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La migración venezolana hacia Suramérica se

disparó 895% entre 2015 y 2017


5 Marzo, 2018 Por: Luz Mely Reyes | @LuzMelyReyes
Huyen como de la peste y en proporciones nunca antes vistas. Muchos dejan atrás profesiones, padres e hijos,
propiedades y amigos. Los acompañan sentimientos encontrados. La esperanza de una vida mejor y el dolor
de dejar una tierra de la que nunca pensaron salir. ¿Cuántos venezolanos se han marchado de su país?.
Pese la disparidad de cifras, las más recientes y de mayor rigurosidad dan cuenta de que la emigración de
ciudadanos de este país en los últimos dos años, equivale aproximadamente a la población de ciudades como
Cartagena (Colombia), Arequipa (Perú), Gran Concepción (Chile), Rosario (Argentina) o una cuarta
parte de los habitantes de Caracas.

Entre 2015 y 2017 la migración global de venezolanos se incrementó en 132% y en ese mismo lapso, su
número aumentó 895% en países suramericanos. En cifras netas, en este par de años, salieron de
Venezuela aproximadamente 924.547 personas, que suman globalmente en los últimos 13 años, un millón
622 mil personas, de las cuales, un millón 552.407 se distribuye en 15 países, tres de ellos europeos y
885.891 en naciones suramericanas.

Según el informe de Tendencias Migratorias Nacionales en América del Sur, publicado el martes 27 de
febrero de 2018, por la Oficina Internacional de Migraciones (OIM), organismo de la Organización de
Naciones Unidas, en los últimos dos años, la mayoría de los migrantes venezolanos se ha dirigido hacia
Colombia o usan este país como tránsito para llegar a otros destinos.

Mientras que Estados Unidos y España, en ese orden, son después de Colombia, los países donde se registra
más cantidad de venezolanos.

Las fuentes del informe son los censos en los países así como las oficinas de migración. Sin embargo, se
estima que hay un subregistro no precisado, por ejemplo, de las personas que gozan de doble nacionalidad o
han ido adquiriendo la nacionalidad del país receptor.Otra fuente para contrastar es la Encuesta Nacional de
Condiciones de Vida de la Población Venezolana (Encovi) de 2017, elaborada por un equipo
multidisciplinario de las universidades más importantes del país, la Universidad Simón Bolívar (USB),
Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). En este estudio
se señala que 8% de los hogares venezolanos reporta al menos una persona emigrante en los últimos 5
años.

Hallaron que en promedio se reportaron 1,3 emigrantes por hogar, de modo que se estima que entre 2012 y
2017 han debido emigrar al exterior algo más de 815.000 personas. Sus cálculos, en combinación con los
datos de la ONU para 2015, les permitió estimar que la migración de venezolanos se ubicaría en un millón
421 mil personas.

Siguiendo las estimaciones de OIM y Encovi la migración de venezolanos al 2017 se puede calcular entre
4,7% y 5,4% de la población del país, aproximadamente.

Este estudio coincide en que “casi el 80% de la emigración reciente desde Venezuela ha salido
básicamente durante los años 2016 y 2017”.
De acuerdo con los datos consolidados de OIM, en 2015 el volumen de venezolanos que vivía en el
extranjero era de 697 mil 562 personas, lo cual representaba un 2,3% de su población.

Al comparar las cifras de 2015 con las de 2017 se confirma una explosión en los movimientos de los
venezolanos hacia otros países. No obstante su crecimiento, los datos recientes difieren de las
especulaciones que suponen que hay entre 3 y 4 millones de migrantes (aproximadamente entre 10% y 12%
por ciento de la población de este país). Tales sobreestimaciones toman como base encuestas de opinión
pública en Venezuela.

“Las cifras no comprueban que hayan de 3 a 4 millones de venezolanos por fuera, esa es una
sobreestimación”

La experta demógrafa venezolana Anitza Freitez, investigadora por más de 30 años de la migración
venezolana, explica que las diferencias entre las cifras pueden obedecer a la metodología usada. Para Encovi
y la ONU las fuentes son los censos de los países receptores y los datos de las oficinas de migración.

