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Los teóricos del conductismo suponen que la mente es una entidad tan compleja que resulta
imposible de abordarla desde la investigación objetiva. El modelo de mente desde esta postura es
el de “una caja negra”: no se saben sus procesos... Por lo tanto, sólo puede evaluarse la conducta
manifiesta de un sujeto.
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Edward Lee Thorndike (1874‐1949)
La Teoría del Aprendizaje de Thorndike representa la estructura E‐R original de la Psicología del
Comportamiento: el aprendizaje es el resultado de asociaciones formadas entre estímulos y
respuestas. Tales asociaciones o "hábitos" se observan fortalecidos o debilitados por la naturaleza
y frecuencia de las parejas E‐R. El paradigma de la teoría E‐R estaba en el aprendizaje a partir de
prueba y el error en el cual las respuestas correctas vienen a imponerse sobre las otras debido a
gratificaciones.
La idea principal radica en que el aprendizaje puede ser explicado sin referencia a estados internos
inobservables. La teoría sugiere que la transferencia del aprendizaje depende de la presencia de
elementos idénticos en el origen y en las nuevas situaciones de aprendizaje; es decir, la
transferencia es siempre específica, nunca general. Las conexiones son más fácilmente
establecidas si la persona percibe que estímulos y respuestas van juntos (Principio Gestáltico).
Otro concepto introducido fue "la polaridad”, que consiste en la contraposición de direcciones que
pueden seguir de lo positivo a lo negativo, del agrado al desagrado, de lo justo a lo injusto, de la
atracción a la repulsión. Thorndike también introdujo la "diseminación del efecto" de la idea, es
decir, las gratificaciones, afectan no solamente la conexión que las produjo sino también a
conexiones temporalmente adyacentes.
Las leyes enunciadas por Thorndike, basadas en la teoría E‐R son las siguientes:
• La ley del efecto establece que cuando una conexión entre un estímulo y respuesta es
recompensada (retroalimentación positiva), la conexión se refuerza; y cuando es castigado
(retroalimentación negativa), la conexión se debilita. Posteriormente, Thorndike revisó esta ley
cuando descubrió que la recompensa negativa (el castigo) no necesariamente debilitaba la unión y
que en alguna medida parecía tener consecuencias de placer en lugar de motivar el
comportamiento.
• La ley del ejercicio sostiene que mientras más se practique el vínculo E‐R mayor será la unión.
Como en la ley de efecto, la ley de ejercicio también tuvo que ser actualizada cuando Thorndike
encontró que, en la práctica sin retroalimentación, no necesariamente refuerza el rendimiento.
• La ley de sin lectura enuncia que, debido a la estructura del sistema nervioso, ciertas unidades de
conducción, en condiciones determinadas, están más dispuestas a conducir que otras. Las leyes de
Thorndike se basan en la hipótesis E‐R. El creía que se establecía un vínculo neural entre el
estímulo y la respuesta cuando ésta última, era positiva. El aprendizaje se daba cuando el vínculo
se establecía dentro de un patrón observable de conducta.
El ejemplo clásico de la teoría E‐R de Thorndike considera a un gato que aprende a escapar de una
caja cerrada presionando una palanca dentro de la caja. Después de muchos procesos de ensayo y
error, el gato aprende a asociar la presión de la palanca (E) con la apertura de la puerta (R). Esta
conexión E‐R se establece porque provoca un estado satisfactorio (escapar desde la caja). El
ejercicio de la ley especifica que la conexión se estableció porque el vínculo E ‐ R ocurrió muchas
veces (ley de efecto) y fue premiada (ley de efecto) formando así, una secuencia única (ley de
prontitud).
Puntos principales de su teoría:
1. El aprendizaje requiere tanto de práctica como de gratificaciones (leyes de efecto /ejercicio).
2. Una serie de conexiones S‐R pueden encadenarse juntas si ellos pertenecen a la misma sucesión
de acción (ley de prontitud).
3. La transferencia de aprendizaje ocurre a causa de las situaciones anteriormente encontradas.
4. La inteligencia es una función del número de conexiones de aprendizaje.
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Burrhus Frederic Skinner (1904‐1990)
Cuando B. F. Skinner empezó sus estudios, el conductismo se fundamentaba básicamente en el
condicionamiento simple heredado del fisiólogo ruso Iván Pavlov y popularizado por John B.
