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CERTIFICACIÓN Y GESTIÓN INTEGRAL DE PAISAJES PRODUCTIVOS


PROTEGIDOS

CONSERVACIÓN Y MODELOS PRODUCTIVOS SUSTENTABLES

Por Hernán de Arriba1

Tres son los pilares del Desarrollo Sostenible: el crecimiento económico; el


desarrollo social y la protección ambiental. En estos tres puntos se fundamentan sus
objetivos generales y requisitos esenciales y que tienen que ver en primer término con la
erradicación de la pobreza; en segundo término con la modificación de los sistemas
insostenibles de producción y consumo; y por último con la protección y ordenación de
los recursos naturales que son la base del desarrollo económico y social.

Toda práctica agrícola inevitablemente produce un efecto sobre el medio


ambiente, el bienestar social y la viabilidad económica, tanto de las personas involucradas
como de la comunidad rural del entorno productivo. El cambio de uso de suelo representa
un incremento de las áreas cultivadas que conlleva al desarrollo de actividades
productivas y el crecimiento económico que esto implica. Sin embargo este proceso de
conversión de distintos biomas, principalmente bosques nativos, a parcelas para uso
agrícolas también tiene un impacto negativo para la conservación de la biodiversidad,
siendo el más notorio de ellos la pérdida y fragmentación de ambientes naturales y la
consiguiente reducción de las poblaciones silvestres.

En muchos casos, los productores agropecuarios perciben el manejo de estos


ambientes como algo ajeno a su labor cotidiana y que nada tiene que ver con las
actividades productivas y esto hace que dichas actividades todavía no estén diseñadas en
base a criterios de sustentabilidad, generando efectos negativos en el ambiente.

La experiencia marca que, justamente antes de la sanción de la Ley de


Presupuestos Mínimos y el Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos, en algunas
provincias argentinas del Norte Grande, las consecuencias ambientales acumuladas de
las actividades de aprovechamientos forestales, y desmontes para usos agrícolas,
reflejan que hasta no hace mucho tiempo, existía ausencia notoria de una planificación
territorial estratégica,.

Si a esto se le agrega, el perjuicio directo que sufren las comunidades que


dependen directamente del recurso forestal nativo, al perder los bosques por actividades
extractivas., Estos recursos, se traducen en ingresos económicos y consecuente aumento
de interés de distintos sectores como pequeños y medianos productores, trabajadores
rurales, técnicos, académicos, pobladores rurales, aborígenes, etc. Esto pone en
evidencia que es de vital importancia la presencia proactiva del Estado para reducir
eventuales conflictos, generando consensos participativos mediante el monitoreo, el
control, la prevención, y la asistencia técnica y económica, con políticas claramente

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Ingeniero Agrónomo
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orientadas al desarrollo de las actividades productivas, pero que a la vez aseguren un


manejo sustentable de los recursos naturales y la permanente provisión de los servicios
ambientales que brinda el bosque nativo.

La percepción de los inconvenientes y las bondades del proceso de ampliación de


la frontera agropecuaria varía según los grupos sociales o de interés que se consideren y,
si bien los aspectos ideológicos y políticos no dejan de ser importantes, es necesario
abordar la evaluación de impactos, las consecuencias y las alternativas de manejo desde
una perspectiva técnica en donde la discusión sobre la conveniencia o no de la
expansión agrícola, dependa de quién haga el análisis pero que incorpore fundamentos
técnicos y una cierta apertura a escuchar y compatibilizar otras posiciones. La
conservación de la naturaleza y el aprovechamiento de los recursos naturales requieren
un balance entre transformación, protección y restauración de los ecosistemas.

La agricultura sostenible busca desarrollar prácticas que tengan una influencia


benéfica sobre algunos o todos estos factores, por ejemplo, proteger y mejorar la
biodiversidad, fomentar el uso de PAS (Prácticas Agrícolas Sustentables), proporcionar
mayores rindes de cultivos de mejor calidad a menor costo, proteger el suelo y el agua.
Esto último no solo debe realizarse por la conservación del recurso, sino como algo más
importante aún, como estrategia para reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida de
las personas y comunidades del entorno rural. En muchos casos, los elementos de la
agricultura sostenible pueden tener efectos benéficos en más uno de estos factores.

