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En Chile, hasta el año 2017, el aborto inducido era ilegal en todas sus formas. De hecho,
en situaciones extremas en las que se salvaba la vida de la madre, no se hablaba de
aborto. Del mismo modo, el aborto a lo largo de la historia del país ha estado
influenciadas por perspectivas morales, legalistas y sanitarias de la medicina social.
Aunque fue legal con condiciones hasta 1989, el aborto siempre ha sido un tema de
controversia en el país. El debate, impulsado desde diferentes enfoques, hoy se disputa
entre el derecho, la bioética/biopolítica y el feminismo.
a) Aborto libre: Cuando la madre tiene el derecho a interrumpir el embarazo por razones
personales cualesquiera, especialmente cuando no es deseado.
b) Aborto eugenésico: Cuando existe una alta probabilidad o certeza de que el feto
nacerá con efectos importantes para su vida independiente o no sobrevivirá al nacer.
Un enfoque que observa el aborto inducido desde otra perspectiva es la bioética. Esta
se configura como una perspectiva que se articula en base a la biología, pero integra
elementos de ciencias sociales y humanismo, poniendo atención a los contextos en los
que se inscribe el desarrollo de biotecnologías (Piekarewicz, 2015). En este respecto, se
entiende que la eugenesia, eutanasia y otros debates sobre la calidad de vida de las
personas aparecen en la bioética. Del mismo modo, el aborto forma parte de importantes
debates en bioética. En este espacio, los debates sobre el aborto no se acogen a las
posturas absolutas del derecho de la vida del no nacido: Ningún Derecho Humano puede
ni puede tener preeminencia sobre ningún otro; ni a las que apelan al derecho de decisión
de la mujer sobre su cuerpo: todo derecho encuentra su límite en el derecho de terceros
(Íbid: 7).
Descartando la discusión legal, la bioética adopta una visión gradualista del embarazo.
En esta, el embarazo se entenderá como un proceso. En este sentido, se evidencia cómo
la mayoría de las legislaciones se acogen a un sistema de plazos dentro del embarazo
para regular el aborto inducido- cuando es legal (Observatori de Bioètica i Dret, 2008).
La propuesta gradualista de la bioética, como se dijo, se aleja de consideraciones
absolutas del derecho a la vida del no nato y del derecho de la mujer a decidir libremente
sobre su cuerpo, entendiendo diferentes plazos en el embarazo: en una primera etapa,
debe primar la decisión de la mujer sobre la potencialidad de una vida no viable y,
estableciendo plazos, se debe dejar en manos de la muer- que es aquí el único sujeto
de derechos- la decisión (…) mientras mayor viabilidad adquiera el feto mayores medidas
de protección merece (Íbid: 24).
Por otro lado, aparecen en la bioética miradas que- desde un enfoque de género-
proponen una interseccionalidad de diferentes elementos con el problema del aborto.
Piekarewicz (2015) indica que factores como la cultura, el nivel socioeconómico, el
contexto social y político, pero por sobre todo el género, tienen implicancias decisivas en
el aborto. Esta mirada implica el entender el aborto como una cuestión relativa a los
derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. De este modo, los principales factores
a los que se acogen estas miradas son al nivel educacional de las mujeres, acceso al
control del embarazo, unidades de emergencia obstétrica equipadas, entre otras. Estas,
además, tienen una importante relación con la muerte de la madre en caso de abortos
no terapéuticos (Valenzuela, et al, 2017).
Cuando se analiza el debate que discute el aborto inducido en tres causales 1 en Chile,
se aprecia que los argumentos detractores del aborto invalidan las exigencias con que
se podría proceder a un aborto inducido. Primero, para la inviabilidad fetal, los
detractores indican que no es posible asegurar que el feto va a morir al nacer. Se señala
que algunos casos el no nacido es considerado inviable, pero logra extender su vida por
meses (Íbid).
Por otro lado, el riesgo de vida de la madre es una causal que no justifica legalizar el
aborto. Artículos médicos plantean que se ha dado tratamiento efectivo a complicaciones
médicas que sufren mujeres embarazadas, como hemorragias. Asimismo, se argumenta
que las patologías en el embarazo son diagnósticos a largo plazo: habría que evitar todo
embarazo para reducir estos riesgos (Oyarzún, 2015b: 196).
Por último, con relación a un embarazo causado por violación, la oposición al aborto legal
argumenta que el riesgo de esta causal es que una violación no puede ser verificada
físicamente. Así, el espacio para la autonomía de la mujer es amplio, pudiendo
desembocar en condenas erróneas por el delito de violación (González-Wilhelm, Moreno
y Carnevali, 2016). También, el proyecto de ley en discusión fue criticado por no
perseguir realmente diagnósticos que determinen las causales. En este sentido, el
proyecto indica que los casos serán diagnosticados por un médico general, y no un
especialista en materias obstetras (Oyarzún, 2015a).
