MATERIALISMO DIALÉCTICO E N LA EDUCACIÓN MEXICANA Abelardo VILLEGAS Universidad de México
L A UNIVERSIDAD OBRERA de México publicó una nueva edi-
ción de la polémica que mantuvieron Antonio Caso y Vicen- te Lombardo Toledano en el año de 1933. La lectura de 1
esas páginas, después de treinta años de ocurrida la famosa
discusión, ayudan a comprender con más claridad el papel que desempeñó el pensamiento filosófico en la Revolución Mexicana y, como contraste, el que desempeña buena parte de nuestra actual y académica filosofía. Vale la pena preguntarse seriamente si el pensamiento filosófico del Ateneo de la Juventud puede considerarse como pensamiento de la Revolución Mexicana porque formó par- te integrante de la misma o, simplemente, porque apareció al mismo tiempo en que se desató la conflagración, sin tener en realidad ningún nexo esencial con los problemas sociales que en ella se plantearon. Vicente Lombardo Toledano en el prólogo de esta edición que comentamos, prólogo redac- tado en 1963, enjuicia adversamente las enseñanzas de Caso y de todos aquellos que se acogieron al intuicionismo berg- soniano. Los jóvenes, dice, fuimos a la nueva Escuela de A l - tos Estudios "con la esperanza de encontrar en sus cátedras la explicación, en el plano de la reflexión académica pro- funda de lo que ocurría, porque había estallado una revolu- ción que destruía con sangre y sacrificios inmensos los ci- mientos del régimen social establecido y exigía uno nuevo.. Se encontraron, sin embargo, con unos intelectuales que. 70 ABELARDO VILLEGAS preocupados por expulsar al positivismo de la Universidad se abrazaban a una doctrina racional e intuicionista. El po- sitivismo era falso, dice Lombardo,
pero era todavía más falsa la filosofía bergsoniana... porque
como la rama más subjetiva de la filosofía idealista — l a con- ciencia es anterior a la naturaleza y tiene u n origen divino—. daba a la categoría religiosa la prioridad sobre todos los valores que mueven al hombre. ¿Podría ser esa "filosofía de la intuición" la que explicara lo que pasaba en México y en el mundo? ¿Po- dría servir al pueblo que destruía con las armas y con vehe- mentes protestas su largo pasado doloroso y trataba de h a l l a r su ruta hacia nuevas metas?
De acuerdo con la tabla de valores postulada por la f i -
losofía de Caso ya en 1919, y por Vasconcelos más tarde, los valores religiosos estaban por encima —valían más— que los intelectuales y los económicos. Por eso, según Lombardo, de esa tabla de valores
¿cuál era el principal para los hombres que morían a millares
en el norte y en el sur del país todos los días, por el afán de edificar una vida social distinta a la del pasado? No eran pro- fesores ni estudiantes de filosofía; pero eran hombres, eran el pueblo, el pueblo mexicano. ¿Estaban equivocados? ¿Habrían invertido, en su desesperación, la jerarquía de los valores y de- vado a la categoría de principal el valor económico en lugar del religioso que debía guiar su conducta en todo momento según la doctrina espiritualista? 2
Hay que reconocer que estas afirmaciones de Lombardo
no difieren en substancia de su opinión sustentada en la polémica treinta años antes. Pero para medir su verdadero alcance crítico y comprender, al mismo tiempo, el punto de vista de Caso, es necesario decir qué tipo de religiosidad era el que predicaba, y el que aceptaba en general el Ateneo, incluyendo a Vasconcelos en su época revolucionaria. Es cierto que Caso en sus obras medulares postula al valor religioso como el más importante de todos los de la escala. Sin embargo, su vocación religiosa no implicaba una vuelta al pasado colonial, semifeudal, n i siquiera suponía una nueva IDEALISMO CONTRA MATERIALISMO exaltación de la Iglesia Católica. Su religiosidad era indivi- dual, personal.
