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(Zambrano, p. 63).
Quizás el lector se esté preguntando ahora la causa por la cual se aludía de forma
somera al tema del fracaso en el párrafo anterior. Pues bien, para centrarnos en
el campo que nos convoca que es la educación, se hace necesario abordar en
primera instancia el fracaso para su posterior contextualización al ámbito escolar.
Lo anterior, nos lleva a pensar que el fracaso escolar, entendido como la forma en
que un sujeto deja de pertenecer a la institución escolar, tiende a legitimarse e
instaurarse en las prácticas pedagógicas. El indicador más común y utilizado para
medir dicho fracaso ha sido la nota.
El educador usualmente tiende a asumir a todos los alumnos por igual, se olvidan
de las historias, necesidades, competencias y capacidades particulares del
educando. Es importante anexar que tanto el maestro como el alumno representan
la expresión de diferentes culturas.
Las expresiones culturales propias de cada sujeto educable entran a cumplir un rol
determinante en la conformación de las comunidades educativas dentro del aula,
es decir, las diferencias del estudiante se materializan en las maneras cómo éste
accede a las representaciones propias del saber.
Todo sujeto educable termina por poner al descubierto sus diversas formas y
ritmos de aprendizaje, sus actitudes frente a la escuela, la interacción y
comportamiento con sus compañeros de clase, con el docente, con respecto al
saber que se le imparte; así mismo, evidencia cómo es su dinámica familiar y su
relación para con los demás miembros de ese núcleo social.
Lo anterior representa una serie de oportunidades que obligan al maestro a
acceder y por consiguiente comprender mundos diferentes a los que pertenece
cada estudiante, igualmente, le permitirá innovar y valerse de nuevas estrategias
metodológicas en pro del éxito de su actividad docente, las cuales se convertirán
posteriormente en una puerta de ingreso a la multiplicidad de universos. De esta
manera, la escuela constituye un cosmos de culturas que a su vez debe fomentar
espacios que acerquen las diferencias.
Kant, definía la educación como una acción de desprendimiento que tiene lugar a
través de la acción racionalizada. La única criatura que necesita ser educada es el
hombre y a través de la educación éste logra desprenderse de su estado de
animalidad. (Kant Emmanuelle, Réflexions sur 1’Education, Paris, Vrin, 1974).
Gaston Mialaret afirma que la educación es una actividad que permite que un
individuo sea extraído de su condición inicial y llevado a estados de realización
permanente.
Oliver Reboul, concibe la educación como aquella acción que hace que un ser
humano desarrolle sus aptitudes físicas e intelectuales, así como sus sentimientos
sociales, estéticos y morales, con el fin de cumplir en cuanto sea posible con la
obra de hombre. (Reboul Oliver, Philosophie de l’Education, Paris, Puf, Que
saisje?, 1989).
De acuerdo a lo que nos dice Edgar Morin, la educación es la acción que consiste
en ayudar a un ser humano a formarse, a desarrollarse, a crecer. (Morin Edgar, la
compléxité, Paris, Puf, 1992).
Los anteriores postulados nos llevan a referir la educación como una actividad
racional y modificadora del ser humano, la cual únicamente tiene lugar en las
prácticas culturales que desarrollan las diferentes instituciones sociales en su
conjunto. La primera y más fundamental es la familia, puesto que es el primer
espacio en el que se dan los encuentros humanos.
Enseñar constituye un espacio de encuentro, donde los sujetos dan cuenta de sus
relatos individuales; a partir de los cuales el maestro considera que se propicia
tanto el encuentro como el saber entre los estudiantes.