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- DE BIANOR Este donnadie, este memo, este simple criado, sí, éste, miradlo [bien,
es señor de un alma, la de otro.
(281) XI 272.- ANÓNIMO. «A invertidos» A ser hombres se han negado, aunque no se han
convertido [en mujeres. Ni han dado en ser hombres, porque padecen los sufrimientos [de las
mujeres, ni son tampoco del todo mujeres, porque participan de la [naturaleza de los
hombres. Hombres son para las mujeres y para los hombres son [mujeres.
(271) XI 53.- ANÓNIMO La rosa florece un breve tiempo; cuando pasa, si la buscas, no
encontrarás una rosa, sino espinas.
(269) XI 51.- ANÓNIMO Disfruta tu momento: todo se marchita rápidamente. Un solo verano
hace, de un cabritillo, una barbuda cabra.
251.- DEL MISMO251 En otro tiempo besos cara a cara y toqueteos previos compartíamos:
eras aún, Dífilo, un muchachito. Pero ahora por lo de detrás te suplico, pues no podremos
después: hay que aprovecharlo todo en su momento.
234.- DE ESTRATÓN234 Si de tu belleza te jactas, piensa que también la rosa florece, pero se
marchita repentinamente y con el estiércol se [desecha. Flor y belleza, pues, el mismo tiempo
obtienen por destino: a éstas por igual las marchita el envidioso tiempo.
235.- DEL MISMO235 Si envejece la belleza, entrégamela antes de que se esfume. Pero si se
queda, ¿por qué temes lo que queda darme?
205.- DEL MISMO205 Un muchacho del vecino, por completo tierno, no poco me provoca. Para
incitar mi deseo, como si no lo supiera, [sonríe. No más de doce años tiene. Ahora nadie vigila
la uva verde; cuando madure, habrá fortalezas y [empalizadas
201.- < DEL MISMO>201 Si ahora Cleónico no viene, nunca más lo recibiré yo bajo mi techo,
no, por... No lo voy a jurar. Si por haberse dormido no vino, aún puede que aparezca mañana;
por un día no me voy a morir.
196.- DEL MISMO196 Tus ojos como centellas son, divino Licino, mejor, querido, como rayos
que fuego arrojan. De frente mirarte un breve instante no puedo, pues así me fulminas con tus
dos ojos.
191.- DEL MISMO191 ¿No eras ayer un muchacho? Ni en sueños esta barba te crecía. ¿Cómo
te aconteció este fenómeno y de pelos entera se cubrió tu anterior belleza? ¡Ay, qué
[sorpresa! Si ayer eras Troilo, ¿cómo te has convertido en [Príamo?
192.- DEL MISMO192 No me gustan las melenas muy recargadas ni rizadas, que producto del
artificio y no de la naturaleza reflejan; pero sí la suciedad polvorienta del muchacho ejercitado
[en la palestra y su piel por la carne de sus miembros cubierta de grasa. Dulce sin ornamentos
es mi deseo. La engañosa belleza el artificio tiene de la femenina Pafia.
177.- DEL MISMO177 Ayer tarde Meris, a la hora en que nos despedíamos, no sé si de verdad o
en sueños, me besó. Ya los otros detalles con exactitud fui recordando, tanto lo que me había
dicho como lo que me había [preguntado. Si también me besó, no estoy seguro; pero si fue
verdad, 5 ¿cómo convertido en dios me arrastro sobre la tierra?
176.- DEL MISMO176 ¿Por qué triste, Menipo, vas cubierto hasta los pies, tú que antes por
encima de los muslos tu vestido [levantabas? ¿Por qué con la cabeza gacha has pasado
corriendo sin [saludarme? Sé que algo me ocultas: han llegado los que te decía.
171.- DEL MISMO171 Igual que te lo llevaste, devuélveme al bello peregrino Eufrágoras, Céfiro,
el más tranquilo de los vientos, y al mínimo acorta la duración de los meses. Pues hasta [una
hora en un siglo se convierte para el amante.
Los epigramas del libro XII parecen estar ordenados por topoi de la poesía pederástica y por
autores, aunque sin demasiado rigor. Algunos de estos tópicos ya eran conocidos33; otros, a
partir del epigrama helenístico, se renuevan e influirán con más fuerza en la literatura. De esta
forma la materia literaria erótica se va renovando y pervive sin agotarse hasta nuestros días.
Salvo pocas excepciones, estos tópicos son comunes con los del libro V: se atiende a la
temática erótica sin importar el destinatario (mujer o efebo) del epigrama. . Así, los suspiros,
enfados, juramentos... son semejantes y las actitudes ante el amor (el gusto por contemplar la
belleza, el goce del amor físico, el horror por el paso del tiempo...) responden a un mismo
modo de sentir tanto humano como literario.
