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DEONTOLOGÍA JURÍDICA

MÓDULO ÚNICO
CARRERA: ABOGACÍA
CURSO: 5º AÑO
AUTOR: Dr. JOSÉ DURAND MENDIOROZ
PROFESOR: Dr. JORGE MONTENEGRO
SALTA - 2007

1
2
Educación
A DISTANCIA

AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD

CANCILLER

Su Excelencia Reverendísima
Mons. MARIO ANTONIO CARGNELLO
Arzobispo de Salta

RECTOR

Dr. ALFREDO GUSTAVO PUIG

VICE-RECTOR ACADÉMICO

Dr. GERARDO VIDES ALMONACID

VICE-RECTOR ADMINISTRATIVO
ADMINISTRA

Ing. MANUEL CORNEJO TORINO

SECRETARIA GENER
SECRETARIA AL
GENERAL

Prof. CONSTANZA DIEDRICH

DELEG ADO RECTOR


DELEGADO AL
RECTORAL
del S.E.A.D.

Dr. OMAR CARRANZA

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Indice General

I. Fundamentos ............................................... 9 APÉNDICE III


II. Objetvos ...................................................... 9 TRÁFICO DE CLIENTELA ......................... 65
III. Programa de la Asignatura ....................... 10 (Actos Jurídicos de Objeto Inmoral) ............. 65
IV. Bibliografía ............................................... 12 APORTE DE LA DEONTOLOGÍA
V. Condición para regularizar JURÍDICA ................................................ 69
la materia .................................................. 13
VI. Característica de la materia ..................... 13 APÉNDICE IV
Guía de Estudio (Orientación bibliográfica) ... 15 DECÁLOGO DEL ABOGADO ..................... 75
DE ÁNGEL OSSORIO Y GALLARDO ........ 75
UNIDAD I
INTRODUCCION AL ESTUDIO DE LA UNIDAD II
DISCIPLINA ............................................. 21 INTRODUCCIÓN AL MÓDULO I - Parte 2 .. 77
PRESENTACION DE LA UNIDAD .............. 21 I.2. Principales líneas acerca del
1.1. Noción de ética, moral y deontología. fundamento de la moral ............................ 79
Moralidad y ciencia moral ......................... 21 I.2.1. Dirección sociológico positivista .......... 81
1.2. Niveles del saber práctico. Principios El positivismo sociológico ............................. 83
generales y partes especiales de la
deontología. Noción de deontología I.2.2. Dirección utilitarista. Las morales
profesional y de deontología jurídica ........ 27 empíricas .................................................. 85
I.2.3. Las morales racionales ........................ 87
1.3. Objetivo y método .................................. 33
2.3. El realismo moral .................................... 87
1.4. La experiencia del hecho moral .............. 34
EL BIEN MORAL .......................................... 89
1.5. Ubicación epistemológica en el saber
jurídico ...................................................... 38 2.4. Aportes y críticas de las doctrinas.
Puntos en que están de acuerdo .............. 91
2.5. Resumen de los contenidos de
APÉNDICE I
la Unidad II ................................................ 91
RESUMEN .................................................... 45
El realismo filosófico ..................................... 94
La enseñanza de Deontología Jurídica ......... 45
Deontología y obligación ............................... 97
(Apuntes de una experiencia) ....................... 45
Síntesis de la doctrina del realismo ............... 97

APÉNDICE II
UNIDAD III
CONCLUSIONES DE LAS PRIMERAS
CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE
JORNADAS NACIONALES DE
LA DEONTOLOGÍA ................................. 99
ÉTICA DE LA ABOGACÍA ....................... 53
Presentación ................................................. 99
TEMA PRIMERO .......................................... 53
3.1. La ley moral natural. Sus propiedades
La enseñanza de la ética como misión de
y su modo de conocimiento ...................... 99
las Facultades o Escuelas de Derecho .... 53
LOS PRINCIPIOS DEL ORDEN MORAL .. 103
TEMA SEGUNDO ........................................ 54
Sus propiedades son .................................. 103
La ética en el ejercicio profesional de la
Abogacía .................................................. 54 Referencias de Fuentes .............................. 104
TEMA TERCERO ......................................... 57 Recapitulación de concepto ........................ 106
La ética y la magistratura .............................. 57 Explicación .................................................. 107
Comentario 3 ............................................... 109
3.1. (CONT.) La virtud. Noción de las
virtudes fundamentales .......................... 111

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ANEXO UNIDAD II ................................................... 147
PRINCIPALES LÍNEAS ACERCA DEL
UNIDAD 3 ................................................... 117 FUNDAMENTO DE LA MORAL ............ 147
LEY MORAL NATURAL (complemento Otras posiciones se preocupan por
de la exposición del módulo). ................. 117 buscar el fundamento de la moral ........... 149
Algunas nociones lógicas previas ............... 117 Crítica de las doctrinas ............................... 153
Definición del Juicio .................................... 117
Definición de la Proposición ........................ 117
Las cuatro proposiciones ............................ 118
Noción de la Oposición ............................... 118
El Fundamento y los Fines del Derecho ..... 119
El Naturalismo ............................................. 119
El Positivismo .............................................. 119
Las Virtudes morales .................................. 123
La Conciencia ............................................. 127
Estados en que puede encontrarse la
conciencia .............................................. 128
Conciencia verdadera y conciencia
errónea ................................................... 129
Conciencia cierta y conciencia dudosa ...... 130
Determinación de la moralidad de un acto .. 131
El objeto o finalidad objetiva de la acción .... 131
Las Circunstancias ..................................... 132
La finalidad del agente ................................. 132
Condiciones y condicionamientos de
los actos humanos ................................. 133
Condiciones para que se de un acto moral . 133
El conocimiento o advertencia .................... 133
Impedimentos a la advertencia ................... 133
La Voluntariedad ......................................... 135
Impedimentos a la Voluntariedad ................ 136
Las pasiones ............................................... 136
La Violencia ................................................. 137
Los Hábitos ................................................. 138
Condicionamiento de los Actos Humanos .. 138

UNIDAD IV ................................................. 139


EL ORDEN MORAL Y EL ORDEN
JURÍDICO. DISTINCIÓN Y RELACIÓN.
EL ORDEN JURÍDICO POSITIVO.
OBLIGATORIEDAD MORAL DE LAS
NORMAS JURÍDICAS POSITIVAS.
LÍMITES A LA OBLIGATORIEDAD
MORAL DE LAS NORMAS POSITIVAS.
EL CASO DE LA LEY INJUSTA ............ 139

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CURRICULUM VITAE

ANTECEDENTES PERSONALES

JOSE EDUARDO DURAND MENDIOROZ. Nacido en Salta, el 27-09-55. Egresó en


1973 como Bachiller Humanista (Instituto Inmaculada, Pcia. de Buenos Aires) y en
1978 como Abogado (Universidad de Buenos Aires).

Se desempeña en la docencia universitaria desde 1979, en la Facultad de Ciencias


Jurídicas de la Universidad Católica de Salta. En ese año lectivo fue designado profe-
sor Ayudante de Introducción al Derecho y de Filosofía del Derecho. Fue profesor
Adjunto de Doctrina Social de la Iglesia y Adjunto a cargo de Filosofía del Derecho
durante dos años, por licencia del Titular. Actualmente es integrante del Departamento
de Fundamentos del Derecho de dicha Facultad y Adjunto a cargo de las cátedras de
Introducción al Derecho y de Deontología Jurídica.

Se desempeñó como Vicepresidente del Instituto de formación Universitaria de Sal-


ta, ocupando en la actualidad idéntico cargo en la Fundación Ecumene, entidades am-
bas de fines académicos.

Fue convencional para la reforma de la Constitución de Salta en 1986 y diputado por


el Departamento Capital en el período 1987/91.

Ejerce la profesión de abogado, habiendo desempeñado diversas asesorías de enti-


dades de carácter público y privado.

Autor de "Lecciones de Introducción al Derecho", vol 1. (Ed. UCS), y "Deontología de


la Profesión Médica", Ed. UCS (Módulo para Area de Postgrado de Cs. de la Salud).

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Carrera: Abogacía
Curso: 5° Año
Materia: Deontología Jurídica
Autor: Dr. José Durand Mendioroz
Profesor: Dr. Jorge Montenegro
Año Académico: 2007

I. Fundamentos
Para la ciencia jurídica moderna, desde una perspectiva puramente racionalista, la
única realidad que puede ser aprehendida y comprendida es la norma, el conjunto de
proposiciones sistematizadas, los distintos sistemas armados deductivamente con
perfección. Reducir el conocimiento jurídico al estudio de las normas positivas, consti-
tuye una mutilación del entendimiento, es condenarse a no entender del Derecho y ni
siquiera a la ley vigente misma. Frente a esta opción, sigue teniendo valor el camino
enseñado por la filosofía realista: es imprescindible para responder a la pregunta ¿qué
es el Derecho?, ubicarnos en el campo metafísico. El ser es lo primordial y lo radical, y
el Derecho, como todo lo que es, está con relación al ser, la Metafísica. Ahora bien, un
aspecto del ser, objeto de la Metafísica, es el deber, objeto de la Moral. Por consiguien-
te, como el Derecho pertenece al orden práctico o moral, es necesario internalizar
aquellos principios y normas que la recta razón establece para el logro del bien, perfec-
ción o plenitud del hombre. Vale decir, resulta ineludible conocer la ley natural, entendi-
da como el conjunto de normas racionales evidentes e inferidas del orden de tenden-
cias o inclinaciones naturales, que dirigen al hombre a sus fines propios, como así
también las normas éticas “positivizadas”, que persiguen la proclamación solemne de
un modelo, ejemplo o paradigma que guíe la conducta u obra del sujeto agente, tenien-
do siempre a la ordenación racional como el constitutivo formal de toda verdadera
formación jurídica y la dirección al bien común, como su finalidad propia; ello, sin
olvidar la ameritación de los desafíos prudenciales que pueden presentarse al abogado
en el ejercicio de su profesión libre, en la magistratura judicial o en otros ámbitos donde
deba desarrollar su actividad específica.

II. Objetivos
Generales

Presentar la ubicación epistemológica de la disciplina y plantear las cuestiones prin-


cipales de que trata: la naturaleza, el fundamento y las condiciones de la ética de la
abogacía, comprensiva no sólo de una deontología profesional sino también de los
principios morales generales que fundamentan objetivamente esa deontología.

Iniciar a los alumnos en la reflexión sistemática sobre esos temas y en la búsqueda


de respuestas.

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Específicos

Nivel Informativo

Que el alumno:

- Descubra los problemas de la deontología jurídica.


- Conozca las distintas soluciones dadas a través de la historia.

Nivel Formativo

Que el alumno:

- Experimente la necesidad de la reflexión filosófica como búsqueda de la verdad


última plasmada en la ley ética natural.
- Descubra e internalice una respuesta coherente sobre las cuestiones de la deon-
tología jurídica.
- Adquiera el hábito de analizar las posiciones formuladas en la historia o verifica-
das en la vida cotidiana y de valorarlas en confrontación con la verdad alcanzada.

Nivel Educativo

Que el alumno:

- Ordene sus potencias a la aprehensión de los primeros principios del Derecho.


- Se disponga a determinar y actualizar lo justo, según la verdad descubierta.

III. Programa de la Asignatura

UNIDAD 1. INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA DISCIPLINA. PRESENTACIÓN

1.1. Noción de ética, moral y deontología. La moralidad y la ciencia moral.


1.2. Principios generales y partes especiales de la deontología. Noción de deontolo-
gía profesional y de deontología jurídica.
1.3. Objeto y método.
1.4. La experiencia del hecho moral.
1.5. Ubicación epistemológica en el saber jurídico.

TEMA I. DEONTOLOGÍA GENERAL

UNIDAD 2. PRINCIPALES LÍNEAS ACERCA DEL FUNDAMENTO DE LA MORAL

2.1. Dirección sociológico positivista. Escepticismo y relativismo. El positivismo.


Augusto Comte, Levy Brühl. La Escuela Sociológica.

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2.2. Dirección utilitarista. Antecedentes; hedonismo y eudemonismo. El utilitarismo
en la modernidad. J. Bentham.
2.3. El realismo moral. El bien en general. Naturaleza y finalidad. Bien útil y bien
honesto. El bien moral.
2.4. Aportes y crítica de las doctrinas. Puntos en que están de acuerdo.

UNIDAD 3. CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA DEONTOLOGÍA

3.1. La ley moral natural; sus propiedades. La virtud. Noción de las virtudes funda-
mentales.
3.2. La conciencia moral; su naturaleza. Estados de la conciencia.
3.3. Los actos humanos; sus condiciones y condicionamientos. Determinación de la
moralidad de un acto: objeto, circunstancias y finalidad subjetiva.

TEMA II. DEONTOLOGÍA JURÍDICA

UNIDAD 4. DERECHO Y MORAL

4.1. El orden moral y el orden jurídico. Distinción y relación de los mismos.


4.2. El orden jurídico positivo. Obligatoriedad moral de las normas jurídicas positivas.
4.3. Límites a la obligatoriedad moral de las normas positivas. El caso de la ley
injusta. Leyes meramente penales.

UNIDAD 5. LA MORAL EN EL DERECHO POSITIVO ARGENTINO

5.1. La Constitución Nacional y los tratados internacionales. Conductas tipificadas


del Cod. Penal. La cuestión del daño moral.
5.2. Esquema fundamental del Código Civil. Los actos jurídicos de objeto inmoral.
Los aportes de la Jurisprudencia. Los institutos de la ley 17.711 de reforma del
Código Civil.
5.3. Previsiones de la ley procesal. La codificación de las normas de deontología
profesional.

UNIDAD 6. LA CONDUCTA PROCESAL

6.1. El principio de lealtad procesal. Facultades de los jueces en resguardo de la


buena fe procesal.
6.2. Conducta procesal indebida; negligente, dilatoria, temeraria, maliciosa, irrespe-
tuosa.
6.3. Concurrencia de facultades disciplinarias. Diversidad de órdenes normativos.

TEMA III. DEONTOLOGÍA DE LAS PROFESIONES JURÍDICAS

UNIDAD 7. DEONTOLOGÍA PROFESIONAL.

7.1. Concepto de profesión. Las profesiones Liberales. Deberes profesionales gene-


rales.

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7.2. La Abogacía como profesión liberal. Su origen y naturaleza. El abogado en rela-
ción de dependencia.
7.3. Trascendencia social de la profesión. El deber esencial. Jerarquía del abogado.
Delegación del poder de policía profesional en colegios públicos.
7.4. Funciones del abogado en el campo jurídico; con relación a la norma positiva
dada y como fuente material pre-normativa.

UNIDAD 8. EL EJERCICIO DE LA ABOGACÍA

8.1. Los principios de independencia y de libertad en el ejercicio de la abogacía.


Deberes para con la sociedad y la profesión.
8.2. La dignidad y el decoro profesional. El estilo y las tradiciones forenses. Memo-
rias y "mandamientos".
8.3. Naturaleza de la relación con el cliente. El deber de fidelidad. Otros deberes
derivados de la relación. Lealtad del cliente hacia el abogado. El honorario.
8.4. Aceptación de causas civiles y penales. Desarrollo y cese de la relación. El
secreto profesional.

UNIDAD 9. EL COLEGIO PÚBLICO DE ABOGADOS

9.1. El principio de colegialidad. La colegiación obligatoria; su constitucionalidad.


Ejercicio ilegal de la profesión.
9.2. Funciones del Colegio Público de Abogados. El Derecho Disciplinario; su
autonomía. El Tribunal de Etica y Disciplina.
9.3. Los vínculos de colegialidad. Deberes hacia los colegas. Relación con los
magistrados.

UNIDAD 10. DEONTOLOGÍA DE LA FUNCIÓN JUDICIAL

10.1.Trascendencia ética. Deberes profesionales generales. Deberes de indepen-


dencia e imparcialidad.
10.2.La selección de magistrados. Capacitación y carrera judicial. Inamovilidad e
intangibilidad de las remuneraciones. Destitución.
10.3.Certeza motivada y certeza personal. El juez ante la norma positiva injusta. El
ejercicio de la acción pública por el fiscal.

IV. Bibliografía
A) Sistemática

- Las Grandes Líneas de la Filosofía Moral; Jacques Leclercq, Ed. Gredos, Madrid.
- Deontología Jurídica; Rafael Gómez Pérez, Ed. Universidad de Navarra S.A.,
Pamplona
- Etica y Derecho de la Abogacía y Procuración, Raúl Horacio Viñas, Ed. Pannedille,
Buenos Aires.

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- Etica del Abogado. Conducta Procesal Indebida, Rodolfo Luis Vigo, Abeledo Pe-
rrot, Buenos Aires.

B) Formativa

- El Alma de la Toga, Angel Ossorio y Gallardo.


- Demasiados Abogados, Piero Calamandrei.
- OBS: Esta bibliografía se complementa con la Ampliatoria que será proporciona-
da durante el curso y con análisis de jurisprudencia y precedentes de los Tribuna-
les de Etica.

Nota: Las unidades del programa que no se encuentren desarrolladas en éste mó-
dulo, deben estudiarse directamente desde la "bibliografía básica"

V. Condición para regularizar la materia


Aprobación de un examen parcial escrito (con su respectivo recuperatorio), relativo
a las Unidades I a IV del programa.

Realización de 2 (dos) Trabajos Prácticos:

Práctico 1: Buscar en los repertorios de Jurisprudencia los trabajos de Sagués,


Nestor Pedro sobre la conveniencia de la conformación de Escuelas de la Magistratura
y Consejos con facultades de selección y/o designación de magistrados, mediante
oposición pública de antecedentes.

Práctico 2: Leer obra de Piero Calamandrei "Elogio de los Jueces" y hacer una
monografía sobre los conceptos contenidos en el mismo, relacionados con los temas
del 10.1 y sobre las relaciones entre abogados y jueces.

VI. Característica de la materia


Nuestra asignatura quiere ser un nexo entre la última etapa de los estudios universi-
tarios y una dimensión fundamental de la vida profesional del egresado, cual es la
ético-profesional.

Por ser una materia de grado, será tratada con el rigor que requiere la enseñanza
universitaria. Por estar concebida en vista a la futura actividad profesional del egresa-
do, se orientará con criterio práctico al estudio de las situaciones que se le plantean a
éste en el ejercicio de la abogacía.

La extensión y complejidad del objeto de esta asignatura han hecho necesaria la


incorporación de una unidad introductoria, donde se efectúan mayores precisiones so-
bre sus aspectos generales, a las que me remito. No obstante, vale dejar aclarado que

13
en el módulo correspondiente a la primera unidad, se incorporan apéndices y ejercicios
que comprenden temas de toda la materia. Ello a los efectos de obtener una primera
visión globalizadora y de plantear ab initio problemas concretos, que despierten el
interés del estudiante.

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Guía de Estudio (Orientación bibliográfica)

UNIDAD 2. PRINCIPALES POSTURAS ACERCA DEL FUNDAMENTO DE LA MO-


RAL

Consultar la obra de Leclercq (Bibli.). Este autor trata el tema con una amplitud
mucho mayor que la que exige el programa. Por ello, se toma de su esquema sólo una
dirección representativa de las principales divisiones que realiza el autor, de acuerdo al
siguiente CUADRO.

“Doctrinas acerca del fundamento de la Moral”

(Programa de Estudio: Nros. 2.1 y 2.2.). Los números entre paréntesis, correspon-
den a las páginas de la obra de Leclercq.

Actitud escéptica (53/54)


“NO” Relativismo contemporáneo (54/57)
Positivismo Sociológico (57/62)

EMPÍRICA Utilitarismo (antiguo, 83/89)


“SI” (Bentham, 89/103)
RACIONALES Moral Cristiana (183/193)

A continuación, el autor inicia el desarrollo sistemático de la moral cristiana (receptado


en nuestro programa como punto 2.3.), consultar págs. 208 a 226.

Programa. Nro. 2.4.: aportes y críticas, se toman de los textos de exposición ya


referidos y “puntos en que están de acuerdo…” se toman de las págs. 194/202.

UNIDAD 3. CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA DEONTOLOGÍA

En esta Unidad la obra básica es la de Gómez Pérez (Bibl.) (los Nros. entre parénte-
sis corresponden a las págs. de la misma).

3.1. (22/29)
3.2. (45/58)
3.3. (59/72)

UNIDAD 4. DERECHO Y MORAL

4.1. Consultar –a modo de síntesis- el Manual de Introducción al Derecho – 4ta. Ed.


Abeledo Perrot, de Federico Torres Lacroze, Págs. 162/172.

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4.2. y 4.3. Se estudian de Gómez Pérez, citándose entre paréntesis las páginas
correspondientes. El concepto de “orden jurídico positivo”, no obstante, repasarlo utili-
zando algún manual de Introducción al Derecho.

4.2. “Obligatoriedad… (33/35)


4.3. “Límites… ley injusta (35/36)
Leyes meramente penales (36/38)
Interpretación/equidad (38/40)

UNIDAD 5. LA MORAL EN EL DERECHO POSITIVO ARGENTINO

5.1. v. Constitución Nacional y Tratados incorporados, en lo relativo a la dignidad de


la persona humana, como marco normativo del orden jurídico positivo argentino.

Código Penal: Delito contra el honor y contra la honestidad. Noción y comentario


doctrinario (cualquier autor de Derecho Penal).

El daño moral. Concepto y comentario de cualquier autor (civilista).

5.2. Ver Módulo I, apéndice III. Consultar Cód. Civil Comentado (cualquier autor),
comentario al art. 953 y ver jurisprudencia allí citada. Instituto de la ley 17.711, consul-
tar “justicia Contractual” de Jorge Mosset Iturraspe.

5.3. Consultar cualquier código procesal civil de la Nación comentado, doctrinado y


jurisprudencia correspondiente a los arts. 34 inc. 5), ap. d) y 45. Hacer lo propio con
idénticos artículos del Cod. De Salta (y, en caso de ser el estudiante de Jujuy), los
correspondientes de esa provincia).

Consultar la ley de creación del Colegio de Abogados de Salta (5412 y modific.) y la


de creación del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal y su Código de
Ética. (Normas análogas, en su caso, de Jujuy)

UNIDAD 6. LA CONDUCTA PROCESAL

6.1. Consultar Gómez Pérez, págs. 95 a 107 (naturaleza del proceso. Relacionarlo
con el punto 5.3. (prev. Ley procesal).

6.2. Consultar Vigo, Rodolfo (Ética del Abogado – Conducta Procesal Indebida; v.
Bibl.).

6.3. Concurrir al Tribunal de Ética y Disciplina y pedir precedentes donde conste que
existe concurrencia de facultades disciplinarias (del Juez civil en las inconductas pro-
cesales y del tribunal de Ética) por tratarse de órdenes normativos diferentes.

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UNIDAD 7. DEONTOLOGÍA PROFESIONAL

7.1. y 7.2. Extracto del Módulo de Deontología Médica, del titular de cátedra (se
acompaña fotocopias y Módulo I, apéndice I, cap. V y ss.).

7.3. Ver en Cód. de Ética de Salta arts. Correspondiente a deber esencial y equipara-
ción con magistrado del abogado.

Ver doctrina del fallo publicado en El Derecho, tomo 119, págs. 274 y ss. Sobre
constitucionalidad de la delegación en colegios Públicos del poder de policía profesio-
nal.

7.4. Vigo (op. cit.) consultar cap. 5 de la Primera Parte.

Ejercicio: con los elementos considerados en esta Unidad, elabore un ensayo dando
su opinión sobre la trascendencia social de la profesión de abogado, (mínimo: dos
carillas oficio, a maquina, doble espacio).

UNIDAD 8. EL EJERCICIO DE LA ABOGACÍA

8.1. Ver arts. Correspondiente del Cód. de Ética de Salta y consultar Carlo Lega:
Deontología de la profesión de Abogado, Ed. Civitas S.A., caps. Correspondiente.

8.2. Lectura del El Alma de la Toga (Bibl.) y “Mandamientos” contenidos en la obra de


Viñas (Bibl.); sobre el decoro profesional, Gómez Pérez, págs. 173 a 180.

8.3. Consultar Carlo Lega, op. cit. Y Gómez Pérez, págs. 168 a 171: jurisprudencia
acerca de la naturaleza jurídica del honorario profesional de abogado.

8.4. Consultar arts. Correspondientes del Cód. de Ética de Salta y Gómez Pérez,
págs. 162 a 168 y 171 a 173 (medios de defensa) y 203 a 207 (secreto profesional).

UNIDAD 9. El COLEGIO PÚBLICO DE ABOGADO.

9.1. Ppio. De colegialidad: ver Lega, Carlo (op. cit.) cap. X, (167/180)

Ver art. Publicado por Dr. Humberto Alias D’Abate en Rev. Doctrina Jurídica (Año VI,
Nº 9) sobre el ejercicio de la abogacía y el Colegio de Abogados de Salta.

Constitucionalidad… ver fallo de Corte Suprema y C. Nac. De Apel en lo Contencioso


Administrativo Federal, Sala IV (texto completos) publicados en el Derecho, Tomo 119
págs. 274 y ss.

Ejercicio ilegal: ver leyes de colegiación provincial y nacional (Ley 23.187).

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9.2. Ver leyes de colegiación nacional y provincial.

9.3. Ver respectivas leyes de colegiación, y códs. De Ética vigentes (arts. Corres-
pondientes).

UNIDAD 10. DEONTOLOGÍA DE LA FUNCIÓN JUDICIAL

10.1. y 10.3. Trascendencia ética: Gómez Pérez, 113/132.

10.2. Estudiar mecanismos de las constituciones de la Nación y de la Provincia para


designación y destitución de magistrados.

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DIAGRAMA DE CONTENIDOS - UNIDAD I

Ubicación Epistemológica
Objeto y Método
en el saber jurídico

INTRODUCCIÓN
AL ESTUDIO
DE LA DISCIPLINA

Experiencia del Hecho


Nociones de
Moral

Elementos del Hecho Moral Etica


Dobleconstricción Moral
Esencia Deontología
Caracteres Moralidad
Ciencia moral

Deontología

Deontología Profesional
Deontología Jurídica

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PUNTO Nº 5 - GUÍA DE ESTUDIO

UNIDAD I
INTRODUCCION AL ESTUDIO DE LA DISCIPLINA

PRESENTACION DE LA UNIDAD

En apretada síntesis, nuestra asignatura comprende tres temas:

- el de los principios generales de la moral;


- el de la relación entre la moral y el orden jurídico positivo;
- y el de la ética profesional de la abogacía y demás oficios jurídicos.

Como puede observarse el criterio adoptado para el desarrollo de éstos contenidos,


va de lo general a lo particular, sirviendo el primer tema de fundamento de los siguien-
tes.

La vastedad del objeto de estudio hace necesaria la presente unidad, de carácter


introductorio, donde se estudian las nociones más elementales y los principales aspec-
tos epistemológicos que hacen a la materia.

La incorporación de Deontología Jurídica a los planes de estudio de la carrera de


abogacía ha sido promovida por dos vías diferentes; una de ellas, el interés de los
mismos profesionales del derecho, expresado en numerosos congresos y a través de
sus órganos de colegiación.

La otra vía es de origen académico, en virtud del "redescubrimiento" de que la cien-


cia jurídica es una ciencia práctica y como tal, se ordena a regular la praxis jurídica de
la sociedad, la que se manifiesta una abigarrada interrelación de conductas que tiene
por protagonistas a legisladores, jueces, funcionarios, pero fundamentalmente, al ciu-
dadano, quien es asistido en las situaciones más complejas por el abogado. Las con-
ductas jurídicas de todos ellos, en tanto que son actos humanos, tienen una dimen-
sión ética innegable y trascendente lo que justifica plenamente los estudios de Deonto-
logía Jurídica.

1.1. Noción de ética, moral y deontología.


Moralidad y ciencia moral

Los términos "moral" y "ética" son de significado equivalente, difiriendo sólo en su


etimología.

21
El Primero El Segundo
(Moral) (Etica)

proviene del proviene del


latín griego

MORES ETHOS

Designándose en ambos casos a la

COSTUMBRE

Los antiguos, no obstante, usualmente se referían con estos términos a las buenas
costumbres o costumbres virtuosas, que se convertían en reglas de conducta
ejemplares.

Es necesario, en esta instancia distinguir entre:

la moralidad
En tanto hecho que se verifica en la convivencia social, que posee
características específicas.

la ciencia
Que tiene por objeto de estudio esa realidad que es la moralidad.

la palabra
moral (o ética)
A la moralidad como hecho social
se refiere
A la ciencia que estudia ese fenómeno

22
La Moralidad

La más elemental de las experiencias nos pone en contacto con

El Hecho
éste se verifica
Moral

En la Interrelación En la Interioridad
social de las conciencias

Se manifiesta en juicios

de y
aprobación censura

propia
sobre la conducta humana
ajena

La moralidad es una dimensión propia del ser humano, referida a su obrar racional y
libre, siempre presente en su devenir histórico, aún en las sociedades más primitivas.
Por ello puede afirmarse la universalidad del hecho moral.

Existe un "sentido moral" en el común de las gentes, producto de un acto espontá-


neo de su razón práctica, con el que se formulan las normas morales que regulan los
actos humanos, entendiendo por tales, aquellos que son realizados con inteligencia y
voluntad.

El sentido moral, por ejemplo, nos hace ver lo erróneo de calificar (moralmente) una
persona por un acto realizado sin inteligencia (o advertencia) de su significado y sin
voluntad (o intención) de obtener su finalidad. Es más, cualquiera de los dos elementos
del acto humano que falten absolutamente (sea la advertencia, sea la intención) hace
que la calificación moral del agente "no tenga sentido".

Enseña Jacques Maritain (Lecciones de Filosofía Moral) que la experiencia moral


común nos da un conocimiento natural del bien. "Las gentes no aguardaron a la filosofía
para tener una moral", afirma este pensador.

23
De ésta capacidad de razonamiento natural, inescindible de la experiencia personal
y colectiva, se forman a lo largo de las generaciones "...las cosmovisiones, las "filoso-
fías" no fundamentadas ni sistemáticas de origen y patrimonio popular, con las cuales
se articula la cultura general de un pueblo". (Méndez, Julio, Filosofía del Derecho, Mod.
1). Como veremos en esta misma Unidad, la concepción moral usual de una comuni-
dad, que es parte inescindible de su cosmovisión, influye en mayor o menor medida, en
los juicios de conciencia de los hombres que la integran.

La reflexión científica del hecho moral toma como punto de partida las concepcio-
nes espontáneas del sentido moral y las formulaciones morales vigentes en una deter-
minada sociedad histórica.

A modo de ejemplo, la Ciencia Moral, siguiendo al sentido moral, formula las condi-
ciones de la moralidad; es decir, los requisitos para que un acto humano pueda ser
calificado moralmente:

Condiciones de la moralidad

A) Discernimiento o
adverntencia de B) Voluntad libre de
la significación realizar el acto.
del acto

- sólo con ambos requisitos -

tenemos un acto humano calificable moralmente

24
Actividad Nº 1

a) Dé ejemplos de concepciones provenientes del sentido moral común de las


gentes respecto de los siguientes temas: (formulados como preceptos morales)

a-1) Respecto de la palabra empeñada.


a-2) Respecto de la actividad de los jueces.
a-3) Respecto de los daños causados a otro con
discernimiento y voluntad.

b) De un ejemplo de actos humanos donde falta:

- el discernimiento (pero no la voluntad).

c) Otro, donde falta la voluntad (pero no el discernimiento).

25
Ciencia Moral

La ciencia moral fue definida de muy diferentes maneras por las distintas direccio-
nes del pensamiento filosófico.

La concepción sociológico - positivista la concibe como ciencia descriptiva.

considera a la moral como "la ciencia de las costumbres", entendiéndola como


una mera descripción de los hechos morales usuales de una sociedad
histórica determinada, negando la existencia de reglas morales permanentes a
las que el hombre deba adecuar su conducta.

Quienes, en cambio, conciben la ciencia moral como ciencia del deber ser,

afirman que ésta es "la ciencia de las leyes ideales de la actividad libre del
hombre", (Jolivet, Regis "Moral", Ed. Lohlé, Buenos Aires, 1966). Josef Pieper
nos aporta, sin contradecir la definición anterior, una perspectiva valiosa al
afirmar: "Asociamos al concepto de moral la idea de una doctrina del hacer y,
sobre todo, del no hacer, del poder y no poder, de lo mandado y lo prohibido.. La
primera enseñanza de Santo Tomás es que la Moral trata de la idea verdadera
del hombre, la idea del hombre bueno". (Las Virtudes Fundamentales; Ed. Rialp,
pág. 12). En consecuencia, para este autor, es la ciencia de las virtudes del
hombre, sin desconocer que la virtud consiste en obrar como es debido.

DEONTOLOGIA

Entendemos que el término más adecuado para designar a la ciencia que estudia el
fenómeno de la moralidad es "Deontología", el que expresa con mayor precisión el
concepto implicado.

Esta palabra proviene de los vocablos griegos.

DEI ON LOGOS
Deber Ser (ciencia, tratado)

Es decir ciencia o tratado del deber ser

De este modo, no hay lugar para considerar a la Deontología como una ciencia
descriptiva de las conductas usuales de una sociedad, sino que, deontología, siempre
hará referencia a la conducta debida, en razón del ser de las cosas. Aludirá necesa-
riamente a una ciencia normativa, que le propone al hombre las reglas de su obrar libre,
a fin de alcanzar su propio bien.

26
El concepto de Deontología es equivalente al de ciencia práctica, tanto en su nivel
filosófico como en el propiamente científico, tal como se expone en el siguiente punto.

1.2. Niveles del saber práctico. Principios generales


y partes especiales de la deontología.
Noción de deontología profesional y de deontología jurídica

Deontología es saber práctico

La misma opción por la palabra Deontología implica una definición inicial por la
capacidad de la inteligencia humana de conocer naturalmente la existencia de un bien
que es propio del hombre y, en consecuencia, de dirigir sus actos en orden a la efectiva
realización de dicho bien.

A diferencia de los demás seres del universo, la persona humana busca realizar su
propio bien en forma deliberada y consciente.