Watson.
Brevemente, este enfoque de la psicología conductista proponía modificar el comportamiento
haciendo que estímulos agradables o desagradables se presenten a la vez que otros estímulos de
los que se quiere que el individuo desarrolle aversión, o agrado. Se expresa "individuos" y no
"personas" porque el condicionamiento simple era tan rudimentario que funcionaba incluso con
formas de vida con un sistema nervioso tan simple como el de los reptiles o moluscos.
Por ejemplo, en los famosos experimentos de los perros de Pavlov, este fisiólogo hacía que los
animales empezasen a salivar al oír un cierto sonido, ya que este había sido asociado con la
comida en anteriores ensayos. La clave del condicionamiento simple estaba en asociar estímulos
entre sí.
Skinner admitía que el condicionamiento simple podía ser útil en ciertos casos, pero descartaba la
posibilidad de que la conducta pudiera ser explicada solo a través de este mecanismo, entre otras
cosas porque las condiciones para que se produzca raramente se dan fuera de un laboratorio. Sin
embargo, sí creía que nuestro comportamiento (y el de muchas otras formas de vida) puede ser
entendido como un proceso de adaptación a experiencias agradables y desagradables, útiles y no
útiles. La teoría de B. F. Skinner puso el foco en la manera en la que quedan asociadas las acciones
que se realizan simultáneamente, y las consecuencias de estas acciones.
El condicionamiento operante
Para Skinner, el aprendizaje a partir de las consecuencias que tiene el modo en el que se
interactúa con el mundo era el principal mecanismo de modificación de la conducta. Tanto los
seres humanos como los animales estamos realizando siempre todo tipo de acciones, por
insignificantes que sean, y éstas tienen siempre una consecuencia para nosotros, que recibimos en
forma de estímulos. Esta asociación entre lo que hacemos y lo que notamos que son las
consecuencias de nuestras acciones son el fundamento del condicionamiento operante, también
conocido como condicionamiento instrumental, que según Skinner era la forma básica de
aprendizaje en buena parte de las formas de vida.
Pero que los mecanismos del condicionamiento operante fuesen básicamente los mismos en
muchos tipos de organismos no significa que los contenidos sobre los que se producen fuesen a
ser iguales independientemente de si somos un ratón o un ser humano. Los miembros de nuestra
especie tenemos la capacidad de crear conceptos abstractos y generar memoria autobiográfica,
pero para Skinner la aparición de estas formas refinadas de pensamiento eran la punta de la
pirámide de un proceso que empezaba aprendiendo de nuestros aciertos y de nuestros errores en
tiempo real.
La caja negra y Skinner
Los conductistas siempre han sido muy conocidos por su conceptualización de los procesos
mentales como fenómenos que ocurren dentro de una "caja negra", metáfora que sirve para
indicar la imposibilidad de observar desde fuera lo que ocurre en la mente de las personas. Sin
embargo, la caja negra de la teoría de Skinner no era la misma que la de los primeros conductistas.
Mientras que psicólogos como John B. Watson negaban la existencia de un mundo mental, Skinner
sí creía que el estudio de los procesos mentales podría ser útil en psicología.
Para B. F. Skinner resultaba importante el análisis de las relaciones entre acciones mensurables
(medibles) y directamente observables, y las consecuencias de estas acciones. Su postura
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consideraba que la mente es sólo una parte del trayecto que va desde la realización de la acción
hasta el registro de los estímulos que son (o parecen ser) consecuencia de estas acciones. De
hecho, Skinner consideraba que el concepto de mente es engañoso, pues llevaría a pensar que hay
algo dentro de nosotros que hace aparecer de la nada pensamientos y planes de acción; como si
nuestra vida psíquica estuviese desconectada de nuestro entorno. Es por eso Skinner sostenía que
el objeto de estudio de la psicología es la conducta, y no la mente.
Según este conductista, todo aquello a lo que se le suele llamar "proceso mental" era en realidad
una forma de conducta más, algo que se pone en marcha para hacer que el ajuste entre nuestras
acciones y las consecuencias esperadas sea óptimo.
