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De p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s
Tabla de contenidos
PREFACIO............................................................................................................................................. 3
5. CONCLUSIONES ............................................................................................................................. 20
BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................................... 37
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De p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s
PREFACIO
El presente texto ofrece una revisión bibliográfica de estudios sobre efectos emocionales
en niños y niñas a partir del consumo de televisión. Se busca establecer una
sistematización considerando el debate internacional y un complemento, en anexo, de
estudios cualitativos con niños y niñas realizados en Chile.
El debate propuesto por los autores entrega una reflexión sobre aspectos de consenso
fundamentado, tanto en la relación de una emocionalidad ‘positiva’ asociada al consumo
televisivo, como a los efectos negativos. Entrega evidencia para avanzar y comprender a
esta audiencia, considerando su rol activo y sus propias capacidades para decidir sobre la
oferta de contenidos de la industria y propone criterios para la educación de medios.
Esta es una invitación para promover consumos de televisión infantil atendiendo a una
adecuada exposición al medio y a la promoción de criterios para una oferta de calidad.
1
Pablo Christiny: Periodista Universidad Católica de Chile. Experto en Contenidos Audiovisuales Infantiles de
la Universidad Internacional de Andalucía, España. Ha trabajado como director y productor de TV Infantil en
Chile, Nueva Zelanda, Dinamarca y Alemania. Actualmente es Director Ejecutivo de la Fundación Nativo
Digital. Autor de diferentes estudios sobre medios e infancia.
Catalina Guzmán: Periodista Universidad Católica de Chile. Master in Media and Globalization, Universidad
de Aarhus, Dinamarca. Investigadora en temática de Medios, memoria e identidad en la Universidad de
Hamburgo, Alemania. Directora de Estudios de la Fundación Nativo Digital. Autora de varios estudios sobre
infancia y medios de comunicación.
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1. Las emociones y la TV
La televisión ofrece a los niños una amplia gama de oportunidades para observar y
experimentar emociones. Hoy es sabido que “las emociones constituyen el fundamento
de todo lo que hacemos, incluso el razonar” (Maturana y Bloch, 1998: 25). De hecho, el
término proviene de la palabra latina movere (mover hacia afuera). Es decir, como plantea
Glasenapp (2014), las emociones conducen a la acción, ofrecen la fuerza para moverse en
una determinada dirección, para realizar cosas o para dejar de hacerlas. De esta forma,
ayudan a definir y registrar los hechos importantes de la vida de las personas,
determinando su comportamiento. A partir de estas consideraciones se puede afirmar
que “el sistema límbico -el cerebro emocional- es la central energética del cerebro,
generadora de los apetitos, impulsos, emociones y estados de ánimo que dirigen nuestra
conducta” (Carter, 2002: 54).
La televisión, a partir de la imagen, configura un lenguaje peculiar que contiene una fuerte
carga emocional que impacta de diversas maneras al espectador. “La T.V. gatilla
emociones, algunas placenteras como la alegría, otras que apoyan la identidad como el
orgullo, pero también el miedo” (Götz & Schwarz, 2014: 13). La imagen propone y/o
refleja necesidades y deseos a través de mecanismos de proyección e identificación del
sujeto. Si las emociones influyen en las decisiones y en los comportamientos, cualquier
imagen que genere emociones será socializadora (movilizadora), en el sentido de que
tendrá incidencia sobre las creencias y los comportamientos de las personas. Esto, sin
duda, es lo que también buscan conseguir los mensajes televisivos. Este es el poder que
tiene la televisión: puede comunicar emociones, lo que a su vez, en ocasiones, puede
constituir un riesgo, pero en otras puede ser también un beneficio (Sedeño, 2005).
El impacto emocional que generan las escenas de la pantalla chica tienen directa relación
con la experiencia y el desarrollo psicosocial del espectador. Los personajes, las acciones,
los escenarios y las situaciones narrativas, adquieren valor emotivo para los televidentes
en relación a su propia experiencia. Además, este proceso es simple, pues no funciona a
través de una evaluación intelectual y consciente, sino desde una simple transferencia,
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desde una relación primaria de agrado o desagrado por proximidad, que se produce de la
conexión con experiencias previas del receptor (Ibarra, 2007). Es decir, los mecanismos
psíquicos que se activan en los espectadores de cine y de televisión desafían
abiertamente los parámetros de la lógica racional (Ferrés, 1996).
