el motor diesel de nuestro coche con aceites vegetales
(girasol, soja, colza, cacahuete…), sin perjuicio para el motor ni para
su rendimiento, más bien al contrario. Recuerdo perfectamente,
hace unos tres o cuatro años, cuando atendí en mi trabajo a un
señor muy sonriente que llegó a mi mesa para solicitar su pensión
de jubilación por cumplimiento de los 65 años. Tras hablar unos
minutos sobre su merecida jubilación me dijo que era un inventor
aficionado que no había podido comercializar sus inventos aún. Sin
embargo, me habló entusiasmadamente sobre lo sencillo que es
conseguir que un vehículo diesel se impulse únicamente con aceite
de girasol. Con la ilusión de un joven emprendedor, me habló de
que estaba en plenas negociaciones con al Ayuntamiento de Sevilla
para tratar de que aceptasen su propuesta de adaptar los motores
diesel de los vehículos municipales para reducir considerablemente
la emisión de CO2 y, asimismo, el presupuesto económico de
combustible. Después, en noviembre 2010, leo en la revista integral
nº 371 un artículo titulado “Cómo conseguir que un coche diesel
funcione con aceite vegetal”, donde se explica de qué forma
conseguirlo. Comienza diciendo que “era un secreto entre
entendidos en mecánica, un poco hippies, pero que gracias a la
crisis y a la creciente consciencia ambiental se está extendiendo
como la pólvora. Sí, un coche diesel puede funcionar con aceite
vegetal puro que cuesta hasta la mitad y contamina bastante
menos. Sólo hay que hacer algunos cambios sencillos y baratos en
el vehículo, al alcance de cualquier taller o incluso de un aficionado
a la mecánica”. Aunque la mayoría de los modelos clásicos de todas
las marcas de vehículos funcionan con aceites vegetales sin ninguna
modificación previa en el motor, los expertos recomiendan realizar
algunas adaptaciones que permiten a casi todos los modelos

87
actuales funcionar de manera óptima con aceite vegetal, incluyendo
los diesel de precámara, inyección directa (TDI), unidad-inyector
(PDI) y common rail. El gasto inicial, debido al acondicionamiento
del motor, se amortizará en menos de un año o dos, según los
kilómetros que se realicen, pudiéndose disfrutar a partir de ahí de
un importante ahorro económico (por ejemplo, 0,60 a 0,80 euros el
litro de aceite de colza en lugar de 1,35 euros el litro de diesel en
diciembre-2012 ). Pero sin duda, la mayor ventaja es ambiental: las
emisiones de CO2 de un coche normal se reducen en 2,8 toneladas
al año; además, no libera metales pesados ni sulfuros y genera
menos partículas finas peligrosas para la salud. Los kits con todas
las piezas necesarias y las instrucciones de montaje pueden
conseguirse a través de internet.
Retomando la cuestión del futuro del automóvil, valoremos las
ventajas del que quizás venga después del coche eléctrico. El motor
de hidrógeno debe ser el digno y esperado sucesor por simples
razones: buen rendimiento, no contaminante, bajo consumo y
funciona con energía limpia y abundante. Si el motor de combustión
basa su funcionamiento en un recurso natural muy limitado y
contaminante, no es menos cierto que el coche eléctrico tampoco
será sostenible por mucho tiempo. En cada motor eléctrico y en su
correspondiente batería puede haber, aproximadamente, un kilo de
neodimio y quince kilos de lantano. El mayor productor de ambos
elementos es China, que ya limita las exportaciones ante el
incremento de la demanda. En el caso del neodimio, la producción
actual es de unas 7.000 toneladas al año, estimándose que las
reservas mundiales de este elemento son de ocho millones de
toneladas. Se trata, por tanto, de un bien que no resulta ni
renovable ni sostenible a largo plazo.
Los motores de hidrógeno pueden impulsar los vehículos de dos
formas diferentes: directamente con el hidrógeno actuando sobre un
motor de explosión casi idéntico al convencional, o bien, con la
electricidad previamente acumulada en una pila de combustible,
cargada por el propio motor. Las emisiones de éstos no pueden ser
más satisfactorias, puesto que solo expulsan vapor de agua y poco
más. La BMW ya ha probado con éxito un modelo de alta gama que
alcanza los 226 km/h y puede ser alimentado tanto con hidrógeno
como con gasolina. Sus principales inconvenientes actuales son su
alto precio y la ausencia de hidrógeno líquido en las gasolineras. No

88
obstante, actualmente el gobierno alemán está apoyando los
esfuerzos de BMW y Daimler para sacar al mercado 200 unidades de
estos vehículos, al igual que Mazda hará en su fábrica de Noruega
con 30 más. Todos ellos, funcionarán como prototipos hasta que
llegue el momento oportuno para el hidrógeno. Se estima que será
después del año 2020 cuando empezará a ser viable la producción
de este tipo de combustible a partir de energías renovables como la
solar y la eólica. Otro reto será su distribución, por ahora muy
costosa, habiéndose propuesto estudiar su producción en las propias
estaciones de servicio.
Finalmente, seremos los usuarios de los medios de transporte los
que, mientras tanto, seguiremos eligiendo la forma de desplazarnos.
Hay que replantearse continuamente las posibilidades que tenemos
de hacerlo: a pie, en bici, metro, bus, tren, barco, avión e incluso en
coche compartido. Recordemos todas estas posibilidades antes de
sentarnos solos al volante de nuestro vehículo. Respecto a esto
último, creo que a todos nos puede interesar conocer un extendido
sistema para compartir coche, conocido internacionalmente como
carpooling. Consiste, básicamente, en compartir los gastos de
gasolina entre personas que realizan regularmente los mismos
trayectos, por lo general, a través de páginas web gratuitas que
ponen en contacto a unos y otros. Las entidades de carpooling más
conocidas en España son viajamosjuntos.com, compartir.org y
amovens.com. Según cuenta la página web de esta última, lo que
ofrecen es “una herramienta online gratuita que permite publicar
rutas como pasajero o como conductor, tanto para trayectos dentro
de la misma ciudad como entre ciudades diferentes, y ponerse en
contacto con otros usuarios de forma confidencial y segura para
compartir coche”. Para formar parte de estos sistemas, basta con
darse de alta gratuitamente en el servicio online y elegir el
transporte que más se adecue a la zona de residencia y horario. Un
sitio en internet disponible en cuatro idiomas (entre ellos el
castellano) para planificar rutas por carretera a cualquier lugar es
roadsharing.com. Aquí podemos encontrar compañeros de viaje con
los que compartir gastos. Solo hay que registrarse y dar a conocer
el itinerario, de modo que a los viajeros interesados en sumarse a la
ruta, les basta con contactar con el promotor del viaje. Cada ficha
especifica el tipo de transporte, el número de plazas disponibles, el
kilometraje, la duración estimada, la fecha y el lugar de salida y
regreso.

89
La moto eléctrica: la mejor alternativa con motor
Para las dos ruedas con motor no hay híbridos como ocurre con los
coches que comparten un motor eléctrico y otro de combustión. Las
motos eléctricas no utilizan ningún carburante y, por tanto, no
emiten dióxido de carbono, monóxido de carbono, óxidos de
nitrógeno u otras partículas finas. Son tan silenciosas como una
bicicleta, algo que paradójicamente está retrayendo a algunos
moteros que no acaban de disfrutar con un motor que no hace
ruido. La opción de las motos eléctricas no es cosa del futuro: ya
están aquí y compensan mucho ecológica y económicamente.
Numerosas marcas han lanzado ya sus ofertas en el mercado
español y, para animarnos a dar el salto, diversas instituciones
ofrecen ventajas fiscales para su adquisición. La gran ventaja de la
motocicleta con motor de electricidad es que su gasto anual es
varias veces inferior al de un modelo de combustión similar. Valga
como ejemplo las motos eléctricas Cargo-Scooters de Oxygen, que
además de silenciosas permiten un ahorro de hasta el 90% de
energía en comparación con los scooters tradicionales.
La red pública de tomas de electricidad es aún escasa, aunque esto
está cambiando rápidamente. El Plan MOVELE del Ministerio de
Industria español, está introduciendo desde el año 2011 dentro de
los entornos urbanos cientos de puntos de recarga en toda España.
Igualmente, los centros comerciales, parkings públicos y otros
recintos privados ya están añadiendo la funcionalidad de una toma
para vehículos eléctricos; en muchos casos, a un precio reducido.
Pero lo más interesante puede ser procurarse uno mismo la recarga
desde casa con un alargador o mediante un enchufe normal en el
garaje. El coste de un kilómetro recorrido con combustible eléctrico
es de tres a cuatro veces menor que el de un kilómetro realizado
con moto de gasolina, pero si se contrata una tarifa nocturna y se
tiene opción de elegir entre varias compañías de electricidad, el
ahorro podría ser incluso superior al 500%.
La recarga completa de una batería de moto eléctrica no consume
mucho. Hay que tener en cuenta que la potencia de recarga de
estas motos es similar a la de un aire acondicionado o un horno
eléctrico. Por ello, y porque las recargas suelen hacerse de noche
(cuando la mayoría de los electrodomésticos no se usan),