El legado de la teoría de B. F. Skinner
El legado teórico del padre del conductismo radical supuso un rechazo total a los métodos de
investigación especulativos propios del psicoanálisis y una propuesta de investigación al margen
de la introspección y centrada solo en variables objetivas y fáciles de medir.
Al estar tan apoyada en el condicionamiento operante, la obra de Skinner reivindicaba la
experimentación con animales como una fuente útil de conocimiento, algo que ha sido muy
criticado tanto por psicólogos de la corriente cognitivista como por varios filósofos, según los
cuales hay un salto cualitativo entre la vida mental de los animales no humanos y los miembros de
nuestra especie.
CONDUCTISMO APLICADO A LA EDUCACIÓN
Hacia fines de la década de los años 50 del siglo XX y frente al envío exitoso de los soviéticos del
cohete Sputnik al espacio, se desarrolló en EEU un movimiento con el objetivo de mejorar la
educación en ciencias en la escuela americana.
Benjamín Bloom (1913‐1999) fue un pedagogo americano muy influyente, cuya propuesta fue
elaborar una taxonomía que permitiera clasificar las operaciones cognitivas en grados sucesivos de
complejidad creciente. Dado que el modelo de aprendizaje subyacente a su propuesta era del de
la mente como una caja negra, dicha taxonomía proponía seis niveles de complejidad creciente
expresados mediante verbos de acción, referentes de conductas mensurables, aplicados a objetos
directos genéricos (ver Tabla de Taxonomía de Bloom al final). Los niveles de taxonomía de Bloom
eran los de Conocimiento, de Comprensión, de Aplicación, de Análisis, de Síntesis y de Evaluación;
cada uno con subniveles internos de complejidad creciente expresados mediante verbos, excepto
el nivel de Conocimiento cuya referencia de dificultad cognitiva es siembre la misma en todos sus
subniveles: sólo la repetición memorística (verbos como reconocer, adquirir, identificar) pero
cuyas diferencias radican en la amplitud de los objetos directos a los que se aplica.
La idea básica de esta taxonomía es que cada nivel depende de la capacidad del sujeto para
desempeñarse en ese nivel. La taxonomía no es un mero esquema de clasificación sino un intento
de ordenar jerárquicamente los procesos cognitivos. Si un sujeto, por ejemplo tiene poca
información previa y resuelve un problema, el nivel de taxonomía cognitiva sería, por lo menos, de
un nivel de Aplicación; por el contrario, si la resolución de un problema muy complejo es recibido
por el sujeto como información, y se le entrena en esta respuesta, el nivel de exigencia cognitiva
se reduciría a al de Conocimiento.
En la Tabla de taxonomía de Bloom puede observarse, por ejemplo, que en el nivel de Análisis se
encuentra el verbo “distinguir” y el objeto directo “elementos”; sin embargo, en el nivel menos
exigente de Comprensión (2.10 Transferencia) se encuentra el verbo “redefinir” y el objeto directo
“significaciones”. ¿Cómo se entiende esta situación aparentemente paradójica? La respuesta es
que quien hace un nivel de Análisis tiene gran cantidad de información y no sabe cuáles de todos
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los elementos de la información son efectivamente los relevantes. Por ejemplo, un investigador,
con gran cantidad de datos que debe encontrar cuáles son correlacionables con cuáles; o un
detective que tiene infinidad de situaciones, hechos, testigos y circunstancias, pero no sabe cuáles
serán las evidencias relevantes. Ese nivel de exigencia intelectual excede grandemente las
situaciones escolares. Por el mismo motivo, el nivel de Evaluación, se refiere a un alegato de un
juicio, o a las conclusiones de una tesis de Maestría o Doctorado. No debe confundirse el nivel de
Bloom de Evaluación con la acción evaluativo escolar (el evento instruccional número 8 de Gagné).
La taxonomía de Bloom permitiría idealmente a los docentes planificar la enseñanza en forma
coherente con los objetivos de conducta (verbos mensurables) apropiados para cada nivel y cada
temática. Basado en el modelo conductista, la planificación debía ser realizada por un grupo de
expertos que produjera una serie de actividades en absoluta coherencia con los objetivos
planteados y que luego evaluara los aprendizajes mediante instrumentos coherentes con dichos
objetivos: no debería evaluarse un objetivo no propuesto previamente. La ética del conductismo
se sustentaría en esta coherencia permanente entre OBJETIVOS‐ACTIVIDADES‐EVALUACIÓN (no
podría evaluarse, por ejemplo algo no enseñado); pero, sin embargo, también supondría a un
docente meramente ejecutor de las planificaciones propuestas por el grupo de expertos.
