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El Sujeto no tiene centro porque el inconciente freudiano no es una "cosa" que le

pertenezca. Está sujetado a estructuras simbólicas, en las cuales es incorporado y que


no elige.
El humano está organizado desde una estructura simbólica transindividual. Sujeto
como efecto de estructuras anteriores a [y fundantes de] su existencia. Él es que habrá
de insertarse [y no podrá dejar de hacerlo] en la estructura que existe antes de él y
que ya le ha asignado un lugar en su seno, en el campo del deseo. Es en la estructura
de un campo de deseo en donde se constituye [como efecto] un Sujeto del deseo, un
Sujeto del inconciente.
Ese ser que tiene una ubicación privilegiada, la madre, es una mujer que "espera" un
hijo, el que existe para ella antes de que nazca y aun antes de que sea fecundada.
El ser humano nace pero no "naturalmente". Nace de la madre pero ésta está habitada
por el lenguaje. Es un acontecimiento regulado, legislado [por las leyes de la alianza y
la prohibición del incesto, por ejemplo].
Las leyes que regulan el parentesco son leyes que suponen el lenguaje, suponen la
estructura simbólica. Es esta una posición inconciente frente al universo de la ley.
Padre y madre son los que mediatizan un reconocimiento que emana de una red de
relaciones simbólicas que asigna los lugares de uno [el que demanda] y los otros que
otorgan el reconocimiento. El ser del Sujeto está alienado de entrada en el mundo
simbólico.

Definición e introducción

El concepto de sujeto, para Lacan, se origina en la sujeción al significante y, por ende, al


inconsciente. El universo simbólico-significante es esencial para la humanización y
determina la aparición del inconsciente estructurado como un lenguaje, aunque la
complejidad de lo humano no se limita a eso.
Se considera que la "falta en ser" de la especie promueve la existencia del sujeto en el
campo del significante. Es en el Otro donde el sujeto va a constituirse como un
significante más dentro de la cadena simbólica y se estabiliza en tanto opera el Nombre
del Padre.
Reconocemos al sujeto en las formaciones del inconsciente como los síntomas, lapsus,
sueños, transferencia, etc. Estas producciones se presentan como expresiones subjetivas
y también son localizables en cualquier discurso que exploremos. Cuando ha sido
expulsado o no hay lugar a su configuración estamos en presencia de una clínica de la
ausencia de un sujeto del inconsciente.
Lo que podemos denominar la "metapsicología lacanina" opera con los tres registros:
Imaginario, Simbólico y Real. Por consiguiente, lo importante pasa a ser todas las
relaciones que sostiene ese sujeto simbólico con lo imaginario y lo real. Imaginario
referido al yo y a dimensiones imaginarias que trascienden al yo y al narcisismo; Real que
implica al objeto a y el goce.
Todo esto hace del sujeto un eje central para comprender el pensamiento de Lacan. Es
uno de los conceptos más insistentes a lo largo de su obra y va adquiriendo nuevas
implicancias a medida que por su desarrollos teóricos se complejizan las articulaciones
entre los tres registros, se pluralizan los nombres del padre y se diferencian los goces.

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