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la juventud
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Van mis años a aumentar
Hasta diecisiete.
¿Dónde voy a trabajar?
¿Qué se me promete?
Así empieza el poema ¿Qué ser?, escrito por Vladimir Mayakovski hace casi cua
renta años. De seguro que esa pregunta se la hacen todos los jóvenes del mundo a los
diecisiete años. Y tal vez no tenga nunca una respuesta definitiva, pues es un interrogante
que se formula cada generación.
A la hora presente, en 210.000 escuelas de la Unión Soviética estudian más de 48 mi
llones de alumnos. Es obligatoria la segunda enseñanza para todos (la escuela de ocho
grados).
En el transcurso del plan quinquenal (1966—1970), se pasará a la enseñanza obligatoria
de diez grados.
La juventud soviética sabe que no está amenazada por el desempleo. La Constitución
garantiza el derecho al trabajo. Ahora bien, ¿dónde trabajar, cómo encontrar un puesto
en la vida? ,
Mayakovski habla en su verso de siete profesiones: carpintero, ingeniero, médico, tor
nero, cobrador de tranvía o autobús, chófer, aviador. Para un poema es bastante. Pero
en la vida hay miles de profesiones, desde la del jardinero hasta la del astronauta. Y,
entre tantas, ¿cuál elegir? He ahí la nada fácil opción que ha de encarar cada joven a
los diecisiete años.
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Hoy en la URSS hay cerca de 5.000 centros de esta clase. En los 27 años que existen
prepararon 18 millones de obreros calificados, muchos de los cuales llegaron a ser diri
gentes de empresas industriales u obras en construcción, sovjoses y koljoses. Yuri Gagarin,
el primer astronauta del mundo, pasó también por una escuela de éstas.
No todos saldrán estrellas de la ciencia, pero que encenderán las estrellas de las grandes
obras, eso sí.
Toda generación posee ciertos rasgos que la distinguen de las precedentes.
¿Cómo es la juventud soviética de hoy, qué relaciones tiene con la generación de los
adultos, con la de sus padres? ¿Existen antagonismos entre estas dos generaciones?
ILYÁ EHRENBURG, ESCRITOR:
Sinceramente, no creo que haya animadversión entre las generaciones en parte alguna.
En Occidente existe la hostilidad de clases. A mi modo de ver, el problema de los pa
dres y de los hijos consiste en la modificación de las costumbres y los gustos. Cuando yo
era joven, el deporte desempeñaba en nuestra vida un papel bastante menor que ahora.
Se bailaban otros bailes. Si yo aconsejara a la juventud de hoy que bailase el "pas de
quatre", favorito en mi mocedad, tendría la más fría acogida. Los gustos cambian también
en el dominio del arte. Mucho de lo que a mí me gustaba cuando tenia quince años, no
tiene hoy sino importancia histórica. Esos cambios son naturales. Si dijésemos que nuestra
joven generación no se distingue en nada de nosotros, los "padres", negaríamos de hecho
diez lustros de existencia de la Unión Soviética.
Dos obreros de la construcción, igual que si los viéramos en las piezas teatrales de
Lo que más me cautiva en la juventud es su actitud critica frente a la realidad. . . Hoy
los jóvenes quieren comprender ante todo la esencia de lo que ocurre a su alrededor e
influir sobre ello. Yo he tenido reiteradas ocasiones de oir quejarse a profesores univer
sitarios y maestros de escuela de que es muy difícil el trato con la juventud. Hasta cierto
punto, eso es verdad. La joven generación no acepta nada a ciegas. Y eso es bueno.
Además, la juventud tiene ventajas sobre los adultos en el orden cultural. Cuando los
padres de hoy eran jóvenes, el proceso de dominio de la cultura por las vastas masas
populares acababa de empezar. Cuando la cultura se hace patrimonio de toda la socie
dad, y no de una minoría selecta, su desenvolvimiento toma —al principio— un carácter
Ahora el lector nos dirá si tiene razón, desde el punto de vista de la juventud sovié
tica, el dibujante de Punch, que describe así el problema de los padres y los hijos:
Los resultados ahí expuestos coinciden en esencia con las opiniones sobre los mode
los de vida. La riqueza, considerada como objetivo único en la vida, fue calificada nega
tivamente. ¿Quiere decir esto que en la sociedad socialista el dinero carezca de interés?
En la misma encuesta se invitaba a los jóvenes obreros a elegir de entre los juicios
siguientes aquellos que coincidieran con sus pareceres:
1. Cualquier trabajo bien pagado es aceptable.
2. El salario es lo fundamental, pero también hay que saber para qué se trabaja.
3. No hay que menospreciar el salario, pero lo principal radica en el sentido del tra
bajo, en su provecho para la sociedad.
4. Bueno es el trabajo donde más rindes y eres más útil.
Las respuestas expresadas según la escala —2 (primera variante de respuesta) hasta
-j-2 (cuarta variante) dan una calificación media de - 0,9, es decir, que se encuentran al
nivel de la tercera variante de respuesta. Los más de los consultados no oponen el trabajo
al sueldo, consideran los dos factores en su conjunto. Así, pues, se podría lógicamente
deducir que en la conciencia de la gente prevalece la norma del socialismo: "De cada
cual, según sus capacidades, a cada cual, según su trabajo".
"¿Qué quiere usted que sea su hijo (hija) el dia de mañana?" También hacia esta pre
gunta la encuesta. Sólo un 20% marcaron una posición social determinada (un 6% aspira
a que su hijo sea ingeniero; un 4%, obrero calificado; un 3%, astronauta; un 7%, hombre
de ciencia o del arte). La inmensa mayoría (53%) exalta las cualidades morales.