Lo antedicho nos pone en la perspectiva del tipo de conocimiento que corresponde a


la Deontología, el que se identifica con el del saber práctico.

Tradicionalmente se divide el saber en:

- Especulativo (o teórico): tiene por objeto el ser, en cuanto inteligible; es decir


en cuanto susceptible de ser conocido.

Esta modalidad del saber cumple con su finalidad cuando el ser es conocido tal cual
es; es "contemplado" en su propia realidad por la inteligencia en su función teórica.

- El saber Práctico, en cambio: tiene por objeto el ser en cuanto operable, es


decir en cuanto es pasible de la acción (u operación) humana; lo que significa
que este saber siempre tiene por fin dirigir (o regular) la acción, para lo cual
formula las normas (o preceptos) a los cuales debe ajustar su conducta.

Las reglas del obrar y del hacer

Pero las acciones libres del hombre comprenden un arco demasiado amplio. Desde
cocinar o armar una turbina, hasta dar la vida por la patria; desde pasear por el campo,
hasta asesinar por dinero. De allí que conviene distinguir los campos del hacer y del obrar y,
dentro de este último, el obrar calificable moralmente del que es moralmente indiferente.

Cuando el saber práctico regula - su propia perfección


la conducta de la persona en - el bien del prójimo
orden a - el bien social

nos encontramos en el ámbito del obrar humano, que es el de la ética.

27
En cambio, cuando dicho saber regula la producción de cosas, nos encontramos en
el ámbito del hacer del hombre, que es el de la técnica o arte.

En el primer caso, lo que se busca es el bien del hombre como tal, en el segundo -
haciendo abstracción de la perfección del hombre en sí- se busca la perfección de la
cosa producida. Por ejemplo, un técnico está desarrollando un software para posibilitar
una estafa al Fisco. Desde el punto de vista técnico (ámbito del hacer humano) el
producto (software) puede estar muy bien hecho, pero la conducta del agente contraria
a su propio bien y al bien social, será moralmente reprobable. Un ejemplo inverso: un
hijo se pone a arreglar la heladera de su casa, para evitar que sus padres gasten. Como
el chico no tiene conocimientos técnicos, su hacer es imperfecto, el producto es una
reparación defectuosa. Pero, sin dudas, su conducta es moralmente encomiable.

Si bien en la ciencia jurídica existe una técnica, un hacer que le es propio (de impor-
tancia fundamental); en virtud de los objetos más específicos de nuestra asignatura (la
dimensión moral del orden jurídico y la ética profesional del hombre de derecho):

Nos ocuparemos, en adelante, exclusivamente de esa forma del saber


práctico que es la que regula el obrar del hombre en pro de su perfección,
es decir, del conocimiento práctico ético.

En orden a lo expuesto, y recordando que todo saber práctico está referido a dirigir la
acción, y que hemos identificado a la Deontología con este saber, se distinguirán tres
niveles, que van de lo general a lo singular, y de lo abstracto a lo concreto.

a) FILOSOFIA PRACTICA O DEONTOLOGIA GENERAL

El nivel de la filosofía práctica (Deontología General) tiene por objeto dirigir la acción
pero en forma remota, a través de la formulación de los principios generales de la
actividad moral. Por su mismo carácter de saber práctico se ordena a dirigir la acción,
pero no para producir una acción en concreto, sino para analizar y determinar
conceptualmente la acción en sus principios más elementales. "...la filosofía moral
refiérese mucho más al fin de los actos morales que a los medios a emplear". (Jolivet,
op. cit., 32).

Toda la filosofía moral depende del principio supremo de la moralidad, "hay que
hacer el bien y evitar el mal", de donde este conocimiento también tiene por objeto
"buscar de despertar y activar el deseo del bien". Los principios generales de la mora-
lidad serán estudiados por la Parte General de la Deontología y serán el fundamento
del segundo nivel;

b) CIENCIAS PRACTICAS O DEONTOLOGIAS ESPECIALES

El segundo nivel del saber práctico es el que se da en las ciencias prácticas


(Deontologías Especiales). Este nivel tampoco tiene por fin producir efectivamente la

28
acción concreta, pero la estudia para determinar sus necesidades más inmediatas. En
este nivel del saber práctico se aplican los principios generales a un ámbito de la
conducta humana más circunscripto, tratando de llegar con mayor precisión a la reso-
lución de los problemas específicos que se plantean en dicho ámbito.

En este nivel del saber práctico se encuentran las partes especiales de la deontolo-
gía. Estas no son deontologías diferentes de la Deontología General, por cuanto esta
aporta los principios, que son universales, a las deontologías especiales. No obstante,
éstas son necesarias en virtud de que existen diversos ámbitos del obrar humano (la
política, la economía, la familia, la sexualidad, la profesión, etc.) donde se plantean
problemas específicos, que requieren una mayor aproximación para determinar las
reglas de conducta aplicables a un determinado orden de la actividad humana.

Una deontología especial, no es algo distinto de la deontología. "...Sin embargo, se


justifica, porque se trata de llegar con más detalle a situaciones específicas, concre-
tas..." que se presentan en la actividad de un abogado y no... de un ingeniero o un niño.

c) LA PRUDENCIA O SABER PERFECTAMENTE PRACTICO

El saber prudencial es el que se refiere a la producción de la acción en forma inme-


diata; es decir, tomada en su realidad existencial, con todas las circunstancias que la
definen como dato singular. Este es el saber perfectamente práctico, por su grado
máximo de concreción.

Esta realidad explica el instintivo rechazo por parte del sentido común de la gente,
hacia los juicios (sobre cuestiones de índole práctica) formulados por quienes tienen
estudios pero no experiencia. Ocurre en estos casos que, más allá de la mejor o peor
formación académica que posea el opinante, éste suele, por inexperiencia (o lo que es
lo mismo, falta de práctica) no tener el hábito (prudencia) de considerar y ponderar
debidamente todos los factores pertinentes que inciden en la realidad existencial, para
adoptar la mejor determinación posible en el marco de las circunstancias existentes. El
sentido común, en cambio, aprecia al hombre experimentado, dotado del hábito de la
prudencia.

Ciertamente que una buena formación en los niveles filosóficos y científicos de la


Deontología, favorecerán enormemente a quienes la posean en la resolución de sus
casos concretos. Pero la sola formación académica no reemplaza a la experiencia ni al
hábito de la prudencia.

Tomemos como ejemplo el ejercicio de la abogacía. Indudablemente el abogado que


posee una sólida formación filosófico jurídica (1er. nivel del saber práctico) y científica
(2º nivel del saber práctico) tendrá una buena base para empezar. Pero ésta, por sí
misma, no lo convertirá en un prudente del derecho (jurisprudente), no será en conse-
cuencia -todavía- un profesional con pericia. Y la actividad del profesional, precisamen-
te, consiste en saber dar al cliente el consejo jurídico que le conviene en el caso
concreto (3er. nivel del saber práctico). Y éste saber perfectamente práctico, sólo se

29
adquiere con el ejercicio de la virtud de la prudencia a lo largo de los años. Es decir,
mediante la experiencia!

Noción de Deontología Jurídica y Deontología Profesional

De acuerdo a lo expuesto, ambas serán sendas partes especiales de la Deontología,


que procurarán un saber práctico a nivel científico.

La primera estudiará la relación de la moral con el orden jurídico, que es primordial-


mente un orden de conductas, con el fin de formular las reglas éticas pertinentes a las
situaciones que en dicho orden se plantean en base a sus particularidades.

30
Actividad Nº 2

1) Explique el concepto de deontología.

2) Lea atentamente el siguiente ejemplo:

Para ejemplificar los tres niveles del saber práctico, tomemos una situación existencial
singular y concreta, que es donde el hombre debe tomar las decisiones adecuadas.

Un abogado, Fulano de Tal, debe decidir si acepta la defensa penal que su cliente le
está encomendando, sabiendo de antemano que éste es autor del hecho ilícito que se
le imputa. (Tráfico de estupefacientes)

Para ello tendrá en cuenta, quizás hasta sin meditarlo específicamente, como princi-
pios generales de la acción:

Querer obrar -en conciencia- de una manera justa y honesta, que sus actos tiendan
a su perfeccionamiento personal, que la administración de justicia sirva al bien común
a través de la vigencia del dar a cada uno lo suyo; etc. Como se observa, todos estos
principios se orientan hacia lo práctico, constituyen los lineamiento básicos del accio-
nar, pero son muy genéricos. Todavía Fulano de Tal -aunque está bien orientado- no
está en condiciones de resolver su caso concreto.

En una segunda instancia, nuestro colega realizará reflexiones y buscará reglas de


acción en el nivel de la Deontología Profesional del abogado, que se encaminan con
más detalle a casos como el que se le plantea. En primer lugar preceptuará que su
accionar debe ser coherente con la naturaleza de la profesión de abogar, que no es otra
que la de ser auxiliar de la justicia. No será desleal con su cliente, pero tampoco con
los magistrados. No estará dispuesto a valerse de medios ilícitos para obtener ventaja
para su defendido. Querrá que el proceso judicial sea el medio idóneo para hacer valer
los derechos. Ya, cada vez más cerca, considerará que toda persona tiene derecho a
ser juzgado por su juez natural y conforme a derecho; que en materia penal rige el
principio de inocencia, que la defensa en juicio del imputado de un delito es un principio
que hace a la vigencia de los derechos y garantías constitucionales y que por ende no
puede ser negado a nadie. Hasta aquí la deontología del abogado. Todavía le faltan
elementos de detalle que definen su caso como dato singular: y las circunstancias que
lo rodean con los principios y normas deontológicas, debe realizar -en conciencia- el
juicio prudencial.

La etapa que se describe a continuación no está en ningún libro porque no se puede


humanamente prever la totalidad de los casos que pueden plantearse. Los consejos de
los sabios, tan importantes siempre, no liberarán a Fulano de Tal de su propia respon-
sabilidad. En la soledad del juicio de su conciencia, deberá adoptar la decisión final. El
saber hallar la decisión adecuada constituirá el saber perfectamente práctico o saber
prudencial.

31
Pero, ¿cuál es el final de nuestro ejemplo? El final debe quedar abierto, porque se
encuentran implicados en esta última instancia multitud de elementos psicológicos,
sociológicos, personales, que impiden una conclusión necesaria.

Desde ya, que si el abogado se considera capacitado profesionalmente en derecho


penal y están dadas las condiciones para mantener su libertad de criterio y puede
atender con objetividad a su cliente (como se dijo antes, sin ser desleal a los magistra-
dos ni utilizar medios de defensa ilícitos), y más allá de que su cliente haya sido o no
culpable, considera que éste tiene derecho a la defensa en juicio como una exigencia
de nuestro Estado de Derecho, podrá en conciencia aceptar el caso.

Si por el contrario, el abogado -por ejemplo- se encontrara impresionado negativa-


mente por el accionar de su cliente y eso pudiese influir en desmedro de una defensa
objetiva de sus derechos, en conciencia debe rechazar el asunto. Como se advierte, en
nuestro ejemplo, según las circunstancias personales del abogado, se pueden tomar
distintas decisiones igualmente prudentes y éticamente buenas. ¡El caso es que cada
uno sepa tomar la suya!

3) Ejercicio: Tomando el ejemplo que antecede:

a) Defina el problema concreto a resolver.

b) Identifique en las etapas de decisión que plantea:

- la deontología general
- la deontología especial (jurídica y profesional)
- la prudencia

c) ¿Cuál sería su elección y por qué?

32
De modo análogo, la Deontología Profesional, considerará los problemas éticos co-
munes a todas las profesiones, y luego, enfocará los propios de cada profesión.

1.3. Objetivo y método

OBJETO

El objeto de nuestra asignatura está sintetizado en las tres partes sistemáticas con
que se integra el programa de estudios. En el Apéndice I de este módulo se incorpora la
comunicación presentada en el Congreso de Etica de la Abogacía de Rosario (Santa
Fe, 1993) "La enseñanza de la Deontología Jurídica en la Facultad de Ciencias Jurídi-
cas de la Universidad Católica de Salta (apuntes de una experiencia)".

Nos remitimos al atento examen de ambos documentos, que deberán consultarse


durante todo el curso.

TRABAJO A partir de la lectura del Apéndice 1, explique el


PRÁCTICO objeto de estudio de la deontología.

Método de la Deontología

La formulación y aplicación de las reglas de conducta requiere de un método com-


plejo; de cuatro etapas

Existe un momento inductivo (primera a tercer etapas) hasta la formulación de la


regla de conducta y un momento deductivo (cuarta etapa), que se encamina a la aplica-
ción de la norma al caso concreto.

a) Mediante la experiencia nos introducimos en el conocimiento del ser humano.


Sócrates, afirma Jolivet, tenía razón al hacer del "conócete a tí mismo" el funda-
mento de la moral. Pero por nuestros sentidos conocemos al hombre
existencialmente dado, en su historicidad. La experiencia del hombre histórico nos
pondrá en contacto con sus usos y costumbres, su derecho, su religión, sus
formas políticas, y "...en general, todas las condiciones de hecho, internas y ex-
ternas, de la vida moral del hombre" (Jolivet, op. cit., 35).

b) Todos estos aspectos relativos a la moralidad que surgen de la interioridad de la


persona y de su dimensión social, pasan a ser analizados en sus partes, relacio-
nados, sistematizados, de acuerdo al método de las ciencias descriptivas; con lo
cual tenemos -luego de la experiencia inicial- una etapa analítica. En esta etapa,
siguiendo a Jolivet, se emplea la vía de composición y de síntesis. "Se trata por
ellas de componer y concordar los múltiples y diversos factores que son a la vez
necesarios para la perfección del diagnóstico".

33
c) La Deontología, en tanto saber práctico, tiene una tercera etapa, racional-metafí-
sica, donde -habiéndose transitado por las etapas precedentes- el intelecto apli-
cado a lo real concreto capta, mediante la abstracción formal, esencias y natura-
lezas universales y necesarias. (Jolivet, ibid., 35).

Los principios y los conceptos universales, son captados de la realidad singular y


concreta por la razón mediante la abstracción, pero pertenecen a la metafísica. La
resultante, que es una regla de conducta en su máximo de generalidad, será la
guía de accionar concreto del hombre. Pero por su misma generalidad, éste deberá
aplicarla prudencialmente adaptada a las particulares circunstancias que le toca vivir;

d) Ya formulada la regla moral, tenemos el segundo momento empírico, puesto que


ésta regla se dirige necesariamente a lo operable, hacia lo concreto, ...de nuevo
estamos en el ámbito de la experiencia. Los deberes se cumplen en función de las
condiciones de hecho en las que el hombre desenvuelve su actividad (v.35).

Observamos que la experiencia interviene al principio y al final del proceso por el


cual se determina el deber ser.

1º Etapa EMPIRICA

2º Etapa ANALITICA Momento Inductivo

Aquí se formula el
3º Etapa RACIONAL precepto moral uni-
METAFISICA versal

Momento Deductivo
4º Etapa EMPIRICA

1.4. La experiencia del hecho moral

Ya nos hemos referido la moral como hecho (supra, Moralidad) y al papel que juega
la experiencia en la ciencia moral. Ahora, se sistematizará la experiencia del hecho
moral, partiendo de sus aspectos más evidentes, para luego analizar los elementos
que componen este fenómeno.

Con este tema comienza Jacques Leclercq su obra (cit.), expresando: "Entre los
hechos humanos existe uno y se llama moral, igual que la física es un hecho y la
matemática y la filosofía y la religión". Agregando a continuación: "Por encima de la
cuestión de saber si tal o tal moral es verdadera, o de saber cuál es la verdad moral,
...un hecho se impone: los hombres admiten una verdad moral, creen en ella, poco
importa que hayan o no reflexionado sobre ella".

34
"El hecho moral, es decir, el hecho de creer en una regla moral, es un hecho humano.
Donde quiera que encontramos hombres los encontramos en posesión de una moral...".

Moralidad y sociabilidad son notas inescindibles de la condición humana, de allí que


se ha dicho que el hombre es un ser constitutivamente ético y social.

1.4.1. Elementos del hecho moral

Desde el punto de vista de la conciencia moral "El hecho moral revela, si se lo


analiza, todo un complejo conjunto de elementos racionales (juicios), afectivos (senti-
mientos) y activos (voluntad)", sostiene Jolivet (op. cit., 10 y ss).

a) Elemento racional. La moral se manifiesta por imperativos, que se expresan en


preceptos ("no robarás, no debes retener el salario del trabajador...etc."). Antes del
obrar, en dependencia del precepto universal, la conciencia determina -mediante un
juicio- que tal acto concreto es bueno o malo, y que, en consecuencia, debe ser realiza-
do o evitado. Luego de realizado el acto, la conciencia vuelve a juzgar aprobando o
reprochando, según se haya cumplido o no con lo previamente determinado

b) Elemento afectivo. Antes de obrar, este elemento se manifiesta a través de los


sentimientos de afección al bien y repulsa al mal; de simpatía y admiración al que actúa
bien, de antipatía y menosprecio al que no lo hace. Después del acto, la conciencia
tiene los sentimientos de alegría y paz interior ante la buena obra o de tristeza, inquie-
tud, vergüenza, ante lo indebido.

c) Elemento activo. Consiste en la voluntad, manifestada por la disposición de los


medios idóneos para la ejecución del fin requerido (la obra en concreto).

1.4.2. La doble constricción

Por los elementos afectivos que integran el acto de la conciencia moral, descarta-
mos una "neutralidad" de la razón ante el deber impuesto por los preceptos morales.
Advertimos un doble condicionamiento, de naturaleza afectiva y racional. El que se da
desde la interioridad de la persona, que se encuentra comprometida ante sí para obrar
como es debido, porque se encuentra implicada su capacidad para la virtud, su perfeccio-
namiento como ser humano, y su autoestima; por eso la llamaremos constricción interior.

Pero también se da otro tipo de constricción, que llamaremos externa. Es innegable


el influjo que ejerce en la toma de decisiones la opinión de los demás. Existen persona-
lidades en las que éste es el factor primordial a considerar (el famoso "qué dirán...). En
ocasiones esta opinión es una verdadera presión. La Escuela Sociológica francesa
consideraba la presión social como el factor determinante en la formación del precepto
moral y en su correlativo acatamiento por el individuo. Esta posición extrema, que llega
implícitamente a anular la libertad personal, nos llama la atención sobre la realidad de

35
la constricción que ejercen los preceptos sociales, jurídicos, religiosos, etc. además
de los propiamente morales, sobre el juicio de la conciencia.

1.4.3. Esencia del Hecho Moral.

La presión exterior y los sentimientos propios de la constricción interior ¿anulan la


voluntad de la persona? existe en ellos un determinismo que provoca que el hombre no
pueda actuar de un modo distinto? La experiencia nos muestra la incidencia de los
sentimientos, de las pasiones y de lo social en el juicio de conciencia. Pero también
nos muestra la realidad del problema moral, del arduo discurrir los pro y los contras
que se dan en el juicio de conciencia, de las diferentes respuestas ante un mismo
problema de hombres en condiciones semejantes, donde de hecho se toman actitudes
completamente diferentes. La historia nos muestra los conformistas tanto como los
revolucionarios que atacan la moral usual de su época, a los que vencen sus senti-
mientos interiores y actúan "racionalmente" y a los que, más allá de lo que la razón les
aconseja, se dejan guiar por las pasiones.

Es que allí está el hombre, ante el problema moral. Sin duda limitado, pero
todavía capaz de hacer el esfuerzo, capaz de lograr la hazaña de obrar en
plena conciencia, es decir, con libertad para hacer el bien. Así puede decirse
que, con los condicionamientos propios de su historicidad y de su afectivi-
dad, es dueño de sus actos y responsable de sus consecuencias.

El sentido moral común nos muestra el absurdo de calificar moralmente a quien ha


obrado bajo una violencia física o moral capaz de anular completamente su voluntad.
Tampoco descalifica a quien sin culpa ni dolo ha producido un daño. La inteligencia y
voluntad, que son propias de la condición humana, hacen de la libertad y la responsa-
bilidad, presupuestos de la moralidad de los actos y a la dignidad de la persona, res-
pectivamente.

Dicho de otro modo, son morales aquellos actos humanos que el agente realiza con
advertencia y voluntad libre (materia) considerados desde el punto de vista de su
adecuación con la regla ideal de la conducta humana con el fin de alcanzar la perfec-
ción que le es propia (forma).

ESCENCIA DE LA
MORALIDAD

MATERIA Actos Humanos

FORMA Considerados desde la perspectiva de su adecuación


con la regla ideal de la conducta humana que lleve al
hombre a

SU PLENITUD

36
Actividad Nº 3

1) Elabore un esquema sobre las etapas del Método de la deontología.

2) A través de un ejemplo explique los elementos del hecho moral.

3) ¿Qué reflexión puede realizar del texto que se encuentra en negrita en pág. 40?

37
1.4.4. Caracteres del Hecho Moral. Especificidad y universalidad

Habiendo visto los elementos del hecho moral desde el punto de vista de la concien-
cia, la realidad de la doble constricción, y por fin, la esencia del hecho moral, en directa
relación con éste último punto, podemos sintetizar los caracteres esenciales de éste
fenómeno.

A) Especificidad. El hecho moral es irreductible a otros tipos de hechos humanos. La


conciencia moral es el núcleo de esta especificidad, en tanto que es capaz de
aprehender las normas morales generales y convertirse en legisladora del caso
particular y luego en juez "inapelable" de la moralidad del acto.

Esta doble función de legislador y juez de la conciencia es la razón de ser de la


responsabilidad del sujeto moral.

B) Universalidad. El hecho moral caracteriza a la humanidad, verificándose en todo


tiempo y lugar. Los hombres "siempre y en todas partes, han admitido la existen-
cia de valores morales, distintos de los valores materiales y se han sentido suje-
tos a leyes morales, distintas de las leyes físicas y que enuncian un ideal de
conducta". (Jolivet, op. cit., 11)

La universalidad de las nociones de bien moral y de mal es innegable. Tanto como el


hecho de que las costumbres evolucionan. Pero, siguiendo al Jolivet, no es la evolu-
ción de las costumbres la que explica la moralidad, sino ésta la que explica las
vicisitudes de la evolución moral de la humanidad.

1.5. Ubicación epistemológica en el saber jurídico

La Deontología Jurídica, como ya se expuso, es una parte especial de la Deontolo-


gía, por lo que debemos considerar a nuestra asignatura, en el marco del plan de
estudios de la carrera de abogacía, como una materia auxiliar y no como una materia
específicamente jurídica.

Ella es concurrente a la formación integral del estudiante en orden a la dimensión


ética de:

a) Las conductas que se verifican en la actividad jurídica; donde se plantea una


interrelación entre el orden moral y el orden jurídico.

b) La próxima actividad profesional del estudiante, que le planteará problemas éticos


comunes a todas las profesiones y específicos de la abogacía. De allí la necesi-
dad de estudiar la naturaleza de la profesión de abogar y de sus grandes líneas de
organización en nuestro sistema político.

38
1.5.1. Practicidad de la Ciencia Jurídica

El hombre, ser social por naturaleza, ha tenido conciencia, desde su más remoto
origen, del hecho jurídico. El fenómeno de lo jurídico es parte inseparable de la convivencia
social, siendo sus fines más evidentes, la ordenación de dicha convivencia hacia el bien
común y el dirimir los conflictos de intereses que se plantean entre sus integrantes.

En Roma asistimos al nacimiento de la "Iurisprudentia", como "ars boni et aequi" (el


arte de lo bueno y lo equitativo), destinada a favorecer la consecución de los fines
prácticos mencionados en el párrafo precedente. La prudencia de lo jurídico, desde su
ilustre origen, está ordenada en forma directa a regular la praxis jurídica de la sociedad
histórica en la que vive el "juris-prudente".

En la Modernidad, por diferentes vías, se tendió a concebir a la ciencia jurídica como


una ciencia teórica, propugnándose inclusive el razonamiento deductivo a partir de
principios, de acuerdo al método de las ciencias positivas (sean éstos principios los de
un Código de Derecho Natural a la manera racionalista; los de la Legislación a la
manera de la Escuela Exegética; o los de la Dogmática Jurídica a la manera de la
Jurisprudencia de Conceptos).

La culminación de esta tendencia es la concepción de una ciencia "pura" del dere-


cho, que deja de lado todo aspecto valorativo, sociológico o político. Los científicos del
derecho, dedicados a la teoría y a la metodología que le es propia, pierden de vista la
vida concreta -histórica- del derecho, y consecuentemente, los planes de estudio de
abogacía se estructuraron dejando de lado las materias que se refieren a aspectos
prácticos de lo jurídico, como lo es la Deontología Jurídica.

Contemporáneamente las concepciones teoricistas de la ciencia jurídica están en


crisis. Es que el desarrollo científico, a espaldas de la vida jurídica, tiende a encerrarse
en sí mismo y deja de servir a la sociedad. Se desarrolla (como lo cuenta graciosamente
Rudolf Ihering en "Bromas y Veras de la Jurisprudencia") una ciencia "de profesores"
divorciada de la práctica tribunalicia. Esta práctica, requiere ser "iluminada" por una
ciencia a su servicio a fin de coadyuvar a una plena prudencia de lo jurídico.

En la actualidad, los aspectos prácticos que hacen al derecho, como son los socioló-
gicos, éticos, metodológicos, etc. han sido revalorizados. Asistimos al renacimiento del
razonamiento tópico y hasta de la retórica desarrollados por los juristas de la antigüe-
dad, por adecuarse perfectamente a los requerimientos de la práctica del derecho.

Es coherente con esta dirección científica la inclusión en los planes de estudio de la


carrera de Abogacía de la Deontología Jurídica como nexo entre los estudios universi-
tarios (preponderantemente teóricos) y la próxima etapa del graduado, inmersa en la
praxis del derecho. En esta etapa el graduado se enfrentará a cuestionamientos éticos
provenientes de situaciones profesionales concretas y específicas, que requieren un
conocimiento previo de la normativa pertinente, pero sobre todo, la posesión de crite-
rios y hábitos de reflexión para dar las respuestas adecuadas.

39
1.5.2. Iniciativas desde el Ambito Profesional

Es digno de ser destacado que la inquietud por la enseñanza universitaria de nuestra


asignatura fue planteada, en primer lugar, desde los propios ámbitos profesionales a
través de sus entes de colegiación y de numerosos congresos.

Raúl Horacio Viñas, en su importante obra "Etica y Derecho de la Abogacía y


Procuración" reseña los hitos fundamentales de este movimiento en nuestro país, tras
citar antecedentes de la cultura universal a este respecto.

El primer código de ética profesional en nuestro país fue el del Colegio de Abogados
de Buenos Aires, institución que en el año 1918 adoptó como propias las Reglas de
Etica de la Asociación del Foro de Nueva York, empeñándose en la más amplia difusión
de éstas normas en todo el país. Debe destacarse que este Colegio es una asociación
civil de afiliación voluntaria, respondiendo la iniciativa de adoptar un código de ética al
impulso de los mismos profesionales colegiados. Llama la atención el hecho de la
"adopción" de las normas éticas de una asociación extranjera. En este aspecto debe
destacarse la tradición y prestigio de los colegios profesionales en la órbita cultural
anglosajona, la que se caracteriza por su pragmatismo. Es que en definitiva, la estricta
observancia de normas éticas en el ejercicio profesional, redunda en beneficio directo
de la profesión y en consecuencia, de los profesionales.

El tratamiento más sistematizado y profundo de la cuestión se dio en las Jornadas


de Etica de la Abogacía, realizadas en Rosario, Provincia de Santa Fe, en 1967. Las
conclusiones de la Comisión que trató específicamente el tema de la enseñanza de la
ética profesional, constituyen una adecuada síntesis del problema. Las mismas sirvie-
ron de referencia ineludible para la confección del programa de nuestra asignatura. Por
su trascendencia se incluyen las conclusiones como Apéndice II.

1.5.3. Realidad de la Inconducta Profesional

En las ya mencionadas Jornadas de Etica de la Abogacía de 1967 se trató extensa-


mente este punto. Los asistentes reconocieron entonces que las situaciones de
inconducta profesional se producen con relativa frecuencia y asumiendo a veces
singular gravedad. (Consultar Viñas, op. cit., 10 y ss.)

Este problema puede abordarse desde distintos puntos de vista:

A) El sociológico, donde el aspecto más relevante es la superpoblación de aboga-


dos, en un contexto de progresivo achicamiento de recursos y de sobrevaloración
social de lo económico.

B) El educativo, por la ausencia de conocimiento y reflexión, en la Universidad y en


las corporaciones profesionales, de las normas de ética profesional.

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C)El específicamente deontológico, por el relajamiento de la lealtad debida por el
profesional al cliente, a los magistrados y a la profesión.

Este último aspecto merece una reflexión aparte. ¿Existe una crisis moral de la
abogacía con caracteres de enfermedad terminal? En 1967 se coincidió en una
respuesta: los abogados participan de una crisis moral general de la sociedad, en la
que se verifica una subversión de los valores tradicionales. No es entonces el conjunto
de los abogados un grupo especialmente afectado de inmoralidad.

Esta respuesta es razonable, pero de ningún modo puede inducirnos al conformismo


o al quietismo. Como se verá durante el desarrollo de la asignatura, en los Estados de
Derecho, la Abogacía es una profesión "sistémica"; esto es, hace al mismo funciona-
miento del sistema. El sistema "lo pone" al abogado como un auxiliar necesario de la
Administración de Justicia; además, la compleja realidad social lo requiere como un
elemento de consulta ineludible.

Si tenemos en cuenta que la vigencia efectiva del Derecho es uno de los valores
más altos de la vida en sociedad, debemos concluir que las fallas éticas de los aboga-
dos, a quienes el sistema hace jugar un papel tan importante en este cometido, tienen
una repercusión social enorme. Dicho en otras palabras, en esta profesión, la ética,
cuando falta, "brilla por su ausencia".

Si la Abogacía es una suerte de ministerio social, si la vinculación con el cliente


excede la mera locación de servicios, si los Estudios Jurídicos no son ni pueden ser
empresas de comercio, lo es en virtud de un compromiso de esencial contenido
moral del abogado para con la sociedad, por lo que, rota la lealtad debida por parte
del abogado, se quiebra la misma razón de ser de la profesión.

Si admitimos que en esta sociedad "postmoderna" los valores económicos se consi-


deran como los más elevados, aún en detrimento de la ética, una profesión cuya esen-
cia es la ética, se verá afectada de raíz. En conclusión, se verá sumida en una crisis
terminal. ¿Se dirá que por el momento no aparecen vientos de reforma en el horizonte y
que, en consecuencia, la sociedad tendrá que aguantarse la crisis por mucho tiempo
más? Quizás. La decadencia de Bizancio se prolongó durante siglos, pero fue final-
mente liquidada, como un trámite administrativo, por el Imperio Otomano. ¿No es más
prudente desde ya plantearnos al menos la necesidad de reforma de la abogacía?

Si esta asignatura ayudara a crear una inquietud al respecto, sólo por eso se vería
justificada en los planes de estudio.

REMISIÓN A LOS APÉNDICES II, III Y IV

Al final de estos apéndices se encuentran, seudos ejercicios, a los que nos re-
mitimos.

41
42
APÉNDICE I

ÉTICA EN LA VIDA UNIVERSITARIA

LA ENSEÑANZA DE DEONTOLOGÍA
JURÍDICA EN LA

FACULTAD DE CIENCIAS
JURÍDICAS DE LA
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE SALTA

-Apuntes de una experiencia-

Ponencia presentada en el Congreso de Ética de la Abogacía,

Rosario (Santa Fe), noviembre de 1993

Dr. JOSÉ EDUARDO DURAND MENDIOROZ

43
44
RESUMEN

Expone sintéticamente el programa de enseñanza de la asignatura, el que se integra


con una unidad introductoria y diez unidades sistemáticas que se dividen en tres te-
mas: Deontología General, Deontología Jurídica y Deontología de las Profesiones Jurí-
dicas. Se incorpora como apéndice el programa de estudios que incluye bibliografía
elemental.

Se tratan brevemente cuestiones de importancia relativas a la enseñanza: la justifi-


cación de la asignatura como materia de grado y la motivación a los estudiantes; la
particular dificultad que plantea la docencia de Deontología General; la esencia intelec-
tual de la profesión de abogado y su proyección ética; y finalmente la necesidad del
tratamiento de la crisis de la Abogacía. Se enfatiza sobre la necesidad de la vigencia
concreta de las normas deontológicas.

La enseñanza de Deontología Jurídica


(Apuntes de una experiencia)

SUMARIO: I. Presentación. II. Lineamientos Generales del Programa. III. La Unidad


introductoria. IV. Deontología General. V. Deontología Jurídica. VI. Deontología Profe-
sional. La Abogacía como profesión liberal. VII. La crisis de la profesión.

I. La presente comunicación tiene por objeto presentar el programa de enseñanza


de Deontología Jurídica y compartir algunas reflexiones originadas en la experien-
cia de su docencia.

La asignatura integra los planes de estudio de la carrera de Abogacía como materia


de grado desde su primer plan de estudios. Se dicta durante el segundo semestre de
quinto año, dos horas semanales.

El autor se hizo cargo de la cátedra en el año 1986. La primera tarea que fue encara-
da consistió en la reforma del Programa de Estudios, por cuanto el vigente contempla-
ba solamente temas de Deontología profesional general, en el marco de una amplia
visión de aspectos históricos y planteos actuales del pensamiento moral universal.

II. El objeto de la reforma en la incorporación de contenidos de Deontología Jurídica


(en sus aspectos más genéricos) y de Deontología de las Profesiones Jurídicas,
en particular la Abogacía, incluyendo el estudio del Código de Etica de la Aboga-
cía vigente en Salta (ley 5.412 y mod.) y el de la colegiación de abogados en el
ámbito provincial.

Esta "juridización" del programa tuvo como doctrina básica la obra clásica en la
materia ("Etica y Derecho de la Abogacía y Procuración", Raúl H. Viñás, Ed. Pannedille,

45
1972) y las Primeras Jornadas de Etica de la Abogacía de Rosario de 1967, (editadas
por Depalma, 1970) cuya docencia -distante en el tiempo y en el espacio- merece el
sincero reconocimiento del autor.

