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UNIVERSIDAD NACIONAL

SAN LUIS GONZAGA DE ICA

TEMA: DIGINIDAD EN RELACIONES


HUMANAS Y SOCIALES
ALUMNOS: LEON MARTIN
GAMARRA MADELEINE
VILLEGAS JOSUE
DEDICATORIA:

Dedicamos el siguiente trabajo a nuestros padres por


su apoyo incondicional y a nuestros maestros, por
brindarnos los conocimientos necesarios para ser unos
profesionales de exito
INTRODUCCION

Como introducción y para comprender mejor la dignidad debemos saber, ¿Qué


es un principio? Son las reglas o normas que orientan la acción de un ser humano
como, por ejemplo: amar al prójimo, no mentir, respetar la vida y la dignidad es
uno de estos.

Además, es importante diferenciar la dignidad y los Derechos Humanos, la


dignidad es un atributo de toda la colectividad y el fundamento de los derechos
reconocidos a todos los seres humanos, cuyo conjunto se expresa en el Estado
o la Nación, en cambio el medio de su reconocimiento y garantía son los
Derechos Humanos. Aunque debemos recordar que la dignidad es el
fundamento de los derechos humanos.

Entonces la dignidad se constituye en el fundamento de los derechos humanos,


queremos decir que si no tenemos dignidad no podemos reclamar el
reconocimiento ni la vigencia de nuestros derechos, aunque ellos se hallen
reconocidos por las instancias internacionales y nacionales

Concluyendo es importante resaltar que todos como hijos de Dios somos dignos
y libres.
¿Qué entendemos por dignidad?

El término dignidad significa algo que es valioso, lo que es estimado o


considerado por si mismo, y no en función de otra cosa. La dignidad humana
radica en el valor interno e insustituible que le corresponde al hombre en razón
de su ser, no por ciertos rendimientos que prestara ni por otros fines distintos de
sí mismo. El hombre vale por lo que el mismo es, por su ser. Ya hemos visto que
lo que caracteriza al hombre es su ser persona. Persona de naturaleza racional
y libre, por tanto con voluntad. La dignidad de la persona se funda en ella misma,
en su ser persona. De aquí nacen todos los derechos humanos y la igualdad en
cuanto ser de hombre y mujer. No se trata de una igualdad biológica porque
claramente varón y mujer son distintos, con rasgos fisiológicos y psíquicos
distintos. Su igualdad se basa en que ambos son persona, esto es, tienen
naturaleza racional que los diferencia del resto de seres.

El ser persona es lo común a ambos: el denominador común, y sus peculiares


características que son el numerador variado y riquísimo que constituyen su
diferencia y complementariedad.

Las diferencias físicas, raciales y culturales no pueden ser motivo para excluir a
nadie ni tener un trato diferente, ya que a pesar de esas diferencias, que en
realidad son enriquecedoras, somos iguales en dignidad.

La dignidad de la persona es la razón por la que no podemos tratar a las


personas de cualquier manera como cosas o animales. Sin embargo hay
determinadas períodos de la vida en la que la defensa de la propia dignidad
resulta más difícil, es el caso de los no nacidos, los recién nacidos, personas con
discapacidad, demencia senil, etcétera, que son vulnerables al trato que reciben
de los demás y de la sociedad. Es igualmente persona un anciano que un niño,
un enfermo que alguien sano, todos merecen ser tratados con respeto. La
persona es un ser relacional que siempre proviene de otros y está en camino
hacia otros.

En las relaciones interpersonales hay que tener en cuenta la dignidad de la otra


persona. Por eso no es ninguna tontería la cortesía en el trato, la delicadeza, la
amabilidad, el modo de vestir… todo esto estará acorde con la dignidad de la
persona: de uno mismo y del otro; es consecuencia de la dignidad y a su vez
manifestación de la misma. Una educación bien orientada será aquella en la que
se respete la dignidad de la persona y se enseñe a tomar conciencia de la misma.
Lleva a tomarse en serio a sí mismo y a los demás. Una persona que no se
respeta, es muy difícil que respete luego a los otros. La dignidad de la persona
es la base de cualquier sociedad, de cualquier tipo de relación. Si no se reconoce
su valor íntimo, entonces se le acaba tratando como a una cosa. El voluntariado
es una acción que nace de la toma de conciencia de lo que es la persona, de su
dignidad, de su valor. Toda persona está necesitada de asistencia básica, de
cariño, de compañía, de alguien que les escuche, cuando descubrimos sectores
o personas que carecen de todo esto, nos vemos movidos a dárselo. El
voluntariado es expresión de humanidad, de que importan las personas por lo
que son: ellas mismas.

