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Desempleo, una epidemia que recorre el mundo.

“Trabajadores y Ciudadanos del mundo Uníos contra el desempleo”.

ARGENPRESS.info Viernes 8 de febrero del 2013.

Manuel Humberto Restrepo Domínguez

Los dueños del capital y del poder político, ven en los trabajadores/as una mercancía, no ven
seres humanos con deseos y necesidades. Ellos son un recurso más, una oportunidad de corta
duración para acrecentar sus fortunas. Los trabajadores/as son obligados por las fuerzas del
capital a vivir a condición de encontrar trabajo y permanecer a merced de una lógica en la que solo
se puede ser productor o consumidor, aunque sea por pocas horas o días. La explotación de un
individuo por otro, se convirtió en explotación de naciones enteras convertidas en sociedades
marginales. Hoy las transnacionales y los empresarios globales, que no son más del 1% de la
población del mundo, representan a la clase social que aprendió a despojar a los trabajadores/as
incluso de la opción de ser explotados de manera directa, los convierten en desempleados y salvan
sus responsabilidades aduciendo que son efectos propios de la imperfección de los mercados.

Desempleo no es solo la carencia de trabajo remunerado, ni la negación de ingresos producto de


la fuerza de trabajo, es un eslabón en la cadena de agresiones contra la humanidad, que vulnera
prácticamente todos los derechos constitutivos de la dignidad humana. El desempleo afecta la
salud mental, genera depresión, ansiedad, trastornos, alimenta las filas de las guerras e
incrementa los suicidios. 2013 comenzó con cerca de 200 millones de desempleados, gran parte en
los mismos países que presentan del lado de los dueños del capital sostenidos niveles de
crecimiento de sus economías. Dos de cada tres desempleados son jóvenes y 75 millones
desempleados no ha cumplido 24 años (datos OIT). Alrededor de 35 por ciento de los jóvenes
desempleados en las llamadas economías avanzadas no tuvieron empleo durante seis meses o
más y la gran mayoría ya no ocupará un lugar en el mercado laboral, otros perderán rápidamente
sus competencias profesionales y sociales por falta de opciones para acumular experiencia laboral.
Cientos de miles de profesionales aceptan cualquier empleo por horas y a cualquier precio, solo
para pagar techo y comida. El 12.7% de jóvenes de la Eurozona no tiene empleo, no va a un centro
educativo y no asiste a ningún tipo de formación. El capital, que les había ofrecido esperanzas por
un mundo mejor, ahora los elimina del sistema, les bloquea las posibilidades del progreso. Al
capital no le interesa el futuro de la humanidad, le interesan los negocios, extraer la sustancia del
trabajo humano rápidamente y desechar al ser humano.

La situación para las mujeres es similar. En 2012 alrededor de 13 millones de mujeres perdieron
sus empleos. En esta década ha crecido el número de iniciativas de equidad y las declaraciones
apuestan por eliminar la violencia de distinto tipo padecidas por una de cada tres mujeres en el
mundo, pero continúan siendo el rostro más visible de la pobreza. Para el capital no existe
género, es despótico, mezquino y criminal a la hora de imponer un desarrollo forzado, basado en
técnicas de guerra, según las condiciones de cada país. Las mujeres unas veces son desplazadas de
la agricultura y arrastradas a la industria y otras de la industria a los servicios, en cualquier caso
con empleos precarios y remuneraciones carentes de garantías de seguridad social.

Los adultos jubilados completan el panorama del lucro sobre la gente, cada vez reciben menor
atención estatal y son vistos por los capitalistas como una carga. Son expuestos como privilegiados
usurpadores de lo que pudiera corresponder a otros, son convertidos de despojados en despojos a
los que trata de presentar como inútiles. Sin embargo con los recursos ahorrados por los jubilados
en décadas de trabajo, los financistas privados aumentan la especulación financiera global.