Los tópicos eróticos del libro XII se relacionan con los comportamientos, sentimientos y
reacciones de unos erómenoi que parecen responder a seres reales más que ficticios (el
Diodoro, el Ulíades, el Heráclito, el Dión o, especialmente, el Miísco de Meleagro, o el Ciris, el
Diodoro, el Meris, el Dífilo o el Teodoro de Estratón), aunque el poeta se ponga en la piel de
otros erastés, tal como confiesa Estratón en XII 258. Algunos tópicos aparecen indicados en las
anotaciones a los epigramas, pero, de modo general, hablaremos de ellos a continuación. El
tempus fugit de la adolescencia (por ejemplo XII 32) y el disfrute inmediato o carpe diem (por
ejemplo en XII 21, 50...) aparecen asociados en varios epigramas (así en XII 16, 29, 30, 31...): la
exhortación al goce ante la brevedad de la existencia o, especialmente, ante la pérdida de la
belleza, es un tópico literario que se remonta a épocas y civilizaciones muy antiguas. Ya la lírica
griega arcaica ofrecía buenos ejemplos en la obra de Anacreonte o Teognis, y en el libro XII es
un tó- pico muy recurrente. La salida del vello en el joven, en la cara o en las piernas, indica el
ocaso de la belleza del erómenos, poniendo fin a la relación pederástica, para desconsuelo del
erastés35. También la decadencia de la belleza está plasmada en el tópico de la rosa (XII 195,
234), inspirándose, creemos, en los epigramas heterosexuales, aunque el tópico más frecuente
en los homoeróticos es el de eijsi trivce"36, es decir, la aparición del vello en el muchacho.
Junto a este tópico es frecuente ver el de la venganza de la edad sobre el altivo joven (tempus
fugit). El agón entre la pederastia y el amor heterosexual se plasma en varios epigramas del
libro XII, como 41 y 86, ambos de Meleagro. Si en el primero dice preferir el amor por las
mujeres, en el segundo, al contrario, vence el amor por los muchachos (aunque bien es verdad
que en el primer caso está enfadado por la aparición del vello en sus erómenoi). Para Estratón
(XII 245) la homosexualidad es superior a la heterosexualidad37: se basa en el predominio de
la cultura sobre la naturaleza y ofrece una visión negativa de la mujer en un momento en que
empieza a reconocérsele una importancia intelectual, económica y social. También esta
dicotomía aparece en el libro V, como, por ejemplo, 19 (Rufino), aunque en este libro la
balanza se inclina a favor de las mujeres en tanto que en el XII se produce a favor de los
efebos. Muchos ciudadanos consideraban el amor homosexual como el verdadero amor, pues
el heterosexual tenía como fin básico la reproducción y la pervivencia de la pólis. El varón
llegaba a amar a otro convencido de que para un hombre no hay mejor compañía que otro
hombre. Además, el amor a los iguales era también una virtud militar: un amante prefería la
muerte antes que mostrar cobardía ante el enemigo frente a su amigo. El motivo no es
exclusivo del género epigramático. También aparece en otras obras como, por ejemplo, en el
Erótico de Plutarco (caps. 3-9) o en la novela Leucipa y Clitofonte, de Aquiles Tacio, donde
leemos, a propósito del rapto de Ganímedes por Zeus, una interesante disertación sobre los
dos tipos de amores, defendiendo el homoerótico (II 36, 4 y 38, 2-5):
Sin embargo nunca subió ninguna mujer a los cielos a causa de su belleza (aunque Zeus haya
mantenido relaciones sexuales con mujeres), sino que a Alcmena la posee la aflicción y el
destierro; a Dánae un arca y el mar; y Sémele se convirtió en pasto de las llamas. Pero cuando
se enamora del joven frigio, le da el cielo, no sólo para que conviva con él, sino también para
que tenga la crátera del néctar; pero la anterior servidora fue privada de ese honor; pues era,
creo, una mujer. [...] En una mujer, en efecto, todo es fingido, no sólo las palabras, sino
también las apariencias externas: aunque parezca ser hermosa, es el ingenio de los indiscretos
ungüentos. Y su belleza es propia de sus bálsamos, o del tinte de sus cabellos, o, incluso, de sus
potingues. Pero, si la desnudas de la mayoría de estos engaños, se parece al grajo desplumado
de la fábula. | Pero la belleza del jovencito no está regada con los olores de las esencias, ni
siquiera por falsos y ajenos aromas, y el sudor de los niños produce un olor más grato que
cualquier perfume de las mujeres. |Y es posible, no sólo antes de la unión amorosa, sino
también en la palestra reunirse y abrazarse a todas luces, y los abrazos no dan vergüenza; y no
ablanda los abrazos amorosos con la delicadeza de sus carnes, sino que los cuerpos se resisten
fuertemente unos a otros y luchan por el placer. | Y los besos no tienen la sabiduría femenina,
ni siquiera embrujan con sus labios una dañosa estratagema; sino que él besa como sabe, y los
besos no son propios de la técnica, sino de la naturaleza. Ésta es la imagen del beso de un
chiquillo: si se solidificara el néctar y se transformara en labios, lograrías besos tales. Pero no
tendrías saciedad al besar, sino que en la medida en que satisface, tendrás aún sed de besarlo,
y apartarías la boca hasta que por placer evitaras los besos.