Frente a la pantalla, los procesos de implicación emotiva se producen siguiendo una lógica
que nada tiene que ver con la racionalidad y a menudo tampoco con la conciencia. “Es
inherente a la imagen audiovisual dinámica, una condición subliminal de percepción.
Nosotros decodificamos de una manera consciente y racional sólo algunos elementos de
la significación propuesta por estos mensajes, otra parte muy importante es percibida
afectiva o subliminalmente, o no es percibida” (Fuenzalida, 2002:91). Así, y conforme con
la perspectiva constructivista, los contenidos audiovisuales son polisémicos y cada
espectador construye un significado en base a su propia experiencia. “Las personas
perciben significados y los asocian con su memoria y fantasía y así construyen su propia
interpretación situacional-cultural” (Fuenzalida, 2002: 91).
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A su vez, los niños y niñas en edad escolar manejan matices emocionales y aspectos más
sutiles; en la medida que comienzan a comprender que la gente puede tener sentimientos
ambivalentes, se vuelven cada vez más capaces de focalizarse en la experiencia interna de
la emoción, por sobre lo externo y circunstancial (Kinateder 2012).
Según Glasenapp (2014) no existen emociones positivas y negativas per se, sino que cada
emoción tiene un propósito. De manera que cada emoción surge en una situación
determinada donde tiene sentido experimentarla. Las emociones nos proveen de
información, jugando un rol primordial en la manera en que manejamos el mundo en el
que vivimos. Así, las emociones son entendidas como recursos que permiten reaccionar
de cierta forma y llevar a cabo una acción; proveen de un repertorio para valorar las
experiencias conforme a significaciones y permiten establecer distinciones y matices de
significados entre las distintas experiencias que viven las personas. “Existen algunas más o
menos placenteras, pero todas son vitales para un sentido sano de la autoestima, para
actuar apropiadamente y para tener relaciones exitosas” (Götz & Schlote 2014: 2).
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De acuerdo a Plenk, un concepto esencial en la evaluación que hacen los niños de lo que
ven en la televisión, es la capacidad de los programas para movilizar sus emociones:
“diversión y entusiasmo se llevan el premio” (2009: 23). Estos datos permiten reconocer
que la pantalla chica es una herramienta que tiene mucho que ofrecer: “Bien utilizado y si
se tiene acceso a una oferta adecuada y de calidad, la televisión es un surtidor inagotable
de oportunidades de entretención” (Condeza, s.f.2).
2
Condeza, R. ‘Televisión, desarrollo y aprendizaje’. Disponible en (12/01/2015):
http://www.crececontigo.gob.cl/adultos/columnas/television-desarrollo-y-aprendizaje/
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Según el Doctor en Medicina y Catedrático de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR - Argentina),
Alfred Sonnenfeld, estas sustancias son "como abono para el cerebro", lo que permite mayores y mejores
reacciones sinápticas. "Cuando hacemos las cosas con verdadero entusiasmo, es decir cuando las cosas nos
llegan adentro, entonces se produce ese abono para el cerebro y esto da lugar a que se produzcan nuevas
prolongaciones de las neuronas y enlaces e incluso nuevas neuronas. Esto es lo que se conoce con el
nombre de neurogénesis y que hace referencia a la enorme plasticidad cerebral, es decir, a la capacidad que
tiene el cerebro de adaptarse a las diferentes situaciones de la vida".
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efectivo, tiene que existir una activación emocional. La activación más placentera es el
entusiasmo" (Hüther, 2012: 15). Al comprender que la relación placentera está
previamente establecida entre niño y televisión, la función educativa de la TV también es
inherente al proceso comunicativo. Por ello, la relevancia de orientar la programación y el
consumo hacia contenidos de calidad que exploten el potencial educador de la TV.
Las emociones placenteras que pueden ser asociadas al proceso de aprendizaje son
múltiples y diversas. La sorpresa es una de ellas y se produce como una reacción de forma
súbita ante una situación novedosa o extraña; como consecuencia de ello, se activan la
atención y la memoria, facultades que se dedican a procesar la estimulación responsable
de la reacción. Esto ocasiona un incremento general de la actividad cognitiva, lo que
permite identificar, analizar y valorar las condiciones desencadenantes de la misma. Es
decir, una ‘buena sorpresa’ sitúa al niño en estado de alerta para aprender. La capacidad
de asombro de los niños es ilimitada y en este sentido “la buena televisión infantil
muestra a los niños las maravillas del mundo de manera que ellos puedan entender,
ampliando de ese modo sus horizontes” (Grewenig, 2009: 23). Los niños pueden
sorprenderse a través de las imágenes, los contenidos informativos o los vuelcos
narrativos, lo que motivará un proceso que les permita indagar y ampliar su registro de
experiencias. “Para los niños un programa es emocionante si su contenido, además de ser
presentado clara y comprensiblemente, deja suficiente espacio para lo imprevisible. Esto
aplica, particularmente, al principio y el final de una historia. Los niños sienten que el
contenido es excitante y lo evalúan positivamente si la narración es rica y variada y hay
giros sorprendentes en el argumento” (Plenk, 2009: 23). Es entonces cuando la historia
cobra sentido de un minuto a otro y los niños sienten la satisfacción de un desenlace
gratificante.
