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a otro, o es movido por otro, dejar de mov ers e es dejar »Sob rc la inmort alidad , ba ste ya con lo dicho . Pero
de vivir. Só lo, pues, lo qu e se m ueve a sí mismo, como so bre su idea hay qu e añ adir lo siguiente: Có mo es el al-
no puede perder su propio ser po r sí mismo . nunca deja ma, req ueriría toda una lar ga y d ivina exp licación ; pero
de moverse, sino que, para las otras cosas q ue se mueven, deci r a qué se pa rece, es ya asu nto huma no y, por supues-
es la fuente y el orige n del movimiento . Y ese princip io to , más breve . Pod ríamos entonces decir que se pa rece a
es ingénito . Porque, necesa riam ente, del princip io se origi- una fuerza que. como si hubiera n nacido juntos, lleva a
" 53
~," .
d na tod o lo qu e se origina; pero él mismo no procede de una yu nta alada y a su a uriga . Pu es bien, los ca ballos
nada , porque si de algo proced iera , no seria ya princi pio y los a urigas de los dioses son todos ellos buenos, y buena
original. Como. además, es también ingéni to, tiene , po r su cas ta, la de los otros es mezclad a . Por lo q ue a nos- b
necesidad, que ser imperecedero. Por que si el principio pe- otro s se refie re, hay, en primer luga r. un conductor que
reciese, ni él mismo se origi naría de nada. ni ninguna otra guía un tronco de caballos y, después, estos caballos de
cosa de él; pues to do tiene que originarse del principio. los cuales u no es buen o y hermoso. y está hecho de esos
Así pu es, es pri ncipio del movimiento lo que se mueve a mismos elementos. y el otro de todo lo contrario. como
sí mism o. Y esto no puede perecer ni originarse, o, de lo también su ori gen . Necesariamente. pues, nos resu ltará di-
contra rio, todo el cielo y toda generación 52 , vinién dose fícil y duro su manejo.
e abajo, se inmoviliza rían , y no habría nada que, al origi- » Y ah ora, precisamente, ha y que intenta r decir de dón-
nar se de nue vo , fuer a el punte de ar ra nque de l movimien- de le viene al viviente la denominación de mortal e inmor-
lo. Una vez, pues, que aparece como inmortal lo que, por tal . Todo lo q ue es alma t iene a su ca rgo lo ina nimado 54 ,
sí mismo, se m ueve, nadie tendr ía repa ros en a firmar que y recorre el cielo entero, tomando u nas veces una for ma
esto mismo es lo que co nstituye el ser del alma y su propio y otras otra . Si es perfec ta y alada, surca las alt uras, y
concepto. Porq ue lodo c uerpo , al que le viene de fuera gobierna todo el Cosmos . Pero la que ha perdido sus e
el movimiento, es inanimado ; mientras que al qu e le viene alas va a la deriva, has ta que se aga rr a a algo sólido . don-
de dent ro , desde sí mismo y pa ra si mismo, es a nimado .
SI La división del alma en tres especies la enco ntramos en la Repúb li-
Si esto es así, y si lo qu e se m ueve a sí mismo no es ot ra
ca (Iv 4H c. 44le). C r., ta mbién. ibid., X 611b ss.. y Fedón 78b ss.,
2460 cosa que el alma, necesariam ente el alma tendría q ue ser
don de: surge: la tesis de la simplicidad.
ingénita e inmor ta L. '\< la posición del artícul o (hé psych~ pQsD). o su ausencia, han crea-
de se asient a y se hace con cuer po terrestre que pa rece mo- »El poder natu ral d~l ala es levant ar lo pesado, lleván -
verse a si mismo en virtud de la fuerza de aquélla. Este dolo hacia ar riba , hacia donde mo ra el linaje de los dioses.
compuesto, cristalizació n de alma y cuer po, se llama ser En cierta manera, de todo lo qu e tiene que ver con el cue r-
vivo. y recibe el sobrenombre de mortal. El nombre de po , es lo que más unido se encuentra a lo divino. Y lo ~
inmortal no puede razo na rse con palabra alguna; pero no divino es bello, sabio , bueno y otras cosas po r el est ilo.
ha biéndolo visto ni intuido satisfactor iamente 55 , nos figu- De esto se alimenta y co n esto crece , sobre todo , el pluma-
ram os a la divinidad , como un viviente inmortal, Que tiene je del alma ; pero con lo tor pe y lo ma lo y todo lo que
alma , qu e tiene cuerpo, unidos ambos. de forma na tura l. le es co nt rario , se consume y acaba . Por cierto que Ze us,
por toda la etern idad . Pero. en fin, Que sea como plazca el pode roso señor de los cielos, conduciendo s u alado ca-
a la divinidad , y que sean estas nuestras pa labras. rro, marcha en cabeza, ordená ndol o todo y de tod o ocu-
d »Con slde remos la causa de la pérdida de las alas. y pá ndose u . Le sigue un tro pel de dioses y d émone s ord e-
por la Que se le despre nden al alma . Es algo asi como lo nados en once filas. Pues Hestia 57 se queda en la morada 2041.
qu e sigue. de los d ioses, sola, mientras to dos los ot ros , que han sido
colocados en número de doce ~8 , como dioses jefes , van
II En todo el Fedro . '1 pr est ándole esa u nida d d e co mpos ición que, al frente de los órdenes a cada uno asignados. Son mu-
a veces , se le d iscute . apa rece en deter minados mom ent o s la preocupa- chas. por cierto , las miríficas visiones que ofrece la intimi-
ció n por ef lenguaje y sus ..determinaciones» que va a irru mpir. al final. dad de las sendas celestes, camina da s por el linaje de los
co n la fijación de l/d,OS po r el grdmma . La den omi nación de .. inmo rtal» felices dio ses, haciendo cada uno lo que tienen que hacer,
(atll dflalofl ), no puede deducirse po r los simples caminos del lógw. No
pod emos hablar de d io para lograr, después. un "idos q ue perm ita ent en -
y seguidos por los que, en cualquier caso , qui eran y pue-
d er . desde el hombre, aq uella pala bra que 10 tra sciend e y qu e está . en dan . Está lejos la envidia de los coros divinos. Y, sin em-
cierto sent ido, fuera de su expenencta. El pasaje platónico incl uye alg u - ba rgo, cua ndo van a festejarse a sus ban qu etes, marcha n b
nos términos funda menta les de su epiSlemologia. Efectiva mente, esa im - hacia las empinadas cumbres, po r lo más alt o del arco que
posibilidad de « ha bla r con funda mento » se debe a que no hem os «v isto »
(iddnll!s) 10 inmortal , y a l no tene rlo e n n uestra exper iencia. no hemos S6 El suges tivo cuadro q ue Platón traza en esta fa mosa procesión de
pod ido mirar lo a tentamente (hikan ós nQé5unle5). g mo nces tenemos q ue d io ses, presen ta a lguna s dificultades d e interp retació n. Más que una des-
cons truirlo . q ue imaginarlo (plállomen). El ver bo plds50 / pldtlo significa cripción de lo s d ioses olimplcos, parece que los motivos cen tra jes de esta
algo así co mo forma r. co nstru ir. co mpo ner. mod ela r co n un deter minado a lego ría so n p itagó ricos.
materia l. cr. Tímeo 503 y, anterio rmente. 49a M .• do nde se desc ub re " H estia , ide nti fica da co n la tie rra (EU Rjp IDU. fr. 944) o frece una
la siempre relativa impos ib ilidad de « no mb rar» y la dificu ltad de apre- clav e para la in terpretad ó n d el pasaj e. a unq ue a esto se op on e o tra teo-
he nder el incesa nte fluir de las «cualidad es» (H. FRISK. Gríechisches Ety - rla . pitagóri ca ta mbién , del fuego inmó vil en el centro del universo (cf.
motogísches WDrlerbll ch, vo l. H, Heidelberg , 1970, págs. 551-552). Co- A RISTÓTELES. De caelo 293a 18 ss.)
mo n o so n p osib les ni esa expe rienci a. ni esa intu ició n , el tex to plat ónico l O Un resume n so bre alguna s discus iones en torn o a esta clasificació n
deja a bierta esa «figuración » de los dioses, qu e no se atreve a p recisar . de lo s dios es puede verse en HACKFORTH, Ptat o 's.... pá gs. 71-73. CL
más -c-eque sea co rno plazca a la d ivinid ad», dice Platón entre el escepti - ta mb ién W . K. G . GUTHRIE, The Greeks and t ñeirs Ooas, Lo nd res, 1950,
cismo y la reverencia - o {Cf . Ih ,OENROGEN, «Be mer kungc n ... », p ág. 264.) . págs. 110 sigs.