En el caso de los sistemas productivos presentes en el territorio argentino y


particularmente en la región NOA y NEA, como la forestación, la soja y la ganadería entre
otros, no cabe duda que, si bien han significado un aporte fundamental al crecimiento
económico regional, el resultado no ha sido tan claro en lo que se refiere a su aporte al
desarrollo social local y a la protección ambiental del contexto ecoregional donde están
insertos.

Las estrategias del desarrollo sostenible están siendo definidas sin un diagnóstico
suficiente de los problemas ambientales regionales y su interacción con los sistemas
productivos y fundamentalmente, sin incorporar propuestas alternativas. Si bien la
concientización ambiental y la mejora de las prácticas son paulatinamente mayores, hay
un desbalance entre los tres componentes de la sustentabilidad aún sin resolver y que
ponen en duda los desafíos que involucran su aplicación en los sistemas productivos.

La transformación de los bosques, asociada a la explotación forestal, a la


agricultura y a la ganadería extensiva (bajo monte y en pasturas cultivadas), ha generado
posiciones encontradas. Por un lado hay una corriente de pensamiento analítico que,
muchas veces desconectada de la vida y el escenario productivo local, acepta los
aspectos positivos de los cambios que el “modelo productivo"2 conlleva y que fomenta la

2 Modelo que basa su estrategia productiva en obtener una escala de operaciones lo suficientemente
amplia que le permita disminuir los riesgos tradicionalmente asociados a la actividad a la vez que le da una
posición de mayor fuerza a la hora de negociar los precios de insumos y labores
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incorporación de nuevas tierras al mapa agroganadero de la región y la generación de


ingresos que ello implica.

Por otro, los ecologistas, científicos y organizaciones que alertan sobre los riesgos
que involucra el modelo adoptado, en relación a la sustentabilidad de los ecosistemas
(pérdida de biodiversidad, conectividad entre ambientes, servicios ambientales, etc.) y del
entorno social caracterizado por la exclusión de los sectores más débiles y subordinados
de la producción a pequeña escala regional que quedan apartados del negocio productivo
y financiero de los medianos y grandes establecimientos rurales (caída del empleo rural,
concentración de la renta, procesos migratorios, conflicto con comunidades campesinas,
mal uso de agroquímicos, etc.).

Se hace difícil encontrar un equilibrio entre el mantenimiento y aumento de la


superficie y eficiencia productiva de los sistemas agropecuarios, en donde los intereses
de las Empresas y/o propietarios de tierras, es la rentabilidad económica a corto plazo,
conjuntamente con la conservación de los recursos naturales y mucho menos analizar las
consecuencias y perjuicios ambientales y sociales acumulados que genera el
aprovechamiento forestal intensivo de los bosques nativos, y el desmonte para usos
agrícolas/ganaderos. Como contrapartida, muchas personas vinculadas con la ecología
consideran que la producción agrícola excluye per se la cuestión ambiental y que estas
prácticas son incompatibles con el mantenimiento de la biodiversidad. Esta
incompatibilidad aumenta cuando los intereses sobre el bosque están dados más por una
cuestión de índole social en donde existe una marcada diferencia en el acceso a los
bienes que derivan del aprovechamiento de los recursos naturales.

Los trabajos o la visión de los ambientalistas pocas veces consideran la existencia


de un modelo productivo sustentable a gran escala. Generalmente, en sus observaciones,
predominan los contenidos referidos a problemas generados por la agricultura
(desmontes, contaminación, etc.) que si bien en muchos casos no dejan de ser una
realidad, no abren la posibilidad a otro tipo de análisis con una visión mucho más amplia
que no sólo revise los impactos ambientales, sino que compatibilice los beneficios de un
manejo sustentable de los sistemas productivos, teniendo en cuenta que al fin y al cabo,
tanto la agricultura como la ganadería también son procesos biológicos.