Otro actor importante que se localiza en la oposición a la legalización del aborto inducido
es la comunidad religiosa de afiliación cristiana, toda vez que estas coinciden en que la
vida comienza desde el momento de la gestación. De esta manera, se presentan
argumentos bíblicos para manifestar las contradicciones entre el proyecto de aborto y los
manifiestos del cristianismo (Ferrada, 2009). Por otro lado, una fuente interesante para
constatar estas posiciones con respecto al aborto son las encíclicas papales de la Iglesia
Católica, entre las que destaca Evangelium Vitae. En este documento se expresan las
consideraciones del papa Juan Pablo II con respecto al derecho a la vida, como el
elemento más importante en la estructura moral de la comunidad católica. Asumiendo
que la vida se origina en el momento de la concepción, el texto se acoge a que el aborto
constituye violar el mandamiento No matarás.
1
Inviabilidad fetal, riesgo de vida de la madre, o embarazo por violación.
En una perspectiva opuesta, quienes se manifiestan a favor el aborto, elaboran
argumentos que van desde la biopolítica hasta el feminismo. Quienes se posicionan a
favor de la legalización del aborto inducido apuestan por dar acogida a los derechos
fundamentales de los sujetos de derecho, en este caso, de las mujeres, restando la
preponderancia a la perspectiva del derecho a la vida del que está por nacer. En este
mismo sentido, se clama por que la mujer sea considerada como un actor autónomo y
que se le respete su integridad física y síquica. El derecho a la vida del que está por
nacer no es negado, sin embargo, se entiende en tanto el feto puede tener independencia
extra-uterina, esto es, viabilidad fuera del útero (Williams, 2015).
Además, lo anterior se suma a que cuando hay intolerancia total al aborto inducido se
empuja a la mujer a poner en riesgo su vida, y a atravesar condiciones adversas para su
salud y su integridad física y emocional (Íbid).
Por otro lado, el feminismo discute en el mismo sistema argumentativo que sus
detractores. Son parte del debate sobre cuándo el feto se hace sujeto de derecho. Sin
embargo, el feminismo plantea que esta discusión es totalmente irrelevante, porque,
aunque el feto fuera sujeto de derechos desde la concepción, su derecho a la vida no
justifica el hacer uso del cuerpo de otra persona para hacer efectivo su derecho. En
palabras más moderadas, la mujer que aborta reacciona ante una amenaza por la
paralización e interrupción de sus proyectos personales (Salles, 2006).
Junto con lo anterior, las miradas críticas argumentan que el reconocimiento del feto
como sujeto es una construcción cultural. El parto social no converge con el biológico.
En este sentido, cuando el embrión es asumido como sujeto, estamos ante un momento
cultural y subjetivo distante de alguna verdad neutral (Morán, 2014). Desde esta óptica,
entonces, ya no se hace la pregunta ¿desde cuándo hay vida?, sino que ¿desde qué
momento debería ser valorada?
Por último, desde el enfoque de las capacidades, el feminismo plantea que la mujer
acarrea con perjuicios físicos y materiales que los hombres no llevan en su dimensión
reproductiva y sexual. En virtud de este enfoque, la ley no solo tendría la obligación de
proteger a las mujeres de ciertas cargas; la ley tiene que asegurar facultades de pleno
derecho y plena decisión para las mujeres en todas las áreas (Dixon y Nussbaum, 2012:
69; Valenzuela y Villavicencio, 2015).
En términos políticos, el aborto es clasificable como una política moral, entendido como
una que busca regular normas sociales que estimula importantes situaciones de carácter
moral (Mooney and Lee 1995: 599-600). Las políticas que devienen de conflictos morales
se caracterizan por ser simples y llamativas en los esquemas culturales del público
general y de las personas.
Diversas publicaciones apuntan a que el aborto coincide con muchos factores. En tanto
se dan estos cruces, el aborto toma características más complejas. Las diferencias
socioeconómicas son un punto importante abordad por Schur (1968). El autor señala que
la diferenciación socioeconómica va a exponer a las mujeres a recursos desiguales para
la aplicación del aborto. En tanto la igualdad se reduce, los riesgos aumentan en casos
de aborto ilegal. Cuando hay escasez económica, las condiciones en las que se aborta
son, aun, más complejas. Asimismo, los problemas síquicos relativos a la criminalización
de la mujer en ambientes de aborto ilegal se agudizan (Ball, 1967; Schur 1968).