348 DI ÁLOGOS FEDR O 349
sostiene el cielo. donde precisamente los carros de los dio- es otra al ser en otro - en eso otro que nosot ros lIama- ~
ses, con el suave balanceo de sus firmes riendas, avanzan mas entes-, sino esa ciencia que es de lo que verdadera-
fácilmente. pero a los otros les cuesta trabajo. P orque el ment e es ser. Y hab iendo visto, de la misma manera , todos
caballo entreverado de maldad gravita y tira hacia la tie- los ot ros seres qu e de verdad son, y nutr ida de ellos , se
rra, forzando al auriga Que no lo ha ya domestica do con hunde de nuevo en el interio r del cielo, y vuelve a su casa.
esmero . A llí se encuent ra el alma con su dura y fatigosa Una vez que ha llegado , el auriga detiene los caballos ante
prueba. Pues las qu e se llaman inmortales, cuando han el pesebre, les echa , de pienso, amb rosía, y los abreva con
alcan zado la cima . saliéndose fuera, se alza n sob re la es- néctar .
palda del cielo, y al alzar se se las lleva el movimient o cir- »Tal es, pues, la vida de los dioses . De las ot ras al mas, 248a
e cular en su órb ita, y contemplan lo q ue está al otro lado la que mejor ha seguido al dios y más se le parece, levanta
del cielo. la cabeza del auriga hacia el lugar exterior, siguiendo , en
»A ese lugar supraceteste, no lo ha cantado poet a algu- su giro, el movim iento celeste, pero, soliviantada por los
no de los de aq uí ab ajo , ni lo cantará ja más como merece. caballos, ape nas si alcan za a ver los seres. Hay alguna que,
Pero es algo como esto - ya que se ha de tene r el cor aje a ratos, se alza , a ralos se hu nde y, forzada po r los caba-
de decir la verdad, y sobre tod o cuando es de ella de la llos, ve una s cosas sí y otras no. Las hay qu e, descosas
que se habla-: porque, incolora , info rme, intangible esa todas de las altura s, siguen adelante , pero no lo consiguen
esencia cuyo ser es realmente ser S9, vista sólo po r el enten- y acaban sumergiéndose en ese movimiento que las arras-
dimiento, piloto del alma , y alrededor de la qu e crece el tr a , pat eándose y amon ton ándose, al intentar ser unas más
d verda dero saber, ocupa, precisamente, tal luga r. Como la que otras. Co nfusión , pues, y porffas y supremas fatigas e
mente de lo divino se alimenta de un entender y saber in- donde , po r tor peza de los auriga s, se queda n muchas ren-
co ntaminado, lo mismo qu e toda alma que tenga empe ño queam es, Y "3. otras muchas se les pa rte n muchas alas. To-
en recibir lo que le convie ne, viendo, al cabo del tiempo , das, en fin , después de tan tas penas, tienen qu e irse sin
el ser , se llena de conte nto, y en la contemplació n de la ha ber pod ido alcanzar la visión del ser; y, una vez que
verda d, encuentra su alimento y bienestar, hasta que el mo- se ha n ido , les queda sólo la op inión po r alimento bO, El
vimiento, en su rond a, la vuelva a su sitio . En este giro, porqué de todo este empeño por divisar dónde está la lle-
tiene ant e su vista a la misma justicia , tiene ante su vista nura de la Verdad M , se debe a que el pasto adecua do para
a la sensat ez, tiene ante su vista a la ciencia, y no aquella
"'" El concepto de dóxa. ta tl irnrorta nte en lada la Filoso fía griega
a la Que le es propio la génesis, ni la que, de algún mod o ,
y ta n d iversa me nte matiza do , a parece a l otr o extremo del conoc imiento
en el q ue se: encuentra el «se n), y q ue señala el momento su premo en
59ousia ÓnlÓS ousa. o sea u na real ida d cu ya prop ia susta ncíahdad cuyo a lejamient o se va desvaneciendo lo real. C o n todo , es la doxo el
es ser mismo . Este ser informe, inco loro, inta ngible sólo puede ser
Sil instrumento menta l en el que, empal idecido. a ún lat e 10 ideal.
«visto» por el noús, que no necesita, para penetrar en la rea lida d. del "1 P osiblemente, una alu sión a A tis tetmona de EMPF. oocUS (fr . B
co nocimiento sensible. 12 1) Y ta mbi én a l Gorgias (524a ). Esta imagen tuv e una lar ga repercusión
-1
1 FEDR O 35 1
350 D IÁLOGOS
la mejor pa rte del alma es el qu e viene del prado que demagogo, y pa ra un tir ano la novena 64 , De ent re todo s
e allí hay, y el que la na turaleza del ala . que ha ce ligera estos casos . aq uel qu e ha ya llevado una vida justa es pa rti-
al alma. de él se nutre. cipe de un mejor destino , y el que haya vivido injustamen-
»As¡ es, pues, el precep to de Adrastea 62 , Cualquier al- te. de uno peor. Po rq ue allí mismo de don de part ió no
ma qu e, en el séquito de lo divino , ha ya vislum brado algo vuelve alma a lguna a ntes de diez mil a nos - ya qu e no
de lo verda dero , esta rá indemn e hasta el próximo giro Y. le sa len alas a ntes de ese tiem po -e, a no ser en el caso
simpre que haga 10 mismo , estará libre de da ño . Pero cuan- de aquel qu e ha ya filoso fado sin enga ño, o haya a mado 249<1
do. por no ha ber podido seguirlo . no lo ha viSIO. y po r a los jóvenes co n ñlosofla. Éstas, en el tercer períod o de
cualquier azaroso suceso se va gravitando llena de olvido mil a nos. si han elegido tres veces seguidas la misma vida.
y dejadez. debido a este lastre. pierde las alas y cae a tierra. vuelven a co bra r sus alas y, co n ellas, se alejan al cumplir-
»Bntonces es de ley que tal alma no se implante en se esos tres mil afia s. Las demás, sin em bargo, cua ndo aca -
d ninguna nat uraleza a nimal, en la primera gener ación , sino baron su pri me ra vida. son llamad as a j uicio y, una vez
qu e sea la que más ha visto la que llegue a los genes de ju zgad as, van a parar a prision es subterráneas , do nd e ex-
un varón qu e hab rá de ser am igo del saber , de la belleza pían su pena; y ot ras hay que, elevadas por la justicia 'a
o de las Musas 63 ta l vez. y del a mor; la segunda . qu e algún lugar celeste , lleva n una vida ta n digna co mo la que
sea para un rey nacido de leyes o un guerr ero y hom bre viviero n cuando tení an for ma hum an a. A l llegar el mile- b
de gobierno; la tercera. pa ra un po lít ico o un administra - nío , teniendo unas y ot ras que so rtea r y escoge r la segunda
do r o un hombre de negocios; la cuart a, pa ra alguien a existencia. so n libres de elegir la qu e quieran . Pu ede ocu-
quien le va el esfuerzo corpo ral, pa ra un gimna sta , o pa ra rri r ento nces qu e un alma humana venga a vivir a un an i-
quien se dedi qu e a curar cuerpos; la quinta habrá de ser mal, y el que alguna vez fue hom bre se pa se. otra vez,
pa ra una vida dedicada al art e adivinat orio o a Jos ritos de de a nima l a hombre.