90
normalmente no es necesario cambiar la potencia contratada en una
vivienda normal. Por otro lado, el mantenimiento de una moto
eléctrica es mucho menor que el de una convencional, puesto que
los motores eléctricos son más sencillos, tienen menos piezas y, por
tanto, menos averías, olvidándonos además de los cambios de filtros
y aceites. De este modo, las visitas al taller serán bastantes menos
a lo largo de los años; y eso también es ahorro. Eso sí, si piensas
comprarte un vehículo de este tipo, asegúrate de que tienen servicio
técnico en la región donde vives.
Si se conduce la moto a una media de 40 kilómetros cada día, cinco
días a la semana, haríamos algo más de 10.000 km al cabo de un
año. Con una moto de gasolina dejaríamos en las estaciones de
servicio unos 800 euros a los precios actuales de los carburantes
(diciembre-2012). La electricidad con un scooter eléctrico EMO
(según el fabricante catalán Emocycles) costaría menos de 80 euros
para esos 10.000 km.
Pese a todo, el uso de la moto eléctrica es aún limitado debido a la
autonomía de las baterías. Aunque éstas han mejorado en los
últimos años y seguirán mejorando, es un punto a considerar antes
de comprar. En la actualidad hay baterías con capacidad de hasta
100 km sin necesidad de pasar por el enchufe, siempre que no
circulemos todo el tiempo a altas velocidades. Para un coche
eléctrico la autonomía es bien limitada, sin que llegue a ser un
problema importante para una moto. Según estimaciones de la
Organización Europea de Consumidores (BEUC), el recorrido medio
de un motociclista urbano es de tan solo unos 27 km diarios, siendo
esta una distancia fácil de cubrir si se ha recargado la batería
completamente durante la noche anterior. Además, algunos modelos
tienen baterías extraíbles (las baterías de motos son mucho más
pequeñas que las de coche) que se pueden cambiar por otra nueva
alojada bajo el sillín, con lo que, de este modo el problema de la
autonomía se reduce considerablemente. También hay que tener en
cuenta que la vida útil de las baterías no supera los 80.000 km y,
como un vehículo de este tipo dura mucho más, habrá que cambiar
varias veces de batería. De todos modos, una nueva batería puede
costar menos de 200 euros, nada que ver con los elevados precios
de las pilas para coches.
Una alternativa más asequible y con grandes ventajas para moverse
por ciudad es la bicicleta eléctrica. La “fiebre” por la bicicleta que se
91
vive en casi toda Europa y la generalización de los carriles bici en
miles de ciudades está provocando otro fenómeno más que
interesante para la movilidad urbana: el boom de la bici eléctrica. En
Europa uno de cada tres desplazamientos motorizados que se
realizan son de menos de tres kilómetros. En ciudades llanas y con
buen clima, la bicicleta convencional es perfecta para la mayoría de
esos viajes individuales. Pero si la orografía no acompaña, el clima
es lluvioso o muy caluroso, o hay que ir cargado, entonces interesa
la bici eléctrica, que se beneficia de casi todas las ventajas de una
moto pero, además, puede circular por los cada vez más numerosos
y preferentes carriles bici. La ciudad de Madrid, por ejemplo, tiene
un plan de carriles verdes que alcanzará los 575 km lineales en
2016, e iniciativas parecidas se están desarrollando en Barcelona,
Vitoria, Sevilla y otras muchas.
Otro factor a tener en cuenta son las ayudas oficiales, que aquí en
España encabeza el Plan MOVELE (Proyecto de Movilidad Eléctrica),
gestionado por el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la
Energía (IDAE), que ofrece ayudas de entre 400 y 1.200 euros para
una amplia gama de vehículos eléctricos. Algunos Ayuntamientos y
organismos autonómicos, ofrecen también subvenciones para
animar la compra de este tipo de vehículos silenciosos no emisores
de gases. Corporaciones como el Ayuntamiento de Madrid, van a
permitir circular por el centro de la ciudad sólo a vehículos eléctricos
y, en algunas calles peatonales y semipeatonales, la moto o bici
eléctrica serán los únicos vehículos con motor admisibles. El
Ayuntamiento de Pamplona ha aprobado un ajuste en la ordenanza
correspondiente para que los vehículos eléctricos de todo tipo no
tengan que abonar las tasas de la zona azul. Y todas las semanas,
alguna corporación local se suma a la moda de eximir del impuesto
de circulación a este tipo de vehículos sin humo. Además de la
exención del impuesto de circulación en muchos municipios para
vehículos eléctricos, todas las motos y ciclomotores eléctricos están
exentos del impuesto de matriculación. Si el modelo concreto figura
en la lista de vehículos del Plan MOVELE, tiene una subvención en
forma de descuento en el momento de su compra, añadiéndose en
algunas comunidades, como en Andalucía, un incentivo autonómico.
Por último, quiero informar un poco sobre las grandes oportunidades
de negocio y trabajo que se abre ante este nuevo sector del
transporte en base a la electricidad. La eclosión de los vehículos

92
eléctricos representa una revolución de grandes consecuencias
tecnológicas, sociológicas y económicas. Para muchos, este nuevo
mercado que se abre va a representar grandes posibilidades de
negocio, de un modo similar a la energía solar fotovoltaica hace
unos años, pero a mayor escala. Entre otras oportunidades, destaca
el negocio de recargar baterías de vehículos eléctricos. El Ministerio
de Industria ha publicado un Real Decreto (el 647/2011, de 9 de
mayo) donde se regula la figura del gestor de cargas del sistema.
Este nuevo agente presta servicios de recarga energética para bicis
motorizadas, motos, coches, furgonetas, camiones y autobuses
eléctricos. El gestor de cargas autorizado disfruta de unas tarifas de
electricidad muy reducidas para, por un lado, autoconsumirlas y, por
otro, venderla a terceros. Como, además, la infraestructura de
enchufes, cables y contadores es bastante sencilla, se espera que
muchos miles de personas participen en este nuevo negocio. Todo
esto tiene sentido, y así lo entiendo yo, desde el punto de vista de
una producción de energía eléctrica procedente de fuentes de
energías limpias y renovables. Aún son muchas las compañías de
electricidad que obtienen mayoritariamente su energía de centrales
térmicas o nucleares, muy contaminantes. Sin embargo, muchas de
ellas también garantizan la distribución de parte de su electricidad
procedente de fuentes de energía limpias y renovables, existiendo
en España a fecha de hoy (diciembre-2012) una sola compañía, de
entre 39 autorizadas, que suministra el 100% de su electricidad de
origen exclusivamente renovable: www.gesternova.com

La huelga tranquila
El día 1 de octubre de 2010, se hizo la primera presentación pública
del libro gratuito “La huelga tranquila”, que tardé en escribir casi
dos años. Fue a principios del verano del año 2008 cuando, un buen
día, por motivo de la gran crisis económica que empezaba a
manifestarse claramente por todo el planeta, me puse a reflexionar
y a valorar en profundidad ¿qué puedo hacer yo, individualmente,
para mejorar el mundo en el que vivo? La primera respuesta que
obtuve de mí mismo fue bien sencilla: “busca en tu interior y,
cuando encuentres posibles soluciones, practícalas”. Como de
costumbre, cuando de un trabajo de crecimiento personal se
trataba, me puse a escribir sobre las ideas que se me iban

93
ocurriendo, buscando al mismo tiempo otras ideas y opiniones en
libros, internet y amigos.
Aproximadamente, un mes más tarde de empezar a escribir lo que
eran ideas sueltas sobre economías alternativas, consumo
responsable, comercio justo,…, me llegó un correo electrónico con el
título: ¿Realidad o ficción? Era solo la primera parte de varios
correos más, sobre la “teoría de la conspiración”, que un compañero
sindicalista de mi empresa (Instituto Nacional de la Seguridad
Social) me envió. Cuando leí el primero, tomé consciencia por
primera vez de que quizás pudiera ser cierta, en parte, la
conspiración planetaria que narraban esos correos. Poco a poco fui
cotejando esta información con otras fuentes y con la opinión de
otras personas. Pero sobre todo me fui dejando llevar por mis
sentimientos, principalmente, por mi intuición.
En el primer correo descubrí el concepto de “guerra tranquila”,
término que al principio causó en mi interior gran desasosiego y
mucho temor, al pensar que posiblemente fuese cierto; solo bastaba
con mirar a mi alrededor y reconocer que, efectivamente, algo muy
decisivo sobre la Tierra y la Humanidad estaba ocurriendo en esos
momentos. Solo empecé a recobrar la paz interior cuando pensé en
escribir las posibles soluciones para la gran crisis económica, no sólo
para mí, sino también para los demás. Con esa convicción interna
empecé a escribir, a sabiendas de que mi mensaje de esperanza
debía hacerlo llegar al mayor número de personas, redactando poco
a poco la parte principal del texto con gran esmero para que
realmente pudiera calar en el corazón de la mayoría que lo leyera.
La idea del proyecto “Huelga Tranquila y Guía Verde”, luego de
desarrollarla hasta la navidad del 2008, la di a conocer públicamente
en enero-2009. Desde entonces he repartido en papel muchas
copias del mismo, pero sobre todo he tratado de darle la máxima
difusión a través de internet, mediante la creación de varios blogs
relacionados entre sí, a través de la red social Facebook y, desde
febrero-2009, mediante el envío periódico, vía e-mail, de unos
boletines informativos con información útil sobre consumo
consciente, estilo de vida saludable, financiación ética y comercio
justo. Mi compromiso personal me lleva a seguir enviando estos
boletines, hasta junio del año 2013.