Una consecuencia de lo anterior es que las relaciones y/o diálogo entre los
sectores de la producción y los vinculados con la temática ambiental, han sido casi
inexistentes o abiertamente conflictivas, cuando en realidad tanto las cuestiones
ambientales, sociales y económicas van de la mano, independientemente desde el punto
de vista que se las mire. Es importante que los productores incorporen planes de gestión
ambiental en su actividad y, al mismo tiempo, que los biólogos consideren como objeto de
análisis ecoregional a los sistemas agropecuarios para lograr tener una visión más
desarrollada, integrada y en definitiva superadora del conflicto.
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Ni el ambientalismo radical, ni la producción sin criterio ambiental son las


soluciones ni el futuro del desarrollo sustentable de los sistemas agropecuarios. Existen
suficientes medios y recursos, técnicos y humanos, para lograr esa compatibilidad entre
ambiente y producción. Producir con criterio, entendiendo lo que se tiene delante, para
pensar en eficiencia productiva afectando mínimamente al ambiente. Allí está el futuro.
Producir con conciencia ambiental.

DISEÑO DE UN MODELO DE GESTIÓN TERRITORIAL PARA EL NORTE


GRANDE - PPP

El marco macroeconómico actual ha traído aparejado un notable incremento en la


inversión, especialmente en áreas básicas de la economía, tales como minería, extracción
y transporte de hidrocarburos, producción y transmisión de energía eléctrica,
forestaciones, tecnificación de cultivos, etc., lo cual implica cambios acelerados en el uso
del territorio. Lamentablemente, los planes de fomento de la inversión privada no integran
expresamente la problemática de la diversidad biológica en general, y de las áreas
protegidas en particular. Generalmente, las reglamentaciones sectoriales se limitan a la
exigencia de realizar Evaluaciones de Impacto Ambiental y, por lo general, no cuentan
con instancias de auditoría que sean técnicamente sólidas y transparentes.

En este contexto, podemos establecer que existen dos visiones, no


necesariamente contrapuestas sino más bien ubicadas en extremos. Por un lado están los
sectores ambientalistas que sostienen que Lo ambiental depende de manera
imprescindible de lo que haga el Estado y, ante la ausencia de políticas y logística, el
Estado no tiene capacidad de control

Para ellos tendría que haber una política que promueva prácticas de conservación
y protección de los recursos naturales en detrimento de otras que deberían prohibirse, y
sostienen que, mientras el estado no aplique estas políticas , la cuestión ambiental no
tendrá solución. sin considerar eventualmente que, de todas maneras, no habrá una
solución porque, si el Estado no se ocupa de la protección, la protección sola no va a
ocurrir.

Por otro lado, y en el otro extremo, están aquellos que entienden que la forma de
generar cambios es a través de las reglas del mercado y de los procesos de certificación,
a través del cual se podría encontrar una solución a los problemas de cambio de uso de la
tierra, protección de biodiversidad, protección de los derechos de los trabajadores, etc.,
forzando a que el productor deba cumplir para entrar al mercado ciertos requisitos.

Ahora bien, particularmente para la región chaqueña hay dos marcos regulatorios
nacionales de cumplimiento obligatorio por parte de los territorios provinciales que de
alguna manera son centrales:

- La Ley de Regularización de Tierras Indígenas o de territorios originarios


que básicamente es una ley que impulsa que las comunidades definan sus territorios y el
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Estado se los entregue en propiedad comunitaria. Este es un tema para la región


chaqueña de alto alcance potencial territorial porque toda la región chaqueña está
poblada por aborígenes que reclaman o reclamarán sus territorios y una buena parte de la
región chaqueña entra dentro de este esquema. De hecho al momento hay alrededor de
600 comunidades con personería jurídica en la región chaqueña.

- Por otro lado tenemos la ley de Ordenamiento Territorial de los Bosques


Nativos y los mapas de ordenamiento provinciales que también al final se vinculan con las
tierras indígenas. Muchas de las tierras identificadas con color amarillo en el OT de la
región chaqueña son territorios comunitarios, es decir que la ley de territorio indígenas
puede quedar incluida dentro de la ley de OT si se tiene en cuenta que justamente uno de
los principios de esta ley es el respeto a los territorios indígenas (Artículo 19)3.