e iniciación; co n la sexta se acoplará un poeta , uno de ésos »Porque nunca el alma qu e no ha ya visto la verdad
a qu ienes les da por la imitación; sea la séptima pa ra un pued e lom a r figura humana . Convie ne que, en efecto, el
a rtesano o un campesino ; la octa va, pa ra un sofista o un hom bre se dé cuenta de lo que le dice n las ideas 6' , yendo
de muchas sensaciones a aquello que se concent ra en el
pensami ento . Esto es. por cie rto , la re miniscencia de lo e
neo platónica . véase, p . ej., PWTJNO, VI 7. 13. do nd e encontra mos la
0.4 Al fin a l d e la Rep úbliro (X 614a ss .) en el mito de Er, traza Plató n
misma exp resió n, Q!ilh..(as ¡wdion (ef . ST EWAll.1", The My ths.. .• págs . 355
un vivo cuad ro d e la tra sm igració n y las distin ta s «vid as» de las a lmas.
y sigs.} .
Cf. T ambién t.eye.y X 904a s.; Timeo 90e ss., 92c.
"¡ Nombre de o rigen no griego , qu e se refiere a una cierta divinidad
6l CL LUIS GIL, «N otas a l Fedro », Em crita XXV (1956), 3 11·33 0,
ident ificad a. a veces. con N émesis. El carácter de in evitabilidad que com-
Y DE V¡UIiS , A co m mentary .. ., pá gs . 145·1 46. Pu ede inte rpreta rse de di-
po rta Adr astea, asi co mo las referencias escatoló gicas de los pasajes sl-
versas ma nera s la expresión ka/a to eiaos iegámenon; el sentido parece
guientes, sumergen el mito plat ónico en la corr iente del or ns mo.
ser: «Io qu e se co ncentra o reco ge en la idea », o ta mbién «co nviene que
6J Cf. Feddn 6 1a ; Filebo 67b ; Banquete 20ge ss.; República 1lI 403c-d.
el homb re escuche lo que la idea le bab ia ».
352 DI ÁLOGOS FE DRO 353
q ue vio. en ot ro tiempo, nuestr a alma, cuando iba de ca- »Ast que. co mo se ha dicho . toda alma de ho mbre.
mino co n la divi nida d, mirando desde lo alto a lo que aho- po r su propia naturaleza , ha visto a los seres verdade ros.
ra decimos que es, y alzando la cabeza a lo que es en reali- o no hab ría llegado a ser el viviente qu e es. Pero el aCOT- 2~
dad 66. Por eso, es ju sto que s610 la mente del filóso fo darse de ellos, por los de aquí, no es asunto fácil para
I sea alada, ya que , en su memo ria y en la medida de lo todo el mundo. ni pa ra cuantos, fugazmente, vieron en-
posible, se encuentra aquello que siempre es y Que hace tonces las cosas de allí, ni para los que tuvieron la desdi-
que, por tenerlo delante. el dios sea d ivino . El varón, pues, cha. al cae r. de desca rriarse en ciertas com pañías, ha cia
que haga uso adecuado de tales recordatorios, iniciado en lo injusto, viniéndoles el olvido del sagra do espectáculo
tales ceremonias perfectas, sólo él será perfecto. Apa rtado, que otrora habían visto. Pocas hay. pues. que tenga n su fi-
así, de hu mano s menesteres y volcado a lo divino, es ta - ciente memori a . Pero éstas. cuando ven algo semejante a
chado por la gente co mo de pertu rbado , sin da rse cuenta las de allí , se quedan como tr as puestas. sin poder ser due-
MIe que lo que está es «entusiasmad o» 6 1 . ñas de sí mismas, y sin sabe r qué es lo que les está pa san -
~~ ) Y aq uí es, precisam ente, a donde viene a par ar to do do , al no percibi rlo con propiedad . Oc la justicia, pues, ¡,
.....:,,:¡ ese discurso sobre la cuarta forma de locura , aq uella que y de la sensatez y de cuanto hay de valioso para las almas
-
.S
.~I se da r uando alguien contempla la belleza de este mundo ,
y, recordando la verdadera, le sale n alas y, así alado , le
no queda resplandor alguno en las imitaciones de aq uí ab a-
jo , y sólo co n esfuerzo y a t ravés de órgano s poco c1arOS/L€r.hL,
! entran deseos de alzar el vuelo, y no lográndolo, mir a ha- les es dado a unos pocos, apoyándose en las imágenes, J:r;
cia arriba como si fuera un pájaro. olvida do dc las de aquí intu ir el género de lo representado . Pero ver el fulgor de v...no(
t ab aj o . y dan do ocasión a que se le tenga por loco. Así la belleza se pudo entonces , cuando con el coro de bíene- fl'W )
q ue, de todas las formas de «entusiasmo», es ésta la mejo r vemu rados teníamos a la vista la divina y dichosa visión,
de las mejores. tanto pa ra el qu e la tiene. co mo para el al seguir nosotros el cortejo de Zeus, y ot ros el de otros
q ue co n ella se comunica; y al part ícipe de esta manía 61 . d ioses, como iniciados que éramos en esos misterios, qu e e
al amante de los bellos, se le llama enamorado . es justo llamar los más lleno s de dicha. y que celebramos
lo(; Sobre el sentido de la untimrlesis puede verse, P. NATOIU', Platos
en toda nuest ra plenitud y sin padecer ninguno de los ma-
ldf"l'nltltrt . Eine E;rlfuhrung in dtn l dtolism u5. Darm stadr , 1961\ pá gi- les que. en tiem po venidero , nos aguarda ban , Plenas y pu-
nas 69· 70, y E. L1.EDó. Lis memori u dt f L oges. Madri d, 1984, pági- ras y serenas y felices las visiones en las que hemos sido
nas I t9 -139. iniciados. y de las qu e. en su mom ento supremo. alcanzá-
67 El verbo enthousió'l.o, signific a, como es sabido, «estar en lo divi-
bamos el b rillo más límpido . límpidos también nasal ros,
no », «estar po seído por alguna divinidad ... Conservo la trad ucció n de
«entusiasmo.., por recoger pa rte del olvidad o or igen semán tico de la pa -
sin el estigma qu e es tod a esta tum ba que nos rod ea y
labra, cuya inmediata etimclogfa es, precisamente, ese: termino griego . que llama mos cuerpo 69 , prision eros en él como una ost ra .
63 man ia significa algo as! como «locura .., «delirio»; pero conservo
también, en algunos casos y po r la misma razó n que en n. ent., la traduc- 69 La co mpa ración del cuerpo con un a tumba (sómIJ-l'ílmu; . procede
ción de «ma nía». del or fismo «r. Gorgias 493a; República X 6 11 e; Fedón 82e).
