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Crisis en la moralidad

Crisis in Morality), compara los descendientes de dos hombres que vivieron en


los Estados Unidos hace unos 150 años. Max Jukes era ateo, y no creía en Cristo
ni en el entrenamiento cristiano. Se casó con una mala muchacha y no quiso
llevar a sus hijos a la iglesia, incluso aunque ellos se lo pedían. En el momento en
que se llevó a cabo esta investigación, había aproximadamente 1200
descendientes de esta unión. De ellos, 310 murieron pobres, al menos 150 fueron
criminales, 7 fueron asesinos, 100 borrachos y más de la mitad de las mujeres
fueron prostitutas.

Jonathan Edwards vivió a la vez que Max Jukes, pero se casó con una buena
mujer. Amaba al Señor y vio que sus hijos estaban en la iglesia cada domingo, a
la vez que él servía al Señor lo mejor que podía. Se hizo una investigación sobre
1394 de sus descendientes conocidos. Trece de sus descendientes fueron
presidentes de universidades; 65, profesores de universidad; 100 fueron
abogados; 30, jueces; 60, médicos; 76, oficiales del ejército y la armada; 100,
predicadores y misioneros; 60, autores prominentes; 3, senadores de los Estados
Unidos; uno, vicepresidente de los Estados Unidos; 80, oficiales públicos en otros
puestos, y 295, graduados universitarios, entre los cuales, hubo gobernadores de
estados y ministros en países extranjeros. (Datos en
www.yorkcitychurch.org.uk.)

Según algunos estudios, al menos el 92% de las personas que hay en las prisiones
estadounidenses hoy día fueron víctimas o testigos de abuso de menores. Sí, la
herencia ha jugado un papel importante en estos problemas. Sí, sus horrendos
entornos les influenciaron para tomar el camino que escogieron, pero, según la
Palabra de Dios, hay otra influencia que no puede ser vencida por ninguna
cantidad suficiente de castigo humano o de rehabilitación: los pecados de sus
padres y las maldiciones resultantes que han venido sobre ellos, las cuales solo se
pueden romper con la cruz de Jesucristo.

¿Has tenido en cuenta, alguna vez, la validez de estas advertencias del Antiguo
Testamento en tu propia vida? ¿Se produce una reacción interna inmediata
contra este concepto? Deja a un lado, por un momento, tus objeciones a esta idea
y quédate conmigo mientras exploramos este tema juntos. No rechaces la
posibilidad de que los pecados y maldiciones generacionales te afecten a ti y a
tus hijos sin, al menos, haber oído todo lo que tengo que decir. Trataremos tus
objeciones y reservas en un minuto.

Por ahora, deja que tu imaginación te lleve al mundo en el que vivieron tus
antepasados hace quinientos años. Trae a tu memoria todo lo que sepas sobre el
estilo de vida de esa época, los hogares, los vestidos, la comida, las ocupaciones,
el gobierno o la religión. Tómate unos pocos minutos para sumergirte en esa era
y lugar. ¿Puedes verlo?

Quinientos años son, al menos, veinte generaciones; es probable, pues, que más
de un millón de sus tatara-tatara-tatara-(+ 15 “tataras” más) abuelos estuvieran
caminando en ese mundo que estás imaginando. (Tienes dos padres, cuatro
abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos, treinta y dos tataratatarabuelos,
etc.). Enfoquémonos en sus vidas espirituales. ¿Eran europeos tus antepasados?
¿Cuáles crees que son las posibilidades de que, al menos uno, de entre esos
1.048.576 individuos no fuera un adorador del único Dios verdadero pero sí
estuviera interesado en la brujería o la magia negra? ¿Provendrían tus
antepasados de África? ¿No crees que al menos uno de tus tatarabuelos pudiera
haber practicado adoración a los ancestros o a los ídolos? ¿Tienes antepasados de
Asia? ¿Es posible que al menos unos de tus ancestros fuera budista o musulmán?
¿Eres estadounidense nativo? ¿Podría uno de tus antepasados haber creído en el
panteísmo o el animismo?

Una pregunta mejor podría ser: ¿es posible que alguno de nosotros tenga un
árbol genealógico perfecto en el que nunca hubiera habido ni una sola persona
que no hubiera servido al único Dios verdadero durante todos los días de su
vida? Creo que es bastante improbable. Sin embargo, el Señor ha declarado: “No
tengas otros dioses además de mí. No te hagas ningún ídolo... No te inclines
delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando
los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y
cuarta generación...” (Ex. 20:3-5). “Si no obedeces al Señor tu Dios ni cumples
fielmente todos sus mandamientos y preceptos que hoy te ordeno, vendrán sobre
ti y te alcanzarán todas estas maldiciones... adorarás a otros dioses, dioses de
madera y de piedra, que ni tú ni tus antepasados conocieron” (Dt. 28:15, 64).

Así que, hace quinientos años –o veinte generaciones– tuviste un antecesor que
practicó la idolatría. Dios declaró que el castigo y la maldición por ese pecado
duraría hasta tres o cuatro generaciones, y que una de las consecuencias sería
que los descendientes de los idólatras adorarían ídolos. Así que, las generaciones
números diecinueve, dieciocho, diecisiete y dieciséis, probablemente tuvieron, al
menos, un adorador de ídolos, pero la idolatría de la tatarabuela número
dieciséis extendió la maldición cuatro generaciones más abajo, creando
adoradores de ídolos en las generaciones números quince, catorce, trece y doce,
cuyo pecado envió la maldición cuatro generaciones más abajo... Y el círculo
continúa hasta llegar a ti y a tu generación, ¡a menos que se haya roto la
maldición!