En las cifras oficiales de desempleo se omiten otros cientos de millones de excluidos del capital y
del poder que son lossubempleados, que son realmente desempleados estructurales. Carecen de
empleo y de las garantías asociadas a este, en 72 países de 198 de la OIT, estos reciben un
temporal y exiguo seguro de empleo, que cubre a menos del 15% de los desempleados del
planeta. En la misma secuencia de daños estructurales provocados por el capital están 397
millones de trabajadores que viven en la pobreza extrema y otros 472 millones de trabajadores
que no pueden satisfacer sus necesidades básicas con regularidad.

El desempleo se ha convertido en la epidemia que recorre el mundo. Son cientos de millones de


personas expulsadas del sistema productivo y condenadas a la miseria humana, son convertidos
en seres anónimos que tratan de huir solitarios en medio del hambre y la esquizofrenia que
produce la exclusión. Hay quienes nunca podrán obtener un empleo y quienes tratan de sobrevivir
a la doble violencia de nacer en un presente de negaciones y un incierto futuro de desesperanzas
trazado por el capital. No es el mercado el que quita o crea empleos, tampoco es la mano invisible
la que regula, son personas, aparecen en los registros del éxito global, tienen nombres y apellidos,
son hombres del sistema que han hecho de la explotación su principal oficio, se deleitan
produciendo capital para sus propios bolsillos y dolor y muerte para grupos y sociedades enteras.
El desempleo destruye las relaciones sociales, los deseos y sueños que hacen más humanos a los
humanos. El desempleo es hoy una frustración que mata, pero también una oportunidad que
empieza a movilizar la conciencia en defensa de la vida y del planeta.

EFECTOS DEL DESEMPLEO.


En una cultura que se enorgullece de la bandera de los derechos humanos, la carencia estructural
de empleo es no sólo un asunto de los desempleados, sino también una señal de alerta para el
estado de derecho, un reflejo de las tensiones, contradicciones, conflictos y transformaciones que
inquietan las sociedades industriales contemporáneas.

Cuando ya parece imparable el proceso de implantación del nuevo orden productivo que empuja
hacia un sistema postindustrial y, por tanto, a una sociedad informatizada, el trabajo sigue
constituyendo no sólo el centro de gravedad de la economía y la política sino también del tiempo y
el espacio humano, el referente principal del deseo y de la necesidad, es decir, el esqueleto de la
cultura y la cotidianidad.

Según muchos autores, para el ciudadano medio actual, el trabajo constituye un valor de primer
orden, la profesión su seña de identidad y el empleo retribuido el factor aglutinante de sus
creencias, actitudes y opciones fundamentales. La consciencia del problema del desempleo no es,
de hecho, tan nueva: hasta el siglo XIX, el fenómeno del paro aparece disfrazado junto a la
pobreza. Según Garraty (1978) el paro es como una terrible calamidad de naturaleza específica. Su
compatriota Durkheim (1893,1897) refuerza esa tesis en su sociología de la división del trabajo
anómica. Ya a principios del presente siglo el inglés Beveridge (1909) publica su clásico estudio
sobre el desempleo: un problema de la industria. Pero es en los últimos decenios que parece
haber calado más hondo en la consciencia colectiva el hecho de que el trabajo integra y el
desempleo segrega, de que el ejercicio laboral normaliza, desarrolla y legitima, mientras el
desempleo frena y aparca al desempleado en la excedencia social. El mismo Parlamento Europeo
reconoce el carácter deplorable y alarmante de las consecuencias psicológicas, patológicas y
sociales del desempleo, al tiempo que urge la adopción de medidas para el acceso a un mejor
conocimiento de la naturaleza del problema.

El paro y la controversia en torno a los programas destinados a ahuyentarlo son el tema


fundamental del acontecimiento 14-D-88. La única huelga general desarrollada en estado español
en el último medio siglo toma como pretexto la política socio-laboral de un gobierno socialista y
democrático.