93. - 23
-,
»Sea tod o esto en gracias al recuerdo que, en el anhelo »Ahora bien, el q ue ya no es nOVICIO o se ha corrom- ~
de lo de ento nces, ha hecho qu e aho ra se ha ble largamente pido , no se deja llevar. co n presteza. de aq uí para allá .
aqul. Co mo ibamos diciend o, y por lo Que a la belleza par a donde está la belleza misma. po r el hecho de mirar
d se refiere. resplandecía entre tod as aquellas visiones ; pero , lo qu e aq uí tie ne tal nombre. de for ma que, al contemplar-
en llegando aqui , la captamos a través del má s claro de la , no siente estre mecimiento alguno. sino que, dado al
nu estr os sentidos, po rqu e es ta mbié n el que mas claramen- placer . pretend e como un cuadrúpedo. cubrir y hacer hi-
te brilla . Es la vista 70 , en efecto. para no sotros, la más jos, y mu y versad o ya en sus excesos, ni teme ni se aver-
~ fina de las sensaciones que, por med io del cuerpo, nos lle-
¡ güenza de perseguir un placer cont ra naturaleza. Sin em-
'S \gan; pero con ella no se ve la mente - porque nos procu- bargo . aquel cuya iniciación es todavía reciente, el que 251"
rarla terri bles amores, si en su imagen hubiese la misma contempló mucho de las de entonces. cua ndo ve un ro stro
cla rida d que ella tiene, y llegase a sí a nuestra vista 7 1_ de forma divina, o ent revé, en el cuer po . una idea que
f\ ejl Jo mismo pasaría con todo cuanto hay digno de amarse. imita bien a la belleza 73 , se estre mece primero. y le sobre -
~~\ Per o sólo a la belleza le ha sido da do el ser lo más deslum- viene algo de los temores de antaño y. después. lo vene-
;:- brante y lo más am abl e n , ra. al mir arlo , como a un dios, y si no tuviera miedo de
'o La visió n, como acto del más característico de los sentidos, es u n
par ecer muy enloquecido, ofrecería a su amado sacrificios
mot ivo cent ra l de la cultura griega y, por supuesto, de P lat ón. etaos, como si fuera la imagen de un dios, y es que, en habi én-
palabr a esencia l del platoni smo , está etimológicamente unida a (F)idefn dolo visto. le toma. después del escalofrío, co mo un trastor-
( tat. v;dere), qu e signific a «ver con los pr opios ojos» (en op hl halmofsin no qu e le provoca sudores y un inusitado ardo r. Recibien - e
ídein, HOI'URO, lI(ado I 587).
do. pues. este chorreo de belleza por los ojos, se calient a
11 Efectivamente , co n la vista no alca nza mos ese nivel superior de
conocimiento . El a rgum ento q ue da Pla tó n para esta imposibilidad, en- con un ca lor que empapa. po r así decirlo. la nat uraleza
raiza tam bi~n con temas esenciales de su Illoso fía . No podernos «ven' del ala, y, al ca ldearse, se ab land an las semillas de la
la sabid uría misma . Sería demasiado fue rte para nuest ro s sentidos. El germinació n que. cerr adas po r la aridez . les im pedía flor e-
arrebato amoro so , la pas ión, el desee hacia el sa ber «vist o". traspasan cer; y, ad emás. si el alimento afluye. se espo nja el tallo
todas las Irc nte ras de 10 hum ano. La 11lZ d el saber mismo, la claridad
del ala y echa a nacer d esde la ra íz, po r dentro de la sus-
del conocimient o puro, arras tran al hombre a un mundo que ya no es
suyo. La sabiduría tiene. necesariamente. q ue limita rse. en principio , a
tancia misma del alma 14 . que antes. por cierto, estuvo
las insu pera bles con diciones del cuerpo y de la sensibilida d, una vez que
el a lma, en su caída. ha tenid o que aga rra rse a la mat eria. u Visión de un rostro que ar rast ra hacia ot ro horizonte. porque la
n La belleza es frontera entre ese conoci miento sensible 'J la fo rma belleza Que e re ñeja.. tmne el verdad ero mu ndo que . en o tro tiempo. vio.
superior e inw iliva del saber. cuyo sup re mo esplendo r. como .. mente ». «Imitación ». «visión», «idea », «cuerpo», elementos fu nda mentales de la
no pode mo s «ver». Pero la belleza si ..se deja ver" . Su ser es, pues, epísremotogía platón ica, q ue, en estas pág ina s, se entrelaza n en peculiar
fro nterizo , su realida d inma nente y. en cierto sentido , trasce ndente: no s tensión .
ata a la «visión» del inst a nte, y no s traspa sa ta mbién haci a ese deseo, ,. La fuerza de e13 serie de imágenes descan sa en ese pan tts psychts
que tensa el am or en un tiempo más pleno y la rgo que el de la tempora li- eídos. T rad uzco , excepcíonetm enre. de acuerdo con la tensión y sentido
dad inmediat a que los ojos ap rehenden. deltexto , pan etdos por «susta ncia». La unión de am bos términos per mi-
356 DIÁLOGOS FED RO 357
e toda alada. Anda. pues, en plena ebullición y burbujeo , encont rados. se a flige ante lo abs urdo de lo que le pasa.
y como con esa sensación que tienen los que está n echando y no sabiendo po r do nde ir. se en fu rece, y, así enfurecida .
los dientes cuando ya van a rom per, ese picor y escozo r no puede dormir de noche ni parar de día y corre deseosa ~
en las encías. asf le pasa al alma del que empieza a echar a donde piensa que ha de ver al que lleva consigo la belle-
las plumas. Bullen, escuecen, cosqu illean las na cientes alas; za. y cuando lo ha visto . y ha encauzado el deseo , ab re
y si pone los ojos en la belleza del muchacho y recibe de lo que antes estaba cerrado. y. recobrando aliento, ceden
allí particu las que vienen Fluyendo - q ue por eso se llaman sus pinchazos y va cosecha ndo. entretan to. el placer más
'río de deseos' 75_ . se empa pa y calienta y se le aca- dulce. De ahí que no se presten a qu e la abando nen -a 2520
d ban las penas y se llena de gozo. Pero cuan do está se- nadie co loca por encima del hermoso muchacho-, olvi-
pa rada y ar idece, los orificios de salida, por donde empuja dándose de mad re, her manos y amigos todos . sin impo r-
la pluma , se resecan entonces y, al cerrar se, imp iden el tarle un bledo que. po r sus descuidos, se disipen sus bienes
brote de la pluma q ue, ocluida dentro con el deseo , salta y desdeñando todos aquellos convencionalismos y flngimien-
como una arteria que late. y pinc ha cada una en su propia tos co n los que antes se adornaba, presto a hacerse esclavo
salida, de forma que, aguijoneada el alma toda y por to- y a poner su lecho donde le permita estar lo más cerca
das partes. se revuelve de dolor. del deseado .
»Sólo, en cambio se alegra. si le viene el recuerdo de »Y es qu e. ad emás de venerarle. ha encontrado en el
la belleza del am ado . Por la mezcla de esto s sentimientos poseedo r de la belleza al médico apropiado para sus gran- b
dísimos males. A esta pasión, pues, hermoso muchacho.
te esa interpretació n. ridos es, pues, en este caso y po r el contexto. algo al que precisamente van enhebradas mis palab ras. llaman
más que lo q ue se ve, q ue la ..fo rma .. o " idea,. co mo objeto de visión.
los hom bres amo r; pero si oyes cómo la llaman los dioses.
