International Center for the Arts of the Americas at the Museum of Fine Arts, Houston

Documents of 20th-century
Latin American and Latino Art
A DIGITAL ARCHIVE AND PUBLICATIONS PROJECT AT THE MUSEUM OF FINE ARTS, HOUSTON

Registro ICAA: 741463

Fecha de Acceso: 2016-08-23

Cita Bibliográfica:
Kemble, Kenneth. "Arte destructivo." In Arte destructivo: Barilari, Kemble, López Anaya, Roiger,
Seguí, Torrás, Wells. Exh. cat., Buenos Aires: Galería Lirolay,1961.

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rights reserved. Reproduction Resúmen:
or downloading for personal Kenneth Kemble asume la autoría de la idea del arte destructivo, más como experimentación
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que como un ismo. A su juicio, el arte cubre diversas necesidades vitales del hombre: la
of this document in another
work intended for commercial destrucción como emoción, el placer y la satisfacción en el hombre. Históricamente, la
purpose will require permission humanidad ha realizado grandes destrucciones; por ello, el artista debe ser sensible ante la
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posibilidad de una destrucción atómica. Para canalizar de manera inofensiva esta tendencia
ADVERTENCIA: Este docu-
destructiva, Kemble propone una experiencia estética, haciendo referencia tanto a neodadá
mento está protegido bajo la
ley de derechos de autor. Se como al surrealismo. Sorprende la actualidad de la propuesta.
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 ARTE DESTRUCTIVO
por Kenneth Kemble
Esto exposición tiene el carácter de un experimento, de un
ensayo tentativo, de una idea que se me ocurrió hace poco
más de un año. Como toda experiencia relativamente nueva
su presentación quizá sea imperfecta y confuse y por sabre
todo, demasiado heterogénea. Pero tendrá justamente el
valor de su imperfección al dejar varios caminos abiertos
para futuras experiencias. De ninguna manera quisiéramos
codificar esta tentativa, ni fundar un ismo basado en pre-
misas pretendidamente absolutas, sino simplemente explorar
un aspecto de nuestro ser tan viejo como el hombre, pero
nunca hasta ahora investigado a fondo en el terreno del arte.
En momentos de su concepción me pareció totalmente des-
cabellada, pero he aprendido hace ya algunos &nos que,
son en particular las ideas más descabelladas las que condu-
cen a mundos nuevos. Y por otro lado, todo artista que se
precie de serlo debe obedecer a su intuición si pretende
lograr la poesía y la magia. En nuestro medio en especial,
son necesarias la aventura y la fantasia, y el tirarse de
cabeza en lo desconocido, si es que queremos salir de nues-
tro provincialismo y liberarnos de las inhibiciones que tanto
han contribuido a limitar el arte argentino a bellas realiza-
ciones maravillosamente bien hechas, pero carentes en gene-
ral de misterio, poesía, fuerza, originalidad y grandeza de
concepción. Por suerte las nuevas promociones de artistas
jóvenes están marcando rumbos interesantes en este sentido
y pueden esperarse resultados positivos de la nueva libertad
que paulatinamente vamos adquiriendo. -
La idea resumida consiste en lo siguiente. La existencia del
arte obedece a una serie de necesidades vitales en el
hombre, a las cuales parece estar condicionado. Una, es
la de expresarse y comunicar a los demás su particular
mundo mágico y poético interior. Otra, seria una manifes-
tación de deseos en cuonto a lo que quisiera que fuese su
mundo circundante. Otra, su necesidad de aventura. Otra,
su necesidad de belleza. Otro, su deseo de trascender. Pero
también obedece a su necesidad de construir, elaborar, com-
poner, ordenar y crear, a lo cual también parece que cada
individuo está condicionado en mayor o menor grado. Y el
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artista, es aquel que ha adquirido los medios para canalizar
estas necesidades en forma activa, Ilenando asi las nece-
sidades del espectador, que se satisface en forma pasiva
con sus concepciones.
Pero asi como el hombre deriva emociones intensas, satis-
facción, placer, o lo que quiera Ilamársele, de las actividades
constructivas y creadoras, tombién existe en él, el polo
opuesto. El de derivar emociones, placer o satisfacción de
lc destrucción, del romper, quemar o descomponer y, de la
contemplación de tales actividades. Todo el mundo ha expe-
rimentado el deseo, casi siempre contenido es cierto y
nunca del todo confesado, de romper a pedradas el cristal
de una gran vidriera; o se ha imaginado libre de hacer lo
que se le da la gana en un negocio de cristaleria. Todos
hemos, en alguna ocasión u otra, sentido una gran satis-
facción al romper algún objeto casero que personificaba
entonces para nosotros toda la maldad del mundo, fuese
este un reloj despertador o una radio especialmente molesta.
odos tenemos una dosis de sadismo o masoquismo más
o menos desarrollados pero que no queremos admitir. Y todo
niiio antes de construir, destruye. La corta duración de un
afiche intacto en las calles responde a la misma inclinación.
La curiosidad mórbida que experimentan las multitudes ante
una gran catástrofe, sea ésta un occidente de aviación, un
gran incendio, o un choque de trenes, responde también
a esta sensación de placer innata en el hombre ante tales
hechos, nos plazca o no admitirlo. Confirmación de esto,
podría ser la Ramada prensa amarilla con sus noticias sensa-
cionalistas, la televisión o el cine de gran espectáculo, pro-
ducidos en Hollywood por comerciantes despiertos que, por-
que quieren vender, saben perfectamente lo que el público
espera de ellos; es decir, la gran hecatombe. Es digno de
observarse cuántas películas giran alrededor de una escena
