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EL CUZCO DE POCHI CONTRERAS

El 28 de diciembre, día de mi cumpleaños, estuvieron en mi casa cinco “TUMIS” vecinos míos.


Como es usual en este tipo de reuniones, comenzamos a evocar el pasado donde no podían faltar
episodios de nuestra estadía en el Sinaí.

Recordamos a Meza Meza, sus apasionadas cartas de amor y las no menos apasionadas respuestas
que a diario llegaban de su novia, escritas como todos sabemos por los dos “Carlitos” (Rosalino y
Soriano).

Recordamos al mismo Segundo Javier propinándole un terrible puñetazo a Lupo Valdivia con esas
manotas que tiene.

Recordamos a Félix Yupanqui y Emilio Perales evadiendo la metralla egipcia corriendo a través de
campos minados.

Recordamos a los muchachos que murieron tratando de asegurar su carpa y que hoy con toda
justicia son héroes de la paz.

Recordamos nuestra visita al Sahara City, sus bailarinas, el baile de los siete velos.

Recordamos de pasada tantas cosas, pero nos detuvimos al evocar aquella navidad de 1973 y
aquel año nuevo de 1974. ¿Por qué nos detuvimos? Porque, en esa navidad y en ese año nuevo,
salió a relucir el espíritu rebelde de nuestra promoción ¿se acuerdan? ¿Se acuerdan del villancico
“sopa le dieron al indio” cantada por el conjunto los grasientos? ¿Se acuerdan del flaco Campos
durmiendo es ese frío calabozo acusado de instigador? ¿Se acuerdan del corte de pelo a “cero” de
la mayoría en señal de protesta? ¿Se acuerdan de la borrachera bíblica que nos pegamos
recibiendo el año nuevo? Ahí, entre la bruma del alcohol prometimos entre otras cosas seguir
siendo rebeldes para mejorar y estar siempre unidos.

No sé qué hubiera pasado si un “TUMI” hubiera llegado al comando del ejército. De repente
hubiesen cambiado muchas cosas, de repente no. ¡Vaya uno a saber! ¡Porque como siempre he
dicho, al comando del ejército llega una persona, no una Promoción! ¿Ese hombre que hubiera
llegado, hubiera estado imbuido del espíritu de la Promoción “Sesquicentenario de la Batalla de
Ayacucho? ¡Sólo dios sabe! Pero puedo decir que fui testigo presencial (como inspector), de algo
inusual, espectacular, inolvidable, algo nunca visto en mis 34 años de vida militar.

La presentación de la guarnición del Cusco se realizó en la noche. Todo era silencio, todo era
oscuridad cuando llegamos al cuartel “Huancaro”. Las luces del portón se prendieron al pasarlo y
las del patio de armas se iban prendiendo mientras la comitiva avanzaba y ocupaba la tribuna.
Silencio, no había tropa, no había un alma en los alrededores, los pasadizos de las cuadras estaban
a oscuras, ni un tunche pasaba por ahí.

De pronto, una corneta, un bombo, un platillo, un saxofón, toda la banda tocando “Valicha”, a
ritmo de marcha, y toda la guarnición saliendo a paso marcial de los pasadizos que se iluminaron
desde ese momento. Se notaba orden, disciplina, convencimiento de que debían esforzarse al
máximo para hacer excelentemente bien todo lo que estaban haciendo; se notaba orgullo,
desprendimiento y cariño por su Gran Unidad. Hubo más de ese espíritu en los tres días que duró
la inspección.
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El atributo que obtuvieron no fue bueno, muy bueno o sobresaliente; el atributo unánime fue
“excelente”. ¿Saben quién era el Comandante General de esa Gran Unidad?, un “TUMI”, Pochi
Contreras.

Queridos compañeros de Promoción, nos espera un año de desafíos. Tenemos que hacer algo que
otras promociones no se atrevieron hacer, tenemos que marcar la diferencia con audacia,
inteligencia, tesón y argumentos. Somos anfitriones. Los “TUMIS” sí podemos.

Les adjunto un cuentito titulado “¡A mí, con tigrecitos!”, donde un chiquito de ocho años atraviesa
la selva en una noche lluviosa. Quien sabe al fin de la jornada nosotros también podamos decir:
“¡A mí, con judeinpritos!”

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