El ser humano: implicaciones de su ser racional y libre

El propio conocimiento y la apertura natural a los demás nos permite


reconocer en ellos y en nosotros el poder de la inteligencia y la grandeza de la
libertad. Con su inteligencia, el hombre es capaz de trascenderse y de trascender
el mundo en que vive y del que forma parte, es capaz de contemplarse a sí
mismo y de contemplar el mundo como objetos. Por otro lado, el corazón humano
posee deseos insaciables de amor y de felicidad que le llevan a volcarse - con
mayor o menor acierto en personas y empresas. Todo ello es algo innato que
forma parte de su mismo ser y siempre le acompaña, aunque a veces se halle
escondido por la enfermedad o la inconsciencia. A la vez que forma parte del
mundo, el hombre lo trasciende y muestra una singular capacidad - por su
inteligencia y por su libertad - de dominarlo. Y se siente impulsado a la acción
con esta finalidad. Podemos aceptar por tanto que el valor del ser humano es de
un orden superior con respecto al de los demás seres del cosmos. Y a ese valor
lo denominamos "dignidad humana". La dignidad propia del hombre es un valor
singular que fácilmente puede reconocerse. Lo podemos descubrir en nosotros
o podemos verlo en los demás. Pero ni podemos otorgarlo ni está en nuestra
mano retirárselo a alguien.

Es algo que nos viene dado. Es anterior a nuestra voluntad y reclama de nosotros
una actitud proporcionada, adecuada: reconocerlo y aceptarlo como un valor
supremo (actitud de respeto) o bien ignorarlo o rechazarlo. Este valor singular
que es la dignidad humana se nos presenta como una llamada al respeto
incondicionado y absoluto. Un respeto que, como se ha dicho, debe extenderse
a todos los que lo poseen: a todos los seres humanos. Por eso mismo, aún en el
caso de que toda la sociedad decidiera por consenso dejar de respetar la
dignidad humana, ésta seguiría siendo una realidad presente en cada
ciudadano. Aun cuando algunos fueran relegados a un trato indigno,
perseguidos, encerrados en campos de concentración o eliminados, este
desprecio no cambiaría en nada su valor inconmensurable en tanto que seres
humanos. Por su misma naturaleza, por la misma fuerza de pertenecer a la
especie humana, por su particular potencial genético, todo ser humano es en sí
mismo digno y merecedor de respeto.

Principios derivados de la dignidad humana

La primera actitud que sugiere la consideración de la dignidad de todo ser


humano es la de respeto y rechazo de toda manipulación: frente a él no podemos
comportarnos como nos conducimos ante un objeto, como si se tratara de una
"cosa", como un medio para lograr nuestros fines personales.

1) Principio de Respeto

En toda acción e intención, en todo fin y en todo medio, trata siempre a


cada uno - a ti mismo y a los demás- con el respeto que le corresponde por su
dignidad y valor como persona. Todo ser humano tiene dignidad y valor
inherentes, solo por su condición básica de ser humano. El valor de los seres
humanos difiere del que poseen los objetos que usamos. Las cosas tienen un
valor de intercambio. Son reemplazables. Los seres humanos, en cambio, tienen
valor ilimitado puesto que, como sujetos dotados de identidad y capaces de
elegir, son únicos e irreemplazables.

