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México: el caso de Guadalajara
Introducción
¡
El autor agradece los comentarios de Femando Cortés, Humberto Muñoz, Patricia
Chalita,Henry Selby y Harley Browning a versiones o fragmentos preliminares, así como
los de dos dictaminadores de esta revista a un primer borrador. La Fundación Ford, por
otra parte, financió el estudio.
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232 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS X I I I : 3 8 , 1 9 9 5
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Esta definición de mercado de trabajo en sentido amplio se aleja de la de los
economistas "radicales" o segmentalistas de Estados Unidos, que es la que el autor usó en
otros textos (Escobar, 1986a y 1986¿), y se acerca, por una parte, a la llamada "estructura
de oportunidades" y, por la otra, al enfoque "antroponómico" de Bertaux (1977).
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L o s conceptos básicos
Sin embargo, para aceptar estas premisas es necesario hacer dos aclara-
ciones respecto de la definición y los alcances de sendos conceptos: uno,
es el de mercado de trabajo y otro el de "segmentación" o conformación
de grupos segregados en el mercado.
En primer lugar, el concepto de mercado de trabajo al cual hay que
referirse, para comprender el proceso de producción de la estructura so-
cial es mucho más amplio que el utilizado normalmente: en efecto, esta
institución debe entenderse como el conjunto de procesos de moviliza-
ción o circulación y ubicación de la fuerza de trabajo social en activida-
3
des y ocupaciones en las sociedades capitalistas. Esto significa que el
mercado de trabajo en sentido amplio incluye el conjunto de los procesos
sociales de ubicación y movilización de la fuerza de trabajo. E n México,
dos terceras partes de las mujeres económicamente activas (se cuenta a
3
Esta definición se acerca más al concepto básico de Bertaux (1977) que a las
utilizadas normalmente en Latinoamérica, Estados Unidos y Gran Bretaña, por razones
históricas claras.
234 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS X I I I : 38, 1995
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Tomo este término de Allison McEwen Scott.
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Estos análisis de la ciudad de Guadalajara se basaron en una muestra de trabajadores
manuales de 55 empresas manufactureras (industriales y de la construcción) y de siete
oficinas gubernamentales aplicada en 1981-1982.
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Escobar (1993) hace, posteriormente, una crítica de esa escuela desde el punto de
vista de las necesidades de análisis del mercado de trabajo en Latinoamérica.
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' Esto fue posteriormente encontrado por Dombois (1992) en Bogotá, y por Pries
(1992) en Puebla.
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Esto se debe, obviamente, a la gran importancia de la discusión sobre la naturaleza
y el desarrollo de la clase obrera (Edwards, Gordon y Reich, 1972) en el desarrollo de los
análisis de los mercados de trabajo. Sin embargo, ésta ya no es la preocupación fundamental
de los análisis actuales.
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Básicamente, porque los procesos de trabajo están cambiando.
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Una consecuencia de la flexibilidad y la multivalencia obrera es destruir el sentido
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La información
progresivo y acumulativo que tenía una parte de las trayectorias laborales. Sería conveniente
averiguar si en las plantas nuevas, o reformadas, subsisten las carreras y, si es así, sobre
q u é bases.
" El principal problema de falta de antecedentes es que, al analizar el conjunto de
posiciones pasadas de una muestra entrevistada en un momento dado, se está sujeto a
sesgos por la supervivencia diferencial (dentro de la muestra) de individuos con
antecedentes distintos. Como se afirma en el texto de referencia, éste podría ser un problema
para reconstruir las posiciones pasadas de las mujeres, sobre todo de estratos bajos, pero
no necesariamente para los antecedentes del conjunto de los hombres. De todas maneras,
se debe comprender que no se busca reconstruir estructuras pasadas con este estudio, sino
patrones de movilidad.
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1. Migración y m o v i l i d a d o c u p a c i o n a l
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Según el Censo de Población y Vivienda de 1990, los tres municipios del A M G
tenían 2.8 millones de habitantes. Sin embargo, un conteo promovido por el gobierno del
estado arrojó 17% más (3 276 millones), y hay indicios de que, incluso, éste subenumeró
a la población. Si, además, se agregan ios municipios conurbados en la última década (por
lo menos dos: El Salto y Tonalá), la población sobrepasa los 3.5 millones.
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Esto se observa tanto en los estudios urbanos de esa década ya mencionados como
en la discusión sobre terciarización recogida, por ejemplo, en Muñoz y Oli veira (1979).
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Ambos tipos de movilidad corresponderían a cambios en la estructura del empleo
(ambas básicamente estructurales y no circulares), pero en puntos distintos de la estructura.
Sin embargo, en el texto prefiero no utilizar esta distinción, que ya ha sido deshechada en
la literatura reciente sobre movilidad social (Goldthorpe, 1987).