En el caso de las encuestas en hogares, la clave está en la pregunta que se haga. No es lo mismo preguntar si
un miembro de la familia ha emigrado o se ha ido a otro país, que inquirir si en el lapso de cinco años un
miembro de ese hogar ha migrado.

El informe de la OIM también refleja la variación de los flujos migratorios del venezolano, así como el
cambio de los destinos.

Países a los que van

Anteriormente eran Estados Unidos y España los preferidos; si bien en estos países registran después de
Colombia, la mayor cantidad de venezolanos (290.224 en el país norteamericano para 2016; y 208.333 mil
para 2017 en el europeo), en los últimos dos años los venezolanos han ido mirando hacia el sur.

La brújula austral

La presencia de los venezolanos en países suramericanos pasó de 88.975- reportados en 2015- a 885.891
personas en 2017. Casi el 50% de la población migrante de este país. Este incremento ha tenido como
blanco Chile, Colombia y Brasil, los cuales han visto crecer en hasta 13 veces la cantidad de venezolanos en
su territorio. En números netos, Colombia encabeza la lista de recepción de venezolanos. Para 2015 se
registraban 48.714 ciudadanos venezolanos. En 2017 la cifra pisó los 600 mil.

“Colombia es el principal destino para los venezolanos en Sudamérica. Asimismo, un gran porcentaje de
los ciudadanos venezolanos ingresan a Colombia como puente hacia terceros destinos. Esta dinámica no sólo
se ha mantenido, sino que incluso se ha acrecentado en los últimos meses, siendo los principales destinos:
Ecuador, Perú, Chile, Estados Unidos, Panamá, México, España, Argentina, Brasil y Costa Rica” explica el
informe, con datos de Migración Colombia.

Los cálculos no incluyen a solicitantes de asilo, campo en el cual también ha habido un incremento según los
datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados, Acnur. Alrededor de 100 mil solicitudes de asilo fueron
iniciadas entre el 2014 y el 2017, la mayoría de ellas en EEUU y Brasil.

Este artículo forma parte de una serie de reportajes que bajo el nombre #VenezuelaAlafuga realizaron
@Efectococuyo y @ELTIEMPO en alianza con @cdr_ @ipys y @ojo_publico
EFE
04 de mayo 2018 , 07:54 p.m.

Entre 2015 y 2017 el número de inmigrantes venezolanos en Latinoamérica pasó de 89.000 a


900.000 personas, lo que representa un incremento de más del 900 %, según informó este viernes
la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). En todo el mundo, la inmigración
venezolana creció en ese mismo periodo casi un 110 %, al pasar de 700.000 personas a 1,5
millones, según la misma fuente.

"Estos números representan una de las más importantes crisis migratorias que hemos vivido en
los últimos años, pero está siendo bien gestionada gracias a la solidaridad de los países vecinos",
afirmó en la rueda de prensa bisemanal de la ONU en Ginebra el portavoz de la OIM, Joel
Millman. La mayoría de los venezolanos han emigrado a Colombia, Brasil, Chile, Argentina,
Ecuador, Perú y Uruguay, aunque la organización no proporcionó datos disgregados por países.
Gran parte de los venezolanos que entran a Colombia lo hacen por Cucutá; en Brasil por el estado
de Roraima; en Ecuador en Rumichaca; en Perú en Tumbes; y en Chile por Tacna.

La mitad de los que han llegado a países latinoamericanos han logrado permisos de
residencia permanentes o temporales, "lo que hay que elogiar porque no es algo que ocurra
a menudo", enfatizó Millman.