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“Asustarse al ver televisión es algo que los niños de todo el mundo experimentan”
(Unterstell & Muller 2012: 35). Así lo demuestra un estudio internacional del instituto
alemán Internationales Zentralinstitut für das Jugend- und Bildungsfernsehen (IZI), en el
que 631 estudiantes de 8 países fueron entrevistados acerca de experiencias televisivas de
su infancia que los habían asustado. Casi todos los participantes pudieron recordar una
experiencia televisiva “aterradora” de su infancia y fueron capaces de describirla en
detalle. Asimismo, en Chile un estudio, realizado con 500 niños de la Región
Metropolitana durante el año 2013 (Christiny & Guzmán, 2013), revela que la emoción
más recurrente que los menores experimentan frente a las escenas televisivas que los
impactan, se relacionan con este tipo de emociones: miedo, susto o terror, con un 42,3%
de las menciones.
La experiencia del temor es una sensación “que no nos afecta realmente, pero se puede
disfrutar con la conciencia de que la situación terminará de manera positiva” (Peterson,
1996: 85). Es decir, cuando una situación es juzgada como riesgosa por el niño y le causa
cierta excitación, pero tiene la confianza de que sus límites no serán transgredidos, la
puede experimentar de forma placentera. “Por lo tanto la televisión es un medio ideal
para experimentar este estremecimiento temeroso, ya que el contenido no constituye
peligro real alguno para el espectador” (Unterstell & Muller, 2014: 44). Cuando las
escenas presentan un nivel de tensión soportable para el niño y la niña y el desenlace
resulta positivo (por ejemplo, el héroe sobrevive ileso), los programas son capaces de
transmitir coraje y las escenas se convierten en ejemplos que demuestran que es posible
sobrellevar situaciones difíciles (Rogge, 2004). De tal manera, sentir temor y superarlo,
ayuda a crecer durante la niñez.
El temor, a diferencia del miedo tiende a empoderar al niño/a en lugar de hacerlo sentir
vulnerable. Una experiencia de temor asociada a una sensación placentera, permite
momentos de relajación que alivian la tensión. Esto contribuye a que el niño pueda
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Sin embargo, esta excitación a través del temor, es distinta a aquellas experiencias
televisivas traumáticas que exceden la imaginación y comprensión del niño. Las
investigaciones demuestran que el contenido de la televisión puede resultar abrumador y
gatillar miedos profundos (Cantor, 2003) y a veces pueden llevar a reacciones a largo plazo
(Harrison & Cantor, 1999; Bachmann & Holler, 2009).
El miedo puede llegar a alterar las conductas del niño o causarle pesadillas. Esta respuesta
es una de las más comunes ya que el contenido de los medios influye considerablemente
más en los sueños que lo experimentado durante el día (Stephan et al, 2012). Cuando los
niños presencian en la televisión hechos que exceden mucho su habilidad para
procesarlos, sufren sentimientos de impotencia, indefensión, horror y miedo intenso. Las
pesadillas pueden ser un intento de sobrellevar este estado emocional de emergencia. “La
televisión causa pesadillas mayormente cuando el contenido del programa excede la
capacidad imaginativa previa, de una manera incontrolable y abrumadora. Sus
incuestionables suposiciones previas son destruidas. Ellos experimentan algo que tienen
dificultad para integrarlo a su visión del mundo” (Holler & Muller 2012: 51-52).
Una tendencia clave y evidenciada en los estudios es que “mientras las experiencias de
miedo son gatilladas a menudo por programas para adultos o películas de terror, las
experiencias de temor son principalmente provistas por los programas infantiles”
(Unterstell & Muller, 2014: 46). Esto confirma la importancia de que los niños vean
contenidos adecuados para su desarrollo. “Así, monitorear la elección de programas de los
niños puede reducir las experiencias profundas de miedo al ver televisión” (Unterstell &
Muller, 2012: 35). Lo que también presenta la relevancia de una programación
especializada para el público infantil. El límite entre los efectos positivos y negativos de la
televisión en los niños y niñas está en que la segmentación sea respetada y los canales
consideren este tipo de efectos al momento de programar. Los niños no pueden quedar
expuestos a contenidos que no logran ubicar dentro de su registro personal de
experiencias y emociones.
