Identificada una nueva vía bacteriana de producción de
sulfuro de dimetilo, un compuesto relacionado con la
regulación global del clima Un equipo científico en el que participan investigadores de la UB ha identificado en bacterias una nueva vía de producción de sulfuro de dimetilo, un compuesto orgánico volátil sulfuroso que destaca por su potencial participación en la regulación global del clima. Este trabajo, publicado en la revista Nature Communications, está firmado por M.ª Elena Mercadé y Ornella Carrión, del Departamento de Microbiología y Parasitología Sanitarias de la UB; Jonathan Todd y Andrew R. J. Curson (Universidad de Anglia Oriental, Reino Unido); Deepak Kumaresan (Universidad de Australia Occidental, Australia), y Yunyun Fu y Andrew Lang (Universidad Memorial de Terranova, Canadá). El sulfuro de dimetilo (DMS) es un compuesto orgánico volátil sulfuroso que tiene un papel primordial en el ciclo del azufre y actúa como compuesto señalizador en cadenas tróficas. Tal como explica Ornella Carrión, que es la primera autora del artículo y ha hecho la tesis doctoral sobre nuevas vías de producción de sulfuro de dimetilo bajo la dirección de la profesora M.ª Elena Mercadé en la UB, «se calcula que cada año se generan aproximadamente 3 x 10 14 gramos de este gas. Hasta ahora se creía que la vía principal para producirlo era el catabolismo microbiano del dimetilsulfoniopropionato (DMSP), procedente del plancton marino». No obstante, este nuevo estudio científico ha descubierto y caracterizado el primer gen — llamado mddA— que codifica la síntesis de una enzima metiltransferasa que metila el metilmercaptano (CH4S) y genera DMS. M.ª Elena Mercadé remarca que «es un hecho sorprendente encontrar que este gen está presente en bacterias de grupos taxonómicamente variados —incluido el patógeno Mycobacterium tuberculosis— y en metagenomas de diferentes ecosistemas, sobre todo terrestres. Es probable que esta vía, hasta ahora desconocida, pueda contribuir de forma significativa a las emisiones de DMS y que, por tanto, rompa el tópico establecido hasta ahora de que el DMSP de origen marino es el único precursor importante en la producción de DMS». En esta línea de trabajo, el Consejo de Investigación del Medio Ambiente Natural del Reino Unido (NERC) ha concedido una ayuda importante al grupo codirigido por Jonathan Todd, Colin Murrell y Ornella Carrión para continuar el estudio sobre la producción de gas DMS por esta nueva vía metabólica mediante un proyecto de investigación en el que también participará la Dra. Mercadé.
Nuevos datos sobre la biología del patógeno
oportunista Serratia liquefaciens Las bacterias del género Serratia pertenecen a la familia Enterobacteriaceae y son frecuentemente aisladas en infecciones hospitalarias. S. liquefaciens puede causar distintas infeccionesy además es capaz de adquirir resistencia a antibióticos de forma rápida. Sin embargo, los factores de virulencia que podrían contribuir a su patogénesis con prácticamente desconocidos. Los investigadores del IDIVAL han caracterizado la producción de moléculas de quórum-sensing en esta especie, así como la expresión de estructuras en la superficie de las bacterias, que podrían intervenir en la formación de biocapas en el ambiente hospitalario. El primer trabajo, publicado en Applied and Environmental Microbiology, ha contado con la colaboración de investigadores del Hospital Clínic de Barcelona, Universidad de Santiago de Compostela, Universidad de Cantabria y Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. En un segundo trabajo, publicado en Genome Announcements, se ha secuenciado el genoma de una de las cepas clínicas más citotóxicas, utilizando la tecnología de secuenciación SMRT, e identificándose un total de 125 genes posiblemente implicados en su virulencia, entre ellos, importantes toxinas. Estos resultados proporcionan valiosa información sobre el poder patogénico de esta especie y sus mecanismos de evolución, y además, abren nuevas vías de estudio para entender la patogénesis de Serratia y la respuesta del hospedador a su infección.
