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Marco teórico

El aborto es un asunto controversial en toda su extensión. Hay discusiones que radican


en su aprobación, o no (debate moral, religioso); hay discusiones que polemizan sobre
a qué lugar respecta el aborto (categorías penales, políticas públicas de salud, etc); sobre
sus costos económicos, entre otros. Asimismo, no es posible coincidir en una única
definición de lo que es el aborto. Las acepciones que aparecen varían en relación a la
disciplina y la interpretación desde la que el fenómeno es estudiado (Hernández, 1979).
En este sentido, el término aborto tiene una amplia admisibilidad de situaciones, donde
se destacan dos: aborto espontáneo y aborto inducido. El primero, no concentra el interés
de esta investigación- un aborto espontáneo no responde a principios legales o políticos,
sino responde a la naturaleza. El segundo, el aborto inducido es el que justifica este
estudio. El aborto inducido es definido por Schur (1968) como “la destrucción o expulsión
intencional del feto desde el útero, antes de que este alcance la viabilidad” (p. 137).

En Chile, hasta el año 2017, el aborto inducido era ilegal en todas sus formas. De hecho,
en situaciones extremas en las que se salvaba la vida de la madre, no se hablaba de
aborto. Del mismo modo, el aborto a lo largo de la historia del país ha estado
influenciadas por perspectivas morales, legalistas y sanitarias de la medicina social.
Aunque fue legal con condiciones hasta 1989, el aborto siempre ha sido un tema de
controversia en el país. El debate, impulsado desde diferentes enfoques, hoy se disputa
entre el derecho, la bioética/biopolítica y el feminismo.

a) Definiciones y abordajes del aborto

Entre las definiciones más legitimadas a nivel internacional aparece la Organización


Mundial de la Salud. Esta entidad indica que el aborto es “la finalización del embarazo
antes de que el feto tenga la capacidad de sobrevivir y mantener vida independiente
fuera del útero. Esta interrupción del embarazo puede ser espontánea o incitada” (OMS,
2011). Dada esta definición, es necesario precisar el marco conceptual para efectos de
los objetivos planteados en este estudio. Como se planteó en la introducción, nos
acercaremos al concepto de aborto inducido, entendida como la finalización del
embarazo de forma intencional, antes de que este alcance la viabilidad, esto es,
independencia extra-uterina (Schur, 1968).

El aborto intencional, o inducido, es un elemento trascendental a todo tipo de sociedades


(Devereux, 1994; Hernández, 1979). Asimismo, la legalidad del aborto ha sido un tema
en constante discusión en todas las sociedades. Así, la disciplina legal entiende el
derecho desde las máximas de legalidad. La clasificación más clara discrimina entre
aborto inducido legal e ilegal. El primero, se da en contextos en que la legislación no
penaliza esta práctica. Puede darse en forma liberada o constreñida a condicionantes
indicadas en la ley. Por el contrario, en el caso del aborto inducido ilegal se dan en
sociedades en que el aborto está prohibido y penalizado por la ley (Inostroza y Quezada,
2012; Baeza y Schmitt-Fiebig, 2015).

A partir de lo anterior, el aborto legal inducido cuenta con interesantes clasificaciones


internas:

a) Aborto libre: Cuando la madre tiene el derecho a interrumpir el embarazo por razones
personales cualesquiera, especialmente cuando no es deseado.

b) Aborto eugenésico: Cuando existe una alta probabilidad o certeza de que el feto
nacerá con efectos importantes para su vida independiente o no sobrevivirá al nacer.

c) Aborto terapéutico o por razones médicas: Cuando se ha de preservar la salud o


la vida de la madre en situaciones que el embarazo se torna crítico por razones médicas
para ella.

d)Aborto por motivaciones mixtas (reducción fetal selectiva): Cuando se pretende


eliminar algunos embriones en el caso de embarazos múltiples por fertilización.