El respeto al que se refiere este principio no es la misma cosa que se significa


cuando uno dice “Ciertamente yo respeto a esta persona”, o “Tienes que hacerte
merecedor de mi respeto”. Estas son formas especiales de respeto, similares a
la admiración. El principio de respeto supone un respeto general que se debe a
todas las personas. Dado que los seres humanos son libres, en el sentido de que
son capaces de efectuar elecciones, deben ser tratados como fines, y no
únicamente como meros medios. En otras palabras: los hombres no deben ser
utilizados y tratados como objetos. Las cosas pueden manipularse y usarse, pero
la capacidad de elegir propia de un ser humano debe ser respetada. Un criterio
fácil que puede usarse para determinar si uno está tratando a alguien con respeto
consiste en considerar si la acción que va a realizar es reversible. Es decir:
¿querrías que alguien te hiciera a ti la misma cosa que tú vas a hacer a otro?
Esta es la idea fundamental contenida en la Regla de Oro: «trata a los otros tal
como querrías que ellos te trataran a ti».

2) Principios de No-malevolencia y de Benevolencia

«En todas y en cada una de tus acciones, evita dañar a los otros y procura
siempre el bienestar de los demás».

3) Principio de doble efecto

«Busca primero el efecto beneficioso. Dando por supuesto que tanto en tu


actuación como en tu intención tratas a la gente con respeto, asegúrate de que
no son previsibles efectos secundarios malos desproporcionados respecto al
bien que se sigue del efecto principal» El principio de respeto no se aplica sólo
a los otros, sino también a uno mismo. Así, para un profesional, por ejemplo,
respetarse a uno mismo significa obrar con integridad.

4) Principio de Integridad

«Compórtate en todo momento con la honestidad de un auténtico profesional,


tomando todas tus decisiones con el respeto que te debes a ti mismo, de tal
modo que te hagas así merecedor de vivir con plenitud tu profesión». Ser
profesional no es únicamente ejercer una profesión sino que implica realizarlo
con profesionalidad, es decir: con conocimiento profundo del arte, con absoluta
lealtad a las normas deontológicas y buscando el servicio a las personas y a la
sociedad por encima de los intereses egoístas. Otros principios básicos a tener
presentes son los de justicia y utilidad.

5) Principio de Justicia

«Trata a los otros tal como les corresponde como seres humanos; sé justo,
tratando a la gente de forma igual. Es decir: tratando a cada uno de forma similar
en circunstancias similares». La idea principal del principio de justicia es la de
tratar a la gente de forma apropiada. Esto puede expresarse de diversas
maneras ya que la justicia tiene diversos aspectos. Estos aspectos incluyen la
justicia substantiva, distributiva, conmutativa, procesal y retributiva

6) Principio de Utilidad

«Dando por supuesto que tanto en tu actuación como en tu intención tratas a la


gente con respeto, elige siempre aquella actuación que produzca el mayor
beneficio para el mayor número de personas». El principio de utilidad pone
énfasis en las consecuencias de la acción. Sin embargo, supone que has
actuado con respeto a las personas. Si tienes que elegir entre dos acciones
moralmente permisibles, elige aquella que tiene mejor resultado para más gente.