El esquema finalmente quedó conformado (V. transcripción íntegra del Programa y


Bibliografía elemental en el Apéndice) por: A) una unidad de introducción al estudio de
la disciplina; B) diez unidades sistemáticas, divididas en tres temas: I. Deontología
General; II. Deontología Jurídica y III. Deontología de las Profesiones Jurídicas.

III. La Unidad introductoria se propone el planteo de tres aspectos. En primera lugar,


nada menos que explicar el porqué de la materia en el último año del plan de
estudios. El autor confiesa que este planteo persigue un fin "apologético". En
efecto, se trata de aventar el prejuicio originado en el pseudo utilitarismo que
inspira la clásica distinción que realiza el estudiante entre materias "codificadas"
-dignas de la mayor atención- y "culturales" -sospechadas de ser material de
relleno, sin utilidad práctica-.

En orden a lo expuesto, se enfatiza la dimensión práctica de la Ciencia Jurídica y de


las profesiones jurídicas, realidad que contrasta notoriamente con el perfil teórico de la
enseñanza universitaria (centrada mayormente en el conocimiento de leyes y concep-
tos). La asignatura se propone ser el nexo entre la última etapa del plan de estudios y el
comienzo de la praxis profesional, en lo que hace a graves e inminentes cuestiones de
su desempeño. En este aspecto es obvio, (baste la experiencia personal) el desconoci-
miento por parte de los estudiantes de multitud de aspectos muy importantes relativos
al ya no tan lejano ejercicio profesional. Es muy significativo destacar que la preocupa-
ción por la difusión de las normas de ética profesional y de su inclusión como materia
de grado no proviene de una especulación del ámbito académico sino de los Colegios
Profesionales y de los Congresos de abogados, como resultante de una necesidad
concreta (Cfr. Viñas, op. cit., pág. 6 y ss. y conclusiones del Tema I del 1er. Congreso
de Etica la Abogacía- Rosario, 1967).

La unidad en análisis se complementa con contenidos propiamente epistemológicos:


los conceptos -nominales- de Deontología, Etica y Moral y sus divisiones: General y
Especial (Profesional, Jurídica, etc.); objeto; método y nociones de moralidad y de
"hecho moral".

IV. La docencia de este contenido temático resulta insoslayable, si bien plantea es-
peciales dificultades. Maritain (Lecciones de Filosofía Moral, pág. 26) afirma que
"hay necesidad absoluta de recurrir a la metafísica si queremos justificar la vali-
dez real, objetiva de las normas y de los valores morales".

Coincidentemente, la conclusión IV (Tema I, Congr. Etica Rosario, 1967) expresa:


"La enseñanza de la ética de la abogacía debe comprender no sólo una deontología
profesional, sino también los principios éticos generales que fundamentan objetiva-
mente esa deontología".

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No obstante, lo que parece una exigencia lógica, ineludible en el ámbito universita-
rio, plantea serias dificultades en su concreción. En primer lugar la formación filosófica
del docente, abogado, quien carece por lo general de estudios sistemáticos de Filoso-
fía. Esta dificultad empero no debe convertirse en un obstáculo insalvable.

Al esfuerzo del estudio -aun a nivel elemental- de Filosofía Moral, deberá agregarse
el trabajo interdisciplinario. El asesoramiento y, si se quiere, la guía de los estudiosos
de la Filosofía. Pero además téngase presente la enseñanza del maestro francés citado
precedentemente en orden a que la Deontología o Ciencia Moral tiene su punto de
partida en la experiencia moral común que nos aporta un conocimiento natural del bien.
"Las gentes no aguardaron a la filosofía para tener una moral" (Maritain, op.cit.). En
definitiva no se trata de una ciencia crítica. El punto de partida de la reflexión filosófica
es la experiencia común. A partir de ella abogados y estudiantes de abogacía pueden
reflexionar en pos de la comprensión de los conceptos básicos de la Moral.

El segundo obstáculo que se plantea radica en la dificultad de cumplir con los objeti-
vos didácticos dentro de una disponibilidad de tiempo muy escasa, sin caer en una
enseñanza memorista y/o dogmática y por ende anti intelectual. Aún aumentando las
horas de enseñanza, la extensión y complejidad de los contenidos plantearán al profe-
sor el desafío de la síntesis y a los alumnos el de la contracción al estudio.

La tercera dificultad, muy relacionada con la anterior, consiste en la diversidad y


riqueza de matices en las posiciones acerca del fundamento de la moral. Un simple
resumen de las mismas transformaría a nuestra materia en una "Historia de la Moral".
Otro desafío: mostrar las principales direcciones del pensamiento moral (incluyendo la
dirección sociológica positivista que niega la existencia de las reglas morales y por
ende el carácter normativo de la Ciencia Moral) sin que esto implique una "neutralidad"
del docente. El autor considera en este aspecto que es conveniente desde el punto de
vista didáctico, además de honesto desde el punto de vista intelectual, plantear franca-
mente su posición al respecto y exponerla con una elemental sistematicidad. No como
imposición dogmática. No sin plantear la existencia de puntos controvertidos. Pero sí
proponiendo una respuesta, brindando un punto de partida y, esencialmente, demos-
trando una coherencia con sus convicciones intelectuales.

V. En este tema se tratan los puntos relativos a las ciencias morales y jurídicas,
desde lo general a lo particular: la relación entre moral y derecho y el planteo de la
obligatoriedad en conciencia de las leyes civiles. Luego es analizada la recepción
del concepto de moral en nuestro derecho positivo, fundamentalmente en el Dere-
cho Civil., a través de importantes institutos; haciéndose mención asimismo del
tratamiento de la materia en las leyes penales y procesales.

Resulta fundamental en este aspecto el análisis de jurisprudencia, la que refleja la


trascendencia de la cuestión moral en el plano de la praxis jurídica.

VI.Antes de abocarse al tratamiento de la naturaleza de la profesión de abogar y


otras afines, el programa plantea el concepto de profesión liberal. El uso corriente
de este término tiende a identificar la profesión así calificada como aquella que se

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ejerce sin relación de dependencia. Pero la búsqueda del sentido primogenio del
término aporta una concepción mucho más profunda, con importantes conse-
cuencias en el plano de la ética.

En efecto, el calificativo sobrevive a la clásica distinción entre "artes liberales" (que


se ejercitan mediante las facultades intelectuales) y "artes serviles" (donde lo especí-
fico radica en el esfuerzo físico). Distinción que denota una primacía o prelación del
trabajo intelectual y que implica en el marco de lo social una mayor responsabilidad por
el acto profesional.

Esta precisión no es de importancia menor. Un dato de la realidad, en continua


progresión, nos indica que el trabajo del abogado se desarrolla en proporciones cada
vez más significativas en relación de dependencia. Suele señalarse como francamente
minoritario el grupo de abogados que viven exclusivamente del ejercicio profesional sin
relación de dependencia. La relación de dependencia implica el cumplimiento por parte
del profesional de todas las obligaciones emergentes de la relación laboral. Ahora bien
¿el abogado tiene obligación jurídica y ética de seguir directivas del superior jerárquico
que contravengan lo que aquel en conciencia considera indebido desde el punto de
vista del ejercicio profesional? Indudablemente desde el punto de vista teórico la cues-
tión es de no fácil solución. Pero en la práctica es donde se plantean las situaciones
"límite" al profesional.

Desde otro punto de vista la respuesta puede ser más segura: el abogado en el
ejercicio profesional ¿se exculpa de responsabilidad ética, disciplinaria o legal por su
conducta indebida invocando "obediencia" a su principal? Evidentemente no. El ejerci-
cio profesional de quien por ley está equiparado a los magistrados y detenta la exclusi-
vidad de la defensa jurídica de la ciudadanía origina responsabilidades éticas y legales
indelegables e irrenunciables. Cuando dicho ejercicio se produce en ocasión del trabajo
dependiente, quien tiene habilitación e incumbencias profesionales reconocidas por la
comunidad no deja de tener como deber esencial ser auxiliar de la justicia, ante la
sociedad.

De allí que el empleador estará en su derecho de exigir las prestaciones propias de


la relación laboral (cumplimiento de horarios, funciones, etc.) y de darle orientaciones
generales razonables en pos de la mejor defensa de sus intereses. Pero no tiene dere-
cho a imponer criterios jurídicos contrarios a las convicciones del profesional, ni mu-
cho menos dar directivas que puedan afectar normas de responsabilidad profesional. A
modo de ejemplo: el empleador no puede ordenar la iniciación de juicios que por su
número o complejidad el abogado no está en condiciones de atender debidamente, o
que inicie una acción manifiestamente temeraria. Porque su responsabilidad personal
se mantiene tanto ante la Administración de Justicia como ante los tribunales de Ética
y Disciplina.

Aquí es donde toma plena vigencia el sentido de profesión liberal, entendida como
profesión intelectual: en lo específicamente intelectual no hay relación de dependencia.
El abogado sólo debe subordinarse, en este orden, a la evidencia de la verdad científica
y a la convicción de su conciencia.

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Este es el fundamento del estudio teórico práctico de las normas legales y ético
profesional, de la decencia de las leyes de colegiación, de la comprensión de la natura-
leza de la profesión de abogar, de la relación con el cliente, los colegas, la contraparte,
los magistrados y el colegio profesional.

VII.Hoy más que nunca es necesario el tratamiento en la cátedra de la crisis de la


abogacía. Pero ello en el contexto cultural en el que está inmersa. En el que
propone como modelo a la juventud a los "ricos y famosos".

En este marco parece ilusoria la tradicional caracterización del abogado como un


ser abnegado, ajeno al espíritu de lucro, defensor de los humildes frente a los podero-
sos, baluarte de las libertades de la gente. ¿No se pinta acaso al abogado como un
parásito social, partícipe de todo negocio, aún el más inmoral? ¿No es en la opinión
común el único beneficiario de la "omnilitigiosidad"?

El autor entiende que si todo es materia de litigio es porque existe una cultura donde
todo se puede comprar y todo se puede vender. Cultura que en tanto asimile -con la
complicidad de los propios abogados- el ejercicio de la profesión a una modalidad de la
actividad comercial, terminará destruyéndola en su esencia y degradándola socialmente.

Debe plantearse con toda crudeza que corresponde al conjunto de los colegas y a
los propios Colegios de Abogados no sólo la defensa de la esencia de la profesión sino
también la propuesta de su reforma en lo estructural y en lo funcional. Que el cumpli-
miento de las normas éticas no es un ideal inasequible que justifica el cinismo profesio-
nal, sino que es una ardua tarea, con caídas y levantadas, que desde cada caso con-
creto honra a la profesión y a quien la ejerce. Qué así cada uno construye la base del
prestigio profesional y personal, a pesar de que también exista la inconducta profesio-
nal. Que el correcto desempeño es la base necesaria del legítimo progreso económico,
aceptado por la sociedad. Y que en una época donde también se da una búsqueda de
ideales que justifiquen la existencia, el hombre- profesional puede decir que su lealtad
no se compra ni se vende.

Salta, Octubre de 1993

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APÉNDICE II

CONCLUSIONES

ETICA DE LA ABOGACÍA

PRIMERAS JORNADAS NACIONALES

ROSARIO, 12, 13 y 14 de Octubre de 1967

(Extractadas de las Actas de las Jornadas


editadas por Depalma, Buenos Aires, 1970)

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CONCLUSIONES DE LAS PRIMERAS JORNADAS
NACIONALES DE ÉTICA DE LA ABOGACÍA

TEMA PRIMERO

La enseñanza de la ética como misión de las Facultades o


Escuelas de Derecho

CONCLUSIÓN I: Debe incluirse en los planes de estudio de las Facultades o Escue-


las de Derecho de nuestras Universidades la enseñanza de la Etica de la Abogacía
(Etica Forense, Etica Profesional del Abogado, Deontología Jurídica), que integrará los
planes de estudio como materia autónoma, ubicada en la última etapa de la carrera con
el régimen común de promoción, o al menos como curso indispensable para la obten-
ción del título profesional. Además, debe impartirse en los comienzos de la carrera
enseñanzas de Etica general.

CONCLUSIÓN II: La Etica de la Abogacía enfoca, esencialmente, la dimensión mo-


ral de la actividad del hombre de derecho.

CONCLUSIÓN III: La enseñanza de la Etica de la Abogacía en nuestras Facultades


de Derecho, deberá inspirarse en el "ethos" acogido por la Constitución Nacional (Preám-
bulo y art. 19).

CONCLUSIÓN IV: La enseñanza de la Etica de la Abogacía debe comprender no


sólo una deontología profesional, sino también los principios éticos generales que fun-
damentan objetivamente esa deontología.

CONCLUSIÓN V: En el plano deontológico, deberán considerarse como contenido de


esta disciplina tanto las "Normas Jurídicas de Etica de la Abogacía", que fundan el
deber jurídico de obrar con ética, como las "Normas Morales de Etica de la Abogacía",
que fundan el deber ético en el obrar jurídico.

CONCLUSIÓN VI: La Etica de la Abogacía debe enseñarse con criterio más formati-
vo que informativo, enderezándose sobre todo a orientar rectamente la conciencia del
futuro abogado.

CONCLUSIÓN VII: La Etica de la Abogacía se enseñará con método-teórico-prácti-


co, integrándose la disertación con el diálogo acerca de casos concretos que ilustren
los problemas básicos de la existencia profesional y su correcto diagnóstico; conven-
drá acudir asimismo a los ejemplos extraídos de la historia de la abogacía, como
también a las indagaciones sociológicas sobre el estado actual de la profesión.

CONCLUSIÓN VIII: La inclusión de una materia autónoma sobre Etica de la Aboga-


cía en el plan de estudios de las Facultades y Escuelas de Derecho, no dispensa a las
demás cátedras de enfocar su objeto propio en sus implicancias y proyecciones éticas.

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CONCLUSIÓN IX: Dado el estrecho nexo entre la Etica y las disciplinas jurídicas,
urge el deber de comportamiento ético al profesor de Derecho en su desempeño como
tal, así en cuanto a la generosa consagración a su cátedra y en cuanto a la armonía
entre sus enseñanzas como maestro y su conducta como profesional.

CONCLUSIÓN X: El deber ético del profesor de Derecho de impartir a sus alumnos


una noción auténtica de su disciplina, supone una enseñanza dinámica que tome en
cuenta no sólo la norma jurídica sino también su inserción y perspectiva vitales, que se
mantenga permanentemente actualizada, que muestre a los alumnos la problemática
del acontecer jurídico, que forme en ellos un agudo sentido crítico para descubrir la
solución justa con base jurídico-científica y ética, y, en fin, que les inculque una honda
fe en el Derecho; en suma, el verdadero maestro de derecho enseñará no sólo normas
sino también experiencia y valores.

CONCLUSIÓN XI: La formación ética universitaria requiere que el medio mismo


donde el estudiante se desenvuelve, satisfaga condiciones morales: así, entre otras,
independencia de la Universidad respecto de los poderes del dinero, de la política y
demás factores extraños; actuación con auténtico sentido de función social; asegura-
miento de la libertad inherente a toda misión formativa y creadora, como asimismo
libertad de cátedras con sentido de esclarecimiento; ausencia de discriminaciones
arbitrarias para el acceso a los estudios y a la enseñanza; garantía para el ejercicio respon-
sable de la docencia y para la provisión de las cátedras por la propia Universidad mediante
métodos éticamente irreprochables; respeto de la autoridad y del orden disciplinario.

TEMA SEGUNDO

La ética en el ejercicio profesional de la Abogacía

CONCLUSIÓN I: La "crisis" que afecta a la sociedad, en cuanto en ella se gestan


transformaciones que definirán su carácter a corto o largo plazo, incide por reflejo
sobre los Abogados en cuanto son ellos también elementos sociales, pero sin configu-
rar una "crisis ética" de la profesión que tuviere rasgos independientes y particulares.

CONCLUSIÓN II: Existen sin embargo fallas que, en conjunto, no alcanzan a concre-
tar el carácter de una "crisis", y son las que dan asidero al juicio adverso expresado
con frecuencia.

CONCLUSIÓN III: Las fallas anotadas no afectan fundamentalmente a la abogacía


como institución integrante de nuestro sistema judicial, ni como profesión necesaria
para la defensa del derecho y la justicia.

CONCLUSIÓN IV: Por todo ello se impone una tarea de esclarecimiento, educación
y severa vigilancia de la actividad profesional, dirigida a la reafirmación de los princi-
pios éticos tradicionales y a la adecuación de métodos y procedimientos que favorez-
can al acatamiento de tales principios.

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CONCLUSIÓN V: Las formas más frecuentes de inconducta profesional, según re-
sulta de los antecedentes registrados en los Tribunales encargados de juzgar la actua-
ción de los abogados en el terreno de la disciplina y de la ética, y la observación del
medio, son:

1.- Negligencia en la atención de los asuntos; demora injustificada en el trámite de


los juicios.
2.- Ineficiencia en las tareas de patrocinio; falta de estilo en los escritos.
3.- Demora u omisión en rendir cuentas al cliente.
4.- Incumplimiento de los deberes de probidad y buena fe; expresiones ofensivas al
colega en la secuela del juicio.
5.- Inobservancia de los deberes de cortesía entre colegas en el pleito.
6.- Promoción de juicios innecesarios; no esforzarse en lograr la conciliación de las
partes en pugna; exagerar los montos de las demandas; realizar trámites inútiles
y articular incidentes inconducentes.
7.- Desviar las cuestiones civiles a la jurisdicción penal con propósito coactivo.
8.- Asociación con personas legas sin la debida delimitación de funciones y sin
asignar al letrado la categoría que le depara su condición de profesional universi-
tario. Publicidad de este tipo de asociaciones.
9.- No guardar en todos los actos de la vida privada y pública el decoro exigido por
la jerarquía profesional.

Esta ejemplificación es meramente enunciativa.

CONCLUSIÓN VI: Son causas de inconducta profesional:

De orden general.

Subjetivas:

1.- Ausencia de un severo sentido de responsabilidad profesional ínsito en la con-


ciencia moral del abogado.
2.- Insuficiente valoración de la abogacía como institución y profesión sustentadora
del Derecho y la Justicia, posición negativa ésta que obsta a la exigencia de una
conducta situada por encima del nivel moral de la generalidad.

Objetivas:

1.- Influencia de la crisis moral ambiente.


2.- Falta de una formación ética, tanto en el plano específico como en el general.
3.- Aislamiento de los nuevos egresados; dificultad de ambientación por falta de
conductos adecuados.
4.- Poco eficaz acción preventiva y represiva de las infracciones.

CONCLUSIÓN VII: Son causas de inconducta profesional:

De orden particular.

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1.- La ineficiente preparación jurídica y técnica frente a la expansión y complejidad
cada vez mayor del derecho positivo; la inadecuada organización de los bufetes y
una dinámica profesional determinada principalmente por prácticas tribunalicias
y procedimientos judiciales defectuosos por inactuales.
2.- Dificultad en lograr un mínimo de seguridad económica para el profesional y su
familia.

TECNICAS ADECUADAS PARA EL RESGUARDO DE LA ETICA EN EL EJERCI-


CIO PROFESIONAL

CONCLUSIÓN VIII: Debe propenderse a la codificación de normas de ética


uniformes.

CONCLUSIÓN IX: La potestad disciplinaria sobre los abogados debe atribuirse a los
pares de su jurisdicción, sean éstos abogados en ejercicio, profesores universitarios o
jueces, de acuerdo con lo que la ley establezca y organice en cada jurisdicción, con
recursos adecuados para ante el Poder Judicial, y sin perjuicio del ejercicio de esa
potestad por los tribunales judiciales en el respectivo proceso en que ellos conozcan.

CONCLUSIÓN X: Para el juzgamiento de las faltas de ética es conveniente arbitrar


un procedimiento simple, de naturaleza inquisitiva, que asegure suficientemente, por lo
demás, la audiencia y la prueba al imputado; y dotarse a los tribunales del personal y
elementos necesarios para su normal desenvolvimiento.

CONCLUSIÓN XI: Para que el Abogado llegue a cumplir integralmente su función


social cuando se hallare ante intereses encontrados, debe intentar y agotar los medios
convenientes para avenir a las partes en pugna aún en desmedro de una mayor retribu-
ción en caso de litigio. Por su alto ministerio y como factor regulador y de entendimien-
to humano, corresponde se halle cabalmente compenetrado de que la lucha ante el
tribunal no es rigurosamente necesaria ni ventajosa; ella ha de constituir la última
"ratio" y antes de acudir a los estrados de la justicia, tiene el ineludible deber de
conciliar.

CONCLUSIÓN XII: La adopción en las casas de justicia, de un ordenamiento más


racional, la modernización de las prácticas tradicionales, la incorporación de medios
técnicos adecuados para la recepción de los actos procesales, así como un mayor
decoro y dignidad de los ambientes de trabajo, tanto de los tribunales como de los
bufetes, crearán condiciones favorables al correcto comportamiento forense.

CONCLUSIÓN XIII: Los derechos procesales que se acuerden a los litigantes no


deben ser ejercidos por el abogado maliciosa o abusivamente.

CONCLUSIÓN XIV: Deben establecerse sistemas de previsión y asistencia para


abogados.

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TEMA TERCERO

La ética y la magistratura

CONCLUSIÓN I: El deber de ciencia intégrase: a) Con el conocimiento jurídico en su


doble proyección de ley y derecho vigente. b) Con el conocimiento extrajurídico aporta-
do por las ciencias auxiliares y la propia experiencia. c) Con el conocimiento acabado
del caso que se juzga y exterioriza en la decisión regularmente fundamentada.

CONCLUSIÓN II: La diligencia es un deber ético del juez en cuanto la Justicia tardía
no es Justicia. Sin embargo, no debe extremársela al punto que para su cumplimiento
se descuiden otros deberes esenciales como el de ciencia, constituyendo la prudencia
la cualidad fundamental que señalará el necesario equilibrio; sin perjuicio de que, sobre
la base de estadísticas, se deba limitar el número de causas a decidir. Así también, el
exigible deber de diligencia no puede justificar que con carácter general y en forma
automática se impongan sanciones que menoscaben la independencia del magistrado:
tal, entre otras, la pérdida de pleno derecho de la competencia.

CONCLUSIÓN III: Integra el deber del Juez de guardar decoro, la observancia de


una conducta intachable exteriorizada hasta en su porte personal, y la afirmación pron-
ta, con la serenidad que el cargo comporta, de su autoridad, a fin de que sea vista y
respetada.

CONCLUSIÓN IV: La independencia del juez es un deber ético cuyo cumplimiento


debe ser afianzado sólidamente por disposiciones constitucionales y legales, como
medio de permitir su actuación imparcial.

CONCLUSIÓN V: La imparcialidad del juez es también un deber ético a cuyo cumpli-


miento debe tenderse dentro de los límites humanos y razonables impuestos por los
principios superiores de Justicia y Equidad.

CONCLUSIÓN VI: Los deberes de lealtad, veracidad y respeto, obligan


específicamente a jueces, partes y demás intervinientes en el proceso, porque inte-
gran necesariamente la operación según la cual ha de concretarse en cada caso la
constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo, o acto singular de Justicia.

CONCLUSIÓN VII: El ideal de la sentencia justa es realizable en la medida que


jueces, partes y demás intervinientes en el proceso, mantengan un invariable y eleva-
do estado de conciencia que aprehenda la tarea judicial como la vía por excelencia
destinada a la investigación de la verdad y distribución de la Justicia -deber ser de las
partes y del juez- y, además, sobre el sentido trascendente de la función que cada cual
debe desempeñar según ello, pues el acto de Justicia tiende a asegurar la paz y, como
tal, repercute en la sociedad.

CONCLUSIÓN VIII: El cumplimiento de los deberes expresados requiere durante el


proceso la presencia activa del juez -no la meramente expectante-, quien debe ejercitar

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su potestad con máximo celo averiguando la verdad sin dejar puntos oscuros, confor-
me a los medios técnicos procesales pertinentes. Estos deben utilizarse con rapidez y
energía, pero con la permanente prudencia que han menester las determinaciones
judiciales para no lesionar otros derechos (v. gr., medidas para mejorar proveer, para
evitar nulidades, correcciones disciplinarias, etc.).

CONCLUSIÓN X: El acto decisorio de Justicia, cualquiera fuere su naturaleza, para


obtener satisfactoriamente su bien propio, requiere del juez un inmediato e inescindible
ajuste de su conducta a dichos principios éticos de lealtad y respeto con referencia al
sistema normativo, a las partes, y a los restantes intervinientes del proceso, y, ade-
más, con relación a sí mismo -pues el juez debe expresar en su pronunciamiento "todo
lo que debe pensar" -; deberes cuyo cumplimiento exigen también su valentía.

CONCLUSIÓN X: Los ordenamientos constitucionales deben incluir los principios


fundamentales tendientes a garantizar la conducta ética en la función judicial.

CONCLUSIÓN XI: El Poder Judicial debe estructurarse en los regímenes constitu-


cionales con independencia de los otros poderes estatales.

CONCLUSIÓN XII: En los ordenamientos constitucionales ha de constar que la


independencia del Poder Judicial debe ser garantizada por los poderes políticos del
Estado, a los cuales también corresponde prestar al órgano jurisdiccional la colabora-
ción necesaria para el cumplimiento de sus funciones.

CONCLUSION XIII: Los ordenamientos constitucionales deben excluir de su articu-


lado cláusulas que desvíen la función judicial de su cometido específico y la subordi-
nen -aparte la natural sumisión al derecho y a la ley- a cualquier interés ajeno a la
misma.

CONCLUSIÓN XIV: Para asegurar la efectiva independencia funcional de la magis-


tratura debe establecerse en los ordenamientos constitucionales la inamovilidad de los
magistrados judiciales en sus respectivos cargos, en cualquier circunstancia, mientras
no se encuentren en condiciones de acogerse a retiro; y que una vez obtenido éste se
asegure a aquéllos la vigencia del "status" que ostentaban durante su permanencia en
el cuerpo activo, o sea el reconocimiento de todos los derechos y garantías que man-
tiene el mismo.

CONCLUSIÓN XV: Los regímenes constitucionales deben asegurar la carrera judi-


cial mediante un sistema de designación y ascenso de los magistrados, basado en la
selección previa de los aspirantes a cargo de un órgano especial integrado por repre-
sentantes del Poder Judicial y las asociaciones de profesionales mediante concurso de
títulos, antecedentes y oposición, abierto a todos los interesados. Para los supuestos
de remoción se debe establecer un régimen de enjuiciamiento que garantice una com-
pleta y eficaz defensa del afectado. Hasta tanto se consagre en las normas constitucio-
nales la carreras judicial, la organización de ésta es indispensable y urgente. Con ello
se afianzará la efectiva independencia del Poder Judicial. La confección de listas o
temas que se propongan con el objeto de cubrir vacantes en la magistratura -sin orden

58
de prelación y previa consulta a los tribunales superiores y asociaciones de profesiona-
les-, deberá hacerse siempre respetando el principio de la publicidad de los actos de
gobierno, esencial en el sistema republicano.

CONCLUSIÓN XVI: Es conveniente la creación de un instituto de capacitación para


la judicatura que, dependiente de las facultades de derecho y cuyo cuerpo docente se
integre con magistrados en actividad o en retiro, tenga como objetivo la formación
profesional especializada de los aspirantes a la carrera judicial. Se estima pertinente
recomendar a los poderes públicos que, cualquiera fuere el régimen de designación de
los jueces y funcionarios, judiciales, sean oportunamente considerados los estudios de
capacitación del mencionado instituto como factor de idoneidad para los respectivos
nombramientos.

CONCLUSIÓN XVII: A los efectos de asegurar una efectiva independencia económi-


ca de la magistratura, los ordenamientos constitucionales deben garantizar a los jue-
ces una remuneración digna y acorde con las funciones que cumplen en la comunidad.
Tal remuneración no podrá disminuirse, y por la vía legal pertinente deberá actualizar-
se de acuerdo al costo de la vida, en forma que permita a los integrantes del órgano
judicial mantener un "status" digno y decoroso, compatible con la alta investidura que
ostentan, para cuyo objeto debe asegurarse la autarquía económica de los poderes
judiciales. Asimismo, el respeto de principios constitucionales de incuestionable vigen-
cia exige que deba contemplarse la posibilidad de adecuar automáticamente las remu-
neraciones de los magistrados de todo el país a los emolumentos reales percibidos
por los funcionarios de otros poderes del estado, por todo concepto, a fin de asegurar la
indudable preponderancia funcional que aquéllos deben mantener.

CONCLUSIÓN XVIII: Para asegurar la absoluta independencia actual y futura de los


magistrados en actividad, debe legislarse un régimen jubilatorio acorde con la alta
investidura de la función, previéndose en el mismo un monto idéntico al que percibe el
cuerpo activo y su adecuación automática permanente. A los fines de su inmediata
vigencia y hasta tanto se la contemple por vía legislativa, se hace necesario la crea-
ción de una caja -o cajas- compensadoras de regímenes jubilatorios en forma similar
a las existentes en otros poderes o entes autárquicos del Estado, con el objeto de
elevar al límite sugerido los montos jubilatorios correspondientes al cuerpo pasivo de
la magistratura.

CONCLUSIÓN XIX: Los ordenamientos constitucionales deberán asegurar a los ma-


gistrados judiciales determinados derechos vinculados con el desempeño de sus fun-
ciones (descanso, vacaciones, docencia, insusceptibilidad de traslado forzado, etc.),
sin que su enunciado implique la negación de otros derechos conexos, no violatorios de
la tarea que cumplen. Igualmente, los jueces deberán gozar de las inmunidades y
prerrogativas de los legisladores en cuanto fueren compatibles con su función específica.

CONCLUSIÓN XX: A los efectos de facilitar al magistrado el cumplimiento de sus


deberes de ciencia y diligencia, debe propenderse a la especialización según las mate-
rias y modos que indique la política legislativa en cada caso.

59
CONCLUSIÓN XXI: Corresponde a los tribunales de grado velar en las causas so-
metidas a su conocimiento por el debido respeto a la persona del juez y a los pronun-
ciamientos que sean objeto de recursos por ante el superior.

CONCLUSIÓN XXII: La efectiva independencia del magistrado judicial, así como la


mejor eficiencia en su desempeño, requieren la existencia de un cuerpo policial especí-
fico, subordinado y directamente vinculado a la función jurisdiccional (policía judicial).

CONCLUSIÓN XXIII: Como un medio más tendiente a los propósitos precedente-


mente señalados, estímase conveniente que en las distintas jurisdicciones del país se
adopten técnicas legislativas destinadas a mantener en actividad a los integrantes del
cuerpo pasivo de la magistratura, mediante su designación en las respectivas listas de
conjueces.

RECOMENDACIONES

Las primeras Jornadas Nacionales de Etica de la Abogacía,

RECOMIENDAN:

a) Transmitir a todas las Universidades Oficiales y Privadas de la República y de los


países hermanos de América, el deseo de estas Primeras Jornadas Nacionales
de Etica de la Abogacía, de realizar una coordinada e intensa labor de promoción
de la enseñanza y la práctica de la Etica en la total dimensión universitaria.

b) Propiciar un sistema de adecuación del egresado en el difícil tránsito desde la


formación universitaria al ambiente del foro, a cuyo fin se propugna un régimen
eficaz que evite toda ingerencia extraña a su finalidad específica.

c) La publicación de una revista internacional de Etica de la Abogacía.

d) La celebración periódica de reuniones similares.

e) Hacer saber a los poderes públicos las conclusiones aprobadas.

f) La creación de una Junta permanente para el cumplimiento de las recomendacio-


nes que anteceden como también para estimular las tareas de estudio y docu-
mentación sobre Etica de la Abogacía. Dicha Junta será elegida por la Comisión
Ejecutiva Central de las Jornadas, debiendo procurarse una adecuada represen-
tación de Universidades, Colegios Judiciales y Corporaciones de Abogados de la
República y del exterior.

60
Trabajo Práctico - Apéndice II

II-A) Lea todas las conclusiones correspondientes al Tema Primero (La enseñanza
de la Etica como misión de la Facultad o Escuelas de Derecho) e indique cuáles de
ellas se ven receptadas por nuestro programa de estudios, señalando a qué temas
de dicho programa corresponden.

II-B) Lea todas las conclusiones del Tema Segundo y dé su opinión personal sobre
las conclusiones I a IV.

Realice un cuadro sinóptico con las conclusiones V y VI.

II.C) Lea todas las conclusiones del Tema Tercero y relacione las conclusiones III y
IV con las XIV y XV.

61
62
APÉNDICE III

DOCTRINA
ACTOS JURÍDICOS

DE OBJETO INMORAL
EJERCICIO

(Del libro "Notas de Doctrina", Cuadernos


Universitarios, Salta 1992)

Dr. BENJAMIN PEREZ

63
64
TRÁFICO DE CLIENTELA
(Actos Jurídicos de Objeto Inmoral)

A fines del año 1990, declaraciones públicas de un dirigente sindical y entonces alto
funcionario nacional, causaron el rechazo moral de la sociedad argentina, lo que moti-
vó la redacción de esta nota, vinculada con el tema de los actos jurídicos de contenido
inmoral. o nos referiremos a las expresiones que descartaban la cultura del trabajo, de
gran repercusión pública, sino específicamente a las declaraciones vinculadas con la
participación de terceros no profesionales en los honorarios de los abogados, mediante
el aporte o tráfico de clientela, lo que resulta de interés fundamental para los abogados
por el marco ético que debe encuadrar el ejercicio de nuestra profesión y por invalidez
resultante de estas asociaciones de intereses.