Sin embargo, ambas leyes tienen un nivel de implementación deficiente. Hoy por
hoy todavía cada provincia lo hace a “su manera” y con una tendencia a disminuir los
criterios de interpretación de la ley y tampoco están definidos cuáles son esos criterios ni
cuáles son territorios indígenas o, en muchos casos, existen zonas de conflicto con
superposición de títulos y/o objetivos.

En la región chaqueña de Argentina las áreas de protección son pequeñas,


aisladas una de otras, con escasa superficie (parches). Además el porcentaje de
protección dentro de la propia región es muy bajo, si tenemos en cuenta que en promedio
los OT consideran un 10% en rojo, y, para el caso de la ecoregión chaqueña la protección
efectiva es de menos del 1%, es decir, es una de las ecorregiones con menos porcentaje
de tierra conservada del país.

De esta manera, uno de los principales objetivos debe ser fortalecer la


implementación de Áreas de Conservación y activar el esquema de protección, porque
además de un escenario desfavorable donde las reservas son insuficientes y ocupan
superficies chicas, muchas veces están sub manejadas o directamente no tienen ningún
tipo de manejo o control. El sistema de AP y ACV para la región chaqueña necesita de
más y mejor protección.

Por otro lado, si bien existen algunos trabajos al respecto como el que desarrolló
TNC en base a la selección de áreas prioritarias para conservación en el Gran Chaco,
éstos tienen una orientación netamente académica, no técnico-político que requieren
implementación y eso va en detrimento del actual esquema de protección.

Todas esas áreas que han sido identificadas deben ser actualizadas y es
necesario avanzar en actividades de protección efectivas, ya sea para las áreas del TNC
o para otras como por ejemplo las áreas de importancia para conservación de las aves,
que son las que aparentemente usa el sector sojero. La realidad es que en cualquiera de
éstas áreas no tienen ningún status de protección efectiva. En el mismo sentido deberían

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LEY 26.331 - ARTICULO 19:”Todo proyecto de desmonte o manejo sostenible de bosques nativos deberá
reconocer y respetar los derechos de las comunidades indígenas originarias del país que tradicionalmente
ocupen esas tierras.”
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situarse los corredores que son los espacios silvestres que conectan áreas de importancia
para conservación de AP o áreas prioritarias, tal el esquema desarrollado por ProYungas
para la Dirección de Bosques.

Si bien por un lado las Áreas Protegidas no entran en esquemas de certificación,


es necesario que los corredores y ACV se vinculen con los procesos de certificación y de
alguna manera habría que establecer la forma en que los estándares de certificación
puedan incidir sobre ellos. Actualmente, de acuerdo a cómo están diseñados los procesos
de certificación, excluyen éstas áreas de conservación y la forma que abordan estos
temas es estableciendo la no intervención en estos espacios. La certificación no mira
necesariamente esas áreas sino que, de alguna manera, sin proponérselo, las condena y
las excluye de sus procesos.

Sin embargo, al llevar el concepto de “no tocar” a la práctica, muchas de las


empresas que en teoría son las más interesadas en adoptar sistemas responsables de
producción y de protección dejan estas áreas de lado y, a partir de esa instancia, entran
en un proceso en donde nadie se hace cargo de la conservación o la toman productores
que no les interesa, entonces de alguna manera, los procesos de certificación terminan
castigando a esas áreas y las marginan aún más produciendo el efecto contrario a los
objetivos que los sistemas de certificación persiguen, en este caso la conservación.

En este marco podemos decir que el ordenamiento territorial es la base sobre la


que se pretende trabajar en un modelo de gestión, y dentro de este concepto, que tiene
tres niveles que componen el marco de la ley: Rojo (protección),amarillo (manejo forestal
del bosque nativo y aprovechamiento silvopastoril) y verde (áreas para transformación y
cambio de uso de la tierra), podemos establecer, en términos promedio, los siguientes
porcentajes para la región: Rojo 15%, Amarillo 65 y Verde 20%.

Todos los ordenamientos para la región chaqueña vigentes plantean que del
bosque existente entre un 60 y un 70% de lo que queda para cada provincia lo tienen
puesto en amarillo esto quiere decir que, de acuerdo a los términos de la ley, podrán ser
considerados para un manejo forestal o silvopastoril.