Disbiosis intestinal y su relación con el sistema
inmunológico Se define como ‘disbiosis’ cualquier cambio en la composición de la flora microbiana residente en nuestro organismo en relación a la comunidad que existe en un individuo sano [1]. Hoy en día se sabe que cambios en la estructura de estas comunidades pueden ser responsables de respuestas erróneas del sistema inmunológico. Hay varios factores que pueden influir estos cambios: la dieta, las infecciones, el uso de antibióticos o la genética del huésped serían algunos ejemplos. Existen varios tipos de disbiosis: la relacionada con la pérdida de microorganismos beneficiosos, la asociada a la expansión de microbios patógenos y la debida a la pérdida de diversidad microbiana [1]. ¿Cómo influye la flora bacteriana en el funcionamiento del sistema inmunitario? Entre los órganos de nuestro cuerpo, el tracto gastrointestinal es la zona más expuesta a antígenos externos. Por esa razón, resulta esencial que el sistema inmunológico que actúa en ese lugar lo haga de manera regulada y precisa, siendo capaz de crear tolerancia a antígenos comensales y/o antígenos ingeridos en la dieta mientras reconoce y dispara una respuesta frente a agentes externos dañinos. La flora juega un papel esencial en este proceso. Por ejemplo, cambios en la composición de la microbiota intestinal pueden aumentar la susceptibilidad de padecer enfermedades crónicas como la colitis ulcerosa, la enfermedad de Crohn, la celiaquía (y otras alergias alimentarias) así como enfermedades sistémicas como la obesidad o la diabetes tipo 1 y tipo 2 [2]. Y, ¿a qué se debe esto? Los microorganismos del tracto gastrointestinal llevan a cabo múltiples funciones: participan en los procesos digestivos (rompiendo carbohidratos complejos, produciendo ácidos grasos de cadena corta, sintetizando vitaminas…) pero también evitan infecciones, compitiendo contra organismos patógenos (evitando su adhesión al tejido, compitiendo por los nutrientes, secretando péptidos antimicrobianos, y manteniendo el pH intestinal) [2], [3], [4]. Entre sus funciones directas, influyen en la cantidad de linfocitos T reguladores (Treg), células esenciales en la adquisición de tolerancia en el intestino [3], [5]. En modelos animales se ha visto que la función de estas células se ve comprometida cuando no existe flora comensal y que puede restablecerse al restaurarla. Por lo que se sabe, esta regulación es llevada a cabo por ácidos grasos de cadena corta, es decir, productos de fermentación generados por estas bacterias [1], [2]. Por otro lado, también se ha demostrado que estas bacterias pueden reducir la inflamación controlando los niveles de citoquinas [6]. Otra observación sugiere que las células epiteliales intestinales expresan menor cantidad de receptores de tipo Toll y moléculas del complejo II de histocompatibilidad en ausencia de microbiota [7]. En definitiva, entender la relación que existe entre nuestro sistema inmunitario y nuestra microbiota nos ayudaría a dirigir nuevas terapias que mejoren nuestra salud digestiva e intestinal.
El estudio del epigenoma conecta la longevidad celular
con el cáncer Investigadores del IDIBAPS y de la Universidad de Barcelona (UB) lideran un estudio, que publica hoy la prestigiosa revista Nature Genetics, en el que revelan una conexión inesperada entre los cambios epigenéticos asociados a la maduración de los linfocitos y los observados en cáncer. Ambos procesos comparten modificaciones similares en amplias regiones del genoma. El trabajo, dirigido por el Dr. Iñaki Martín-Subero, investigador del Departamento de Anatomía Patológica, Farmacología y Microbiología de la UB y del IDIBAPS, analiza por primera vez el epigenoma durante la maduración celular de los linfocitos B, las células del sistema inmune encargadas de producir los anticuerpos, y proporciona los mapas epigenéticos de cada paso de este proceso. En 2001, tras finalizar la secuenciación del genoma humano, los científicos vieron que conocer la secuencia completa del ADN no permitía comprender su función o cómo una misma secuencia genética podía dar lugar a los múltiples tipos celulares que componen el organismo . De ahí