esencialmente destructiva que literalmente "hoce" la pe-
licula. Y muchas de estas escenas son extraordinariamente
emocionantes, y aún bellos, desde un punto de vista plás-
tico. Porque también en un proceso destructivo o de des-
composición, existe un orden; un orden difícil de entrever
y explicar ya que obedece más que cualquier otro acto a
las complejas leyes del azar azar aparente desde luego.
Por otro lado, la humanidad en su lamentable historic Ila-
mada historia de la civilización, nos suple de hartos ejem-
plos de masacres y orgías destructivas, puramente gratuitas,
que deberia ser superfluo enumerar y que van, desde el
arrasamiento de Cartago hasta Hiroshima, pasando por
[2/3]
el incendio de Roma, la devastación de Samarkand y Bok-
hare por Ghengis Khan, la masacre de los Albigenses, las
dos grandes guerras mundiales de nuestro siglo, etc., etc.
Además, pareceria que viviésemos en estos momentos al
borde de una orgía destructive, esta vez sin paralelo en toda
la historia por su magnitud, alcances y repercusiones en el
oorvenir. Una bombe de 50 megatones puede eliminar en
pocos instantes a toda la ciudad de Buenos Aires y a varios
millones de sus habitantes. Las autoridades norteamericanas
hablan tranquilamente en estos momentos de la posibilidad
de que 160 millones de habitantes de sus 175 millones,
mueran en una próxima guerra atómica. dEs que se puede
pretender que el artiste, que siempre ha actuado como
ontena receptora de /o por venir, permanezca insensible
ante tal eventualidad?
En mi coso tuve una curiosa reacción. Se me ocurrió que
sería interesante canolizar esta tendencia destructiva del
hombre, esto agresividad, reprimida en la mayoría de los
casos pero siempre pronto a explotar nocivamente, en una
experiencia artistica totalmente inofensiva. Se me ocurrió
pensar en lo que pasoría si un grupo de artistes se dedi-
cosen a destruir, a romper objetos u obras de arte, en vez
de realizar su labor habitual. Es decir, prácticamente in-
tenter el proceso inverso de la creación.
En primer lugar, la elección del objeto variaría de acuerdo
con la personalidod del artista y, en segundo lugar, el modo
de destrucción tombién sería distinto en coda caso. En esto
preferí dejar plena libertad de acción a cada uno porque
descubrí que podion existir diversas formas de destrucción.
La destrucción directa, física, active o de hecho por medio
del hacha, el martillo, el cuchillo, el fuego, los ácidos, la
pólvora, las bolas, etc.; la destrucción en cuanto es inten-
ción o sugerencia; la destrucción de la lógica de un texto
previamente existente por medio de la descomposición ca-
suistica y verbal realizable con métodos varios; la destruc-
ción de formes musicales tradicionoles a troves de la gra-
bación de sonidos distorsionados y el agregado de ruidos
realizada colectiva y espontáneamente; la destrucción por
la elección de un objeto ya existente que las inclemencias
de la intemperie o el tiempo hayan tronsformado; la des-
trucción de índole necrológica, varies formes de autodes-
trucción, etc.
No me han preocupado las posibles referencias a Dada o al
Surrealismo que inevitablemente surgirán, porque ambos mo-
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vimientos son nuestros antepasados más directos y vislum-
braron buena parte, aunque no todo, de lo propuesto por
nosotros. Por otro lado, aún el informalismo con su técnica
de las raspaduras, papeles arrancados y su espíritu en ge-
neral, y el renaciente y pujonte neodadaísmo con sus "objets
trouvés", sugieren un clime propicio. En otras palabras, su-
gieren que existe actualmente una marcada tendencia hacia
la destrucción. Finalmente, que de ésta resulte una forma
de arte o que tenga o no algo que ver con la experiencia
estética, dependerá en último instancia de los participantes
de la muestra, que creo son todos artistas bien conocidos
y respetados por el público de Buenos Aires.
El reconocimiento y la aceptación de esta tendencia ogre-
siva-destructiva en el ser humano y su conalización como
liberación de inhibiciones por un camino directo pero eficaz
e inofensivo, o sea su catarsis real y verdadera a través
de la obra de arte, o si se quiere, a través de la no-obra de
arte, podría considerarse como uno de los principales obje-
tivos de esta tentative.
La idea tuvo la inmediata y entusiasta aceptación de Jorge
López Anaya, el primero en enterarse, y luego el apoyo
total de artistes como Luis Alberto Wells, Jorge de la Vega,
Antonio Seguí, Victor Chab, Aldo Paparella, Silvia Torras,
Enrique Bari lad, Jorge Roiger y varios otros, que hubieran
debido intervenir en esta muestra pero que, debido a di-
versos motivos algunos han partido para Europa se han
visto obligados a abstenerse. Hubo otros tombién que se
asustaron a último momento pero a éstos prefiero no men-
cionarlos. De todas maneras, coda uno contribuyó con sus
ideas propias hacia el enriquecimiento de una idea germinal
que era necesario desarrollar; y si este texto tiene algún
sentido, se debe en gran parte a las sugerencias de cada
uno de los mencionados. También se mostroron extremada-
mente interesados en la propuesta el doctor Aldo Pellegrini,
que gentilmente se ofreció a escribir el brillante ensayo
incluído en este mismo catálogo, y el doctor Jose M. Tubio,
cuya especialización en psicoterapia le permite explicar y
aclarar lo que el artista sólo intuye. Tampoco puedo dejar
de mencionar el valioso aporte del arquitecto Juan Duprat,
del ingeniero Eduardo Larre, del doctor Edgardo Fiore y de
los sefiores Gracie la Martinez, Felicitas Rueda Zabalía, Isabel
Tiscornia y David Santana, que permitieron la realización
de la cinta sonora con sus contribuciones espontáneas y
desinteresadas.
[3/3]