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Nuestra Señora de la Inseguridad

Mientras que el seguramente confundido Presidente del país


vecino, ha decidido poner fin a la violencia tomando el toro
por las astas, asumiendo que Río de Janeiro, Ciudad elegida
para los Juegos Olímpicos, tiene serios problemas de
violencia, y prometiendo soluciones inmediatas, nuestro país,
siempre a la altura de las grandes potencias del primer
mundo, para diferenciarse de los sudacas, ha reinstaurado la
pena de muerte.

En Argentina, se abolió la pena de muerte desde la Asamblea


del Año XIII, ratificada luego en la Constitución de 1853, y
hasta la sanción del Código Penal de 1921. Con orgullo
nuestro país adhirió a los Tratados Internacionales de
Derechos Humanos que gozan de jerarquía constitucional,
entre los cuales nos encontramos particularmente con la
Convención Americana sobre Derechos Humanos Pacto San
José de Costa Rica que establece taxativamente en su art. 4.3
que “No se establecerá la pena de muerte en los Estados que
la han abolido”, y dentro de la misma órbita la Declaración
Universal de los Derechos Humanos que establece en su art.
5º que “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos
crueles, inhumanos o degradantes”, criterio idéntico al art. 7
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Sin
embargo y por desgracia, la pena de muerte ha sido
restablecida en nuestro país, pero esta vez, la promulgación
de la misma y sin fe de erratas, está a cargo de la “sensación
de inseguridad”
Lamentablemente nos estamos acostumbrando a un
promedio de muertes por día, y precisamente no lo mide el
INDEC.
Lo cierto es que la pena de muerte se ha restablecido en
nuestra sociedad ante un Ejecutivo AUSENTE que día a día
regala más terreno a la delincuencia y genera más violencia
social de la cual lamentablemente parecería que nos está
contagiando.

La violencia (del Latín “violentia”) es un comportamiento


deliberado, que provoca, o puede provocar, daños físicos o
psicológicos a otros seres, y se asocia, aunque no
necesariamente, con la agresión física, ya que también puede
ser psicológica o emocional, a través de amenazas u ofensas.

¿Acaso no es violencia, la constante provocación que


escuchamos en los reiterados discursos de nuestro gobierno,
que se despacha contra multimedios, personas, partidos,
alianzas y contra todo aquél que no quiera ser cómplice del
“inexplicable” “¿plan?” que dicen tener?

Tener un ejército de delincuentes en el gobierno, desde un


secretario privado que incrementó un 300% su patrimonio
personal en menos de 3 años, un secretario de tierra y
vivienda que toma comisarías y destruye muebles que todos
pagamos, o un secretario de desarrollo social que transporta
droga en vehículos del propio estado, eso acaso, ¿tampoco es
generar violencia?

Por norma general, se considera violenta a la persona


irrazonable, que se niega a dialogar y se obstina en actuar
pese a quien pese, y caiga quien caiga.

Suele ser de carácter dominantemente egoísta, sin ningún


ejercicio de la empatía.

Todo lo que viola lo razonable es susceptible de ser


catalogado como violento si se impone por la fuerza.

Me parece que la definición resulta más que descriptiva como


para nombrar de quién se trata.
Martin Luther King, Premio Nobel de la Paz, decía: “Nada en el
mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la
estupidez concienzuda.”
Los dichos de Carlos Reuteman ante su candidatura, las
desafortunadas palabras del Director técnico de nuestra
Selección Nacional encargado de representarnos ante el
mundo, se juntan con el escrache al líder radical Gerardo
Morales en Jujuy, con las protestas gremiales de los ex
Terrabusi en la Panamericana, con las amenazas de dueños
de boliches contra una medida provincial, con el corte de
un paso fronterizo en Gualeguaychú que deja pasar hinchas
pero no enfermos; y todas las reacciones se resumen en un
sola palabra: violencia.
Dicen no querer volver al pasado, pero fieles a su estilo
haciendo todo lo contrario, cargan de trabajo a Tribunales y
Juzgados que en vez de estar trabajando con los delincuentes
que HOY nos matan, resuelven situaciones procesales del
siglo pasado.
La violencia genera más violencia, por eso por favor, demos el
ejemplo.
Basta de despotricar contra todo el mundo, gestionen.
Por GARRIDO y por todos los buenos agentes de lo que alguna
vez fue la POLICIA, devuélvanle a esa fuerza el respeto que se
merece, a través de buenos salarios, premios y un
presupuesto digno.
Utilicen los vehículos del Estado para transportar enfermos
ante la falta de ambulancias y no drogas.
Dialoguen con la Iglesia que al parecer posee un proyecto
contra la pobreza.
Todavía tienen tiempo de hacer un mea culpa.
¿Por qué no toman el toro por las astas y por decreto o por fe
de erratas derogan de una vez por todas la pena de muerte
en Argentina?

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