75 Platón j uega con una e_lra""a etimología de himcros (hil'fUli «ir..;
mI'" «pan es..; rW «ce m ente..). En realidad. no está clara la etimolog ía por lo choca nte que es. aca barás po r reírte. Dicen algunos.
de himeros q ue sig.nifica «deseo. amor , necesidad de placer ». La relación sobre el Amo r. dos versos sacados. creo . de poemas no
co n el ant. ind o ifma « primavera .., «dios del amonto a unq ue semánt ica- pub licados de los hom éridas , el segundo de los cuales es
mente tiene pleno sentido, no explica la for maci6n de la palab ra . Po r muy desvergo nzado. y no demasiado bien medido . Suena n
ene, habn a q ue pensar en la etlmelcgla propuesta por R ALL Y (MI'moire así:
de la Socil'lé Litlguislique de París, 12, pá g. 231l, si·smero-s. si-smer-io
yen relación con el aoliguo indio smarati ( < ·smérefl) «acorda rse.., «ve- Los mortales, por cierto, volátil al Amor llaman ,'
nir a la mente»). Compá rese con mérimna , mérmeras, már/ys « pensa- los inmortales, alado, porque obliga a ahuecar el ala 76 .
miento vivo», ..acorda rse vivamente.., etc . (e r. H. ¡''"RISK, Onecñ . Ety -
mol. Wonerbuch, 1, pág. 726.) En realidad, la etimo logía platón ica no
76 El fragmento citado, podría ser un invent o de Platón, o bien un a
perm ite traducir hl"meros por «flujo de deseos» , ya que entre los compo -
nent es de esa pseudoetimologfa no se encuentra ninguno que signifique refundición platónica (cf. M . L. W EST, Hestod, Theozonr. Dxfor d, 1966,
"deseo». Al tradu cirlo, en este caso, por «flujo de deseo» se intenta ser v. 831). La distinción entre denominaciones q ue dan le s dioses o los hom-
fiel a lo que Plató n insinúa ; pero la traducción co rrecta de ese término bres la encontramos ya en HOME RO (Odisea X 305, XII 61; mada 1 403.
es «deseo», «a nhele». l l 813, X IV 291, XX 74). pteros en la curiosa etimología en la que Platón
358 DIÁLOGOS FEDRO 359
e Se puede o no se puede creer esto ; no obsta nte. la causa pueden. y siguen huellas y rastrean hasta que se les abre 2Ba
de lo que les sucede a los ama ntes es eso y sólo eso . el camino para encontrar por sí mismos la natu raleza de
»Asl pues, el que, de entre los compañeros de Zeus, su dios, al verse obligados a mirar fijamente hacia él. Y
ha sido preso , puede soportar más dignament e la carga una vez que se han enlazado con él po r el recuerdo 78,
de aq uel que tiene su nombre de las alas. Pero aqu ellos y en pleno entusiasmo, toman de él hábitos y maneras de
que, al servicio de Ares, andaban dando vueltas al cielo, vivir, en la medida en que es posible a un hombre partici-
cuando han caído en man os del Amor, y han llegado a par del dios.
pensa r que su amado les agravia, se vuelven homicida s. »Por cierto que, al convertir al amado en el causan te
y son capaces de inmolarse a sí mimos y a quien aman. de todo, lo ama n todavía más , y lo que sorben , co mo las
y así, según sea el dios a cuyo séquito se pertenece, bacan tes en la fuente de Zeus, lo vierten sobre el alma
d vive cada uno honránd ole e imitándol e en lo posible, mien- del amado. y hacen Que, así, se asemejen todo lo más b
tr as no se haya corrompido. y sea ésta la primera genera - q ue pueda n al dios suyo . Los que, por otro lado, seguía n
ción qu e haya vivido; y de tal modo se compo rta y trata a Hera, buscan a alguien de naturaleza regia y. hab iénd olo
a los que ama y a los otros . Cada uno escoge, según esto , encontr ado . hacen lo mismo con él. Y así los de Apelo ,
una forma del Amor hacia los bellos, y como si aquel ama- y los de cad a uno de los dioses, qu e al ir en pos de deter -
do fuera su mismo d ios 17 , se fabri ca una imagen que adoro minado dio s, buscan a un amado de naturaleza semeja nte .
~ na para honrarla y rendirle culto. En efecto . los de Zeus y cuando lo han logrado, con su ejemplo , persu asión y
buscan que aquel al que ama n sea, en su alma, un poco o rientació n cond ucen al amado a los gustos e idea de ese
tambi én Zeus. Y miran . pues, si por naturaleza hay al- d ios, según la capacidad que cada uno tiene. Y no experi-
guien co n capacidad de saber o gobernar, y si lo encuen- mentan, frente a sus amado s, envidia alguna. ni maíq ue-
tran se enamoran, y hacen lod o lo posible pa ra que sea rencia impropia de hombres libres, sino que inten ta n, tod o
tal cual es. Y si ames no se habían dado a tales meneste- 10 más q ue pueden, llevarlos a una total semejanza con ~
res. cuando ponen las manos en ello, aprenden de do nde ellos mismos y con el dios al que venera n 79 . La aspira -
ción , pues, de aque llos que verdaderamente aman, y su
piensa, podria euae formado por un juego de pa labras: t!rós-pler6n ("ala»)
-pter (" padre»?) . La et imología de p terón t iene q ue ver co n el indoeuro- ceremonia de iniciació n -si llevan a término lo qu e desean
peo ·ple,.. El grupo conson ámíce p i se encuentra en pé /am a; «volar», y tal como lo digo- llega a ser asi de bella y dichosa pa ra
«levanta rse». El verbo ple,.óó (esta r pro visto de alas) tiene tam bién el el que es amado po r un amigo enloq uecido po r el Amo r,
significado de «excita rse». Cí , ANACIIEONTE • .s.l, 1-4 (Preisendanz-Brjoso] :
«Cuando le miro entre los jóvenes, la ju vent ud me vuelve, Ent onces,
pa ra el baile, al viejo que yo era le brotan alas » (pleró umui) . " mnfm i. La memoria enga rza, como la piedra magnética del Ión
11 Parece. contra la suposició n de DE VRIES, A commentary...• pági- (S33e), la cadena de la part icipación entusias ta (entho usiólllesj con el otro
na 161, que euton, habrfa qu e unirlo a ¡heón y no a ek einun. Aquel un iverso del qu e la belleza o el saber del hombre so n reflejo.
amado al Que se escoge se debe asemejar al «mismo dios» de cuyo sequí- ' 9 Todo el pasaj e Insiste, a través del Eros, en el lema de la «semejan-
to formó parte. za a la divinidad» que car acteriza al pltagc rtsmo y al platonismo.
) I
/
sobre todo si acaba siendo conquistado. Y esta conquista y les fuerza a ir haci a el amado y tr aerle a la mem oria
tiene lugar de la siguiente manera. los goces de Afrodit a. Ellos, al princi pio se resisten irrita-
»Tal como hicimos al princi pio de este mito, en el que dos , como si tuvieran que hacer algo indig no y ultrajante .
dividimos cad a alma en tre s partes, y dos de ella s t enían Pero, al final, cuando ya no se pu ede poner freno al ma l, h
~
.~ d forma de cab allo y una tercera forma de aur iga , sigamos se dejan llevar a donde les lleven, cedien do y con viniendo
utilizando también aho ra este símil. Decíamos, pues, que en ha cer aque llo a lo que se les empuja. Y llegan así junto
de los caballos uno es b ueno y el otro no. Pero en qué a él, y contemplan el rostro resplan deciente del amado .