En la falta de correspondencia erótica, es decir, el duvserw", hay algo de súplica, pero también
de recriminación al dios Eros, cuyas travesuras y malas mañas ocasionan el sufrimiento del
poeta. El carácter pernicioso de Eros es, en definitiva, el del amor40. En este sentido, hay
numerosos epigramas en los que se conjugan los antónimos amor-odio, sin llegar a la idea del
Odi et amo de Catulo
La belleza hiperbolizada del joven es otro tópico literario frecuente. A menudo aparece el
amado como segundo Eros (XII 54, 75-78, 105...): a través de la confusión del joven con el dios
se exalta la belleza del humano. El erómenos se confunde con Eros como también, en relación
con este topos, con otros bellos erómenoi divinos (Ganímedes, Jacinto, Ampelo), e incluso con
los mismos dioses. De manera general, el poeta adopta el papel de un erastés que elogia la
belleza de un erómenos. La contemplación de la belleza provoca el enamoramiento hacia los
muchachos, a los que considera deseables porque son hermosos. El arte los retrata bien:
efebos desnudos, lampiños, proporcionados y bellos. Una variación del tópico es que el amado
puede suplir al dios en la iconografía (XII 75, Asclepíades). Los erómenoi aprovechan sus
cualidades (en la palestra, en los banquetes, pero también en la calle) para influir sobre los
amantes a través de la belleza de su cuerpo, explotando:
– su mirada41, que desencadena normalmente la pasión amorosa (por ejemplo, XII 68,
Meleagro; 93, Riano);
– su boca (bien por sus labios, por sus deseados besos o por su lenguaje) (por ejemplo, XII 22,
Escitino);
– su piel (por su color, por su brillo...) (por ejemplo, XII 7, Estratón; 94, 125, Meleagro);
– su pudor (por ejemplo, XII 8 Estratón; 96, 99, anónimos), etcétera. Sin embargo, hay otros
elementos que pretenden ocultar cuando ven que su «edad florida» está llegando a su fin: el
temido vello, especialmente cuando aparece en muslos y mejillas, que implica que el joven ha
de pasar a ser el elemento activo de la relación (tanto con hombres como con mujeres). El
deseo sigue a la contemplación de la belleza, incluso los objetos inanimados se proponen
alcanzarla (por ejemplo XII 15, 208, Estratón). El amante goza y se siente afortunado (como en
XII 190, 254, Estratón), pero la mayoría de las veces sufre por la persona amada. Los efectos de
Eros sobre el enamorado se reflejan muy bien en el primer verso de XII 22 de Escitino: «Vino
sobre mí un gran azote, una gran guerra, un gran fuego», y el temor del poeta a lo que sucede,
pues en el verso 7 se pregunta «¿Qué me va a pasar?». El poeta vive su amor con conciencia
de riesgo.