Según los datos proporcionados por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados
(Acnur), hasta el 26 de abril 170.169 venezolanos habían pedido ser considerados
solicitantes de asilo globalmente, 24.000 de ellos en Brasil. "Pero muchas otras personas están
obtenido visados humanitarios u otros tipos de permisos de residencia", afirmó el portavoz de
Acnur, Andrej Mahecic

Precisamente esta semana, la OIM llevó a cabo la segunda tanda de reubicaciones desde el
estado de Roraima hasta otros puntos de la geografía brasileña para poder descongestionar este
estado fronterizo con Venezuela, que hasta abril, había registrado a 43.000 venezolanos. En total,
fueron 236 venezolanos que fueron trasladados desde la ciudad de Boa Vista hasta las urbes de
Manaus y Sao Paulo.
Este contingente se suma a otro de 265 venezolanos que fueron reubicados en Sao Paulo y en
Cuiba en abril. Tanto la OIM como ACNUR están ayudando a las autoridades brasileñas a
gestionar la identificación de los inmigrantes y a asegurarse que éstos obtienen asistencia de
salud y alojamiento

Por su parte, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) recordó que hizo un llamado de
emergencia de 46 millones de dólares para poder distribuir alimentos de emergencia a
350.000 personas a través un programa de distribución de tarjetas cargadas con dinero para que
los inmigrantes puedan comprar comida.

Los venezolanos en migración forzosa


omenzó hace unos años como un goteo y ya es una imparable avalancha. Las fronteras de Venezuela se han
convertido en corredores a través de los cuales, a diario, miles de personas buscan un escape a la emergencia
humanitaria que todavía no ha sido reconocida por el gobierno de Nicolás Maduro. Ya hay voces que
comparan el éxodo a otros países –en particular a Colombia– con procesos como los experimentados a raíz
del conflicto en Siria y de la expulsión de la comunidad rohingya, en Myanmar.

Las cifras, desde luego, son una evidencia contundente de la crisis migratoria: oficialmente, de acuerdo con
la Dirección General de Migración Colombia, más de 550.000 venezolanos se han trasladado a la nación
vecina, aproximadamente la misma cantidad de refugiados sirios que ha sido acogida en Jordania y el mismo
número de rohingyas que han huido a Bangladesh. “Observamos una migración forzosa que, en el lenguaje
de la cooperación humanitaria, se define como el movimiento fuera del lugar de origen con carácter temporal
o permanente, que por lo general tiene dos características: que es a gran escala y que tiene un carácter
involuntario; las personas no se van porque quieren, sino porque es la única respuesta que consiguen ante
factores extremos”, explica Beatriz Borges, responsable de la línea de investigación de migrantes y
refugiados del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello.

En diciembre Angil González, de 28 años de edad, se convirtió en uno de los 25.000 venezolanos que se
calcula que a diario cruzan el Puente Simón Bolívar, en la frontera con Cúcuta, en su caso para no volver.
Vivía en Acarigua y se dedicaba al mercadeo digital, área en la que, como trabajadora independiente, le iba
bastante bien, cuenta, hasta que a su madre le diagnosticaron cáncer de mama. “Allí se me empezó a
complicar la situación porque el dinero no me alcanzaba para cubrir los exámenes y los tratamientos. Todos
los días la inflación hacía más elevado el costo de las consultas. Aunque ganaba mil veces más que
cualquiera, no me daba abasto”.

En la actualidad vive en Funza, Cundinamarca, donde consiguió trabajo en su área, por lo que ya se considera
establecida y mucho menos preocupada que cuando llegó, especialmente luego de que el gobierno
colombiano extendiera el permiso especial de permanencia para los venezolanos que hubieran llegado a ese
país antes del 2 de febrero. Uno de sus planes a corto plazo es poder llevarse a su familia.

En estos casos, la decisión de migrar constituye una medida desesperada, de acuerdo con la socióloga
Claudia Vargas, de la Universidad Simón Bolívar. “Los venezolanos están viendo en la emigración la
posibilidad de cumplir sus expectativas mínimas de vida. Estamos hablando de lo más básico: alimentación,
salud, y no salimos de ahí. Esa es la razón por la que ahora estamos viendo una emigración de estratos
socioeconómicos más pobres: la gente se va porque es la única opción que se tiene para poder mantener a la
familia que está aquí en Venezuela”, señala la investigadora especializada en el tema.
Carolina Jiménez, directora adjunta de Investigación de la Oficina Regional para las Américas de Amnistía
Internacional, puntualiza: “Estamos ante todo frente a una crisis de derechos humanos. Si los venezolanos
gozaran de las garantías fundamentales a las que tienen derecho como ciudadanos de su país –salud,
alimentación y libertad de expresión, entre otras– no se verían forzados a abandonar sus casas y comunidades
para intentar sobrevivir en otros lugares”.

