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LA FALTA DE MOTIVACION SUFICIENTE O LA DEFECTUOSA

MOTIVACIÓN COMO CAUSAL DEL RECURSO DE CASACIÓN Y SU


VINCULACIÓN CON EL ERROR IN COGITANDO Y CON EL PRINCIPIO DE
CONGRUENCIA.

Jorge Maria Luzuriaga Chiappe


Abogado

RESUMEN
La motivación (suficiente y debida) de las resoluciones judiciales es un derecho
de orden constitucional consagrado en el inciso 5 del artículo 139 de la
Constitución Política (CP); la razón para ello es que si éstas no se motivaran
serían resoluciones arbitrarias o caprichosas, y no responderían a un proceso
lógico basado en los hechos y en el derecho aplicable al caso, haciendo
imposible el debido proceso. De ahí la necesidad de motivarlas.

ABSTRACT
The motivation (sufficient and due) of the judicial resolutions is a right of
constitutional order enshrined in subsection 5 of article 139 of the Political
Constitution (CP); The reason for this is that if these were not motivated they
would be arbitrary or capricious resolutions, and they would not respond to a
logical process based on the facts and the law applicable to the case, making
due process impossible. Hence the need to motivate them.

1. INTRODUCCIÓN.
Como dije en el Resumen que antecede, la motivación (suficiente y debida) de
las resoluciones judiciales es un derecho de orden constitucional consagrado en
el inciso 5 del artículo 139 de la Constitución Política (CP); la razón para ello es
que si éstas no se motivaran serían resoluciones arbitrarias o caprichosas, y no
responderían a un proceso lógico basado en los hechos y en el derecho aplicable
al caso, haciendo imposible el debido proceso. De ahí la necesidad de
motivarlas.

Dice así el mencionado artículo de la CP:

Artículo 139.-

Son principios y derechos de la función jurisdiccional:


………………………………………………………………

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5. La motivación escrita de las resoluciones judiciales en todas las instancias,
excepto los decretos de mero trámite, con mención expresa de la ley aplicable y
de los fundamentos de hecho en que se sustentan.

Por su lado, el artículo 12 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, haciéndose eco
de esa garantía constitucional, dice así:

Artículo 12.- Motivación de resoluciones.

Todas las resoluciones, con exclusión de las de mero trámite, son motivadas,
bajo responsabilidad, con expresión de los fundamentos en que se sustentan.
Esta disposición alcanza a los órganos jurisdiccionales de segunda instancia que
absuelven el grado, en cuyo caso, la reproducción de los fundamentos de la
resolución recurrida, no constituye motivación suficiente.

Finalmente, el inciso 3 del artículo 122 del Código Procesal Civil (CPC) también
establece la necesidad de motivar las resoluciones en estos términos:

Art. 121
…………….
3. La mención sucesiva de los puntos sobre los que versa la resolución con las
consideraciones, en orden numérico correlativo, de los fundamentos de hecho
que sustentan la decisión, y los respectivos de derecho con la cita de la norma o
normas aplicables en cada punto, según el mérito de lo actuado.

Quedan así establecidas las normas que obligan a la motivación (suficiente y


debida) de las resoluciones judiciales y sobre cuya necesidad versará este
artículo, que analizará los casos en que la motivación es insuficiente o
defectuosa, y la vinculación que tiene éstos con el error in cogitando y con la
sentencia incongruente.

2. EL RECURSO DE CASACIÓN.

Antes de abocarnos al tema del epígrafe es necesario repasar algunas nociones


sobre el recurso de casación, tal como ha quedado regulado hace unos años con
la dación de la ley Nº 29364, publicada el 28 de mayo de 2009, que reformuló
dicho recurso a través de la modificación de los artículos 384, 386, 387, 388,
391, 392, 393, 394, 396, 400, 401, 403 y 511 del Código Procesal Civil, y la
incorporación al mismo del artículo 392-A. Aclaro que sobre esta reformulación
escribí, por entonces, un artículo (MODIFICACIONES AL RECURSO DE
CASACIÓN INTRODUCIDAS POR LA LEY Nº 29364) cuyas nociones más
importantes reitero aquí.

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2.1 Una de las principales modificaciones introducidas al recurso por la ley 29364
consiste en establecer que los fines de la casación (art. 384) son la adecuada
aplicación del derecho objetivo al caso concreto (lo que se conoce como función
“dikelógica”), y la uniformidad de la jurisprudencia nacional por la Corte Suprema
de Justicia. Quedó en segundo plano la función “nomofiláctica” de la casación,
lo que es un craso error, pues esa es la finalidad esencial del recurso en su
concepción.