No debe hablarse de teologías sino de religiones, decía, más
bien que de religión, de religiosidad personal, como dice James. L a religión personal, dijo James, es más fundamental que la teo- logía y su organización eclesiástica.3
Este tipo de religiosidad era más parecido a la religiosi-
dad de la generación liberal, en cuanto que coloca al indi- viduo o a la conciencia como árbitro supremo de las cues- tiones religiosas, que a la religiosidad del hombre colonial, subordinado al mandato y la decisión de la jerarquía ecle- siástica. Siempre es bueno recordar que el liberalismo mexi- cano no desechó la religión sino la intervención de la Iglesia Católica en las cuestiones políticas y económicas. Rechazo que volvió a efectuar el Constituyente de 1917. Y aunque supuso u n alejamiento definitivo de la Iglesia por parte de los líderes revolucionarios y reformistas no liquidó su acti- t u d religiosa, sino que la confinó al ámbito de su concien- cia individual, de modo muy semejante a como dice Caso que debe hacerse. Lo que Caso trató de hacer, al igual que el Vasconcelos de la etapa ateneísta, fue salvar el espíritu religioso en me- dio del naufragio del espíritu teocrático. "Menos teólogos que envilezcan la fe, decía Vasconcelos, y más videntes que la multipliquen y santos que la comprueben, harían de las religiones fuente perenne de adoración y beatitud." Ahora 4
bien, los ateneístas emprendieron semejante labor porque
comprendieron que la Revolución no debía consistir única- mente en hechos de armas o en la teoría y práctica de las doctrinas sociales; había algo más sutil, u n problema que requería también urgente solución: el problema moral. De- bajo de todo el sistema porfirista latía u n inmenso mal moral que era necesario remediar. Este mal moral se presenta en Caso como una estrechez de espíritu.
E l hombre prudente que no se aventura ni en los negocios
ni en la especulación metafísica, que siente la necesidad de hallar 72 ABELARDO VILLEGAS un sistema filosófico que justifique ante su conciencia limitada su actitud psicológica por medio de las negaciones positivistas...; el hombre prudente, indiferente, juicioso, sumiso, pequeño, en suma, tal fue el director de la vida de México en el senado, en el foro, en la magistratura, en la clínica, durante la dicta- dura de Porfirio Díaz. 5
Para Vasconcelos la Revolución también debe ser llevada
al terreno de las conciencias, pues el porfirismo no era loca- lizable únicamente en los hechos sino en una dislocación de los valores morales. El remedio para ello no consistía en volver a la moral católica tradicional, lo que había que hacer era justamente lo contrario: lanzarse a una Revolución que, al par que remediara los males políticos y sociales, abriese un nuevo camino a la moralidad.
Está bien, la realidad nos presenta una humanidad perversa,
mezquina, confusa. Pero no sólo hay la realidad, existe también la voluntad que no se conforma y exige el bien. Los valores de la conciencia son una realidad superior que puede y debe dominar el simple caos de los hechos. Que mande el espíritu en vez de mandar la filosofía y el país verá que su destino pega un salto. Ese era el salto que imprimiríamos al destino de México. Para' hso íbamos a ¡a Revolución, para imponer por la fuerza del pue- blo el espíritu sobre la realidad; los hombres puros, creyentes en el bien, se sobrepondrían a los perversos, incrédulos o simplemente idiotas. E r a un caso claro de la eterna pugna de Arimán contra Ormuz, y ningún hombre de honor tenía derecho a eximirse. El maderismo era una de las múltiples modalidades del heroísmo y casi una santidad; el porfirismo era la contumacia en el mal. Por encima de la política, la ética preparaba sus ejércitos y se disponía a la batalla trascendental.6