emerge la importancia del estudio del epigenoma, que es todo aquello que altera la expresión de los genes pero sin modificar la cadena de ADN. Es “como el software que controla las funciones del genoma, que, en este caso, representaría el hardware”, explica el Dr. Iñaki Martín-Subero. El artículo que publica Nature Genetics profundiza en los procesos epigenéticos que tienen lugar durante la maduración de los linfocitos B de la sangre y demuestra que el epigenoma humano es mucho más dinámico de lo que se creía: en el proceso de maduración normal de estas células cambia un 30% del epigenoma lo que afecta a varios millones de regiones del genoma. “ Esta puede ser la clave para que un solo genoma pueda generar la gran cantidad de células con funciones diferentes que componen nuestro organismo”, ha remarcado el Dr. Martín-Subero. El estudio también revela que, a diferencia de lo que se había publicado hasta ahora respecto a la metilación del ADN, el principal mecanismo epigenético, tan solo una pequeña proporción de los cambios en el grado de metilación tienen que ver con la expresión de los genes. Así, comenta Martín-Subero, “parece que la metilación es la que imprime en el ADN la historia de las células desde su origen en la célula madre hasta que están totalmente diferenciadas. Nos habla de qué regiones del genoma tienen funciones esenciales para la maduración de los linfocitos, de cuánto han proliferado durante este proceso y también de su edad celular.” Nuevo enfoque en la epigenética del cáncer Por otro lado, este nuevo estudio revela que más de la mitad de los cambios epigenéticos que se creían específicos de las células tumorales se observan ya en células de la sangre de larga vida. Este hallazgo inesperado cuestiona los modelos actuales de la epigenética del cáncer. “ Hemos encontrado una firma epigenética en los linfocitos de larga vida que anteriormente solo se asociaba a las células del cáncer. Este trabajo propone un nuevo modelo integrador en el cual la longevidad celular, tanto si ocurre en el contexto del cáncer, del envejecimiento o de células sanas se asocia con características epigenéticas similares”, explica Martín-Subero. En este trabajo, coordinado desde el IDIBAPS y la UB, han participado laboratorios de Barcelona, Madrid y Pamplona e investigadores de instituciones de Alemania, Francia, Holanda, Reino Unido, Estados Unidos y Corea del Sur. Para poder descifrar cómo cambia el epigenoma a medida que los linfocitos maduran, la participación del Centro Nacional de Análisis Genómico (CNAG) de Barcelona ha sido esencial. Según el Dr. Ivo Gut, director del CNAG “este estudio ha requerido la aplicación de técnicas avanzadas de secuenciación masiva y el desarrollo de nuevos métodos de análisis “. La Dra. Marta Kulis, investigadora de la UB y primera firmante del estudio, comenta que “el análisis de los datos ha sido un auténtico desafío: hemos trabajado durante 3 años para realizar los experimentos y extraer toda la información contenida en la enorme cantidad de datos generados. “ El estudio abre nuevos horizontes en el estudio de las células del sistema inmune, el envejecimiento y el cáncer y ofrece a la comunidad científica una nueva herramienta con implicaciones tanto en investigación básica como traslacional. El Dr. Elias Campo, Director de Investigación del Hospital Clinic de Barcelona, Catedrático de la UB y coautor del estudio, subraya que “la mayor contribución de este trabajo es que proporciona una nueva visión que relaciona la maduración celular normal y el cáncer y que cambia nuestra manera de percibir el epigenoma de esta enfermedad”. El proyecto Blueprint El estudio se enmarca en el proyecto Blueprint, la contribución de la Unión Europea al Consorcio Internacional del Epigenoma Humano. Con una inversión de 30 millones de euros, se encarga de generar al menos 100 epigenomas de referencia de las células sanguíneas de personas sanas y con distintas enfermedades asociadas como leucemias, linfomas o enfermedades autoinmunes. El equipo de los Dres. Martin Subero y Campo se encarga de generar el epigenoma de los linfocitos B y de varios tipos de cánceres derivados de este tipo celular.