Esta modificación sobre las nuevas finalidades del recurso (vale la pena señalar,
de paso, que no es buena técnica legislativa definir ni las instituciones ni los fines
de éstas, porque a la larga eso impide el desarrollo doctrinario y jurisprudencial
de las mismas) amplía la perspectiva de los fines del recurso, lo que se traduce
en la relativización de las formalidades y tecnicismos en el análisis de la
procedencia y el fondo del recurso, a fin de resolver en justicia el conflicto
individualizado, para lo cual además es necesario analizar los hechos y quizá,
incluso, revisar el material probatorio, lo que, en substancia, no lo distinguiría de
una tercera instancia. Como es sabido, la diferencia entre instancias de mérito y
la casación radica en que el órgano jurisdiccional que conoce como instancia de
mérito está autorizado para conocer los hechos y el derecho, en tanto que el
órgano casatorio únicamente puede conocer el derecho, esto es, sólo puede
corregir errores de derecho -de iure-, lo que realiza a partir de los hechos
valorados (dados por probados y no probados) por las instancias inferiores (esto
es así aún en los casos en que actúa -revocando la resolución recurrida- en
sede de instancia, porque tampoco en estos casos actúa como instancia de
mérito, sino meramente como instancia, porque se limita a hacer un juicio de
derecho basado en los hechos ya evaluados por los jueces de mérito, hechos
que no puede revalorar el juez de la casación).

Aquí debo destacar algo que muchas veces no se entiende debidamente cuando
se trata del recurso de casación: la “verdad” de los hechos se establece, en un
primer momento, por el juez de la primera instancia de mérito, que es el primer
juzgador que resuelve el caso a través de una sentencia estimatoria o
desestimatoria, pero la “verdad” final y última que debe tomarse en cuenta por
los jueces que resuelven el recurso de casación la establece el juez o tribunal de
segunda instancia, por simple adecuación lógica del caso a la verticalidad propia
de los estamentos que integran el Poder Judicial, en el cual la “verdad” será sólo
la que declare el último juzgador (conf. Adolfo Alvarado Velloso: El debido
proceso); de este modo, el juez de la casación, que en nuestro país es la Sala
de la Corte Suprema especializada en la materia, no puede pretender establecer
otra “verdad” distinta a la del segundo y último juzgador de mérito, porque no
siendo instancia de mérito tiene vedado revalorar los hechos que fueron ya

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valorados por las dos instancias de mérito, de modo tal que tiene que considerar
que la “verdad” de los hechos es la que estableció como tal el segundo juzgador.

Para entender mejor la función de los jueces de mérito en este aspecto, hay que
recordar que la valoración de los hechos a cargo de las instancias de mérito
consiste en dar por probados o por no probados los hechos invocados por las
partes que constituyen lo que se llama el thema probandi; que son los hechos
que van a ser materia de prueba. Esta valoración debe hacerse en forma
conjunta y utilizando el juez su apreciación razonada, tal como manda el artículo
197 del CPC.

2.2 Al margen de lo anterior, la modificación más importante del recurso, a mi


juicio, ha sido la del artículo 386, referido a las causales de casación; hay que
recordar que el recurso de casación fue concebido en por el Código Procesal
Civil del 93 como un medio destinado a corregir errores in iudicando (cuando la
afectación se produce sobre la norma objeto de la decisión, sea ésta sustantiva
o procesal) y errores in procedendo (cuando el error se produce respecto al
procedimiento con el que se adoptó la decisión, afectando el derecho al debido
proceso y a la tutela jurisdiccional efectiva). Bajo esta concepción, el texto
anterior establecía que las causales para interponer el recurso de casación eran
las siguientes:

- Aplicación indebida o interpretación errónea de una norma de derecho


material, así como la doctrina jurisprudencial (que constituyen los
llamados errores in iudicando, que daban lugar a sentencias casatorias
rescisorias, y a que la Corte de Casación actuara en sede de instancia y
revocara el fallo recurrido dictando una nueva sentencia)..

- Inaplicación de norma de derecho material o de la doctrina jurisprudencial


(al igual que los casos anteriores, también daba lugar a sentencias
casatorias rescisorias o revocatorias)..

- Contravención de las normas que garantizan el derecho a un debido


proceso, o la infracción de las formas esenciales para la eficacia y validez
e los actos procesales (lo que daban lugar a sentencias casatorias
rescidentes, que anulaban con reenvío).

- Aplicación indebida del control difuso (que también daba lugar a una
sentencia casatoria rescindente)..