Las manifestaciones del dirigente, en lo pertinente a esta nota, habrían sido las
siguiente: "El dirigente sindical no tiene necesidad de meter la mano en la lata, porque
la sola posibilidad de manejar una organización le posibilita tener otros ingresos de
estudios jurídicos y contables", agregando haber utilizado su condición de dirigente
sindical "para desviar juicios laborales a estudios jurídicos. Por eso cobran honorarios.
Y de esos honorarios tiene que dejar algo para el sindicato...". (Diario El Clarín, 22 de
Noviembre de 1990)

De acuerdo a lo dispuesto por el art. 953 Cód. Civ., la justicia puede invalidar un
acto, aunque no esté prohibido específicamente por ninguna ley, si su contenido afecta
las "buenas costumbres", expresión equivalente a moral de las costumbres o moral
pública, o sea, que el concepto se identifica con la moral. El art. 953 es una norma
jurídica de contenido fecundo, de la que echó mano la jurisprudencia para receptar
figuras jurídicas como el abuso del derecho, lesión, imprevisión, cuando todavía no
habían sido legisladas por la Ley 17.711/68. Como lo afirmaba Rezzónico es un princi-
pio genérico tutelar de la moral, pleno de posibilidades de aplicación, de proyecciones
incalculables sobre la validez de los actos jurídicos, que permite integrar el derecho
positivo con la ética, salvaguardando valores fundamentales de la sociedad.

Pero, ya en la aplicación concreta de la norma, cabe preguntarse ¿cómo puede un


juez determinar si un acto es moral o inmoral? ¿qué es la moral? Se trata de una noción
fluida, imprecisa. En nuestra cátedra nos sumamos a quienes sostienen un criterio
ecléctico para definirla, atendiendo por una parte a los principios superiores de la moral
cristiana, conocidos y practicados por nuestra comunidad; y por la otra al criterio so-
ciológico (moral media de un pueblo en un momento dado) ya que los jueces deben
amoldarse a los hábitos y creencias mutables del cuerpo social. A veces la moral
media de un pueblo en un momento dado, pleno de corrupción, no es útil para el juez,
quien de ser posible debe hacer jugar el concepto más absoluto y menos variable de la
moral cristiana; y en otras hipótesis, como la moral evoluciona en el curso del tiempo,
la moral cristiana puede resultar un concepto demasiado genérico para el caso concre-
to a resolverse, por lo que el juez echará mano del criterio sociológico, porque es
indudable que la moral cambia en las distintas épocas. La doctrina nos recuerda que en

65
un tiempo fue considerado inmoral el seguro de vida, el préstamo a interés, el contrato
de claque y hasta el combate de boxeo. En consecuencia, será el juez quien deberá
manejar estos criterios en cada caso particular. Planiol -citado por A. Castex- conside-
raba a la facultad otorgada por el art. 953 como "una de las más temibles de que están
investidos los jueces, ya que puede caer en manos de moralistas demasiado rígidos o
de espíritus sectarios". Es evidente que el juez no debe seguir el criterio de ciertos
grupos minoritarios fuertemente restrictivos especialmente para juzgar éticamente las
conductas juveniles que se apartan de un determinado "orden social establecido". Pero
a la inversa, el caso puede caer también en manos de jueces desaprensivos, livianos
en la exigencia de principios éticos, lo que puede resultar igualmente nocivo para la
moral pública.

Aplicando estos conceptos al caso que motiva esta nota, estimamos que el conve-
nio por el que se reconoce participación en los honorarios del abogado a quien le lleva
asuntos profesionales (y máxime si para ello aprovecha de su condición de dirigente
gremial), implica un acto jurídico de objeto inmoral y por lo tanto de nulidad absoluta
por vulnerar la estructura ética del orden jurídico.

Algunos autores enmarcan la situación en la figura llamada "venta de humo" o de


influencias, condenada por la moral. El origen de esta designación se encuentra en el
derecho romano, y según refiere Orgaz (L.L. 58-363), bajo el reinado de A. Severo, uno
de sus amigos, abusando de su vinculación con el emperador, vendía favores de éste.
El emperador lo supo, y condenó al impostor a morir ahogado por el humo de una pira
verde, mientras el pregón repetía en alta voz: "fumus punitur, qui fumus vendidit". El
vendedor de humo es un personaje influyente que vende su "cuña" y con el precio que
exige convierte en inmoral la actividad. Con la venta de influencia se alude generalmen-
te a contratos vinculados a la función pública, a obligaciones contraídas frente a un
funcionario para que realice o se abstenga de realizar un acto referente a su cargo,
aunque el concepto puede extenderse a quienes se aprovechan lucrativamente de sus
funciones gremiales para desviar u orientar la clientela a un determinado estudio jurídico.

El hecho de poner precio a la mera influencia personal en el sindicato, mediante la


cual se proporciona clientela a un abogado, es de por sí repugnante a las buenas
costumbres, pues el aporte del dirigente no traduce una cooperación real que dé efica-
cia a la responsabilidad del profesional; ni siquiera existe un trabajo personal para
conseguir la clientela, concentrada automáticamente en el sindicato. Así lo ha entendi-
do la jurisprudencia nacional desde antiguo, aplicando los arts. 953 y 1650 Cód. Civ. (J.
A. 36-43 con excelente nota de González Sabathé; 52-465 con nota crítica de F. Legón).

La singular posición tomada por Legón en el fallo citado precedentemente -que no


compartimos- se basa principalmente en que el pacto de clientela no estaba prohibido
y es bastante común, por lo que no sería inmoral, aplicando así con exclusividad el
criterio sociológico de la moral. Pero si bien estimamos que el juez no debe erigirse en
censor o maestro de costumbres, tampoco debe ser un mero fiscalizador de las cos-
tumbres ambientes, y resulta claro que la intromisión bastarda en los honorarios del
abogado, origina repulsa, por subvertir el mantenimiento de un orden ético. No porque
la corruptela tenga vigencia histórica debe ser aceptada, sino por el contrario, depurada.

66
Actualmente existe una razón legal -que no existía en la época de la nota de Legón -
en las leyes que reglamentan el ejercicio de la abogacía, las que desaprueban éticamente
la situación humillante del abogado que celebra un convenio con terceros no profesio-
nales, a fin de que éstos le proporcionen pleitos, para dividirse los honorarios.

La ley nacional 23.187/85 (art. 10) y el Código de Etica Nacional (art. 17) prohiben
utilizar gestores o intermediarios para captar clientes. En la Provincia de Salta, nuestro
excelente Código de Etica, contenido en la ley Nº 5412/79 que reglamenta el ejercicio
profesional de los abogados y procuradores en Salta, contempla específicamente el
caso al disponer en su art. 50 inc. b) que el profesional "no debe procurarse clientela
por medios incompatibles con la dignidad profesional, ni requerir a terceras personas o
intermediarios remunerados o no, para obtener asuntos", agregando en el inc. c) que
"tampoco puede celebrar contratos de sociedad profesional con personas que no sean
a su vez profesionales universitarios".

Es evidente entonces que no sólo por intrínsecas razones de orden moral, sino
también por expresas normas legales que excluyen de la especulación la representa-
ción de los litigantes, serán nulos los actos que impliquen el tráfico de clientela.

67
Trabajo Práctico - Apéndice III

El material que se transcribe en este apéndice está tomado de las "Notas de Doctri-
na (Derecho Civil - Parte General)" del Dr. Benjamín Pérez+, editadas por Biblioteca de
Textos Universitarios.

Desde ya queremos manifestarle al autor, distinguido profesor titular de Derecho


Civil Parte General, nuestro agradecimiento por su gentil autorización para la utiliza-
ción del capítulo "Tráfico de Clientela".

COMENTARIO

La nota de doctrina que integra este apéndice tiene las virtudes de la claridad y
concisión. Y el mérito de destacar, a partir de la descripción de una conducta profesio-
nal impropia, dos aspectos fundamentales que hacen a nuestro asignatura:

En primer lugar, en nuestro derecho positivo, el orden moral y el orden jurídico


están genéricamente relacionados por el art. 953 del Código Civil. Esta norma legal
de singular prudencia subordina la eficacia de todo acto jurídico a que su objeto no
sea contrario a la moral. Ello nos da pie a una conclusión importante: en nuestro
derecho lo moral es inescindible de lo jurídico.

El segundo aspecto que destacamos es la necesidad de la búsqueda del funda-


mento de la moral, esto es, ¿en virtud de qué criterio calificamos a un acto jurídico
como de objeto inmoral? Los abogados, ante un caso concreto, tienen que fundamentar
su posición y el juez, su Resolución. El autor admite que los criterios de la moral media
(moral usual en una determinada sociedad) y de los principios de la moral cristiana no
son autosuficientes. Aceptar aquellos, en épocas de generalizada corrupción, repug-
na el sentido moral. En cambio los principios de la moral cristiana, de suyo permanen-
tes, pueden resultar demasiado genéricos -y por ello insuficientes- para los requeri-
mientos concretos del devenir histórico.

En definitiva, la preponderancia de uno u otro criterio en el caso concreto, el autor lo


deja librado a la prudencia judicial. El abogado, obviamente, como consejero o como
patrocinante, también realiza su aporte prudencial en lo que se refiera determinar el
fundamento de la moralidad o inmoralidad de un acto jurídico en concreto. Pero tanto el
juez como el abogado ¿en base a qué criterios objetivos y demostrables racional-
mente van a fundamentar su juicio prudencial?

68
APORTE DE LA DEONTOLOGÍA JURÍDICA
En esta instancia es a nuestra asignatura a la que le corresponde dar una respuesta
precisa al interrogante planteado, por cuanto éste integra su específico objeto de estu-
dio. Los temas del fundamento de la moral, en general, y en consecuencia el de funda-
mentar la moralidad del objeto de los actos jurídicos, son propios de la Deontología
General y Jurídica, respectivamente. Si es el jurista (juez o abogado) quien -
prudencialmente- debe determinar la moralidad del objeto de un acto jurídico, es nece-
sario darle los instrumentos para que su juicio sea objetivo y debidamente funda-
mentado.

Coincidimos con el Dr. Benjamín Pérez+. Efectivamente, el juez y el abogado deben


tener presente la moral usual de la comunidad en la que viven; es más, la tendencia
moderna al respecto considera que el juez, al fundamentar su fallo, debe hacerlo
aceptable, debe demostrar a los justiciables (la comunidad) su razonabilidad y
equidad (Cfr. Perelman, Ch. La Lógica Jurídica y la Nueva Retórica, Ed. Civitas) ¿Cómo
hacerlo si se ignorasen los criterios morales del común?

Pero es cierto que a veces la moral media se deteriora y su servil aceptación, con
toda la comodidad que ello conlleva, no satisface la conciencia de quien debe involu-
crarse personalmente en un juicio de valor ¿cómo va a justificar racionalmente una
toma de posición fundada en una supuesta "moral usual", si su propia conciencia le
hace rechazar ese criterio? La moral media en ocasiones choca con el sentido moral
de una conciencia recta y hasta con la más elemental razonabilidad. Y en ello el Juez -
y en su función- el abogado, tienen una enorme e indelegable responsabilidad.

Vamos a un ejemplo: la moral en ocasiones tolera la coima como algo inevitable. Es


más "práctico" coimear al Agente de tránsito, al inspector, al funcionario, al político,
...al juez, que tomarse el trabajo de luchar en desventaja contra lo que parece algo
sólidamente establecido. Es más cómodo entrar por la variante (total, todos lo hacen)
que correr el riesgo que implica hacer bien las cosas. Pero este criterio evidentemen-
te irracional e inmoral (que en el fondo es expresión de resignación y, también, de
facilismo de los más débiles, ante el despotismo de los privilegiados) si además
de generalizarse y convertirse en una conducta admitida por la "moral media",
obtuviese por vía de su reconocimiento formal por parte de abogados y jueces, la
calidad de conducta "consagrada", ya sería prácticamente irreversible la instala-
ción de la injusticia en esa sociedad. ¡Porque precisamente los llamados a ende-
rezar lo torcido, afirman que lo torcido es derecho!

Adviértese la responsabilidad que les cabe al magistrado y al abogado en la desarti-


culación de uno de los fundamentos de la convivencia, cual es el principio de igual-
dad ante la ley (que es el que se ve afectado por la coima). La sociedad en tal caso,
se encuentra en la anomia y al borde de la quiebra de la convivencia.

A los jueces italianos a cargo de las investigaciones conocidas como operación


"mani pulite" ¿no les hubiese resultado más cómodo "interpretar" la corrupción imperante
como moral usual, admitida y/o tolerada por todo el arco social, a fin de moderar el

69
rigor de la ley? En ese caso, ¿quién hubiese hecho, dentro del orden legal, lo que
dejaban de hacer los jueces?

En conclusión, existen principios morales y jurídicos permanentes desde los cuales


se califica a las costumbre imperantes y que precisamente el jurista no puede desco-
nocer, aunque parezcan desconocidos por la moral usual. El hacerlo, implica un aban-
dono de su misión social y de sus responsabilidades.

Y esta conclusión nos da pie a realizar una precisión respecto de lo que el autor
conceptúa como "principios de la moral cristiana". Esta denominación tiene la virtud de
aludir inequívocamente a criterios de acción permanentes prescriptos por la moral
cristiana y, por ende, conocidos por nuestra comunidad. Pero ¿en función de qué título
pueden ser impuestos a los creyentes de otras religiones, o a los no creyentes?

Creemos necesario, sin perjuicio de compartir en lo personal los principios de la


moral cristiana, que el jurista fundamente su juicio moral en la razón natural y que
sea el criterio de evidencia y no el de autoridad el que guíe dicha fundamentación.
Encontramos adecuada a tal fin la tradicional doctrina iusfilosófica -en todo compatible
con la moral cristiana- de la existencia de principios morales y jurídicos ínsitos en
la naturaleza del hombre, que la razón es capaz de conocer, a fin de enderezar sus
actos a su propio bien. (Este tema se trata sistemáticamente en las unidades 2 y 3).
En este orden, los principios de finalidad y de funcionalidad, se adecuan perfectamente
a las necesidades de una demostración racional.

En lo que respecta a la objeción de desactualización o imprevisión que habitualmen-


te se formula a todo conjunto de principios permanentes, la admitimos parcialmente.
Los principios morales naturales, que tradicionalmente se llamaron "ley natural", son
permanentes en la medida que se originan en la naturaleza humana. Pero el devenir
histórico del hombre, lo sitúa a éste ante renovados desafíos, ante situaciones impre-
vistas, y hasta impensables poco tiempo atrás. En consecuencia, las recetas del pasa-
do no sirven.

Podemos superar la aparente contradicción de este planteo, del siguiente modo. Los
principios son nada más (y nada menos) que líneas directrices, muy genéricas, de la
acción del hombre, quien situado en las transformaciones del devenir histórico, los
conoce, interpreta y aplica en función de las complejas circunstancias que le toca
vivir. Puede -y debe- adaptar estos principios a su situación existencial, pero lo que no
puede ni debe es no tenerlos en cuenta o directamente contradecirlos; ello bajo pena de
obrar contra sí mismo. Entonces, lo que se desactualiza, se pasa de moda o se hace
anacrónico, es una aplicación del principio, pero no el principio en que se basó
esa aplicación. Lo que es novedoso, es la situación acaecida, pero no la esencia
del hombre.

Este concepto nos sirve para moderar o precisar lo dicho anteriormente respecto a
que el juez no puede convalidar en conciencia aquella moral usual que choca con los
preceptos morales permanentes que su razón le muestra. No quisimos otorgarle un
papel de super hombre, ni de censor de las costumbres. Como se dijo, los principios

70
son nada más que líneas de acción muy genéricas, que son especificadas en cada
circunstancia histórica por el sentido moral común. Ese sentido moral común que es el
punto de partida de toda reflexión científica en moral y que expresa la cosmovisión de
la cultura que lo sustenta. La primera actitud del jurista ante la moral usual del sentido
común debe ser de respeto. Sólo cuando -por las circunstancias que fueren- la moral
usual transgrede algún principio permanente, el jurista, acompañando a la pru-
dencia con la virtud de la fortaleza, tendrá que erigirse en crítico.

3.A) EJERCICIO: de la atenta lectura del texto:

a) Transcriba la parte medular de las declaraciones del dirigente en lo pertinen-


te a la nota.

b) ¿Cuáles son los parámetros que definen el criterio ecléctico del autor para
dilucidar la moralidad de un acto jurídico?

c) ¿Cuál es el fundamento del autor para concluir que el pago de comisiones a


terceros no profesionales a cambio de que éstos proporcionen clientela al
abogado es un acto jurídico de objeto inmoral?

3.B) Respecto del COMENTARIO:

a) Busque en un diccionario o enciclopedia de ciencias sociales y jurídicas


el concepto de "anomia"

b) Busque en un diccionario filosófico el concepto de "argumento de autoridad"


y relaciónelo con lo que en el comentario se dice al respecto.

c) Explique en qué consiste el aporte específico de la Deontología Jurídica en


la dilucidación de la moralidad del objeto de los actos jurídicos.

71
72
APÉNDICE IV

DECALOGO DEL ABOGADO

ANGEL OSSORIO Y GALLARDO

EJERCICIOS

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74
DECÁLOGO DEL ABOGADO

DE ÁNGEL OSSORIO Y GALLARDO

I. No pases por encima de un estado de tu conciencia.

II. No afectes una convicción que no tengas.

III. No te rindas ante la popularidad ni adules a la tiranía.

IV. Piensa siempre que tú eres para el cliente y no el cliente para ti.

V. No procures nunca en los tribunales ser más que los magistrados, pero no
consientas ser menos.

VI. Ten fe en la razón que es lo que en general prevalece.

VII. Pon la moral por encima de las leyes.

VIII. Aprecia como el mejor de los textos el sentido común.

IX. Procura la paz como el mayor de los triunfos.

X. Busca siempre la justicia por el camino de la sinceridad y sin otras armas que
las de tu saber.

75
Trabajo Práctico - Apéndice IV

Consulte el libro de este autor "El Alma de la Toga" (es un clásico de la literatura
jurídica, tiene varias ediciones), en los capítulos "Quién es abogado" y "La indepen-
dencia" y relacione sus conceptos con los contenidos en los mandamientos transcriptos
precedentemente.

76
INTRODUCCIÓN AL MÓDULO I - Parte 2

El presente módulo comprende los temas I y II del Programa de Estudio. A diferencia


del primer módulo, que comprende la parte introductoria de la asignatura, de carácter
predominantemente expositivo, el presente adoptará en lo principal el estilo de una guía
de lectura de textos y de ejercitaciones prácticas.

Ello en virtud de que el estudiante obtendrá un mayor beneficio consultando obras de


autores especializados en Deontología General (Tema I) y realizando por sí mismo el
esfuerzo de la síntesis.

En lo que respecta al Tema II (Deontología Jurídica) la tarea se dirigirá a consultar


diversos autores de asignaturas ya conocidas, así como a trabajar con legislación y
jurisprudencia relacionada con los contenidos del Tema. El objeto pedagógico de esto
radica en la necesidad de que el estudiante relacione e integre en su saber jurídico
las referencias que el Derecho Positivo y, más precisamente, la práctica jurídica, reali-
zan constantemente a lo moral.

Esta relación de base entre Moral y Derecho que continuamente se


manifiesta en la legislación y en la jurisprudencia, no puede ser
soslayada en los estudios universitarios, so pena de que el egresado
se enfrente, inerme, con una realidad mucho más rica y compleja
de lo que le fuera señalado por una cultura libresca y desvinculada
de la vida concreta del Derecho.

77
78
UNIDAD II

I.2. Principales líneas acerca del fundamento de la moral

Como ya vimos, el fenómeno de la moralidad es connatural al hombre a lo largo de


su devenir histórico. Y tal fenómeno se manifiesta principalmente en juicios de aproba-
ción o censura sobre la conducta libre del hombre. Dicho juicio puede ser realizado
tanto en forma previa como posterior al acto en cuestión. Además, una persona puede
juzgar su propia conducta como asimismo juzgar la conducta ajena.

Tampoco es ajeno a nuestra experiencia vital el que la conducta de los otros pueda
ser juzgada moralmente; en la intimidad de nuestra conciencia hasta en pública
exposición.

Hasta aquí, nos limitamos a verificar el hecho del juicio moral sobre las conductas
propias y ajenas. Pero, cuando yo me juzgo a mi mismo o cuando participo en una
discusión acerca de la conducta de otro...

¿En virtud de qué criterio, pauta, o principio me baso para fundamentar mi


juicio?

¿Cómo obtengo los principios que fundamentan el juicio moral?

Con estas cuestiones ingresamos de lleno en el tema del fundamento de la moral.

Es un hecho que todos decimos que determinadas conductas son buenas y que
otras, en cambio, son malas. El asunto a develar es POR QUÉ, CON QUÉ FUNDA-
MENTOS, decimos que son buenas o malas.

Precisemos un poco más la cuestión acerca del fundamento de la moral en dos


preguntas:

¿Existe un bien moral objetivo capaz de servir de fundamento a los preceptos


morales?

En caso afirmativo: ¿de qué modo podemos conocer ese bien moral objetivo?,

El pensamiento humano ha formulado las más diversas respuestas a estos interro-


gantes a lo largo de la historia. En la Unidad que estamos estudiando hemos seleccio-
nado entre las principales, tres grandes «direcciones» doctrinarias.

79
Actividad Nº 4

REMISIÓN A LA BIBLIOGRAFÍA

Vamos a utilizar como texto de consulta la obra de Jacques Leclercq (v/ Bibliografía
Básica) «LAS GRANDES LINEAS DE LA FILOSOFIA MORAL. Este autor trata el
tema con una amplitud mucho mayor que la que exige el programa. Por ello va-
mos a tomar de su texto sólo tres direcciones principales de permanente vigen-
cia, sin por ello entender que hemos agotado las variantes posibles.

Recordemos la pregunta clave:

* ¿existe un bien moral objetivo en el que se puedan fundamentar las reglas


morales?

Agrupamos las posibles respuestas en tres grandes direcciones del pensamiento


humano, recurriendo al siguiente esquema y consignando entre paréntesis el número
de las página correspondientes de la obra de Leclercq (tomamos la tercera edición, Ed.
Gredos, Madrid).

A) RESPUESTAS NEGATIVAS: DIRECCION SOCIOLOGICO POSITIVISTA:

Actitud escéptica (52/54)


Relativismo contemporáneo (54/57)
Positivismo Sociológico (57/62)
Crítica (65/73)

1. EMPIRICAS
B) RESPUESTAS POSITIVAS:
2. RACIONALES

B.1) EL EMPIRISMO: DIRECCION UTILITARISTA

EJEMPLOS: Hedonismo, Eudemonismo (83/89).


Utilitarismo Moderno (Bentham, 89/103)

B.2) MORALES RACIONALES: DIRECCION DEL REALISMO MORAL.

EJEMPLO: Moral Cristiana (194/202).

80
I.2.1. Dirección sociológico positivista

Vamos a encontrar un antecedente de la moderna concepción «sociológico-positi-


vista» en los antiguos pensadores escépticos. En todas las épocas se ha verificado la
existencia de actitudes, más que doctrinas, de corte escéptico, respecto de la capaci-
dad de la razón para conocer y formular reglas de conducta de validez universal. Dicha
actitud se manifiesta cíclicamente en todas las culturas.

81
Actividad Nº 5

Recurra a Leclercq (52/57) y de la lectura del texto, responda los siguientes interro-
gantes:

1) ¿Por qué el autor caracteriza al escepticismo como una tendencia del pensamien-
to, más que como una doctrina o sistema?

2) ¿Esta tendencia intelectual tiene vigencia en nuestro tiempo? Fundamente la res-


puesta y aporte tres ejemplos.

82
El positivismo sociológico

Continuamos con la exposición de Leclercq desde la página 57 hasta la 62.


Encontramos tres hitos en esta escuela:

1. La fundación del positivismo por Augusto Comte.

2. La recepción del positivismo en la Ciencia Moral (Levy-Brühl) entendida como


"ciencia de las costumbres".

3. La Sociología absorbe la Ciencia Moral (Durkheim)

83
Actividad Nº 6

A partir de la lectura señalada, responder las siguientes preguntas:

1. ¿Cuál es el objeto de estudio de la Ciencia de las Costumbres?, ¿está es caracte-


rizada como ciencia normativa o descriptiva?

2. Para el autor (Leclercq) ¿qué hecho moral de fundamental importancia no recibe


adecuado tratamiento en la escuela sociológico positivista?

3. ¿Qué aspecto rescata el autor como aporte de esta Dirección a la Ciencia Moral?
¿Qué crítica le realiza desde el punto de vista de la autonomía de la conciencia
del hombre?

84
I.2.2. Dirección utilitarista. Las morales empíricas

Luego de estudiar la posición precedente que niega la existencia de un bien moral


objetivo y, por ende, de reglas morales permanentes, vamos a ver dos doctrinas o
mejor dicho, dos líneas doctrinarias, que dan una respuesta positiva, en cuenta a la
existencia de dicho bien. No obstante, las diferencias radicarán en la fundamentación
de los respectivos sistemas.

La línea doctrinaria que vemos en este punto del programa, el utilitarismo, está
clasificada dentro de las morales empíricas, en tanto que la del realismo moral, lo está
entre las racionales.

¿Qué significa una «moral empírica»?

Sabemos que en griego «empireia» significa "experiencia". Calificamos como empí-


rica a una doctrina moral que obtiene sus principios y, por ende, basa sus conclusio-
nes, solamente en los datos aportados por la experiencia sensible del hombre. Es
importante recalcar que para esta posición la experiencia sensible, a la que la persona
accede por sus sentidos externos, es la única fuente de conocimiento de la realidad
y a la vez el límite de la reflexión científica: todo aquello que no es susceptible de
verificación positiva (empírica) no puede ser objeto de ciencia.

Integran las morales empíricas las morales altruistas y las morales de la


espontaneidad pero, no obstante, aquí nos limitaremos a estudiar las morales utilitarias.

85
Actividad Nº 7

DEL UTILITARISMO EN GENERAL. ANTECEDENTES.

De la lectura del texto, a partir de la pág. 82:

Responda:

1. ¿Porqué el autor sostiene que la moral utilitarista es la más elemental?

2. ¿Cómo podemos caracterizar al más importante sistema utilitarista de la antigüe-


dad?

3. Haga una síntesis de la posición de Bentham. ¿Encuentra que tiene actualidad?


¿Puede dar un ejemplo -contemporáneo- de políticas utilitaristas en el plano de
las relaciones internacionales?

4. ¿Qué crítica de Levy Brühl le cabe al utilitarismo en su versión moderna? ¿Qué


contradicción -señalada por Leclercq- no consigue superar en el plano teórico?

86
I.2.3. Las morales racionales

DIRECCIÓN DEL REALISMO MORAL.

«Las morales racionales buscan su fundamento, no en un hecho de experiencia, sino


en un principio racional», enseña Leclercq (op. cit. pág. 128). Dicho principio supone el
reconocimiento de que existe una realidad externa que incluye al hombre, a la que
necesariamente debe atenerse y de la que el espíritu debe extraer -racionalmente,
claro está-, los principios con arreglo a los cuales debe desenvolver su conducta.

En esta categoría agrupamos a la moral de Kant, las morales monistas y la moral


cristiana, que estudiaremos bajo la denominación filosófica de «realismo moral».

2.3. El realismo moral

Para esta dirección doctrinaria, que identificamos con los lineamientos generales de
la moral cristiana, el objeto de la Filosofía Moral o Deontología consiste ....

Recurrimos entonces a Leclercq, a partir de la pág. 205, donde realiza el «enfoque»


de la cuestión del fundamento de la moral.

87
Actividad Nº 8

EL BIEN EN GENERAL. NATURALEZA Y FINALIDAD. BIEN ÚTIL Y BIEN HONESTO.

Siguiendo con este autor, a partir de la pág. 209 hasta la 220, se desarrolla el pre-
sente punto.

De su exposición, debemos retener con claridad y responder:

1) ¿En qué sentido se pueden hacer juicios de bien y de mal sobre todas las cosas?

2) ¿Qué relación existe entre la naturaleza de un ser y su finalidad?

3) ¿Qué relación existe entre la perfección de un ser y el cumplimiento de su finali-


dad propia?

4) ¿Por qué todo ser es bueno en sí mismo en la medida que es lo que es?

5) ¿Cuál es el concepto de mal? ¿Por qué no existe el mal en sí mismo, sino que
solamente se lo concibe en el plano de lo útil?

88
EL BIEN MORAL

Hasta aquí se viene desarrollando el tema del bien en general. ¿A partir de qué dato
se comienza a especificar el bien como moral?

Este dato es el de la libertad del hombre.

89
Actividad Nº 9

Recurrimos a Leclercq desde la pág. 246 a 249.

Luego, a modo de colofón, el autor realiza la caracterización de bien moral desde la


pág. 266 hasta la 269.

Responder: ¿En qué se diferencia el bien útil del bien honesto (o entitativo). Y éste
¿en qué se diferencia del bien moral?

90
2.4. Aportes y críticas de las doctrinas.
Puntos en que están de acuerdo

Durante la exposición del autor que consultamos como bibliografía fundamental fue-
ron realizados comentarios relacionando las diversas direcciones. Es ahora donde los
tendremos presente.

Entre las páginas 194 y 202 Leclercq expone al respecto las coincidencias que se
verifican en la historia entre las morales positivas; es decir, entre las morales vigentes
en un determinado lugar y tiempo histórico.

En tal sentido, se enfatiza el «redescubrimiento» del «sentido moral» que la filosofía


escolástica denominó sindéresis (etimológicamente significa «comprensión»). Esto úl-
timo será tratado con mayor extensión en el punto 3.1.

En el próximo punto intentaremos un resumen de los contenidos de esta Unidad, con


aportes de otros autores; lo que, de ninguna manera debe hacer obviar la lectura y
comprensión de la obra de Leclercq.

2.5. Resumen de los contenidos de la Unidad II

LA CUESTION DEL FUNDAMENTO DE LA DEONTOLOGÍA

La pregunta acerca del fundamento de la Deontología, esto es, cuál es la razón por
la que determinada conducta es moral (o buena) y por lo tanto merece nuestra aproba-
ción o, por el contrario, es inmoral (o mala) y se hace acreedora de nuestra censura,
hace a una cuestión esencial de nuestra Ciencia y, ciertamente, la más debatida.

Siguiendo las enseñanzas de Jacques Leclercq (Las Grandes Líneas de la Filosofía


Moral, Ed. Gredos, Madrid, 3ª ed.), vamos a exponer, en apretada síntesis, tres de las
principales posturas acerca del fundamento de la Moral.

A) NEGACIÓN DE LA REGLA MORAL

Esta actitud, que básicamente consiste en el desconocimiento de la existencia de


normas morales objetivas, susceptibles de ser expuestas racionalmente, es conside-
rada por Leclercq un elemento permanente de la Filosofía Moral, que suele darse en
civilizaciones envejecidas luego del auge de un periodo racionalista. Así, por ejemplo
se verificó en China, en la India, en Grecia y, a juzgar por la vigencia con que cuenta en
la actualidad, podemos inferir que se trata de una actitud propia del periodo histórico
que nos toca vivir.

91
En Occidente la actitud negatoria de la existencia de una regla moral tiene como
ilustre antecedente el de los escépticos griegos, continuándose en la Modernidad bajo
la genérica denominación de «relativismo». Y éste, más que en un sistema filosófico,
consiste en una actitud que «impregna profundamente todo el pensamiento y la literatu-
ra contemporáneos», al decir de Leclercq.

Para esta actitud intelectual, las cosas no tienen un valor objetivo: su valor lo crean
las circunstancias, los intereses, la consideración social. Como reza el aforismo popu-
lar: «en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es cuestión del color del
cristal con que se mira».

La dirección Positivista-Sociológica, cuyos orígenes modernos se remontan a Au-


gusto Comte, parte del principio fundamental de atenerse solo a los «hechos»; consi-
derando tales, solamente a los susceptibles de ser captados por los sentidos y capa-
ces de ser sometidos a una verificación cuantitativa. Los demás hechos son reducidos
a los anteriores o sencillamente negados.

El Positivismo "comteano", partiendo del hecho así entendido, encuentra "lo diverso
en las culturas en lo que respecta a la moralidad y pone el énfasis en tales diferencias.
Se le resta valor, en cambios a lo que las morales positivas tienen en común. Se
infiriere que no existe una naturaleza humana uniforme, de allí que no hay principios o
reglas de obrar aplicables y exigibles a todos.

Levy-Bruhl (1857-1939), en ésta dirección, publicó «La moral y la Ciencia de las


Costumbres» donde manifiesta que la eticidad es un conjunto de normas y valores
concretos que pertenecen de modo natural a cada situación histórica y a cada grupo
social. «La moral, pues, no es absoluta, sino relativa, ya que tiene un ámbito, un
"milieu", determinado y especifico y sólo dentro de él se constituye como absoluta
eticidad...»

Emile Durkheim (1858-1917) por su parte pone el énfasis en los sociológico: el


hecho moral es puramente social. «Los hechos sociales no pueden reducirse a los
individuales puesto que hay modos de pensar, de actuar, de sentir, externos al indivi-
duo. Lo definitorio es, pues, la presión o coacción social de los fenómenos sociales
colectivos cuyas raíces son las creencias y las prácticas del grupo social. Los indivi-
duos las ejecutan repetidamente y sin saber...»

Jacques Maritain (Lecciones Fundamentales de la Filosofía Moral) explica la postura


positivista como una reacción al esquema kantiano, donde existe una escisión total
entre el mundo de la moralidad y el mundo de la naturaleza; el bien moral en conse-
cuencia no tiene fundamento en la realidad extramental sino en la universalidad de la
«razón pura práctica», de la cual debe ser deducido el contenido de la moral.

Se ha criticado como inconsistente al Positivismo Sociológico en razón de que un


auténtico análisis descriptivo de la realidad revela la existencia el «hecho moral» con
carácter imperativo sobre las conciencias. El ser racional, entonces, debe preguntarse
acerca del valor de esta experiencia y si ésta responde a una realidad. «Pero mientras

92
que para nosotros el hecho moral suscita el problema moral, los positivistas se niegan
a estudiarlo. Y así parecen poco coherentes con sus propias posturas puesto que el
problema moral es también un hecho» (Leclercq, op. cit.)