Identificada la causa de la extraordinaria resistencia de
los biofilms bacterianos La mayoría de los organismos vivos se organizan en poblaciones formadas por un número elevado de individuos. Esto es así incluso en organismos unicelulares simples como las bacterias, que habitualmente conviven en grandes comunidades denominadas biofilms. Estas comunidades pueden llegar a ser del orden de millones de individuos y coexisten en condiciones de estrés debido a la escasez de nutrientes y a la presencia de agentes tóxicos externos (como antibióticos y toxinas químicas). A pesar de que han de enfrentarse a condiciones tan complicadas, los biofilms bacterianos son notablemente resistentes y difíciles de erradicar. Resolución de los conflictos sociales en comunidades bacterianas El 22 de julio, Nature publica un estudio coordinado conjuntamente por los investigadores Jordi García-Ojalvo, del Departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud (CEXS) de la UPF y Gurol Suel, de la Universidad de California en San Diego (EE.UU.), que muestra cómo la extraordinaria resistencia de los biofilms es el resultado de la resolución de un conflicto social entre bacterias del interior y de la periferia de la comunidad bacteriana. Como explica García-Ojalvo, "en situaciones de restricción de nutrientes, las bacterias situadas en la periferia consumen la mayoría de los recursos disponibles y con ello limitan enormemente los nutrientes que llegan al interior del biofilm. Por otra parte, el interior depende de la periferia para protegerse de los ataques externos, al igual que sucedía en las ciudades amuralladas en el pasado", ha comentado. Así pues, hay un conflicto entre protección del conjunto del biofilm y la viabilidad del interior del mismo. "Nuestro trabajo muestra, mediante una combinación muy estrecha de experimentos de microscopía time-lapse y modelos matemáticos, que la comunidad de bacterias resuelve este conflicto mediante paros cíclicos en el crecimiento del biofilm", dice García-Ojalvo. Un metabolito regula el ciclo de su crecimiento Estas oscilaciones o paros cíclicos en el crecimiento del biofilm permiten a las células del interior obtener los nutrientes que necesitan, evitando ser ahogadas por las de la periferia. La viabilidad de las células de la periferia, al mismo tiempo, confiere al biofilm una gran resistencia a los ataques externos. Para conseguir que el biofilm detenga su crecimiento periódicamente, las células del interior producen un metabolito esencial del que dependen las células de la periferia para poder proliferar. Marçal Gabaldà Sagarra, coautor del trabajo y miembro del equipo de García Ojalvo en el CEXS- UPF, ha sido el responsable del desarrollo del modelo matemático del biofilm, y ha comentado, "hemos visto que se establece una codependencia metabólica que da lugar a un comportamiento cíclico. Cuando el interior está tan estresado que deja de producir metabolito, las células de la periferia se ven obligadas a dejar de crecer. Es entonces que los nutrientes pueden llegar de nuevo en el interior y se vuelve a producir el metabolito, lo que permite de nuevo el crecimiento de la periferia, reiniciándose así el ciclo". Un proceso para erradicar el biofilm bacteriano García-Ojalvo ha añadido, "nuestro trabajo también sugiere el mecanismo para destruir el biofilm". A pesar de lo que cabría esperar, esta estrategia se basa en favorecer el crecimiento continuado de la periferia que termina ahogando el interior. Una vez el interior del biofilm ha sido destruido, se puede actuar sobre la periferia con agentes tóxicos (antibióticos y sustancias químicas) para erradicarlo completamente. La relevancia de este estudio radica en el conocimiento que aporta para poder diseñar estrategias para contrarrestar infecciones bacterianas en el cuerpo humano, y también para la desinfección de superficies afectadas por biofilms. Estos resultados podrían ayudar también a entender el comportamiento de otras poblaciones celulares en crecimiento, como lo son los tumores cancerosos y los agregados de células madre embrionarias.