Con la reforma, las causales se han reducido a dos y ahora se encuentran


establecidas de esta manera:

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- Infracción normativa que incida directamente sobre la decisión contenida
en la resolución impugnada, o

- Apartamiento inmotivado del precedente judicial.

Por “infracción normativa” debe entenderse, respecto de la norma derogada que


enunciaba tres causales específicas, como una causal de género con relación a
aquellas especies, lo que no excluye la posibilidad que se presenten situaciones
de “infracción normativa” que antes no estaban reguladas y que son pasibles de
ser recurridas. Sin embargo, en la práctica, es difícil imaginar casos que
escapen, en estricto, a las causales específicas que antes se preveían. La idea
de la reforma en este aspecto fue erradicar la interpretación formalista que, en
muchos casos, bloqueaba irracionalmente el acceso a la Corte Suprema como
producto de una disquisición que sólo debía pertenecer al plano teórico. Por otro
lado, es acertado exigir que se demuestre, además de la “infracción normativa”,
el efecto o incidencia que ésta tuvo en el resultado, dado que hay “infracciones”,
por así llamarlas, que son intrascendentes para efectos del fallo.

En el nuevo texto del artículo 386, la infracción normativa puede estar referida
tanto a normas de derecho material como de derecho procesal, de modo abierto
y general. En cambio, antes se exigía que, en cuanto a las normas procesales
infringidas, éstas debieran ser las que garanticen el derecho al debido proceso,
o las que contemplaran alguna formalidad esencial para la validez de los actos
procesales. De este modo, actualmente el recurso de casación procede ante
cualquier infracción normativa, con lo cual existe el riesgo de que deje de
constituir un recurso extraordinario para convertirse en una instancia más, dado
que la finalidad de la casación se centra ahora en la adecuada aplicación del
derecho objetivo al caso concreto (función dikelógica del recurso).

También hay que señalar que el texto modificado del artículo 388 establece que
el pedido casatorio, es decir la pretensión impugnativa (y no “impugnatoria”, que
no es palabra castellana), sigue siendo anulatorio o revocatorio. El primero
procede ante una infracción al debido proceso y/o a la tutela jurisdiccional
efectiva en el procedimiento, ante el cual, de ser fundado, se decreta la nulidad
de lo actuado y se reenvía el proceso al órgano que cometió el vicio. El segundo
procede ante una infracción a normas materiales o procesales que hayan sido
objeto de la decisión, la cual es subsanada por la propia Corte Suprema (de
acuerdo al texto actual del artículo 396). Si la pretensión impugnativa contiene
ambos pedidos, se entiende que es anulatorio el principal y subordinado el
revocatorio, conforme al artículo 388.

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Por último, se ha incorporado una nueva causal consistente en el apartamiento
inmotivado del precedente judicial que, de acuerdo con el nuevo texto del
artículo 400, supone una decisión jurisdiccional tomada a instancias de la Sala
Suprema Civil por el pleno de los magistrados supremos. Por otro lado, se señala
que la vinculación de los órganos jurisdiccionales con el precedente judicial
establecido según el mecanismo del actual artículo 400 puede ser descartada en
la medida que su apartamiento se motive.

2.3. Antes de finalizar esta reseña, creo importante mencionar que esta
modificación del recurso, inicialmente se basó en un proyecto que incluía “filtros”
para limitar el uso indiscriminado del mismo, como el principio de doble
conformidad (o “doble conforme”, que importa que las decisiones de primera y
segunda instancia coincidan en su sentido, en cuyo caso la última no es
recurrible), y que la interposición del recurso no suspenda la ejecución de la
resolución impugnada (en aras del plazo razonable y a efectos de evitar el uso
abusivo de este recurso como un medio de dilatar el proceso). Ambos controles
(que constituían reformas fundamentales del recurso) se dejaron de lado en la
ley aprobada, así como también se desecharon las modificaciones que se
habían propuesto para restringir su uso en función al tipo de proceso –
sumarísimo, abreviado, de conocimiento, de ejecución-, por lo que al no haberse
acogido esta propuesta, persiste el problema cuantitativo, que pudo haberse
reducido con estas modificaciones cualitativas, sobre todo teniendo en cuenta la
novedad introducida ahora por artículo 392-A (una suerte de certiorari), conforme
al cual la Sala Suprema puede elegir de modo excepcional el proceso que encaje
en la finalidad de la casación y, así, conceder el recurso aún en casos en que no
se cumplieran todos los requisitos de procedibilidad.