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2. N i v e l e s de i n g r e s o a l a f u e r z a de t r a b a j o : e l p a p e l
de l a reproducción s o c i a l
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La encuesta no lo muestra (sólo lo sugiere) debido a que puede interferir con el
resultado la supervivencia y la permanencia diferenciales de las cohortes de migrantes en
la ciudad. Éste es otro aspecto del problema de supervivencia diferencial y variable
mencionado antes.
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3. P a t r o n e s de inserción l a b o r a l d u r a n t e l a p r o s p e r i d a d y l a c r i s i s
" Los diversos estudios utilizan diferentes umbrales de edad. González de la Rocha
corta a los 15 arios, edad que para ella significa el paso a la edad adulta laboral. García y
Oliveira utilizan una variable dummy que se define por tener 30 o más años de edad.
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Cuadro 1
Ocupaciones de los varones empleados en Guadalajara
en 1 9 8 2 y 1 9 9 0 , según experiencia
(N y proporciones)
1982 1990
Ocupación C o n exp. Sin exp. Total C o n exp. S i n exp. Total
Cuadro 2
1982 1990
Profesionales 20 16 36 35 42 11
Funcionarios y dir. 6.8 6.4 6.6 6.5 4.6 5.2
Técnicos y 60 41 101 119 105 224
Maestros 20.5 16.4 18.7 22.2 11.5 15.3
Empleados de oficina 66 98 164 129 293 422
Comercio 22.6 39.2 30.2 24.1 31.9 29.1
Manuales 72 60 132 113 253 366
Dependientes 24.7 24.0 24.4 21.1 27.6 25.2
Autoempleados 74 35 109 140 224 364
25.3 14.0 20.1 26.1 24.4 25.2
N total 292 250 542 536 917 1 453
Porcentaje total 53.7 46.3 100 36.9 63.1 100
Las diferencias entre hombres y mujeres son marcadas. Hay una ex-
pansión mayor de la fuerza de trabajo femenina que masculina: mientras
que durante el auge ingresa menos de la mitad de la fuerza de trabajo
total de 1982 (250 de 542, o 46.3%), durante la crisis ingresan casi dos
terceras partes de esa fuerza de trabajo: aquellas con menos de siete años
de experiencia son mayoría. Esto quiere decir que todos los estratos fe-
meninos, excepto el de maestras y técnicas, están compuestos en 1990
sobre todo por trabajadoras con poca experiencia. Las mujeres tienen una
distribución aparentemente más favorable que los hombres: hay una pro-
porción superior de mujeres trabajadoras no manuales que de hombres,
aunque menos profesionales. Pero en esto mismo ocurre un deterioro con-
siderable: mientras que antes de la crisis los estratos no manuales daban
cuenta de más de la mitad de las mujeres ocupadas, esta proporción dis-
minuye en 1990, sobre todo por la entrada masiva de mujeres a los dos
estratos más bajos. Nótese cómo disminuye sustancialmente la propor-
ción de mujeres sin experiencia en los estratos no manuales, pero mien-
tras que entre los hombres hay una disminución proporcional de los que
ingresan al trabajo manual dependiente, entre las mujeres hay un peque-
ño aumento, lo cual, dado el crecimiento en el tamaño de la fuerza de
trabajo femenina, indica que, en el agregado, existe cierto remplazo de
obreros por obreras durante la crisis. De un estudio de este estrato solo,
podría deducirse una "salarización" y una "proletarización" del empleo
femenino, pero resulta que esta tendencia es menos importante que la
expansión del autoempleo femenino, basada sobre todo en mujeres sin
experiencia laboral Mientras que en 1982 había dos mujeres experimen-
tadas en este estrato por c&dci mujer no experimentada (74:35), la situa-
¬
ción prácticamente se invierte en 1990 (140:224). Estas mujeres en m u
chos sentidos son diferentes de los hombres de ese estrato. U n análisis
detallado muestra aue son muieres mavores con hiios unidas de baia
escolaridad aue no eiercen en sus ocupaciones habilidades reconocidas
que trabajan más horas que los hombres en ese mismo estrato (sobre todo
en el neaueño comercio'! v aue obtienen ineresos inferiores a los de las
obreras Mientras aue las muieres sin exneriencia tienden a aeolnarse en
posiciones netamente marginales mucho más que en 1982, los hombres
sin exneriencia aunrme en desventaja inpresan nrártiramente tanto romo
0111 w p u i t u t i a , a u n i j u t t u u c o v c i n a j a , n i g i r a a n y i a t u t a i i i t u i t U U H U t u i i i u
antes a las dos ocupaciones "de entrada" de la estructura del emolen de
c u n t a a loo U U J u t u y a t u j i i t a ut tiniaua u t la t o uuwiuia u t i t i n ^ i c u u t
pendiente Estas diferencias seguramente se relacionan con el cambio en
la oferta d e trahaiaHnrf"; hnmhrps v mniprp<;- un lierprn anmpntn rlp la nfprfa
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masculina una inundación en el caso de las mujeres
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La información de las trayectorias laborales no basta para concluir que hay una
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4. L o s p a t r o n e s de m o v i l i d a d o c u p a c i o n a l
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Con esto quiero decir que, en una gran cantidad de países, incluido México, a
partir de 1960 ó 1970 la ubicación laboral de las mujeres de un hogar debe pesar en la
definición de clase de ese hogar, haya o no un hombre "jefe" en el mismo.