A pesar de que la expansión de tierras con destino agrícola o ganadero es la


principal causa de deforestación, no debemos desconocer además la degradación de las
masas boscosas y su progresiva eliminación, lo que lleva a una explotación intensificada
de los recursos forestales remanentes (Leake, 2008; Minetti, 2010), sobre la cual
posteriormente se argumentan y justifican los desmontes. Una de las causas de esta
degradación (además del accionar del ganado vacuno) se vincula con las décadas de
desmanejo forestal que pesan sobre estos bosques, y que han llevado a que la gran
mayoría de las superficies boscosas se encuentren empobrecidas.

Ahora bien, en su mayoría, estos bosques se encuentran con altos niveles de


intervención y degradación. El manejo del bosque o mejor dicho el aprovechamiento
forestal es, hoy por hoy, un subproducto de la desforestación y habilitación de tierras pero
en términos económicos casi nadie lo ve como una posibilidad de negocio rentable.
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A estas dos cuestiones de la rentabilidad y la degradación se le suman la escasa


capacidad técnica, la falta de planificación, las deficiencias del mercado con ausencia de
reglas claras sobre el uso del recurso (leña, carbón, subproductos de limpieza y raleo, etc)
y la falta de apoyo institucional sin estímulos de inversión gubernamental, o con mínimas
intenciones como la ley de bosques.

Esta cuestión de fondo que se encuadra dentro del amarillo, es central en el


núcleo de la región chaqueña y tiene que ver con el lote predial y su plan de ordenamiento
en donde se hace difícil consensuar objetivos en términos de OT porque toda la discusión
está basada en la comparación de la biodiversidad en los sistemas productivos con la
biodiversidad del bosque chaqueño.

En términos reales y a nivel predial, ésta es una comparación errada porque al


contrastar las parcelas productivas (caña, soja, forestales, etc.) o el manejo silvopastoril
con el bosque, es obvio que va a haber pérdida de biodiversidad cuando la realidad es
que esa comparación debería hacerse en forma global e integral.

Si se hace esta comparación y un balance en forma sistémica tomando la


biodiversidad de una unidad predial con sus sistemas productivos y sus bosques y por
otro lado se toman los bosques continuos, probablemente el resultado sea que no existan
mayores diferencias e incluso, si se compara ese sistema con otras áreas de bosque,
pero que están siendo presionadas por presencia antrópica activa, seguramente el
balance resultará con valores de biodiversidad más altos.

Hay muchas cosas para trabajas y revertir para que el manejo forestal sea una la
alternativa para el 60 o 70% de la superficie boscosa actual, entendiendo que, en ese
sentido, si no encontramos una la alternativa se van a seguir perdiendo bosques con el
transcurso del tiempo.

Como una forma de estimular una relación positiva entre el sector productivo y la
protección de la biodiversidad, aunque para algunos puede resultar un tanto controversial,
es instalar el concepto de lo que podríamos llamar Manejo Integral o Múltiple y que la ley
de bosques actualmente no contempla para la zona amarilla en el OT.

Básicamente este manejo consiste en que pueda haber otras actividades que no
sean exclusivamente para manejo forestal sino que permitan otros sistemas productivos
como sistemas agrícolas o sistemas silvopastoriles.

Estas actividades de alta rentabilidad concentradas en el espacio predial en un


determinado porcentaje es la que generará al nivel del predio una cantidad de recursos
que harán que el propietario invierta no solamente en procesos de certificación sino
también en áreas prioritarias de conservación.

Hay ejemplos concretos donde el 25% de una tierra con cambio uso en una
cuenca permite una excelente conservación en el 75% restante. El 25% en términos
económicos, financia ese 75%, En ese sentido la desforestación no es necesariamente un
tema negativo si está en un contexto adecuado de planificación, de manejo y control.
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Hoy esta posibilidad, si bien existe una presión real de los gobiernos provinciales,
en el marco de la ley está vetada y es aquí donde también cobra relevancia la necesidad
de incidir con insumos técnicos, capacidad técnica, monitoreo de biodiversidad, etc.