Como puede verse, los ateneístas, cuando menos ellos, sí
logran encontrar u n nexo entre sus ideales morales y el hecho general de la Revolución Mexicana. Podría decirse que la consideran en su aspecto subjetivo, individual, pero esta con- sideración no se opone a los aspectos objetivos y sociales. En el debate que comentamos tal consideración la expresa Caso con toda claridad; rechazando la tesis de que el mar- xismo debe ser la filosofía rectora del bachillerato, afirma: IDEALISMO CONTRA MATERIALISMO ruego al auditorio que no piense que soy un enemigo de las tendencias sociales. U n hombre contemporáneo que es enemigo del socialismo, no merece vivir en este siglo, . . . Y o estoy con- forme en una orientación de la Universidad hacia los pro- blemas sociales, y lo declaro con toda la amplitud y la fuerza de m i espíritu, . . . c o n institución de cultura, la Universidad de México, dentro de su personal criterio inalienable, tendrá el deber esencial de realizar su obra humana ayudando a las clases proletarias del país en su obra de exaltación, dentro de los pos- tulados de la justicia.. .7
No niega, pues, las metas esenciales de la Revolución Me-
xicana, n i siquiera las de u n socialismo posterior, pero sí írata de aunarlas a una idea de libertad espiritual que se manifiesta justamente en la libertad de cátedra, en la liber- tad de pensamiento y de expresión y en la necesidad de que, si se demuestra la falsedad de una doctrina, se debe supri- m i r , lo cual resultaría imposible si una doctrina de este tipo fuera investida con carácter oficial. "Las teorías son transito- rias por su esencia" y además "hoy mismo tenemos entre los partidos socialistas de México colectivistas y comunistas; ¿por qué razón vamos a declarar la superioridad de u n credo so- bre otro? ¿Por qué circunstancia vamos a decir: tiene razón este sistema socialista y no tiene razón este otro sistema so- cialista? Es peligroso; y ese es el momento contemporáneo; y mañana ¿Quien va a saber cuál es el credo de m a ñ a n a ? " 8
Por su parte, Lombardo Toledano considera que esta sín-
tesis de ideales espiritualistas e individualistas con ideales de justicia social y de socialismo es imposible; no le queda nada claro cómo es que puede haber conexión entre ellos. En se- mejante falta de unidad entre ambos tipos de ideal hace re- caer el peso de su crítica.
E l maestro incurre en una contradicción cuando dice que la
Universidad debe ayudar a las clases proletarias exaltándolas. Yo pregunto: ¿Cómo? ¿Diciéndoles nada más que la vida de hoy es mala y que la vida de mañana debe ser mejor? Eso, hasta cierto punto está bien, pero es inútil. L o importante es decir cómo y concretamente; cómo y de un modo claro, determinado. Pero de- cirles a los proletarios: tu situación es muy mala y los intelectua- les te vamos a ayudar, es decirles algo que no agradecen. E n rea- 74 ABELARDO VILLEGAS lidad no podemos siquiera ir a señalarles determinadas cosas que ellos saben mejor que nosotros. L o que necesitamos es decirles cómo la Universidad, institución responsable de una misión his- tórica, puede ayudarles de un modo concreto, claro y definido. Y nosotros creemos que esa acción concreta es procurar que se realice la socialización de todos los instrumentos y de todos ios medios de producción económica. Así estamos exaltando al prole- tariado, pero estamos exaltándolo de una manera clara y evidente, usando los medios que tenemos a nuestro alcance, dentro del pa- pel científico y cultural en que nuestra definición nos colocad. 9
La crítica hiere en lo más íntimo la posición de Caso, por-