A su turno, Maritain (op. cit.) refuta la postura en estudio del siguiente modo: «...el
sociologismo se destruye a si mismo en cuanto que ninguna sociedad puede vivir sin
una cierta base común de convicciones morales... Cuando los miembros de las socie-
dades hayan sido suficientemente ilustrados (por el Positivismo Sociológico) para to-
mar conciencia de estas «verdades científicas», en ese momento se volverán cons-
cientes de la total relatividad y de la total falta de objetividad racional de toda
convicción moral, de suerte que en ese momento una de las condiciones indispensa-
bles para la vida social se habrá desvanecido. En otros términos, el Sociologismo
habrá destruido su propio objeto».

DIRECCIÓN UTILITARISTA

A diferencia de las posturas negatorias de la existencia de una regla moral, las


doctrinas englobadas dentro de la dirección utilitarista buscan algún principio regulador
de la acción, siendo el denominador común de estas doctrinas, frecuentemente unidas
a concepciones materialistas, el principio de utilidad.

La más elemental y a la vez antigua manifestación de este principio es la moral del


placer, entendido en ocasiones como placer sensible; tal la doctrina griega del hedonis-
mo, encaminada a fundar la regla del obrar humano en el goce de lo inmediato.

No obstante, no todas las manifestaciones de esta dirección del pensamiento son


tan poco refinadas y tan sencillas. Una importante tradición que se remonta a Epicuro
identifica al placer espiritual, «el placer en reposo» como el más intenso, iniciando una
búsqueda de la calidad del placer pero entendiendo que todos, en última instancia, son
reducibles a sensaciones.

Esta corriente de pensamiento entra en la Edad Media en una especie de letargo en


virtud de la influencia predominante del Cristianismo, siendo «redescubierta» en el
siglo XVI a través de la reivindicación de la Filosofía de Epicuro efectuada por el
francés Gassendi. No obstante, al decir de Leclercq, la patria del moderno utilitarismo
es por excelencia, Inglaterra. «Existe, al parecer, una correspondencia espontánea
entre el espíritu utilitario y el genio inglés».

«Toda la atmósfera social de la isla -continúa Leclercq- diríase impregnada de utilita-


rismo. No bien desembarcamos, nos sentimos ganados por un espíritu de limpieza
moral y de cordialidad que no se inspiran en un motivo más elevado que el interés bien
entendido» ... «esta convicción de que el respeto de las exigencias de la regla moral
«...constituye la condición de la felicidad de todos y de cada uno, se transparenta a
cada momento en mil detalles de la vida.» «Moral ésta que no es muy elevada, ...que
se compagina con algunas formas a veces muy pronunciadas de cinismo -el inglés, en
ciertas circunstancias, no se recatará de obrar con una inmoralidad brutal, cuando así

93
lo exija un interés suficientemente grave-, pero que, en la vida corriente, confiere a la
vida pública una atmósfera netamente superior a la de otros pueblos...»

Es el inglés Jeremías Bentham (1738-1832) el que formula con mayor consistencia


la doctrina utilitarista, obteniendo una trascendencia que domina el siglo XIX desde el
Imperio Británico.

Bentham parte de la premisa de que la naturaleza ha puesto al hombre ante el placer


y el dolor, de allí que la primera regla moral es buscar el placer y evitar el dolor (la
regla del interés). El fundamento de esta regla es el egoísmo, el cual es perfectamente
compatible con el altruismo, en virtud de que el acto de ayuda al prójimo reporta placer
por la autoestima que produce. Si cada hombre obtuviera el máximo de utilidad perso-
nal, la humanidad llegaría a la suprema felicidad. Del mismo modo el egoísmo, bien
entendido, se compatibiliza con las exigencias de una convivencia armónica con los
demás; así «un acto inmoral es un falso cálculo de utilidad personal»

La función de la Ciencia Moral, en consecuencia, es establecer las reglas de estima-


ción del placer. Bentham llegó a sistematizar una «aritmética moral» como criterio de
conducción en la vida: lo útil es lo que aumenta el placer y disminuye el dolor; todo el
problema moral consiste en aumentar el placer y disminuir el dolor.

Al sistema de Bentham se aplican directamente los reproches que Levy-Bruhl dirige


a las morales tradicionales -escribe Leclercq- «...que... se enrolan todas en la práctica
en las morales corrientes de su medio social». Es que Bentham no piensa en discutir la
moral práctica admitida en su tiempo, siendo, en ese sentido, un pre-positivista, puesto
que no se plantea a fondo el tema del fundamento de la regla moral.

Finalmente, el utilitarismo no logra conciliar con fundamento el egoísmo con el al-


truismo y, en el plano social, el interés individual con el interés general. «El utilitarismo
puede llevarnos a prestar servicios a nuestros semejantes en la medida en que encon-
tramos en este servicio nuestro interés,... El utilitarista hará sin duda algunos peque-
ños sacrificios, cuando estos pueden granjearle una simpatía cuyas ventajas sobrepa-
san los inconvenientes en que consiente; pero el utilitarista no se entrega... jamás se
convencerá a nadie de que deba dejarse matar por la patria únicamente por interés...»
(Leclercq, op. cit.)

Finalmente debemos concluir que el utilitarismo es insuficiente para explicar el amor


o el sacrificio ambos problemas centrales de la Deontología.

El realismo filosófico

OBJETO DE LA FILOSOFÍA MORAL O DEONTOLOGÍA: consiste esencialmente


en buscar o proponer una regla de acción que permita realizar al hombre (algo difícil
de precisar) que llamamos «bien», su bien, mediante el cual realiza su perfección y
alcanza su felicidad. El eje de la discusión de la Filosofía Moral es el problema del bien.

94
EL BIEN EN GENERAL: debemos consignar, en primer lugar, que el juicio de bien y
de mal no se aplica solamente a los actos humanos: se aplica a todas las cosas. Así,
calificamos a un lápiz, a un perro, a una piedra, a un alimento, a una sombra, etc. como
buenos o malos.

Observemos que el calificativo depende del fin que le asignamos o que cumple esa
cosa. Hasta tal punto es importante la referencia al fin, que sería imposible calificar
cualquier cosa si ignoramos para que sirve (es decir, si ignoramos su finalidad). En
consecuencia, un juicio de bien implica un juicio de finalidad.

Asimismo podemos advertir que una cosa realiza o cumple en mayor o menor medi-
da con su finalidad. Y a aquella que la cumple totalmente la consideramos perfecta. Es
decir, que se da una gradación o jerarquía de bien en función de que la cosa cumpla en
mayor o menor medida con su finalidad.

Por ejemplo; vamos a calificar un caballo en función de la finalidad a la que está


destinado. (porque esta puede ser diversa: el tiro, la carrera, el salto, el polo, el trabajo,
etc.). Consideremos, por ejemplo: un equino en su aptitud para el trabajo del campo
(es decir, para cumplir con tal finalidad, que requiere de suyo condiciones distintas de
las demás). En tal sentido, calificamos al de nuestro ejemplo, como bueno. Pero tene-
mos otro que es mejor (siempre en relación con el fin perseguido). Y el vecino tiene otro
que calificamos como perfecto (realiza perfectamente bien su tarea, cumple totalmente
con su finalidad). Con ello demostramos que existe una gradación o jerarquía de bien.

Debe tenerse presente que conocer el fin de una cosa implica conocer su naturale-
za, entendiendo por tal «el conjunto de caracteres que determina un ser en sí mismo,
de suerte que, si le faltare uno de esos caracteres, cesaría de ser el mismo ser; son,
pues, estos, los caracteres necesarios del ser, lo que en el lenguaje de la filosofía
tradicional se llama esencia.» (Leclercq, op. cit., pág. 211). En consonancia, Jolivet
enseña que el fin y el bien son una misma cosa; el fin y el bien de un ser son
función de su naturaleza.

Tengamos presente ahora que todo ser, en la medida que es, realiza bien aún con
deficiencias. Es decir, aun cuando un determinado ser sea imperfecto, realiza, al me-
nos su propia esencia (si no, sería otra cosa), aún que sea en mínima medida. Y en esa
mínima medida entonces realiza su propia perfección. En consecuencia, todo ser, con-
siderado en sí mismo es bueno.

La Filosofía Tradicional distingue entre el bien honesto (el bien propio del ser consi-
derado en sí) y el bien útil (que se predica de un ser subordinado a otro; por ejemplo,
cuando mencionamos «un buen lápiz», «un buen caballo», lo hacemos, no consideran-
do estos seres en sí mismos, sino en función de la utilidad que a nosotros nos repor-
tan. Estos seres, subordinados a nuestros propios fines, son calificados como buenos
o malos en función de la utilidad que nos deparan y no considerados en sí mismos.

95
En cambio, no existe el mal en sí mismo. El mal es un desorden; radica en la ausen-
cia de un elemento que debería estar o presencia de un elemento que no debería estar
o en la falta de proporción entre varios elementos.

BIEN ONTOLÓGICO

Es el del ser considerado en sí mismo. Todos los seres tienen una finalidad que les
es propia, que deviene de su propia esencia. Tienen en consecuencia un bien objetivo.
Es decir, que existe como bien en la realidad, con independencia de la intervención de
nuestra subjetividad.

BIEN MORAL

Solo podemos hablar de bien moral respecto del ser racional puesto que aquel no es
otra cosa distinta del bien ontológico, pero realizado libre y reflexivamente.

Veamos la relación existente, en la autorizada palabra del filósofo Georges Kalinowski:


«Como el de todo ente, el bien ontológico del hombre es su propio ser, más precisa-
mente la existencia actual de la plenitud de su naturaleza humana definida por su
esencia... Pero si el bien ontológico, cuando se trata de un ente privado de razón, sigue
siendo eso que es (bien ontológico), en el hombre se transforma en un bien moral.

El bien moral tiene una particular trascendencia puesto que, al ser el objeto propio
de la acción libre del hombre, es la fuente de los valores propiamente humanos: «todo
el valor propiamente humano del hombre radica en el uso que hace de su libre albe-
drío» (Leclercq).

BIEN Y FELICIDAD

El deseo de felicidad es «primario, fundamental, instintivo.» Aristóteles (cit. por


Leclercq) consideraba que «Preguntar a uno por que quiere gozar constituye una pre-
gunta que no se plantea, pues el goce es una de las cosas que se buscan por sí
mismas.»

No obstante, no debe confundirse bien con felicidad. Esta es «el estado subjetivo del
hombre que ha alcanzado su fin.» «Es el estado que colma todo deseo» (Sto. Tomás).

Solo el bien es fin; la felicidad es un resultado en el espíritu.


Esta es subjetiva; aquel es objetivo.

96
Deontología y obligación

El deber, que muchas veces ha sido considerado el aspecto prioritario de la Ciencia


Moral, es en realidad un aspecto secundario y subordinado. Es que la obligación moral
o deber tiene como fundamento el orden esencial de las cosas, en virtud del cual existe
una conexión necesaria entre tal o cual acto y el bien. El deber aparece en todo acto
moral en dependencia del bien.

Síntesis de la doctrina del realismo

La noción fundamental y esencial de la Deontología es la


de bien. La Moral, como ciencia del deber ser, o Deontolo-
gía, es la ciencia del bien del hombre.

97
98
UNIDAD III

CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA DEONTOLOGÍA

Presentación

En continuidad con la percepción espontánea del ser y del bien que le es propio, de
la que es capaz el intelecto humano, su sentido moral (sindéresis) le lleva a formular
con carácter preceptivo (obligatorio) los principios del orden práctico o moral. Tradicio-
nalmente la formulación de estos principios recibió el nombre de "ley natural" o "ley
moral natural".

Conviene en este punto, tener presente el concepto de virtud moral y la noción de las
virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

Arribamos entonces al gran tema de la conciencia moral. Su naturaleza es la de un


juicio prudencial que realiza el intelecto práctico sobre la bondad de un acto. Este punto
se relaciona en forma inmediata con los anteriores: los principios del orden moral (o ley
moral natural) forman el conjunto de convicciones morales básicas de la persona que
sirven de fundamento del juicio moral. Asimismo, el juicio moral es realizado por el
hombre, con el concurso de sus virtudes; la prudencia, pues se trata de un juicio
prudencial (determinar lo debido concreto); la justicia, pues se trata de querer lo bueno
y lo justo; la fortaleza y la templanza, por constituir el soporte antropológico para la
rectitud del juicio.

Finalmente, se analiza con mayor detalle, siguiendo a Gómez Pérez, (v. Bibliog.)
algunos aspectos específicos, como los estados de la conciencia, las condiciones y
condicionamientos de los actos humanos y la determinación de la moralidad de un
acto.

3.1. La ley moral natural. Sus propiedades y su modo de


conocimiento

Si el fundamento de la moral es el bien y, en continuidad, la preceptividad de los


principios del orden práctico, resulta ineludible demostrar mediante qué proceso el
hombre conoce el ser, el bien que le es propio y conoce el primer principio del orden
moral.

El hombre no posee conocimientos "innatos"; es decir, no nace con conocimiento


alguno. Por medio de sus sentidos se abre al cosmos, de modo tal de que "nada hay en
el intelecto que no haya pasado por los sentidos".

99
Siguiendo el esquema de exposición de Joseph Gevaert (El Problema del Hombre -
Introducción a la Antropología Filosófica) el conocimiento de la verdad por parte del
hombre es EXPERIENCIA más PENSAMIENTO CONCEPTUALIZANTE. Mediante éste
se da, no solo la posibilidad del discurso racional, sino también la de la comunicación.
El pensamiento conceptual revierte sobre la experiencia enriqueciéndola mediante el
nuevo horizonte que le aporta. De allí que -en tercer lugar- nuestro autor agrega un
tercer factor: la actividad dialéctica, tensa, permanente, entre la experiencia y el
pensamiento conceptualizante, abierta hacia el absoluto, develando el misterio
del ser, en toda su riqueza.

La capacidad natural del intelecto de percibir el ser fue llamada en el pensamiento


escolástico LUMEN, NATURALE (iluminación natural). Pero Gevaert llama la atención
en que esto no sea entendido en forma unidireccional, como que sólo la inteligencia
"ilumina al ser"; por el contrario, también la inteligencia es iluminada por el ser.

Vamos a desarrollar estos conceptos mediante los siguientes esquemas y comenta-


rios adicionales.

Buenas experiencias del Entonces nos interrogamos:

HECHO ¿Cuál es el proceso mental por


(de que) el cual LA PERSONA CONOCE
SU BIEN?
LA RAZÓN EN SU FUNCION - y en consecuencia-
PRÁCTICA

FORMULA

con carácter preceptivo (obligatorio)

"LEYES" O PRINCIPIOS DEL ORDEN MORAL

a los cuales se ajusta la conducta humana

100
ESQUEMA Nº 1

EL CONOCIMIENTO DEL SER DE LAS COSAS

La persona humana, a través de sus sentidos, "se abre" a la experiencia del uni-
verso. El conocimiento de la verdad se da por:

EXPERIENCIA (I)

más

PENSAMIENTO CONCEPTUALIZANTE (II)

(Mediante éste se da no solo la posibilidad del discurso racional, sino también la


de la comunicación)

-ahora bien-

El pensamiento conceptual revierte sobre la experiencia, encontrando entonces una


comprensión más profunda de las cosas; a su vez, las nuevas experiencias enriquecen
el pensamiento conceptualizante, dándose una continua interrelación entre ambos fac-
tores.

De allí que nuestro autor agrega un tercer factor:

LA ACTIVIDAD DIALÉCTICA (III)


tensa, permanente,

entre la experiencia (I) y el pensamiento conceptualizante (II),

ABIERTA HACIA EL ABSOLUTO,


procurando develar el misterio del ser, en toda su riqueza.

Fuente: Gevaert, Joseph: El Problema deh Hombre. Introducción a la Antropología


Filosófica. Ed. Sigueme. Madrid.

101
ESQUEMA Nº 2

Ahora bien, ¿cuál es el origen de esta actividad intelectual?

OPERA UNA DISPOSICIÓN INNATA DEL ESPÍRITU DEL HOMBRE


(llamada LUMEN NATURALE)

(QUÉ ES LA CAPACIDAD METAFÍSICA NATURAL DEL INTELECTO)

SUS CUALIDADES FUNDAMENTALES SON:

A) LA CAPTACIÓN DE LAS INTUICIONES FUNDAMENTALES RESPECTO


DEL SER, LO VERDADERO, LO BUENO, LO ESPIRITUAL, ETC.
B) ES EL PRINCIPIO DE LA FORMULACIÓN DE CONCEPTOS ABSTRAC-
TOS Y EL PRINCIPIO DE LA VIDA DEL INTELECTO.

EL INTELECTO ES UNO,
PERO DISTINGUIMOS:

DOS FUNCIONES

ESPECULATIVA PRÁCTICA

cuyo objeto es

La dirección de la acción
(el ser en cuanto inteligible) libre del hombre
(el ser en tanto operable)

ESTÁ CAPACIDAD METAFÍSICA NATURAL,


CUANDO SE TRATA DE LA ACTIVIDAD PRÁCTI-
DÉBITO CA DEL HOMBRE, ES LA QUE PROPORCIONA
EL CONOCIMIENTO DEL BIEN Y LO PROYECTA
COMO SE LLAMA:

SINDÉRESIS (*)

(*) Tomamos del Leclercq una primera definición de carácter nominal: "La sindéresis es una propiedad
del espíritu y consiste en conocer de manera evidente los primeros principios de la ley moral o
primeros principios del obrar" (Leclercq, op. cit., 198)

102
LOS PRINCIPIOS DEL ORDEN MORAL

Sus propiedades son

AUTOEVIDENCIA. OBJETIVIDAD. «Lo mismo que los primeros principios de la ra-


zón especulativa le son dados al espíritu por una evidencia inmediata (P. ej. el principio
de no contradicción); así también los principios del obrar deben sernos dados con una
evidencia semejante".

Messner: Se intuyen en forma inmediata, no son susceptibles de fundamentación,


«se le presentan (al hombre) con tanta certeza y validez como el hecho más cierto
de inmediata experiencia interna».

Graneris (Contrib., 67, modificado con fines didácticos): (si lo bueno es aquello
adecuado al ser) «a veces esta adecuación es evidentísima en cuanto «está escrita»
tan claramente en la misma constitución de las cosas que quien las ve no puede menos
que ver aquella (la adecuación). Es una adecuación totalmente objetiva y absoluta, la
obtenemos por intuición directa, no a través de un razonamiento».

Jolivet, 84, (refiriéndose al primer principio «el bien ha de hacerse»); «(es) perfecta
y esencialmente objetivo, ya que su especificación depende de la noción de bien,
sacada de la experiencia».

UNIVERSALIDAD. (Jolivet. 83) «... se refieren a toda la extensión de la actividad


humana como tal, y a toda actividad humana, es decir que valen de todo el hombre y de
todos los hombres, por lo que son doblemente universales».

PRACTICIDAD. Porque enuncian las leyes de la actividad humana. Son el objeto del
intelecto en su función práctica (Jolivet, 83)

OBLIGATORIEDAD. Jolivet, 85: ..los principios generales de la moralidad, así como


las conclusiones inmediatas que de ellos derivan, se imponen, por su dependencia del
primer juicio del sentido moral, independientemente de cualquier intervención positiva.
«En realidad, por su adecuación racional al bien propio del hombre, resultan el funda-
mento de toda moral positiva y de todo derecho positivo.

MÁXIMA GENERALIDAD. LIMITACIÓN A UNA «PRIMA DIRECTIO». (NO CONSTI-


TUYEN UN SISTEMA CERRADO Y COMPLETO). Messner: El grado de generalidad de
estos principios es el máximo; precisarlos se hace difícil por su misma generalidad.
Kalinowski: Son sólo principios de comportamiento, los principios primarios, absoluta-
mente inmutables y sus conclusiones inmediatas. ...Estos principios son inevitable-
mente generales y por ello vagos y necesitan ser completados y concretizados. Ello
compete a la moral positiva y al derecho positivo».

Graneris: «el concepto de lex naturalis (realista) es refractario a toda tentativa de


codificación. Es sólo una inicial inclinatio o indicatio que espera llamadas ulteriores y

103
más precisas, es la «prima directio actuum nostrorum ad finem» (primera dirección de
nuestros actos al fin). ... Requiere su misma naturaleza el complemento de las nor-
mas positivas, a través de las conclusiones y de las determinaciones de la autoridad
competente o de la costumbre. Hasta entonces, la lex naturalis es insuficiente para
regular la vida humana y especialmente la vida en sociedad.

Referencias de Fuentes

* Solivet, Regis: Moral, Ed. Carlos Lohlé, Bs. As. 1966.

* Messner, Johannes: Etica general y aplicada, Ed. Realp, Madrid, 1969.

* Graneris, José: Contribución Tomista a la Filosofía del Derecho, Eudeba, Buenos


Aires, 2ª Ed. 1977.

* Zeclercq, J. (op. cit).

* Ralinowski, Georges: Concepto, Fundamento y Concreción del Derecho, Ad.


Abeledo, Buenos Aires.

104
ESQUEMA Nº 3: LA SINDÉRESIS

-decíamos en el esq. ant. que-

EL INTELECTO, es su función PRACTICA

tiene por OBJETO

dirigir el accionar libre (praxis) del hombre

* (Para ello, necesariamente debe conocer los primeros principios de los cuales ha
de partir y a los cuales ha de ajustar su acción, obra o praxis (los tomo aquí como
sinónimos). A tal fin se vale de su capacidad innata de conocer de manera evidente
los principios del orden práctico, que en el esquema anterior llamamos:)

SINDÉRESIS
(también llamado «sentido moral»)

cuya ejercitación en el diario vivir va conformando un

HABITO RACIONAL

de conocimiento, formulación, jerarquización, de:

EL OBRAR
LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DE: EL ORDEN PRACTICO
(LO QUE LLAMAMOS INDISTINTAMENTE) EL ORDEN MORAL

El CONJUNTO de tales PRINCIPIOS

(TB. LLAMADOS «DIRECCIONES» o »LINEAMIENTOS» DEL ORDEN PRACTICO


O MORAL) forma, con mayor o menor coherencia, las:

CONVICCIONES MORALES BASICAS


(de la persona)

que sirven como

FUNDAMENTO DEL JUICIO MORAL


(acerca de la bondad o maldad de los actos concretos)

-y además-

SON EL PUNTO DE PARTIDA DE LA FILOSOFIA MORAL, QUE


REFLEXIONA SISTEMATICAMENTE SOBRE ELLAS

105
Recapitulación de concepto

* LA LEY MORAL NATURAL. Los principios que gobiernan la acción del hombre,
en cuanto son conocidos por su razón natural y están basados en el bien propio
de la naturaleza humana, han sido llamados tradicionalmente «ley natural» o «ley
moral natural». Son considerados universalmente válidos en razón de que -no
variando los caracteres esenciales del hombre- tienden a realizar sus fines per-
manentes y consecuentemente tienen valor práctico en todo tiempo y lugar.

* INSUFICIENCIA. Sin perjuicio de ello, por ser nada más - y nada menos- que
principios, resultan de por sí insuficientes para responder a todas las necesi-
dades prácticas de la vida humana, de allí que requieren ineludiblemente que el
hombre 1) saque las conclusiones pertinentes y -sin dejar de tenerlos en cuenta:
2) determine prudencialmente lo que fuere menester hasta conformar la totalidad
de las normas necesarias para conducirse en lo individual y en lo social. Estas
consideraciones nos hacen desechar la idea de que la Ley Moral Natural confor-
ma un sistema cerrado y autosuficiente: nada más irreal que esto.

* HISTORICIDAD Y MORAL POSITIVA. Es necesario enfatizar que la misma per-


cepción intuitiva de los principios la realiza el hombre histórico, por lo que tanto la
comprensión de los mismos, cuanto su formulación, están necesariamente «im-
pregnadas» por la cultura del medio y las peculiaridades personales del «in-
térprete». Sentado esto, se comprenderá que las «conclusiones» y «determina-
ciones» que se dan en el plano de la moral positiva (= vigente históricamente)
están fuertemente «teñidas» de los factores señalados. Ello explica que la
moral positiva vaya cambiando a lo largo del tiempo en todas las culturas.
Porque los «intérpretes históricos» son otros; porque cambia en sus matices la
percepción de los principios; porque cambian, en suma, las circunstancias.

* UNIVERSALIDAD DE LOS PRINCIPIOS. No obstante la realidad del cambio, la


percepción de lo medular de los principios de máxima generalidad del orden
moral, también se mantiene con gran coincidencia a lo largo de la historia.
Las coincidencias que se receptan en la moral positiva son mayores y más cons-
tantes que las diferencias. Y la explicación radica, no en la casualidad, sino en
la racionalidad: la capacidad metafísica natural del hombre que, en el orden
práctico, lo hace tender intuitivamente hacia la satisfacción de sus finalida-
des esenciales.

106
ESQUEMA Nº 4

El primer principio del orden moral

Teniendo en cuenta lo dicho en el comentario Nº 1, de específica aplicación al primer


principio por cuanto es el de máxima generalidad, tenemos que:

de los primeros conceptos del orden moral

que son

BIEN MAL

(aquello a lo que tiende la aquello que se opone al bien


actividad práctica)

se intuye en primer principio

EL BIEN HA DE HACERSE Y EL MAL EVITARSE

SU TRANSPOSICIÓN AL PLANO JURÍDICO

LO JUSTO HA DE HACERSE Y LO INJUSTO EVITARSE

Explicación

El sentido moral común del hombre conoce este principio de manera evidente e
intuitiva, de él obtiene conclusiones inmediatas y mediatas que, como ya fuera dicho,
conforma el conjunto de las convicciones morales básicas de la persona.

Claro está que este conocimiento del primer principio esta como «supuesto» en el
razonamiento práctico del hombre corriente, lo tiene antes de cualquier reflexión al
respecto. La explicación de esto radica en que la capacidad metafísica natural (del
hombre corriente, del hombre primitivo, del niño) deduce del concepto que tiene de
bien y del mal -sin una reflexión consciente al respecto y en forma inmediata- tal
principio.

Explica Jolivet (op. cit. pág. 84) que en el principio del orden práctico se verifica una
situación análoga con el conocimiento intuitivo del primer principio del orden especula-
tivo «... así como el principio de contradicción nace inmediatamente de las nociones de

107
ser y de nada, que son las primeras nociones de la razón. «con respecto al deber de
hacer el bien, dice: (no hay) ningún otro principio práctico que sea más simple y más
claro. «Es evidente por sí y captado inmediatamente en las nociones del bien y de
mal, que son los datos absolutamente primarios de la actividad práctica.

A la posible objeción a que este principio es pura forma sin contenido (p. ej. «todo
depende de qué sea considerado como bueno») dice Jolivet (Pág. 85) «No hay duda
que la noción formal de bien recibe inmediatamente un contenido o una determina-
ción en función de las exigencias fundamentales de la naturaleza humana.

Transposición al plano Jurídico. El orden jurídico integra el orden práctico o moral,


si bien se refiere específicamente a aquellas relaciones de alteridad donde debe
verificarse una conducta que se ajuste a los títulos de otro.

ESQUEMA Nº 5

Conclusiones inmediatas y mediatas. La moral positiva y el juicio de la con-


ciencia

PRIMER PRINCIPIO EL BIEN HA DE HACERSE Y EL MAL EVITARSE

CONCLUSIONES HE DE PRESERVAR MI PROPIA VIDA


INMEDIATAS

NO SE HA DE DAÑAR AL LA VIDA HA DE
PRÓJIMO TRANSMITIRSE

EL SABER HA DE LA COMUNIDAD HA
TRANSMITIRSE DE PRESERVARSE

EL SUSTENTO HA DE LOS PADRES LA AUTORIDAD


PROCURARSE HAN DE CUIDAR HA DE
A LOS HIJOS OBEDECERSE

CONCLUSIONES
MEDIATAS

(REGULACIONES S/ LA FAMILIA HA DE CASTIGARSE


LA PROPIEDAD) HA DE SER AL TRANSGRESOR
RESPETADA DE LA LEY

108
(PROH. DEL INCESTO)

LA PROPIEDAD HA EL MATRIMONIO HA LA SUCESION DEL


DE SER INVIOLABLE DE SER ESTABLE PODER HA DE
DARSE DE (X) MODO

Los padres han de tener autoridad sobre los hijos


Los padres han de elegir el cónyuge de los hijos
MORAL El divorcio vincular ha de ser considerado ilícito
POSITIVA El divorcio vincular en casos de excepción ha de ser ilícito
(ejemplos) El divorcio vincular ha de ser lícito si es voluntario
Sucede al Rey el mayor de sus hijos varones
Los diputados han de tener inmunidad de opinión

ÁMBITO DEL JUICIO PRUDENCIAL DE LA CONCIENCIA MORAL

Comentario 3

Decir que todo esquema peca de esquemático sería una redundancia. Pero en el
esquema anterior hay que tenerlo en cuenta especialmente.

En primer lugar, en las realidad no existe una línea divisoria rígida entre las conclu-
siones inmediatas, las mediatas y las aplicaciones concretas. Por eso no las hemos
trazado en ese sector del esquema.

En segundo lugar, debe advertirse que no todos los preceptos morales tienen el
mismo grado de certeza y por lo tanto de obligatoriedad. Digamos que tanto el primer
principio del orden moral cuanto sus conclusiones inmediatas (principios de máxima
generalidad) son conocidos con evidencia directa: «encontramos las líneas de acción
en las mismas cosas; quien ve las cosas, no puede menos que ver el bien que les es
adecuado en forma objetiva.» (Graneris, op. cit.)

De modo tal que, en el nivel de las «conclusiones mediatas» el contenido del precep-
to moral debe «complementarse» o, hablando más precisamente debe «concluirse». Y
ello es competencia del hombre histórico, que es en definitiva el «intérprete» de los
principios de máxima generalidad para su «recepción» en lo que se irá configurando
como moral positiva. Así, nos encontramos con que no hay un sólo sistema de organi-
zación de la propiedad moralmente válido (siempre teniendo en cuenta las circunstan-
cias históricas), ni una única manera de regular la institución familiar, ni una sola
modalidad de castigar al transgresor de la ley.

En la segunda línea de ejemplos (porque de eso se trata) de las conclusiones mediatas


tenemos que la posible diversidad de contenidos concretos de los preceptos morales,
se amplía. Así, en los modos de la transmisión legítima del poder cuya variedad, a lo
largo de la historia, ha sido amplísima.

109
En lo que respecta a la estabilidad del matrimonio ¿esta ha de ser absoluta o admiti-
rá excepciones? las uniones ¿serán monogámicas o poligámicas? Si bien entendemos
que el matrimonio monogámico estable se encuentra en la línea del mayor bien moral
por cuanto se ordena de un modo más adecuado al principio superior, que es el de la
institución de la familia, no podemos dejar de conocer que las preceptos morales han
variado en esta materia a lo largo del devenir histórico. No ocurre así con la prohibición
del incesto que, con extraordinaria similitud, ha sido adoptada por las diversas civiliza-
ciones por la certeza con que la razón natural del hombre primitivo le hiciera advertir
que dicha práctica redundaba contra el bien de la institución familiar.

En el tercer ejemplo de este grupo (propiedad privada) tenemos que se reconoce


una constante en cuanto a su legitimidad moral en lo que respecta los bienes de consu-
mo y los útiles necesarios para el sustento familiar. No así en lo que se refiere a los
llamados bienes de producción donde se ha sostenido la inmoralidad de su apropiación
privada: tenemos en este sentido un arco que va desde los antiguos lugares de pasto-
reo común hasta las modernas concepciones socialistas.

En síntesis, mientras más nos alejamos de la evidencia objetiva de los princi-


pios de máxima generalidad y, por ende, mayor es el grado de conclusión que
debe realizar el hombre histórico, tenemos que los preceptos así obtenidos, son
susceptibles de diferencias legítimas en sus contenidos concretos, de acuerdo
con las circunstancias de cada civilización, o bien hasta la relativización y supre-
sión parcial (propiedad privada).

La MORAL POSITIVA. La sindéresis y sus conclusiones, sumadas a las circunstan-


cias históricas, van conformando la moral positiva. Esta es la vigente en un medio y un
tiempo determinados.

En el esquema, se han tomado una serie de ejemplos de preceptos de moral positi-


va. Algunos son anacrónicos, oros vigentes; algunos están en continuidad mayor con
el principio de hacer el bien y evitar el mal en forma coherente con los principios de
generalidad máxima, otros parecen no guardar la coherencia debida.

Pero guardamos para el final los ejemplos relativos a preceptos aceptados como
morales por alguna moral positiva determinada que, no obstante, entran en franca
oposición con los principios morales evidentes y objetivos:

«Ha de suprimirse al deforme» «Ha de abortarse siempre que la vida intrauterina no


sea querida por la madre» «Ha de disponerse de la vida del enemigo o reducirlo a la
esclavitud, a la elección del vencedor», etc. Estos preceptos han sido, o son tenidos
por morales. Ahora bien, ¿SON morales?

Cuando la razón humana se convenció que la persona humana es más que un bien
económico y se convenció de que le forma es una persona humana, inmediatamente el
precepto del ejemplo se «derogó» por inmoral.

110
Cuando la razón humana hizo trascender a todo hombre la calidad de persona (y no
sólo al ciudadano, cual era la estrecha concepción de las antiguas civilizaciones), dejó
de ser tenido por moral tratar al vencido como cosa.

Cuando los hombres que viven en las sociedades en las que es lícito el aborto
voluntario, se convenzan por la fuerza de su razón que el embrión cuya vida se supri-
me es persona humana inocente, se hará patente la inmoralidad de esa práctica.

A tales usos, no los hemos calificado como morales, sino como «tenidos por tales»
y susceptibles de tajante derogación. Es que en realidad no fueron ni serán precep-
tos que merezcan la calificación de «morales» por encontrarse en franca contra-
dicción con el precepto de que «la vida ha de preservarse» -en inmediata co-
nexión- con el primer principio del orden moral.

3.1. (CONT.) La virtud. Noción de las virtudes fundamentales

Tomamos como bibliografía de consulta en este punto, la obra de Josef Pieper; las
Virtudes Fundamentales, Ed. Rialp, Madrid (seguimos el texto de la 2ª ed.).