Un factor que agranda aún más este desempleo desmesurado es la crisis económica que con todas
las consecuencias inciden sobre el sistema productivo, justamente con la aceleración de los
avances tecnológicos, eliminando fuerza de trabajo humano, lo que afecta directamente el
mercado de contratación laboral. Este desempleo masivo que afecta a todos los países
industrializados además de su carácter de fenómeno permanente, manifiesta otros rasgos
comunes, cuyas características acentúan la gravedad del problema y la dificultad en la búsqueda
de soluciones. Así, el predominio del empleo- de larga duración, el cual excluye a una gran parte
de los trabajadores de forma casi permanente de la fuerza de trabajo; el tener repercusiones más
intensas en los colectivos menos protegidos por el sistema de relaciones laborales y de Seguridad
Social (jóvenes, mujeres, minorías étnicas, - etc.); el incremento de la segmentación de los
mercados de trabajo y la expansión de las formas de empleo precarias, del trabajo negro y de la
economía subterránea.

Los impactos de este contexto económico, social y político inciden directamente sobre los
sistemas de protección social, y sobre el propio Derecho del Trabajo. Pese a todos los problemas y
a su magnitud, el Derecho del Trabajo actual busca soluciones y salidas a esta situación. De su
postura tradicional, cuya intervención con sus mecanismos se centraban en una protección
después de establecidas las relaciones laborales, dejando al margen las personas desempleadas,
pasa el Derecho del Trabajo actual, a una preocupación cada vez mayor por los problemas del
empleo, abriendo paso a la problemática de la política de empleo.
Los esfuerzos en la creación de las normas laborales de hoy tienden a fomentar el empleo, a hacer
posible un mayor nivel de ocupación, ya que el paro es indudablemente la amenaza que se cierne
más duramente en este momento sobre los trabajadores.

Por lo tanto, en las líneas generales las medidas instrumentadas por el Derecho del Trabajo para
hacer frente a la problemática del desempleo, son de diversos contenidos, y pueden dividirse en
los siguientes grupos: 1) Medidas para la creación y fomento del empleo; 2) Medidas de reparto
de trabajo; 3) Medidas de protección a los trabajadores de desempleados y 4) Medidas para la
obtención de un adecuado sistema de colocación e información, a través de la estructuración de
los Servicios de Empleo.

El trabajo, una de las categorías centrales de la sociología, puede definirse como la


ejecución de tareas que implican un esfuerzo físico y/o mental y que tienen como objetivo la
producción de bienes y servicios para atender las necesidades humanas. El trabajo es por
tanto la actividad a través de la cual el ser humano obtiene sus medios de subsistencia por lo
que tiene que trabajar para vivir o vive del trabajo de los demás.1
El concepto de trabajo ha sido transformado y ha adquirido relevancia desde la revolución
francesa y la revolución industrial.1

Etimología[editar]
La palabra «trabajo» deriva del latín tripalium, que era una herramienta parecida a un cepo
con tres puntas o pies que se usaba inicialmente para sujetar caballos o bueyes y así poder
herrarlos. También se usaba como instrumento de tortura para castigar esclavos o reos. De
ahí que tripaliare significa ‘tortura’, ‘atormentar’, ‘causar dolor’.23
Aparecida en el siglo VI, según Alain Rey, la palabra «trabajo» es un deverbal de “trabajar”,
proveniente del latín popular tripalliare, que significa ‘atormentar, torturar con
el tripallium’.[cita requerida] En el siglo XII, la palabra designa también un tormento psicológico o un
sufrimiento físico.

Evolución del trabajo[editar]


Trabajo' en el Tahuantinsuyo. Desde el origen mismo de la Humanidad el trabajo se ha conformado
como una actividad social.