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Hablar de los efectos de la televisión en los niños y niñas permite acercarse a dos grandes
tópicos sobre los que existen algunos importantes consensos. Se trata de estudios que
permiten poner particular cuidado cuando los niños, niñas y adolescentes están expuestos
a contenidos de violencia y contenidos sexuales. A continuación se exponen autores y
estudios que permiten comprender esta perspectiva.
Una de las discusiones de la literatura, dice relación con los efectos en el comportamiento
de los niños expuestos a violencia de los medios de comunicación. Si bien los estudios no
son concluyentes, confirman la dificultad de aislar las variables para el análisis, debido a
que es complejo medir el efecto del consumo de contenido violento como un ‘efecto
directo’ de la televisión en el comportamiento del niño, dejando de lado los factores como
el entorno, la relación familiar, incluso el nivel de educación (Ferguson, 2009a). Pues, "la
mayoría de las investigaciones, ya sea enfocadas en los medios, la psicología, la violencia o
la justicia criminal, rechazan la idea de que sólo un factor pueda causar que un individuo
no violento se transforme en violento" (Common Sence Media, 2013: 10). Algunos
estudios longitudinales, hablan de que el comportamiento agresivo se debe a múltiples
factores de riesgo y la televisión podría ser sólo uno de esos factores, pero al ser aislado
como variable, el índice de la televisión como factor de riesgo es bajo (Ferguson & Kilburn,
2009; Ferguson, 2009b).
Pero por otra parte, un amplio volumen de investigación de los últimos 50 años entrega
evidencia para comprender que “la violencia televisada sí afecta la actitud, los valores y el
comportamiento de la audiencia” (Murray, 1994; Paik & Comstock, 1994).
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Finalmente, los estudios reconocen que los niños poseen el criterio para diferenciar
ficción de realidad y, cuando están conscientes de que se trata de hechos reales, se ven
más afectados emocionalmente. Esto les causaría miedo injustificado y/o ansiedad,
manifestándose -por ejemplo, en pesadillas u otros trastornos del sueño. “Los niños
distinguen entre violencia ficcional o de la vida real. Los hechos reales claramente los
impactan más que los programas de ficción. Las imágenes con excesiva violencia bloquean
al niño e inhiben la adquisición de información” (Schächter, 2004:54).
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para poder comprender y discernir. Consiste en “la imposición de una sexualidad adulta a
niños y jóvenes, antes de que sean capaces de lidiar con esto mental, emocional o
físicamente” (Papadopolous, 2010: 8). En este sentido, es importante aclarar que la
sexualidad si bien es parte del desarrollo del niño, no es lo mismo que la sexualización,
pues esta última perturba el desarrollo normal de su propia sexualidad. En concreto, la
exposición repetida a imágenes eróticas interviene en la socialización y desarrollo
emocional, por lo que puede llevar a niños y niñas a internalizar ideas erradas acerca de
su comportamiento y sus relaciones con los demás (Papadopolous, 2010). La sexualización
en este aspecto conlleva por ejemplo, a una visión instrumental de la persona, puesto que
entre otros factores, se exponen personas como un objeto sexual dejando de lado su
dignidad. En otras palabras “su calidad como persona es valorada en función de su
atractivo físico y sexual por sobre sus capacidades y actitudes” (CNTV, 2012: 4). La
principal crítica que se desprende de ciertos estudios apunta a un tratamiento del sexo en
televisión, donde generalmente se presenta disociado de emociones positivas y valores
como el amor, la lealtad y la familia (CNTV, 2012).
Esta situación ha sido analizada en varios estudios que coinciden en que "niños y niñas
están constantemente expuestos a imágenes de comportamiento sexual disociado de
emociones, apegos y consecuencias. Ellos aprenden que el sexo es la actividad decisiva en
las relaciones. Aprenden también que está usualmente ligado a la violencia o al éxito. Se
les induce a asociar apariencia física no sólo con ser sexy, sino también con ser una
persona exitosa. Estas `lecciones´ que emiten los medios darán forma a la identidad de
género y a sus actitudes y valores frente al sexo, además de modelar su capacidad para
establecer relaciones, para amar y compartir, luego en su vida adulta" (Levin & Kilbourne,
2009: 2).