Una micobacteria podría sustituir el tratamiento actual
del cáncer de vejiga Las micobacterias son las únicas bacterias que se utilizan para el tratamiento del cáncer. En el caso del cáncer de vejiga superficial, la micobacteria Mycobacterium bovis (BCG) se administra a través de un catéter directamente en la vejiga en los pacientes, después de la extirpación del tumor. El BCG evita la aparición de nuevos tumores pero, a pesar de su eficacia, este tratamiento conlleva numerosos efectos adversos, y los más graves de ellos son casos de infecciones por BCG que deben tratarse con fármacos antituberculosos. La investigación, iniciada hace siete años por el grupo de Investigación en Micobacterias y dirigida por la doctora Esther Julián, del Departamento de Genética y Microbiología de la Universitat Autònoma de Barcelona, ha dado lugar al descubrimiento de la capacidad antitumoral de la Mycobacterium brumae. Los investigadores han estudiado las características de un amplio grupo de micobacterias y han demostrado que, de todos ellos, M. brumae es capaz de reducir el crecimiento de las células tumorales de vejiga y de activar una respuesta inmunológica. Los estudios preclínicos llevados a cabo con ratones modelo de cáncer de vejiga han demostrado la eficacia de la micobacteria M. brumae en el tratamiento de esta enfermedad. Los ratones con tumor de vejiga que han sido tratados con M. brumae del mismo modo en que se trata a los pacientes, sobreviven más tiempo que los no tratados e, incluso, en una mayor proporción que los tratados con la micobacteria habitual, el BCG. Los estudios realizados en la UAB también han demostrado que M. brumae no es patógeno, es decir, no tiene riesgo de provocar infecciones. La investigación indica, por tanto, que tendría menos efectos adversos en los pacientes que los que actualmente presenta el BCG. Además, el hecho de que el M. brumae sea una micobacteria de crecimiento rápido y no patógena hace que su producción a gran escala sea más sencilla y rápida que la producción de BCG. De hecho, en los últimos años las dificultades para producir el BCG han ido provocando problemas en su suministro para el tratamiento de los enfermos con cáncer de vejiga. "Los resultados obtenidos indican que el Micobacterium brumae es un candidato idóneo para sustituir al tratamiento actual con BCG para el cáncer superficial de vejiga", concluye la investigadora de la UAB Esther Julián. El trabajo, publicado en la revista European Urology Focus, ha sido realizado en colaboración con la doctora Rosa M. Rabanal de la Unidad de Patología Murina y Comparada del Departamento de Medicina y Cirugía Animal de la UAB, y el grupo Bacterial Infections and antimicrobial Therapies liderado por el doctor Eduard Torrents, del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC).
Un paso adelante en la obtención de células madre de
la sangre en el laboratorio Un trabajo internacional liderado por investigadores del IMIM (Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas) publicado en la revista Nature Communications, ha descubierto que la intensidad o eficiencia como se activa una proteína llamada Notch, que está involucrada en las diferentes etapas del desarrollo embrionario, determina el destino de las células, es decir, si las células formarán la arteria aorta o si formarán células madre de la sangre (hematopoyéticas). En el caso de las células arteriales es necesario que se activen muchas moléculas de Notch mientras que en el caso de las células hematopoyéticas se necesitan muchas menos. Según la Dra. Anna Bigas, coordinadora del grupo de células madre y cáncer del IMIM "para conseguir estos niveles de activación, hemos demostrado que existe una competencia entre dos proteínas que activan Notch, es decir, entre dos ligandos, por lo que una limita la activación generada por la otra para poder formar células madre hematopoyéticas ". Hasta ahora se sabía, por trabajos de este mismo grupo y de otros grupos, que la activación de Notch era imprescindible para formar arterias y para formar células madre hematopoyéticas. También se sabía que las proteínas responsables de esta activación eran los ligandos Delta4 y Jagged1 respectivamente. Los investigadores han demostrado con este trabajo como funciona esta señal para conseguir un nivel de activación determinado y formar los dos tipos de células diferentes. Esto es importante para determinar las señales que se necesitan para generar células madre hematopoyéticas en el laboratorio, ya sea a partir de células madre embrionarias o a partir de otras fuentes. "Actualmente ya se están obteniendo células en el laboratorio con características de células madre, pero es un proceso poco eficiente y poco reproducible todavía. Este estudio ayudará a mejorar la calidad y eficiencia en la obtención de células madre hematopoyéticas y esto puede suponer, en un futuro, la posibilidad de obtener una fuente inagotable de células para trasplantes hematológicos y por tanto, la posibilidad de un trasplante para muchos enfermos que no tienen donantes compatibles "comenta la investigadora. Los investigadores