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Cuadro 3
Resumen de la movilidad
1975-1982 y 1982-1990
1975-1982 1982-1990
Movilidad M o m i o 1: Movilidad M o m i o 2: M o m i o 2-
ocupacional ascendente ocupacional ascendente Momio 1
total descendente total descendente
Hay una diferencia con el análisis de Portocarero, sin embargo: ella reubica algunos
estratos de la distribución femenina de tal manera que sus estratificaciones masculina y
femenina son diferentes. Aquí, por el contrario, esta estratificación se mantiene idéntica
entre hombres y mujeres.
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Cuadro 4
Desigualdad de género.
Relaciones de desigualdad entre movilidades masculina y femenina
dentro del empleo dependiente durante el auge petrolero y la crisis
T i p o de
movilidad Auge Crisis
Ascendente:
2
larga dist. (W-S) 1.5 (.04/0) aumento
dist. corta (I-S) 2.54 2.03
dist. corta (W-I) 0.67 0.70
delyWaS 1.19 1.41
Descendente:
larga dist. (S-W) 0.63 0.79
dist. corta (S-I) más de 1 0.58
dist. corta (l-W) 5.56 0.41
deSyde/aff 1.25 0.60
2 0
Éste es el tipo de análisis más típico de desigualdad incluido en los estudios de
movilidad social desde 1978 (véase discusión en Goldthorpe, 1987, y muchos otros, incluso
Italia, Japón y estudios comparativos de numerosos países europeos que han formado
parte de Comparative Analysis of Social Mobility ¡n Industrialized Nations [ C A S M I N ] ) .
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Desde luego, esto no indica disminución de la desigualdad social en términos más
generales o abstractos, ya que el análisis se limita fundamentalmente a las clases sociales
que podríamos llamar asalariadas en general. La desigualdad que mide este análisis se
refiere, por lo tanto, al privilegio relativo de un profesional venus un obrero, pero de
ninguna manera enfrenta el privilegio de un verdadero capitalista con el de un asalariado
de cualquier tipo. Este análisis sólo se referiría a la desigualdad social en general si en
efecto la ocupación hubiera suplido completamente a la clase como criterio de estructu-
ración social, lo cual no ha sucedido.
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Cuadro 5
Desigualdad social.
Razones de desigualdad entre las probabilidades de terminar en
estratos selectos entre individuos de estrato ocupacional inicial diferente
(dentro del empleo dependiente) durante el auge petrolero y la crisis
Tipo de
movilidad Auge Crisis
corresponde sólo en parte a una reducción de los riesgos de los que ini-
cian abajo de terminar abajo. Esto sólo sucede en el índice agregado (ren-
glón 4), pero no en la comparación extrema entre hombres que inician
como trabajadores manuales y los que inician como profesionales (ren-
glón 3). L a conclusión, en el caso de los hombres, es que disminuyen
tanto las ventajas del inicio en la cima como los riesgos del inicio en la
clase trabajadora, pero no en todos los estratos, sino sólo a nivel agrega-
do. Entre las mujeres los índices agregados muestran mayor desigualdad
social de logros ocupacionales que entre los hombres (compárense los
renglones 2 y 6). E l hecho de que no se haya registrado ni una sola mujer
que ascendió del estrato de trabajo manual dependiente al estrato profe-
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Conclusiones
2 2
En el análisis mostrado aquí, la búsqueda de precisión y comparabilidad tiene un
costo: los diferentes tipos de movilidad tienen significados distintos para cada periodo
y para cada género, mismos que no se exploran. Esto quiere decir que, estrictamente, no
son del todo comparables: lo más preciso sería elaborar una clasificación distinta para
cada periodo y cada género, pero esto haría cuestionable su comparabilidad. En otras
palabras, si sólo se comparara el cambio de un periodo a otro entre las mujeres, se debería
adecuar la estratificación ocupacional de manera similar a Portocarero (1989), que usa
una estratificación femenina distinta a la masculina; si s ó l o se compararan hombres y
mujeres en el mismo periodo se podría hacer algo similar, pero se optó aquí por la
uniformidad para dar mayor claridad a la exposición, y comparabilidad a los resultados.
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Bibliografía