Un estudio realizado por el CNTV (2013) establece algunas consideraciones que hacen
expertos entrevistados sobre esta materia. Entre estas observaciones existe especial
preocupación ante una exacerbada ‘sexualización’ donde la televisión fomentaría una
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Por otra parte, también existe la necesidad de poder contrastar una sexualidad
relacionada a la violencia evaluando estas conductas como normales, naturalizando
relaciones ‘no sanas’. La sexualidad que tienen los niños es construida desde una
sexualidad agresiva.
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que –de alguna forma- desconoce la diversidad de niños y niñas. Los personajes
masculinos se caracterizan por “vencer los retos, saltar por encima de todos los obstáculos
por medio de la fuerza física o intelectual (…) la agresión y la violencia” (Götz & Schlote,
2012: 8). Y para las niñas se destaca “la necesidad de ser buena, limpia y atractiva para los
demás (…) el atractivo erótico hacia el sexo opuesto se convierte en la marca vital de la
autoestima” (Götz & Schlote, 2012: 9). Los niños usan estas imágenes para “elaborar las
llamadas imágenes interiores acerca de sí mismos” (Götz & Schlote, 2012: 3) y se sienten
presionados emocional y socialmente por cumplir con todos estos estándares que la
cultura televisiva les impone.
Hasta ahora, se han analizado los riesgos de que los niños, niñas y adolescentes estén
expuestos a contenidos violentos y sexuales. Otro acercamiento al consumo audiovisual
infantil, permite abordar el mismo fenómeno no sólo desde los efectos negativos para el
desarrollo y formación de la infancia y juventud sino desde la perspectiva de una
audiencia activa, que interactúa con los contenidos que elige. Esta mirada contempla el rol
participativo de los adultos en el proceso de formación, atribuyéndoles ciertas
responsabilidades, como se verá a continuación.
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La concepción del niño como sujeto activo ha originado diversas experiencias de búsqueda
de interactividad con el niño-televidente en el hogar, intentando sobrepasar las
limitaciones de la televisión actual. Esta nueva fórmula no intenta solo mantener la
atención del niño en la pantalla (énfasis inicial en “Plaza Sésamo”), sino provocar desde la
pantalla, actividad oral y gestual del niño en el hogar, revalorizando la música y la
expresividad gestual-corporal. La actividad se expande crecientemente a otras acciones
operacionales posibles a través de sitios complementarios en Internet (dibujos, juegos,
música, etc.). Lamentablemente los estudios que buscan comprender esta noción de
‘agente activo’ se han centrado básicamente en grupos etarios que comprenden desde la
etapa escolar a la adolescencia, faltando todavía investigación con los menores de 2 años
(Souza & Cabello, 2010).
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El experto español Ferrés (1997: 48-49) pone de manifiesto la necesidad de educar a los
futuros ciudadanos de la llamada sociedad de la información para ser capaces de
desenvolverse en la lógica de la cultura audiovisual. Y subraya la contradicción existente
en la actualidad entre la educación formal y la cultura audiovisual: la primera se mueve
de manera preferente en la esfera de la palabra, del razonamiento, del análisis, de la
reflexión crítica y de las experiencias conscientes; mientras que la cultura audiovisual lo
hace en la esfera de la imagen, de la emoción, de la sensorialidad y de la experiencia
inconsciente.
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crítico. En conclusión, “la educación mediática tiene que plantearse como objetivo último
una adecuada gestión de las emociones. Ha de recurrir al pensamiento como medio y a la
actitud como fin” (Ferrés 1997: 99).
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5. CONCLUSIONES
Este estudio recopila evidencia y literatura que confirma que la televisión funciona como
un productor de emociones a través de su lenguaje lúdico-afectivo. A su vez, las
audiencias infantiles son consumidoras de emociones, cada vez que buscan contenidos
que satisfagan su necesidad de entretención.
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dificultades para interiorizar esa diferencia, ya que sólo son capaces de hacerlo cuando
alcanzan un desarrollo cognitivo que posibilita el pensamiento abstracto.
Otras formas en que la televisión y los medios en general pueden resultar beneficiosos
para los niños, es mostrándoles maneras de lidiar con sus propias emociones.