han realizado el estudio actual a partir de células de ratón, ahora el siguiente paso es reproducir la investigación con células embrionarias humanas o con células endoteliales reprogramadas donde creen que funcionará de manera similar. Además, es muy posible que mecanismos similares funcionen para generar otros tipos celulares. "A pesar de que la aplicación no es inmediata porque aún no se conocen todas las señales y cómo regularlas, poco a poco se va confeccionando un protocolo más preciso para saber cómo generar células con capacidad de ser trasplantadas " concluyen los investigadores. Hallan bacterias con potencial terapéutico en el agua de lluvia Investigadores de la Universidad de Oviedo han conseguido aislar y cultivar bacterias con capacidades potencialmente terapéuticas en las precipitaciones de agua, granizo y nieve. El hallazgo de estos recursos atmosféricos supone una fuente novedosa e inexplorada para el descubrimiento de nuevos medicamentos. Así lo indica Gloria Blanco, profesora del Área de Microbiología del Departamento de Biología Funcional de la institución académica asturiana. Esta investigadora explica que la principal fuente de antibióticos y antitumorales es la naturaleza, donde se encuentran unas bacterias denominadas actinobacterias, con potencial farmacológico, sobre todo las especies del género Streptomyces. Estos organismos, que durante el siglo XX se consideraban exclusivos del medio terrestre, viven también y de manera abundante en los océanos. Ya en febrero de 2013 este grupo de científicos de la Universidad de Oviedo empezó a aislar bacterias a partir de muestras de precipitaciones atmosféricas recogidas en las ciudades de Gijón y Oviedo. A lo largo de estos tres últimos años, el equipo de Gloria Blanco ha logrado cultivar en el laboratorio un gran número de estos microorganismos obtenidos a partir de fuentes atmosféricas. Los estudios han confirmado de este modo que estas bacterias, además de vivir en ambientes terrestres y marinos, pueden desplazarse asociadas al ciclo hidrológico. Gloria Blanco destaca el "evidente interés" de estos descubrimientos dadas las necesidades médicas actuales. El hallazgo de estas actinobacterias en precipitaciones atmosféricas tiene además un valor ecológico añadido. Este equipo de investigadores ha propuesto un modelo de dispersión de estos microorganismos por tierra, mar y aire siguiendo el ciclo hidrológico del planeta. El punto clave en su hipótesis, según la profesora del Departamento de Biología Funcional, está en la generación de los aerosoles marinos que forman las nubes y que, en este proceso, se llevan consigo bacterias que serán posteriormente diseminadas por continentes y océanos de la Tierra. Estos trabajos han sido recientemente publicados en la revista Microbial Ecology. Los científicos señalan que estos recursos atmosféricos suponen una fuente novedosa e inexplorada para el descubrimiento de medicamentos La línea de investigación de este equipo multidisciplinar, integrado por biólogos, biotecnólogos, químicos y médicos, se centra en la búsqueda de nuevos antibióticos y antitumorales a partir de hábitats naturales previamente inexplorados. La profesora Blanco destaca que, ante el creciente problema de las resistencias a los fármacos, se hace cada vez más necesaria la búsqueda de nuevas moléculas. Los investigadores de la Universidad de Oviedo iniciaron en 2007 el aislamiento de Streptomyces a partir de líquenes terrestres y, en 2010, dieron un paso más al encontrar poblaciones de estas bacterias en ecosistemas de algas en las playas de Gijón. Estos primeros indicios les animaron a buscar estos microorganismos en medios marinos más profundos del Cantábrico. Fue así como en 2012, al conocer las expediciones del proyecto DOSMARES al Cañón de Avilés, los científicos se pusieron en contacto con el ecólogo marino José Luis Acuña, quien les invitó a participar en la campaña BIOCANT3 en la primavera de 2013. Ese mismo año empezaron a aislar las primeras actinobacterias en las precipitaciones de agua, granizo y nieve caídas en Asturias. La profesora Gloria Blanco destaca la labor de equipo de profesionales de distintas áreas de conocimiento de departamentos de la Universidad, como Biología Funcional, Biología de Organismos y Sistemas, e Ingeniería Química y Tecnología del Medio Ambiente. Participan también especialistas del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), Hospital de Cabueñes y Centro de Experimentación Pesquera del Principado. El estudio se enmarca dentro de las líneas de investigación del Observatorio Marino de Asturias (OMA) sobre la exploración de la vida marina del Cantábrico y la explotación de sus recursos naturales. El OMA se inscribe en las iniciativas puestas en marcha desde el Campus de Excelencia Internacional de la Universidad de Oviedo. Este último año, los investigadores han establecido además un marco de colaboración con la Fundación Medina, Centro de Excelencia de Medicamentos Innovadores, de Granada, para determinar la estructura molecular de los productos naturales y establecer así su posible novedad.