Números por establecer

La verdadera magnitud del éxodo es difícil de calcular. El Observatorio de la Voz de la Diáspora Venezolana
calcula que la cifra supera los 2,7 millones de personas. Una encuesta de Consultores XXI señala que el
número estaba por encima de los 4 millones de personas en diciembre de 2017, lo que equivale a 12% de la
población. “Lamentablemente el gobierno no publica ningún tipo de cifras sobre la salida de los ciudadanos
en los últimos años, por lo cual es imposible tener una idea clara –o al menos oficial– de cuántas personas
han emigrado”, apunta Jiménez. “Este es uno de los muchos ejemplos en los que el gobierno prefiere la
opacidad a la transparencia”.

El diputado a la Asamblea Nacional Luis Stefanelli aporta otros datos: “A través de la frontera con Colombia
se han llegado a trasladar 70.000 personas diarias. En la frontera con Brasil se calcula que entre 300 y 400
personas caminan cada día hasta 200 kilómetros para llegar a Manaos. En la frontera marítima la información
es más difícil de conseguir, pero existen indicios de que el movimiento es importante, como el hecho de que
hay 10.000 venezolanos en Curazao”. La AN ofreció esta semana poner en marcha el registro internacional
de venezolanos en el exterior, justamente para contribuir a precisar la cantidad.

Analizar y darle seguimiento a ese fenómeno resulta cuesta arriba “porque hay mucha variedad de
características entre los migrantes y, además, el número ha subido de forma exponencial en los últimos
meses”, agrega Borges. “En años anteriores las razones de la migración venezolana respondían a otro perfil –
era más calificada, normalmente se iba por avión, obedecía muchas veces al problema de la inseguridad–
pero en la reciente oleada, como lo hemos planteado las organizaciones de la sociedad civil, tiene su origen
en una emergencia humanitaria compleja, de carácter político”.

El informe “Institucionalidad democrática, estado de derecho y derechos humanos en Venezuela”, publicado


el lunes por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, dedica un capítulo a la crisis causada por las
migraciones. Cita una investigación del Consejo Nacional de Inmigración de Brasil que reveló que 77% de
venezolanos que habían llegado a Roraima –que se cifra en más de 32.000 solamente en Boa Vista– había
migrado debido a la crisis económica y política, y solo 25% deseaba volver a Venezuela. “El estudio
evidenció la migración de indígenas de la etnia warao debido al hambre y a la ausencia de servicios públicos
como la educación y la salud”.

El documento se hace eco de lo señalado por el jefe de la Unidad Legal para las Américas del Alto
Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Juan Carlos Murillo, para quien la migración
venezolana “ya no es exclusivamente de carácter económico, sino que tiene un componente mayor de
refugiados”. Las cifras ofrecidas esta semana por el organismo dan una idea del alcance de la crisis: más de
100.000 venezolanos han solicitado asilo, principalmente en Estados Unidos.

A esa condición aspira E. P., de 22 años de edad y graduada en comercio exterior, que emigró a México en
compañía de su mamá, su hermana y su cuñado, y actualmente presenta una solicitud ante la Comisión
Mexicana de Ayuda a Refugiados. En ese país las solicitudes de refugio entregadas por venezolanos sumaron
4.047 en 2017, 1.119% más que en 2016. “No quiero tener preocupaciones sobre mi seguridad, sobre qué
voy a comer mañana o cómo voy a conseguir las medicinas si alguien de mi familia se enferma”, expresa.