Vinculación del concepto de dignidad al de derechos humanos

La idea de dignidad aparece en los textos jurídicos indisolublemente ligada al


concepto de derechos humanos. Los hombres tienen derechos que han de ser
reconocidos por el poder político porque tienen dignidad. La dignidad humana es
la causa de que se reconozcan derechos, es su justificación. Esta idea la expresa
magistralmente A. Heller y la escuela de Budapest, en el sentido de señalar que:”
El derecho a tener y a poner en práctica derechos es la especificación del valor
de la dignidad humana “. ” Si observamos con atención los Preámbulos y los
textos articulados de la Declaración Universal y de los Pactos internacionales
podemos concretar el contenido esencial de éstos como el derecho a tener
derechos”9 . Sin embargo, el término “dignidad” es, relativamente, de reciente
aparición en la literatura jurídica. No figuraba en las primeras y emblemáticas
declaraciones de derechos de los Estados Unidos de América y de Francia de
finales del XVIII, ni en los textos posteriores hasta casi la segunda mitad del siglo
XX. Tradicionalmente, las cartas y declaraciones de derechos se fundaban más
en las nociones de libertad, igualdad, propiedad, e incluso búsqueda de la
felicidad, que en la de dignidad. Las convulsiones que asolaron al mundo tras las
dos guerras mundiales del pasado siglo y los atentados perpetrados a la dignidad
humana con ocasión del auge de los totalitarismos, amén de las atrocidades
cometidas con motivo de las guerras coloniales, iban a imponer, ciertamente, un
cambio de paradigma en la concepción de los derechos humanos impulsado,
ante todo, por los anhelos de paz. La incorporación de la noción de dignidad a
los textos jurídicos se iba a producir en el contexto de la internacionalización de
los derechos humanos10. Tras la Segunda Guerra mundial se iba a generalizar,
primeramente, un sentimiento de rechazo a las violaciones perpetradas a los
derechos humanos y, después, se trataría de proceder a una radical rectificación.
Los textos internacionales y el constitucionalismo comparado de posguerra son
claros exponentes de este proceso. La dignidad personal se va a considerar en
estos textos, como veremos a continuación, como el valor fundador de todos los
derechos humanos, siendo dichos derechos concreciones o manifestaciones de
dicho valor. Se dice, por tanto, que la dignidad de la persona constituye el
fundamento incuestionable de la idea de derechos humanos. Existen,
ciertamente, otros valores fundadores de los derechos humanos, como son la
libertad, la igualdad, la solidaridad, la seguridad o la paz, pero la dignidad se
sitúa antes que ellos, constituyendo una especie de “prius” lógico y ontológico de
los mismos. Es el núcleo fundamental de la idea de derechos humanos.

La Dignidad Humana, Valor Fundamental de la Sociedad.


Sin duda, el ser humano se ha caracterizado porque su vida gira en torno
a un ámbito social, por lo que debe establecerse un orden normativo, económico
y social que esté al servicio del mismo y que le permita a cada hombre cultivar
su propia dignidad. Por eso, la dignidad humana requiere que el hombre actúe
según su conciencia y su libre elección; por lo que los hombres siendo más
conscientes de su propia dignidad, podrán respetarse unos a otros.
Así, la dignidad humana, en la modernidad, aparece en un contexto intelectual
que ha superado los avatares históricos, ubicándose en un proceso de
humanización y de racionalización que acompaña a la persona y a la sociedad.
Para lo cual, cuando se hace la reflexión de la dignidad dentro de un ámbito que
corresponde a una sociedad bien ordenada, no se describe la realidad, sino el
deber ser de la misma. De ahí que la dignidad humana sirva como un referente
inicial, un punto de partida y también un horizonte final, un punto de llegada, por
lo que podría llamarse un derecho positivo justo

La Dignidad Humana, Fundamento de los Valores Superiores.


