Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Jonathan Edwards vivió a la vez que Max Jukes, pero se casó con una buena
mujer. Amaba al Señor y vio que sus hijos estaban en la iglesia cada domingo, a
la vez que él servía al Señor lo mejor que podía. Se hizo una investigación sobre
1394 de sus descendientes conocidos. Trece de sus descendientes fueron
presidentes de universidades; 65, profesores de universidad; 100 fueron
abogados; 30, jueces; 60, médicos; 76, oficiales del ejército y la armada; 100,
predicadores y misioneros; 60, autores prominentes; 3, senadores de los Estados
Unidos; uno, vicepresidente de los Estados Unidos; 80, oficiales públicos en otros
puestos, y 295, graduados universitarios, entre los cuales, hubo gobernadores de
estados y ministros en países extranjeros. (Datos en
www.yorkcitychurch.org.uk.)
Según algunos estudios, al menos el 92% de las personas que hay en las prisiones
estadounidenses hoy día fueron víctimas o testigos de abuso de menores. Sí, la
herencia ha jugado un papel importante en estos problemas. Sí, sus horrendos
entornos les influenciaron para tomar el camino que escogieron, pero, según la
Palabra de Dios, hay otra influencia que no puede ser vencida por ninguna
cantidad suficiente de castigo humano o de rehabilitación: los pecados de sus
padres y las maldiciones resultantes que han venido sobre ellos, las cuales solo se
pueden romper con la cruz de Jesucristo.
¿Has tenido en cuenta, alguna vez, la validez de estas advertencias del Antiguo
Testamento en tu propia vida? ¿Se produce una reacción interna inmediata
contra este concepto? Deja a un lado, por un momento, tus objeciones a esta idea
y quédate conmigo mientras exploramos este tema juntos. No rechaces la
posibilidad de que los pecados y maldiciones generacionales te afecten a ti y a
tus hijos sin, al menos, haber oído todo lo que tengo que decir. Trataremos tus
objeciones y reservas en un minuto.
Por ahora, deja que tu imaginación te lleve al mundo en el que vivieron tus
antepasados hace quinientos años. Trae a tu memoria todo lo que sepas sobre el
estilo de vida de esa época, los hogares, los vestidos, la comida, las ocupaciones,
el gobierno o la religión. Tómate unos pocos minutos para sumergirte en esa era
y lugar. ¿Puedes verlo?
Quinientos años son, al menos, veinte generaciones; es probable, pues, que más
de un millón de sus tatara-tatara-tatara-(+ 15 “tataras” más) abuelos estuvieran
caminando en ese mundo que estás imaginando. (Tienes dos padres, cuatro
abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos, treinta y dos tataratatarabuelos,
etc.). Enfoquémonos en sus vidas espirituales. ¿Eran europeos tus antepasados?
¿Cuáles crees que son las posibilidades de que, al menos uno, de entre esos
1.048.576 individuos no fuera un adorador del único Dios verdadero pero sí
estuviera interesado en la brujería o la magia negra? ¿Provendrían tus
antepasados de África? ¿No crees que al menos uno de tus tatarabuelos pudiera
haber practicado adoración a los ancestros o a los ídolos? ¿Tienes antepasados de
Asia? ¿Es posible que al menos unos de tus ancestros fuera budista o musulmán?
¿Eres estadounidense nativo? ¿Podría uno de tus antepasados haber creído en el
panteísmo o el animismo?
Una pregunta mejor podría ser: ¿es posible que alguno de nosotros tenga un
árbol genealógico perfecto en el que nunca hubiera habido ni una sola persona
que no hubiera servido al único Dios verdadero durante todos los días de su
vida? Creo que es bastante improbable. Sin embargo, el Señor ha declarado: “No
tengas otros dioses además de mí. No te hagas ningún ídolo... No te inclines
delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando
los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y
cuarta generación...” (Ex. 20:3-5). “Si no obedeces al Señor tu Dios ni cumples
fielmente todos sus mandamientos y preceptos que hoy te ordeno, vendrán sobre
ti y te alcanzarán todas estas maldiciones... adorarás a otros dioses, dioses de
madera y de piedra, que ni tú ni tus antepasados conocieron” (Dt. 28:15, 64).
Así que, hace quinientos años –o veinte generaciones– tuviste un antecesor que
practicó la idolatría. Dios declaró que el castigo y la maldición por ese pecado
duraría hasta tres o cuatro generaciones, y que una de las consecuencias sería
que los descendientes de los idólatras adorarían ídolos. Así que, las generaciones
números diecinueve, dieciocho, diecisiete y dieciséis, probablemente tuvieron, al
menos, un adorador de ídolos, pero la idolatría de la tatarabuela número
dieciséis extendió la maldición cuatro generaciones más abajo, creando
adoradores de ídolos en las generaciones números quince, catorce, trece y doce,
cuyo pecado envió la maldición cuatro generaciones más abajo... Y el círculo
continúa hasta llegar a ti y a tu generación, ¡a menos que se haya roto la
maldición!
Los pecados sexuales acarrean una maldición similar, pero la promesa es que las
consecuencias influenciarán a las siguientes diez generaciones. ¿Estás seguro de
que nadie, entre sus millones de antepasados, cometió nunca ninguna
inmoralidad sexual?
Bueno, sí y no. La muerte de Jesús en la cruz pagó la pena y rompió el poder del
pecado para cada miembro de la raza humana, desde Adán hasta el último
hombre que viva en el final de los tiempos. Cada persona fue salvada por la
muerte de Jesús, pero, a la vez, esa salvación, ese perdón de pecados y esa
liberación de su poder, no fue efectivo en nuestras vidas, no se aplicó a nosotros,
no contaba a nuestro favor hasta que nosotros, personalmente, lo aceptamos por
fe y nos lo apropiamos para nuestras propias vidas. Y solo los beneficios que
nosotros, personalmente, recibimos por fe son efectivos para nosotros.
Por la gracia de Dios, Mark y yo aprendimos sobre el poder de los pecados y las
maldiciones generacionales en nuestro matrimonio, antes de tener hijos. Por fe,
vimos la cruz de Cristo alzada entre nosotros y nuestros antepasados. Los
pecados y maldiciones que habían sido vertidos sobre nosotros fueron
absorbidos en la cruz. ¡Fuimos liberados de su poder! Y mientras permanecimos
en este lado de la cruz, cada promesa de bendición que Dios había hecho
comenzó a derramarse sobre nosotros y nuestras futuras generaciones. Cuando
los escombros del pasado fueron limpiados, los obstáculos que bloqueaban los
canales de la gracia y las bendiciones fueron quitados, y la corriente de
misericordia, gracia, bendición y paz que Dios anhela que todos sus hijos
experimenten, comenzó a fluir con libertad.