(Baeza y Schmitt-Fiebig, 2015: 100)

La orientación que ha dado forma a la discusión jurídica en torno al aborto inducido es la


protección y aseguramiento de la vida. En otras palabras, la pregunta orientadora aquí
es si el aborto constituye, o no, homicidio. A pesar de que el derecho a la vida es un
elemento común en legislaciones tanto nacionales como internacionales, se tiene que el
punto donde comenzaría la vida resulta un espacio de controversias. Esto se da, sobre
todo, en organismos internacionales. Un caso ejemplar es el del artículo 4.1 de la
Convención Interamericana de Derechos Humanos (CADH), que señala que:
“Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido
por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser
privado de la vida arbitrariamente.”
En este caso, la expresión “en general” es la que ha suscitado mayores controversias.
En la práctica, este elemento ha dado lugar a excepciones acogidas por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Es más, esta Corte señala que esta redacción
habría sido pensada para compatibilizar el tratado en contextos donde los marcos
jurídicos sí admitían el aborto inducido. De este modo, esta postura ha sido mayoritaria
en el contexto internacional, ubicando al aborto como un asunto relativo a los derechos
de la mujer y al interés público (Paúl, 2012; Meza, 2015).
No obstante la generalidad internacional, la legislación chilena fue parte de la
excepcionalidad hasta el año 2017, fecha en que el aborto inducido fue despenalizado
de forma parcial (3 causales). Hasta esa fecha, el Estado chileno junto con Nicaragua,
El Salvador, República Dominicana, El Vaticano y Malta fueron los 6 únicos países del
mundo en los que el aborto inducido era ilegal bajo cualquier circunstancia.

A pesar de las definiciones anteriores, no es posible contar con una definición


convergente entre el derecho y la medicina (Inostroza y Quezada, 2012).

b) Consideraciones desde la bioética

Un enfoque que observa el aborto inducido desde otra perspectiva es la bioética. Esta
se configura como una perspectiva que se articula en base a la biología, pero integra
elementos de ciencias sociales y humanismo, poniendo atención a los contextos en los
que se inscribe el desarrollo de biotecnologías (Piekarewicz, 2015). En este respecto, se
entiende que la eugenesia, eutanasia y otros debates sobre la calidad de vida de las
personas aparecen en la bioética. Del mismo modo, el aborto forma parte de importantes
debates en bioética. En este espacio, los debates sobre el aborto no se acogen a las
posturas absolutas del derecho de la vida del no nacido: Ningún Derecho Humano puede
ni puede tener preeminencia sobre ningún otro; ni a las que apelan al derecho de decisión
de la mujer sobre su cuerpo: todo derecho encuentra su límite en el derecho de terceros
(Íbid: 7).

Asimismo, este enfoque tiende a alejarse de posturas legales prohibicionistas, apuntando


a que la ilegalización del aborto inducido solo logra aumentar el riesgo e inseguridad con
que se practica, en ningún caso reduciendo su ejercicio. La importancia de catalogar el
aborto no seguro como un problema de salud pública radica en que no hay evidencia de
que la penalización del aborto reduzca la realización de este. Es más, ilegalizando esta
práctica se aumenta la necesidad de abortar.

Descartando la discusión legal, la bioética adopta una visión gradualista del embarazo.
En esta, el embarazo se entenderá como un proceso. En este sentido, se evidencia cómo
la mayoría de las legislaciones se acogen a un sistema de plazos dentro del embarazo
para regular el aborto inducido- cuando es legal (Observatori de Bioètica i Dret, 2008).
La propuesta gradualista de la bioética, como se dijo, se aleja de consideraciones
absolutas del derecho a la vida del no nato y del derecho de la mujer a decidir libremente
sobre su cuerpo, entendiendo diferentes plazos en el embarazo: en una primera etapa,
debe primar la decisión de la mujer sobre la potencialidad de una vida no viable y,
estableciendo plazos, se debe dejar en manos de la muer- que es aquí el único sujeto
de derechos- la decisión (…) mientras mayor viabilidad adquiera el feto mayores medidas
de protección merece (Íbid: 24).

Por otro lado, aparecen en la bioética miradas que- desde un enfoque de género-
proponen una interseccionalidad de diferentes elementos con el problema del aborto.
Piekarewicz (2015) indica que factores como la cultura, el nivel socioeconómico, el
contexto social y político, pero por sobre todo el género, tienen implicancias decisivas en
el aborto. Esta mirada implica el entender el aborto como una cuestión relativa a los
derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. De este modo, los principales factores
a los que se acogen estas miradas son al nivel educacional de las mujeres, acceso al
control del embarazo, unidades de emergencia obstétrica equipadas, entre otras. Estas,
además, tienen una importante relación con la muerte de la madre en caso de abortos
no terapéuticos (Valenzuela, et al, 2017).