con sistía la excelencia del bueno y la rebeldía del ma lo no »Al pr esenciarlo el a uriga, se trasporta su recuerd o a
lo dijimos entonces, pero habrá que decirlo aho ra . P ues la natura leza de lo bello, y de nuevo la ve alzada en su
bien , de ellos, el que ocupa el lugar preferente es de ergui- sacro trono y en compañía de la sensatez. Viéndo la , de
da planta y de fino s remos, de altiva cerviz, aguileño hoci- miedo y veneración cae boca arriba. Al mismo tiempo, no
co, bla nco de color, de negro s ojos, ama nte de la gloria puede po r menos de tira r hacia atrás de las riendas, t an e
con moderación y pundonor , seguid or de la op inión verda - violentamen te que hace sentar a ambos caballos sob re sus
e dera 80 y, sin fusta, dócil a la voz y a la pal abra. En ancas, al uno de bu en grado , al no ofrecer resistencia , al
cambio, el otro es con tr ah echo, grande, de toscas articula- indómito, muy a su pesar. Un po co alejado ya el uno ,
ciones, de gru eso y corto cuello , de achatada testu z, color de vergüenza y pasm o rompe a sud ar empa pa ndo tod a el
negro , ojo s grises, san gre ardiente, compañer o de excesos alma ; pero el otro , al calm arse el do lor del freno y la caída
y petulancias 81 , de pelud as orejas , sordo, apenas obedien- y a ún sin aliento , se pone a injuriar con furia dirigiendo
te al láti go y los acicates. Así que cua ndo el auriga , viend o tod a clase de insultos contra el auriga y con tra su pareja
el sembl ante amado 82, siente un calor que recorre to da de tiro, como si po r cobardía y debilidad hubiese incum-
el alma, llenán do se del cosquilleo y de los aguijones del plid o su deber y su promesa, Y, de nuevo, ob ligando a d
254a deseo, aq uel de los caballos que le es dócil, dom inado acercarse a los q ue no quieren , consient e a duras pena s,
entonces, como siempre, por el pundonor, se cont iene a cuando se lo piden, en dejarlo para ot ra vez.
sí mismo pa ra no saltar sobre el amado . El otro , sin em- »Pero cuando llega el tiempo seña lado , refresca la me-
ba rgo, que no hace ya ni caso de los aguijo nes, ni de1láti- moria a los qu e hacen como si no se aco rdaran , [es coac -
go del aur iga , se lan za , en impetuoso salto, po niendo en ciona con relinchos y tiron es, hasta qu e les obliga de nuevo
toda clase de apr ietos al que con él va uncido y al aur iga, a aproximarse al amado pa ra decirl e las mismas palabr as.
Cua ndo ya están cerca, con la testuz gacha y la cola exten-
'0 sopnrosyne. aíaos, a(erhin~ doxa, so n los tér minos que fundan el
dida, t asca nd o el fren o , los arrastra con insolencia. Con
sentid o de estas imágenes, q ue expresan aqu ellos deseos que se dejan
dominar por lo racional del alma (cf'. República IX 580a ss.; IV 439d). todo, el auriga que exper imenta todavía más el mismo sen-
81 CL República IV 440a ss. timiento , se tensa, co mo si estuviera en la línea de salida, e
82 La visión del Eros que arrastra al amado . según la interpret ación arrancando el fre no de los dient es del avasalIador corcel
de DE VRIES. A commentary... , págs. 167-168.
por la fuerz a con que, hacia at rás, ah ora le aguanta. Se
362 Dl ÁI.OGOS FEDRO 36 3
le llena de sa ngre la malhablada lengua y las Quijadas, y Iosame nte al amante, lo empa pa y lo rebosa . Y semej ante
'ent rega al sufrimien to' n las patas y la grupa , clavándolas a un aire o a un eco qu e, rebotando de algo pulid o y duro ,
en tierra . Pero cuando el mal caballo ha tenido que sopo r- vuelve de nuevo al punto de partida, así el ma nantial de
la r muchas veces lo mismo . y se le aca ba la indocilidad, la belleza vuelve al bello muchacho , a través de los ojos n ,
humill ad o, se acop la. al fin. a la prudencia del auriga, y camino natural hacia el alma qu e, al recibirlo , se enciende
ant e la visión del bello amado. se siente morir de miedo . y riega los orificios de las alas, e impu lsa la salida de las d
y ocurre, entonces, que el alma del amante, reverente y plumas y llena , a su vez, de amo r el alma del amado . En-
25 Sa temerosa, sigue al amado . Así pues, cuidado con toda la nces sí que es verdad que ama, pero no sabe qué. Ni
clase de esmero, como igual a un dios, por un amante qu e sabe qué le pasa , ni expresarlo puede, sino qu e, como al
no finge sino que siente la verdad , y siendo él mismo, po r
natura leza, a migo de quien así le cuida -si bien en ot ra
época pudiera haber sid o censurado por condiscí pulos u a Ga nimedes prendado de s u belleza . En la !liada (XX 232·235) se d ice
otros cualesquiera. diciéndole lo vergonzoso Que era tener que ..-al divino Ganimedes , nacido el mis bello de lod os los ho mbres
mortales, lo arr ebata ron los dioses. de bdlo que era . para q ue escanciara
relaciones con un amante y, por ello, lo hubi era apartado
El vino a Ze us y viviera co n los que nunca muer en.. . En las U J'f.'$ (1
de si- , la edad y la fuerza de las cosas le empujan a acep-
, 6l6d ). hay una referencia a Ganimedes y su mito como invención de
ta r, con el paso del tiempo , la compañía . Porque, en
b verdad, que no está escrito que el malo sea amigo del
,'
.
1
lo s cretenses.
.. l a importanc ia de la visió n, como 1.'(<<10 de un sentido superior,
malo , ni el bueno no lo sea del bueno g,¡. Y. una vez que
le ha dejad o acercarse, y aceptado su co nversa ción y com-
q se tia indicado ya en la n. 70. En el texto a l qu e allí se hace refer encia
loe habla , efect ivamen te. de «vísíón.. Mpsis). En este pasa je. son los ojos
mismo s (ÓmmD/D). como instru mentos de la sensació n, quienes tienen ca-
pañ ía, la benevo lencia del ama nte, vista de cerca , conturba pacidad par a «fi ltra r.. , y ser cauce por el q ue pasa ..el mana nlial de la
al amado qu e se da cuenta de q ue tod os los otro s junto s, belleut ... La rea lidad del ojo marc a una Iromer a, hecha de una ma leri.
am igos y fam iliares, no le pueden o frecer pa rcela alguna su til, que permite el encuentro entre la belleza a penas ccsiñceble, '1 ree n-
de amistad como la del amigo entusiasta. Y cuando vaya zada como res pla ndor que, a veces, lo s seres des piden. Eslá «e n ella ».
pero no es s610 y lod o ella. La influencia de esta Ihe<mo fue gra nde
pasando el tiempo de este mod o, y se toquen los cuer pos en el neo ptaron tsmo . P lOlino ha bla de los «ojos del a lma.., ómmala Ih
en los gimnasios y en otros lugare s pú blicos, entonces ya psychés (Enh d as VI 8, 19. 10), q ue capta n lo que «a parece.., 10 qu e
aquella fuente q ue man a , a la qu e Zeus llamó ' deseo ' ss, es .. fenó meno ». Aqu cllo q ue los ojal. ha n visto . dpsis ommó/ó" (Enh dD.t
e cuando estaba enamo rado de Ganirnedes 86, inunda cauda- 1 6, 8. 4·10), es una suprema belleza q ue 'la ce dentr o sin adelant arse
a lo exterio r . POl'" eso , no hay qu e «volverse a los a nterio res rever beros
Il C f'. HOMERO, lIfuda V 391; Odisea XVII 567. Fórmulas parec ida s d e los cuerpos. Porque, al ver las bellezas corpó reas, en mod o a lguno
se encuentra n en Rcp úbtica VIII 56&, IX 51le. 574c. hay que cor rer tr as ellas. sino sab iendo qu e son imágenes '1 rastros y
" e L Lisis 213a ss. som bras, huir hacia aq uellas de las que éstas son imágenes» (d. tb., ibid.,
" Cf. n. 75. 1 6 , 4. 1 ss.) . Ya ARISTÓTElES (É. N. VI 1144a29·30) habla de la prud en-
!6 Oanímedes, a dolescen te pa sto r en las mont añas pr óxima s a Troya .
cia como «o jo del alma» (cf. «los oj os de la experiencia», É. N. VI
Según no s relata el H imno homérico a Afrodita (V 202-211), Zeus ra pt ó 1143bI 3).