2.4 En mi opinión, considero que texto definitivo de la ley vigente desnaturalizó


la reforma y los objetivos de ésta, entre los cuales estaba, fundamentalmente,
atacar la proliferación indiscriminada del recurso como medio de dilatar el
resultado final del proceso, recursos que, con esta “reforma” (en peor) tenderán
a incrementarse por la “flexibilización” del mismo en la ley actual, al haberse
reemplazado su finalidad “nomofiláctica” (consagrada anteriormente en la norma
positiva) por la “dikelógica”, por un lado, y por otro, al haberse sustituido las
causales específicas del art. 386 por la denominada “infracción normativa”,
causal genérica que dará lugar a todo tipo de abusos, sobre todo al haberse
dejado de lado los “filtros” que se propusieron como parte importantísima de la
reforma del recurso, a los que nos hemos referido en el párrafo anterior

3. LA (IN) CONGRUENCIA Y LA MOTIVACION APARENTE Y DEFECTUOSA.

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3.1 Hemos visto al comienzo que es una garantía de orden constitucional el
derecho de los justiciables a la motivación (suficiente y debida) de las
resoluciones judiciales en todas las instancias, con mayor razón cuando de
sentencias se trata, pues son las resoluciones que ponen fin a la instancia y, de
no ser inhibitorias, resuelven el caso sometido a la decisión del juez.

El principio de congruencia, recogido en los artículos VII de Título Preliminar


y 122, inciso 4, del Código Procesal Civil, que está ligado al contenido
constitucionalmente protegido al derecho de los justiciables a la motivación de
las resoluciones judiciales, postula que la sentencia debe ceñirse a resolver
aquello que se peticiona en la demanda, ni menos ni más. Hay que tener
cuidado de no confundir este principio con el significado lógico del adjetivo, que
es distinto, ya que la incongruencia, en relación al silogismo lógico, se produce
cuando la premisa menor no guarda relación con lo que postula la premisa mayor
y, por ende, la consecuencia resulta siendo incongruente.

La motivación exige del juez que la resolución que dicte no sea solo lógica (lo
que tiene que ver con la logicidad y con el error in cogitando, que la destruye)
sino también congruente, cosas que se comprueban con el test de logicidad y
con el de congruencia, respectivamente, de manera tal que al momento de
resolver el petitorio debe el juez cumplir con dichos parámetros; caso contrario
se afecta el derecho constitucional a motivar las resoluciones judiciales, dando
lugar a que la sentencia así dictada pueda ser anulada en sede casatoria por
causa de ese vicio.

La sentencia incongruente, que puede dar lugar al recurso de casación, puede


asumir varias formas; aquí veremos las más relevantes.

En primer lugar, la sentencia “plus petita”, que es la que concede más de lo


pedido por el demandante.

En el otro polo, la sentencia “infra petita”, que adolece de un defecto


cuantitativo, porque otorga menos de lo solicitado, sobreentendiéndose que se
ha peticionado una cantidad determinada y no otra.

En tercer lugar está la incongruencia de la sentencia “extra petita”, que es la


que extiende el pronunciamiento a cuestiones no sometidas a la decisión del juez
(no debe confundirse con la “ultra petita”, que es de orden meramente
cuantitativo).

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En cuarto y último término, la sentencia “citra petita”, llamada también sentencia
omisiva o ex silentio, que se produce al omitir la decisión de un asunto cuya
resolución formó parte de la contienda.

El Tribunal Constitucional español, en su sentencia STS de 18-2-2013, ha dejado


sentado lo que entiende por incongruencia; dice así la parte pertinente: “…es
doctrina jurisprudencial reiterada la que proclama que para decretar si una
sentencia es incongruente o no, ha de atenderse a si concede más de lo
pedido (“ultra petita”), o se pronuncia sobre determinados extremos al
margen de lo suplicado por las partes (“extra petita”) y también si se dejan
incontestadas y sin resolver algunas de las pretensiones sostenidas por
las partes (“citra petita”), siempre y cuando el silencio judicial no pueda
razonablemente interpretarse como desestimación tácita. Se exige para ello
un proceso comparativo entre el suplico (léase petitorio) integrado en el escrito
de demanda y, en su caso, de contestación y la parte resolutiva de las sentencias
que deciden el pleito. También puede apreciarse vicio de incongruencia en
aquellas sentencias que prescinden de la causa de pedir y fallan conforme a otra
distinta, al causar indudable indefensión, que no ampara el principio ‘iura novit
curia’ “.