94
Al iniciar la redacción del proyecto, sentí la necesidad de hacerlo
como si fuese un simple portavoz de un colectivo a favor de los
derechos humanos, como si la idea manase de un grupo cualquiera
de seres humanos (tal y como se firma al final del documento), para
que de esta manera fuese asumido y llegase mejor al corazón de
cualquiera que lo leyera. Por este mismo motivo, al principio de los
agradecimientos del libro “La Huelga Tranquila”, que consta de tres
partes, escribo lo siguiente:
“Sé que este proyecto no me pertenece, pues muchísimas personas,
en lo esencial, ya lo iniciaron mucho antes que yo. Esta obra es de
todos y para todos, pues lo que en ella se expresa proviene del
conocimiento, del anhelo y de la esperanza de toda la Humanidad.
Por ello, agradezco enormemente a todos los seres humanos por
igual, la importante contribución que hacia el bien común hayan
podido realizar, realicen y a buen seguro realizarán en los años
venideros.”
Con esa confianza, de que las contribuciones hacia el bien común
irán prevaleciendo y ganando terreno a las que se hagan consciente
o inconscientemente en el lado opuesto, paso a copiaros un
fragmento del referido proyecto:

¿CÓMO PODEMOS MEJORAR NUESTRO MUNDO?


La transición de un sistema económico caduco y viejo hacia otro
nuevo, no será nada fácil, pero si mantenemos la Visión del Mundo
que Queremos, todos los esfuerzos que hagamos habrán merecido
la pena. Tendremos el privilegio de vivir grandes momentos
históricos: veremos como la brecha entre ricos y pobres irá
disminuyendo y como la distribución de la riqueza, por fin será un
hecho que podremos contemplar; al mismo tiempo veremos cómo
desaparecerán progresivamente la pobreza y el hambre sobre la
Tierra. Todo ello lo podemos conseguir a través de la revolución del
consumo consciente. En esta revolución podemos participar todos,
mediante la instauración en nuestras vidas de unos nuevos hábitos
de consumo responsable. Simultáneamente, podemos mostrar
nuestro cambio de actitud consumista, mediante un sencillo símbolo
que nos identificará como participantes en la Huelga Tranquila (HT).

95
LA HUELGA TRANQUILA consiste en participar activamente en una,
dos o tres de las siguientes huelgas y, asimismo, darlas a conocer a
los demás:
La huelga de publicidad: el texto completo está al final del
capítulo “el consumo de noticias y publicidad” (página 30).
La huelga verde: consultar www.laguiaverde.blogspot.com.es
La huelga de consumo: Haremos lo posible por aplicar los
siguientes criterios de consumo responsable:
1. Comprar productos locales o regionales elaborados en
pequeñas o medianas empresas. Nunca consumir productos
procedentes de grandes compañías o multinacionales que
generalmente compran materia prima y elaborada sin
criterios de comercio justo e incluso, la mayoría de las
veces, con abuso de mano de obra infantil o muy barata
procedente del injustamente llamado “tercer mundo”.
Comprando así, empezaremos a evitar que se continúe
explotando laboralmente a millones de seres humanos.

2. Comprar productos que se comercialicen bajo criterios de


“comercio justo”, siendo éste un sistema de comercio
alternativo que favorece el desarrollo sostenible. El comercio
justo se puede definir como un movimiento social, integrado
por productores, comerciantes y consumidores que trabajan
por un modelo más justo de intercambio comercial, con
pocos o ningún intermediario, posibilitando el acceso al
mercado de los productores más desfavorecidos.

3. Consumir productos de alimentación ecológicos, o en su


defecto, aquellos que sepamos de alguna forma que
proceden de cultivos o animales no manipulados
genéticamente. En este sentido, Greenpeace edita
regularmente una guía sobre alimentos comercializados no
transgénicos.

4. No comprar productos que se hayan testado con animales.


Sobre todo en cosmética, comprar sólo productos que lleven
el símbolo de certificación de no testado con animales o, al

96
menos, que estén certificados como cosmética natural o
ecológica.

5. Comprar sólo lo estrictamente necesario.

6. No comprar con tarjetas bancarias. Usarlas sólo en los


cajeros automáticos para sacar dinero y para consultas.

7. Confiar nuestros ahorros a la banca ciudadana (cooperativas


de crédito) o a instituciones solidarias que favorezcan el
desarrollo de países subdesarrollados y/o de grupos sociales
desfavorecidos, como por ejemplo a través de la “banca
ética”. Estos bancos que apoyan el comercio justo, cooperan
con proyectos de desarrollo sostenible y suelen participar en
“los países del SUR” mediante sistemas de microcréditos.

8. En la medida de lo posible, donar parte de nuestros ahorros


a personas o familias necesitadas de nuestro entorno, o bien
a causas solidarias que podamos seguir y supervisar.

Al mismo tiempo, intentaremos sanear nuestras economías


domésticas simplificando nuestro estilo de vida, reduciendo gastos y
unificando o cancelando préstamos. En cuanto a los bienes
materiales que ya no sean útiles para nosotros, los venderemos en
el mercado de segunda mano, los cambiaremos mediante trueques
o simplemente los donaremos.
De las tres huelgas, la huelga de consumo es posiblemente la más
difícil de practicar, sin embargo, quizás sea la más efectiva. El efecto
colateral que seguramente llevaría aparejado de manera temporal
sería el desempleo estructural, siendo entonces necesario apoyar
todas las iniciativas y proyectos empresariales que respeten los
criterios de justicia social (comercio justo) y sostenibilidad ambiental
(productos artesanos y ecológicos locales). Apoyaremos a todas las
pequeñas y medianas empresas que surjan como consecuencia del
mercado disponible que dejarán las multinacionales cuando
comiencen a cerrar sus factorías y establecimientos.
Como último apunte importante para la huelga de consumo, hay que
saber que en España desde hace más de 20 años existen iniciativas
de ciudadanos que reúnen sus ahorros, con la forma jurídica de

97
cooperativas de crédito, para financiar y ayudar a otros ciudadanos
con dificultades económicas y necesidades de financiación para
proyectos solidarios y sostenibles. Los grandes medios de
comunicación lo ocultan porque no interesa que la ciudadanía lo
sepa. El 70% de los medios de comunicación del planeta, al parecer,
están en manos de siete poderosas multinacionales que dominan el
mundo editorial, producción de programas y series televisivas,
películas, prensa y por supuesto radio y televisión. A su vez estas
multinacionales son controladas y dirigidas por influyentes magnates
de la banca y las finanzas. Por tanto, es obvio que de tales
proyectos de banca ciudadana nada se diga, puesto que no interesa
que los ciudadanos de a pie se puedan convertir en banqueros y
autofinanciarse entre ellos.
La “banca ética social y ciudadana”, como por ejemplo COOP57
(www.coop57.coop) y Fiare Sur (www.fiare.org), una vez adscritos a
una de ellas, nos permite participar activamente en sus asambleas e
incluso formar parte de algunos de sus consejos de gobierno. Sus
principios son de coherencia, trasparencia, participación y
democracia. Financian actividades económicas que tengan un
impacto social positivo y transformador. Reúnen a personas y
entidades no interesadas en maximizar beneficios económicos,
puesto que su fin último es la del beneficio social. Y por último,
pretenden constituirse progresivamente como entidades financieras
significativas que puedan gradualmente sustituir o provocar la
transformación de la banca convencional, ofreciendo paulatinamente
una mayor gama de productos y servicios.

Para leer o descargarte gratuitamente el libro “La huelga tranquila”,


puedes visitar:

www.librolahuelgatranquila.blogspot.com.es

98
¿QUÉ PODEMOS HACER GRUPALMENTE?
Así se vive sin comprar
El consumismo amenaza el planeta, pero está en marcha la
revolución de quienes prefieren reciclar y compartir en lugar de ir de
compras. Si el consumismo es la actitud que sostiene una economía
que se ha demostrado ambientalmente insostenible, comprar menos
o no comprar son las estrategias más directas para que las cosas
cambien de verdad. Así lo entendieron, por ejemplo, un grupo de
vecinos de San Francisco (Estados Unidos) que desde el año 2006 se
propusieron reducir sus compras al mínimo posible. El grupo se
bautizó como “The Compact” y ha alcanzado relevancia mundial a
través de internet. Actualmente son más de 10.000 compacteros
afiliados en todo el mundo que intercambian entre sí ideas y
experiencias relativas al no consumo. Muchos de ellos cuentan antes
de su compromiso anticonsumista como se sorprendieron al
comprobar lo poco que necesitaban muchas cosas que antes les
parecían imprescindibles.
John Perry, compactero que trabaja para una empresa de alta
tecnología, afirma: “Somos personas para quienes reciclar no es
suficiente. Intentamos salir de la cárcel del consumismo de
productos de primera mano porque la cultura del consumo está
destruyendo el mundo. La única manera de salir de la crisis
ecológica y socioeconómica en la que nos encontramos, es dejando
de comprar”.
Mientras las masas invaden los centros comerciales en su tiempo de
ocio, los compacteros se ocupan de otros menesteres. Visitan,
personalmente o a través de internet, las tiendas de segunda mano
y los mercados de intercambio. Cuando no encuentran lo que
desean, recurren al resto de miembros del grupo, encontrando en la
gran mayoría de los casos lo que buscan, y si no lo encuentran se
replantean si realmente lo necesitan.
Los miembros del grupo The Compact procuran seguir al pie de la
letra su Resolución de Año Nuevo, una declaración de principios que
guía hacia la salida de la “cárcel consumista”. Sus objetivos son:
contrarrestar los perjudiciales impactos ambientales y
socioeconómicos causados por la cultura consumista de Estados
Unidos, hacer frente y debilitar a las poderosas empresas
multinacionales y apoyar a las pequeñas empresas locales. Para ello,
99
además de reciclar y reducir los residuos generados en casa, hay
que simplificar la forma de vivir alejándose de la competitividad y de
la acumulación materialista. Las reglas que siguen los compacteros
son:
1. No comprar nada nuevo. Es la primera regla, estando solo
permitido la adquisición de bienes de segunda mano, el
intercambio o el préstamo. Esta norma esencial tiene sus
excepciones: los alimentos, las bebidas, las medicinas, los
productos de limpieza e higiene y la ropa interior.
2. La contratación de servicios locales. Cuando sea necesario
obtener los servicios de electricistas, fontaneros, mecánicos,
veterinarios o limpieza doméstica, se acudirá siempre a los
profesionales del entorno más cercano.
3. Regalar artesanía o productos locales. Se procurará regalar
objetos de elaboración propia o de artesanía local. También se
permite regalar servicios personales, como por ejemplo un
masaje, o bien regalar tiempo y dedicación para la realización
de cualquier menester que precise el agasajado. Los productos
de comercio justo son otra opción “legal”.
4. Disfrutar del ocio y tiempo libre de forma respetuosa con el
medio ambiente. Los materiales para las actividades artísticas
como son la escultura, la cerámica o la pintura, se obtendrán
directamente del reciclaje o del mercado de intercambio antes
de comprarlos. Evidentemente, cada cual decide sobre su
tiempo libre, optando preferentemente por actividades lúdicas
de bajo impacto ambiental, como pueden ser: pasear a pie o
en bici, organizar fiestas y reuniones en casas de amigos o
lugares públicos cercanos, practicar deportes y viajar durante
las vacaciones no muy lejos y, preferentemente, en medios de
transportes públicos. En cuanto a la actualidad informativa y la
cultura, no está permitida la suscripción a revistas o periódicos
en papel, puesto que internet permite acceder a la mayoría de
la información. Tampoco la compra de libros, música o películas
de primera mano. Sí está permitido, sin embargo, la descarga
de estas creaciones literarias y artísticas por internet.
La idea de The Compact no es nueva, pues forma parte del ideario
de casi todos los movimientos socioculturales alternativos. Es un
movimiento reformista no revolucionario, no están en contra de la
100
propiedad privada y sus miembros creen en el poder de las
decisiones individuales para controlar la propia vida, al tiempo que
sirven de referencia para orientar a la sociedad hacia la sensatez del
consumo responsable y el desarrollo sostenible. Lo más llamativo de
este movimiento, es el importante número de personas de clase
media y alta que siguen sus directrices. Otra novedad es que se
permite el acceso temporal al grupo a modo de aventura, para
volver más tarde al habitual estilo de vida seguramente con hábitos
más ecológicos. The Compact se abstiene de las prácticas
anticonsumistas más radicales, como las de algunos “okupas”
españoles que consumen la comida encontrada en los contenedores
de basura, sin ánimo de menospreciar y con todo mi respeto hacia
ellos. Mas bien, siento admiración por la valentía que demuestran
algunas personas que no se ponen ningún tipo de limitación, como
por ejemplo Alicia Martínez, una joven “okupa” de Barcelona,
estudiante de Bellas Artes, que se ha convertido en una erudita del
reciclaje y del vivir sin dinero. Es autora de la guía callejera de
Barcelona “A pie de calle”, única en su género, acerca de los
recursos gratuitos de la capital catalana. Cita los lugares donde se
puede comer, conectarse a internet, conseguir artículos como ropa,
muebles y otros artículos, lugares para vivir e intercambiar cosas y
conocimientos, etc. Y todo ello gratis. En sus propias palabras, “es
una guía para vivir de otra manera, rompiendo las cadenas del
consumismo. Es una barbaridad comprar comida para que sigan
produciéndola a destajo y tirando gran cantidad de excedentes a la
basura. Cada día encuentro comida buenísima en los contenedores
de los supermercados”. Su máximo interés es ayudar a los
colectivos más desfavorecidos de la ciudad y colaborar en la
creación de un mundo más sostenible. Buscar comida en la basura
puede resultar indigno o penoso para una mente convencional, pero
entre muchos militantes alternativos es un comportamiento político
y personal totalmente coherente. Un estudio realizado en la
Universidad de Arizona, da la razón a Alicia: casi la mitad de los
alimentos que se producen en Estados Unidos acaban en la basura,
lo que supone un despilfarro de unos 100.000 millones de dólares al
año.
En nuestra sociedad actual, los bienes de consumo son,
principalmente, símbolos que distinguen a sus propietarios y que
transmiten una serie de mensajes acerca del ideal de vida, del
reclamo hacia el otro sexo o de la posición social. Por tanto, el

101
consumidor se va construyendo una identidad mediante las cosas
que compra, teniendo el acto de comprar unas profundas
implicaciones sociales, culturales e incluso, espirituales. Si los
poetas, moralistas y filósofos del siglo pasado se preguntaban si se
trabajaba para vivir o se vivía para trabajar, actualmente se
cuestionarían si se consume para vivir o se vive para consumir.

Cooperativas de consumidores
En la actualidad, todavía se piensa que consumir alimentos
ecológicos está solo al alcance de familias con un alto nivel de
rentas. Es un mito que se ha extendido incluso a través de los
medios de comunicación. La realidad es exactamente la contraria.
Un estudio realizado por la Universidad de Jaén (España), afirma
que “existe una relación inversa entre el consumo de alimentos
ecológicos y el estrato socioeconómico”. Es decir, las familias con
más ingresos consumen menos productos ecológicos en relación a
las de menor poder adquisitivo que consumen y se interesan más
por este tipo de productos. Asimismo, se consume más alimento
ecológico en las zonas rurales y poblaciones de menos de 10.000
habitantes que en las ciudades. Según estos datos, la conclusión es
sencilla, más que dinero lo que prima es el interés por lo ecológico y
disponer de tranquilidad para buscar y garantizarse el suministro
periódico de esta clase de productos.
La preferencia por lo ecológico es más bien un asunto de cultura que
de bolsillo. Por otra parte, la ecología está estrechamente vinculada
a los movimientos a favor de la transformación social. Además, es
muy importante saber que estos alimentos naturales no se
adquieren solo en algunas tiendas y supermercados
(afortunadamente cada vez se ofrecen más), sino que existen
multitud de asociaciones y cooperativas de consumidores de
productos ecológicos. Hoy día, hay muchos consumidores
conscientes que se agrupan para adquirir estos productos al por
mayor de los distribuidores o directamente de los agricultores,
ahorrándose el coste de todos o gran parte de los intermediarios. A
cambio, asumen el trabajo de realizar los contactos, acordar los
precios y gestionar el reparto de los alimentos. Cada vez hay más
cooperativas de este tipo que funcionan muy bien. Sus socios,
aunque solo busquen comer sano, consiguen mucho más: revitalizan

102
las huertas cercanas, apoyan la cultura rural, reducen el impacto
ambiental, favorecen la digna remuneración de los agricultores, y
mejoran su conocimiento de los alimentos. Formar parte de una
asociación de consumidores de productos ecológicos es la mejor
manera de conseguir productos sanos y sabrosos a buen precio.
Igualmente, permite al socio conocer cuáles son los alimentos de
temporada y cuáles son las variedades locales de las frutas y
hortalizas que consumen. Además en muchas de estas cooperativas
también se venden productos ecológicos de comercio justo que no
se pueden producir a nivel local ni nacional, como son ciertos tipos
de conservas, legumbres, cereales, café, té, bebidas y chocolate.
Por supuesto, la mayoría también suelen proveer alimentos básicos
como son los derivados lácteos, los huevos, el pan y la carne
ecológica. También las hay que venden productos de cosmética
natural, de higiene y limpieza como el papel higiénico reciclado o el
detergente ecológico, e incluso libros.
Este tipo de asociaciones y cooperativas funcionan todas de forma
similar. Unas cuantas familias del municipio o barrio se organizan en
torno a un pequeño local cedido, prestado o alquilado donde reciben
los productos directamente de los productores. Normalmente no
llegan a 50 las familias que las componen, para facilitar el reparto
de tareas como son la gestión y compra de pedidos, mantenimiento
del local, la contabilidad y la comunicación con los socios. A veces,
por su crecimiento deciden desdoblarse para simplificar su gestión.
Sin embargo, ya existen muchas cooperativas con mayor número de
socios como Almocafre en Córdoba, La Ortiga en Sevilla o Ecosol en
Madrid. Estas cuentan al menos con una persona asalariada y con
uno o más locales para la venta de productos a socios y no socios,
disfrutando los primeros de un descuento en todos los productos.
La cooperativa sevillana La Ortiga (de la que he sido socio durante
dos años) nació como asociación en el año 1993, convirtiéndose en
cooperativa de consumidores en el 2001. En ella los socios disfrutan
de un 10% de descuento en todos los productos y los socios
colaboradores disfrutan del doble de descuento. Con 19 años de
historia que la avalan, sus socios la definen como una organización
sin ánimo de lucro, autogestionada, democrática y transparente.
Disponen de dos tiendas con amplios horarios de apertura de lunes
a sábado, con un servicio especial de reparto a domicilio para
socios. También se incentiva al socio que se desplace en medio de
transporte público, abonándole el precio del billete siempre que la