En la práctica, la taxonomía de Benjamín Bloom resultó compleja, y sus propuestas de objetivos de
destrezas motoras y actitudes no prosperaron; por el contrario, Robert Gagné propuso una
taxonomía más simple y unas recomendaciones para la formulación de objetivos que resultaron
ampliamente aceptadas y difundidas
EL NEO‐CONDUCTISMO APLICADO A EDUCACIÓN
Robert Gagné (1916‐2002). Reunió aspectos del conductismo con elementos de la psicología
cognitiva; por ello se suele indicar su postura como “neoconductista”; pues su modelo de
enseñanza no incluye explícitamente indicaciones sobre cómo operan elementos de la mente).
Gagné comenzó sus propuestas desde un enfoque muy cercano al conductista, y fue
incorporando poco a poco elementos de distintas teorías sobre el aprendizaje. Del conductismo, y
en especial de Skinner, mantuvo a lo largo de los años su creencia en la importancia de los
refuerzos; de Bloom tomó la taxonomía de Objetivos como niveles de dificultad intelectual que
deben establecerse para una correcta planificación de la enseñanza (enriqueció esta taxonomía
incorporando objetivos motrices y de actitud). De Ausubel tomó diversos elementos: la
importancia de una motivación intrínseca, al reconocer que hay condiciones internas y externas
para que se produzca el aprendizaje.
El foco del modelo de enseñanza de Gagné está en cómo el maestro‐profesor planifica su tarea.
Gagné recomendó, por un lado, 9 eventos instruccionales, que son momentos de la enseñanza
que deben tenerse en cuenta al planificar toda una temática, porque facilitarían el aprendizaje del
alumno.
Eventos instruccionales
Los nueve eventos instruccionales de Robert Gagné son:
1. Ganar la atención. Motivar.
En cualquier situación de aprendizaje, es preciso capturar la atención del estudiante. Sin atención
no hay posibilidad alguna de aprendizaje. Este llamado de atención puede o no estar relacionado
con la temática a enseñar. Es decir, puede simplemente ser un “apagar y prender la luz del salón”.
2. Informar a los alumnos cuáles son los objetivos del aprendizaje.
Al inicio de cada sesión (clase) el alumno debe conocer cuáles son las metas de la clase y sus
momentos. Esto ubica al estudiante en las expectativas que sobre él se tienen. Conocer los
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objetivos motiva al alumno; o, por el camino del contraejemplo, puede asegurarse que los
estudiantes se desmotivan cuando se les imponen actividades (activas o pasivas) de las cuáles no
conoce el por qué, y el para qué. Compartir los objetivos (no necesariamente en el lenguaje
pedagógico, sino en un lenguaje comprensible para los estudiantes) facilita también la tarea del
docente a la hora de evaluar. Es decir, si durante las clases estaba bien comunicado qué se
esperaba de los estudiantes, éstos también se sienten más seguros frente a la evaluación.
3. Evocar los conocimientos que sean prerrequisitos.
Gagné propone este evento instruccional desde lo que hace el docente (pues el modelo de
enseñanza conductista sigue suponiendo a la mente como una caja negra). Es decir, es el docente
el que debe recordar a los estudiantes cuáles son los conocimientos que necesitará para recibir la
nuevo enseñanza. En modelos de enseñanza más relacionados al constructivismo, se señala que la
asociación de la nueva información con el conocimiento previo facilita el aprendizaje y el
almacenamiento relacionado con contenidos previos presentes en la memoria de largo plazo.
Desde estos modelos constructivistas ésto puede lograrse al hacer preguntas acerca de las
experiencias de los alumnos relacionadas con sesiones anteriores, o provenientes de otras
asignaturas o de su vida cotidiana; es decir, evocar conocimientos previos. Pero no es esta
actividad interactiva lo que estrictamente propone Gagé desde su neoconductismo.