La naturaleza colectiva del trabajo “humano” y el sistema de relaciones sociales que lo


conforma, hace del trabajo un centro de atención constante para los sociólogos: Comte, el
fundador de la Sociología, sostenía que la división de trabajo lleva a la evolución social.
Cada formación social desarrolla un tipo específico de relaciones sociales para atender la
actividad laboral que impacta decisivamente en las características de cada sociedad y en la
cultura y forma de vida de sus habitantes. La constitución misma de la humanidad como
especie social está vinculada al desarrollo de relaciones cooperativas en el trabajo. Por otra
parte el conflicto social derivado de las relaciones laborales es una de las cuestiones más
atendidas por la Sociología.
Durante la mayor parte de la Historia de la Civilización el trabajo fue considerado como una
actividad despreciable. En la Biblia, libro sagrado común al judaísmo, cristianismo y el islam, el
trabajo aparece como algo costoso después de que Adán y Eva perdieran el paraíso:
(Yahveh Dios) Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo
te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos
los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu
rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al
polvo tornarás.»
(Génesis, Cap. 3)

Los griegos de la Edad de Oro pensaban que sólo el ocio recreativo era digno del hombre
libre. La esclavitud fue considerada por las más diversas civilizaciones como la forma natural y
más adecuada de relación laboral. Desde mediados del Siglo XIX,4 vinculado al desarrollo de
la democracia y el sindicalismo, la esclavitud deja de ser la forma predominante del trabajo,
para ser reemplazada por el trabajo asalariado. Con él emerge una valoración social positiva
del trabajo, por primera vez en la historia de la Civilización.
En general los grandes sociólogos (Comte, Weber, Durkheim) concedieron al trabajo un lugar
central en sus teorías. Pero, es recién a partir de la Segunda Guerra Mundial que se desarrolla
una Sociología del Trabajo. Conceptos claves de la Sociología como los de “división del
trabajo”, “clase social”, “estratificación social”, “conflicto”, “poder”, “Población Económicamente
Activa”, “sobretrabajo”, “subocupación demandante y no demandante”; “mercado de trabajo”.
Todo ello está relacionado con el plano “macro” de las relaciones laborales están íntimamente
relacionadas con las implicancias sociológicas del trabajo.
Para la Sociología del Trabajo el estudio del trabajo va más allá de las “relaciones sociales de
empleo” para concentrarse en el mucho más amplio y complejo concepto de “mundo del
trabajo”, abarcador de todas las formas de trabajo y actividad, prestando atención tanto a la
actividad como a la intención para la cual la actividad es llevada a cabo, y llegando hasta el
concepto mismo de “empresa”, como esfuerzo colectivo del trabajo. Cuando se llega a ello
estamos en el plano “micro” de la sociología del trabajo, o sea las condiciones y medio
ambiente de trabajo originadas por el plano “macro” que llevan el nombre de CyMAT
(Condiciones y Medio Ambiente del Trabajo) que es una especialidad en la Sociología
Laboral5
La Sociología presta atención y estudia las implicancias sociales de la relación del trabajo con
la herramienta (técnica y tecnología). Las profundas transformaciones que derivan del paso
del trabajo con simples herramientas individuales (artesanado), al trabajo industrial con
grandes máquinas (maquinismo), al trabajo con computadoras (sociedad de la información),y
el impacto micro que generan, constituyen un permanente tema de estudio sociológico .

Trabajador estadounidense de comienzos del siglo XX.

Relación entre trabajo y desarrollo humano[editar]


No existe una relación automática entre el trabajo y el desarrollo humano ya que no todo
trabajo contribuye a mejorarlo. Por ejemplo, la explotación laboral (especialmente la
explotación de niños) priva a las personas de lo que les corresponde, de sus derechos y de su
dignidad. Del mismo modo, un trabajo que sea peligroso, que no cuente con medidas de
seguridad, con derechos laborales o con una protección social no es propicio para el
desarrollo humano. Algunos de los cambios que ha experimentado la noción de trabajo
pueden contribuir positivamente a distintas dimensiones del desarrollo humano, pero otros
aspectos pueden en cambio tener repercusiones negativas

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