En un párrafo anterior, en la misma sentencia, había dicho: “Desde la perspectiva


constitucional, este Tribunal ha venido declarando reiteradamente que para que
la incongruencia por exceso adquiera relevancia constitucional y pueda ser
constitutiva de una lesión del derecho a la tutela judicial efectiva del artículo 24.1
de la Constitución Española (que es el equivalente nacional del artículo 139
inciso 3 de nuestra Constitución), se requiere que la desviación o el desajuste
entre el fallo judicial y los términos en que las partes hayan formulado sus
pretensiones, por conceder más de lo pedido (ultra petitum) o algo distinto de lo
pedido (extra petitum), suponga una modificación sustancial del objeto procesal,
con la consiguiente indefensión y sustracción a las partes del verdadero debate
contradictorio, produciéndose un fallo extraño o las respectivas pretensiones de
las partes”.

Así, según dicho fallo, el deber de congruencia se resume en la necesaria


correlación que ha de existir entre las pretensiones de las partes, teniendo en
cuenta el petitum [petitorio], la causa petendi [causa de pedir] y el fallo; en
resumidas cuentas, para concluir si una sentencia es incongruente o no, ha de
atenderse a si concede más de lo pedido (“ultra petita”), o se pronuncia sobre
determinados extremos al margen de lo solicitado por las partes (“extra petita”)
y también si se dejan incontestadas y sin resolver algunas de las pretensiones
sostenidas por las partes (“citra petita”). El caso de la sentencia “infra petita”,
que adolece de un defecto cuantitativo, debe tomarse con mucha cautela, porque

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sólo procede cuando se ha solicitado una cantidad determinada y no otra, y se
concede menos de lo pedido. No es el caso de la sentencia que concede menos
de lo exigido como monto de los daños y perjuicios en responsabilidad civil, por
ejemplo.

Esa correlación referida en el párrafo anterior, entre las pretensiones de las


partes y el fallo, se hace a través de un proceso comparativo entre el petitorio de
la demanda (y, en su caso, de la contestación a la demanda), y la parte resolutiva
de la sentencia que decide el pleito.

3.2. A diferencia de la incongruencia, el error in cogitando es un error en el


razonamiento que hace el juez en el desarrollo de las motivaciones que lo llevan
a resolver la causa en uno u otro sentido. La sentencia puede estar motivada
suficientemente, pero en el camino hacia el resultado final -la sentencia- ha
habido un error de logicidad, es decir en la forma de razonar del juez, que
conduce a un resultado distinto del que debió producirse de haberse razonado
adecuadamente el fallo. Un error común in cogitando ocurre cuando la parte
resolutiva del fallo no guarda relación lógica con la parte considerativa. Aquí la
línea divisoria que separa la sentencia que padece de un error de razonamiento
con la sentencia incongruente, propiamente dicha, es tenue, porque un
razonamiento defectuoso siempre conduce a un resultado incongruente, pero en
sentido estricto se entiende por incongruencia los cuatro supuestos que hemos
desarrollado anteriormente.

Este error supone siempre una infracción al razonamiento lógico, cuyos


principios no puede desconocerse en todo razonamiento precie lógico, tales
como son el “principio de no contradicción” , que postula que una proposición y
su negación no pueden ser ambas verdaderas al mismo tiempo, o el “principio
de identidad” (toda cosa es idéntica a sí misma), o el “principio del tercero
excluido”, según el cual la disyunción de una proposición y de su negación es
siempre verdadera, o el “principio de bivalencia”, que a veces se confunde con
el anterior, y según el cual toda proposición o bien es verdadera o bien es falsa.

Desde luego, no solo la infracción de estos principios que he citado son errores
in cogitando; hay muchos más, pero el error de razonamiento, en todo caso, se
detecta a través del test de logicidad, de manera que bien ejecutado dicho test,
el resultado debe ser el correlato necesario del mismo.

3.3 En cuanto a la falta de motivación y a la defectuosa motivación, el


profesor argentino Olsen A. Ghirardi, en su libro “El razonamiento judicial” (una
de cuyas últimas ediciones ha estado a cargo de la Academia de la Magistratura),
sostiene que los casos de motivación defectuosa se dividen de la siguiente

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manera: a) falta de motivación; y b) defectuosa motivación. Y dentro de la
«defectuosa motivación», se pueden distinguir tres agravios: a) aparente
motivación; b) insuficiente motivación, y c) defectuosa motivación propiamente
dicha.

3.3.1 Con relación a la falta de motivación señala lo siguiente: “Alguien ha dicho


que no existe ninguna sentencia en nuestra época que no tenga alguna
motivación, aunque ella pueda ser aparente, insuficiente o defectuosa. Nosotros,
sin embargo, hemos conservado este grupo genérico de sentencias con esa
jerarquía, porque la realidad judicial nos muestra casos muy extraños, donde no
hallamos motivación”.