4. Presentar el material de estímulo.
El nuevo contenido es presentado al aprendiz, convenientemente desglosado y organizado (ver
Análisis de Tareas). Se recomienda usar variedad de medios de comunicación, incluyendo el texto,
la narración, etc.
5. Proveer guía en el aprendizaje.
Se sugiere presentar una ayuda sobre qué hacer con los nuevos contenidos. Los estudiantes deben
poder hacer algo con la nueva información.
6. Provocar el desempeño.
Se pide poner en práctica las nuevas habilidades planificadas (ver Análisis de Tareas). Es una
instancia de poner en juego los objetivos de enseñanza para corroborar que se estén alcanzando
como objetivos de aprendizaje efectivo.
Los eventos instruccionales 4, 5 y 6 se deben repetir para diferentes informaciones sucesivas,
convenientemente desglosadas. Este evento instruccional permite hacer una evaluación de tipo
formativo, dentro del aprendizaje.
7. Retroalimentar.
Los estudiantes deben saber cómo les está yendo con el aprendizaje. Un aliento, una explicación,
la corrección de un error son acciones necesarias para los estudiantes y permiten al docente,
además, indicarles dónde tienen ellos –o el propio docente!‐ que hacer refuerzos, cambios o
profundizaciones.
8. Evaluación
Este evento instruccional se corresponde con una evaluación con fines de acreditación. Dado los
eventos previos los estudiantes deberían tener una clara indicación de qué se espera de ellos y el
docente debería tener una predicción apropiada de qué ocurrirá como resultado de esta
evaluación que debe estar en coherencia con los objetivos.
9. Provocar retentiva y transferencia
Aún el hecho de aprobar una evaluación correctamente no garantiza un aprendizaje duradero ni
transferible a otra situación o ejemplo. Debe proveerse al alumno la oportunidad de utilizar el
conocimiento y las habilidades adquiridas en contextos más amplios.
Los modelos de instrucción de R. Gagné tienen por objeto proporcionar una organización de las
condiciones externas óptimas para conseguir predeterminados resultados de aprendizaje en
diferentes campos de desempeño. Estos campos serían el de conocimiento (cuyos objetivos sólo
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apelan a la enseñanza y el aprendizaje memorístico); el de habilidades intelectuales y destrezas
motoras (que parte del nivel de objetivos Compresión de B. Bloom e incluye en la misma categoría
a todos los demás niveles); y el campo de la actitud (cuyos objetivos no son simples expectativas
de logro sino partes muy concretas de las tareas de enseñanza).
Resulta interesante señalar que Gagné mantiene el nivel de Objetivos de Conocimiento de Bloom
como aquél que se basa en presentar una información a los estudiantes, quienes tienen que poder
reproducirla tal cual. Es un nivel de objetivos donde sólo interviene la memoria, y el objetivo se
cumpliría aunque no hubiera comprensión en lo que se reproduce como aprendizaje.
Los objetivos de habilidades intelectuales y destrezas motoras parten de un nivel de Comprensión
(Bloom) porque al menos el estudiante debe poder decir con sus propias palabras y correctamente
la información recibida como enseñanza. Al simplificar el resto de los objetivos de Bloom
(Aplicación, Análisis, Síntesis, Evaluación) los está ubicando como niveles de taxonomía intelectual
que se darían fuera de los ámbitos escolares; es decir, los niveles de Análisis en adelante se
producirían en actividades de postgrados o profesionales (tales como un investigador que prepara
una tesis, o que debe desentrañar un misterio delictivo, etc., etc).
A su vez, al combinar las habilidades intelectuales con las destrezas motoras, Gagné ubica a éstas
dentro de la esfera de la cognición intelectual y no solamente propioceptiva. Evidentemente no es
lo mismo aprender la destreza de andar en bicicleta que la de mirar al microscopio, pues tienen
diferente proporción de componente propioceptivo; pero, evidentemente, Gané pone el foco en
que las destrezas cognitivas de interpretación deben visibilizarse porque están subyacentes
cuando se establecen objetivos experimentales o de manipulación.