Un factor ajeno a la televisión, pero que participa activamente del proceso de socialización
mediática, se refiere a la mediación de los contenidos por parte de los adultos. Ha
quedado demostrado que es beneficioso que los padres acompañen el proceso de
consumo, siempre que exista una conversación o mediación activa respecto a los
contenidos. La televisión y los medios presentan una oportunidad para la comunicación
familiar ya que activan la elaboración de ciertas temáticas de manera natural.
En resumen, la televisión trabaja con las emociones y sobre las emociones y para esto es
primordial:
Velar por esto significa actuar de forma mancomunada entre: los canales, respetando los
horarios; los productores diseñando conforme al nivel de desarrollo infantil; la entidad
reguladora diseñando sistemas de clasificación; y la familia supervisando el consumo de
los contenidos.
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La violencia ejerce un impacto en los niños, quienes tienen mayor retención de la misma,
manifestando emociones de pena y miedo frente a este contenido. Generalmente, dicha
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Consejo Nacional de Televisión, CNTV. (1998). Estudio n°3: Los niños y la violencia televisiva. En Cinco
estudios sobre violencia y televisión en Chile.
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Ibíd.
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violencia se haya inserta en programas que muestran situaciones propias de la vida real y
con frecuencia se presenta en géneros de ficción o de realidad10.
El nivel de violencia detectado en los dibujos animados es de baja intensidad, dado que la
mayor parte de ellos son programas de fantasía. Sin embargo, en gran parte de los
incidentes aparecen involucrados seres humanos, lo cual aumentaría el realismo de las
acciones de violencia presentadas, lo que aumenta su impacto.
En la investigación “¿Qué ven y qué quieren ver los niños?” 201312 se indaga sobre los
efectos emocionales de ciertos programas de la televisión en niños y niñas entre 8 y 12
años, con residencia en la Región Metropolitana y pertenecientes a distintos grupos
socioeconómicos. La metodología consistió en que los niños y niñas participantes
dibujaran escenas impactantes de la televisión. A partir de estos dibujos se establece una
tipología que considera, entre otras temáticas, violencia explícita hacia un sujeto o grupo,
violencia contra la mujer o la familia, truculencia, contenido sexual explícito, objetivación
de género, reconocimiento de situaciones reales en noticieros, expresión de emociones y
búsqueda de identificación.
10
Ibíd.
11
Consejo Nacional de Televisión, CNTV. (1998). Estudio n°5: Violencia en dibujos animados. Un análisis de
contenido. En Cinco estudios sobre violencia y televisión en Chile.
12
Christiny, P. & Guzmán, C. (2013). ¿Qué ven y qué quieren ver los niños chilenos?
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De p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s
En estos dibujos se ilustran dos escenas que representan violencia explícita. La primera
contra un grupo de sujetos y la segunda contra un personaje en particular. En el dibujo de
la izquierda se adjunta un recuadro con la descripción de lo que sintió la niña al ver esa
imagen en TV: asco y miedo. Esto coincide con la mayoría de los niños que afirman sentir
miedo frente a este tipo de escenas.
Dibujo n°2
Dibujo n°1
Al analizar algunos de los dibujos realizados por los niños, las imágenes de violencia son
las que mayor impacto les producen de acuerdo a la emocionalidad que manifiestan haber
sentido.
Sin embargo, en el dibujo de la derecha llama la atención que la emoción declarada por el
niño es "nada". Se infiere entonces que esa imagen violenta no la asoció a un sentimiento
específico. Una explicación podría ir en la línea de lo que señala Murray (1994) en el
sentido que la reiterada exposición a contenidos violentos en los medios, puede provocar
desensibilización o naturalización de conductas agresivas. Es decir, niños que ven estos
programas asumirían que es normal que a una persona (en este caso un chino) le corten
la cabeza. Otra interpretación sería que al tratarse de un programa de ficción, los niños de
su edad toman distancia emocional de las escenas, incluso ridiculizándolas y que en ese
contexto, el contenido efectivamente no los perturba.
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Dibujo n°3
Dibujo n°4
13
Ibíd.
25
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Dibujo n°5
Cuando se trata de este tipo de conocimiento, existe una amplificación del impacto
emocional que tienen estas imágenes, lo que implica que el niño o niña ha enfrentado
situaciones similares en su entorno familiar. Esto provoca una revictimización de los niños
y niñas, quienes no poseen las herramientas para comprender y procesar adecuadamente
sus emociones al momento de verse expuestos ante ese tipo de violencia en la TV. Lo
descrito, se puede ver en el primero de estos tres dibujos. Al pedirle a la niña de 10 años
que identifique la emoción que sintió al ver esa escena, escribe: “pena, odio, maltrato y
como lo que le hizo mi papá a toda mi familia".