103
compra exceda de 30 euros. La cooperativa hispalense, aparte de
ofrecer casi mil productos diferentes, invita a los socios a participar
en la gestión, organización y toma de decisiones de la cooperativa,
ya sea colaborando como voluntario en sus distintos grupos de
trabajo, aunque sea puntualmente, o participando activamente en
cualquiera de sus órganos de gobierno y representación. Sus grupos
de trabajo se encargan, entre otras actividades, de gestionar la
biblioteca y la página web, editar dos revistas periódicas, participar
en actividades de sensibilización y educación, preparación de
asambleas, visitar a los productores, organización de excursiones y
actividades, o representar a La Ortiga en foros y redes sociales.
Por motivos sociales y ambientales, la preferencia por lo local forma
parte de la filosofía de los grupos de consumidores ecológicos.
También evitan los productos certificados legalmente como
ecológicos que procedan de empresas que no sean coherentes,
como los de algunas multinacionales que para lavar su imagen, los
venden. Éstas, sin embargo, de forma paralela continúan
desarrollando su principal actividad lejos del lugar de venta de sus
productos, producen alimentos transgénicos tratados con
plaguicidas e incluso permiten la intervención de mano de obra
explotada.
En cuanto a los precios, hay que decir que en muchos casos se
consiguen acuerdos con los agricultores, garantizándoles un
volumen de compra mínimo y estable durante todo el año,
consiguiéndose a cambio unos precios de venta para los socios sin
fluctuaciones, también para todo el año. Esto supone en algunas
ocasiones, que los alimentos ecológicos estén más baratos que los
del resto del mercado. Mucho más económicos podrían ser si en
España se consumiera la mayor parte de su producción ecológica, ya
que actualmente se exportan más del 80% de este tipo de
alimentos. Otro factor importante a tener en cuenta es que muchas
cooperativas, agrupadas en una confederación de productores y
asociaciones de consumidores de productos ecológicos, consiguen
comprar de forma conjunta grandes volúmenes de producción a
ciertas comarcas de productores, consiguiéndose de esta manera
aún mejores precios. A este modelo de producción y venta a mayor
escala se la llama agricultura de responsabilidad compartida o
agricultura sostenida comunitariamente.

104
Cada vez son más las personas que se rebelan contra el actual
sistema industrial de cultivo, distribución y consumo alimentario. En
Cataluña, cerca de 2.500 familias han optado por autoorganizarse
en cooperativas de consumidores de productos ecológicos que
cumplan con unos requisitos de calidad, éticos y de sostenibilidad.
Actualmente, hay cerca de 50 cooperativas de este tipo en Cataluña,
pero es durante los cinco últimos años cuando este fenómeno
cooperativista está experimentando un “boom” que les hace crecer
a un ritmo de unas cien familias al año, según cuenta Oriol Martí, de
la asociación Ecoconsum que integra a 20 de estas agrupaciones.
Muchos productores ecológicos se encuentran muy cerca, e incluso
dentro, de las grandes ciudades, favoreciendo la subsistencia de
terrenos de cultivo que de otra manera hubieran podido terminar
como suelo urbanizable. Estos agricultores llevan directamente sus
frutas y hortalizas desde el árbol o el huerto al local de la
cooperativa situado a muy poca distancia, sin necesidad de pasar
previamente por almacenes ni cámaras de frío. Además, la cercanía
de estos grupos de productores y consumidores de productos
ecológicos hace que familiares, amigos y vecinos se interesen y
entusiasmen por esta forma comunitaria y alternativa de compra,
mucho más enriquecedora y gratificante que el modelo individualista
dominante. Por otra parte, el contacto amistoso con agricultores
cercanos permite que muchos socios y aspirantes a socios visiten los
huertos donde crecen los alimentos ecológicos, así como acariciar
las cabras y vacas, o ver de cerca las gallinas.
Crear o asociarse a una de estas cooperativas, encaja
perfectamente como una de las mejores alternativas para
restablecer el equilibrio de la naturaleza, disminuir los efectos sobre
el cambio climático y favorecer la recuperación de la economía. La
compra de alimentos y productos ecológicos por estos grupos,
reduce la generación de basura y la emisión de gases con efecto
invernadero, debido a que se evita el transporte de largas distancias
y la fabricación de envases. En las cooperativas se vende a granel y
cada cual se lleva su parte en bolsas reutilizables, cestas y cajas.
Este modelo de consumo, es la gran alternativa al poder de las
multinacionales alimentarias y de las entidades financieras. Estas
últimas, son también grandes beneficiarias del enorme volumen de
dinero que mueven dichas empresas transnacionales. Es por ello,
que las cooperativas se han convertido en protagonistas de una

105
rebelión silenciosa contra el actual sistema de cultivo, distribución y
consumo. De hecho, el objetivo declarado por muchos de los nuevos
socios es no volver a pisar un supermercado, donde la cesta de la
compra globalizada puede reunir manzanas de China, peras de Chile
o Kiwis de Nueva Zelanda, impregnados de plaguicidas y aditivos
para prolongar su conservación y mejorar su aspecto.

Banca ética, cooperativas de crédito y comunidades


autofinanciadas
Hace cuatro años, cuando me interesé por conocer más sobre la
banca ética, descubrí que en Andalucía sólo existía una oficina,
precisamente en Sevilla. La entidad se llama Triodos Bank. Tras
informarme vía internet de su misión, sus políticas de inversión y de
transparencia, y de sus productos, fui a su oficina sevillana para
abrir dos cuentas e informarme asimismo de todos sus productos,
de los proyectos que financian y de las ONGs con las que tienen
convenio de colaboración. Precisamente, las tres ONGs (Intermón
Oxfam, Ideas y Setem) que entonces estaban adheridas al convenio
de Triodos Bank (actualmente son bastantes más), son punteras en
el importantísimo sector del Comercio Justo. En cuanto a su
trayectoria como entidad, es un banco europeo independiente con
más de 30 años de experiencia en banca ética y sostenible. Sólo
financian proyectos a empresas y organizaciones cuyas actividades
respeten y preserven el medio ambiente, fomenten la cultura y
mejoren la justicia social. Además, se comprometen desde su
política de transparencia a informar a sus clientes sobre el destino
de sus ahorros.
A comienzos del año 2009, con motivo del libro que estaba
escribiendo y poco antes de divulgar por internet el segundo boletín
informativo de La Huelga Tranquila, me interesé en saber más sobre
financiación ética. Entonces acudí al banco Triodos, por ser el más
cercano a mi lugar de residencia y también el banco ético más
conocido en España. Pude comprobar, en la visita que hice a la sede
sevillana (abierta al público poco tiempo antes), que la oficina en
cuestión es mucho más acogedora y totalmente distinta a las
clásicas oficinas bancarias. Después de realizar las gestiones que me
llevaron allí, pude conocer de primera mano, mediante una

106
agradable entrevista, cuál es el circuito del dinero en esta banca
ética.
La banca ética, como modelo alternativo a la banca tradicional,
afortunadamente no para de crecer a nivel internacional, pero lo
realmente alternativo y, a mi modo de ver, mucho más interesante
y conveniente para estos tiempos que corren, son los bancos
creados por ciudadanos. Las cooperativas de crédito o banca del
pueblo, a la que también se las conoce por banca ética social y
ciudadana, existen en España desde hace más de 20 años, siendo el
caso más relevante del de COOP57 (www.coop57.coop). En el año
1995, en Barcelona, 57 trabajadores de la editorial Bruguera tras
ser despedidos decidieron unir sus indemnizaciones y comenzar la
maravillosa aventura que a día de hoy han podido extender por
Cataluña, Aragón, Madrid, Galicia y Andalucía. Hasta el año 2009
han gestionado más de 2.100 millones de las antiguas pesetas;
aparentemente no es mucho dinero en tanto tiempo, pero han
podido financiar a más de 300 cooperativas de economía social en
sus proyectos comunitarios. Actualmente cuenta con más de 1.000
ciudadanos inversionistas y sigue creciendo si parar.
Otra cooperativa de crédito popular, recientemente instalada
también en Andalucía y Extremadura es Fiare Sur (www.fiare.org).
Esta es una cooperativa de crédito europea gestionada con los
mismos principios de la banca ética y solo financian actividades
económicas que tengan un impacto social positivo y transformador.
Un modelo de financiación solidaria y humanitaria que también está
funcionando muy bien en estos momentos, es el de las comunidades
autofinanciadas (CAF). Se crea, simplemente, cuando un grupo de
personas deciden poner un bote de dinero entre todos para poder
financiar las necesidades más urgentes de quién lo necesite,
mediante pequeños préstamos. Actualmente en España, según
datos obtenidos a través de internet, hay más de 500 personas
procedentes de 20 países formando parte de alguna CAF. Los grupos
se suelen reunir periódicamente y, generalmente, sus miembros
añaden mensualmente dinero al bote. También se devuelve todo o
parte del dinero aportado cuando alguien del grupo lo solicita. Cada
cierto tiempo también se reparten entre todos, los intereses
generados por los préstamos devueltos. La idea la está impulsando
un barcelonés, Jean Claude Rodriguez Ferrara, que ha fomentado la
creación de más de 80 CAF en España, Portugal y Senegal. La idea
107
viene heredada de zonas de América Latina o África, donde el
préstamo es una herramienta social, más que financiera. El trabajo
de Rodriguez Ferrara ha recibido el reconocimiento y la ayuda de la
red de emprendedores sociales Ashoka, que lo ha destacado como
una de las iniciativas internacionales más prometedoras del año
2010. Las CAF han dejado de ser un refugio solo para inmigrantes,
“invisibles” para los bancos, porque no tienen papeles o no tienen
trabajo. Aunque el 85% de los miembros de las CAF son
extranjeros, la actual dificultad para conseguir un crédito está
extendiendo esta práctica.
Bárbara Cvitan, es una chica croata de 28 años que lleva un par de
años en Barcelona. Llegó a España con una beca de intercambio
laboral y se quedó. Está haciendo un máster de Desarrollo
Internacional y trabaja en una empresa textil. No pasa penurias
pero su bajo sueldo, al igual que el de muchos de sus amigos
españoles, también la hace “invisible” a los bancos. A ella sólo le
prestarían dinero sus amigos. Y de hecho lo hacen. Bárbara
configuró con 13 personas más una comunidad autofinanciada
(entre 10 y 30 personas por CAF es lo habitual). “Nos reunimos una
vez al mes, ponemos 10 euros cada uno en una caja y discutimos
los créditos solicitados”, dice Bárbara. Gracias a uno de esos
créditos pudo pagar una fianza para el alquiler de una vivienda. La
media de los préstamos puede ser de unos 300 euros. Cada grupo
decide el interés a pagar, que en el caso de Bárbara es del 1%.
Finalmente el beneficio común generado por los intereses se reparte
o “nos lo gastamos en cenar juntos”, confiesa Bárbara entre risas.
Hay personas que gracias a esto pueden comprar libros para el
colegio de los niños, un frigorífico, o bien, pagar una deuda
financiera antes de un embargo. En muchos grupos, también se
suele depositar en un bote aparte una pequeña cantidad para un
fondo de emergencia. En casos especiales se entrega dinero de este
fondo a personas muy necesitadas, sin que tengan que devolverlo.
“El fondo de emergencia nos cuesta a cada uno solo cinco euros al
mes”, termina diciendo Bárbara.
Para finalizar este capítulo quiero señalar la existencia de los fondos
éticos, también llamados solidarios o ecológicos. Son fondos de
inversión que sólo invierten en determinadas empresas que
respetan rigurosos criterios de solidaridad, de justicia social y
sostenibilidad medioambiental, entre otros. Por el contrario, los