que efectivamente éste no aborda n i una sola vez los pro- blemas sociales del proletariado, tema obligado en toda dis- cusión sobre el valor del marxismo. Caso discute una serie de problemas teóricos como algunos que hemos mencionado ya y otros, como el de la definición de la materia, la historia y la cultura, incluso la del valor económico, pero no en re- lación con los problemas sociales. Preocupado por demostrar la preeminencia de la vida espiritual, pierde su conexión con los problemas sociales de la Revolución, lo que no quiere decir que se convierta en u n reaccionario, precisamente por- que la vuelta al mundo cultural del porfirismo no sólo le parecía imposible sino también indeseable. Y todavía más, combate al marxismo porque lo considera pariente cercano del positivismo; toda alusión a materialismo le hacía evocar las tesis fundamentales del positivismo. Si esta evocación es justa o no, constituye otro problema, lo cierto es que el mar- xismo le recordaba al positivismo incluso por el carácter ofi- cial de que se le quería investir. Todos los ateneístas, hu- bieran podrían haber suscrito las siguientes palabras de Pedro Henríquez Ureña:
Bajo el gobierno de Díaz, la vida intelectual de México había
vuelto a adquirir la rigidez medioeval, si bien las ideas eran del siglo XIX, "muy siglo XIX". Nuestra Weltanschauung, estaba pre- determinada, no ya por la teología de Santo Tomás o de Duns Escoto, sino por el sistema de las ciencias modernas interpretadas por Comte, Mili y Spencer; el positivismo había reemplazado al escolastismo en las escuelas oficiales, y la verdad no existía fuera de él.10 IDEALISMO CONTRA MATERIALISMO 75 Por su parte Caso veía en el marxismo a la filosofía que quería reemplazar al positivismo dentro de las esferas ofi- ciales, que quería imponerse en forma dogmática como antes había ocurrido con esta filosofía y la escolástica. No es, pues, la de Caso una posición reaccionaria; en v i r t u d de su inconciencia, o simple desinterés, de los proble- mas sociales y económicos planteados por la Revolución, quizá quede incluido en una clase media partidaria de una libertad irrestricta en el ámbito de la cultura universitaria, más cerca de los ideales del liberalismo clásico, que los ideólogos que constituyeron el grupo "radical" en el Constituyente de 1917, y que, por su parte, tampoco eran marxistas.
II
El meollo filosófico de la polémica Caso-Lombardo puede
reducirse a lo siguiente: Antonio Caso sostiene que el mate- rialismo dialéctico es falso porque pretende reducir los diver- sos órdenes de la existencia a uno sólo, al orden material. Cuando la polémica tuvo lugar hacía ya más de quince años que Caso había publicado su libro medular: La existencia como economía, como desinterés y como caridad. En esta obra, polemizando con el positivismo, había querido demos- trar que había órdenes de la existencia diferentes e irreduc- tibles al puramente físico-biológico. Siendo el egoísmo y la voluntad de poder la esencia del mundo biológico, el hom- bre podría crear el mundo del arte o del desinterés ajeno a la anterior esencia, y alcanzar el mundo del espíritu del que la caridad era u n indicio y cuya existencia no podía ser de- mostrada sino únicamente esperada. En 1934 las ideas de Caso habían sufrido una evolución; si antes se había inspirado en Scliopenhauer y Bergson, sus lecturas preferidas en esta época eran las obras de Flusserl y de Scheler, sin embargo, aunque aparentemente desprovistas de su matiz religioso, sus meditaciones lo inclinaban a seguir sosteniendo la heteroge- neidad de la existencia. " E l hecho o la vivencia de la concien- cia, le dice a Lombardo, no es onda n i vibración, sino algo 76 ABELARDO VILLEGAS diverso. N o es movimiento sino fenómeno espiritual irreduc- tible a sus concomitantes físicos". 11
