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“Es más difícil hacer la paz que hacer la guerra”.

Sobre la guerra y la paz en el siglo


XXI

Profesora; compañeros y compañeras; damas y caballeros:


La palabra Guerra tiene procedencia germánica, que significa pelea, discordia o
tumulto, pero mejor definida en las sabias palabras de Winston Churchill: “la guerra
es un catálogo de errores”.
Los conflictos armados se han definido como “el desenlace lógico del intento de un
grupo de proteger o mejorar su bienestar político, social y económico a expensas
de otro grupo”. No hace falta ser experto ni profeta para adivinar que la humanidad
está lejos de haber acabado con los conflictos. Si lo que se desea es disminuir los
efectos de la violencia, sigue siendo necesario comprender y anticipar la evolución
de la guerra.
La guerra es una invención de la mente humana; y la mente humana también puede
inventar la paz. El milenario y siempre actual libro El arte de la guerra sentencia que
la mejor victoria es vencer sin combatir y que el arte de la guerra es el arte de la
vida, poniendo en claro, que, desde tiempos inmemorables, la paz y la guerra
siempre ha jugado una dura batalla, hemos visto calma y caos, la construcción de
grandes imperios y la destrucción de diversas naciones. La visión de la guerra y los
conflictos varía en función de la región, la cultura o incluso de la formación política
que gobierne en un determinado momento un país o región.
Observando la recurrencia de la guerra en nuestra época y, de paso, confirmando
los acontecimientos humanos en lo que respecta a la guerra a lo largo de la historia
conocida, es necesario seguir insistiendo en algunas preguntas que permitan
pensarla de tal manera que podamos dilucidar la dimensión que ésta tiene en la
vida humana.
¿Hay una naturaleza humana guerrera? ¿son evitables las guerras? ¿son un factor
de progreso de la humanidad? ¿se puede ejercer la guerra de manera controlada?
¿es ésta susceptible de ser ejercida bajo la dirección de normas morales? ¿puede
haber una guerra no cruel? Estas cuestiones y otras más pueden pensarse sin
perjuicio de que la guerra deje de ser comprendida como lo que realmente es: una
calamidad, al menos por lo que concierne a las consecuencias más inmediatas de
sus acciones.
La guerra, desde luego, no es algo nuevo. Las armas cambian. Los medios para
matar y destruir se refinan de modo continuo. Pero ha habido conflictos a lo largo
de la historia esencialmente por los mismos asuntos. Todos sabemos que los
peligros a los que nos enfrentamos hoy en día son mucho mayores que en cualquier
otro momento de nuestra larga historia. La guerra, la guerra no cambia nunca.
Desde los albores de la humanidad, cuando nuestros antepasados descubrieron
que podían matar con rocas y huesos, se ha derramado sangre en nombre de Dios,
de la justicia, o simplemente de la rabia psicótica.
Realmente lo que sucede es que jamás se ha peleado por ideologías; las guerras
son siempre por cuestión de mercados e intereses de unas minorías. No son los
pueblos los que inventan las guerras, estas se deben siempre a las camarillas de
los poderosos, cuestión de mercados, viejos que se conocen y se odian que envían
a matarse a jóvenes que no se conocen y no se odian. Los poderosos son los que
inventan las guerras; es doloroso ver a los oprimidos pueblos engañados por las
mafias del poder, que les hacen creer a los pueblos que se debe pelear por la patria,
por religión, por la democracia, por la causa del proletariado, etc., etc., etc.,
entonces los pueblos engañados van al matadero.
La guerra es dulce para los que no la conocen. “Los rebeldes sin causa” quieren la
guerra, los viejos tiemblan de horror con solo pensar en ella. La Guerra es realmente
y sin temor a dudas, la mayor plaga que puede afligir a este triste hormiguero
humano. Las Guerras más grandes nacen de las causas más triviales. Lo más
terrible de las guerras es que mata todo amor a la verdad y el hombre se convierte
en una bestia sanguinaria y despiadada que solo piensa en matar o en ser matado.
La Guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido.
La guerra es la peor plaga que aflige al ser humano, porque no es más que el reflejo
de todos los defectos que la humanidad lleva en el interior. Al referirse al termino
afligir, quiere decir, causar sufrimiento, dolor o pena; esto nos explica algunas
cosas: La gente se reúsa al cambio, a nadie le gusta cambiar, por lo tanto, al ver
tanta catástrofe como lo es la guerra, es decir, la máxima expresión física de los
valores negativos que llevamos dentro nos motiva a dos aspectos, a afligirnos o a
reflexionar. A afligirnos porque sabemos en el fondo, es así como somos, pero nos
reusamos a cambiar y sufrimos, por lo que vivimos sin hacer nada; y a reflexionar
porque al ver la gravedad que representa la guerra esta nos invita a cambiar. Sin
embargo, debemos ir más allá y comprender que la guerra es causada por nuestras
propias influencias y errores, debemos luchar para eliminarlos de nuestro interior
para así en vez de afligirnos de este hecho, colaborar para que desde nuestro radio
de acción haya paz. Lo que sucede en el exterior, no es más que el reflejo de nuestro
interior.
La crueldad individual se convierte en crueldad colectiva, el odio individual se
convierte en odio colectivo, el egoísmo individual se convierte en egoísmo colectivo,
la violencia, representada como la mayor amenaza, el peligro omnipresente, que
nunca deja de renacer. Sentimientos descontrolados, a menudo incontenibles, y la
guerra viene a ser la tragedia espectacular donde quedan demostradas nuestras
más bajas pasiones.
La codicia desorbitada, el conflicto de mercados, la competencia bárbara y el odio,
llevan a la humanidad a los conflictos mundiales, aun cuando se hayan gastado
millones y millones en propaganda de paz, y aun cuando se hayan entregado
Nobeles a personajes defensores de este concepto, estaremos al borde del tercer
gran cataclismo mundial. La paz no es solamente un valor que deba regir las
relaciones internacionales, La paz es un concepto mucho más amplio y positivo que
engloba el derecho a ser educado en y para la paz, el derecho a la resistencia contra
la opresión del régimen , un derecho por el cual se unen los oprimidos, hombres
libres con el ferviente deseo de proteger esta necesidad tan básica de la humanidad.
Mientras exista el “yo” dentro del individuo habrá guerras.
No sentemos dogmas, tengamos comprensión y eso es todo. Necesitamos la
transformación del individuo, sólo así es posible la transformación del mundo.
Estamos ante el dilema del ser o del no ser de la filosofía; o cambiamos o
perecemos.
La guerra es para el hombre lo que la maternidad es para la mujer. Desde un punto
de vista filosófico y doctrinal, no creo en la paz perpetua.
Muchas gracias.

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