3.3.2 Fuera de ese caso, en extremo patológico y rarísimo, están las otras tres
subdivisiones de la motivación defectuosa que hemos señalado arriba y que
pasamos a analizar brevemente:

a) la motivación aparente que, siempre según Ghirardi, se da cuando la


decisión se basa en pruebas no actuadas o en hechos no ocurridos; los motivos
reposan en cosas que no ocurrieron o en pruebas que no se aportaron o bien -
como en otros casos- en fórmulas vacías de contenido que no se condicen con
la realidad del proceso y, finalmente, que nada significan por su ambigüedad o
vacuidad.

b) la motivación insuficiente, que son los más frecuentes; según Ghirardi


vulneran el principio lógico de razón suficiente Dice la respecto “El principio se
enuncia diciendo que “Nada hay sin una razón suficiente”. Nos da la razón del
porqué de la existencia de los seres desde el punto de vista ontológico. Y, en
ese sentido, no se diferencia mucho del principio de causalidad. Desde el punto
de vista lógico se entiende como una razón, esto es, una explicación de por qué
algo es de determinada manera y no de otra. Para Kant es el fundamento de la
experiencia posible, es decir, del conocimiento objetivo de los fenómenos desde
el punto de vista de su relación temporal”.

3) la motivación defectuosa propiamente dicha, la cual se da, en sentido


estricto, cuando el razonamiento del juez viola los principios lógicos y las reglas
de la experiencia. Ghirardi dice al respecto que “…los casos que se presentan
aquí son menos frecuentes. El caso que quizá se da alguna vez es el de la
violación del principio de contradicción (o de no contradicción) que se enuncia
en latín con la fórmula Nihil potest simul esse et non esse, que puede traducirse
diciendo que Nada puede ser y no ser juntamente. En verdad, en cuanto
meditamos sobre este principio, tal como se ha enunciado, advertiremos que
parte de la raíz más honda del ser. En Lógica podría enunciarse así: No se puede

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afirmar y negar juntamente una misma cosa de un mismo sujeto. Va de suyo que
la imposibilidad lógica se encuentra basada en la imposibilidad ontológica. El
adverbio juntamente tiene un significado temporal cuando hablamos de cosas
contingentes. Con ello queremos expresar que, en lugar de decir «juntamente»,
podríamos manifestar lo dicho utilizando la expresión «al mismo tiempo» y «en
el mismo sentido», según sea el caso. Como ejemplo, podemos citar el
consabido juicio: «todos los hombres son mortales», que tiene su contradictorio
en el que dice «algunos hombres son no-mortales».

Aquí se hace necesario advertir que no cualquier error de motivación ocasiona


que la Corte case la sentencia; al respecto el artículo 397 del CPC establece lo
siguiente en su segundo párrafo:

“La Sala no casará la sentencia por el sólo hecho de estar erróneamente


motivada, si su parte resolutiva se ajusta a derecho. Sin embargo, debe hacer
la correspondiente rectificación”.

En la sentencia en casación, cuya parte pertinente transcribo seguidamente, se


puede apreciar que el thema decidendi del recurso gira en torno a la motivación
viciada de la sentencia recurrida; dice así:

CASACIÓN 4608-2008- LIMA

Lima, diecisiete de Noviembre del dos mil nueve.


LA SALA CIVIL PERMANENTE DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA
REPUBLICA:

De conformidad con lo opinado por el señor Fiscal Supremo; vista la causa


número cuatro mil seiscientos ocho ‐ dos mil ocho, en el día de la fecha, oído el
informe oral con arreglo a le Ley, se emite la siguiente sentencia.

I. MATERIA DEL RECURSO:


II. FUNDAMENTOS DEL RECURSO:
III. CONSIDERANDOS:

PRIMERO: …omissis…

SEGUNDO: La exigencia de motivación de las resoluciones judiciales constituye


una garantía constitucional, consagrada en el artículo 139 inciso 5 de la
Constitución Política del Estado, el cual asegura la publicidad de las razones que
tuvieron en cuenta los jueces para pronunciar sus sentencias, ella resguarda a
los particulares y a la colectividad de las decisiones arbitrarias de los jueces
…omissis…

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TERCERO: Sin embargo, en la motivación de las resoluciones judiciales pueden
presentarse vicios, que pueden ser objeto de control casatorio, estos son: 1) la
falta de motivación; y, 2) la defectuosa motivación; la misma que se divide en
tres agravios: a) motivación aparente; b) motivación insuficiente; y c) motivación
defectuosa en sentido estricto; siendo ello así, la doctrina señala, según Olsen
Ghirardi, que existen hasta tres tipos de vicios vinculados a la motivación, a
saber, la motivación aparente, la cual se da cuando la decisión se basa en
pruebas no actuadas o en hechos no ocurridos; la motivación insuficiente,
que se presenta cuando vulnera el principio de la razón suficiente y la motivación
propiamente defectuosa, la cual se da cuando el razonamiento del juez viola los
principios lógicos y las reglas de la experiencia . Los vicios o errores en el
razonamiento del juzgador son denominados en la doctrina como “errores in
cogitando”.