Por su parte Lombardo Toledano pregunta, "¿Cuáles son
las razones científicas en las que funda don Antonio Caso, la dualidad de la materia y del espíritu?". Las respuestas 12
de Caso no lo satisfacen. Caso contesta que las "pruebas
científicas" de la dualidad de la materia y del espíritu con- sisten en "los caracteres mismos de lo psíquico", que es " u n objeto subsistente por sí", "inmaterial", " i n d i v i d u a l " , "sim- ple", "inespacial", "inextenso", "sin figura", "sin localiza- ción", "sin propiedades electromagnéticas", "sin gravitación". Para Lombardo semejante respuesta no es satisfactoria porque únicamente se limita a afirmar que lo psíquico o espiritual, no tiene los mismos caracteres de lo físico, es inextenso, in- dividual, inespacial, etc. Así, según Lombardo, la proposición de Caso quedaría de esta manera: " E l espíritu es diverso de la naturaleza. ¿Pruebas científicas? Esta afirmación: la natu- raleza es distinta del espíritu". 13
Por otra parte, Lombardo insiste en el carácter religioso
del idealismo; los espiritualistas y en general los idealistas se aterran ante la posibilidad de quedar sin el amparo de Dios. Consideran que sin Él, el hombre se convierte en una bestia sujeta a sus instintos y apetitos. Desconfiando de sí mismos atacan a toda idea que pretenda demostrar el origen natural de la conciencia y la existencia de u n mundo fuera de nos- otros. Además, cometen el error de atribuir al marxismo u n utilitarismo v i l , cuando que, como dice Sidney Hook, el mar- xismo jamás ha prometido la "felicidad". Condena al capi- talismo no porque haga al pueblo infeliz, sino porque lo hace "inhumano", pues despojándolo de su dignidad esencial "de- grada todos sus ideales haciendo de ellos u n valor económi- co". T o d o esto es lo que hay detrás de una tesis que sostiene la existencia del espíritu "subsistente por s í " . 14
Aparte de estas diferencias teóricas, la polémica derivó
hacia el terreno de lo personal, llegando casi a la injuria. Sin embargo, esta parte personal tiene u n especial interés para la historia de las ideas en México, aunque no sirva mu- cho para dilucidar el problema teórico. Hemos dicho antes IDEALISMO CONTRA MATERIALISMO 77 que Lombardo había afirmado en el transcurso de la polé- mica no haber encontrado en las enseñanzas espiritualistas de Caso una explicación satisfactoria de la realidad, y haber estudiado por sí mismo el marxismo que no se exponía en las cátedras de la Universidad Nacional. A propósito de eso, a propósito de la conversión de Lombardo del esplritualismo al marxismo, Caso no tuvo empacho en llamarlo "renegado", y en exclamar: "creemos que el único caso que registra la historia de las ideas en México, de conversión de u n espiri- tualista y moralista cristiano, como antes lo fue don Vicente Lombardo, al materialismo crudo de los marxistas, es el del mismo señor Lombardo. ¡'Cosas veredes, el C i d . . . ' ! " Y 1 5
añade: " E l señor doctor don Vicente Lombardo Toledano ha
blasfemado contra el Espíritu al escribir mal, al ignorar la física y al renegar del Cristianismo, el Esplritualismo y la Universidad. En cambio, está 'rehaciendo su cultura'. Nos- otros no seríamos capaces de imitarlo en estos n i en otros particulares." 1 6
La respuesta de Lombardo a estas invectivas, formulada
