Você está na página 1de 2

¿Los nombres propios extranjeros se traducen o no?

palestrafilologica.blogspot.com.ar /2014/05/los-nombres-propios-extranjeros-se.html

Me consultan si es correcto o no traducir al español los nombres propios de otras lenguas. Dados los
cambios que se han dado históricamente en este tema, creo que es importante conocer lo que las
Academias de la Lengua disponen sobre este tema en su Ortografía (2010):

transferencia y traducción de antropónimos extranjeros

La traducibilidad de los nombres propios ha sido una cuestión largamente debatida por lingüistas y
traductores. En rigor, solo los nombres propios motivados y que se forman sobre léxico común son
susceptibles de traducción: Tatanka Yokanta (dakota) = Sitting Bull (ingl.) = Toro Sentado (esp.).
Algunos otros se limitan a admitir su sustitución en la lengua de destino por el equivalente o la
correspondencia convencional, como ocurre en el caso de Juan / ingl. John / al. Johann / fr. Jean / it.
Giovanni / port. João / cat. Joan / eusk. Jon. La gran mayoría restante se consideran intraducibles.

En la decisión de traducir los antropónimos extranjeros intervienen factores de muy diversa


naturaleza: lingüísticos, como su grado de motivación o su connotación semántica (cuanto más
significativo sea un nombre propio, por tratarse de un nombre arquetípico o de un apodo o
sobrenombre, más acusada será la necesidad de traducirlo), y sociolingüísticos, como las
convenciones vigentes en la sociedad conformada por los hablantes de la lengua de llegada en un
determinado momento histórico.

La tendencia más generalizada en la actualidad para los nombres y apellidos de personas reales es la
transferencia, esto es, el empleo en el discurso español de la forma que presenta en su lengua de
origen cundo esta se escribe en alfabeto latino; este tipo de expresiones, pese a su carácter
extranjero, no precisa de marcación tipográfica especial:

Henry Miller, Leonard Bernstein, Marcello Matroianni, Marie Curie, Simone de Beauvoir.

Frente a la preferencia actual, en otras épocas los antropónimos que correspondían a personajes
históricos extranjeros solían someterse a un proceso de hispanización, bien por traducción y
equivalencia, bien por adaptación al español: Juana de Arco (de Jeanne d’Arc), Tomás Moro (de
Thomas More), Martín Lutero (de Martin Luther), Ana Bolena (de Anne Boleyn), Alberto Durero (de
Albrecht Dürer). Muchas de estas hispanizaciones tradicionales, entre las que se cuentan
adaptaciones de nombres propios que proceden de lenguas escritas en alfabeto no latino (Avicena,
por Ibn Sinna; Averroes, por Ibn Rusd; Jehová, por Yahweh; Mahoma, por Muhammad; Confucio, por
Kung Fu-Tzu), han pervivido hasta nuestros días.

Durante el Renacimiento era habitual adaptar tanto el nombre de pila como el apellido, pero con el
tiempo se fue imponiendo la costumbre de traducir solo el nombre de pila: Josefina (por Joséphine) de
Beauharnais, Carlota (por Charlotte) Corday o Teodoro (por Theodore) Roosevelt. La presión de la
moderna tendencia hacia el respeto de la forma original es tan fuerte que, para muchos personajes
históricos cuyo nombre tradicionalmente se traducía, alternan hoy en similares proporciones la forma
transferida y su traducción, como sucede en los siguientes casos: Carlos Marx / Karl Marx, Eduardo
Manet / Édouard Manet, Pablo Casals / Pau Casals. Por otra parte, la transferencia es, en la práctica,
la única opción para aquellos nombres propios que no tienen correspondencia ni semejanza con
ninguno español: Alain, Allison, Darrell, Heidi, etc. Como norma general, mientras las formas
hispanizadas conserven su vigencia, se recomienda utilizarlas en los textos escritos en español; sin
embargo, se prefiere hoy la forma original de un buen número de nombres extranjeros cuyas
hispanizaciones han caído en desuso; así, por ejemplo, el impresor alemán conocido en otros
momentos como Juan Gutembergo es mencionado en nuestros días como Johannes Gutenberg.
En la actualidad, únicamente se hispanizan, mediante traducción literal, equivalencia o adaptación, los
siguientes antropónimos:

a) El nombre que adopta el papa para su pontificado, a diferencia de su nombre seglar: Juan XXIII,
frente a Angelo Giuseppe Roncalli.

b) Los nombres de los miembros de las casas reales: Isabel II de Inglaterra, Gustavo de Suecia o
Diana de Gales . No obstante, la transferencia está ganando terreno también en este campo: Harry de
Inglaterra, Frederik de Dinamarca, Harald de Noruega.

c) Los nombres de santos, personajes bíblicos y personajes históricos o célebres: san Juan Bautista,
Herodes, Julio César, Alejandro Magno, Nicolás Copérnico, Miguel Ángel.

d) Los nombres de los indios norteamericanos: Caballo Loco, Nube Roja, Pequeño Alce, Toro
Sentado.

e) Los nombres propios motivados, como los apodos o los apelativos y sobrenombres de personajes
históricos, a fin de preservar su connotación semántica: Pipino el Breve, Iván el Terrible, la Reina
Virgen, Catalina la Grande.

Los nombres extranjeros de personajes de ficción han seguido un proceso paralelo al de los nombres
de personas reales: mientras que en el pasado lo habitual era que estos nombres se tradujeran y
adaptaran, en la actualidad existe una marcada tendencia a transferirlos. Así, junto a Edmundo Dantés
(protagonista de El conde de Montecristo, de A. Dumas), Margarita Gautier (protagonista de La dama
de las camelias, de A. Dumas, hijo) o Gregorio Samsa (protagonista de La metamorfosis, de F. Kafka),
encontramos a Hansel y Gretel, Tom Sawyer, Vito Corleone (protagonista de El padrino) o la teniente
Ellen Ripley (protagonista de la película Alien, el octavo pasajero). Según los parámetros modernos,
la verosimilitud de la narración y la inmersión del lector o espectador en ella se alcanzan con más
facilidad si se observa coherencia entre los nombres de los personajes y el ambiente en que estos se
mueven, a lo que contribuye el mantenimiento de las formas originales: Gervaise Macquart
(protagonista de La taberna, de Zola), Alexéi Ivánovich (protagonista de El jugador, de Dostoyevski),
Catherine Earnshaw (protagonista de Cumbres borrascosas, de Emily Brontë), frente a las
decimonónicas traducciones Gervasia Macquart, Alexis o Alejo Ivánovich y Catalina Earnshaw.

Por el contrario, como ya se apuntó más arriba, conviene traducir aquellos nombres propios
motivados o claramente connotativos para que se haga patente toda su carga semántica. Conforme a
esto, los adjetivos o los nombres comunes y los grupos nominales con que se nombra a un personaje
de ficción suelen traducirse: Cenicienta (al. Aschenputtel, ingl. Cinderella, it. Cenerentola, etc.),
Blancanieves (del al. Schneewittchen), el capitán Garfio (del ingl. Captain Hook), el Hombre Araña
(del ingl. Spiderman); se traducirán asimismo sus apodos y sobrenombres: Harry el Sucio (del ingl.
Dirty Harry), Eduardo Manostijeras (del ingl. Edward Scissorhands).

Você também pode gostar