En el ámbito del Derecho, la dignidad humana no sólo significa
superioridad de los seres humanos sobre los animales, sino que es, siguiendo a
Peces-Barba, la dignidad humana será un fundamento de la ética pública de la
modernidad, siendo el prius de los valores políticos y jurídicos y de los principios
y los derechos que se derivan de esos valores.
Por ello, hay quienes apuntan que la dignidad humana es el principio guía del
Estado, dado que se presenta en dos sentidos, por un lado, el individuo queda
libre de ofensas y humillaciones –negativa–; mientras que, por el otro, le permite
llevar a cabo el libre desarrollo de su propia personalidad y actuación –positiva–
.
Esto es, en strictu sensu, la dignidad únicamente pertenece a los individuos, en
virtud de que se presenta en la persona como sujeto individual único e irrepetible,
con una naturaleza racional y, especialmente, con imperativos morales absolutos
e incondicionales.
En palabras de Kant, la dignidad constituye un valor para el que no se puede
ofrecer ningún equivalente, esto es, la dignidad posee un carácter absoluto
porque no permite la negociación, La dignidad de la persona supera cualquier
cosa que tenga un precio, y es el valor irremplazable de un ser con el que nunca
se puede negociar.
Añade Kant “la dignidad es el atributo de un ser racional que no obedece a
ninguna otra ley que la que él mismo se da”. Por lo tanto, “la autonomía es el
fundamento de la dignidad de la naturaleza humana o de toda naturaleza
racional”, de ahí que el hombre tenga dignidad, no precio. Bajo tal perspectiva
se entiende su Teoría del Imperativo Categórico como regla moral de actuación,
pues indica al ser humano: “obra de tal modo que te relaciones con la
humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un
fin y no como un medio”.
Por ello, la naturaleza humana y la persona humana son realidades
complementarias, donde todos los hombres somos iguales. Partiendo de la idea
de persona, ésta se puede concebir como un ser libre en su comportamiento y
en su capacidad de elección de los fines y metas que se proponga; un ser que
dispone de conocimiento, especialmente en el campo de los valores y que actúa
y decide en función de convicciones íntimas que no afectan las prerrogativas y
libertades de otras personas, en tanto sujeto de derechos y obligaciones.
a) Valores Básicos Superiores de la Dignidad.
Al convertirse la dignidad en un valor fundamental, no sólo para el individuo sino
también para la sociedad, los juristas la han consideran como el pilar principal
de toda convivencia gregaria, siendo en el ámbito de la doctrina donde se puede
comprender lo que significa ser persona, portadora de dignidad.
Ello en virtud de que la dignidad humana “[…] constituye una expresión del
máximo respeto y valor que debe otorgarse al ser humano en virtud de su
condición humana”.
Por tal motivo, la dignidad humana se erige como principio de los valores de
autonomía, de seguridad, de igualdad y de libertad. Valores que fundamentan
los distintos tipos de derechos humanos. De ahí que “[…] la dignidad humana
sea el fundamento y la razón de la necesidad de esos valores superiores, es la
raíz última de todo [...] su inclusión entre los valores superiores no es
metodológicamente correcta, puesto que éstos son los caminos para ser real y
efectiva la dignidad humana”.
En consecuencia, la dignidad se convierte en el atributo “de un ser racional que
no obedece a ninguna otra ley que la que él mismo se da”, como afirma Kant.
Por lo tanto, la autonomía sirve como fundamento de la dignidad de la naturaleza
humana o de toda naturaleza racional. Así, “cuando algo tiene precio, en un lugar
puede colocarse algo diferente como equivalente; en cambio, aquello que está
por encima de todo precio y, por tanto, no tiene ningún equivalente, posee
dignidad”, y la “persona no puede ser tratada como un medio sino que tiene que
ser en todo momento utilizada al mismo tiempo como fin; en ello consiste la
dignidad”.
Por lo que la idea de la dignidad humana, o valor atribuido a cada persona
humana, no puede ser sustituida por ninguna otra. Sin embargo, sus limitaciones
pueden verse en los propios valores básicos que la erigen, como lo son la
autonomía, la seguridad, la libertad o, inclusive, igualdad.
En este contexto, la dignidad humana se constituye como el sustrato y el punto
de partida de todos los derechos humanos que se diferencian a partir de ella, y
a la vez actúa como un punto de vista que da perspectiva a los diferentes
derechos humanos lo que permite entenderlos e interpretarlos.
Partiendo de la esencia del hombre, considerándola como “aquello por lo que
una cosa es lo que es”, esto es, lo que determina al ser de una manera y no de
otra, en lo que respecta al hombre, su esencia es lo que determina su modo de
ser. De ella se deriva una serie de propiedades fundamentales que tienen los
entes que son participes de una misma esencia. Las personas entienden porque
tienen una naturaleza racional, pero, además de que poseen raciocinio, también
cuentan con un espíritu, el cual les ayudará a ser dueños de sus actos,
conscientes de sí y con una finalidad que será trascendente en el tiempo.
Cada individuo de la especie humana es persona, es decir, un sujeto único dueño
de sí mismo, de sus actos, consciente de sí y con una finalidad que
constantemente busca y trata de cumplir. Siendo esto alcanzar el logro de su
felicidad anhelada.
Esto es, al ser la persona dueña de sus actos, se percibe la existencia de valores
en ella misma, puesto que no surgen del espacio, ni se dan de los propios
sentidos, sino que simplemente captamos y develamos a partir de la dimensión
espiritual con la que cuenta cada uno de los hombres. Los valores no se pueden
tocar, ni oler, ni mucho menos ver, pues son como una sustancia inmaterial,
siendo ésta una limitación que impone la naturaleza a la persona respecto a los
valores, pero lo que no impide de modo alguno es que se reconozca en su
existencia objetiva (en sí) a estos valores morales. Siendo los valores parte del
ser ideal del hombre, tienen una existencia objetiva que los excluye de la
conciencia que los capta. Por ello, solamente existen y están allí, y el hombre
penetra en ellos a partir de su dimensión espiritual. Pues éstos serán los que lo
obliguen adecuar su conducta a ellos, y lo llevarán a la permanente búsqueda
de su perfección.
Bajo esta perspectiva, el humanismo fundamenta el valor de la persona humana
en dos cuestiones; primero, la persona es un individuo; y, segundo, la persona
tiene una dimensión moral. En la primera encontramos cómo la individualidad
del hombre es lo que determina que cada uno de nosotros sea único e irrepetible.
Pues esto es lo que le da valor a cada ser humano, siendo ese un valor único,
incalculable e inaccesible.
El valor moral que le da el humanismo al individuo, es por el hecho de que cada
hombre vive bajo su propia responsabilidad moral. Así, cada uno de nosotros
está frente a los valores y la responsabilidad de hacerlos cumplir dependerá de
nosotros mismos, puesto que nadie los puede realizar por nosotros, ni mucho
menos cumplirlos bajo nuestra responsabilidad.
La dignidad del hombre es, entonces, originalmente un valor moral y toda
persona está capacitada para su autorrealización. Es por ello que el Estado está
obligado a protegerla en el marco de sus posibilidades.
Al ser los valores morales captados por el hombre a partir de su dimensión
espiritual, lo obliga, le exige, adecuar su conducta a ellos, razón por la cual el ser
humano constantemente debe estar en busca de su perfección.
Así, la dignidad de la persona constituye un “prius” respecto de todo
ordenamiento jurídico-positivo, por lo que los derechos que le son inherentes
constituyen el fundamento de toda comunidad humana. De donde se establece
que el hombre no existe para el Estado, sino que el Estado es el que existe para
el hombre
Eutanasia es “atentado” a la
dignidad del enfermo, afirman
Obispos