en el último de sus artículos polémicos, expresa la inconfor- midad de la generación que siguió a los ateneístas, respecto a las enseñanzas de éstos, por una parte. Por otra, es el pun- to de vista de u n intelectual más cerca del grupo "radical" que actuó en el Constituyente de 1917, que de la clase media afín a Madero o a Carranza. Caso había tenido ya antes una polémica con otro de sus discípulos que se manifestó inconforme con el intuicionismo, con Samuel Ramos, quien siempre estuvo lejos de las ten- dencias marxistas. Con Ramos la polémica fue igualmente violenta e igualmente personal. Sólo que Ramos, pertenecien- do a la generación de Lombardo, no unía a su carácter de intelectual el de político, e incluso se encontraba más cerca- de Caso que el propio Lombardo. Sus fuentes: Scheler, Hus- serl, Ortega y, más tarde Heidegger, fueron analizadas y sus- critas en buena parte por su maestro. Adverso a la pedagogía marxista, Ramos, como todo mundo sabe, trató de encontrar el origen de los males nacionales en el carácter del mexicano, carácter deformado por u n proceso histórico viciado. Ahora 78 ABELARDO VILLEGAS bien, su análisis, fecundo por muchos conceptos, se fundó en las tesis de algunos de los filósofos que, como Scheler y FIus- serl, sirvieron a Caso para oponerlos al marxismo de Lom- bardo. Éste, era, sin duda, el heredero intelectual de revolucio- narios que, como Francisco Mújica, habían rechazado la en- señanza religiosa en lo que se refería a la escuela elemental. Ahora quería llevar ese rechazo a la Universidad y añadirle una ideología socialista. Chocaba, por eso, con el represen- tante más conspicuo de u n espiritualismo, que había aparecido casi al mismo tiempo que la escuela laica revolucianaria. En su último artículo Lombardo defiende su derecho a discrepar de sus maestros; su dialéctica le proporciona una idea clara de la que es el transcurso de las generaciones. Res- pondiendo a la acusación de renegado, afirma:
¡Desgraciada escuela que pretende mantenerse en un medio que
cambia sin cesar y que la ha creado a ella misma! ¡Pobre maes- tro el que no aspira ver florecer su senseñanzas en afirmaciones diversas a las suyas, como el resultado del empeño de investigar que haya podido inculcar a sus discípulos! ¡Vacua cultura la que no se niega a sí misma, siguiendo el contraste perpetuo del deve- nir histórico! ¡Torpe verdad científica la que se confunde con la verdad revelada! ¡Ingenua y lastimosa actitud la del que está sa- tisfecho con la verdad que otros le entregaron y no se ha esfor- zado siquiera en cotejarla con la vida!
"Cuando ingresé a la Escuela Nacional Preparatoria", dice,
no hice "el juramento de sostener toda m i vida las enseñan- zas que iba a recibir en sus cátedras", "no se me exigió esa promesa inquebrantable de fidelidad". Por ello, Lombardo reniega de una enseñanza que lo había inclinado a aceptar "la solución espiritualista en los conflictos históricos, y la teoría del término medio como definición de la justicia". Además, el propio Caso no puede hablar, porque él "pasó, a su vez, del positivismo al intelectualismo, de éste al intui- cionismo y, por último a la metafísica religiosa. Y como con- secuencia inevitable de su involución filosófica y científica, de la concepción cristiana de la vida a la doctrina política del fascismo". Lombardo recuerda cómo todo el movimiento ate- IDEALISMO CONTRA MATERIALISMO 79 neísta antipositivista, lo fue en contra de lo aprendido en la Preparatoria, de manera que, con toda justicia, podría de- cirse de Caso que es u n "renegado del positivismo", si es que las concepciones filosóficas pueden ser tomadas como actos de fe. Cita después fragmentos de algunas obras de Caso que ilustran lo que ha llamado "involución" de su pensamiento, y concluye: " E l socialismo no es una religión. Esta consiste en subordinar la conciencia humana a Dios, en admitir la intervención divina en la conducta del hombre. E l socialis- mo es humanismo puro, reivindicación del hombre, resca- tándolo de las sombras de la ignorancia y de su temor reli- gioso originarios". " L a vida es u n camino que nunca se cierra. Los campos se definen cada día mejor. Quede en el suyo don Antonio Caso, líder de la clase conservadora de México, en esta hora de lucha histórica decisiva. Yo pertenez- co a una causa inmarcesible". 17