. El carácter pernicioso y destructivo del amor es otro tópico erótico: es normal que en Eros se
dé una mezcla de elementos positivos y negativos, como señala su epíteto glukuvpikro"
(«dulce amargo») que representa muy bien el placer y el dolor que provoca. Este topos que
aparece en XII 153 (Asclepíades), XII 81, 109, 154 (Meleagro), también lo hace en V 134
(Posidipo) y su antigüedad puede rastrearse ya en Safo (fr. 130 L-P), Teognis (1353) o Eurípides
(Hipólito 348). Si analizamos los efectos de Eros sobre los amantes en el libro XII percibimos
una serie de recursos que acabarán convirtiéndose en tópicos literarios:
– el amor, como ya hemos señalado, es una atracción irrefrenable por la belleza, un arrebato,
un impulso arrasador (furia amoris) (comparado con el viento en XII 167, Meleagro);
– el amor es una herida punzante y dolorosa, un dardo de fuego que abrasa provocado por las
flechas y antorchas (flamma amoris) del cruel, caprichoso y juguetón Eros (como apreciamos
en XII 76, Meleagro);
– en relación con lo anterior, la herida de amor provoca una auténtica enfermedad (volnus
amoris) en la víctima: insomnio, delirios, falta de apetito, aspecto demacrado... El más
característico puede ser la fiebre, es la flamma amoris (ya en V 88 Eros aparece con el epíteto
purfovro" «incendiario») en la que también apreciamos el topos del amor como pasión, como
fuego (las brasas reticentes entre la ceniza que el poeta teme vuelvan a encenderse (así en XII
80, 82, 83, Meleagro) y que muestran el contraste entre el fuego real y el figurado a través de
la metáfora del fuego en el pecho. A menudo esas antorchas de Eros parecen identificarse con
los ojos del amante, cuya mirada «enciende» e inflama al amante como rayos del sol (por
ejemplo en XII 91, Polístrato; 93, Riano; 127, Meleagro; 161, Asclepíades; etc.); el dolor que
provoca la herida puede conducir al llanto, a renunciar al amor (ejemplos de renuntiatio
amoris aparecen en XII 90, anó- nimo; 237, Meleagro) pero las lágrimas no son capaces de
extinguir esas llamas provocadas por Eros (por ejemplo en XII 92, Meleagro); – si la
enfermedad no se cura, el amor puede producir locura (ejrotikh; maniva): impulsos
irracionales, sentimientos inexplicables, éxtasis... (así en XII 31, Fanias; 115, anónimo); los
sufrimientos amorosos no tienen fin y propician el acercamiento de Eros con la muerte (XII 73,
Calímaco; 84, Meleagro); – el amor como juego (tabas, dados...) al que siempre gana Eros
porque es invencible y no hay posibilidad de resistirse a él. Aparece también como cazador o
pescador de sus presas. El poeta se muestra impotente ante la superioridad divina y tiene que
aceptar su derrota, porque, en caso contrario, pecaría de hybris y el castigo del dios sería peor.
Por lo tanto, es vano rehuir a Eros (como se aprecia en XII 82, Meleagro).
En el terreno poético Eros se muestra como un ser irracional que no respeta la actividad
intelectual del hombre y atenta contra su modelo de comportamiento habitual. En este
sentido, puede provocar el abandono total de las obligaciones sociales e intelectuales del
poeta, pues éste no puede concentrarse, obsesionado en dedicarse al amor (así por ejemplo
XII 99, anónimo; 117, Meleagro). Ya para Posidipo (XII 98) sabiINTRODUCCIÓN 35 01:01
28/4/11 13:52 Página 35 duría y amor eran incompatibles, pues su unión provoca una
sensación de pérdida de libertad, de esclavitud (XII 84, Meleagro). La contradicción entre
pasión y razón constituye así un nuevo topos erótico. Encontramos también en el libro XII
ejemplos de «canción de alba» (la llegada del día pone fin al encuentro de los amantes y se
lanzan improperios contra la aurora42, como vemos en XII 114, 136, 137, Meleagro) y de
paraklausivquron (el amante vela ante la puerta cerrada del amado, como vemos en XII 118,
Calímaco; 252, Estratón). En estos tópicos encontramos también el del amante impaciente que
espera la llegada de otro encuentro con el amado.
Junto a los tópicos eróticos aparecen también temas sexuales, aunque éstos se muestran bajo
metáforas, juegos de palabras, equívocos eróticos o anfibologías y nunca manifestados de
forma directa. En este sentido, los epigramas son modelo de esa concisión de la que tanto
gustaban los poetas helenísticos, y de ironía. Así, en el libro XII encontramos ejemplos de: –
masturbación: XII 3, 7, 13, 22, etc. – coito anal: XII 4, 22, 33, etc. – coito intermuslar: XII 208,
etc. – felaciones: XII 190, 208, 243. – ménage à trois o sexo en grupo: XII 13, 210 (Estratón) (en
ningún momento se relaciona el erómenos con esta práctica: el primero es un encuentro
casual y el segundo un epigrama a modo de adivinanza). – prostitución masculina: XII 6, 8, 42,
43, etc. – impotencia: XII 232 (Escitino), 11, 216, 240 (Estratón) (tema en la Antología bastante
recurrente43).
https://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/mayo_16/09052016.htm
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0011437.pdf
http://www.bibliotecanacionaldigital.cl/bnd/628/w3-article-200107.html
https://www.researchgate.net/publication/261473520_Mito_y_tragedia_griega_en_la_literat
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