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Seminario : Raza y etinicidad en tres pensadores latinoamericanos: Aimé Césaire, Frantz Fanon y
Fausto Reinaga.
Profesora: Claudia Zapata, Elena Oliva
Estudiante: Elizabeth Ortega León
Observando esto, es que en este artículo pretendemos abrir paso a la reflexión sobre estos
elementos internos que siguen propiciando la opresión sobre los individuos- o una parte de
ellos- y/o de la nación. Estas reflexiones, más que pretender dar paso a una respuesta
absoluta frente a los nudos conflictivos aquí presentados, es una forma de cuestionar estas
propuestas, entender sus fortalezas y sus debilidades, es abrir una crítica y un espacio para
pensar qué decimos cuando hablamos de revolución. Para esto, analizaremos, por un lado,
el rol que tiene la tradición como elemento de la cultura interna del colonizado en el
proceso revolucionario, y por otro, la propuesta de la toma del poder como meta que se
propone la revolución aquí presentada.
Para dar inicio a este análisis es necesario precisar las propuestas revolucionarias de
los autores estudiados, en base a los textos seleccionados y los aspectos que serán
estudiados.
El fin de esta lucha no consiste en poder comunicar el mundo del colonizado con el
del colonizador, sino que la destrucción del colonialismo es abolir y expulsar del territorio
toda estructura de dominación entablada por el colonizador. Este proceso, refuerza la
conciencia del colonizado, identifica una causa común, un destino nacional, una historia
colectiva, junto con desintoxicar al colonizado, liberarlo de su complejo de inferioridad y
rehabilitarlo frente a sus propios ojos (Fanon; 1963:43)
En esta revolución se piensa y refunda una nueva nación, por lo que “Si se desea dar
a luz un mundo nuevo, debe reconstruir de principio a fin, una nueva sociedad” ( Fanon;
1959:79). En este sentido, el proceso revolucionario implica una renovación de las
costumbres y de la tradición, entendiendo que una revolución que se plantea en la lucha por
la eliminación de las estructuras coloniales, por el fin de un tipo de relación entre los
hombres, no puede dejar intacta las costumbres ni los contenidos culturales de ese pueblo.
Son estos elementos de la cultura, que también han sido atravesados por la dominación
colonial, los que han de ser transformados y reformulados en pos de la construcción de esta
sociedad y de este hombre nuevo.
Para el proceso revolucionario es preciso que los que pretendan gobernar, den inicio a
un proceso de politización del pueblo. El pueblo debe hacerse de un instrumento que le
pertenece, la creación de un verdadero partido, que movilice al pueblo, entendiendo que
este no es una autoridad, sino que es un organismo mediante el que se ejerce la autoridad y
voluntad del mismo. Es desde estos organismos y desde las instituciones de gobierno y a
través de la lucha de liberación nacional para apoderarse de estas estructuras, que se pueden
hacer cambios en las relaciones entre los hombres y dar forma a la conciencia y cultura
nacional.
Es importante recalcar que la lucha por la liberación nacional, es también la lucha por
restituir la soberanía nacional, es decir que se apunta al apoderamiento del Estado y del
ejercicio legítimo del pueblo colonizado por hacer efectiva la soberanía y el poder que les
pertenece.
Fausto Reinaga, en su propuesta señala que la revolución tiene como objetivo principal
la transformación de la sociedad y la construcción de un nuevo mundo, La revolución india,
es el llamado a despertar la conciencia del indio, es un llamado a los indios a construir su
este nuevo mundo, a dejar las estructuras y las herencias coloniales que el cholaje mestizo a
perpetuado, a tomar lo que es suyo y construir su propia revolución.
La revolución india pasa en primer lugar por crear una conciencia. El indio debe
recordar quién es, dejar de acomodarse a identidades impuestas, dejar de pensar que es un
campesino y recordar. En palabras de Reinaga, “ni somos “hermanos” del putrefacto
cholaje blanco-mestizo ni somos campesinos: somos INDIOS.” ( Reinaga: 1969;54). Es por
esto que la revolución india, comienza con la promoción de un movimiento ideológico, una
reivindicación de la indianidad, que actúa como el ideal del pueblo, y como el punto desde
donde se emprende una marcha hacia la conquista de su liberación. ( Reinaga;1969: 77).