Así pueden ayudar las cores tecnológicas al estudio del
microbioma intestinal En nuestro organismo existen diez bacterias por cada célula humana. Esta riqueza microbiana juega un papel clave en nuestro estado de salud y en el desarrollo de determinadas enfermedades. Un papel poco entendido hasta la publicación de las investigaciones de Jeffrey I. Gordon, Director del Center for Genome Sciences and Systems Biology de la Universidad de Washington, que descubrió la compleja relación entre la microbiota intestinal y la nutrición y la salud, además de su influencia en problemas como la obesidad. “El impacto del microbioma sobre la salud es conocido desde hace tiempo”, explica a Biocores, la Dra. Malú Calle, del Departamento de Biología de Sistemas de la Universitat de Vic. La científica se refiere así al conjunto de microorganismos que forman parte del organismo, compuesto en más de un 90% por bacterias, y al que muchos denominan ya el “último órgano”. En los últimos años, la investigación ha determinado el rol del microbioma en la digestión o el sistema inmunológico, señalando también su posible asociación con trastornos como el autismo o la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Iniciativas como Saca La Lengua, impulsada desde el Centro de Regulación Genómica, el Centro de Epidemiología Ambiental y la Obra Social La Caixa, estudian muestras de pacientes para analizar el microbioma bucal y comprobar su variabilidad y la relación de esta con características fenotípicas o ambientales de los participantes. La investigación sobre el microbioma fue además discutida durante el encuentro The Human Microbiome, Present Status and Future Prospects, organizado por B-Debate, una iniciativa de Biocat y de la Fundación Obra Social La Caixa. ¿Pero cómo pueden ayudar las cores tecnológicas a dichos estudios sobre el microbioma? ¿Qué papel juega la microbiota intestinal, probablemente la más evaluada, en nuestro estado de salud? ¿Son los resultados de estos trabajos fruto del uso de cores tecnológicas? El big data del microbioma Según Calle, “la secuenciación de genomas nos permite cuantificar la diversidad, la composición y la cantidad de microorganismos que existen en cada paciente”, lo que ayudará a realizar investigaciones más rigurosas. En ese sentido, los avances tecnológicos han permitido hacer mediciones cuantitativas clave, especialmente en relación a la microbiota intestinal. En el futuro, de acuerdo a la científica de la Universitat de Vic, se profundizará en el papel que juega la microbiota pulmonar en el desarrollo de enfermedades respiratorias o en el estudio de las bacterias de la piel y de la saliva, como ya hace el proyecto Saca La Lengua. Estas ultimas muestras, como apunta Calle, también podrían relacionarse con un incremento del riesgo de padecer cáncer de páncreas, por lo que podrían utilizarse como biomarcador. “Primero debemos caracterizar la composición y características del microbioma de las personas sanas, para luego determinar la variabilidad y establecer patrones en los pacientes”, señala la investigadora. Estos estudios nos permitirán identificar marcadores para conocer el riesgo de padecer enfermedades, e incluso predecir la evolución de un trastorno específico. La información generada constituye el “big data” del microbioma, que parte de la secuenciación del genoma de los microorganismos. “Así podremos establecer no sólo la abundancia bacteriana, sino también la abundancia de genes con una determinada función”, comenta la Dra. Malú Calle. “Hay microorganismos de determinadas especies que intervienen en aspectos metabólicos, otros tienen relación con parámetros inmunológicos o con la dieta”, explica la científica, líder científica del B- Debate sobre el microbioma. ¿Qué retos tienen ahora las cores tecnológicas en este tipo de investigaciones? Según Calle, el futuro de la investigación del microbioma abordará dos fases diferentes. En primer lugar, “es necesario poner a punto las herramientas bioinformáticas que nos permitan evitar el error de fondo que presentan los datos generados a partir de la secuenciación genómica”. La segunda etapa deberá desarrollar el análisis multivariante estadístico, que nos ayude asimismo a evaluar las redes formadas por estos