108
fondos de inversión convencionales se gestionan con el dinero de los
clientes de la banca tradicional, siguiendo exclusivamente criterios
de rentabilidad económica. Por tanto, tales ahorros pueden acabar
financiando una central atómica, una fábrica de armas o una
empresa que utiliza mano de obra infantil. Actualmente, algunas
entidades financieras españolas ofrecen una treintena de fondos
éticos. En general, determinadas fundaciones, asociaciones y ONG’s
velan por el respeto de los criterios asumidos por el fondo y reciben
una participación de los beneficios. La organización de Economistas
Sin Fronteras y la OCU ofrecen información independiente sobre el
mercado de inversiones éticas y alternativas.

El ciberactivismo
¿Para qué protestar con cacerolas y pancartas a la puerta de un
ministerio cuando miles de personas pueden colapsar el correo
electrónico del ministro haciéndole saber con todo detalle el porqué
de la protesta? Es mucho más efectivo reivindicar cualquier asunto
de interés público ante los poderes públicos o privados de una forma
masiva, con un mensaje claro y con nombre y apellidos, a que lo
haga el mismo colectivo de personas en una manifestación pública
estando la gran mayoría de sus integrantes inmersas en una masa
anónima de individuos. A este tipo de activismo social de última
generación que cada vez gana más adeptos y que poco a poco va
sustituyendo o complementando al activismo clásico, se le llama
ciberactivismo. Wikipedia, la enciclopedia libre de internet, define al
ciberactivismo como “el conjunto de técnicas y tecnologías de la
comunicación, basadas fundamentalmente en internet y telefonía
móvil, asociadas a la acción colectiva o desobediencia civil, bien en
el espacio virtual, bien en el plano real”.
Está claro que actualmente la mejor fórmula para que grandes
masas de seres humanos conozcan determinadas injusticias sociales
o ambientales es trabajando con los medios de comunicación al
alcance de la mayoría, es decir, internet y la telefonía móvil.
También es la mejor fórmula de unir a colectivos de ciudadanos
separados por miles de kilómetros, pero con intereses comunes,
para que de forma coordinada puedan dirigir sus protestas y
propuestas a personas, grupos o instituciones concretas. Los medios
que internet nos proporciona actualmente para los distintos fines

109
que se deseen conseguir, los encontraremos en la web participativa
2.0, esto es, las miles de páginas interactivas de Twiter, Facebook,
Linkedin, Youtube,...,millones de blogs y, por encima de todos, el
correo electrónico, esa poderosísima herramienta que nos permite
contactar con el presidente del Gobierno o con el consejero delegado
de la mayor multinacional del mundo. Pensemos que internet posee,
hoy en día, una audiencia estimada de unos 2.200 millones de
usuarios en todo el mundo, aproximadamente el 30% de la
población mundial. Solo en España hay unos 27 millones de usuarios
de la red, y el perfil del internauta, aquí y en todas partes, es el de
un agente cada vez más activo en la gran conversación global que
es la web 2.0. Los expertos han creado el término “mensajes
virales” para explicar el fenómeno de un vídeo o manifiesto que se
van pasando millones de personas, en cuestión de días e incluso
horas, gracias al correo electrónico, el teléfono móvil y las redes
sociales. Según explica Mario Medalion, director de la empresa Web
Optima y experto en internet 2.0, “Funciona, sobre todo, lo gracioso
y lo emocional; cuando un mensaje o un vídeo hace reír o transmite
emociones, la gente los pasa de unos a otros de forma exponencial.
Para el activismo social, internet es la fórmula”.
Si a las reivindicaciones políticas a través de internet se las llama
“política 2.0, a las que buscan soluciones y concienciación ecológica
se las llama “ecología 2.0”. En este sentido, y en opinión de Carmen
Arufe, responsable de Redes Sociales en WWF, “con Facebook,
Twiter o los boletines digitales se consiguen muchas más firmas que
cuando salimos a la calle con una mesa. Además, con estos nuevos
medios, llegamos a un público más joven que hasta ahora no estaba
interesado en la protección del medio ambiente. Estas nuevas
técnicas participativas permiten incluso llevar a cabo acciones en
todo el mundo con una mínima estructura, por iniciativa de un grupo
de personas e incluso de una sola, pudiendo llegar a la mente de
millones de personas, incluidos los políticos y líderes de grandes
empresas que son, al fin y al cabo, los destinatarios habituales de
las acciones de presión social. La más conocida campaña de este
tipo se llama “350 ppm”, creada en el año 2008 por el escritor
norteamericano Bill McKibben para presionar a los gobiernos para
reducir el CO2 de la atmósfera desde las actuales 385 ppm (partes
por millón) a un máximo de 350 ppm. La campaña se hizo célebre
en vísperas de la cumbre de Copenhague, en diciembre de 2009, y
consistió en imaginativas acciones en muchos rincones del planeta

110
que eran fotografiadas o filmadas y, acto seguido, subidas a la
página web de la campaña. A partir de ahí, el equipo de McKibben,
con ayuda de miles de voluntarios, difundían dichas acciones a
través de millones de correos electrónicos y desde todas las redes
sociales, muchísimos blogs y, también, por los medios de
comunicación convencionales. La enorme ciberpresión ejercida no
fue suficiente para arrancar de los negociadores de Copenhague un
acuerdo digno para reducir las emisiones de CO2, pero el día de la
acción climática (24 de octubre de 2009) acabó siendo “el día de
acción política con mayor cobertura geográfica de la historia”, según
informó la cadena CNN, con 5.200 acciones en 181 países en un
mismo día. Y, pese al fiasco posterior en la cumbre política de
Copenhague, se consiguió que 117 países apoyaran allí el difícil
objetivo de las 350 ppm de CO2.
Un magnífico ejemplo de éxito ecológico, gracias al uso de la red
activa “ecología 2.0”, es el logrado por Greenpeace. Es, con
diferencia, la más exitosa campaña de la última década conseguida
por los “guerreros del arco iris” sin tener que desplegar gigantescas
pancartas en edificios, fletar barcos o encadenarse a chimeneas
humeantes. Ha bastado un original vídeo en el que los ecologistas
parodian el famoso anuncio de las barritas de chocolate KitKat de
Nestlé. En el anuncio original se ve a un empleado de oficina que
decide hacer una pausa en su trabajo (“tómate un respiro, tómate
un KitKat”), y tras abrir el envoltorio de las chocolatinas, se las
come relajadamente. En la versión de Greenpeace, vemos a un
oficinista parecido que saca del envoltorio, en lugar de las barritas
de chocolate, unos dedos de orangután que tras morderlos chorrean
sangre por la boca del actor; para aclarar enseguida la desagradable
escena se puede leer la frase: “Nestlé, dale un respiro a la selva de
Indonesia. No utilices aceite de palma procedente de la destrucción
de sus bosques”. Eso, y una hábil difusión en miles de blogs, en
todas las redes sociales y los millones de correos electrónicos
reenviados, han causado un profundo y reconocido daño a la firma
Nestlé, hasta el punto de que el 17 de mayo de 2010, la
multinacional suiza anunció su compromiso de rechazar el aceite de
los proveedores implicados en las prácticas destructivas de bosques.
Y, además, para evaluar a sus proveedores, Nestlé tendrá a su lado
a The Forest Trust, una organización especializada en medir el
impacto en los bosques por motivo de las actividades económicas.
Ahora, en la web de Greenpeace, un orangután levanta una

111
pancarta que reza: “Gracias por darme un respiro”. La organización
ecologista ha colgado en su sitio de ciberacciones
(www.ciberactuacongreenpeace.es) el siguiente mensaje: “El vídeo
de KitKat en Youtube ha recibido más de un millón de visitas, y los
mensajes y llamadas a Nestlé han sido claves en la presión que,
entre todos, hemos conseguido…”

