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Retórica de las emociones

Para Aristóteles las emociones tienen una mezcla de dolor y placer, donde el

placer está atado a las actividades perfectas del alma y no se concibe como una

limitación para el desarrollo del alma purificada. Con esta idea adopta una nueva

concepción de las emociones como actividades o movimientos, por lo que la emoción

es una acción que contiene su propio fin. Aristóteles está de acuerdo en afirmar que

las emociones ejercen una definitiva influencia en los pensamientos o juicios

realizados sobre objetos de interés o situaciones donde la persona está involucrada.

Es legítimo influir en las emociones de la audiencia, sobre todo cuando la

responsabilidad sobre la conducta del público debe ser liderada por alguien que actúa

como orador. Los receptores enjuiciarían diferencialmente dependiendo de si su

disposición al orador es mala o buena. Si la disposición es favorable, tenderían a ser

convencidos por las buenas intenciones del emisor. La influencia que ejerce el orador

sobre su audiencia depende de un argumento afectivo, pero también de su carácter. El

emisor debe mostrarse ante el receptor como una persona bien intencionada, centrado

en los intereses de éste y no en los personales y debe, además, despertar o inhibir

emociones como un recurso central del intento persuasivo. Las emociones más

frecuentes y de mayor implicación en la comunicación persuasiva son: la ira, el amor,

el temor y la vergüenza. Ellas poseen esa característica mixta de placer y dolor,

poseyendo un efecto dual, ya que pueden ser experimentadas a favor del orador o en

su contra si no son bien manejadas, por lo que se advierte del riesgo que se corre al

tratar de provocarlas o inhibirlas.

Apelar al ridículo

1
En lógica, la apelación al ridículo es una falacia en la que se presentan

los argumentos del oponente de manera tal que parezcan ridículos o irrisorios. Es un

tipo de falacia por apelar a las emociones, y con frecuencia es una extensión de un

intento por crear una falacia del hombre de paja.

En esta falacia se ridiculiza el argumento. No confundir con la falacia

de argumento ad hominem en el que se ataca a la persona para derrumbar su

argumento. Tampoco confundir con reductio ad absurdum(reducción al absurdo) o

prueba por contradicción que correctamente construida no es una falacia sino un

argumento lógico que además se utiliza en matemáticas. Reducción al absurdo

significa encontrar una excepción de alguna premisa que de manera consensuada o

probada la haga falsa o absurda.

Retórica victimista

La retórica victimista es una técnica demagógica que consiste en descalificar

al adversario mostrándolo como atacante en lugar de refutar sus afirmaciones. Para

ello el sujeto adopta el rol de víctima dentro del contexto de la discusión, de tal forma

que el otro interlocutor queda posicionado implícitamente frente a terceros como un

impositor autoritario y su argumentación como mera imposición o ataque. En

ocasiones se realiza junto con la retórica del punto medio y se relaciona estrechamente

con la conducta megalomaníaca.

De esta forma sus argumentos son difícilmente refutables, pues cualquier

contraargumentación queda transformada en prueba de la omnipotencia o sutileza de

los ofensores. Por el contrario, cualquier ataque que realice queda envuelto en un

manto de candidez ya que supuestamente se está defendiendo justificadamente.6

Ejemplo

2
«El Sol está a menos de 10 kilómetros de la Tierra».

«Eso no es cierto, el Sol se encuentra a 149.597.871 kilómetros de la Tierra,

es un hecho probado».

Retóricas victimistas

«Esta persona siempre me está atacando, ahora afirma que miento. Trata de

imponer su punto de vista, es injusto».

«Haga el favor de disculparse, mi opinión merece ser respetada. No

puede imponer la suya sobre la de los demás. Usted claramente tiene animosidad en

contra mía».

Sesgo cognitivo, prejuicio cognitivo o predisposición cognitiva

Son expresiones usadas para describir alteraciones en la mente humana que

son moderadamente difíciles de eliminar y que llevan a una distorsión de la percepción,

a una distorsión cognitiva, a un juicio impreciso o a una interpretación ilógica.1

Se trata de un conjunto de fenómenos, en general, estudiados por la psicología

cognitiva, todos con soporte empírico, y no se deben confundir con lo que comúnmente

se entiende como «prejuicio». Así, mientras un prejuicio social (por ejemplo, cualquier

forma de sexismo) se atribuye a un apasionamiento subjetivo y consciente a favor o en

contra de algo sin que existan argumentos suficientes para sustentar esta posición (en

tal caso, más bien, objeto de estudio de la ética), un sesgo cognitivo es un fenómeno

psicológico principalmente involuntario que distorsiona el procesamiento de la

información (como la tendencia inconsciente y generalizada a entender un precio de

999$ como inferior a 1000$, cuando la diferencia es prácticamente irrelevante a la hora

3
de pagar). Se trata de tendencias y comportamientos inconscientes que nos

condicionan al intentar analizar la realidad.

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