La bioética feminista toma como punto de partida en su crítica la influencia de la


estructura moral del cristianismo, como ente represor de la sexualidad, sobre todo la
femenina (Donoso, 2016). Justamente, el tratamiento de la sexualidad femenina se
abordó como lo salvaje y pecaminoso, controlable bajo la racionalidad masculina
(Valdebenito, Lama y Lolas, 2006).
El enfoque bioético conduce a los avances de la biotecnología en la anticoncepción o
aborto. En esta situación, independiente de barreras económicas o de otra índole, las
mujeres pueden acceder al progreso científico de dos formas: ciñéndose a la
institucionalidad determinada por la estructura moral de la sociedad, o transgrediendo
las barreras que la legalidad indica (Valdebenito, Lama y Lomas, 2016: 149). Del mismo
modo, diversos estudios han sugerido que el ejercicio del aborto se ha reducido en tanto
la biotecnología preventiva se ha ido expandiendo, ampliando su cobertura a toda la
sociedad con los anticonceptivos (Sedgh, et al, 2007).

c) Orientaciones valóricas sobre el aborto inducido

Las perspectivas que polemizan en contra de la legalización (condicional o liberada) del


aborto apuntan a que el tratamiento en la materia ha puesto atención en resguardar la
potestad de elección de la mujer, pero no se ha preocupado de considerar al feto. En
Chile, las principales objeciones a las discusiones sobre la legalización del aborto tienen
lugar con la integridad de la vida del que está por nacer: el principio de respeto de la vida
de un ser humano en gestación no se puede conciliar con el principio de respeto a la
decisión de una mujer respecto a la vida o muerte del ser humano que gesta (Besio,
2015: 178). El autor propone, del mismo modo, que renunciar a la defensa de la vida del
feto aleja a las comunidades médicas de sus principios. Esto implicaría, dice Besio, que
los médicos renuncien a cuidar a los seres humanos en sus etapas tempranas de
desarrollo.

Cuando se analiza el debate que discute el aborto inducido en tres causales 1 en Chile,
se aprecia que los argumentos detractores del aborto invalidan las exigencias con que
se podría proceder a un aborto inducido. Primero, para la inviabilidad fetal, los
detractores indican que no es posible asegurar que el feto va a morir al nacer. Se señala
que algunos casos el no nacido es considerado inviable, pero logra extender su vida por
meses (Íbid).
Por otro lado, el riesgo de vida de la madre es una causal que no justifica legalizar el
aborto. Artículos médicos plantean que se ha dado tratamiento efectivo a complicaciones
médicas que sufren mujeres embarazadas, como hemorragias. Asimismo, se argumenta
que las patologías en el embarazo son diagnósticos a largo plazo: habría que evitar todo
embarazo para reducir estos riesgos (Oyarzún, 2015b: 196).

Por último, con relación a un embarazo causado por violación, la oposición al aborto legal
argumenta que el riesgo de esta causal es que una violación no puede ser verificada
físicamente. Así, el espacio para la autonomía de la mujer es amplio, pudiendo
desembocar en condenas erróneas por el delito de violación (González-Wilhelm, Moreno
y Carnevali, 2016). También, el proyecto de ley en discusión fue criticado por no
perseguir realmente diagnósticos que determinen las causales. En este sentido, el
proyecto indica que los casos serán diagnosticados por un médico general, y no un
especialista en materias obstetras (Oyarzún, 2015a).

Otro actor importante que se localiza en la oposición a la legalización del aborto inducido
es la comunidad religiosa de afiliación cristiana, toda vez que estas coinciden en que la
vida comienza desde el momento de la gestación. De esta manera, se presentan
argumentos bíblicos para manifestar las contradicciones entre el proyecto de aborto y los
manifiestos del cristianismo (Ferrada, 2009). Por otro lado, una fuente interesante para
constatar estas posiciones con respecto al aborto son las encíclicas papales de la Iglesia
Católica, entre las que destaca Evangelium Vitae. En este documento se expresan las
consideraciones del papa Juan Pablo II con respecto al derecho a la vida, como el
elemento más importante en la estructura moral de la comunidad católica. Asumiendo
que la vida se origina en el momento de la concepción, el texto se acoge a que el aborto
constituye violar el mandamiento No matarás.