La Subcomisión Episcopal de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal


Española (CEE) envió una nota ante las iniciativas legislativas para
legalizar la eutanasia y el suicidio asistido, donde advirtió que ambas
prácticas son un “atentado a la dignidad de la persona”.

En la nota enviada, los obispos recuerdan que “el mandamiento ‘no


matarás’ se encuentra en el fundamento de toda ética verdaderamente
humana y, de modo particular, en la tradición cristiana”.

Además precisan, tomando las palabras de la encíclica Evangelium


Vitae, que “explícitamente, el precepto ‘no matarás’ tiene un fuerte
contenido negativo: indica el límite que nunca puede ser transgredido.
Implícitamente, sin embargo, conduce a una actitud positiva de respeto
absoluto por la vida, ayudando a promoverla y a progresar por el
camino del amor que se da, acoge y sirve”.

En relación con las propuestas de iniciativas legislativas de la eutanasia


y el suicidio asistido, los obispos indicaron que “son presentados por
algunos como respuestas viables y aceptables al problema del dolor y
del sufrimiento”.

Sin embargo, recuerdan que Benedicto XVI en la Encíclica Spe Salvi,


señaló que “es cierto que debemos hacer todo lo posible para superar
el sufrimiento, pero extirparlo del mundo por completo no está en
nuestras manos, simplemente porque no podemos desprendernos de
nuestra limitación, y porque ninguno de nosotros es capaz de eliminar
el poder del mal, de la culpa, que –lo vemos– es una fuente continua
de sufrimiento”.

Por eso, la Comisión de Familia y Vida de la CEE señala que “debemos


recordar que la eutanasia en sentido verdadero se debe entender como
una acción u omisión que, por su naturaleza y en la intención, causa la
muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor”.

También explican que “la Iglesia siempre ha considerado la


eutanasia como un mal moral y un atentado a la dignidad de la
persona”.

En la nota recuerdan que San Juan Pablo II afirmaba que “la eutanasia
es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación
deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana”.