La práctica del aborto inducido, en Chile, no cuenta- o no contó- con registros confiables
hasta el 2017. Constituyendo una práctica totalmente ilegalizada, se tiene que las cifras
de abortos clandestinos fueron aproximaciones y estimaciones. Esto complejiza los
análisis que puedan hacerse desde las ciencias sociales.
Por esta razón, diferentes estudios de opinión en Chile van integrando la discusión que
se da en la agenda política legislativa. En este sentido, encuestas periódicas integraron
el aborto como preguntas importantes. Esto toma relevancia, sobre todo en los estudios
que fueron realizados de forma paralela con la discusión del proyecto de ley de aborto
en tres causales.
En Latinoamérica, el ambiente de democratización incorporó algunos asuntos morales a
la agenda. Las encuestas de opinión comenzaron a integrar el aborto desde los 90 en
sus cuestionarios (Petracci, 2015). Sin embargo, estos estudios son escasos en la
región. Asimismo, las pruebas de hipótesis que se han levantado no reúnen mucha
literatura. Esto resulta oportuno, a la luz de la reciente legalización del aborto en Chile.
Estudios aplicados a países desarrollados son más numerosos, y ofrecen resultados
interesantes. En este sentido, se tiene que el aborto tiene menor probabilidad de ser
apoyado por grupos con menor nivel educacional y menores ingresos (Granberg, 1977).
Lo anterior puede apoyarse desde la teoría de modernización de Ronald Inglehart. En
este tema, el autor propone que a medida que los países van avanzando niveles
ascendentes de industrialización, los valores que sus ciudadanos tienen van avanzando
desde los pensamientos materiales (sueldo, vivienda, etc) hacia consideraciones post
materiales (medioambiente, feminismo, etc). De este modo, el aborto es entendido como
un valor post material. Si se adapta la teoría de Inglehart a los individuos pertenecientes
a una comunidad política, se puede teorizar en que mientras mayor es el ingreso
económico de los individuos, podrán darle una mayor intensidad al tratamiento de temas
como el aborto. O sea, mientras más ingreso, mayor probabilidad de que el aborto
constituya un elemento importante (Inglehart 1998; Inglehart y Welzel, 2005).
Por otro lado, han sido identificados patrones culturales e ideológicos con respecto al
aborto. Se tiene que la aprobación del aborto inducido dependerá de la ideología política
y de la religión. Así, quienes sean simpatizantes por opciones políticas conservadoras,
probablemente, tiendan a no apoyar la legalización del aborto. Quienes pertenezcan
activamente a comunidades religiosas también tenderían a no apoyar el aborto (Bolce,
1988).
Dentro de las investigaciones concernientes a la religión se plantea que este factor es un
predictor poderoso del grado de apoyo, u oposición, al aborto inducido. Incluso, se
presentan planteamientos que sugieren que estos niveles de acuerdo pueden ir variando
entre diferentes iglesias y credos. La forma en que opera este razonamiento es doble.
Por un lado, se tiene que los manifiestos religiosos plantean valoraciones sobre cuándo
se da inicio a la vida (comúnmente en la concepción). Por otro, se tiene que la moral
religiosa integra preceptos sobre la sexualidad de las personas (Woodrum y Davison,
1992).
H1: Cuando hay mayor apoyo público al aborto, los policymakers reducirán las
restricciones para el aborto.
H2: Cuando hay mayor apoyo público al aborto y los policiymakers reducen las
restricciones para el aborto, habrá más proveedores del aborto.
H3: Cuando hay mayor apoyo público al aborto; los policiymakers reducen las
restricciones para el aborto y hay más proveedores del aborto, las mujeres reciben
un mayor número de atenciones en aborto.
(Íbid: 93)
Por otra parte, un set de hipótesis- planteadas en forma de predicciones- por Scott y
Schuman (1988) se refieren a otras características con respecto al aborto. Primero, los
autores proponen que, tanto opositores activos como quienes apoyan la legalización del
aborto de forma activa compartirán grados similares en el nivel de importancia que le
brindan al tema; segundo, los anti-aborto que están afiliados a grupos religiosos
representan el sector que plantea sus ideas de forma más intensa; tercero, entre los pro-
aborto, las mujeres perciben la demanda por el aborto de forma más intensa que los
hombres (Íbid: 786).
Hipótesis
H1: El apoyo al aborto inducido aumentará a medida que el individuo tiene un nivel
mayor de ingreso económico.
H4: El apoyo al aborto aumentará a medida que el individuo cuenta con un mayor
nivel educacional
Bibliografìa