Por último, y como para ir cerrando el concepto, hay un tema que tiene que ver
con que además de las áreas en verde, que son las destinadas a conversión o cambio de
uso de suelo y donde participan las buenas prácticas, consideramos que deberían
incorporarse bajo las mismas prácticas las áreas en amarillo en la parte que se convierte,
ese porcentaje que se destina a manejo forestal o silvopastoril y de la misma manera
también deberían incluirse en el marco de los procesos de certificación.

Actualmente lo que hace la certificación es dejar de lado las áreas conflictivas, y


en donde actúan aseguran la sustentabilidad, la eficiencia desde el punto de vista
energético, la contaminación, la seguridad, la salubridad, etc., pero estos procesos tienen
que incidir en la relación entre la certificación y el territorio y cuando hablamos de
certificación es necesario hacerlo en un sentido amplio de sustentabilidad, tanto
productivo como ambiental.

En términos globales la certificación más o menos actúa en un 30% del territorio


porque actúa solamente en las áreas verdes, pero la realidad es que deberían poder
llegar a actuar en las áreas amarillas si se establece la posibilidad, aun cuando, hoy por
hoy, está en cierta forma vetado y sería contrario al espíritu de la ley de bosques.

En definitiva los procesos de certificación en líneas generales terminan actuando


sobre un 30% cuando lo que pretendemos y consideramos, en términos de
sustentabilidad, es que intervengan en un 70% del territorio.

A su vez, si bien existe un interés cada vez mayor de las empresas para la
incorporación de iniciativas en el manejo integral de paisajes como un medio de mitigar y
minimizar riesgos y oportunidades de dirección más allá de la escala de paisaje y la
unidad de producción (Scherr et al 2013), es necesario coordinar esfuerzos entre el
gobierno y el sector privado para generar información contundente y efectiva que permita
un adecuado diagnóstico y evaluación de los beneficios y resultados a largo plazo, de
manera de potenciar la confianza del sector privado en los tiempos y retorno de la
inversión y, a la vez, renovar y captar el compromiso de su parte con la adopción de
iniciativas de este tipo.

A su vez será necesario iniciar un proceso que implique analizar, interpretar y


adaptar una metodología que permita revisar de qué manera los organismos de
certificación puedan incorporar una visión de paisaje a sus estándares e indicadores de
certificación. Esto es particularmente importante para los productos básicos en rápida
expansión como caña de azúcar, soja, ganadería principales sistemas productivos en
expansión que, de no hacerse de manera planificada, pueden colocar fuertes presiones
sobre los recursos tierra y agua.

Es necesario que la problemática ambiental trascienda de su propio enfoque o


espacio intelectual para insertarse en las acciones y decisiones de otros sectores como
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los gobiernos y las empresas, combinando enfoques y visiones haciéndolos confluir en un


manejo integral o múltiple de esos “paisajes de conservación” o “Paisajes Productivos
Protegidos”.

Es decir espacios a escala de paisajes donde coexisten y se potencian los


espacios destinados a la producción con aquellos destinados a la preservación de los
bienes y servicios de la naturaleza (mantenimiento biodiversidad, provisión continua de
agua, conservación de suelos y regulación climática).

ESQUEMA GENERAL Y RESUMEN - PROCESO PPP y CERTIFICACIÓN

PROCESOS
TERRITORIO CERTIFICACIÓN

Observatorio
Permanente
Cambio Uso de la
Tierra y
OT´s Biodiversidad

Áreas
Transformadas
PCUS
20%
AP´s Áreas Prioritarias Manejo
Manejo Integral
➢ BPA´s
15% 65% O Múltiple
Corredores Forestal de BN PPP 30%
➢ Fortalecimiento CERTIFICACIÓN
➢ Implementación ➢ BAP´s ACTIVA
➢ Activar Procesos ➢ Insumos Técnicos
➢ Rentabilidad
de Protección ➢ Monitoreo
➢ Capacidad Técnica
Biodiversidad
➢ Mercado
➢ Capacitación Técnica
➢ Apoyo Institucional
Legal Privada ➢ OT Predial
➢ Información

70%
CERTIFICACIÓN
POTENCIAL

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