La revolución india, está atravesada por el problema nacional. Reinaga, identifica a los
indios no solo como pueblo, sino que también como una nación, en tanto a que existe una
comunidad históricamente constituida, una lengua, un territorio, una vida económica y una
comunidad cultural. Y es por esta condición de nación que el indio tiene derecho a su
liberación. Junto con identificar su nación, identifica la nación del cholo mestizo, la que ha
sustituido la dominación del español y que es ahora la nación opresora. En este esquema, el
autor identifica a dos Bolivias, compuesta por una nación del indio oprimida por la nación
ficticia del cholo mestizo. Respecto a este punto, la revolución resuelve esta dicotomía,
“unirá en carne y alma, orgánica y psicológicamente, y hará de ambas naciones una sola
nación.
Desde este punto se desprende por un lado, un rescate de una tradición que fue
irrumpida por la llegada de occidente. Se remite a un pasado idílico, a un proyecto que
encarna lo bueno de una sociedad, en oposición a otra que practica todo lo malo y lo nocivo
para la humanidad. Por otro lado, esta comparación lleva consigo una clara crítica al
sistema capitalista, identificado como el sustento y origen de la estructura colonial de
occidente. Y es por esto, que apelar al Tawantinsuyu, no queda solo en un discurso que
dialoga con un pasado, sino que también se levanta en cuanto a lo que se quiere construir en
un futuro. El proyecto revolucionario, toma este elemento de la traición y lo levanta como
bandera de lucha, como el horizonte al cual se pretende llega, como la liberación que se
quiere recuperar.
Pero qué pasa cuando la tradición que es reivindicada y defendida, posee elementos que
propician la opresión al interior de la comunidad algo, ¿qué pasa cuando la opresión es
ejercida desde los miembros de la comunidad sobre otros perteneciente a la misma?. Para
entender este procesos revisaremos ejemplos dados por los autores en sus experiencias
respectivas.
Si bien en el ejemplo expuesto, el autor relata como el uso del velo fue un acto de
resistencia, y como en fases posteriores se integraron las mujeres a las estrategias del
ejército de Liberación Nacional, incluso llegando a quitarse el velo para entrar a las
ciudades del colonizador, estos procesos fueron parte de una estrategia de guerra, no por un
cuestionamiento sobre la subordinación de las mujeres mediante estas prácticas, ni por
pensar en cambiar este punto de la tradición. Y es por esto que la defensa de una cultura
que reivindica sus tradiciones posee nudos conflictivos, ya que si esta defensa se levanta
también en pos de la liberación de la nación, qué pasa con la opresión que se ejercen
mediante prácticas tradicionales, qué pasa con la subordinación a la que las mujeres son
sometidas, y qué pasa cuando una mujer que decide cambiar de opinión en pos de su
libertad es llamada traidora. ¿Es entonces la tradición un elemento puro de liberación?
Esta propuesta, al igual que en el punto anterior, presenta también nudos de conflicto
sobre los que se hace necesario reflexionar. La crítica al Estado, desde luego no es algo
reciente, sino que lleva consigo una larga trayectoria, que en este artículo no
desarrollaremos, pero si recogeremos algunos elementos entendiéndolos en relación a la
problemática colonial, y a la propuesta revolucionaria levantada por los autores en cuestión.
Para esto, me remitiré a la propuesta de John Holloway, fundamentalmente la desplegada
en su libro “Cambiar el mundo sin tomar el poder”.
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La discusión y teorización sobre el poder, claramente es mucho más extensa y mucho más compleja de lo
planteado en estas líneas. Sin embargo, quise esbozar algunas ideas para señalar que el debate
efectivamente es complejo y posee multiples aristas desde las cuales se puede analizar.
sociales”(Holloway:2002;32). A su vez, la forma en que estas relaciones sociales se
construyen, pasan por la forma en que el trabajo está organizado, y esta organización pasa
por el sistema de capital. Es por esto que el Estado está limitado y condicionado a mantener
y reproducir el sistema capitalista del cual es parte. Desde esta base, se puede entender que
cambiando las relaciones sociales y la organización del trabajo, vale decir, si se reorientan
estos elementos hacia un sistema no capitalista, esta dinámica no existiría. Esta afirmación
sería cierta, si el capitalismo se desarrollara solo en el plano del Estado nacional, pero
estamos frente a un momento donde el capitalismo no solo es nacional, sino que
internacional y en el contexto actual es también transnacional.