El punto final de Caso es también importante y deja en
el lector una sensación parecida a la perplejidad. Refirién- dose al positivismo dice: "siempre guardamos u n profundo respeto y una consideración eminente en pro del sistema filo- sófico en que habíamos sido educados". Cita una página de uno de sus libros antipositivistas donde elogia a Comte y dice que el Ateneo no tuvo que "rehacer" su cultura, como dice Lombardo que lo ha hecho con la suya. Y refiriéndose a su caso personal hace notar cómo evolucionó con el pensamiento europeo: " a l abandonar el positivismo, pensamos acogernos al idealismo hegeliano, a través, sobre todo, de la obra enton- ces conocida de Benedetto Croce... Pero, bien pronto, las obras de Boutroux, Bergson y James, nos convencieron de que, al lado del intelectualismo puro, se desarrollaba la filo- sofía de la intuición. Entonces sostuvimos, con calor, el intui- cionismo; y hoy, la obra grandiosa de u n Husserl y u n Sche- ler, nos demuestra que, al lado del intuicionismo de la Evo- lución Creadora, es menester reivindicar la intuición de las esencias y de los valores, conforme a la tesis del método fe- nomenológico". De manera que es falso que el pensamiento de Caso haya permanecido estático, más bien ha ido asimilando desde la 80 ABELARDO VILLEGAS fuerte influencia cientificista del positivismo hasta la fenome- nología. E l pensamiento de Caso no se rehizo a partir de la polémica antipositivista sino que las enseñanzas del positivis- mo ocuparon u n cierto lugar en su concepción del mundo, aunque no el que los positivistas hubieran querido. E l posi- tivismo no fue rechazado sino asimilado, incorporado a una concepción más vasta donde tenían que explicarse no sólo los fenómenos naturales, sino también los emotivos y los eidéticos. En cambio Lombardo es infiel a su propia dialéctica al negar o rechazar de plano su educación espiritualista. Como Radbruch, como H e n r i de Man, como Fernando de los Ríos que "sostienen las reivindicaciones justas del socialismo" y agregan a la teoría económica de la Historia el culto a va- lores supremos tales como lo verdadero, lo bello, lo bueno y lo santo, Lombardo no debió
declararse discípulo indiscrepante y absurdo de Marx y Engels,
sino crítico verdaderamente científico de su obra; no abdicar de su libertad de pensamiento, sino declarar a las clases obreras de Mé- xico: Marx fue un pensador eminente de temas y teorías sociales; pero yo, que no soy acólito de ningún culto, ni el bonzo de nin- guna pagoda materialista, os digo que procuréis unir, en el claro perfil de vuestra conducta ciudadana, las reivindicaciones del mar- xismo con el esplritualismo y el idealismo ingénitos de la concien- cia humana; aviniendo la obra secular de la cultura con la jus- ticia de las reivindicaciones proletarias...
Si Lombardo hubiera actuado en esta forma, se hubiera
convertido en u n hombre ilustre, "de esta suerte, sí habría descubierto, el político mexicano 'el sentido humanista del socialismo' " .18
En una palabra, Lombardo no ha actuado dialécticamen-
te en su enfrentamiento con los dos extremos —materialismo y esplritualismo— que le deparaba la tradición filosófica me- xicana. Se quedó con uno y rechazó el otro, sin desembocar en la síntesis que necesariamente le pedía su posición filosófica.