microorganismos, y así desentrañar su papel en nuestro organismo. Chaysavanh Manichanh, investigadora del Vall d’Hebron Research Institute, apunta un tercer reto para las cores tecnológicas: la anotación en bases de datos. “Estamos sólo al principio de la aplicación de la secuenciación genómica y de la bioinformática en el análisis del microbioma”, señala. En la actualidad sabemos que hay diez millones de funciones, muchas de ellas desconocidas, que podrían ser relevantes para entender el rol del microbioma en la salud. La científica, que formó parte del proyecto MetaHIT, encargado de caracterizar e identificar la variabilidad genética de las comunidades microbianas del sistema digestivo, ha publicado recientemente un estudio en el que se describía la importancia de esta microbiota en el síndrome del intestino irritable. Sus resultados, publicados en NatureScientific Reports, han determinado que los pacientes con este trastorno cuentan con una menor diversidad microbiana. El análisis de 113 personas con intestino irritable y 66 personas sanas, además del estudio de 273 muestras fecales, ha indicado que “los diferentes fenotipos tienen una flora distinta, por lo que a la hora de proponer los tratamientos, debería tenerse en cuenta también la microbiota de cada paciente”, señala Manichanh a Biocores. El estudio del VHIR, al igual que ocurrió con otros trabajos anteriores sobre el microbioma, demuestra el potencial de estas investigaciones en la prevención, el diagnóstico y el abordaje terapéutico de un amplio abanico de enfermedades. Un potencial que mejorará con la ayuda de las cores tecnológicas, que permitirán realizar análisis con mayor detalle y rigurosidad, cuantificando y valorando el papel que juegan estos microorganismos en nuestra salud.
Identificada la clave que puede permitir el diseño de
nuevos antibióticos Un estudio del Laboratorio de Biología de Sistemas de la Infección, del grupo de Microbiología del Vall d’Hebron Institut de Recerca publicado recientemente en Nature Communications permitiría asentar las bases del diseño de una nueva batería de antibióticos con mecanismos de acción completamente distintos a los que conocemos hasta ahora. El hallazgo se enmarca en el contexto actual en que la aparición cepas resistentes a los antibióticos tradicionales está complicando el tratamiento de algunas infecciones bacterianas. Los investigadores, liderados por el Dr. Marc Torrent, han identificado cómo las proteínas de la bacteria Yersinia pestis, causante de la peste, interaccionan con las proteínas del huésped durante el proceso de infección. En los estudios que se habían publicado hasta ahora ya se había establecido la existencia de estas interacciones, pero no su relevancia global en los procesos infecciosos. En este trabajo, se han estudiado los mapas de interacciones entre las proteínas del patógeno y el huésped y se han correlacionado con su grado de importancia en el proceso de infección. Al estudiar un organismo único, se puede establecer su interactoma, es decir, el conjunto de las interacciones entre sus propias proteínas. Esto está muy estudiado para humanos, bacterias, moscas y otros organismos. En cambio, en el caso de los procesos infecciosos, se debe tener en cuenta no sólo los interactomas de los organismos implicados sino también las interacciones cruzadas entre los dos organismos, es decir, el interactoma huésped-patógeno. El Dr. Torrent destaca que “el número de interacciones que una proteína del microorganismo hace con otras proteínas del huésped está correlacionado con la esencialidad de esa proteína en el proceso de infección”. El estudio ha permitido constatar que para entender y atacar los procesos infecciosos es importante identificar las interacciones entre las proteínas que son esenciales para la supervivencia del microorganismo en el huésped. A raíz de este estudio, los investigadores están trabajando en la validación y la caracterización estructural de las interacciones que han encontrado. Conocer las superficies de interacción entre huésped y patógeno permitirá diseñar miméticos, es decir, sustancias que simulen las superficies de interacción y que permitirían inhibir la interacción del patógeno con el huésped, evitando que se produzca la infección.