1
Inviabilidad fetal, riesgo de vida de la madre, o embarazo por violación.
En una perspectiva opuesta, quienes se manifiestan a favor el aborto, elaboran
argumentos que van desde la biopolítica hasta el feminismo. Quienes se posicionan a
favor de la legalización del aborto inducido apuestan por dar acogida a los derechos
fundamentales de los sujetos de derecho, en este caso, de las mujeres, restando la
preponderancia a la perspectiva del derecho a la vida del que está por nacer. En este
mismo sentido, se clama por que la mujer sea considerada como un actor autónomo y
que se le respete su integridad física y síquica. El derecho a la vida del que está por
nacer no es negado, sin embargo, se entiende en tanto el feto puede tener independencia
extra-uterina, esto es, viabilidad fuera del útero (Williams, 2015).
Además, lo anterior se suma a que cuando hay intolerancia total al aborto inducido se
empuja a la mujer a poner en riesgo su vida, y a atravesar condiciones adversas para su
salud y su integridad física y emocional (Íbid).

Desde el feminismo- y sobre todo el feminismo radical- el apoyo al aborto se basa en


entender el campo sexual y reproductivo como un espacio de opresión histórica para la
mujer (Richardson, 1997). Esta afirmación se refiere a que la biología genera situaciones
de diferenciación, que posicionan al hombre en una situación de mayor privilegio. La
mujer enfrenta el embarazo, y- tradicionalmente- la crianza de los hijos. Así, la
reivindicación feminista persigue la separación de la función placentera de la sexualidad
de una función reproductiva.

Por otro lado, el feminismo discute en el mismo sistema argumentativo que sus
detractores. Son parte del debate sobre cuándo el feto se hace sujeto de derecho. Sin
embargo, el feminismo plantea que esta discusión es totalmente irrelevante, porque,
aunque el feto fuera sujeto de derechos desde la concepción, su derecho a la vida no
justifica el hacer uso del cuerpo de otra persona para hacer efectivo su derecho. En
palabras más moderadas, la mujer que aborta reacciona ante una amenaza por la
paralización e interrupción de sus proyectos personales (Salles, 2006).

Junto con lo anterior, las miradas críticas argumentan que el reconocimiento del feto
como sujeto es una construcción cultural. El parto social no converge con el biológico.
En este sentido, cuando el embrión es asumido como sujeto, estamos ante un momento
cultural y subjetivo distante de alguna verdad neutral (Morán, 2014). Desde esta óptica,
entonces, ya no se hace la pregunta ¿desde cuándo hay vida?, sino que ¿desde qué
momento debería ser valorada?

Por último, desde el enfoque de las capacidades, el feminismo plantea que la mujer
acarrea con perjuicios físicos y materiales que los hombres no llevan en su dimensión
reproductiva y sexual. En virtud de este enfoque, la ley no solo tendría la obligación de
proteger a las mujeres de ciertas cargas; la ley tiene que asegurar facultades de pleno
derecho y plena decisión para las mujeres en todas las áreas (Dixon y Nussbaum, 2012:
69; Valenzuela y Villavicencio, 2015).

