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2° - “A”
Arequipa
2018
Sobre la cultura y temas afines en mi familia y en el Perú
Difícil ha sido para mí tomar como punto de partida, o mejor dicho, como objeto
de estudio y experimentación a mi familia, puesto que se me vienen a la memoria
acontecimientos que, aunque muy ridículas ahora, fueron causantes de tantos
gritos, silencios y lágrimas en el pasado.
En cierto sentido, sigo los pasos de Octavio Paz en “El laberinto de la soledad”,
puesto que pretendo explicarme, y pretendo a la vez, explicar a mi familia en
relación a acontecimientos e ideas que venimos arrastrando de muchas
generaciones y además, de un pueblo con características peculiares,
En este punto pretendo de alguna manera explicar lo que soy respecto de muchos
acontecimientos por los que mi familia pasó. Creo, sin embargo, que, sin querer,
terminaré explicando a la sociedad puneña.
Según mis suposiciones, porque mamá y papá siempre se rehúsan hablar del
tema, todos los problemas que arrastraríamos como familia por casi veinte años,
sin siquiera proponérnoslo, se dieron justo cuando yo había nacido. Papá y mamá
habían dejado de quererse, bueno, habladurías llegaban a la puerta, todas de mi
padre y su posible relación con otra mujer.
Sospecho que mis padres nunca se amaron porque ni siquiera llegaron a casarse.
Admito que jamás los he visto incluso hablar con calma más de cinco minutos.
Todo era un constante ataque, desde los más mínimos gestos hasta cualquiera
frase suelta. Era su indiferencia y su silencio su mejor arma. Si por alguna razón
era necesario que se digan algo, usaban a sus hijos como medio. Presiento que
ese aire de silencio se ha instalado tanto en nosotros que a cualquier discusión le
siguen largos periodos de silencio, o de lo que llamamos coloquialmente “la ley
del hielo”. Lisbeth, por ejemplo, es fácil saber su grado de enojo, porque si no te
habla en dos o tres meses se sabe perfectamente que se siente muy dolida.
El pueblo era muy pequeño y todo se sabía en él. En el día a día pasan tan pocas
cosas que, al menor evento suscitado, todos paraban las orejas. Mamá siempre
estaba muy preocupada en lo que los demás puedan decir de nosotros y por eso
a veces prefería no salir a la calle. Allí hacía mucho frio. Era casi imposible ver a
la gente caminar por las calles pasada las seis de la tarde. Creo que ese aire de
soledad, nostalgia y depresión de cada fin de semana se lo debemos a San Antón.
¿Qué hace que una cultura se diferencie de otras? Decía Kant que todos
deberíamos llegar a las mismas conclusiones porque todos tenemos como
herramienta a la razón. Creo en los mismo, pero soy consciente también que es
el contexto demográfico lo que hace que una cultura, por ejemplo, sea superior a
otra en ciertos aspectos.
La cultura, es para mí, como esa construcción de la identidad que todos formamos
a lo largo de nuestra vida, solo que esta es una identidad colectiva. Por lo tanto,
es muy difícil definirla si por ejemplo, como dice Sartre, somos seres antes de
tener una esencia. ¿Cuáles serán los límites de nuestra construcción? Los
románticos solían decir que la identidad es algo que cada persona debe buscar,
es decir, cada uno debe buscarse así mismo. Por otro lado, los existencialistas
decían que el hombre estaba “condenado a ser libre”, que es él mismo el
encargado y responsable directo de su futuro. Personalmente, desacuerdo con el
primero y creo además, que es esa manera de pensar lo que causa tantas
frustraciones en el hombre, porque por naturaleza el hombre nunca estará
satisfecho con algo. El hombre lo quiere saber todo y no permite para nada que
haya un saber a medias, quiere respuestas y explicaciones para todo ¿no será
ese un error? Quizá en la tentativa de dar respuestas no apresuremos y
empecemos a construirnos mal
Definiré rápidamente este punto con una experiencia personal que me tocó vivir
y de la cual, creo, aprendí mucho. Recuerdo que cuando me vine a vivir a
Arequipa, todo fue completamente diferente, y todo lo que se decía de las
personas de donde yo era eran puramente peyorativas. Fue terrible advertir que
todo eso que se decía era hasta cierto punto cierto. Llegué a sentir una forma de
rechazo y repulsión a la cultura puneña, porque sentía yo, que me había tocado
cargar con todos los estereotipos que, si bien no se manifestaban por completo
en mí, se manifestaban en mi familia.
En clase de educación física, alguien hizo una broma sobre mis padres y su
procedencia, causando risas en mis compañeros. Recuerdo que me sentí por
completo indefenso, a pesar de que mis hermanas, el colegio y mis padres me
habían dicho que yo era igual que todos y que nadie era mejor ni peor que yo. Yo
me sentía mal en ese momento y nada me podía defender sobre aquel comentario.
Fue solo acabando el colegio que estudié y sobre todo analicé todo este conflicto
y llegué a la conclusión certera de que en el fondo todos éramos iguales. Entonces
comprendí que por mucho bien que los demás hayan tratado de hacerme, nada
de eso serviría si yo no lo comprendía y aprendía por mis medios. Mis bases,
pensamientos y opiniones son ahora más sólidas. He ahí la importancia de la auto-
construcción.
Decía Gramsci que, la escuela, la religión y la familia eran los tres principales
educares en nuestros tiempos, y por lo tanto, encargados directos de la enseñanza
de la cultura. Como se puede ver, poco a poco esto va cambiando, especialmente
la religión, su influencia está disminuyendo.
La enseñanza, a mi parecer, ya sea en la familia o en la escuela no debería
consistir en simplemente dar consejos o información. Y aunque, como expliqué
antes, lo único que se logra con esto es que el aprendiz tome todo mecánicamente
y que estos “aprendizajes” no tengas repercusión ni solidez en la vida de las
personas. Nos basta con decirle a los jóvenes que somos iguales y que todos
merecemos respeto. Necesitamos que ellos piensen y digan por qué. La
educación en el Perú está acostumbrada a hacer jerarquías, es decir, lo que diga
el profesor es sagrado y cierto.
Desde mi punto de vista – y porque he pasado por el colegio hace muy poco -, el
Perú necesita de una Reforma Educativa urgentemente por muchas razones.
Primero, este sistema no responde a la característica primordial del país, es decir,
la diversidad étnica y cultural. Segundo, estamos simplemente cogiendo toda esa
tradición europea y no si quiera interpretándolo y pensándolo desde nuestra
posición como peruanos. Tercero, el rol del profesor es equivocado, porque en la
actualidad está siendo simplemente un transmisor de información, más no un guía.
No basta con decir que debemos sentirnos orgullosos de lo que somos y de dónde
venimos sino sabemos por qué. Creo que mientras más seguros estemos de
nuestros constructos más seguros estaremos de nuestro actuar. He ahí la meta a
la que la educación básica y superior deba apuntar.
En conclusión, la educación en el Perú está enfocada en la enseñanza meramente
técnica, olvidándose de esa manera de formar bases sólidas. Cómo se explica por
ejemplo que se le dé tan poca prioridad a las humanidades o carreras como
sociología, filosofía, antropología, etc. Como señalé antes, el Perú necesita de una
reforma educativa
Referencias