Según la proposición de ley presentada en el Congreso de los Diputados


de España, se defiende “una absolutización del principio de autonomía
y de la pura subjetividad como criterios fundamentales de la decisión”.

“A este respecto, es necesario señalar que nadie es dueño absoluto


de la vida. No existe un derecho a disponer arbitrariamente de la
propia vida. Las decisiones terapéuticas tienen su raíz en los
conocimientos de la Medicina basada en la evidencia”, subrayan.

Por ello “no es posible entender la eutanasia y el suicidio asistido como


algo que se refiera exclusivamente a la autonomía del individuo, ya
que tales acciones implican la participación de otros, en este caso, del
personal sanitario”.

En ese sentido, recuerdan que el juramento hipocrático afirma: “No


daré ninguna droga letal a nadie, aunque me la pidan, ni sugeriré un
tal uso”.

Por eso “la eutanasia es ajena al ejercicio de la Medicina y a las


profesiones sanitarias, que siempre se rigen por el axioma de ‘curar,
al menos aliviar y siempre acompañar y
consolar’”.

Además, señalan, el Código de Ética y Deontología Médica de la


Organización Médica Colegial española afirma que “el médico nunca
provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni
siquiera en caso de petición expresa por parte de éste”.

La nota también recuerda el mensaje del Papa Francisco al Encuentro


Regional Europeo del World Medical Association, en indicó que si bien
“no siempre se puede garantizar la
curación de la enfermedad, a la persona que vive debemos y
podemos cuidarla siempre: sin acortar su vida nosotros mismos,
pero también sin ensañarnos inútilmente contra su muerte.

“En esta línea –escribió el Papa– se mueve la medicina paliativa que


reviste también una
gran importancia en ámbito cultural, esforzándose por combatir
todo lo que hace la muerte más angustiosa y llena de
sufrimiento, es decir, el dolor y la soledad”.

En ese sentido, los obispos piden “reconocer que la eutanasia y el


suicidio asistido conciernen al conjunto de la sociedad y sus
instituciones”.

Esto debido a que “en el pensamiento que subyace a la proposición de


ley, el ser humano aparece como aislado de los demás, y la sociedad
no es considerada como un tejido de interacciones humanas, sino como
mero ámbito en el que existe una libertad absoluta de los individuos
encerrados en sí mismos sin ninguna referencia a los otros”.

“Ante esta concepción, es necesario resaltar que el ser humano es un


ser con los otros y para los otros. Este es el fundamento último de la
sociedad. Y en este contexto, el Estado tiene la obligación de proteger
la vida de todos los ciudadanos”, apuntan.

Además afirman que “lo que realmente demandan los enfermos y


sus familias es la ayuda
para asumir los problemas y las dificultades personales y
familiares que se suelen presentar en los últimos momentos de
la vida”, como son “el tratamiento del dolor y el
abordaje del sufrimiento”, el control de efectos secundarios, el
acompañamiento espiritual y sacramental, y otros muchos aspectos
importantes que son reiteradamente demandados y que configuran los
cuidados paliativos.

“Es llamativo que se quiera proponer una ley de eutanasia cuando no


se ha legislado a nivel estatal sobre la instauración de los cuidados
paliativos, así como la necesaria formación reglada de esta disciplina
de altísimo valor científico y ético en el ámbito universitario y
sanitario”, aseguran desde la Comisión de Familia y Vida e insisten en
que “son precisamente estos cuidados los que son demandados
ampliamente por la sociedad y por los profesionales sanitarios en
particular”.

Porque “todo ser humano es un don que refleja el rostro de Dios y que
merece acogida, protección, respeto y amor”, y recuerdan la cita
evangélica de que “cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis
hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
WEBGRAFIA

 https://es.slideshare.net/Julian_dmc/la-dignidad-humana-24627305
 https://libros-revistas-derecho.vlex.es/vid/introduccion-201352
 ppct.caicyt.gov.ar/index.php/bcaeem/article/viewFile/1060/930
 https://es.scribd.com/doc/29699753/Dignidad-Humana
ANEXOS

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