Conviene dejar sentado lo dicho en la Introducción de esta obra, a fin de que quede
clara la impronta humanista del pensamiento del realismo filosófico, del cual Pieper es
uno de sus preclaros cultores:

«Asociamos al concepto de moral la idea de una doctrina del hacer, y sobre todo del
no hacer, del poder y no poder, de lo mandado y lo prohibido. ...La primera enseñanza
de Santo Tomás es que la Moral trata de la idea verdadera del hombre, la idea del
hombre bueno.» Esta concepción refleja una idea de que la Moral es una doctrina de
las virtudes.

Virtud, en términos completamente generales, es la elevación del ser en la persona


humana. Ello, mediante la actualización de sus potencias de perfección. «La virtud... es
lo máximo a lo que puede aspirar el hombre, o sea la realización de las posibilidades
humanas en el aspecto natural y sobrenatural.»

En sentido estricto, la virtud moral es un hábito operativo bueno. Respecto de la


explicación de este punto y de la noción de las virtudes fundamentales, me remito a la
obra de Pieper. No obstante, al exceder su extensión y profundidad los requerimientos
de esta signatura, basta con refrescar la noción de estos puntos con la bibliografía
elemental de Introducción al Derecho y Filosofía del Derecho.

No obstante, receptamos la enseñanza de Pieper en cuanto que la prudencia es la


primera de las virtudes morales. En general «domina» toda la virtud moral. La supre-
macía de la prudencia deviene del hecho de que la realización del bien exige el
conocimiento de la verdad. «Lo primero que se exige del que obra, es que conozca»,
dice Tomás de Aquino.

111
Entonces, el bien presupone la verdad, y ésta el ser del conocimiento del ser de las
cosas surge cuál es su bien, y de allí el qué hacer y el qué no hacer.

Esto evita caer en los vicios del «moralismo» que predica la obligación de determi-
nados «deberes» sin marcar adecuadamente su correlación con el ser (y con el bien)
del hombre. El moralismo dice «esto es debido porque es debido»; el realismo filosófico
dice: «esto es bueno porque es conforme o adecuado con la realidad del hombre y, en
consecuencia, es debido».

112
Actividad Nº 10

1) Explique las características de la SINDÉRESIS

2) Elija uno de los esquemas expuestos en el módulo y explíquelo con sus propias
palabras.

113
114
ANEXO

115
116
UNIDAD III
LEY MORAL NATURAL
(complemento de la exposición del módulo).

Algunas nociones lógicas previas


Definición del Juicio

El juicio es el ACTO POR EL QUE EL ESPÍRITU AFIRMA UNA COSA DE OTRA.


"Dios es bueno", "el hombre no es inmortal", son juicios en cuanto el uno afirma de
Dios la bondad, y el otro niega al hombre la inmortalidad. El juicio encierra, pues,
necesariamente TRES ELEMENTOS, a saber: un SUJETO, que es el ser del cual se
afirma o niega alguna cosa; un ATRIBUTO O PREDICADO, que es lo que se afirma
o niega del sujeto; una AFIRMACIÓN O NEGACIÓN.

Definición de la Proposición

La proposición es la EXPRESIÓN VERBAL DEL JUICIO. Se compone, como el


juicio, de DOS TÉRMINOS, sujeto y predicado, y de un VERBO llamado CÓPULA
(es decir lazo), porque une o separa los dos términos.

Clasificación de las proposiciones

UNIVERSALES:Convienen a TODOS los individuos de


SEGÚN LA un género o de una especie determinada. "El hombre (o
CANTIDAD todo hombre) es mortal"
(EXTENSIÓN
DEL SUJETO) PARTICULARES:Se aplican de manera INDETERMINA-
DA sólo a una PARTE de una ESPECIE o de una CLA-
SE DETERMINADA."Algún hombre es virtuoso"

PROPOSICIONES SINGULARES:No se pueden aplicar sino sólo a un


individuo."Pedro es sabio"

AFIRMATIVAS:La relación del atributo al sujeto es de


SEGÚN LA CONVENIENCIA
CALIDAD
NEGATIVAS:La relación del atributo al sujeto es de NO
CONVENIENCIA

117
Las cuatro proposiciones

Como toda proposición tiene a la vez una cantidad y una cualidad, podemos
distinguir cuatro especies de proposiciones, que los lógicos designan con voca-
les:

√ UNIVERSAL AFIRMATIVA (A): Todo hombre es mortal.


√ UNIVERSAL NEGATIVA (E): Ningún hombre es espíritu puro.
√ PARTICULAR AFIRMATIVA (I): Algún hombre es sabio.
√ PARTICULAR NEGATIVA (O): Algún hombre no es sabio.

Noción de la Oposición

Si consideramos las proposiciones no en sí mismas, sino en sus mutuas rela-


ciones, podemos ver que se oponen entre sí de diversas maneras. Definiremos,
entonces, la oposición como la relación de dos proposiciones que, teniendo el
mismo sujeto y el mismo predicado, tienen una cualidad o una cantidad diferente,
o bien, a la vez, una cualidad y una cantidad diferentes. Podemos discernir cuatro
oposiciones:

PROPOSICIONES CONTRADICTORIAS:Difieren a la vez por la can-


tidad y por la cualidad; la una niega lo que la otra afirma, sin que
exista medio entre la afirmación y la negación.
"Todo hombre es sabio" (A)
"Algún hombre no es sabio" (O)

PROPOSICIONES CONTRARIAS:Dos universales difieren por la


cualidad.
"Todo hombre es sabio" (A)
DIVERSAS "Ningún hombre es sabio" (E)
OPOSICIONES
PROPOSICIONES SUBCONTRARIAS:Dos particulares difieren por
la cualidad.
"Algún hombre es sabio" (I)
"Algún hombre no es sabio" (O)

PROPOSICIONES SUBALTERNAS:No difieren sino por la cantidad.


"Todo hombre es sabio"
(A)"Algún hombre es sabio"
(I)"Ningún hombre es espíritu puro"
(E)"Algún hombre no es espíritu puro" (O)

118
Dos proposiciones contradictorias (A y O, E e I)
no pueden ser NI VERDADERAS NI FALSAS A
LEY DE LAS
LA VEZ. UNA ES NECESARIAMENTE VERDA-
CONTRADICTORIAS
DERA Y LA OTRA ES NECESARIAMENTE FAL-
SA.
Dos proposiciones contrarias (A y E) no pueden
ser VERDADERAS AL MISMO TIEMPO; SI UNA
LEY DE LAS
ES VERDADERA, LA OTRA ES FALSA. PERO
LEYES DE LA CONTRARIAS
LAS DOS PUEDEN SER FALSAS AL MISMO
OPOSICIÓN
TIEMPO.

LEY DE LAS Dos proposiciones subcontrarias (I y O) NO PUE-


DEN SER FALSAS AL MISMO TIEMPO, PERO
SUBCONTRARIAS
SÍ VERDADERAS
Dos proposiciones subalternas (A e I, E y O) PUE-
LEY DE LAS DEN SER VERDADERAS AL MISMO TIEMPO
SUBALTERNAS Y FALSAS TAMBIÉN; o bien PUEDEN SER UNA
VERDADERA Y LA OTRA FALSA

El Fundamento y los Fines del Derecho


El Naturalismo

En conclusión, la tesis central del IUSNATURALISMO puede formularse del siguien-


te modo:

"Alguna moral no proviene de la voluntad del hombre".

Como podemos advertir, se trata de una proposición de tipo particular negativa


(O).

El Positivismo

Su tesis central es:

"Toda moral proviene de la voluntad del hombre".

Vale decir, se trata de una proposición Universal Afirmativa (A).

En definitiva, las proposiciones enunciadas por el NATURALISMO y por el PO-


SITIVISMO son CONTRADICTORIAS. Optar por una de ellas es pronunciarse
ineludiblemente contra la otra.

119
Centrándonos ahora en las enseñanzas del realismo moral, una de las vertientes del
naturalismo, tenemos que, en primer lugar, debemos tener presente que todo ser
existe en razón de algo y, por consiguiente, existe para algo, para su fin propio. Por lo
tanto, toda actividad se explica por esa tendencia intrínseca del ser hacia su fin,
que es también su bien, porque bien y fin se identifican (Derisi, "Los fundamentos
metafísicos del orden moral", Educa, Bs. As., 1980, pág. 25). El movimiento revela el
tránsito de la potencia al acto que lleva a cabo todo ser creado para alcanzar su
perfección y acabamiento. Ahora bien, ese proceso no puede acaecer de una manera
caótica, sino ordenada y orgánica, porque de lo contrario, el ser no verá satisfechas las
exigencias de su estructura esencial. Se precisa, entonces, de un modelo, ejemplar o
paradigma que guíe la conducta u obra del sujeto agente. En nuestro caso, LA REGLA
Y MEDIDA DEL OBRAR SON LAS NORMAS O LEYES MORALES (NATURALES Y
POSITIVAS, GENERALES Y PARTICULARES), LAS CUALES CONSISTEN EN PRE-
CEPTOS O PRESCRIPCIONES QUE DICEN LA CONDUCTA VIRTUOSA. La ley ex-
presa cómo ha de ordenarse la conducta humana en la relación del hombre consigo
mismo, para el logro del bien personal, y con los demás, para alcanzar mediatamente
el bien común.

SER

EJEMPLO,
MODELO O
PARADIGMA

MATERIA MOVIMIENTO FORMA FIN

Y en la MORAL, ¿cómo se plasma ese esquema?

120
LEYES
NATURALES O
POSITIVAS

PERFECCIÓN
CONDUCTAS OBRAR NATURAL BIEN
HUMANAS VIRTUOSO DEL PROPIO
HOMBRE

En segundo lugar, la ley moral no sólo dilucida la conducta virtuosa a fin de iluminar
la acción (nuestro movimiento en el campo de lo moral) sino que también lo impera.
Exige determinadas conductas, con la amenaza de una cierta sanción para el
supuesto que no se satisfaga el débito. En otras palabras, la ley no se limita a
describir una conducta a modo de ejemplo, modelo, paradigma o idea imitativa, sino
que la manda, pretende que efectivamente se lleve a cabo. La ley moral es una propo-
sición imperativa dirigida a ordenar eficazmente las operaciones de todo el hom-
bre y de todos los hombres. Por ese motivo, LA LEY MORAL NATURAL Y LAS
NORMAS MORALES POSITIVAS EJERCEN COERCIÓN PORQUE INFLUYEN SO-
BRE EL LIBRE ALBEDRÍO DEL SUJETO, IMPULSÁNDOLO AL CUMPLIMIENTO
ESPONTÁNEO DE SUS DEBERES ÉTICOS. Así como el escultor es la causa eficien-
te de donde procede el movimiento que tiene como término a la estatua, las reglas
(naturales y positivas, generales y particulares) son la causa eficiente de la moral
porque instan a los sujetos, que son sus destinatarios, a que encarnen en sus
conductas lo virtuoso que han definido y mandado.

Si la ley moral, en ejercicio de sus funciones de ejemplaridad y de eficiencia, se


dirige al hombre como ser inteligente y libre, debe consistir en una medida racional de
sus actos. Por ello, se trata de un producto, del resultado de un acto de la razón. "El
valor intrínseco de los preceptos morales procede … inmediatamente, de su carácter
racional" (Lachance, "El concepto de Derecho según Aristóteles y Santo Tomás", pág.
185, 1953, Bs. As.). La primera norma de la razón es la ley moral natural, por lo que
"toda ley humana tendrá el carácter de ley en la medida que se derive de la ley de
la naturaleza" (Santo Tomás). Si una ley se adecua a la naturaleza, entendida como la
esencia o estructura misma del ser, su propósito o finalidad será promover la satisfac-
ción de las exigencias de la condición humana y salvaguardar la posibilidad de la
plenitud personal (Casares, "La Justicia y el Derecho", pág. 117, Abeledo Perrot, 1974,
Bs. As.). En tal caso, tienen fuerza de obligar en conciencia.

121
LEY

ORDENACIÓN DE LA RAZÓN

ADECUACIÓN A LA NATURALEZA

PROMOCIÓN DE LA SATISFACCIÓN DE LAS


EXIGENCIAS DE LA CONDICIÓN HUMANA QUE SÓLO
PUEDE OBTENERSE MEDIANTE LA VIDA EN
RELACIÓN Y SALVAGUARDA DE LA POSIBILIDAD
DE LA PLENITUD PERSONAL

OBLIGATORIEDAD
EN
CONCIENCIA

Precisamente, LA LEY MORAL NATURAL CONSISTE EN LOS PRIMEROS PRINCI-


PIOS JURÍDICOS, UNIVERSALES Y NECESARIOS, QUE DEBEN REGIR LAS RELA-
CIONES DEL HOMBRE CON SUS SEMEJANTES PARA QUE LA PERSONA ALCAN-
CE SU BIEN PROPIO, SU PERFECCIÓN.

Por lo tanto, no toda regulación moral que se impone, QUE PREDOMINA, QUE
ESTÁ VIGENTE en la convivencia por el consenso logrado en la comunidad social o
por voluntad de la mayoría es obligatoria. Por el contrario, ESA REGULACIÓN SERÁ
VÁLIDA Y POR LO TANTO OBLIGATORIA, SÓLO SI ES CONFORME CON LA LEY
MORAL NATURAL.

POR SER PRIMEROS EN TODO SENTIDO, LOS PRINCIPIOS DE LA LEY ÉTICA


NATURAL PREEXISTEN A LA MORAL POSITIVA, PREVALECEN IDEALMENTE SO-
BRE ELLA Y ES POR ELLOS QUE LA MORAL POSITIVA ES JUZGADA.

Ahora bien, ¿de dónde provienen o cómo surgen esos principios? La LEY ETERNA
es la misma razón y voluntad de Dios que establece y prescribe el cumplimiento y
conservación del orden natural del universo. La LEY MORAL NATURAL es la participa-
ción del hombre en la ley eterna. 1) LA RAZÓN PRÁCTICA DEL HOMBRE capta sus
propias inclinaciones, sus tendencias, su misma naturaleza, sus exigencias ontológicas
y, 2) POR VÍA INDUCTIVA, las ABSTRAE, FORMULA LOS PRECEPTOS CONSTITU-
TIVOS DE LA LEY MORAL NATURAL, MEDIANTE UNA PROPOSICIÓN UNIVERSAL,

122
Y 3) LOS PRESCRIBE COMO DEBER. La razón práctica, reiteramos, conoce el ser,
aprehende lo bueno de la cosa en sí misma y, a partir de la misma naturaleza humana,
formula los preceptos o dictámenes de la ley moral natural: los originarios, primarios o
comunísimos, captados de manera inmediata en su verdad evidente y enunciados por
la SINDÉRESIS, y los preceptos secundarios, que no se pueden captar inmediatamen-
te sino inferirse con mayor o menor facilidad a modo de conclusiones próximas o
remotas de los anteriores. NO HAY EN EL HOMBRE PRINCIPIOS "A PRIORI" O INNA-
TOS, como sostienen algunos autores como San Agustín.

El paso 1) corresponde a la "EXPERIENCIA" mencionada en el módulo, y el paso 2)


al "PENSAMIENTO CONCEPTUALIZANTE", que en el paso 3) se "revierte", que vuelve
a la experiencia, prescribiendo el deber ser, enriqueciéndola y permitiendo una com-
prensión más profunda de las cosas. Esa experiencia enriquecida será, a su vez, el
punto de partida para un nuevo proceso, en lo que constituye una "actividad dialéctica
tensa y permanente".

Esos principios son universales y obligatorios, puesto que promueven la satisfac-


ción de las exigencias de la naturaleza, para que el hombre pueda alcanzar su fin. Ello,
me adhiera íntimamente a esos principios o no, me convengan o no. Por cierto, soy libre
de respetarlos o no, pero en este último caso mi proceso de perfección habrá quedado
trunco.

Cabe destacar que no obstante ser los primeros principios, tienen un grado máximo
de generalidad, siendo necesariamente vagos. Necesitan, entonces, ser complementa-
dos por la moral positiva y por el derecho positivo, que provienen de la voluntad del
hombre (legislador o comunidad social). Así, al principio moral natural consistente en
que "Todo hombre tiene una dignidad eminente", la moral positiva precisa cómo debe
ser la vestimenta decorosa de un hombre y una mujer en la República Argentina a
comienzos del siglo XXI (muchas veces esas reglas se encuentran en una zona fronte-
riza con las normas de buenas maneras y urbanidad). Pero, bueno es precisarlo, aun-
que es necesario el aporte de la moral positiva, no toda moral positiva por el sólo hecho
de ser tal es válida, sino que, para tal efecto, debe estar adecuada a la ley moral
natural.

Las Virtudes morales


(Exposición basada en las enseñanzas del
Dr. Tomás Catapano Copia y del Dr. Juan A. Casaubón)

La rectitud ética de los actos humanos no puede lograrse, con habitualidad, sin la
posesión y ejercicio de las virtudes morales. Virtud como palabra, deriva de la latina
virtus, y ésta de vis, que significa fuerza. De manera que la virtud no es una actitud
negativa y cobarde, sino por el contrario, algo positivo y hasta viril (varón viene del
latín vir, y este término tiene también su origen etimológico en vis, fuerza).

123
En una primera época, pre - filosófica, virtud significó cualquier habilidad, sobre todo
en el orden técnico (la virtud del guerrero - su valentía y destreza - o la del zapatero,
por ejemplo) o aún cualidades positivas de entes irracionales, como la virtud de tal o
cual caballo.

En cuanto a la significación filosófica de la palabra virtud, se trata de un hábito


operativo bueno. Es un hábito, o sea una cualidad firmemente implantada; y no es
cualquier hábito, sino un hábito operativo bueno, es decir, que se dispone a operar bien.
A la virtud se opone el vicio, que es un hábito operativo malo, que dispone a obrar mal.

Las virtudes, en el orden natural, se dividen en intelectuales, que perfeccionan el


intelecto, y las morales, que perfeccionan nuestras tendencias apetitivas (voluntad y
apetitos sensitivos). Circunscribiéndonos a las virtudes morales, tenemos que son
más propiamente virtudes que las intelectuales, porque no se reducen a facultarnos
para operar bien, sino que esencialmente son inclinaciones hacia el buen uso de las
respectivas facultades, o sea, inclinaciones a obrar bien.

Recordemos que Santo Tomás de Aquino reconoce al entendimiento y a la voluntad


sus respectivos ámbitos. El objeto del entendimiento es la verdad, vale decir, el ser en
su cognoscibilidad, en tanto que el objeto de la voluntad es lo bueno, el ser en cuanto
apetecible. Pero son inseparables, porque la voluntad no conoce, es ciega de por sí, y
el entendimiento no apetece. Sabido es que distinción y separación no es lo mismo. El
bien presupone la verdad, es decir, el entendimiento precede a la voluntad iluminándola
para que vea lo que debe y lo que puede querer. Y a su vez, el entendimiento es activo
solamente cuando la voluntad lo saca de la potencia al acto. La voluntad es, como toda
facultad apetitiva, una fuerza impulsora, motor, principio de actividad. En este sentido,
es superior al entendimiento. Para la virtud no basta el recto saber solo. En esto
reside el error del intelectualismo griego, que es tan intenso en Sócrates, quien vincula
indisolublemente el conocimiento del bien con el obrar positivo conforme a él. Este
intelectualismo no tiene en cuenta la importante función de la voluntad. Nuestra expe-
riencia nos demuestra que muchas veces nuestro entendimiento capta el bien y no es
puesto en obra a causa de la debilidad volitiva. Ovidio decía: "veo que sea lo mejor, lo
pruebo, pero sigo lo peor".

Las virtudes morales principales se llaman cardinales, porque sobre ellas se fundan
las demás virtudes morales, y todas las virtudes morales secundarias pueden reducir-
se a las cardinales o sea principales.

Las virtudes cardinales son cuatro, tanto por razón de su sujeto como por razón de
su objeto. El objeto propio de las virtudes morales es el bien moral, o sea, el bien que
es tal según el recto dictamen de la razón práctica.

Este bien moral o racional puede considerarse:

1º) en los medios para alcanzarlo, que son discernidos e imperados por la virtud
de la prudencia (la cual es a la vez virtud intelectual y virtud moral);

124
2º) en cuanto bien (fin) referente a las operaciones relativas a otros, que es
logrado por la justicia;
3º) en cuanto se refiere a las pasiones que impiden alcanzar un bien o fin difícil,
arduo, y que la razón sin embargo dictamina como necesario o conveniente,
tales pasiones son ordenadas y moderadas por la virtud de la fortaleza, la cual
vence el temor y refrena la audacia ciega; y
4º) en cuanto se refiere a las pasiones que impelen a bienes deleitables de un
modo contrario a la razón, tales pasiones son moderadas por la templanza.

En cuanto al sujeto de tales virtudes, la prudencia reside en la razón práctica; la


justicia en la voluntad; la fortaleza en el apetito llamado irascible (el que tiende al
bien arduo, difícil) y la templanza en el apetito llamado concupiscible, que tiende a lo
deleitable a los sentidos.

Como puede observarse, de las cuatro virtudes morales mencionadas, tres se refie-
ren al fin del hombre: la templanza (bien propio), la fortaleza (bien propio) y la justicia
(bien del otro). Efectivamente, la templanza dispone al hombre a no apartarse del
debido fin por la concupiscencia; la fortaleza, a que no se aparte de él por temor; la
justicia, a que no se aparte del debido fin por quedarse con el bien del otro. En cambio,
la prudencia se refiere a los medios para alcanzar ese fin; es decir, versa sobre las
obras singulares, ordenándolas hacia el debido fin último. La prudencia, por lo tanto,
inclina a juzgar rectamente, con juicio estrictamente práctico, sobre las obras singula-
res, en orden al fin último.

Las virtudes morales consisten en un justo medio entre dos excesos, que son dos
vicios. Así, la fortaleza está en un justo medio entre la cobardía y la audacia ciega.
Pero conviene añadir que:

1) ese justo medio no es de mediocridad sino de eminencia, así como el vértice


superior de un triángulo está en el medio de los otros dos, pero no a la misma
altura, sino más arriba; y
2) en ciertos casos, ese justo medio está más cerca de uno de los vicios que del
otro; por ejemplo, la fortaleza está más cerca de la audacia que de la cobardía.
Usando el mismo ejemplo metafórico del triángulo, cabe decir que a veces, en
materia de virtud moral, ese triángulo no es perfectamente equilátero o no perfec-
tamente isósceles.

Las virtudes morales están todas conectadas entre sí y con el último fin. La falta de
una perjudica a las demás. Por ejemplo, un Juez sin virtud de fortaleza, puede senten-
ciar injustamente por temor a alguna amenaza; asimismo, un gobernante puede obrar
imprudentemente por excesiva afición al alcohol, esto es, por no poseer la virtud de la
templanza.

Centrándonos en la virtud de la prudencia, tenemos que es una virtud moral cardi-


nal que reside en el entendimiento práctico, y que su objeto propio no es el fin de la
acción humana, sino la determinación, en cada caso, de los debidos medios para llegar

125
a ese fin. Puede definirse como una virtud del entendimiento práctico que habilita al
hombre para dirigirse rectamente en la elección de los medios conducentes al último
fin. A la prudencia toca, por lo tanto, determinar en cada caso cuál es el justo medio en
que cada acto virtuoso consiste, teniendo en cuenta las peculiares circunstancias en
que ese acto se dé, y ayudándose con la memoria del pasado, la inteligencia del pre-
sente y la previsión del porvenir.

Santo Tomás de Aquino se plantea lo siguiente:

1) ¿Tal virtud radica en la voluntad o en la razón? Y contesta diciendo que la pruden-


cia es providente (cuida de lo porvenir; lo pre – ve); por lo tanto, es acto de la
razón, no de la voluntad.
2) ¿Está sólo en la razón práctica o también en la especulativa? La prudencia inclu-
ye el consejo; tal acto es de la razón práctica, y por lo tanto, la prudencia radica
allí solamente.
3) ¿Conoce los singulares? Sí, pues ella aplica los principios universales y particu-
lares a los casos singulares y concretos; y por eso es necesario que conozca a
éstos. Así, el Juez aplica la ley al caso concreto, y para hacerlo debidamente,
tiene que examinar y valorar prudentemente a ese caso con todas sus circuns-
tancias.
4) ¿Es una virtud? Sí, pues es un hábito operativo bueno, y más aún: no es sólo
virtud intelectual (por residir en la razón práctica), sino que a la vez es virtud
moral, pues su objeto es el justo medio en los actos humanos.
5) ¿Es una virtud especial? Sí, porque tiene un objeto propio. Su misión consiste en
dirigir debidamente hacia el fin a todas las demás virtudes morales, eligiendo los
medios adecuados a cada caso.
6) ¿Prescribe el fin a todas las virtudes morales? La prudencia no determina el fin
(último). Tal fin se conoce por la sindéresis y lo apoyan la fortaleza, la templanza
y la justicia. La prudencia aplica los principios universales (fundados en el fin
último), a los casos singulares.
7) ¿Determina el justo medio en las virtudes morales? Sí, le corresponde en cada
caso determinar el medio racional de la conducta virtuosa, evitando los dos extre-
mos, que implican otros tantos vicios. Por ejemplo, determinará que la virtud de la
fortaleza, en tal caso determinado, debe realizar un acto valeroso, que sea ciega
audacia, ni mucho menos cobardía.
8) ¿El acto más propio de la prudencia es el imperar (o preceptuar)? Sí, porque la
prudencia dirige a) el consejo, b) el juicio discretito de los medios y c) su aplica-
ción a la práctica (uso) mediante el imperio. Por eso, las leyes son imperativas,
son reglas prudenciales (por lo menos, las leyes positivas).
9) ¿La prudencia se extiende al gobierno de la multitud?. Santo Tomás distingue el
bien particular de cada uno, del bien común de una sociedad, y sostiene que la
prudencia es necesaria tanto para regirse a sí mismo como para regir a la multi-
tud.
10) ¿La prudencia que busca el bien propio es la de la misma especie que la que se
extiende al bien común? No, porque siendo el bien común diferente por esencia
del bien particular, la prudencia que dirige hacia el bien común no es de la misma
especie que la que procura el bien particular: hay entre ellas solamente analo-

126
gía, no identidad de especie. Porque la prudencia individual, que basta para
dirigirse a sí mismo, no basta para la más difícil tarea de dirigir la multitud hacia
el bien común. Un particular prudente en su vida privada no es necesariamente
un buen gobernante. Y de allí toma Santo Tomás ocasión para dividir la prudencia
en tres clases: la individual, la doméstica o familiar (que dirige hacia el bien de la
familia y reside en los padres), y la política, que dirige el bien común de la
sociedad política, y que debe residir principalmente en el legislador o autoridad,
luego en el juez (prudencia judicial) y en menor grado en los súbditos o ciudada-
nos.

Finalmente plantea Santo Tomás el problema de las partes de la virtud de la pru-


dencia, y distingue tres clases de partes: las integrales, las subjetivas y las potencia-
les.

Las partes integrales son aquellas que concurren juntamente para formar un todo,
así como la cabeza, el tronco y las extremidades son partes integrales del cuerpo
humano. La prudencia tiene parte integrales, esto es, virtudes parciales que, juntas,
forman la virtud total de la prudencia; esas partes son: memoria, inteligencia, docilidad,
sagacidad, razón, providencia (previsión del futuro), circunspección (virtud que toma
en cuenta todas las circunstancias que rodean a un caso concreto) y precaución.

También tiene la prudencia partes subjetivas. Se llaman así, las especies de un


género. En la prudencia tenemos como especies o partes subjetivas, la prudencia
particular, la prudencia doméstica o familiar, la prudencia social o política, dividida en
gubernativa y cívica (y podríamos añadir la prudencia judicial) y la prudencia militar.

Las partes potenciales de una virtud son ciertas virtudes que no llegan a ser pru-
dencia, pero le sirven como auxiliares; ellas son la eubulia, o virtud del buen consejo; la
sinesis, esto es, la sensatez, así como la gnome, resolución equitativa, que sirven al
acto del juicio prudencial; la sensatez, en los casos ordinarios; la resolución equitativa
en los casos extraordinarios, en que para servir debidamente a la justicia, resulta
necesario apartarse de la ley general para adecuarse a lo imprevisto del caso concreto.

La Conciencia

Según Gómez Pérez, la conciencia es un juicio o dictamen del entendimiento prác-


tico que califica la bondad o la malicia de un acto hecho o por hacer. Hay que recordar
que la inteligencia humana posee dos dimensiones: una teórica y otra práctica. Sus
juicios están basados en primeros principios evidentes por sí mismos e indemostrables.
El primer principio del entendimiento teórico es el de no contradicción: nada puede ser
y no ser a la vez, en el mismo sujeto y en el mismo aspecto. El primer principio del
entendimiento práctico también es evidente: hay que hacer el bien y evitar el mal. El
hábito intelectual de los primeros principios morales es la sindéresis, y la conciencia
es un acto que, en forma de juicio, dictamina sobre la bondad o maldad de un caso
particular. Para ello, la conciencia juzga de acuerdo con unos criterios anteriores, que

127
ella no crea, sino que descubre: la ley natural y la ley humana en cuanto aplicación o
explicitación de la ley natural. En otras palabras, la conciencia no es autónoma si por
autonomía se entiende crear su propia ley; si, en cambio, por autonomía se entiende
libertad, la conciencia es autónoma, en el sentido de que nunca es lícito coaccionar la
conciencia.

Estados en que puede encontrarse la conciencia

En razón del acto.

Conciencia antecedente y conciencia consecuente. La antecedente juzga sobre


un acto que se va a hacer; la consecuente, sobre un acto ya realizado.

En razón de la conformidad con la ley moral.

Conciencia recta y conciencia errónea.

Conciencia recta, llamada también verdadera, es la que juzga rectamente, de


acuerdo con los principios verdaderos, aplicados al caso concreto. Por ejemplo, se
actúa con conciencia recta o verdadera cuando se dictamina que el homicidio es ilícito.

Conciencia errónea, llamada también falsa, es la que, de acuerdo con principios


falsos (que, sin embargo, se estima que son verdaderos) juzga sobre la licitud o ilicitud
de algo.

La conciencia errónea puede presentarse también en otras situaciones:

- conciencia escrupulosa: la que estima mala una acción, basándose en razones


que no lo son y, a menudo, en detalles que carecen de importancia;
- conciencia perpleja: la que por todas partes ve mal, tanto si se decide por un
extremo como si se decide por el otro;
- conciencia laxa: la que no concede importancia a lo que, en sí, es objetivamente
grave y moralmente negativo; si esa laxitud se hace crónica, hasta el punto de no
plantearse problema moral alguno, se habla de conciencia cauterizada;
- conciencia farisaica o hipócrita: la que concede gran importancia a asuntos que
no la tienen y, simultáneamente, pasa por alto actuaciones gravemente inmorales.

En razón del asentimiento.

Conciencia cierta, conciencia probable y conciencia dudosa.

La conciencia cierta es la que juzga con seguridad que una acción es buena o mala.
Se está seguro y no hay miedo a equivocarse.

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La conciencia probable es la que dictamina que un acto es bueno o malo, pero con
temor a equivocarse.

La conciencia dudosa es la que pronuncia un juicio positivo con prudente temor de


equivocarse, o pronuncia un juicio negativo declarando que no sabe si el acto es lícito o no.

Una conciencia cierta no es necesariamente una conciencia recta. Se actúa con


conciencia cierta cuando no se tiene duda alguna sobre la bondad o malicia de la
acción; sin embargo, ese juicio puede estar equivocado y darse, por tanto, una concien-
cia cierta y, a la vez, errónea.

Ordinariamente, toda conciencia recta es conciencia cierta, porque la verdad comu-


nica la certeza; pero también es muy frecuente que una conciencia cierta, segura de sí
misma, esté objetivamente equivocada.

Se puede resumir, entonces, que para la buena actuación moral, es preciso obrar
con conciencia recta y cierta.

Conciencia verdadera y conciencia errónea

La conciencia invenciblemente errónea es cierta, es decir, se cree que es verda-


dera subjetivamente. El acto de una conciencia invenciblemente errónea es un acto
humano libre, una decisión a favor de la ley moral (aunque se equivoque). Como esta
equivocación no es conocida, no seguir esa conciencia sería ir contra la ley moral y
contra la propia libertad: sería, en definitiva, elegir el mal en lugar del bien. Santo
Tomás enseña que el que obra con conciencia errónea, creyendo que es recta (de lo
contrario, no obraría con conciencia invenciblemente errónea sino contra conciencia),
no hace sino adherirse a esa conciencia errónea por causa de la rectitud que supone
haber en ella. Es decir, cuando la conciencia errónea no puede corregirse normalmente
(es invenciblemente errónea), no se le puede imputar la malicia del acto.

Ante los casos de conciencia venciblemente errónea, lo ético es superar ese error
(cosa posible); estamos obligados a corregir la conciencia venciblemente errónea puesto
que serían moralmente imputables los actos realizados en esa condición, sobre todo
cuando están comprometidos legítimos intereses y expectativas de terceros; por lo
tanto, es muy frecuente en la actuación profesional. Ordinariamente siempre es posible
salir del error a través de una investigación más atenta, pidiendo consejo, revisando
precedentes, etc. Nunca es lícito, por lo tanto, mantenerse conscientemente en una
conciencia venciblemente errónea. Esto equivaldría a una conciencia laxa.

En el extremo contrario se sitúa la conciencia escrupulosa. La conciencia escrupu-


losa no ha de ser seguida nunca. En el lenguaje corriente, por conciencia escrupulosa
se entiende a veces (sin propiedad) la esmerada, legítima y obligatoria investigación
de todos los detalles. En ese sentido impropio, la llamada conciencia escrupulosa no es
más que la rectitud de conciencia.

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A mitad de camino entre la conciencia laxa y la escrupulosa está la conciencia
perpleja, es decir, la que en los dos o más supuestos que se ven como posibles
encuentra el mismo peso y valor. En este caso, lo ético es superar esa perplejidad
mediante los mismos medios válidos para salir de la conciencia venciblemente erró-
nea: mejor investigación, consulta, etc. Si, por cualquier motivo, esto no es posible, lo
ético es decidirse, sin escrúpulos, por la solución que mejor salvaguarde los principios
morales. Hay que tener en cuenta que la perplejidad acompaña con frecuencia la actua-
ción profesional, sobre todo en los inicios del desempeño de una ocupación. En cierto
modo, la competencia profesional equivale a salir progresivamente de la perplejidad.