González Casanova, citando a Robert Emerson, indica que el fin del colonialismo por
sí solo no elimina los problemas del dominio extranjero, sino que abre paso a nuevos
conflictos en que las nuevas naciones retoman los mecanismos de opresión de una
comunidad por otra, como una continuación que a veces es aún más dura que la de la
estructura colonial (González Casanova; 2006: 186). Esta situación es retomada también
por Fanon y Reinga, quienes identifican que los movimientos que suponían una
independencia nacional, han sido una obra para consolidar el poder de una burguesía
nacional, que continúa con la opresión. Sumado a esto, es claro que una vez lograda la
independencia, se encuentran con una estructura internacional que no ha cambiado y que se
vale de la descolonización para fortalecer su estructura, dando paso al subdesarrollo como
nueva forma de ubicar a las nuevas naciones del tercer mundo a la dinámica del capitalismo
mundial. En este nuevo entramado, el monopolio económico cultural, actúa como el nuevo
colonizador de un neocolonialismo.
Es por esto, que me quedo con la propuesta de Holloway, en tanto a que “La manera en
que la que hoy debe pensarse la revolución es como la eliminación el poder, no su
conquista”(Holloway: 2002; 34). La revolución debe eliminar las relaciones de poder, no
cambiar de cabeza, ni de colonizador. Como señala Holloway “Lo que está en juego en el
proceso revolucionario no es de quién es el poder sino la existencia misma del poder”
(Holloway: 2002; 36).
Conclusiones
En este esbozado desglose de la problemática de descolonización al plantearse en el
momento de la revolución, hemos dado cuenta de algunos nudos problemáticos que se
enfrentan al momento de luchar con un horizonte de liberación.
En las propuestas de ambos autores, nos encontramos que la revolución se piensa y se lleva
a cabo con el fin de eliminar la estructura y la dominación colonial, con el fin de hacer del
pueblo colonizado, un pueblo libre. En este proceso, se hace necesario reforzar la identidad
nacional, separarse del colonizado y recuperar las tradiciones como fuente de la cultura
nacional. Esta revolución se plantea como producto de una lucha por el poder, entendiendo
que es el Estado el lugar donde se disputan los proyectos de transformación. Estos
elementos que hemos recogidos de estas propuestas, presentan elementos conflictivos a la
hora de pensarlos en relación con el objetivo principal que plantean estas propuestas
revolucionarias: la liberación.
Por otro lado, la propuesta de la toma del poder, entiende que la revolución se logra
mediante apoderarse del Estado, y se consolida en la medida en que el colonizado sea ahora
quien posea el poder. En esta lógica, lo que se piensa es ejercer un poder entendido como la
capacidad de imponer algo sobre otros. Junto a esto, está el hecho de que un Estado no se
separa de las relaciones y del sistema al que es funcional, es decir, el sistema capitalista que
actúa en un plano nacional e internacional. Es por esto, que un Estado conforma una
estructura que como se dijo, es funcional al sistema capitalista y a una organización de las
relaciones que conserva la estructura jerárquica, que plantea la ilusión de una soberanía,
pero que en realidad es un aparato bajo el dominio de las burguesías nacionales y los
monopolios del mercado internacional. Es por esto, que a la hora de pensar en el poder y la
toma del Estado, a mi juicio, no se está incluyendo las dinámicas y relaciones que esta
estructura condiciona, no se está pensando en una liberación total de la nación ni de los
individuos, solo se está cambiando de cabeza para que parezca que el pueblo se gobierna a
sí mismo, solo se legitima una subordinación impuesta ahora por un nuevo colonizador.
FANON, Frantz, Los condenados de la tierra, Fondo de cultura económica, 1963, México.
HOLLOWAY, John, Cambiar el mundo sin tomar el poder, LOM Ediciones, 2002.
LÓPEZ, Francisco B. Las autonomías indígenas en América Latina. En: PENSAR las
autonomías por Adamovsky, Ezequiel. “et. al”. Santiago de Chile, Bajo tierra
ediciones/Quimantú, 2010.