Los pecados sexuales acarrean una maldición similar, pero la promesa es que las
consecuencias influenciarán a las siguientes diez generaciones. ¿Estás seguro de
que nadie, entre sus millones de antepasados, cometió nunca ninguna
inmoralidad sexual?

Y hemos estado hablando solamente de los resultados del pecado de una


persona, hace veinte generaciones. Multiplica eso exponencialmente por la
realidad de la naturaleza humana pecaminosa que configura tu árbol
generacional, y verás un torbellino de pecados y maldiciones generacionales
arremolinándose sobre las insospechadas e inocentes cabezas de tus hijos. Ahora,
multiplica por dos esta energía de pecado negativa, porque el árbol generacional
de tu esposo es tan desastroso como el tuyo. No te extrañes de que la vida sea
dura, ni de que haya días en los que nos sentimos que estamos intentando correr
cuesta arriba por arenas movedizas tan solo para poder mantenernos en pie, ni
de que luchemos tanto para apropiarnos de la gracia de Dios para vencer
nuestros pecados. Los canales de su gracia han sido taponados por las
maldiciones de nuestros antepasados.

Puedo oírte argumentando: “¡Pero Jesús nos ha redimido de la maldición de la


ley haciéndose maldición por nosotros! ¿No conoces Gálatas 3:13?”.

Bueno, sí y no. La muerte de Jesús en la cruz pagó la pena y rompió el poder del
pecado para cada miembro de la raza humana, desde Adán hasta el último
hombre que viva en el final de los tiempos. Cada persona fue salvada por la
muerte de Jesús, pero, a la vez, esa salvación, ese perdón de pecados y esa
liberación de su poder, no fue efectivo en nuestras vidas, no se aplicó a nosotros,
no contaba a nuestro favor hasta que nosotros, personalmente, lo aceptamos por
fe y nos lo apropiamos para nuestras propias vidas. Y solo los beneficios que
nosotros, personalmente, recibimos por fe son efectivos para nosotros.

El crecimiento en la vida cristiana es, a menudo, simplemente el aumento de


revelación de lo que ha logrado hacer la cruz de Jesucristo y la aplicación de esa
revelación a nuestras propias vidas. El bautismo en el Espíritu Santo estaba
disponible para nosotros desde el momento de nuestra salvación, pero pocos de
nosotros lo recibimos en ese entonces. La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús
surtió efecto en el mismo momento en que Él se convirtió en nuestro Señor y
Salvador, pero pocos de nosotros caminamos en ella inmediatamente. Por sus
llagas fuimos nosotros sanados pero, sin embargo, muchos de nosotros
caminamos en enfermedad aun después de recibir su salvación. Todo lo que es
necesario para vivir una vida agradable a Dios estaba en la cruz pero, al mismo
tiempo, no se manifiesta en nuestras vidas hasta que nosotros, personalmente, lo
recibimos por fe.

Lo mismo es cierto para el caso de la maldición de la ley: Jesús nos ha redimido


de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, no hay duda, así es.
Sin embargo, hasta que nosotros, personalmente, no nos apropiamos de esta
redención para nuestras propias vidas, la maldición continúa operativa. Cuando
nosotros, de forma personal, tomamos la cruz de Jesucristo y la ponemos, por fe,
entre nosotros y nuestros antepasados, inmediatamente todos esos pecados y
maldiciones generacionales que habían sido derramados sobre nosotros y
nuestros hijos se acaban de forma radical, son absorbidos en la cruz, porque
Jesús ya ha pagado el precio y ha sufrido el castigo. El poder de ellos sobre
nosotros se rompe por nuestra fe en la obra de Jesús en la cruz.

Puedes ser liberado de las energías de pecado negativas de tus antepasados, y


ahora puedes vivir una vida de libertad del poder de las maldiciones
generacionales. Puedes acercarse libremente a las fuentes de salvación, porque
los canales de la gracia de Dios pueden ser limpios de toda obstrucción. Tus hijos
pueden comenzar una vida con una pizarra limpia, descargada de las
consecuencias de cualquier pecado, excepto de los suyos. Todo lo que debes
hacer es recibirlo por fe. Al final de este capítulo, hay un ejemplo de oración y
meditación, la cual, te animo mucho a que te la apropies para tu propia vida por
fe. Es especialmente importante apropiarse de la gracia de Dios de esta forma, si
tienes un hijo adoptado. Por la naturaleza de los asuntos que dan lugar a la
adopción, se debe hacer una limpieza y una ruptura de maldiciones.

Por la gracia de Dios, Mark y yo aprendimos sobre el poder de los pecados y las
maldiciones generacionales en nuestro matrimonio, antes de tener hijos. Por fe,
vimos la cruz de Cristo alzada entre nosotros y nuestros antepasados. Los
pecados y maldiciones que habían sido vertidos sobre nosotros fueron
absorbidos en la cruz. ¡Fuimos liberados de su poder! Y mientras permanecimos
en este lado de la cruz, cada promesa de bendición que Dios había hecho
comenzó a derramarse sobre nosotros y nuestras futuras generaciones. Cuando
los escombros del pasado fueron limpiados, los obstáculos que bloqueaban los
canales de la gracia y las bendiciones fueron quitados, y la corriente de
misericordia, gracia, bendición y paz que Dios anhela que todos sus hijos
experimenten, comenzó a fluir con libertad.

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