Conciencia cierta y conciencia dudosa

Con conciencia cierta, la voluntad se decide por algo sin miedo a errar. La certeza
es la adhesión firme del entendimiento a lo que se conoce. Puede ser intrínseca (basa-
da en la misma naturaleza de las cosas: ahora es de día) o extrínseca (se apoya en el
testimonio autorizado de otra persona).

Clásicamente, la certeza también se divide en física (el sol saldrá mañana), metafí-
sica (hay que hacer el bien, lo que ha sido no puede haber no sido) y moral (mi mejor
amigo me engaña). La certeza puede ser estricta, que excluye cualquier duda razona-
ble, y lata, basada en motivos fundados, pero sin excluir algún género de duda. Final-
mente, la certeza puede ser directa, que es la que nace de principios claros y manifies-
tos, o indirecta, que se basa de ordinario en presunciones (por ejemplo, estoy en la
certeza de que A no es culpable de parricidio porque toda su vida y conducta apoyan la
presunción de una actuación claramente filial).

La certeza total, plena y sin el más mínimo género de duda es poco corriente, salvo
en algunas cuestiones fundamentales. Ahora bien, sólo la conciencia cierta (directa o
indirecta) es regla suficiente para actuar, pero de ordinario basta con una conciencia
lata. Es decir, puede ser conciencia cierta la que llega a la certeza a través de presun-
ciones fundadas, aunque quede algún tipo de inquietud.

En general, se presupone que existe conciencia cierta cuando se actúa con diligen-
cia, cuando no se abandonan los estudios profesionales, cuando existe un interés posi-
tivo por estar al día, cuando se repasan con frecuencia los principios fundamentales,
cuando los asuntos son resueltos después de seria y madura reflexión, cuando existe
el hábito de aconsejarse con personas que conocen mejor el tema.

Lo contrario de la conciencia cierta es la conciencia dudosa. Se trata de un estado


en el que se da un asentimiento sin certeza, con algún miedo al error. Los motivos de
duda no impiden el asentimiento, pero hacen que éste sea inseguro y frágil.

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Existen varios tipos de duda:

- duda de derecho (falta de certeza sobre la existencia de una norma) y duda de


hecho (falta de certeza sobre si se ha dado no un hecho concreto);
- duda positiva (se funda en graves razones; hay motivos serios para dudar de la
rectitud de lo que se va a hacer) y duda negativa (las razones son leves o
colaterales a la sustancia del asunto).

El principio fundamental en esta materia es el siguiente: no es lícito actuar con


conciencia prácticamente dudosa (es decir, si hay duda sobre si esto, en concreto, es
bueno o malo) cuando la duda es positiva (fundada en graves razones). Por ejemplo, no
es lícito que el Juez que duda de la comisión de un delito (con una duda fundada en
graves razones) dé sentencia absolutoria. Las dos únicas soluciones éticas son: resol-
ver la duda, si es posible, o absolver al presunto reo, ya que toda persona es inocente,
mientras no se demuestre lo contrario.

La duda puede resolverse apelando a principios directos (mayor y mejor investiga-


ción, consulta, etc.) o a principios indirectos. La práctica jurídica conoce desde antiguo
aforismos que son principios indirectos para resolver la duda.

Determinación de la moralidad de un acto

Nos preguntamos ahora a qué criterios hay que atender para determinar que un acto
es bueno o malo. Estos criterios son:

1) el contenido o resultado que trae consigo la acción u omisión;


2) las circunstancias que rodean al acto; y
3) el fin subjetivo que pretende el que realiza el acto. Estos criterios de determina-
ción de la moralidad de un acto se denominan también principios o fuentes de
la moralidad.

El objeto o finalidad objetiva de la acción

Aquello a lo que tiende cualquier acción humana es la finalidad intrínseca de esa


acción, su objeto. En cuanto al criterio de moralidad, el objeto de un robo no es la cosa
en sí robada, sino adueñarse de la cosa en cuanto es ajena, sin el permiso de su dueño.
El objeto del soborno no es entregar dinero u otra clase de bien a alguien, sino entre-
garlo a cambio de una acción injusta.

El objeto es el primero y principal criterio de moralidad. La cualidad del objeto se


conoce atendiendo a la ley moral. Hay que mirar a la ley moral (natural y positiva) para
saber qué actos son moralmente buenos, malos o indiferentes.

131
Las Circunstancias

Circunstancia es una condición que modifica más o menos gravemente la sustancia


del acto moral. No se aplica a las circunstancias que para nada afectan a la actuación
moral. Por ejemplo, un robo no es más o menos grave porque el ladrón tenga los ojos
negros o azules.

Las circunstancias que afectan el acto moral han sido clasificadas tradicionalmente así:

Quién: se refiere a la calidad del agente. No es lo mismo la mentira de un amigo a


otro que la mentira de un testigo en un proceso.

Qué: designa la calidad o cantidad del objeto. No es lo mismo robar cinco pesos que
un millón. No es lo mismo falsificar el propio documento de identidad que un billete.

Dónde: es la especificación del lugar. El robo en una iglesia de un objeto sagrado es,
además de robo, ofensa a la religión y sacrilegio.

Con qué medios: el apropiarse con engaño de lo ajeno es estafa; con violencia es
robo.

Por qué: expresa el fin extrínseco que se pretende con el acto. Esta circunstancia se
confunde con el fin del agente.

Cómo: indica el modo moral (no instrumental) con el que se realiza el acto: con
pasión, por juego, etc.

Cuándo: es la especificación moral. No es lo mismo mentir durante una charla infor-


mal con el propio abogado que en el desarrollo de un proceso.

Las circunstancias tienen importancia porque pueden modificar e incluso cambiar


totalmente la calidad del acto. En unos casos disminuyen la culpabilidad, en otros la
agravan. Son las circunstancias eximentes, atenuantes o agravantes, dicho con la
terminología jurídica.

La finalidad del agente

Se entiende con esto, la finalidad subjetiva que persigue el agente, o mejor, los
motivos que lo llevan a obrar así. El fin del agente modifica la moralidad del acto. Por
ejemplo, un acto indiferente (pasear) puede convertirse en algo bueno si se pretende
con ello acompañar a alguien que lo necesite; es malo si se hace con el objeto de
encontrar una ocasión de robar. Un acto bueno (por ejemplo, ayudar económicamente a
otro) puede hacerse menos bueno si se pretende presumir de ello; o incluso malo, si se
pretende sentar las bases para un chantaje posterior. Finalmente, el fin pretendido con

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una acción mala puede disminuir su gravedad (robar para ayudar a uno que necesita
dinero), pero nunca convertirla en una acción buena, ya que el robo sigue siendo robo a
pesar de la "buena" intención del agente. El fin no justifica los medios.

Condiciones y condicionamientos de los actos humanos

Acto humano es el que procede de la deliberada voluntad del hombre. La expresión


acto humano es sinónima de acto libre, acto voluntario, acto moral, acto imputable. La
ética se refiere sólo a esos actos, excluyendo por lo tanto los actos meramente natura-
les (la respiración), los físicamente coaccionados (que llegan a anular por completo la
voluntad), los no imputables (los de enfermos mentales graves, niños pequeños, los
realizados en sueños, etc.).

Condiciones para que se de un acto moral

El hombre, a diferencia de los animales, está dotado de inteligencia y de libre volun-


tad. Por eso, para que se pueda hablar de acto moral han de darse dos condiciones o
requisitos: el conocimiento o advertencia y la voluntad libre.

El conocimiento o advertencia

El acto moral requiere, para serlo, que se sepa lo que se hace, que haya conocimien-
to, advertencia. Ese conocimiento ha de ser anterior a la realización del acto.

Impedimentos a la advertencia

El principal impedimento a la advertencia es la ignorancia o carencia de la ciencia


debida, de aquel conocimiento que se debe y se puede tener. Ignorancia no es nescien-
cia (carencia de conocimiento no debido), inadvertencia (falta de atención), ni olvido
(ausencia de un conocimiento que se tenía).

En los ordenamientos jurídicos se prescribe que la ignorancia de las leyes no excu-


sa de su cumplimiento. En el orden moral, en cambio, la ignorancia ejerce un influjo
indudable en la culpabilidad.

Se distinguen diversos tipos de ignorancia:

a) Según el objeto: ignorancia de derecho (se ignora que exista la ley que manda
o prohíbe algo) e ignorancia de hecho (se ignora que un hecho esté comprendi-
do en determinada ley).

133
b) Según el sujeto: ignorancia invencible (ignorancia que no sabe que lo es y, por
lo tanto, no puede ser evitada, vencida) e ignorancia vencible (la que puede ser
vencida, superada, con una razonable diligencia). La ignorancia vencible juega un
papel importante en la actuación moral. No es lo mismo la ignorancia vencible
simple (implica la simple ausencia de una acción que podría superarla) que la
ignorancia crasa (indica que nada se ha hecho expresamente por vencer la
ignorancia). Mayor gravedad revisten los actos realizados con ignorancia venci-
ble afectada, es decir, conscientemente falsa: no se quiere poner los medios
para vencer la ignorancia.
c) Según el tiempo: ignorancia antecedente, es la que precede a la voluntad y, por
lo tanto, es en parte involuntaria; en realidad, en muchos casos se identifica con
la ignorancia invencible; ignorancia concomitante, cuando acompaña a la ac-
ción, pero no la origina y el acto se hubiera originado aunque no hubiera habido
ignorancia; ignorancia consiguiente es la que sigue al acto y supone una negli-
gencia querida por la voluntad, con lo que, de alguna forma, se asemeja a la
ignorancia vencible.

En la práctica, los tipos de ignorancia más influyentes son la invencible y la venci-


ble, en su combinación con la antecedente y la consiguiente. El concepto clave es la
diligencia debida, y de ahí la importancia de estas nociones en la actuación profesional.

Sentadas estas bases, pueden deducirse las siguientes conclusiones:

- la ignorancia invencible no trae consigo responsabilidad moral, aunque sí


posible responsabilidad jurídica, porque se presume siempre el conocimiento de
la ley, ya que de otro modo, cualquier norma podría ser burlada apelando a la
ignorancia;
- la ignorancia vencible trae siempre consigo responsabilidad moral; más leve
en la ignorancia simple que en la crasa; la ignorancia afectada aumenta la malicia
moral del acto;
- la ignorancia antecedente excusa de culpa moral si es invencible; no excusa
si es vencible. Hay que añadir que no se puede éticamente admitir una ignorancia
antecedente en aquellos temas o asuntos que, por oficio o profesión, han de cono-
cerse bien;
- la ignorancia concomitante revela también una falta de disposición habitual para
conocer la moralidad y, por este motivo, puede ser culpable;
- la ignorancia consiguiente de ordinario implica culpa moral. Por ejemplo, un
profesional es responsable de las consecuencias que se siguen de sus actos
cuando con una diligencia razonable podrían evitarse. Así, en el caso de una
intervención quirúrgica en una persona gravemente afectada de una dolencia
cardiaca desconocida por el médico, pero que podría haberse conocido y debería
haber sido conocida.

134
La Voluntariedad

Acto voluntario es el que procede de un principio intrínseco, con conocimiento del


fin. Ese principio es la voluntad. No son actos voluntarios, por no cumplir estos requisi-
tos, los naturales (la circulación de la sangre), los instintivos, los físicamente coaccio-
nados.

El acto voluntario que se realiza con plena advertencia se llama perfecto; imperfecto,
si falla en algún aspecto la advertencia.

El acto voluntario que se quiere por sí mismo, intentándolo directamente, se llama


voluntario libre; el que no se quiere por sí mismo pero es permitido al intentar otro que
sí se desea, se llama voluntario indirecto.

Los actos voluntarios también se clasifican según la atención con la que son realiza-
dos: actual (atención mantenida en la realización), virtual (atención que se mantiene
durante la realización pero no de forma expresa), habitual (atención que se ha tenido
alguna vez y se presume que sigue existiendo mientras que no haya actos en contra).

En la práctica, estas distinciones tienen, como consecuencia, los siguientes princi-


pios:

- el voluntario imperfecto disminuye la responsabilidad moral, bien por falta de ad-


vertencia o por falta de consentimiento;
- el voluntario realizado con atención actual, virtual y habitual es imputable moral-
mente, de modo especial en los asuntos ordinarios y en los actos de la ocupación
profesional. La atención se presume siempre.

Se llama voluntario indirecto al acto que no se pretende por sí mismo, pero que es
consecuencia de otro que sí se desea en sí mismo. Un acto voluntario indirecto puede
tener de ordinario dos efectos: el querido directamente y el que sucede indirectamente.
En el caso de que esos dos efectos sean buenos, no hay problema moral alguno. Los
problemas, muy frecuentes, se plantean cuando, al realizar una acción, se sigue un
efecto bueno y otro malo. Por ejemplo, un farmacéutico vende un fármaco y el cliente lo
utiliza para suicidarse.

Para que sea lícito realizar un acto del que se sigue un efecto indirecto malo, se
requieren todas estas condiciones:

a) que la acción sea buena en sí, o indiferente;


b) que el efecto primero o inmediato sea el bueno, es decir, que el bien que se
pretende no debe ser consecuencia del efecto malo;
c) que el fin del que actúa sea honesto, es decir, que intente primera y únicamente el
efecto bueno, no queriendo expresamente el efecto malo; a lo más, se limita a
permitir el resultado malo ya que es inseparable del bueno. Así, el médico que
interviene quirúrgicamente a una mujer embarazada y aquejada de un tumor (de

135
lo cual se sigue el aborto) quiere la curación (efecto bueno), y sólo permite el
posible aborto (efecto malo). Caso muy distinto, y por lo tanto es un supuesto de
ilícito, es de matar a un niño en el seno de la madre para salvar la vida de ésta;
aquí lo que se intenta primera y directamente es un acto malo. Tampoco es lícito
mentir para ayudar a otra persona. Un fin bueno no justifica nunca el empleo de un
acto intrínsecamente malo;
d) que exista una causa proporcionada a la gravedad el efecto malo que se produce.
En el ejemplo anterior de la extirpación de un tumor existe esa causa proporcio-
nada. Se da también una justa causa en la actuación de un abogado defensor que,
con el fin – intrínsecamente bueno – de defender a su cliente, ha de descubrir
situaciones que suponen, para otras personas, la revelación de hechos que les
perjudican pero hasta entonces desconocidos.

Impedimentos a la Voluntariedad

Afectan a la voluntariedad del acto: las pasiones, la violencia o coacción, los hábitos
o costumbres.

Las pasiones

Se entiende por pasión el movimiento de la sensibilidad (apetito sensitivo) que se


origina de la aprehensión del bien o del mal sensible, lo cual produce cierta conmoción
en el organismo. Abarcan las pasiones todo lo que, en el lenguaje ordinario, se entiende
por emociones, estados intensos de sensibilidad.

La clasificación clásica de las pasiones nace de la distinción entre el apetito o ten-


dencia al bien que agrada (apetito concupiscible) y el apetito que tiende hacia el bien
arduo, difícil de conseguir (apetito irascible).

Respecto del bien agradable, al que tiene el apetito, resulta:

√ Cuando es aprehendido … el amor


√ Cuando algo se opone a ese bien … el odio
√ Cuando se trata de un bien futuro … el deseo
√ Cuando se trata de un mal futuro … la aversión, la fuga
√ Cuando se trata de un bien presente … el gozo
√ Cuando se trata de un mal presente … la tristeza
√ Respecto al bien difícil de conseguir, resultan las siguientes pasiones:
√ Cuando ese bien es considerado posible … esperanza
√ Cuando es considerado imposible … desesperación
√ Cuando se trata de un mal todavía no presente pero superable … audacia
√ Cuando se trata de un mal aún no presente pero insuperable … temor, miedo
√ Cuando se trata de un mal presente … ira

136
Por otro lado, estas pasiones pueden ser antecedentes al acto o directamente queri-
das. En general, las pasiones antecedentes aumentan la voluntariedad del acto, pero
disminuyen su libertad. Otra cosa son las pasiones directamente queridas para refor-
zar el acto; en este caso aumentan la responsabilidad moral. Por ejemplo, el que es
"atacado" repentinamente por una pasión como la ira e injuria a otro, es moralmente
culpable; pero lo es más aún si alimenta esa ira para obrar con más fuerza y contun-
dencia.

Las pasiones fuertes no directamente queridas, resultado quizás del temperamento


o de una situación difícil y no buscada, disminuyen la libertad. El que, pensando que en
un accidente ha matado a alguien, cae en la desesperación y en la tristeza y huye, es
culpable; pero esas pasiones son también atenuantes de su conducta.

Entre las pasiones hay que situar el miedo, o estado ansioso ante un mal presente o
futuro. Lo que se realiza con miedo o por miedo es plenamente voluntario; sin embargo,
pueden darse casos de miedo antecedente grave, que ofusca la razón y, por lo tanto,
disminuye la responsabilidad moral, llegando a veces a suprimirla del todo. Para que el
miedo pueda ser atenuante o excusante ha de tratarse de un miedo injusto, lo que
equivale a una forma de violencia.

La Violencia

Violencia es la presión física o moral ejercida contra alguien, para que haga lo que
no quiere o no haga lo que quiere. No puede haber violencia contra el acto interno de la
voluntad que obedece sólo a la propia libertad. Ahora bien, la violencia moral, quien
obra es la víctima y lo hace como sujeto con voluntad y libertad, aunque notoriamente
afectadas. Sin embargo, el reproche moral va dirigido al sujeto agente de la coacción. Y
en cuanto a la violencia física, quien obra es el sujeto productor de la fuerza, no así la
víctima que, en este caso, cumple el papel de objeto o mero instrumento. El reproche
moral también aquí va destinado al generador de la violencia. La inmensa mayoría de
las hipótesis que podemos plantear están referidas a la violencia moral, en sentido de
presión para que se realice o no un determinado acto. Incluso las amenazas de un daño
físico o una feroz golpiza a una persona para que lleve a cabo o no cierta conducta,
constituyen violencia moral, porque aquí quien actúa (como se dijo anteriormente) es la
víctima, si bien con su libertad manifiestamente amenguada. En lo que respecta a la
violencia física, los supuestos que podrían señalarse son muy pocos y casi de labora-
torio, como si alguien presiona la mano de otro para que estampe sobre un papel su
impresión digital, o lo empuja hacia una vidriera para que ocasione un daño. En estos
ejemplos, quien actúa es el sujeto productor de la violencia, valiéndose del otro como
mero instrumento. En ambas situaciones de violencia, los actos no son, por lo tanto,
morales para la víctima y su autor no es responsable de ellos. Moralmente, si no existe
consentimiento interno en aquello a lo que se es coactivamente llevado a hacer, no hay
tampoco culpa. Se trata de actos involuntarios y, por lo tanto, no morales.

137
Los Hábitos

Algunas actuaciones morales están enraizadas en hábitos adquiridos. Puede darse


que, por la fuerza de un hábito inmoral, la persona realice inconscientemente o con una
atención habitual actos que conscientemente reprobaría. En estos casos, los actos son
voluntarios, pero están disminuidos en su libertad, con tal de que exista la voluntad de
corregir ese hábito. Sin embargo, cuando los hábitos no sólo son rechazados sino
reforzados, los actos procedentes de él son más voluntarios, tanto si se trata de un
acto moral como si es un acto inmoral. Por ejemplo, quien ha adquirido el hábito de
mentir, es culpable moralmente cada vez que miente, aunque tenga la impresión de que
lo hace sin darse cuenta. El habituado a recibir injustamente dinero u otros bienes a
cambio de un favor que lesiona la justicia distributiva, es responsable por diversas
razones: por haber adquirido ese hábito, por no desarraigarlo, por cada acto de injusticia.

Condicionamiento de los Actos Humanos

Ordinariamente, se justifica la inmoralidad de algunos actos recurriendo a expresio-


nes tales como "presión social", "condicionamientos externos", "ambiente en que se
vive", etc. Otras veces esas justificaciones hacen referencia al temperamento (intro-
vertido, extrovertido, estable, inestable), a la edad, al sexo, a la herencia, etc. Hay que
decir que, en los casos normales, esos factores constituyen, a lo más, circunstancias
atenuantes de la moralidad del acto, por falta de advertencia y, más raramente, por falta
de voluntariedad. Sin duda, los condicionamientos pueden hacer más difícil el conoci-
miento de la ley moral o su práctica, pero no convierten los actos en algo desligado de
la moralidad. Si así fuera, cualquier comportamiento inmoral se justificaría por el sim-
ple darse: un usurero estaría condicionado por su condición de tal, por el hábito adqui-
rido, por el ambiente en que se mueve; un explotador del trabajo ajeno tendría fácil
excusa en una situación más o menos extendida de explotación. En el límite, un com-
portamiento ético en un ambiente de falta de ética tendría que ser considerado inmoral,
precisamente por escapar de esos condicionamientos.

Es distinta la perspectiva en los estados patológicos, en los trastornos mentales de


diversa gravedad. Es suficientemente conocido que algunos de estos estados patológi-
cos eximen completamente de responsabilidad moral, al afectar a las dos condiciones
esenciales de los actos humanos: la advertencia y la voluntariedad.

138
UNIDAD IV
EL ORDEN MORAL Y EL ORDEN JURÍDICO. DISTINCIÓN
Y RELACIÓN. EL ORDEN JURÍDICO POSITIVO.
OBLIGATORIEDAD MORAL DE LAS NORMAS JURÍDICAS
POSITIVAS. LÍMITES A LA OBLIGATORIEDAD MORAL DE
LAS NORMAS POSITIVAS. EL CASO DE LA LEY INJUSTA

Aristóteles distingue cuatro órdenes de las cosas respecto de su fin, a saber:

ORDEN LA RAZÓN

ESPECULATIVO CONSIDERA PERO NO HACE

LÓGICO CONSIDERA Y HACE EN SUS PROPIOS ACTOS (CON-


CEPTOS, PALABRAS, ETC.)

PRÁCTICO O CONSIDERA Y HACE EN LAS OPERACIONES DE LA VO-


MORAL LUNTAD (ACCIONES LIBRES DEL HOMBRE)

PRODUCTIVO CONSIDERA Y HACE EN LAS COSAS EXTERIORES

La ÉTICA O MORAL se refiere a todas aquellas conductas voluntarias y libres


que corresponde realizar al hombre para el logro de su BIEN PERSONAL, de su
PLENITUD O PERFECCIÓN EN EL PLANO NATURAL. Las distintas inclinaciones y
potencias inscriptas en la naturaleza humana deben ser "actualizadas" y satisfechas
para que, de esa manera, la persona logre su acabamiento entitativo, su realización
perfectiva. Entonces, atendiendo a las exigencias del SER, la ley moral es un impe-
rativo de la razón que prescribe a la conducta ciertos "DEBER SER". "La DEONTO-
LOGÍA es fruto de la ONTOLOGÍA" (Olgiati, "El Concepto de Juridicidad en Santo
Tomás de Aquino", p. 140, EUNSA, 1977, Pamplona).

Por su lado, el DERECHO concierne a las conductas justas que una persona
debe realizar a favor del otro, por necesidad legal y con estricta igualdad, para la
consecución del BIEN COMÚN TEMPORAL. "El bien individual y el bien común no
pueden separarse, porque siendo el hombre naturalmente social, su propio bien
le indica que debe procurar la conservación y perfeccionamiento de la comunidad
en que vive" (Mouchet – Zorraquín Becú, "Introducción al Derecho", p. 17, Editorial
Perrot, 1987, Bs. As.). Y de esa necesidad provienen los deberes para con los demás,
las conductas tendientes a dar o respetar "lo suyo" del otro, el bien del otro:
respetar la vida y la propiedad ajenas, cumplir las obligaciones, no hacer daño a otro,
fortalecer la familia, etc. Lo "suyo" de cada uno está determinado, no arbitrariamente y

139
sin razones objetivas, sino con un fundamento ontológico, en aras de la plenitud perso-
nal y social. Por tal razón, resulta incuestionable que

El Derecho pertenece al orden de la moral

Así las cosas,

COMO EL OBJETO MATERIAL DE LA MORAL Y DEL DERECHO ES EL ACTO


HUMANO, LA CONDUCTA PROVENIENTE DEL HOMBRE COMO SER INTELI-
GENTE Y LIBRE (CONTINGENTE – OPERABLE O REALIZABLE – AGIBLE),
SE TRATA DE SABERES PRÁCTICOS.

Y TODA VEZ QUE, EN ESE CARÁCTER, SUMINISTRAN REGLAS Y MEDIDAS


PARA EL OBRAR, SON ASIMISMO NORMATIVOS.

No obstante, se impone aclarar que NO CORRESPONDE IDENTIFICAR MORAL Y


DERECHO, por las siguientes razones:

MORAL DERECHO
1) POR SU
FINALIDAD BIEN, PERFECCIÓN O PLENITUD DEL BIEN COMÚN
HOMBRE EN EL PLANO NATURAL TEMPORAL

La RELIGIÓN propone una determinada forma de vida, basada en un conjunto de


creencias y reglas de conducta, a fin de que el hombre alcance su BIEN, PERFEC-
CIÓN O PLENITUD EN EL PLANO SOBRENATURAL. A ella se vincula el destino final
de cada uno, la salvación eterna (para los creyentes judeo – cristianos).

MORAL DERECHO

2) POR EL ÁMBITO DE TODA CONDUCTA SÓLO LAS CONDUCTAS POR LAS


CONDUCTAS HUMANA QUE EL QUE ALGUIEN DEBE DAR "LO
INVOLUCRADO EN LA HOMBRE DEBE SUYO" AL OTRO, AL TÉRMINO, DE
REGULACIÓN REALIZAR PARA CONFORMIDAD A SUS TÍTULOS,
LOGRO DE SU POR NECESIDAD LEGAL Y CON
ACABAMIENTO ESTRICTA IGUALDAD
ENTITATIVO

Conforme a lo señalado, la Moral y el Derecho pueden regular una misma conducta,


pero en tal caso, no coincidirán el sentido y alcance de lo mandado por una y otro. "Por
ejemplo: la moral ordena al deudor que satisfaga al acreedor lo que le debe, de acuerdo
con lo estipulado en un contrato lícito, y el Derecho preceptúa también el pago de la
deuda … La norma moral, al ordenar el pago, lo hace para conseguir la bondad y
pureza de intención del deudor, para que éste no se deje arrebatar por una pasión de

140
codicia, o por una pasión de hostilidad, para que no agravie un principio cuyo cumpli-
miento es necesario para la honestidad de la persona íntima … Por el contrario, el
Derecho ordena el pago, sencillamente para que el acreedor cobre, para garantizar a
éste algo que se estima en justicia como suyo" (Recasens Fiches, "Introducción al
Estudio del Derecho", p. 88, Editorial Porrua, 1985, México).

MORAL DERECHO

UNILATERALIDAD: BILATERALIDAD: SE CREA UNA


3) POR LA CANTIDAD HAY UN SOLO RELACIÓN ENTRE DOS O MÁS
DE SUJETOS SUJETO. ES EL PERSONAS O GRUPOS DE PER-
INVOLUCRADOS QUE ESTÁ LLA- SONAS: EL SUJETO PASIVO, A
MADO A CUMPLIR CUYO CARGO ESTÁ EL CUMPLI-
EL DEBER, PARA MIENTO DEL DEBER, Y EL SUJETO
LA REALIZACIÓN ACTIVO (TÉRMINO), QUE TIENE LA
DE SUS PROPIOS FACULTAD DE EXIGIR
FINES. COACTIVAMENTE SU EJECUCIÓN.

Antes de examinar la siguiente diferencia, debe quedar en claro que EXISTE UN


ORDEN MORAL OBJETIVO, FUNDADO EN LAS EXIGENCIAS ONTOLÓGICAS
DEL HOMBRE Y CONSTITUIDO POR JUICIOS O PROPOSICIONES DE LA RA-
ZÓN PRÁCTICA, ENCARGADA DE DIRIGIR LAS CONDUCTAS HACIA EL BIEN
O PLENITUD NATURAL DE LA PERSONA. ESE ORDEN MANIFIESTA EN FOR-
MA DE DEBER LAS EXIGENCIAS, TENDENCIAS O INCLINACIONES NATURA-
LES DEL SER DEL HOMBRE. ES LA LEY NATURAL ÉTICO – JURÍDICA, QUE
A SU TURNO, ES UNA PARTICIPACIÓN DE LA LEY ETERNA EN LOS SERES
RACIONALES.

Por consiguiente, LA MORAL NO PROVIENE DE LA CONCIENCIA INDIVIDUAL


DE CADA SUJETO (en cuyo caso habría tantas morales como individuos). NO ES
EL SUJETO QUIEN SE DA LEYES MORALES A SÍ MISMO.

Precisado lo anterior, cabe ahora advertir que una norma moral, objetiva y cierta-
mente dotada "per se" de plena validez y vigencia, y no obstante el deber de obediencia
absoluta que existe a su respecto, SÓLO ES SUSCEPTIBLE DE SER EFECTIVAMEN-
TE APLICADA O EJECUTADA CUANDO EL SUJETO LA HA INTERNALIZADO, LA HA
INCORPORADO A SU MANERA DE SER Y DE OBRAR, COMO RESULTADO DE UN
RECONOCIMIENTO O ADHESIÓN ÍNTIMA A LA NORMA Y A SU OBLIGATORIEDAD,
POR LA FINALIDAD QUE LA INSPIRA. EN ESTE SENTIDO Y SÓLO EN ESTE, SE
HABLA DE LA AUTONOMÍA DE LA MORAL. Obviamente, el hombre es responsable
del camino elegido y está sujeto, en su caso, a las sanciones propias de la moral.

En cambio, la norma jurídica ES SUSCEPTIBLE DE SER EFECTIVAMENTE APLI-


CADA O EJECUTADA DESDE EL MOMENTO MISMO EN QUE UNA VOLUNTAD AJE-
NA Y SUPERIOR AL INDIVIDUO ASÍ LO HA QUERIDO, SIN QUE DEBA VERIFICAR-

141
SE NECESARIAMENTE, A TAL EFECTO, ACTO ALGUNO DE LA PROPIA CONCIEN-
CIA DEL SUJETO, DE ADHESIÓN O RECONOCIMIENTO ÍNTIMO A LA NORMA. EN
ESTE SENTIDO, SE HABLA DE HETERONOMÍA DEL DERECHO.

MORAL DERECHO
Autonomía. Heteronomía.
El cumplimiento se El cumplimiento se lleva a cabo por-
lleva a cabo sólo si que así lo ha querido una voluntad aje-
4) APLICABILIDAD la voluntad libre del na y superior (la del legislador). Se im-
EFECTIVA DE LA sujeto se adhiere ín- pone a todo trance la conducta debi-
NORMA timamente a la nor- da (o una sucedánea, como la indem-
ma, si la internaliza. nización de daòos y perjuicios) o se im-
pide, también a todo trance, la realiza-
ción de la conducta prohibida. La ad-
hesión íntima del sujeto a la norma es
irrelevante a este fin.

Como corolario de lo anterior,

MORAL DERECHO
5) COACTIVIDAD JAMÁS RECURRE PUEDE UTILIZAR LA COACCIÓN (EN
A LA FUERZA FÍSI- EL CASO DE LA NORMA POSITIVA)
CA

En la mayor parte de los casos, la observancia del derecho se produce espontánea-


mente, por considerar el sujeto que es también un deber moral o por cualquier otro
motivo. Pero si no cumple libremente, de todos modos podrá hacerse efectivo el man-
dato de la norma, de manera forzosa, por medio de los organismos creados para ello,
atento a la heteronomía del Derecho.

MORAL DERECHO

BUSCA EL ACUERDO SE PREOCUPA POR LA EXTERIORI-


6) DISPOSICIÓN ENTRE LA CONCIENCIA DAD DE LA ACCIÓN.INTERESA
INTERIOR Y LA CONDUCTA EXTE- PREPONDERANTEMENTE QUE SE
RIOR. INTERESA LA DÉ A CADA UNO LO SUYO.
RECTA INTENCIÓN DEL
AGENTE.

Si el sujeto paga, pero al hacerlo maldice íntimamente a su acreedor, la norma moral


no ha sido cumplida sino transgredida. Y si el deudor quiere de buena fe pagar pero no
puede hacerlo, no se ha violado la norma moral.

142
Por otra parte, cuando decimos que al Derecho le interesa "preponderantemente"
que se dé a cada uno lo suyo, queremos significar que enfoca primariamente el
aspecto externo de la conducta y que, de ordinario, se limita a esa faceta. Pero no
prescinde, en absoluto, de considerar las intenciones. Por ejemplo, el Derecho Pe-
nal distingue entre delitos dolosos y delitos culposos; y pondera que el sujeto no haya
podido en el momento del hecho comprender la criminalidad del acto o dirigir sus
acciones, a los efectos de la inimputabilidad. Asimismo, en el Derecho Privado se han
elaborado las teorías de los vicios de la voluntad, de la buena fe, etc. Pero cuando el
Derecho toma en cuenta las intenciones, lo hace sólo en la medida en que éstas
han podido exteriorizarse y juzgándolas en cuanto al alcance que puedan tener
para otras personas o para la sociedad.