"Ante todo que sea Humano, el oficio es lo de menos" (una estudiante).
"Lo principal, que mi hijo sea un miembro digno de la sociedad socilaista, indepen
dientemente de la profesión o del nivel de cultura que adquiera" (un obrero me
cánico).
"Tengo dos hijas, una de 5 años y la otra de 8 meses. Mi mayor deseo: que sean bue
nas especialistas y buenas personas, útiles a la sociedad y, sobre todo, a las personas con
"No quiero que mi hijo sea más profano que el padre, ni menos honrado para consigo
mismo y para con los demás. Engañar al prójimo es de ruines, engañarse a si mismo, una
estupidez. Que mi hijo tenga más cultura, dé pruebas de perseverancia en la consecución
de la meta trazada y sea feliz" (un obrero).
Otra pregunta del formulario: "¿Qué se puede esperar de la vida?" Las respuestas re
sumaban un optimismo sano y moderado. A ésta: "¿Espera usted arreglar su vida como lo
desea?" La mayoría contestó afirmativamente. Un obrero mecánico: "¡Cómo nol De lo con
trario la vida no tendría sentido".
Un buen número de interrogados vincula su futuro a los estudios. Se explica porque
más de la mitad de ellos cursan en escuelas vespertinas y por correspondencia, etc. Vean
Manos jóvenes levantaron esta presa gigante en Siberia. Veinticinco años: es la edad me
lo que dicen algunos jóvenes obreros y estudiantes respecto a sus estudios y a lo que
aspiran luego de acabarlos.
"Después de terminar el instituto deseo volver a la fábrica, quiero ser una buena es
pecialista, ganarme el respeto y la confianza de los demás, deparar más provecho a la
sociedad, ser feliz y tener un buen hogar" (una estudiante de 21 años).
"Quiero que seamos todos felices, contribuir con mi trabajo, mi conducta y mi experien
cia a ese fin. Que seamos todos más bondadosos. Detesto la vileza, con la que, por
desgracia, todavía tropezamos" (obrero montador de 23 años).
"Primero, un trabajo interesante y una familia sólida. Y luego, que la vida deje una par
tícula para el futuro" (obrero mecánico, 32 años, estudia en el primer curso del instituto).
"Terminar la escuela y el instituto, construir máquinas, hacer más fácil el trabajo de los
obreros" (obrero en montajes, 30 años, estudia en la novena clase).
Nos parece que la consulta revela la sicología de la juventud soviética, la actitud de
nuestros jóvenes ante el trabajo, sus aspiraciones a encontrar un puesto en la sociedad. Tal
vez mejor que nada refleje esa postura el papel que jugó nuestra juventud en la indus
trialización de Siberia. Acordado el erigir plantas hidroeléctricas e industriales gigantes
en aquellos parajes de rigurosísimo clima, el Gobierno apeló a la juventud, y unos dos
* *
De modo que, ¿trabajar para vivir, o vivir para trabajar? Ni lo uno ni lo otro.
Trabajar en aras de la vida.
* * *
EN EL PINACULO DE LA FAMA
Del genial Sviatoslav Richter se dice que elevó el arte del piano hasta alturas des
conocidas. No nos asombremos si dentro de algún tiempo jóvenes pianistas escalan las
cimas del éxito con los espléndidos "Estonia". El arte ha calado tan hondo entre la
juventud soviética, que el presente capítulo lo podríamos titular, calcando el anterior,
"Todo el país en las salas de conciertos".
Asi, pues, la tercera pregunta al señor Epicuro: Suponiendo que usted no hubiera
logrado comprar una localidad para el partido de fútbol URSS-Brasil (no se aflija, señor
Epicuro, que es sólo una suposición), ¿a qué espectáculo quisiera asistir?
Si Epicuro fuese un muchacho soviético diría que al cine, porque es lo que más gusta
a la juventud, máxime cuando en la pantalla soviética se proyectan películas de muchos
paises, y cualquier tarde libre pueden muchachos y muchachas ver el mundo de sus
coetáneos del extranjero.
El teatro viene en segundo lugar. En la Unión Soviética, los teatros con compañías
propias se cuentan por centenares.
Y, por último, la música. Aunque tal vez le gane al teatro. Siguen a la música la
poesía y la pintura. De la afición a las artes da fe el hecho de que a los recitales acuden
miles y miles de personas. Los organizadores de estas veladas alquilan las salas más espacio
sas, como, por ejemplo, el Palacio de los Deportes de Moscú, con sus 18.000 localidades.
La educación estética comienza desde la misma infancia y la afición a las artes se
fomenta ampliamente. Podríamos decir que la juventud soviética es como si viviera a
orillas de un mar llamado "Arte", en el que todos desde niños pueden aprender a na
vegar, arribando en ese viaje a islas —los Palacios de Pioneros— donde les aguardan
maestros de música, pintores, coreógrafos, etc.
El contacto con el arte no se limita estrictamente a pasar unas horas en la sala de
espectáculos. La juventud, además de disfrutar del arte, lo crea ella también. Cada fá
brica, cada instituto y cada koljós cuentan con sus propios conjuntos de aficionados. Las
canciones escritas por autores amateurs suelen ganar más popularidad que las de los
profesionales. Komsomólskaya pravda organiza todos los años un concurso de poesía en
el que toman parte miles de poetas aficionados.
El verso que insertamos a continuación fue reconocido como el mejor en uno de
los últimos certámenes.
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