Impacto regional
La crisis migratoria convirtió a Venezuela, que hasta hace unas décadas era un país receptor, en uno expulsor
de migrantes, indica Jiménez. “La migración a gran escala es una de las principales formas de demostrar que
la crisis venezolana dejó de ser una crisis interna y pasó a convertirse en una crisis de la región. La
comunidad internacional casi no ha tenido tiempo de prepararse para este cambio tan radical y debe ahora
fortalecer sus sistemas internos de protección”.

Para ello, señala Borges, es urgente que se apliquen los principios de derecho internacional humanitario con
el fin de brindar protección “a los venezolanos que están saliendo masivamente y que ven la emigración
como única opción de sobrevivencia”. Esto implicaría generar mecanismos que permitan que tanto a corto
como a largo plazo sea un proceso regular y ordenado, “como establece el Pacto Mundial de Migraciones”.

Hasta ahora, señala, las reacciones que se han producido en varios países, entre ellos Argentina, Perú o
Colombia, tienen limitaciones porque son de carácter temporal. “Muchas veces eso no permite la posibilidad
a los migrantes de planificar a futuro”. En otros casos, como el de Honduras, apunta, se han establecido
restricciones de ingreso bastante altas, “por el temor de recibir migración venezolana”.

Recalca que es importante distinguir el caso de las personas que ameritan protección internacional y para las
que opera el principio de no devolución, porque su vida en el país está en juego, como es el caso de los
perseguidos políticos, de otro tipo de migrantes que, aunque también se han visto expulsados del país por
varias razones, en principio su vida no correría peligro si regresan. “Aunque la crisis venezolana ha
alcanzado gran magnitud, la protección internacional hasta los momentos se ha enfocado a un flujo
migratorio mixto, donde hay personas migrantes, migración forzosa y donde tenemos personas con necesidad
de protección especial, y son los países con espacios fronterizos los que están lidiando con las consecuencias
de esta crisis”.

La xenofobia de la que han sido víctimas los venezolanos en otras naciones latinoamericanas es una de las
consecuencias indeseadas de la movilización masiva y la ausencia de políticas migratorias. El ataque con
bombas incendiarias el 23 de enero contra un polideportivo donde pernoctaban 900 venezolanos en Cúcuta
fue uno de los casos más repudiados. Un hecho similar ocurrió en Boa Vista, donde en varios incidentes
fueron incendiadas casas de inmigrantes venezolanos. “Es importante no solo la asistencia médica
alimentaria, sino también proveer canales de estabilización migratoria y desarrollar políticas contra la
xenofobia en los países de destino”.

Otro de los problemas graves tiene que ver con el creciente uso de rutas clandestinas para abandonar el país,
especialmente a través del mar, riesgosa opción que ha sido comparada con el caso de los balseros cubanos.
Stefanelli recuerda que la AN aprobó un acuerdo especial para solicitar que Curazao otorgue el estatus de
refugiados a los sobrevivientes del naufragio de una embarcación el 10 de enero, un grupo de personas que
aspiraba a llegar a las costas de esa isla en un peñero que partió de San José de la Costa, estado Falcón.
Según los testimonios que ofrecieron, habían pagado 100 dólares por el traslado.

“Hay una vulnerabilidad estructural de las personas migrantes, especialmente por falta de canales regulares
para trasladarse, y eso también repercute en posibles violaciones de derechos humanos porque además
involucra la existencia de redes de tráfico de personas”, advierte Borges. “Eso sin contar que los migrantes
también están expuestos a represalias de agentes de seguridad, a la delincuencia común y al crimen
internacional”.

Rutas riesgosas: tragedia silenciada

El diputado a la Asamblea Nacional Luis Stefanelli considera que la salida de venezolanos a través de rutas
riesgosas y clandestinas “es una tragedia que se ha ocultado”. No se refiere solamente al caso del naufragio
del peñero que partió de San José de la Costa, en Falcón, en el que murieron cuatro personas en enero
pasado, sino también a lo ocurrido con el barco Rosa María, que zarpó deLa Vela de Coro, también con
destino a Curazao, y se hundió el 9 de julio del año pasado. “Dejó dos desaparecidos, pero como ocurrió en
aguas venezolanas no se reconoce como un caso de ciudadanos que huyen”, señala. A esto se podría añadir el
incidente reportado el 9 de mayo de 2017, cuando un bote se hundió en el trayecto entre Trinidad y
Venezuela, lo cual causó el fallecimiento de tres personas, entre ellas una médica.

