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26 de enero 2018
Mancilla Flores Karla Gabriela
Bases teórico-metodológicas de la investigación
Examen extraordinario
Mtro. Cuauhtzin Alejandro Rosales Peña Alfaro
Universidad Autónoma de Querétaro
Introducción
Yo veo la realidad que me rodea, tanto en mi propio círculo social como en el resto
del mundo, y veo una sociedad machista la cual se esfuerza en quitarle a la mujer
su rostro para despojarla de su identidad y verla como un mero objeto de consumo
más, como un cuerpo hipersexualizado más, como un número más víctima de ella
misma. Es por eso que para mí es de gran importancia reivindicar el rostro e
identidad de la mujer. Porque no es un objeto, es una persona que vive, ríe, llora,
siente. Y es el rostro el que nos ayuda a expresar nuestros pensamientos y
emociones. El rostro es reflejo de nuestra identidad.
En este ensayo trataré los temas del retrato y el autorretrato e intentaré dar una
idea general de sus orígenes, su historia y su significado. Posteriormente ligaré
estos temas con la búsqueda de una identidad y como estos nos pueden ayudar el
en ámbito feminista para reivindicar la identidad de las mujeres.
Retrato
El retrato ha sido sin duda uno de los géneros protagonistas dentro del arte.
Podemos apreciarlos desde los inicios del arte hasta nuestros días. Al principio
eran un símbolo de poder, de estatus social; con el avance y los cambios sociales,
políticos y económicos, el retrato es ahora accesible para todos, pero no por ello
ha perdido su importancia o su significado.
Sin embargo, estos retratos estaban reservados solamente para los que estaban
en el poder:
En el antiguo Egipto sólo los faraones tenían derecho al retrato –aunque fuera más
alusivo que realista y personal-, privilegio que fue extendiéndose a sacerdotes y
altos dignatarios, los únicos aspirantes a la inmortalidad, que se consideraba ligada
al “doble” o al retrato mágico. (Priego, 1985)
La llegada del Cristianismo hizo que el arte del retrato se viera afectado, pues
algunos filósofos y Padres de esa época veían al cuerpo humano como “cárcel del
alma” y “receptáculo del pecado” (Priego, 1985). El retrato estaba ahora reservado
para los “últimos emperadores romanos y a los bizantinos por la supuesta fuente
divina de su autoridad” (Priego, 1985).
¿Qué significa la palabra retrato? Cano (2011) nos dice que “la palabra retratar, la
acción, viene, a su vez, del latín retrahere, retraer, volver a traer. La traducción
exacta del latín indica la acción de sacar fuera, de recuperar la imagen de la
realidad. Retrato es volver a traer la presencia de quien está en ese momento o
quien ya no está entre los vivos.”
Esta definición nos abre un camino bastante extenso, pues un retrato busca
“recuperar la imagen de la realidad”, busca “traer la presencia” de lo que retrata.
Pero, ¿de qué manera? La forma de realizar un retrato dependerá de lo que se
quiera transmitir, de lo que se quiera recuperar de la realidad, por lo que un retrato
puede ser objetivo “cuando se trata de una imagen con rasgos reconocible en un
contexto decorativo, arquitectónico, político, religioso o social determinado”; o
puede ser subjetivo “cuando hay una relación entre el pintor y el modelo de
carácter personal, sentimental o íntima, y trasciende formal y psicológicamente de
los comúnmente denominado como objetivo” (Cano, 2011). En este ensayo dejaré
de lado el retrato objetivo y me enfocaré en el retrato subjetivo.