III
Cabe considerar esta polémica desde diversos puntos de
IDEALISMO CONTRA MATERIALISMO 8I vista. Como se trata de u n episodio de la historia de las ideas de la Revolución es necesario hacer notar que constituyó una expresión más de la pugna entre las necesidades sociales y las necesidades individuales, que se opusieron y se comple- mentaron al mismo tiempo en el pensamiento revolucionario. Lombardo quería que el marxismo fuese el criterio de las escuelas de bachillerato porque sólo una doctrina como esa podía orientar a los universitarios en la solución de los difí- ciles problemas nacionales. Caso quería la libertad de cáte- dra porque consideraba que dentro de las necesidades sociales había que dejar lugar al arbitrio de la conciencia individual. Establecer la difícil frontera entre lo social y lo individual en el campo del intelecto era lo que en verdad se debatía. Cuando en el Constituyente de 1917 se discutió el artículo tercero constitucional, se pensó que la educación elemental debía ser impartida con u n criterio —el laicismo y el cienti- ficismo— acorde con las metas de la Revolución, quedando regimentadas la enseñanza primaria, la secundaria, la normal y la destinada a obreros y campesinos y quedando libre la enseñanza superior y universitaria. Ahora bien, el esfuerzo de Lombardo se encaminó a regimentar también la enseñanza universitaria batiendo a la libre educación en el terreno que le quedaba. La enseñanza elemental socialista y el bachille- rato marxista unificarían así el sistema. Caso, a su vez, por muy lejos que estuviera del jacobinis- mo, se hace eco de las tesis del liberalismo clásico aplicadas a la Universidad —libertad de pensamiento, de expresión, de cátedra, etc.—. Representa, por tanto, en este debate, la he- rencia liberal siempre presente a lo largo de toda la Revolu- ción. Los acontecimientos posteriores y el status actual de- muestran que, de hecho, Caso ganó la polémica y la enseñanza universitaria siguió siendo libre. En este terreno, como en otros, la Revolución procedió en forma heterodoxa al esta- blecer u n equilibrio entre dos sistemas que, al ser truncados, pugnan enérgicamente por completarse. La libertad de pen- samiento implica la libertad de expresión, ésta, la libertad de enseñanza. Tales libertades, a su vez, solicitan la liber- tad política, la libertad de comercio, la libertad de trabajo, la 82 ABELARDO VILLEGAS libre empresa, la libre contratación, etc., en suma, u n sistema liberal completo. Por otra parte, la planificación o sociali- zación de la enseñanza solicitan la planificación de la cultura toda, la planificación política, la planificación económica, la planificación social, etc., o sea, u n sistema socialista completo. Ahora bien, creemos que la Revolución superó esta volun- tad de sistema y privó en ella u n criterio de tipo histórico: el liberalismo constituía la herencia del pasado, pero una he- rencia innegable porque para su triunfo habían colaborado los mejores mexicanos casi a lo largo de todo u n siglo. Y al mismo tiempo una herencia insuficientemente para resolver muchos problemas sociales. Solamente una asimilación correc- ta de la misma podía hacer posible su superación. Negarlo hubiera sido casi tanto como garantizar su reaparición. La polémica que tratamos, por otra parte, posee una i n - creíble actualidad. Tanto en el mundo comunista como en el capitalista se debate con mucho ardor hasta qué punto es posible conciliar el libre arbitrio de la conciencia individual con las necesidades sociales. La posibilidad de reglamentar el arte, de oficializar las ideas filosóficas, de establecer límites y tabús a la cultura se justifica con la necesidad de que los artistas, los intelectuales y en general los hombres de cultura apliquen sus capacidades a solucionar los grandes problemas sociales. Pero todo ello se enfrenta con la libertad individual que constituye una de las condiciones de posibilidad de la cultura misma. E l dilema es agudo y proporciona materia para que, otra vez, en u n nuevo debate, los intelectuales me- xicanos fijen su criterio al respecto.
NOTAS
1 Idealismo vs Materialismo Dialéctico, Caso—Lombardo. Univer-
sidad Obrera de México, México, 1963. 2 Ibid., pp. 11, 12, 13. 3 Discursos a la nación mexicana, Editorial Porrúa, México 1922 p. 70. 4 " D o n Gabino Barreda y las ideas contemporáneas", en Conferencias del Ateneo de la Juventud, Universidad Nacional Autónoma de México, 1962, p. 112. IDEALISMO CONTRA MATERIALISMO 83 5 Discursos... p. 68. 6 Ulises Criollo, Ediciones Botas, México, 1945, p. 348. 7 Idealismo... pp. 25 y 26. 8 Ibid., p. 26. 9 Ibid., p. 45. 10 " L a Revolución y l a cultura en México", en Conferencias Ateneo de la Juventud, p. 151. 11 Idealismo... p. 123. 12 Ibid., p . 147. 13 Ibid., p . 154. 14 Ibid., p. 156, 157. 15 Ibid., p. 98. 16 Ibid., pp. 114, 115. 17 Ibid., pp. 164 y ss. 18 Ibid., pp. 176, 177.