2.3.- Truculencia:
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Consejo Nacional de Televisión, CNTV. (1998). Cinco estudios sobre violencia y televisión en Chile.
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Escena: “Un hombre con un hacha le Escena: “Un hombre le cortó la cabeza a
corta la cabeza al rey” una persona”.
Emoción: "Terror, Miedo y Asco". Emoción: "Miedo y Asco".
Con quién la viste: Con mi papá. Con quién la viste: Solo.
Autor: Niña. Autor: Niño.
Edad: 9 años. Edad: 9 años.
GSE Colegio: Medio. GSE Colegio: Medio Bajo.
Escena: “Un hombre le corta la cabeza a Escena: “Un monstruo obeso que tiene
un niño con un hacha” una mano con forma de hacha le cortó
Emoción: "Terror". la cabeza a un general persa”
Con quién la viste: Con mi papá. Emoción: "Sólo un poquito de risa".
Autor: Niña. Con quién la viste: Solo.
Edad: 10 años. Autor: Niño.
GSE Colegio: Medio Alto. Edad: 9 años.
GSE Colegio: Alto.
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En este conjunto de escenas, los programas que más sumaron dibujos fueron las series
para adultos The Walking Dead y Game of Thrones. Ambas series son exhibidas en la
televisión de pago, y si bien no corresponden a horario protegido, los niños reconocen que
las ven en sus hogares, a veces solos y otras incluso con sus padres. Un 68% de los niños
que dibujaron escenas clasificadas como truculentas, afirman que la primera emoción que
sintieron fue miedo.
En definitiva, no es posible afirmar que el hecho de que los niños vean este tipo de
programas, sea detonante de comportamiento violento. Pero la alteración emocional que
provocan estas escenas (miedo, pena, dolor), puede influir negativamente en el desarrollo
emocional de la audiencia infantil, si es que ésta no cuenta con las herramientas psico-
sociales, ni los mediadores o directrices para comprender de manera adecuada lo que está
viendo.
En los dibujos que se ejemplifican se observa que las niñas expresan una sensación de
asco frente a este tipo de escenas. Los psicólogos participantes del estudio describen esta
emoción como un instinto primario de rechazo. Argumentan que es una de las emociones
más básicas que reflejan el disgusto que genera lo observado, incluso en términos físicos.
En ambos casos, las niñas vieron los contenidos junto a sus madres. Los investigadores
recalcan que puede ser positivo el consumo televisivo de niños junto a personas adultas,
siempre y cuando éstas se hagan cargo de otorgarles una explicación y contextualización
adecuada de la escena. La mediación adulta y/o parental, se da cuando la escena es
discutida y en este caso, la niña puede ser contenida en su emoción.
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Se destaca además que la emoción manifiesta en las niñas puede ser consecuencia de una
cultura que posiciona la sexualidad como tema tabú en muchos aspectos.
Respecto del contenido erótico observado por niños y niñas, cabe señalar que en los
dibujos realizados se refleja el impacto de la hipersexualización que promueve la
televisión en determinados géneros, como por ejemplo, la ficción.
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De p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s
Escena: “Una señora al frente de una Escena: “Los hombres se sacan los
cama desnuda, sólo tenía el calzón y pantalones”
tenía bombones y una rosa en la mano” Emoción: "Asco".
Emoción: "Asco y Rareza". Con quién la viste: Solo.
Con quién la viste: Sola. Autor: Niño.
Autor: Niña. Edad: 9 años.
Edad: 10 años. GSE Colegio: Medio.
GSE Colegio: Medio Alto. 30
De p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s
En el recuadro explicativo del dibujo n°14 se consigna que una niña le da "asco y rareza”
ver a mujeres tratando de conquistar hombres de manera erótica, siendo sexy e incitando
fantasías. En la imagen se aprecia a una mujer desnuda con bombones y rosas sobre una
cama. En el dibujo n°15 la hipermasculinización de los hombres es un elemento que
incomoda a un niño, más aun cuando en la escena dibujada, el hombre también juega un
rol sexy y conquistador. La acción representada corresponde a la telenovela “Las Vegas”,
de televisión abierta.
Un estudio realizado por el CNTV (1996) sobre consumo televisivo de niños y niñas de 6 a
8 años, evidencia que este grupo etario reconoce situaciones de la vida real que aparecen
en los noticieros de televisión. Además se indica que expresan preocupación o angustia
ante programas que exhiben eventos de carácter dramático15.