Las economías sociales


Como economías sociales podemos entender toda aquella clase de
economía alternativa que se desarrolla principalmente a nivel local,
para favorecer todo tipo de intercambios de materiales y/o servicios
entre personas que desean relacionarse de manera distinta a como
lo harían dentro del mercado capitalista. En este sentido y desde mi
experiencia personal puedo hablar de cinco tipos de economías
sociales que están cada vez más en auge: las redes de trueque, las
monedas locales, las gratiferias, los bancos del tiempo y los huertos
comunitarios. Estas se establecen hoy día como economías
alternativas a las que siempre podremos recurrir para favorecer los
intercambios bilaterales o multilaterales entre personas
desfavorecidas económicamente o entre personas concienciadas en
no usar, o usar lo mínimo, las monedas oficiales y las tarjetas
bancarias. Sobre todo en tiempos de crisis es cuando más proliferan
este tipo de economías, pues son capaces de dar respuesta a las
múltiples necesidades de las personas que van quedando excluidas
económicamente del sistema consumista capitalista y a su vez de
las personas que apuestan por otros tipos de economías más
solidarias y justas. En definitiva, las economías sociales conectan a
las personas, crean vínculos y con el tiempo convierte a la
comunidad en una especie de gran familia extendida.
El sistema de intercambio conocido como trueque existe desde los
orígenes de nuestra especie, mucho antes de que se inventara la
moneda de cambio. Ya sea a nivel particular entre dos partes que
desean intercambiar bienes o servicios de manera recíproca, o bien
dentro de un mercado en el que se dan cita un grupo de personas
con deseo de intercambiar, el trueque seguirá siendo una gran
alternativa económica a tener en cuenta, máxime si se regula con
una moneda social para dar valor a cualquier producto o servicio
que luego podrá canjearse por cualquier otro en el mismo momento

112
o con posterioridad. De este modo, por ejemplo, con motivo de la
conocida crisis argentina del “corralito”, pudieron satisfacerse las
necesidades básicas de millones de argentinos a través de las redes
de trueque que vertiginosamente se desarrollaron en aquellos
momentos, así como varias monedas sociales (la más conocida “el
arbolito”) que regularon eficazmente las transacciones de
intercambio.
Las monedas locales son un gran instrumento económico para
potenciar y regular las economías locales. Monedas sociales hay de
varios tipos, dependiendo principalmente de las necesidades sociales
que pretendan cubrir. Sin embargo, si nos fijamos solo en la paridad
de cambio, las monedas sociales pueden ser complementarias o
alternativas según se puedan cambiar o no por dinero de curso
legal. No se trata de reproducir el concepto de la moneda capitalista,
sino de recuperar el sentido original del dinero que era simplemente
un patrón de intercambio, evitando el uso especulativo o
acumulativo. Por todo el mundo hay diferentes experiencias: las hay
que utilizan una moneda física, otras utilizan una libreta donde
apuntan cada intercambio, o bien usando cuentas virtuales.
Centrándonos en las monedas complementarias, si cada municipio
creara su propio Banco Local para que los ciudadanos pudieran
cambiar las monedas oficiales por otras con validez exclusivamente
dentro de la localidad, favorecerían enormemente a sus economías
locales. Téngase en cuenta que todos los pequeños comercios, los
productores locales, los artesanos y resto de profesionales que
ejerzan su actividad dentro del área de influencia de una moneda
local, favorecerán a sus clientes con algún descuento en los precios
o cualquier otra ventaja para incentivar el uso de dicha moneda. Y
aunque no hubiese ventajas económicas o de otra índole, muchos
ciudadanos comprometidos y conscientes de las ventajas de apoyar
a las economías locales, cambiarían gustosamente sus monedas
para favorecer el desarrollo local y por tanto, la sostenibilidad
global. Las grandes superficies comerciales de empresas
multinacionales, los grandes supermercados y las franquicias
nacionales e internacionales, no podrían beneficiarse del uso de la
moneda local. Asimismo, los Bancos Locales se considerarán entes
públicos al servicio de la comunidad local, principalmente para el
cambio de monedas, sin que pueda haber en ningún caso ánimo

113
especulativo; ni siquiera en los casos en los que concedan
préstamos.
Como todos sabemos, los pequeños comercios son especialmente
valiosos para las economías locales, pues son el punto habitual de
venta para muchas de las pequeñas empresas locales: productores
de alimentos, artesanos, servicios de reparación, etc. Al igual que
ocurre en los pequeños huertos en relación a las grandes superficies
cultivables, los pequeños comercios tienden a emplear a más
personas en relación a los grandes comercios. Por eso no podemos
creer a los responsables de las cadenas de supermercados cuando
dicen que son ellos los que "crean" empleos: es difícil que sea así
desde el momento en que están forzando a que los comercios
minoristas tengan que cerrar. Esta afirmación no pasa el examen de
"ética empresarial" puesto que la reducción de costo, sobre todo de
salarios, es crucial en las cadenas de supermercados. Perder los
pequeños comercios locales es nefasto para sus dueños y para sus
trabajadores, pero también lo es para los proveedores locales y para
todos nosotros, ya que perdemos la posibilidad de consumir en
ellos.
Los comercios locales mantienen la salud de la comunidad. El paseo
diario hasta la tienda puede ser la única actividad de tipo social de
los ancianos que viven solos o de las personas con ingresos
limitados y sin coche. Pero puede serlo incluso para aquellos que
pueden permitirse ir a comprar más lejos, porque es en la tienda del
pueblo, en el pequeño supermercado, en la frutería, panadería,
pescadería, droguería, ferretería…, donde las personas de la
comunidad local se encuentran y relacionan.
Según algunos estudios comparativos, en un hipermercado el 80%
del dinero gastado se marcha de la economía local, beneficiándose
ésta sólo del 20% restante en sueldos e impuestos locales; por el
contrario, si el consumo se realiza directamente a productores
locales o en pequeños comercios con proveedores locales, entonces
el 80% del dinero gastado permanecerá en la economía local y se
iría sólo el 20%.
Por otro lado están las “gratiferias”, nacidas como tal hace pocos
años en Argentina y con gran fuerza de expansión principalmente
por Latinoamérica y España. Una gratiferia es una especie de
mercado celebrado en cualquier espacio, público o privado, donde el

114
principal protagonista es la ausencia de dinero. Su lema es “Trae lo
que quieras o nada y llévate lo que quieras o nada”. Por tanto, el
sentido de reciprocidad no tiene por qué darse porque puedo llevar
muchas cosas u ofrecer mis servicios para quienes lo necesiten sin
llevarme nada a cambio, o bien no aportar ni ofrecer nada pudiendo
llevármelo todo sin que nadie pudiera juzgarme por ello. Sin
embargo, lo que está ocurriendo realmente en estos encuentros
totalmente altruistas y solidarios es que las personas a las que les
sobran cosas, incluido el tiempo para ofrecer a los demás, se
desprenden de ellas con la intención de ayudar a quien las necesite
y, en la mayoría de las ocasiones, las reciben personas muy
necesitadas. Se trata por tanto de aprender a desapegarnos de las
cosas materiales sin juzgar a quién las recibe y también de aprender
a recibir cosas que necesitamos, de manera gratuita, sin tener que
hacer uso del dinero para comprarlas. En Sevilla, en el momento
que escribo esto, ya se han celebrado dos gratiferias organizadas
por el grupo-taller de la Vida Sencilla al que pertenezco desde hace
más de dos años. Se celebraron en ambos casos durante un
domingo por la mañana, en los Jardines del Valle de Sevilla, con un
resultado de participación muy elevado tanto en personas como en
transacciones de aportación y retirada de objetos así como de
prestación de algunos servicios. Además de estas transacciones
onerosas también hubo una sección de “abrazos gratis”, otra de
“sanación gratis” y un espacio anexo para el disfrute de otras
actividades: cuentacuentos, meditación guiada, yoga y talleres
varios. La experiencia es muy enriquecedora para quienes tenemos
el privilegio de organizarlas así como para el público en general que
demanda que se realicen más y con más frecuencia.
Sobre los bancos del tiempo (en adelante BdT), Lucía del Moral, en
su obra “Espacios económicos alternativos y sostenibilidad de la
Vida”, los define como “una red de intercambios multilaterales y
multirrecíprocos de actividades, habilidades y conocimientos en la
que la moneda de cambio es el tiempo: el valor de todo servicio
viene determinado por la cantidad de tiempo empleado en
realizarlo”. Por tanto, un BdT es un sistema de intercambio de
servicios por tiempo. En él la unidad de intercambio no es el dinero
sino una medida de tiempo, por ejemplo, la hora. Es un sistema
sencillo de intercambio de servicios, favores y conocimientos. A mi
modo de ver es un sistema justo, de reciprocidad compartida, que
favorece a la persona participante y a su comunidad, dándosele