En la sentencia se recoge la clasificación de Ghirardi quien, además es citado


expresamente, de manera que se puede decir que es un buen resumen de lo
dicho en este articulo en cuando a la motivación insuficiente o defectuosa.

4. EL FALLO CASATORIO FUNDADADO EN ESTOS AGRAVIOS.

En sede casatoria los fallos se limitan a declarar si existe o no infracción de la


ley por causa de un vicio de actividad (error in procedendo) o de juicio (error in
iudicando), entendido, este último, como error material por contraposición al
primero que es de carácter eminentemente procesal.

Si el vicio es de actividad, esto es si es de carácter procesal, se dicta una


sentencia rescindente, declarando la nulidad del fallo recurrido y, de ser el caso,
la insubsistencia de la sentencia de primera instancia, y se ordena el reenvío de
la causa a la instancia correspondiente, donde se cometió el vicio, para que
resuelva nuevamente conforme a los parámetros que se fijan en la sentencia
casatoria. Este mecanismo (el reenvío), al que todavía se le llama de “jurisdicción
negativa”, fue el origen histórico de la casación, que se limitaba a la anulación
del fallo recurrido y al reenvío de la causa al juez inferior, de donde había
provenido, para que éste rehiciese el fallo con arreglo a ley (en Francia, donde
nació el recurso, la causa era reenviada a un nuevo juez que para que emitiera
una nueva sentencia).

Si el vicio es de carácter material, esto es, causado por un error in iudicando, la


sentencia casatoria es rescisoria (revocatoria) y da lugar a que la Corte actúe
como sede de instancia, revocando el fallo recurrido y dictando uno libre de los

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errores denunciados por el recurrente y advertidos y acogidos por aquella para
casar el fallo. A diferencia del anterior, a este mecanismo de actuación de la
Corte de casación se le llama de “jurisdicción positiva”, precisamente porque no
se limita a anular el fallo recurrido, sino que lo sustituye por uno nuevo.

En ambos casos, es decir, ya sea que se trate de una sentencia rescindente o


de una rescisoria, el fallo casatorio aniquila la sentencia recurrida, porque ella no
puede subsistir en tanto adolece de un vicio que la torna nula o revocable; si la
nulidad se extiende al fallo de la primera instancia de mérito, ésta es declarada
insubsistente y es este juez el que debe fallar nuevamente (renovando
previamente, si fuera el caso, los actos procesales viciados realizados antes de
la sentencia, cuando han sido anulados por la Corte de Casación).

Pasando al tema de fondo de este artículo, cuando el recurso se funda en la


motivación defectuosa, o en el error in cogitando o en la incongruencia de la
sentencia recurrida, estamos ante errores in procedendo o vicios de actividad (es
decir, vicios cometidos por la actividad procesal del juez), que obligan a la Corte
de Casación a dictar un fallo rescindente, cuyos efectos hemos visto arriba. En
estos casos, la sentencia se limita a casar la recurrida y reenviar la causa al juez
de la segunda sentencia, o al de la primera, para que pronuncie un fallo
subsistente, salvando los errores procesales advertidos, que fueron materia del
recurso que dio lugar al examen de los agravios denunciados en el mismo. El
agravio causado el recurrente afecta el derecho al debido proceso de todo
justiciable, de manera que también se viola la garantía reconocida en el inciso 3
del artículo 139 de la Constitución, que consagra tal derecho.

Como ya señalé, en todos estos casos la Corte se limita a anular la resolución


de vista con el alcance que señala el art. 396 del CPC, según corresponda. Para
mayor información transcribo a continuación dicho artículo, con la advertencia
que no solo está referido a los casos de reenvío, sino a todos los casos en que
la sentencia recurrida es casada.

"Artículo 396.- Sentencia fundada y efectos del recurso.

Si la Sala Suprema declara fundado el recurso por infracción de una norma de


derecho material, la resolución impugnada deberá revocarse, íntegra o
parcialmente, según corresponda. También se revocará la decisión si la
infracción es de una norma procesal que, a su vez, es objeto de la decisión
impugnada.