MORAL DERECHO

INTERESA EL OBRAR VIR- INTERESAN LOS ACTOS


7) HABITUALIDAD TUOSO DEL SUJETO, O SEA, JUSTOS, SIN AVERIGUAR SI
QUE REALICE LAS CONDUC- RESPONDEN O NO A UN HÁ-
TAS HABITUALMENTE Y CON BITO
BUENA O JUSTA DISPOSI-
CIÓN O INTENCIÓN

HABITUALIDAD
SUJETO
DE
VIRTUOSO
ACTOS

MORAL
ADECUACIÓN OBJETIVA Y RECTA
EXTERIOR DE LA CONDUC- + INTENCIÓN
TA A LA NORMA

ADECUACIÓN OBJETIVA Y
DERECHO ACTO
EXTERIOR DE LA CONDUC-
JUSTO
TA A LA NORMA

143
Por lo emergente de este esquema, se ha llegado a sostener que el Derecho no es la
cosa justa en toda su perfección, sino un justo imperfecto, en cuanto puede darse
independientemente de la disposición de ánimo del agente, y no exige habitualidad en
los actos justos. ¿Estamos autorizados, entonces, para hablar de la "amoralidad del
derecho"? De ningún modo, puesto que la mencionada adecuación objetiva y ex-
terior de la conducta, que interesa al Derecho, lo es respecto de las NORMAS
JUSTAS y no de toda regla establecida imperativamente por las autoridades pú-
blicas, cualquiera sea su contenido. El objeto material del Derecho es la conducta
humana social, la que concierne a las relaciones del hombre con sus semejantes y
con la comunidad como tal. Se trata, pues, de actos humanos, reflexivos y libres.
Por este motivo, EXISTE EL DEBER DE OBEDIENCIA DE LAS NORMAS JURÍDI-
CAS, PERO EL SUJETO ESTÁ OBLIGADO A NO CUMPLIR AQUELLAS QUE VUL-
NEREN DEBERES SUPREMOS HACIA DIOS, HACIA SÍ MISMO Y HACIA SUS SE-
MEJANTES, O DESCONOZCAN LOS GRAVES PRINCIPIOS MORALES QUE REGU-
LAN LAS RELACIONES ENTRE EL ESTADO Y LOS INDIVIDUOS. Serían injustas por
atentar contra el orden más elevado, por ejemplo, las leyes que prescribieran la aposta-
sía, el juramento falso, las que prohibieran la práctica de los deberes religiosos, las que
aconsejaran el suicidio, las que dejaran de sancionar el homicidio, las que prescribie-
ran la poligamia o abolieran la autoridad de los padres sobre sus hijos, las leyes opre-
sivas y tiránicas. Si bien es cierto que el Derecho es heterónomo, que la voluntad
del legislador tiene una eminencia fundamental con respecto al arbitrio indivi-
dual, ello es así SIEMPRE Y CUANDO LA NORMA HAYA SIDO ESTABLECIDA PARA
EL LOGRO DEL BIEN COMÚN Y, MEDIATAMENTE, PARA QUE LOS HOMBRES
ALCANCEN LA PLENITUD DE SU BIEN PERSONAL (RAZÓN ÚLTIMA DE LA SO-
CIEDAD POLÍTICA). DE LO CONTRARIO, FRENTE A UN MANDATO LEGAL INJUS-
TO, COMO LOS DE LOS EJEMPLOS QUE HEMOS DADO, LA HETERONOMÍA CON-
CLUYE Y EL DEBER DE OBEDIENCIA QUEDA SIN FUNDAMENTO. IGUALMENTE,
SIGUIENDO LA DOCTRINA ESCOLÁSTICA, EL SUJETO ESTÁ AUTORIZADO A
CIERTA RESISTENCIA EN LOS RESTANTES CASOS DE LEYES INJUSTAS, SIEM-
PRE Y CUANDO ELLO SEA OPORTUNO Y NO SE CAUSE UN PERJUICIO SUPE-
RIOR CON EL DESORDEN.

Recordemos que Sócrates no trató de eludir su suerte y cumplió la sentencia injusta


que lo condenaba a beber la cicuta, acusado de corromper a la juventud, de no honrar a
los dioses de la ciudad y de tratar de introducir en la polis dioses ajenos. Y lo hizo
considerando su deuda hacia la polis, a la que debía mucho más de lo que él le podía
dar. Sócrates ve en la Ciudad una realidad ética fundada en el orden divino de las cosas.
Esta legitimidad esencial no es destruida por errores accidentales. Él mismo afirmaba que
es preferible padecer la injusticia que cometerla. Por eso, al tener que afrontar la injusticia,
Sócrates rindió a las leyes el sacrificio de su propia vida para no menoscabarlas con el mal
ejemplo de su desobediencia pública.

Conviene tener presente que, según Aristóteles, la inclinación social que tiene el
ser humano hacia la polis a través de la cual se perfecciona, le impone respetar el
orden jurídico que ésta sanciona. Pero este deber de obediencia no es incondicionado,
ya que la sociedad encuentra su razón de ser en la naturaleza racional de sus miem-

144
bros, no pudiendo proponerse otro fin, que el de servir a los hombres que viven en su
seno. Por lo tanto, en el caso de que la sociedad no conformara esas exigencias natura-
les de los hombres, que obstruyera el desarrollo de las personas individuales que viven
bajo su protección, existe el derecho a desobedecer las leyes injustas, basándose en
la justicia natural.

DEBER DE MORAL DERECHO


OBEDIENCIA
EXISTE DEBER DE OBEDIEN- EXISTE EL DEBER DE OBE-
CIA ABSOLUTA PORQUE DIENCIA, PERO CON LAS LI-
TODA NORMA MORAL ESTÁ MITACIONES SEÒALADAS
ORDENADA A LA PLENITUD ANTERIORMENTE.
NATURAL DEL HOMBRE.

De todo lo analizado surge palmariamente que HAY DEPENDENCIA DEL ORDEN


JURÍDICO CON RESPECTO AL ORDEN MORAL PORQUE HA DE ACORDARSE
PREFERENCIA AL MANDATO DE LA CONCIENCIA MORAL SOBRE EL DE LA LEY
POSITIVA, PORQUE NO PUEDE PRETENDERSE LA EJECUCIÓN DE UN ACTO MO-
RALMENTE REPROBABLE POR EL SOLO HECHO DE ESTAR MANDADO POR LA
LEY.

Por ello,

TODA LEY JURÍDICA, EN CUANTO TAL, ES DECIR, EN CUANTO JUSTA, ES UNA


LEY MORAL

A su turno, la Moral regula también aspectos que no interesan al Derecho: por no


existir alteridad, como el juego de mociones y movimientos interiores, la templanza, la
prohibición del suicidio, etc.; por no configurarse la igualdad ("deudas impagables"),
como en las virtudes de la religión, de la piedad y de la veneración, referidas a los
débitos para con Dios, los padres y la patria, y las personas constituidas en dignidad,
respectivamente; o por no verificarse un débito legal o estricto (no se puede forzar su
cumplimiento), como en las virtudes de veracidad, gratitud, liberalidad, afabilidad, amis-
tad, etc. De manera que

NO TODA LEY MORAL ES UNA LEY JURÍDICA

Recuérdese que EL ORDEN MORAL OBJETIVO ES LA LEY ÉTICA NATURAL,


QUE ABARCA TODO EL CAMPO DEL BIEN HUMANO Y, POR LO TANTO, INCLUYE
NORMAS QUE PRESCRIBEN DEBERES SOCIALES JURÍDICOS (DERECHO NATU-
RAL) Y NO JURÍDICOS.

Ley Ética Natural Derecho Natural

145
146
UNIDAD II
PRINCIPALES LÍNEAS ACERCA DEL
FUNDAMENTO DE LA MORAL
(complemento de la exposición del módulo)

El problema consiste en saber si existe una regla moral independiente del hombre, a
la que éste debe someterse. Frente a esa cuestión, surgen distintas respuestas: a) la
que niega la regla moral. Aquí aparece el escepticismo, donde el espíritu prefiere
balancearse de una a otra doctrina, comprenderlo todo sin elegir nada. Se es escéptico
si se pone en duda la capacidad del conocimiento humano de alcanzar alguna verdad o
certeza. La filosofía se detiene en esta duda universal y es imposible salir de ella. Aquí
se destacan los sofistas, algunos de los cuales no fueron escépticos porque defendie-
ron la igualdad entre griegos y bárbaros, condenaron la esclavitud, rechazaron la dife-
rencia entre patricios y plebeyos, etc. Pero otros, como Calicles y Trasímaco, soste-
nían que el verdadero derecho y la verdadera moral residían en la fuerza; que domina-
ban o debían dominar los fuertes sobre los débiles. Concepción fisicista de la moral y
del derecho que viene a implicar un verdadero escepticismo sobre toda moral y todo
derecho no fundados en la superioridad física o psicofísica.

El escepticismo moderno adopta la forma del relativismo, que rechaza todo absolu-
to. No hay Dios, alma, hombre ni cosas en sí. Es un estado del espíritu más que una
doctrina. Entonces, nada hay de común entre los hombres; no hay una naturaleza
humana uniforme, y por consiguiente, no se puede encontrar principio de acción aplica-
ble a todos, esto es, no existe una sola moral, sino varias, tantas cuantos hombres
haya. La enseñanza moral debe consistir en abrir los espíritus para que cada uno
busque su moral.

Bajo este relativismo se propuso más de un sistema: la escuela sociológico -


positivista de Augusto Comte y ciertas aplicaciones de la filosofía de los valores.
La primera sostiene que es imposible un conocimiento racional que se base en una
realidad que no pueden captar los sentidos. Es que el espíritu humano no puede pene-
trar la naturaleza íntima de lo real; las esencias le son inaccesibles. No conoce más
que los fenómenos, y el espíritu se limita a observarlos y a deducir las relaciones
constantes que existen entre ellos, a las que llama leyes. Todo lo que va más allá es
fantasía. No se afirma lo incognoscible ni se lo niega: no hay que ocuparse de él porque
sobrepasa los sentidos. En consecuencia, un sistema moral es inconcebible porque no
se admite la metafísica ni los principios racionales.

Lévy - Bruhl propone reemplazar a la moral normativa (que juzga condenada al


fracaso) por la ciencia de las costumbres, que consiste simplemente en estudiar el
hecho moral que se da en la experiencia y en comprobar cuáles son los juicios usuales
de bien y de mal. Como una variante, Durkheim (fundador de la Escuela Sociológico
Francesa) dirá que el único criterio moral es el uso: es bueno en una sociedad determi-
nada lo que la mayoría considera como tal, o lo que hace la mayor parte. La moral se
limita a lo fáctico, al hecho moral, y más concretamente, a lo social.

147
En cuanto a las filosofías del valor, no constituyen propiamente una escuela. Valor
designa, en primer lugar, lo que hace que las cosas sean estimadas y deseadas; de
aquí se pasa a un segundo sentido: lo que hace que las cosas merezcan ser deseadas
o estimadas. Hay filosofías del valor que explican a uno y otro ya sea desde un punto
de vista subjetivo (del sujeto cognoscente) o desde un punto de vista objetivo (del
objeto conocido). Las primeras participan del relativismo, con la tentativa de construir
una moral teórica, intermedia entre la moral normativa y la ciencia de las costumbres.
El papel del moralista, pues, no consiste en encontrar la moral ni en deducirla de
principios abstractos, sino que nos es dada por la experiencia moral; por lo tanto,
reflexiona sobre el dato moral y formula juicios puramente teóricos.

En conclusión, los sociólogos positivistas estudian el hecho moral en sus manifesta-


ciones exteriores en la vida social, mientras que la moral teórica de filósofos del valor
encaran el problema desde el ángulo de la experiencia interna.

La concepción moral relativista ejerce gran influencia sobre el concepción jurídica


de Spinoza, que confunde el derecho natural con la fuerza física. Famosa frase suya es
la de que el pez grande se come al chico "summo naturali iure", por sumo derecho
natural. Llegaba a tal posición no por ser un escéptico general, sino que era un extre-
mado racionalista que, sobre bases cartesianas, había construido un sistema filosófico
de pretendido rigor matemático, en que se admitía una sola sustancia, que sería Dios,
con infinitos atributos que emanaban de ella, dos de los cuales eran accesibles a
nosotros los hombres, la extensión y el pensamiento. Esos atributos tenían a su vez
modos (algo así como accidentes), a los que se reducían los entes particulares: los
corpóreos a extensión (eran modos de la extensión) y los dotados de psiquismo a
modos del pensamiento. Como consecuencia del modo necesario en que los atributos
emanaban de la sustancia, no había lugar para el verdadero libre albedrío del hombre y,
por tanto, carecía de sentido un derecho en que se determinara lo que debía ser. El
derecho, pues, se reducía al ser de hecho, físico, fatal.

En cuanto al anarquismo, haciendo de la "libertad" un valor absoluto, niega la legiti-


midad de todo gobierno y, por lo tanto, la de toda moral y el de todoo derecho. Según
esta postura, la moral y el derecho no son más que el disimulo y justificación de las
tiranías de unas clases sobre otras; en especial, de la burguesía sobre el proletariado.

El marxismo, por su lado, aunque partiendo de un materialismo dialéctico de base


hegeliana, llega a consecuencias del todo semejantes a las del anarquismo. Para él, la
economía y la técnica son lo sustancial; todo lo demás, clases sociales, moral, dere-
cho, Estado, filosofía, arte, religión, no son sino supraestructuras de aquella infraes-
tructura. Por lo tanto, en la sociedad burguesa, la moral, el derecho, el Estado, son
instrumentos del poder de la clase dominante; la filosofía, el arte, la religión no son sino
reflejos de esa situación social. Producida la revolución comunista, se pasa por un
período de dictadura del proletariado para destruir todos los vestigios de la burguesía y
para llevar al máximo la producción. Luego se llegará al comunismo propiamente dicho,
que será también un anarquismo: desaparecerán el Estado, el derecho y la moral. La
dominación de unos hombres sobre otros será reemplazada por la administración de las
cosas. Cada uno se servirá de los grandes almacenes públicos, según sus necesidades.

148
b) Otras posiciones se preocupan por buscar el
fundamento de la moral

b-1) Algunas sostienen que nada existe superior al hombre, por lo que éste sólo
puede buscar en sí mismo el fin y la moral de su acción. Son las morales empíricas,
porque se fundamentan en un principio que el hombre encuentra en sí mismo por la
experiencia de la vida. Se agrupan en morales utilitarias, morales altruistas y morales
de la espontaneidad.

La moral utilitarista se basa en la idea de que el hombre trata de ser feliz, y que
éste es el fin de la vida. y esa felicidad reside en el placer. En la moral griega, suelen
distinguirse el hedonismo y el eudemonismo. El hedonismo es la moral del placer; el
eudemonismo, la moral de la felicidad. Es difícil trazar una línea de demarcación entre
uno y otro porque el placer tiene por fin la felicidad. Las morales del placer se atienen al
instante y carecen de visión de conjunto sobre la vida o no quieren considerarla en su
totalidad. El gran sistema utilitarista de la Antigüedad es el de Epicuro, para quien el
hombre es una combinación de átomos, fruto del azar; al morir, todo se disuelve.
Entonces, no hay que preocuparse de la vida futura ni tampoco de la muerte. No tene-
mos más que ocuparnos en pasar esta vida lo más agradablemente posible.

En Inglaterra, se destaca el sistema de Jeremías Bentham (1748 - 1832), conside-


rado el fundador de la escuela utilitarista. Enseña que todo el problema moral consiste
en pesar placeres y dolores, aumentar el placer, disminuir el dolor. La vida es un
negocio; la moral consiste en hacer ganancias y queda reducida a una cuestión de
aritmética: "el bien es el ingreso; el mal, el gasto". En eso consiste la utilidad, que
determina el interés del hombre. Es la única regla moral; es lo que proporciona la
felicidad de los hombres. Bentham hace, además, una apología vigorosa del egoísmo,
pero "bien entendido", que nos manda amar a nuestros semejantes y vivir en buena
armonía con ellos, pues la benevolencia y la simpatía son la fuente de placeres sin
cuento (altruismo basado en el egoísmo).

En cuanto a las morales altruistas, es representativa la moral de la simpatía,


propugnada por Adam Smith. La simpatía es una necesidad natural, instintiva y pri-
maria que inclina a entregarnos a los sentimientos de los que nos rodean. El hombre es
esencialmente sociable; nada nos pesa más que la soledad, la soledad moral más
todavía que la física. El bien es lo que despierta la simpatía; el mal, lo que despierta la
antipatía. Se puede formular la regla moral: "obra de manera tal que provoque la mayor
simpatía en el mayor número". Por lo tanto, la moral sería imposible si no hubiera más
que un hombre en el mundo.

En lo que respecta a las morales de la espontaneidad, son un conjunto de morales


del impulso vital o de la naturaleza, muy diversas entre sí, pero caracterizadas todas
ellas por su reacción contra el convencionalismo (real o aparente) de las morales
tradicionales y el carácter abstracto de los sistemas de moral. Aquí podemos mencio-
nar a la moral cínica de Antístenes y de Diógenes. Se caracteriza por su
antiintelectualismo. Rechaza toda especulación y limita la reflexión a la moral práctica,

149
que se reduce a la "vuelta a la naturaleza". El sabio se contenta con ser él mismo; se
libera de toda ligadura exterior y busca en todo lo más radical de la simplicidad. El
cínico desdeña la vida social y sus reglas, que complican la existencia y apartan al
sabio de la conciencia de sí mismo, en la que radica la felicidad.

También merece destacarse el pensamiento de Jean - Marie Guyau, para quien el fin
de nuestros actos, la tendencia más profunda de nuestro ser, no es la utilidad ni el
placer, sino la vida, lo más intensa y lo más extensa posible, el desarrollo de nuestra
naturaleza física y moral. La vida tiene un fin en sí misma.

En la misma dirección, pero con un matiz completamente distinto, Federico Nietzsche.


Su filosofía, de base negativa, postula que el hombre, cuando llega a desembarazarse
del velo de las ilusiones, se da cuenta que el universo no es más que incoherencia, un
caos en el que no hay ser, unidad, orden, lógica ni finalidad, sino un juego de fuerzas
que entrechocan y se combinan ciegamente. Nada tiene sentido. No se puede hablar,
por ende, de bien, de mal, de leyes, de reglas, ni moral ni mucho menos de razón. Los
hombres son de dos tipos: el solitario y poderoso, por un lado, y el hombre de rebaño y
mediocre, por el otro. El solitario pertenece a una raza superior, vive para sí mismo; no
conoce más finalidad que el desarrollo de su personalidad; no tiene deberes para con
nadie y cultiva en sí todo lo que puede engrandecerle. No tiene que ser bueno ni
caritativo; su virtud estará hecha, por el contrario, de dureza; ningún obstáculo puede
detenerlo en el desarrollo de su personalidad. Es el superhombre, profundamente inmo-
ral, según los propios términos de Nietzsche. Admite, sin embargo, que es indispensa-
ble la moral para los demás, para la raza de esclavos, basada en el renunciamiento, la
humildad y la caridad.

La moral empírica es determinante en diversas corrientes filosófico – jurídicas, que


no admiten otro medio de conocimiento más que la experiencia. Entre sus principales
representantes están: Heráclito (Edad Antigua); Occam y su escuela de "nominales"
(Edad Media); Locke, Berkeley y Hume (Edad Moderna) y, en la Edad Contemporánea,
Comte, Spencer, Stuart Mill, Bergson, el neopositivismo o empirismo lógico y, en cierto
modo, el existencialismo de Heidegger, Jaspers, Sartre y Marcel.

El empirismo es a veces difícil de distinguir de un escepticismo atenuado, como el


de las últimas fases del escepticismo griego (Enesidemo y Sexto Empírico) que co-
rresponden, respectivamente, a un fenomenismo y a un positivismo, formas ambas de
empirismo. En el campo jurídico, el empirismo suele traducirse en un positivismo (ne-
gación del derecho natural). No todo positivismo jurídico implica o nace de un positivis-
mo filosófico. Hay positivismos estrictamente jurídicos a algunos de los cuales se los
vuelve a ver al hablar del racionalismo legalista.

En el empirismo jurídico que es proyección del empirismo filosófico, hay que incluir a
todos los empiristas de que hablamos al referirnos al empirismo filosófico o en general,
sin olvidar el empirismo "sui generis" del existencialismo, que tiene manifestaciones
jurídicas, como lo es (en parte) la escuela egológica del derecho, creada en la Argenti-
na por el Prof. Carlos Cossio.

150
El empirismo medieval, especialmente en Guillermo de Occam y su escuela, se
manifiesta en moral y derecho como voluntarismo. Voluntarismo es aquella posición
que da primacía a la voluntad sobre la razón. Por eso, para ellos, la moral y el derecho
no se justifican por ser racionales, esto es, por la adecuación de sus contenidos al fin
último del hombre (bien moral) o al fin último del derecho (bien común político), sino
solamente por ser expresiones de voluntad, mandatos. Algo no es mandado porque sea
bueno o justo, sino que es bueno o justo porque es mandado. El voluntarismo moral y
jurídico puede ser teológico, como en Occam (la ley eterna y la ley natural son nega-
das, y sólo se admite la ley divina positiva, esto es, la promulgada por Dios en la
historia, como el Decálogo del Sinaí), o puede ser puramente humano, y entonces
derecho es lo que es mandado por el legislador humano (positivismo legalista).

En cuanto al empirismo solamente jurídico, hay que incluir a ciertos positivistas


jurídicos que, en su manera de pensar, son más bien racionalistas; pero su racionalismo
es de corto vuelo: parten de los códigos (tipo Código Napoleón), y a sus contenidos,
concebidos como dogmas o primarios principios, aplican el raciocinio. Estos
"racionalistas", en la medida en que no se elevan por sobre el derecho positivo, pueden
ser calificados de empiristas, pues son hostiles a toda intrusión "metafísica" en el
derecho. Para ellos, el derecho es lo sancionado como tal por el Estado, y se reduce
casi siempre a la ley positiva.

b - 2) Las morales racionales también buscan el fundamento de la moral, pero no


en un hecho de la experiencia sino en un principio racional. Aquí encontramos a la
Moral del Deber de Kant y al realismo moral.

Kant sostiene que la razón humana es una sola pero puede funcionar de dos modos:
cuando busca conocer "lo que es" (teórica o especulativa) o cuando busca conocer "lo
que debe ser" (práctica). En su funcionamiento práctico elabora y produce normas o
imperativos que son "leyes de conducta", morales y jurídicas, que postulan o suponen
la existencia del yo, la de Dios y la del universo (siendo imposible que la razón los
conozca tal como son). ¿POR QUÉ LA MORAL DE KANT ES APRIORÍSTICA? Porque
la moral de Kant no se sustenta en Dios, en la naturaleza del hombre ni en las circuns-
tancias del universo. Por el contrario, la razón práctica (siempre encerrada en sí mis-
ma) racionaliza los impulsos ciegos, las ganas de hacer algo, las inclinaciones que me
dicen "haz tal cosa", las "máximas", y pronuncia una norma que nada ordena en con-
creto, que no se limita a una hipótesis determinada, sino que vale para todos los casos.
Es un principio supremo, un mandamiento "a priori" de la razón en su uso práctico (o
voluntad, en el lenguaje kantiano), que se formula en el IMPERATIVO CATEGÓRICO.
Esta ley es independiente de toda experiencia, con lo que garantiza la universalidad y
necesidad de la moral, al dejar de lado todo relativismo cultural, histórico, etc. Por ello,
se impone a todo ser racional como obligación incondicionada y como un fin en sí
mismo absoluto y último. Se trata de la LEY MORAL FUNDAMENTAL, que ordena el
impulso ciego e irracional o máxima de modo que pueda convertirse en un modelo
universal para todos los hombres, y que se enuncia de los siguientes maneras: "Obra
de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda siempre valer como principio de una
legislación universal"; "obra de tal modo que tu voluntad pueda ser considerada como
legisladora universal"; "obra de tal modo que nunca tomes la humanidad ni en ti ni en

151
otros como medio, sino siempre como fin". ¿POR QUÉ LA MORAL DE KANT ES FOR-
MALISTA? EN KANT, TODA LEY MORAL TIENE MATERIA = ¿QUÉ SE HA DE OBRAR?
Y FORMA = ¿CÓMO SE HA DE OBRAR? ¿CON QUÉ INTENCIÓN? A Kant no le
interesa la "materia" de la ley moral y se queda solamente con la "forma". Sostiene, por
lo tanto, que la moralidad de un acto depende exclusivamente de su "forma", es decir,
de la intención que lo anima. Entonces, ¿cuál es la intención que confiere valor moral o
bondad a un acto? ES LA BUENA VOLUNTAD, QUE SE CONFIGURA CUANDO SE
CUMPLE EL DEBER POR EL DEBER MISMO, SIN CONSIDERACIÓN DE VENTAJAS
O INTERESES. EL VALOR MORAL APARECE CUANDO SE OBRA BAJO EL SOLO
MÓVIL DEL "AMOR A LA LEY". En otras palabras, respondiendo a la pregunta inicial,
la moral de Kant es formalista porque la única regla de moralidad no enseña qué debe-
mos hacer sino cómo: "por acatamiento al deber por el deber mismo". Debemos prestar
atención a la voluntad del sujeto agente y no a la acción. Los actos no son buenos ni
malos; bueno o malo es el sujeto que los realiza. Por ejemplo, la acción de pagar una
deuda no tiene significación moral si se realiza por temor a las consecuencias, por
accidente o como medio para obtener beneficios posteriores. ¿POR QUÉ LA MORAL
DE KANT ES AUTÓNOMA? Previamente debemos responder a la pregunta: ¿CUÁL ES
LA MATERIA DE LA MORAL? ES LA CONDUCTA INTERNA DEL HOMBRE. Ahora
bien, ¿QUIÉN DETERMINA EL CONTENIDO DE LAS CONDUCTAS INTERNAS? ¿EL
IMPERATIVO CATEGÓRICO? NO, porque esta ley moral se limita a la forma, se
circunscribe a decirnos que se debe acatar al deber por el deber mismo. En cuanto a la
materia, entonces, NO TIENE CONTENIDO; ES INDETERMINADO CON RESPECTO
A TODO OBJETO. Por el contrario, EL CONTENIDO DE LOS DEBERES INTERNOS
PROVIENE DE LA RAZÓN PRÁCTICA (O VOLUNTAD) DEL HOMBRE. LA VOLUNTAD
SE DA A SÍ MISMA SU LEY. UNO MISMO DETERMINA LA LEY DE SU PROPIA
ACCIÓN. No obstante, cuando Kant formula el imperativo categórico, según hemos
visto, suministra ciertos parámetros para la determinación de la materia moral. Así, mi
razón debe formular un principio que pueda ser impersonalmente válido para todos,
incluyendo a uno mismo; es menester que las máximas de la acción moral puedan
universalizarse sin caer en contradicción (no se puede universalizar la máxima "ojo por
ojo, diente por diente" porque la justicia por mano propia destruye el sentido de la socie-
dad política y del derecho mismo) ni en la situación de que alguien desee una cosa para sí
y otra para los demás.

Para el realismo moral (que proviene de "res", cosas), no hay conocimiento verda-
dero (sea más o menos profundo) si no viene de las cosas mismas. O sea, la verdad no
reside en la coherencia interna de un sistema racional sino en adecuarse fielmente a la
realidad en sí misma. Es un "itinerario filosófico problemático" donde el sujeto se dirige
al objeto para conocerlo; y en ese camino, tiene que vérselas una y otra vez con
dificultades. Precisamente, el término experiencia significa "caminar en medio de …"
las cosas. 1) Nuestros sentidos se ponen en contacto con realidades concretas; por
ejemplo, con Juan, con Pedro, con Diego, con María. 2) Luego, la inteligencia "abstrae",
"de – vela", "des – cubre" el universal, las esencias de esos entes concretos; en el
caso, concibo que aquellos seres son hombres. 3) Después retorno a esos singulares,
predicándoles el concepto, esto es, diciendo que Juan, Pedro, Diego y María son hom-
bres. Ahora bien, en ese recorrido, cuando llego al paso 2), descubro que todos los
entes tienen una finalidad y que tienden, se mueven hacia ella porque es su bien, es

152
decir, porque es su perfección o plenitud. Ello ocurre con todos los seres del universo
(el hombre, un caballo, un árbol, una piedra). Y la finalidad determina la naturaleza de
cada ente. El hombre y la piedra tienen distinta naturaleza porque sus finalidades son
distintas. Sabemos que la naturaleza es el conjunto de los caracteres que hacen que un
ser sea tal y no otro; son los caracteres necesarios del ser; es la esencia. V. gr., el
hombre es un animal racional. Si le falta la animalidad, no sería un hombre sino un
ángel; y si le falta la racionalidad, sería una vaca, un perro, etc. Aclarado esto, tenemos
que todos los seres se "mueven" hacia su fin, pero lo hacen de distinto modo. Los
animales irracionales, los vegetales y los animales tienden a su bien, a su perfección,
de modo ciego e inexorable. El hombre, en cambio, lo hace de manera inteligente y
libre. Precisamente, porque es libre, puede desviar su camino y no alcanzar su pleni-
tud. Por eso, son necesarias las reglas morales que le señalen el camino a transitar.
Recordemos que la ética indaga cuál es el bien propio del hombre y cuáles son las
normas que debe observar para alcanzarlo.

Entonces, todo ser es bueno en sí mismo, por el solo hecho de ser lo que es. Es lo
que se denomina el bien honesto. Es el bien considerado en sí mismo. Pensemos en la
persona más atroz que podamos concebir, que haya cometido los peores delitos (Videla,
Massera, Firmenich, Bin Laden, etc.) o en el animal más repugnante. Por el sólo hecho
de ser hombres o de ser un animal, constituyen sí mismos un bien honesto. El bien
honesto es universal (todo ser es bueno por el solo hecho de ser, reitero). No hay, pues,
seres malos en sí mismos.

Distinto es el bien útil. Aquí ya se presenta una relación entre cosas (en el sentido
de ente), donde una se subordina a otra. Es una noción de bien instrumental. Es bueno
lo que presta el servicio que se espera de él. Se califican de buenos un animal, una
planta, un cuerpo mineral, un lápiz o un reloj porque prestan al hombre el servicio que
de ellos se espera. Este concepto también se aplica con un ser compuesto cuyas
partes se consideran en relación con el todo. Así, decimos de un hombre que tiene
buenos pulmones o buen estómago, cuando sus pulmones o su estómago están cons-
tituidos de manera que prestan al hombre (considerado como un todo), el servicio que
de ellos se espera. Incluso el hombre puede ser estimado un bien útil en relación a un
todo. Es el caso del soldado valeroso y del oficial competente que son bienes útiles
respecto del ejército. Los estoicos tenían muy vivo el sentido de la dependencia del hombre
frente al mundo: el hombre era para ellos un bien útil al mundo. En este marco, las personas
criminales mencionadas no pueden ser consideradas bienes útiles para la sociedad y el
mundo. Sólo un ser independiente de todo otro no puede ser bien útil. Por eso, Dios escapa
a la categoría de lo útil; es sólo bien honesto.

Crítica de las doctrinas

Luego de la exposición realizada, tenemos que el realismo moral se presenta


como una triple réplica: 1) A las posiciones del punto a), sosteniendo que existen
reglas morales y preocupándose por buscar su fundamento. 2) A las posiciones
del punto b - 1), estableciendo que ese fundamento no reside en un principio que

153
el hombre descubre en sí mismo en la experiencia de la vida, sino en un principio
racional. Y 3) A la tesitura de Kant, alegando que el conocimiento del hombre no
comienza y termina en sí mismo; que el pensamiento humano no es un mundo
propio que genera y construye sus propios objetos de conocimiento, que legisla
estableciendo unas reglas morales que no tienen dependencia con la realidad
extrasubjetiva.

En la escolástica (posición realista moral, aristotélico – tomista), LA MORAL


SE FUNDA EN LAS EXIGENCIAS DE LA NATURALEZA HUMANA, EN LOS REQUE-
RIMIENTOS DEL SER Y PRESCRIBE A LA CONDUCTA CIERTOS "DEBER SER"
PARA QUE LA PERSONA ALCANCE SU BIEN, SU PERFECCIÓN. Por eso decimos
que "La DEONTOLOGÍA es fruto de la ONTOLOGÍA", que "La ÉTICA presupone la
METAFÍSICA". En el criticismo kantiano, se observa el proceso inverso, es decir,
el deber impuesto por una ley "a priori" de la razón práctica (o "voluntad") es el
que determina el bien, y la moral funda la metafísica.

Dijimos que también que LA MORAL ES AUTÓNOMA PORQUE SUS NORMAS


DEBEN SER ACEPTADAS POR LA RAZÓN PRÁCTICA E INTERNALIZADAS POR LA
CONCIENCIA DEL HOMBRE, Y NO PORQUE SE TRATE DE UNA REGULACIÓN QUE
LA RAZÓN HUMANA SE DA A SÍ MISMA, porque sea creadora de la norma moral,
como piensa Kant.

Por último, conviene precisar que el empirismo se queda en el dato de la expe-


riencia, mientras que el kantismo se circunscribe a la idea "a priori". Una y otra
posición mutilan la realidad porque ésta no es sólo el dato singular de la expe-
riencia que nos suministran los sentidos ni tampoco únicamente las ideas, las
formas, los universales.

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FICHA DE EVAL
EVAL
ALUUACIÓN
MÓDULO ÚNICO

Sr. alumno/a:

El Instituto de Educación Abierta y a Distancia, en su constante preocupación por mejorar la


calidad de su nivel académico y sistema administrativo, solicita su importante colaboración para
responder a esta ficha de evaluación. Una vez realizada entréguela a su Tutoría en el menor
tiempo posible.

1) Marque con una cruz

MÓDULO En gran medida Medianamente Escasamente

1. Los contenidos de los módulos fueron


verdadera guía de aprendizaje (punto 5
del módulo).

2. Los contenidos proporcionados me ayu-


daron a resolver las actividades.

3. Los textos (anexos) seleccionados me


permitieron conocer más sobre cada
tema.

4. La metodología de Estudio (punto 4 del


módulo) me orientó en el aprendizaje.

5. Las indicaciones para realizar activida-


des me resultaron claras.

6. Las actividades propuestas fueron acce-


sibles.

7. Las actividades me permitieron una re-


flexión atenta sobre el contenido

8. El lenguaje empleado en cada módulo fue


accesible.

CONSULTAS A TUTORIAS SI NO

1. Fueron importantes y ayudaron resolver mis dudas y actividades.

2) Para que la próxima salga mejor... (Agregue sugerencias sobre la línea de puntos)

1.- Para mejorar este módulo se podría ................................................................................................................................

.......................................................................................................................................................................................................

3) Evaluación sintética del Módulo.

.......................................................................................................................................................................................................
Evaluación: MB - B - R - I -

4) Otras sugerencias.............................................................................................................................................................
.......................................................................................................................................................................................................

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