115
importancia, principalmente, al resultado final del servicio prestado,
al tiempo total consumido y a la buena intención y dedicación de
quién lo presta. Actualmente, los BdT, aunque no lo precisen,
funcionan mucho mejor con el soporte de la tecnología de la
información a través de internet, generalmente, dentro del área de
influencia de una comunidad, teniendo muy en cuenta la cercanía
física de quienes participen en ellos.
Un BdT es una experiencia de empoderamiento de la ciudadanía,
que contribuye a romper la tendencia asistencial y crea un
verdadero tejido social. Los BdT fueron creados hace unas décadas
para solventar problemas de escasez de dinero en determinadas
economías del tercer mundo y en el primer mundo se pusieron en
marcha para solucionar uno de los grandes problemas de las
sociedades industrializadas: la integración y el sentimiento de
pertenencia a una comunidad. En todo el mundo funcionan ya miles
de bancos del tiempo. Sólo en Italia hay más de 300 y en España ya
se han puesto en marcha más de 150. La regla de oro de un BdT es
conjugar la actividad útil con el placer y la solidaridad, es decir,
hacer por entusiasmo y con buen humor lo que, de otro modo,
alguien haría simplemente como un deber remunerado. Cuanto
mayor crédito de tiempo circule y cuanta más gente comparta su
tiempo y sus talentos entre ellos más rica se convertirá la
comunidad en la que viven y se mueven. Así, toda persona siempre
tendrá alguna oportunidad de ser un dador/receptor de tiempos de
servicio y, por consiguiente, se convierte en un miembro productivo
para la comunidad. Asimismo, las personas desempleadas que están
dentro del área de influencia de un BdT, pueden ser las personas
potencialmente más productivas dentro de su comunidad,
abriéndose para ellos nuevas y valiosas oportunidades de trabajo.
Por último, los huertos comunitarios se están convirtiendo en una de
las más importantes opciones de economía social, al posibilitar la
llamada “soberanía alimentaria” de los grupos de personas que los
conforman. Por soberanía alimentaria podemos entender la
capacidad de empoderamiento que tenemos las personas de una
comunidad o región para autoabastecernos de alimentos producidos
en nuestros entornos cercanos con criterios éticos y de
sostenibilidad. Si el autoabastecimiento de dichos alimentos se
produce gracias al trabajo y gestión realizados por un grupo de
personas sobre un huerto comunitario, entonces el usufructo del
mismo se destinará principalmente al autoconsumo de las personas
116
y familias que conforman dicho grupo. A tales personas se las llama
actualmente “prosumidoras”, por ser al mismo tiempo personas
productoras y consumidoras. Sacar adelante un huerto comunitario
con los criterios antes mencionado, requiere en primer lugar de una
parcela o finca donde llevar a cabo el proyecto y en segundo lugar
de un grupo de personas afines con capacidad de auto-organizarse y
formarse para dicho fin. Incluso en poco espacio (por ejemplo en
azoteas), con los conocimientos adecuados, se podría sacar mucho
provecho al terreno usando técnicas de máximo aprovechamiento
del agua y de los recursos naturales disponibles, como por ejemplo,
a través de la permacultura que respeta totalmente los ciclos
naturales. Hoy día, en muchos municipios y ciudades de España, se
están concediendo por parte de los ayuntamientos parcelas de
terreno para su cultivo por los residentes de la localidad que lo
soliciten y cumplan ciertos requisitos. En algunos parques de las
principales ciudades se están gestionando huertos urbanos por
personas jubiladas y desempleadas. Es una maravillosa opción que
todos los ayuntamientos deberían promover sin trabas entre sus
ciudadanos. Si además, el entramado de relaciones personales que
se forjan en un proyecto comunitario de esta índole evoluciona hacia
un proyecto más integral como pudiera ser la creación de una
ecoaldea, se estarían sentando las bases de lo que podrían ser las
futuras comunidades autosuficientes, no solo en producción de
alimentos, sino también de ropa, calzado, vivienda, energía,
educación, salud, ocio, etc.

Para la reflexión:
“La Tierra es suficientemente grande para satisfacer las necesidades
de todos, pero siempre será pequeña para la avaricia de algunos”
- Mahatma Gandhi -

“El capitalismo es un productor de escasez: produce poco para


muchos, produce mucho para pocos y produce mal para todos”
- Juan Torres López (Sevilla) -

117
CONCLUSIÓN

Sabemos que los seres humanos estamos dotados de una gran


sensibilidad hacia la naturaleza y que, aunque en muchos casos no
la manifestamos, es inherente a nosotros. Si escuchamos y
desarrollamos ese sentimiento, acabaremos sensibilizándonos con la
dinámica de la naturaleza y por tanto con la de nosotros mismos.
También estamos dotados de inteligencia suficiente para
comprender que lo que se halla lejos de nosotros nos afecta y que,
asimismo, lo que sucederá en el futuro también nos concierne.
¿Realmente deseamos que la vida de nuestros hijos y nietos sea
menos bella y más complicada que la nuestra? Si no es así, ahora es
cuando hay que empezar a evitarlo. Para ello no bastan las
decisiones personales desconectadas de las demás personas. Mucho
más eficaz es la colaboración.
El ser humano es un ser social que continuamente se enfrenta a
problemas de enorme complejidad. Las soluciones solo pueden
llegar de manera conjunta y fruto de la inteligencia compartida. Los
ciudadanos de a pie, que no formamos parte de los grupos políticos
con gran poder de decisión y ejecución, disponemos además de la
capacidad de voto, de la posibilidad de presionar a los dirigentes
políticos a través de las manifestaciones y concentraciones pacíficas,
y del ciberactivismo cooperativo. Al mismo tiempo, podemos formar
parte de cooperativas de consumidores, asociaciones vecinales o
culturales, bancos del tiempo, redes de trueque y monedas sociales,
organizaciones a favor de la justicia global y en defensa de la
naturaleza,… algunas de ellas con sedes en nuestra propia localidad,
y la mayoría a nuestro alcance a través de internet. Participar en
alguna de ellas, en la medida de nuestras posibilidades, es mucho
mejor que pagar una cuota mensual para descargar la consciencia.
Si encontramos grupos o asociaciones que merezcan nuestra
confianza, podemos implicarnos en acciones colectivas de gran
eficacia.
También sabemos que la situación socioeconómica actual no es nada
halagüeña; el creciente nivel de consumo de una población mundial
que aumenta en número en un planeta de recursos limitados, nos
puede hacer pensar que por muchos esfuerzos que hagamos por
mejorar la situación, los resultados finales para nuestro planeta y
para la vida que ella alberga van a seguir siendo catastróficos. Este
pensamiento, totalmente razonable y lógico, no debe desanimarnos
118
en continuar aumentando nuestros esfuerzos hasta asegurarnos que
dejamos un mundo en proceso de recuperación. El trabajo será
arduo a todos los niveles, pero el principio del camino que nos
llevará hacia la Tierra que Queremos dejar en herencia a nuestros
descendientes, lo tenemos que empezar a andar, en primer lugar,
en nuestras vidas cotidianas y familiares. En segundo lugar, es de
vital importancia que no actuemos solos, es mejor que nos
agrupemos y asociemos, para así alentar con mucha mayor fuerza y
eficacia a quienes en principio no se sumen a cualquiera de los
diferentes movimientos que existen o se creen para la mejora de la
humanidad y la recuperación del planeta. A pesar de todo, ya sea
para bien o para mal, no podemos saber ni decidir cómo será el
futuro en todos sus detalles. Sin embargo, como dice el reconocido
filósofo y sociólogo Edgar Morin, “aún en el más negro de los
escenarios, sigue siendo posible lo improbable” o “sepamos confiar
en lo inesperado y trabajar para lo improbable”.
La orientación hacia la Suficiencia Personal y la Autosuficiencia
Comunitaria es una salida totalmente viable hoy por hoy. Las
demandas de grandes cambios en todos los sectores de la sociedad
se oyen por todas partes. Hay esperanza y sobre todo
conocimientos para que el actual modelo político-económico
internacional evolucione hacia un Modelo Global Multilocal1, basado
en la Política Glocal, los Gobiernos de Consciencia, la Economía
Cósmica y la Pueblocracia, que finalmente nos conducirá hacia un
mundo sostenible y solidario de Comunidades Autosuficientes. La
necesaria transformación para actuar en grupos está avalada por
nuestra gran capacidad de adaptación y supervivencia que
históricamente siempre el ser humano ha demostrado en situaciones
críticas. A nuestro favor tenemos que estamos dotados
biológicamente (según investigaciones científicas sobre nuestro
cerebro) de mecanismos neurológicos que nos ayudan a empatizar y
colaborar con los demás.
Como contrapartida a la importantísima vida social cooperativa, es
igualmente necesario cultivar la vida interior, pues ahí se encuentra
el centro que nos provee de libertad absoluta, del gozo de la
creación y, por supuesto, de la aventura espiritual. Asimismo,
conocer y respetar la vida interior de los demás, da lugar a nuevas

1
Modelo explicado y desarrollado en “Guía sobre Educación, Economía y Política para el siglo XXI” que se puede
consultar y descargar gratuitamente a través de la página www.guiassiglo21.blogspot.com.es

119
formas de relacionarse más relajadas y creativas. Me gustaría
concluir diciendo que el futuro todavía lo podemos escribir
nosotros y, por tanto, aún estamos a tiempo de co-crear el
Mundo que Queremos. Aunque podamos equivocarnos al hacerlo,
intentémoslo y atrevámonos a aprender:
Aprender a satisfacer nuestras verdaderas necesidades; aprender a
llevar un estilo de vida saludable y respetuoso con el entorno;
aprender a consumir únicamente lo que necesitemos para nuestra
subsistencia y desarrollo personal; aprender a cooperar en lugar de
competir; aprender a mejorar nuestra vida y la de los que nos
rodean; aprender a cultivarnos interiormente; y tal como dejé por
escrito en el libro “La huelga tranquila”, podemos aprender a
“servir a los demás antes de servirnos, entendiendo que si
todos damos antes de recibir, finalmente todos quedaremos
servidos”.
Con mucha Esperanza y Amor.
Manuel López Arrabal (glocalismo@gmail.com)

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