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Si se declara fundado el recurso por apartamiento inmotivado del precedente
judicial, la Corte procederá conforme a lo indicado en el párrafo anterior, según
corresponda a la naturaleza material o procesal de este.

Si la infracción de la norma procesal produjo la afectación del derecho a la tutela


jurisdiccional efectiva o del debido proceso del impugnante, la Corte casa la
resolución impugnada y, además, según corresponda:

1. Ordena a la Sala Superior que expida una nueva resolución; o

2. anula lo actuado hasta la foja que contiene la infracción inclusive o hasta


donde alcancen los efectos de la nulidad declarada, y ordena que se reinicie el
proceso; o

3. anula la resolución apelada y ordena al juez de primer grado que expida otra;
o

4. anula la resolución apelada y declara nulo lo actuado e improcedente la


demanda.

En cualquiera de estos casos, la sentencia casatoria tiene fuerza vinculante para


el órgano jurisdiccional respectivo."

Hay que aclarar, sin embargo, que en opinión del Dr. Manuel Sánchez Palacios
Paiva, eminente jurista y exVocal de la Corte Suprema, “…en caso de reenvío,
los jueces de la instancia quedan obligados a cumplir con el mandato de la Corte
de Casación, referido a cuestiones procesales, y en ningún caso sobre el fondo”.

Esto reviste la mayor importancia, porque establece cuáles son los límites del
reenvío para el juez inferior, que solo queda obligado a subsanar el defecto
procesal advertido por la Corte, pero que no está compelido a sentenciar (juzgar)
de manera distinta o diferente, lo que no le impide que, advertido de su error,
esto puede llevarlo a cambiar el sentido de la sentencia.

Este último es un aspecto muy discutido en casación, porque el efecto que


produce el vicio in procedendo, cuando se comete por insuficiente o defectuosa
motivación, o por un error in cogitando, o por incongruencia, puede cambiar el
sentido del fallo, haciendo que el juez cambie de parecer respecto a lo que
resolvió la primera vez, lo que implica que, a veces, una sentencia rescindente
de la Corte de Casación pueda tener los efectos de una sentencia revocatoria
para el juez inferior, en la medida que, al corregir el vicio según lo ordenado por
la Corte, encuentra que su fallo primitivo estaba errado y procede a cambiar el
sentido del mismo, declarando fundado lo que antes fue infundado, o viceversa.

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Por ejemplo, cuando la parte resolutiva del fallo no guarda relación lógica con la
parte considerativa, caso típico del error de logicidad, y el juez del fallo rescindido
por la Corte debe rehacerlo, no es infrecuente que al razonarlo nuevamente
llegue a una conclusión distinta a la que llegó al dictar el primer fallo, y se vea en
la necesidad de modificar su sentencia hasta el punto de cambiar el sentido de
la misma.

En esos casos, como ya lo advertí, a pesar que el fallo de la Corte de Casación


es rescindente, limitándose a casar la sentencia recurrida, señalando el vicio o
vicios de actividad incurridos por el inferior y los parámetros para dictar un fallo
adecuado, el juez del fallo rescindido puede verse en la necesidad de actuar de
otro modo en lo que a la nueva sentencia que debe dictar, al punto que puede
variar el sentido de la sentencia anulada y acoger o desestimar la pretensión,
según fuera el caso; también puede tener que llegar al extremo de dictar una
sentencia inhibitoria, declarando improcedente la demanda, si así resultara de la
sentencia casatoria.

Finalmente, en lo tocante a las sentencias rescindentes, que anulan con reenvío,


me parece apropiado recordar algunas nociones que sobre la nulidad procesal
volcó Manuel Sánchez-Palacios en su libro El Recurso de Casación Civil
(editorial Praxis); dice ahí: “La nulidad es la sanción por la cual la ley priva a un
acto jurídico de sus efectos normales, cuando en su ejecución no se han
guardado las formas prescritas. La nulidad es la negación del proceso. La nulidad
es el no proceso”.

“En el Derecho Procesal Civil, tanto el acto nulo como el anulable requieren de
ser declarados y mientras tanto producen efectos, pudiendo ser convalidados
por renuncia expresa o tácita de aquél a quien perjudica.”

En buena cuenta, la diferencia del acto procesal nulo y anulable con el acto
jurídico nulo y el anulable es que en los primeros la parte afectada puede
convalidarlos expresa o tácitamente, mientras que en los segundos el acto nulo
no puede ser validado como sí puede serlo el anulable.

Pero esto será materia de otro artículo dedicado a examinar los actos procesales
nulos y anulables.

Lima, junio de 2018.

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