d) El aborto en la práctica y en la opinión pública

En términos políticos, el aborto es clasificable como una política moral, entendido como
una que busca regular normas sociales que estimula importantes situaciones de carácter
moral (Mooney and Lee 1995: 599-600). Las políticas que devienen de conflictos morales
se caracterizan por ser simples y llamativas en los esquemas culturales del público
general y de las personas.
Diversas publicaciones apuntan a que el aborto coincide con muchos factores. En tanto
se dan estos cruces, el aborto toma características más complejas. Las diferencias
socioeconómicas son un punto importante abordad por Schur (1968). El autor señala que
la diferenciación socioeconómica va a exponer a las mujeres a recursos desiguales para
la aplicación del aborto. En tanto la igualdad se reduce, los riesgos aumentan en casos
de aborto ilegal. Cuando hay escasez económica, las condiciones en las que se aborta
son, aun, más complejas. Asimismo, los problemas síquicos relativos a la criminalización
de la mujer en ambientes de aborto ilegal se agudizan (Ball, 1967; Schur 1968).
La práctica del aborto inducido, en Chile, no cuenta- o no contó- con registros confiables
hasta el 2017. Constituyendo una práctica totalmente ilegalizada, se tiene que las cifras
de abortos clandestinos fueron aproximaciones y estimaciones. Esto complejiza los
análisis que puedan hacerse desde las ciencias sociales.
Por esta razón, diferentes estudios de opinión en Chile van integrando la discusión que
se da en la agenda política legislativa. En este sentido, encuestas periódicas integraron
el aborto como preguntas importantes. Esto toma relevancia, sobre todo en los estudios
que fueron realizados de forma paralela con la discusión del proyecto de ley de aborto
en tres causales.
En Latinoamérica, el ambiente de democratización incorporó algunos asuntos morales a
la agenda. Las encuestas de opinión comenzaron a integrar el aborto desde los 90 en
sus cuestionarios (Petracci, 2015). Sin embargo, estos estudios son escasos en la
región. Asimismo, las pruebas de hipótesis que se han levantado no reúnen mucha
literatura. Esto resulta oportuno, a la luz de la reciente legalización del aborto en Chile.
Estudios aplicados a países desarrollados son más numerosos, y ofrecen resultados
interesantes. En este sentido, se tiene que el aborto tiene menor probabilidad de ser
apoyado por grupos con menor nivel educacional y menores ingresos (Granberg, 1977).
Lo anterior puede apoyarse desde la teoría de modernización de Ronald Inglehart. En
este tema, el autor propone que a medida que los países van avanzando niveles
ascendentes de industrialización, los valores que sus ciudadanos tienen van avanzando
desde los pensamientos materiales (sueldo, vivienda, etc) hacia consideraciones post
materiales (medioambiente, feminismo, etc). De este modo, el aborto es entendido como
un valor post material. Si se adapta la teoría de Inglehart a los individuos pertenecientes
a una comunidad política, se puede teorizar en que mientras mayor es el ingreso
económico de los individuos, podrán darle una mayor intensidad al tratamiento de temas
como el aborto. O sea, mientras más ingreso, mayor probabilidad de que el aborto
constituya un elemento importante (Inglehart 1998; Inglehart y Welzel, 2005).
Por otro lado, han sido identificados patrones culturales e ideológicos con respecto al
aborto. Se tiene que la aprobación del aborto inducido dependerá de la ideología política
y de la religión. Así, quienes sean simpatizantes por opciones políticas conservadoras,
probablemente, tiendan a no apoyar la legalización del aborto. Quienes pertenezcan
activamente a comunidades religiosas también tenderían a no apoyar el aborto (Bolce,
1988).
Dentro de las investigaciones concernientes a la religión se plantea que este factor es un
predictor poderoso del grado de apoyo, u oposición, al aborto inducido. Incluso, se
presentan planteamientos que sugieren que estos niveles de acuerdo pueden ir variando
entre diferentes iglesias y credos. La forma en que opera este razonamiento es doble.
Por un lado, se tiene que los manifiestos religiosos plantean valoraciones sobre cuándo
se da inicio a la vida (comúnmente en la concepción). Por otro, se tiene que la moral
religiosa integra preceptos sobre la sexualidad de las personas (Woodrum y Davison,
1992).

Otras investigaciones se han referido a cómo la opinión pública posibilita el ingreso de


temas (issues) como el aborto al debate legislativo. Acá aparece el trabajo de Wetstein
y Albritton (1995), sugiriendo una serie de hipótesis que buscan establecer la capacidad
de la opinión pública para incidir en la agenda política. Sus hipótesis son:

H1: Cuando hay mayor apoyo público al aborto, los policymakers reducirán las
restricciones para el aborto.

H2: Cuando hay mayor apoyo público al aborto y los policiymakers reducen las
restricciones para el aborto, habrá más proveedores del aborto.
H3: Cuando hay mayor apoyo público al aborto; los policiymakers reducen las
restricciones para el aborto y hay más proveedores del aborto, las mujeres reciben
un mayor número de atenciones en aborto.
(Íbid: 93)

Por otra parte, un set de hipótesis- planteadas en forma de predicciones- por Scott y
Schuman (1988) se refieren a otras características con respecto al aborto. Primero, los
autores proponen que, tanto opositores activos como quienes apoyan la legalización del
aborto de forma activa compartirán grados similares en el nivel de importancia que le
brindan al tema; segundo, los anti-aborto que están afiliados a grupos religiosos
representan el sector que plantea sus ideas de forma más intensa; tercero, entre los pro-
aborto, las mujeres perciben la demanda por el aborto de forma más intensa que los
hombres (Íbid: 786).
Hipótesis

Las hipótesis que guiarán esta investigación son:

H1: El apoyo al aborto inducido aumentará a medida que el individuo tiene un nivel
mayor de ingreso económico.

H2: El apoyo al aborto inducido se reducirá cuando el individuo declare participar


activamente de una comunidad religiosa.

H3: El apoyo al aborto inducido se reducirá más cuando el individuo declare


pertenencia a una comunidad religiosa cristiano protestante.

H4: El apoyo al aborto aumentará a medida que el individuo cuenta con un mayor
nivel educacional
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