El retrato es una interpretación y transcripción, elección para ofrecer la apariencia
exterior de una persona, cualquiera sea el grado de realismo. El retrato es una
descripción […] exige que el artista sea observador, incluso psicólogo, para penetrar
en la personalidad del modelo […] Las ideas de la época sobre un ideal estético
humano se transparentan frecuentemente en el retrato. El retrato viene siempre a
señalar que se atribuye importancia a la identidad personal […] El retrato apunta al
parecido, lucha contra el tiempo en busca de una suerte de inmortalidad de su
modelo. El retrato está adherido al tiempo. (Cano, 2011)
Un retrato nos puede decir mucho de una persona. Se puede ver la felicidad, el
enojo, la tristeza, el sufrimiento e incluso el pasado de alguien con solo ver su
rostro; el artista logra plasmar todo esto en un retrato para contar la historia de una
persona y así lograr un dialogo entre la obra y el espectador, en donde el
espectador lee el lenguaje de la obra, del rostro retratado. Lo interpreta, lo
reinterpreta y lo hace suyo, identificándose con la obra y con la persona retratada
en ella.
Los retratos que han permanecido a través del tiempo no solo nos cuentan la
historia de la persona retratada, sino que nos cuentan parte de la historia, un
contexto social, económico y cultural de la época en la que fueron realizados.
Autorretrato
El autorretrato está ligado con la aparición del espejo, sin embargo éste no es de
gran relevancia por un buen tiempo hasta que “se le considera un sub género del
retrato en el siglo XIV, cuando se lo asocia con una imagen de introspección
donde se manifiesta el conocimiento de una singularidad. Este adquiere mayor
importancia a finales del Renacimiento, cuando el ser humano presenta nuevas
preocupaciones de carácter humanista” (Deisen, 2014).
Cabe destacar que el papel de la mujer en la historia del arte es casi nulo por la
gran mayoría del tiempo, y no es hasta fechas recientes que la mujer ha tenido un
mayor reconocimiento en el arte. Siendo esto así, dentro del autorretrato las
mujeres casi no son reconocidas:
Autorretratarse puede ser presentarse ante los demás como uno se ve o quieren
que lo vean, pero también es una forma de estar con uno mismo. Puede ser un acto
meramente descriptivo hacia los demás o hacía sí mismo, en un acto interior […]
uno de los primeros motivos para realizar un retrato, y un autorretrato, sería el amor
[…] el amor sería el móvil de toda imitación, el motor de todo arte, junto con el
egocentrismo, como Leon Battista Alberti esgrimió en su Tratado de Pintura de
1435, donde, por ello, ve en Narciso (y el narcisismo pues) como el comienzo del
autorretrato. (Cano, 2011)
El autorretrato es “una forma de estar con uno mismo”. Cuando un artista quiere
plasmar su identidad en una obra de arte debe de realizar un ejercicio de
introspección, de auto-reconocimiento. Debe analizar su rostro hasta un punto en
donde sepa con exactitud la ubicación de cada arruga, de cada lunar, los
centímetros que separan una ceja de otra, los pequeños tintes cafés en sus ojos.
Tiene que darse el tiempo de conocerse físicamente, pero también debe darse el
tiempo de conocerse psicológicamente: conocer su ánimo, sus sentimientos y sus
pensamientos para poder plasmarlo con fidelidad en la obra. Tal vez el
autorretrato sea fiel a la realidad y tenga una técnica hiperrealista impecable, o tal
vez es tan abstracto que con solo unas manchas a lo largo del lienzo logra
plasmar su identidad. Pero aquí está el truco: plasmar la identidad. No es cuestión
de la técnica, es cuestión de conocer cada rasgo que hace de nosotros ser como
somos, tanto físicos como psicológicos, para reinterpretarlo y llevarlo a la obra. Es
por eso que el artista debe convertirse en “su propio objeto de estudio”, pues se
necesita conocer en detalle para lograr plasmar su identidad.
Para terminar mi análisis sobre el autorretrato, Alonso Cano (2011) nos dice que
éste “representa también una de las mayores formas de autoafirmación y
reivindicación del propio trabajo y del artista en sí” y representa una especie de
“aquí estuve yo” o “fui yo quien lo realizó”. Es una forma de reivindicar la identidad
del artista, traerla de la realidad y dejarla plasmada en el tiempo.