CAPÍTULO TERCERO
75
momento que ella no se encuentra ni fuera ni sobre los
hombres socialmente unidos, sino que existe exclusivamente
por ellos y, por consiguiente, para ellos»200. Este importante
reconocimiento se expresa en la afirmación de que «lejos de
ser un objeto y un elemento puramente pasivo de la vida
social», el hombre «es, por el contrario, y debe ser y
permanecer, su sujeto, su fundamento y su fin»201. Del
hombre, por tanto, trae su origen la vida social que no puede
renunciar a reconocerlo como sujeto activo y responsable, y a
él deben estar finalizadas todas las expresiones de la sociedad.
76
insufla en las narices el aliento de la vida (cf. Gn 2,7). De ahí
que, «por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano
tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino
alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse
libremente y entrar en comunión con otras personas; y es
llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a
ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser
puede dar en su lugar»204.
77
111 El hombre y la mujer tienen la misma dignidad y son de
igual valor211, no sólo porque ambos, en su diversidad, son
imagen de Dios, sino, más profundamente aún, porque el
dinamismo de reciprocidad que anima el «nosotros» de la
pareja humana es imagen de Dios212. En la relación de
comunión recíproca, el hombre y la mujer se realizan
profundamente a sí mismos reencontrándose como personas
a través del don sincero de sí mismos213. Su pacto de unión es
presentado en la Sagrada Escritura como una imagen del
Pacto de Dios con los hombres (cf. Os 1-3; Is 54; Ef 5,21-33) y,
al mismo tiempo, como un servicio a la vida214. La pareja
humana puede participar, en efecto, de la creatividad de Dios:
«Y los bendijo Dios y les dijo: “Sed fecundos y multiplicaos, y
llenad la tierra”» (Gn 1,28).
78
inteligencia, que lo debe elevar como un ala218 hacia la
contemplación de la verdad de todas las criaturas, es decir, de
lo que Dios ve de bueno en ellas. El libro del Génesis enseña,
en efecto, que el dominio del hombre sobre el mundo consiste
en dar un nombre a las cosas (cf. Gn 2,19-20): con la
denominación, el hombre debe reconocer las cosas por lo que
son y establecer para con cada una de ellas una relación de
responsabilidad219.
79
límite de criatura, desafiando a Dios, su único Señor y fuente
de la vida. Es un pecado de desobediencia (cf. Rm 5,19) que
separa al hombre de Dios222.
Por la Revelación sabemos que Adán, el primer hombre,
transgrediendo el mandamiento de Dios, pierde la santidad
y la justicia en que había sido constituido, recibidas no sólo
para sí, sino para toda la humanidad: «cediendo al tentador,
Adán y Eva cometen un pecado personal, pero este pecado
afecta a la naturaleza humana, que transmitirán en un
estado caído. Es un pecado que será transmitido por
propagación a toda la humanidad, es decir, por la
transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad
y de la justicia originales»223.
80
y efecto.
81
paz entre los individuos, los grupos y los pueblos»227.
82
culturales y civiles del hombre.
83
eterna: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único
Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).
84
sido objeto, en repetidas ocasiones, de la solicitud social de la
Iglesia, que no ha dejado de alzar su voz frente a estas y otras
visiones, drásticamente reductivas. En cambio, se ha
preocupado por anunciar que los hombres «no se nos
muestran desligados entre sí, como granos de arena, sino más
bien unidos entre sí en un conjunto orgánicamente ordenado,
con relaciones variadas según la diversidad de los tiempos»234
y que el hombre no puede ser comprendido como «un simple
elemento y una molécula del organismo social»235, cuidando,
a la vez, que la afirmación del primado de la persona, no
conllevase una visión individualista o masificada.
A. LA UNIDAD DE LA PERSONA
85
128 Mediante su corporeidad, el hombre unifica en sí mismo
los elementos del mundo material, «el cual alcanza por medio
del hombre su más alta cima y alza la voz para la libre
alabanza del Creador»240. Esta dimensión le permite al
hombre su inserción en el mundo material, lugar de su
realización y de su libertad, no como en una prisión o en un
exilio. No es lícito despreciar la vida corporal; el hombre, al
contrario, «debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo,
como criatura de Dios que ha de resucitar en el último
día»241. La dimensión corporal, sin embargo, a causa de la
herida del pecado, hace experimentar al hombre las
rebeliones del cuerpo y las inclinaciones perversas del
corazón, sobre las que debe siempre vigilar para no dejarse
esclavizar y para no permanecer víctima de una visión
puramente terrena de su vida.
Por su espiritualidad el hombre supera a la totalidad de las
cosas y penetra en la estructura más profunda de la
realidad. Cuando se adentra en su corazón, es decir, cuando
reflexiona sobre su propio destino, el hombre se descubre
superior al mundo material, por su dignidad única de
interlocutor de Dios, bajo cuya mirada decide su vida. Él, en
su vida interior, reconoce tener en «sí mismo la espiritualidad
y la inmortalidad de su alma» y no se percibe a sí mismo
«como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo
de la ciudad humana»242.
86
realidad del cuerpo, ni el materialismo que considera el
espíritu una mera manifestación de la materia, dan razón de
la complejidad, de la totalidad y de la unidad del ser humano.
a) Abierta a la trascendencia
b) Única e irrepetible
87
consciente, capaz de reflexionar sobre sí mismo y, por tanto,
de tener conciencia de sí y de sus propios actos. Sin embargo,
no son la inteligencia, la conciencia y la libertad las que
definen a la persona, sino que es la persona quien está en la
base de los actos de inteligencia, de conciencia y de libertad.
Estos actos pueden faltar, sin que por ello el hombre deje de
ser persona.
La persona humana debe ser comprendida siempre en su
irrepetible e insuprimible singularidad. En efecto, el hombre
existe ante todo como subjetividad, como centro de
conciencia y de libertad, cuya historia única y distinta de las
demás expresa su irreductibilidad ante cualquier intento de
circunscribirlo a esquemas de pensamiento o sistemas de
poder, ideológicos o no. Esto impone, ante todo, no sólo la
exigencia del simple respeto por parte de todos, y
especialmente de las instituciones políticas y sociales y de sus
responsables, en relación a cada hombre de este mundo, sino
que además, y en mayor medida, comporta que el primer
compromiso de cada uno hacia el otro, y sobre todo de estas
mismas instituciones, se debe situar en la promoción del
desarrollo integral de la persona.
88
133 En ningún caso la persona humana puede ser
instrumentalizada para fines ajenos a su mismo desarrollo,
que puede realizar plena y definitivamente sólo en Dios y en
su proyecto salvífico: el hombre, en efecto, en su interioridad,
trasciende el universo y es la única criatura que Dios ha
amado por sí misma249. Por esta razón, ni su vida, ni el
desarrollo de su pensamiento, ni sus bienes, ni cuantos
comparten sus vicisitudes personales y familiares pueden ser
sometidos a injustas restricciones en el ejercicio de sus
derechos y de su libertad.
La persona no puede estar finalizada a proyectos de
carácter económico, social o político, impuestos por
autoridad alguna, ni siquiera en nombre del presunto
progreso de la comunidad civil en su conjunto o de otras
personas, en el presente o en el futuro. Es necesario, por tanto,
que las autoridades públicas vigilen con atención para que
una restricción de la libertad o cualquier otra carga impuesta
a la actuación de las personas no lesione jamás la dignidad
personal y garantice el efectivo ejercicio de los derechos
humanos. Todo esto, una vez más, se funda sobre la visión del
hombre como persona, es decir, como sujeto activo y
responsable del propio proceso de crecimiento, junto con la
comunidad de la que forma parte.