Finalmente, Gagné señala claramente la necesidad de incluir en el aula objetivos de actitud, pues
éstos aparecen indefectiblemente, aún cuando el docente no se los haya propuesto
explícitamente. Por ejemplo, un docente que dicta su clase sin involucrarse en una interacción con
los estudiantes (por ejemplo aplicando los eventos instruccionales), muestra claramente una
indiferencia hacia saber qué van aprendiendo sus alumnos. Esta actitud posiblemente desmotive a
los estudiantes y los lleve, incluso, a rechazar una asignatura cuyo profesor se ubica distante e
indiferente. Incluir objetivos de actitud en la planificación (ver Análisis de Tareas) es complejo,
sobre todo, porque todo objetivo debe ser “enseñado” mediante actividades y ser
convenientemente “evaluado”. Considérese, por ejemplo el objetivo de actitud: “que el alumno
quiera valorar el tema cinemática”; o “que el alumno pierda el miedo a exponer sus puntos de
vista”.. ¿Mediante qué actividades se enseñarían y cómo se evaluarían?
Gagné propuso una “tecnología” para la planificación en base a objetivos que consiste en lo que
llamó un “Análisis de Tareas”.
Análisis de Tareas.
Se trata de una presentación de objetivos para sistematizar la planificación. Permite no sólo un
análisis desglosado de las metas u objetivos a lograrse en los campos de conocimiento; de
habilidades intelectuales y destreza motoras y de actitud, sino que los enmarca en una estructura
de “proyecto Educativo”, que incluye actividades y procesos evaluativos absolutamente
coherentes con dichos objetivos.
En forma estereotipada pero práctica puede decirse que la simplificación de los Objetivos de
Benjamín Bloom propuesta por Robert Gagné en su “Análisis de Tareas” plantea la redacción de un
Proyecto Educativo con verbos de acción mensurables (tanto para objetivos como para actividades
y para evaluación) dentro de la siguiente estructura sintáctica:
Título del Proyecto Educativo:
Población a la que va dirigida:
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Justificación: Dado que…, considerando que…., teniendo cuenta que….; entonces… (objetivo
general)
El objetivo general: es abarcador y es el que será evaluado para saber si el Proyecto Educativo
funcionó –o no‐; por ello tiene que poder ser evaluable con algún indicador.
Para cumplir el Objetivo General, la enseñanza debe discriminar Objetivos Específicos, dentro de
cada campo. Estos objetivos específicos se alcanzan mediante actividades que son coherentes y
consistentes con ellos, y se evalúan mediante actividades evaluativos consistentes y coherentes
con los objetivos y las actividades.
Objetivos Específicos:
Los Objetivos Específicos se redactan de la siguiente forma:
Objetivos Específicos de Conocimiento (OAC):
“Que el alumno sepa + Verbo (de acción, mensurable mediante algún indicador) + Objeto Directo
(nombra específicamente el contenido del tema a enseñar).
Objetivos Específicos de habilidades intelectuales y destrezas motoras (OHIyDM)
“Que el alumno pueda + Verbo (de acción, mensurable mediante algún indicador) + Objeto
Directo (nombra específicamente el contenido del tema a enseñar).
Objetivos Específicos de actitud (OA):
“Que el alumno quiera + Verbo (de acción ligado a lo emocional, mensurable mediante algún
indicador) + Objeto Directo (nombra específicamente el contenido del tema a enseñar).
Secuencia de actividades y evaluación:
Deben plantearse actividades en coherencia con los objetivos. Por ejemplo, si el objetivo es de
conocimiento, habrá que hacer numerosas actividades hasta asegurarse que los estudiantes
“sepan” lo que se estipuló en el objetivo específico. Antes de evaluar con fines de acreditación
(decide con nota quién aprueba y quién no; es el evento instruccional número 8) debe haber
actividades previas de tipo evaluativo (actividades consistentes con eventos instruccionales 5‐6‐7),
hasta estar seguros de que el objetivo se ha alcanzado para la mayoría de los estudiantes. Luego la
evaluación con fines de acreditación debe tener una pauta clara de aprobación y un tiempo (por
ejemplo: asignar al menos 10 ciudades capitales del mundo correctamente, de una lista de 20, en
dos minutos, para tener una nota mínima de 4/10 puntos).
Frecuentemente, una actividad cumple más de un objetivo específico; es decir, no necesariamente
un objetivo implica una actividad.
Lydia Galagovsky
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