Retrato y autorretrato como reivindicadores de la identidad
Andrea Miranda (2004) nos explica un poco más como es que el retrato y en
especial el autorretrato tienen relación con la identidad de una persona:
Este rostro nos diferencia de los demás, creando así un sentido de observación y de
introspección hacia nosotros mismos […] Nuestro rostro nos reafirma como
individuos, de allí la búsqueda de la identidad a través de él, de conocernos y
descubrirnos como individuos […] el autorretrato es asumido como equivalencia del
mismo ser, una analogía de sí mismo. Y el enfrentamiento de unidad y reflejo del
artista y su modelo que son la misma persona. Como conclusión en este sentido: el
autorretrato es identidad.
Desde que somos pequeños asociamos nuestra identidad con nuestro cuerpo, y
aún más con nuestro rostro. Es el rostro el que tiene características tan únicas que
nos diferencian de las demás personas. Pero además, el rostro es el medio por el
cual podemos expresar con mayor facilidad como nos sentimos, nuestras
emociones y nuestros pensamientos. En el autorretrato tratamos de plasmar todos
estos rasgos del rostro que nos hacen únicos, es por eso que el autorretrato es
identidad.
Esto es aplicado a nivel individual, pero al existir una violencia sistemática hacia
un sector de la población ¿no le deja esto una marca a un conjunto de personas?
Pienso que las mujeres como género han pasado por momentos de pérdida de
identidad al ser oprimidas, violentadas y humilladas por una sociedad machista, y
también al ser representadas en el Arte siempre en relación a la mirada masculina.
Veo en el arte del retrato y del autorretrato la oportunidad de reivindicar nuestra
identidad como mujeres en el arte al transmitir por medio de la obra nuestra
realidad y nuestra identidad no como objetos, sino como sujetos.
Avanzado el siglo XX, mujeres artistas plásticas se pronuncian frente a esta visión
unitaria creando imágenes desde su propio punto de vista, rompiendo con el ideal
que representaron –y siguen representando– los artistas que reproducen
estereotipos femeninos de virgen, santa, ángel, musa que obvian al cuerpo real y la
biología, aquellos que para la interpretación masculina de lo que debe ser y hacer
una mujer no son agradables, como la menstruación, el parto, la gordura, la vejez,
etc. (Caldera, 2013)
Existe la necesidad de forjar una identidad de la mujer en Arte que sea no como
objeto, sino como sujeto. Como sujeto capaz de crear la obra, de reflejar en ella su
realidad, su identidad, qué es lo que piensa, qué es lo que siente. No en función
de los cánones masculinos, sino en función de las inquietudes de cada mujer
artista para romper con los estereotipos por los cuales seguimos siendo
representadas, reivindicando nuestra identidad como mujeres.
El autorretrato es una representación de una persona hecha por ella misma, que
implica escudriñarse y conocerse de tal manera que los conceptos personales, la
emocionalidad y el contexto histórico, social, cultural y político del o la artista se
traduzcan reflejándose en su creación […] la experiencia reflexiva nos introduce en
los procesos de conciencia de nuestro propio ser y otredad, al ver la misma realidad
con un rostro diferente o viceversa, el mismo rostro con diferentes realidades […]
cuando se trata de autorretratos hechos por mujeres la empatía que buscan las
artistas gira en torno a la mirada hacia una feminidad real. (Caldera, 2013)
Por medio del retrato y del autorretrato, las personas tienen el poder de transmitir
su propia realidad a los demás, generando empatía y reivindicando su identidad.
Esto es de gran ayuda para las mujeres, pues en México vivimos en un contexto
social bastante grave, bastante machista y violento. Pienso que el arte nos va a
ayudar, pues es el reflejo de una sociedad. Si producimos obra que nos permita
reflexionar sobre la realidad e identidad del otro, estaremos un paso más cerca de
crear empatía y eliminar tantas injusticias.