89
convivencia civil y digna del hombre.
C. LA LIBERTAD DE LA PERSONA
90
aceptar la ley moral que Dios le da. En realidad, la libertad del
hombre encuentra su verdadera y plena realización en esta
aceptación»258.
91
impone a la persona la obligación de realizar un determinado
acto, se manifiesta el vínculo de la libertad con la verdad.
Precisamente por esto la conciencia se expresa con actos de
“juicio”, que reflejan la verdad sobre el bien, y no como
“decisiones” arbitrarias. La madurez y responsabilidad de
estos juicios —y, en definitiva, del hombre, que es su sujeto—
se demuestran no con la liberación de la conciencia de la
verdad objetiva, en favor de una presunta autonomía de las
propias decisiones, sino, al contrario, con una apremiante
búsqueda de la verdad y con dejarse guiar por ella en el
obrar»264.
92
en la vida de individuos y sociedades»271.
Sus preceptos, sin embargo, no son percibidos por todos con
claridad e inmediatez. Las verdades religiosas y morales
pueden ser conocidas «de todos y sin dificultad, con una firme
certeza y sin mezcla de error»272, sólo con la ayuda de la
Gracia y de la Revelación. La ley natural ofrece un
fundamento preparado por Dios a la ley revelada y a la
Gracia, en plena armonía con la obra del Espíritu273.
93
las relaciones con los demás y con el resto de la creación»278.
La libertad del hombre, por tanto, necesita ser liberada.
Cristo, con la fuerza de su misterio pascual, libera al hombre
del amor desordenado de sí mismo279, que es fuente del
desprecio al prójimo y de las relaciones caracterizadas por el
dominio sobre el otro; Él revela que la libertad se realiza en el
don de sí mismo280. Con su sacrificio en la cruz, Jesús
reintegra el hombre a la comunión con Dios y con sus
semejantes.
94
progreso auténtico de la comunidad internacional284. No
obstante los avances en esta dirección, es necesario no olvidar
que aún existen demasiadas desigualdades y formas de
dependencia285.
A la igualdad en el reconocimiento de la dignidad de cada
hombre y de cada pueblo, debe corresponder la conciencia
de que la dignidad humana sólo podrá ser custodiada y
promovida de forma comunitaria, por parte de toda la
humanidad. Sólo con la acción concorde de los hombres y de
los pueblos sinceramente interesados en el bien de todos los
demás, se puede alcanzar una auténtica fraternidad
universal286; por el contrario, la permanencia de condiciones
de gravísima disparidad y desigualdad empobrece a todos.
95
don que es, al mismo tiempo, una misión: «A esta “unidad de
los dos” Dios les confía no sólo la opera de la procreación y la
vida de la familia, sino la construcción misma de la
historia»289. «La mujer es “ayuda” para el hombre, como el
hombre es “ayuda” para la mujer»290: en su encuentro se
realiza una concepción unitaria de la persona humana,
basada no en la lógica del egocentrismo y de la
autoafirmación, sino en la del amor y la solidaridad.
E. LA SOCIABILIDAD HUMANA
96
hombre se manifiesta, en efecto, como naturaleza de un ser
que responde a sus propias necesidades sobre la base de una
subjetividad relacional, es decir, como un ser libre y
responsable, que reconoce la necesidad de integrarse y de
colaborar con sus semejantes y que es capaz de comunión con
ellos en el orden del conocimiento y del amor: «Una sociedad
es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por
un principio de unidad que supera a cada una de ellas.
Asamblea a la vez visible y espiritual, una sociedad perdura en
el tiempo: recoge el pasado y prepara el porvenir»296.
Es necesario, por tanto, destacar que la vida comunitaria es
una característica natural que distingue al hombre del resto
de las criaturas terrenas. La actuación social comporta de
suyo un signo particular del hombre y de la humanidad, el de
una persona que obra en una comunidad de personas: este
signo determina su calificación interior y constituye, en cierto
sentido, su misma naturaleza297. Esta característica relacional
adquiere, a la luz de la fe, un sentido más profundo y estable.
Creada a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26), y
constituida en el universo visible para vivir en sociedad (cf.
Gn 2,20.23) y dominar la tierra (cf. Gn 1,26.28-30), la
persona humana está llamada desde el comienzo a la vida
social: «Dios no ha creado al hombre como un “ser solitario”,
sino que lo ha querido como “ser social”. La vida social no es,
por tanto, exterior al hombre, el cual no puede crecer y
realizar su vocación si no es en relación con los otros»298.
97
solidaridad, de comunicación y de colaboración, al servicio
del hombre y del bien común300.
98
en su criatura303. El Magisterio de la Iglesia no ha dejado de
evaluar positivamente la Declaración Universal de los
Derechos del Hombre, proclamada por las Naciones Unidas el
10 de diciembre de 1948, que Juan Pablo II ha definido «una
piedra miliar en el camino del progreso moral de la
humanidad»304.
99
persona: «Tales derechos se refieren a todas las fases de la
vida y en cualquier contexto político, social, económico o
cultural. Son un conjunto unitario, orientado decididamente a
la promoción de cada uno de los aspectos del bien de la
persona y de la sociedad… La promoción integral de todas las
categorías de los derechos humanos es la verdadera garantía
del pleno respeto por cada uno de los derechos»312.
Universalidad e indivisibilidad son las líneas distintivas de los
derechos humanos: «Son dos principios guía que exigen
siempre la necesidad de arraigar los derechos humanos en las
diversas culturas, así como de profundizar en su dimensión
jurídica con el fin de asegurar su pleno respeto»313.
100
en particular, la ilicitud de toda forma de aborto provocado y
de eutanasia319. Se subraya el valor eminente del derecho a
la libertad religiosa: «Todos los hombres deben estar
inmunes de coacción, tanto por parte de personas
particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad
humana, y ello de tal manera, que en materia religiosa ni se
obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida
que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o
asociado con otros, dentro de los límites debidos»320. El
respeto de este derecho es un signo emblemático «del
auténtico progreso del hombre en todo régimen, en toda
sociedad, sistema o ambiente»321.
c) Derechos y deberes
101
del derecho a la autodeterminación de cada pueblo y de su
libre cooperación en vista del bien común superior de la
humanidad»327. La paz se funda no sólo en el respeto de los
derechos del hombre, sino también en el de los derechos de los
pueblos, particularmente el derecho a la independencia328.
Los derechos de las Naciones no son sino «los “derechos
humanos” considerados a este específico nivel de la vida
comunitaria»329. La Nación tiene «un derecho fundamental a
la existencia»; a la «propia lengua y cultura, mediante las
cuales un pueblo expresa y promueve su “soberanía”
espiritual»; a «modelar su vida según las propias tradiciones,
excluyendo, naturalmente, toda violación de los derechos
humanos fundamentales y, en particular, la opresión de las
minorías»; a «construir el propio futuro proporcionando a las
generaciones más jóvenes una educación adecuada»330. El
orden internacional exige un equilibrio entre particularidad
y universalidad, a cuya realización están llamadas todas las
Naciones, para las cuales el primer deber sigue siendo el de
vivir en paz, respeto y solidaridad con las demás Naciones.
102
favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para
poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los
demás» y que una afirmación excesiva de igualdad «puede
dar lugar a un individualismo donde cada uno reivindique sus
derechos sin querer hacerse responsable del bien común»333.
103
El existencialismo es un humanismo
Jean-Paul Sartre
http://www.angelfire.com/la2/pnascimento/ensayos.html