Dibujo n°16
15
Consejo Nacional de Televisión, CNTV. (1996). Consumo televisivo en pre-escolares. Diagnóstico y
Propuestas de acción.
31
De p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s
El dibujo anterior, por ejemplo, fue realizado por una niña de 8 años luego de ver un
noticiero. Según la consulta efectuada, de todas las noticias emitidas, la que más le
impresionó fue una referida a una matanza de niños en Brasil. En la escena creada por la
niña se representa a los niños muertos dentro de los ataúdes.
16
Christiny, P. & Guzmán, C. (2013). ¿Qué ven y qué quieren ver los niños chilenos?
32
De p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s
Particularmente los dibujos de esta categoría muestran una capacidad empática de niños
y niñas hacia otras personas que sufren, tal como se muestra en los ejemplos del incendio
de Valparaíso. Adjunto a estas ilustraciones, los niños expresan: “Pena por la gente que
perdió sus casas”. Pero también se sienten sobrepasados con noticias que aluden a
eventos de violencia, como una que hace referencia a un hombre que cortaba cabezas y
las coleccionaba en su casa. Esta historia estuvo presente en la pauta de todos los
noticiarios chilenos en julio de 2012. Un niño de 10 años, al ver esa noticia en la TV, afirma
una gran sensibilidad, señalando que sintió "dolor, tristeza, pena y angustia". El impacto
de una información como esta, presentada con relatos escabrosos y morbosos, provoca
en el niño miedo ante mundo real, lo que deja manifiesto el cuidado de resguardar a los
niños y niñas frente a contenidos que los deja expuestos a una ‘traumatización vicaria’, al
observar imágenes de dolor que protagonizan otros pares.
En un estudio del CNTV (1996) se explicita que niños y niñas experimentan distintas
emociones, tanto positivas como negativas, al momento de ver televisión. En tal sentido,
se recalca que algunos contenidos les generarían alegría y risa17.
Manifiestan gozo frente a contenidos que, según sus observaciones, muestran aspectos
positivos de la vida, como por ejemplo documentales sobre paisajes y animales o
actividades deportivas. Tras ver un programa de dibujos animados con contenidos
alegres, un niño de 8 años realiza este dibujo.
Dibujo n°22
17
Consejo Nacional de Televisión, CNTV. (1996). Consumo televisivo en pre-escolares. Diagnóstico y
Propuestas de acción.
33
De p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s
Dibujo n°23
Se indica que los niños muchas veces tratan de evitar las emociones negativas, mirando
para otro lado, o tapándose los ojos. En otras ocasiones, los niños siguen con atención los
contenidos en pantalla, observando escenas que les producen estas emociones. A
continuación, dos ejemplos:
Por otra parte, en el citado informe se consigna que, al momento de ver contenidos
negativos de la televisión, niños y niñas a temprana edad intentan “transformarlos”,
reparando en su imaginación aquello que evalúan como malo. Es decir, a modo de
compensación, intentan pensar en algo bueno o realizar alguna acción que los distraiga de
aquello que les resulta desagradable de observar en pantalla18.
18
Ibíd.
34
De p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s
Ambos dibujos fueron realizados por una niña de 8 años después de ver una telenovela en
la que una mujer amenazaba a un joven con una correa (dibujo de la izquierda). La niña
dibuja además “lo bueno de la vida”, a partir de su propia imaginación con el fin de
atenuar la agresión visualizada.
También se detecta que a través de los dibujos los niños y las niñas expresan su necesidad
de identificarse con personas y acciones que han visto en programas de televisión. Por
ejemplo, se sienten identificados con otros niños y personas de su mismo sexo, tanto en
películas, dibujos animados como noticiarios. Particularmente, es posible inferir que este
proceso contribuye a la activación de su fantasía y al deseo de soñar con personajes y
situaciones que están fuera de su alcance. En términos positivos, se observa que los niños
y niñas pudieron imaginarse distintos atributos de sí mismos: grandes, fuertes o
hermosos/hermosas.
35
De p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s
Estos dibujos son realizados por un niño de 6 años (dibujo n°26) y una niña de 8 años
(dibujo n°27), luego de ver una película policial violenta. El niño dibuja sólo los personajes
masculinos de una escena de violencia. Mientras que la niña incluye en su dibujo a una
mujer que es testigo de una agresión entre los mismos dos hombres de la escena.
36
De p a r t a m e n t o d e E s t u d i o s
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