Es un peligro huir del país de esta manera. No solo ocurren estos problemas en el mar, pues en las fronteras
terrestres también hay muchos problemas, entre ellos asaltos y desapariciones”, advierte. El acuerdo sobre el
naufragio en Curazao aprobado por la AN el 6 de febrero no solo exhorta al gobierno de ese país a reconocer a los
sobrevivientes el estatus de refugiados, sino que también señala que se denunciará que lo sucedido “no es un hecho
aislado ni reciente, que esta situación que viven los jóvenes venezolanos huyendo despavoridamente de su país, es
de dimensiones trágicas y colosales y que ocurre en todas nuestras fronteras”. Stefanelli señala que el detonador de
la última oleada de migraciones masivas fue la instalación de la asamblea nacional constituyente, en agosto pasado.
“Venezuela, a pesar de que no tiene un conflicto declarado, es un país en un conflicto y hay muchas muertes”.

CDH-UCAB expondrá en Washington crisis


migratoria venezolana
El Nacional Web
31 de mayo de 2018 09:12 AM | Actualizado el 31 de mayo de 2018 09:20 AM

La ONG participará en una reunión organizada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, con
el fin de analizar el éxodo masivo de venezolanos y promover la aplicación de un plan regional para atender
el fenómeno

Como parte de su labor de protección de los derechos de migrantes y refugiados, el Centro de Derechos
Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (CDH-UCAB) continúa emprendiendo iniciativas para
impulsar la generación de políticas públicas en esta área.

Por este motivo, la socióloga e investigadora del CDH-UCAB, Ligia Bolívar, participará el próximo 1 de
junio como ponente en una mesa de trabajo sobre este tema, especialmente convocada por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y el Secretariado de acceso a los derechos y equidad de la
Organización de Estados Americanos (OEA).

El encuentro, titulado “Hacia una respuesta regional coordinada a la migración venezolana y los movimientos
de refugiados en las Américas: una evaluación de tendencias y realidades presentes”, tendrá lugar en
Washington en el marco de las reuniones preparatorias de la Asamblea General de la OEA, prevista para los
días 4 y 5 de junio.

En el foro también intervendrán el secretario ejecutivo de la CIDH, Paulo Abrao, y Francisco Quintana,
representante del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL) y se espera la asistencia de
miembros de las misiones diplomáticas del organismo hemisférico.

Como lo explicó Bolívar, la participación del CDH-UCAB se centrará en exponer la realidad del fenómeno
migratorio venezolano, a la luz de los efectos de la emergencia humanitaria ocasionada por la crisis
económica, social y política del país.
“Cuando se les pregunta a los venezolanos por qué están emigrando, dicen que lo hacen por razones
económicas, laborales, de inseguridad, escasez de alimentos y medicinas, además de la situación política.
Queremos mostrar lo que está ocurriendo en esas áreas y poner la información en contexto para explicar por
qué el éxodo venezolano califica dentro de lo que se llama migración forzada”, contó.

La activista indicó que la ONG quiere llamar la atención de las misiones diplomáticas del continente ante lo
que, advierte, se agravará en los meses venideros.

“Nuestras estimaciones indican que entre marzo y mayo, el número de venezolanos que salen diariamente
por las distintas fronteras pasó de 5.000 a 10.000.

De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), hasta marzo 1.6
millones de personas habían emigrado de Venezuela. Al cierre de 2018 este flujo migratorio podría
duplicarse y superar los 3 millones. Esa es la tendencia y eso es lo que nos alarma”.

Ligia Bolívar aseguró que el CDH-UCAB también exhortará a los gobiernos de la región a poner en marcha
cuanto antes un programa coordinado con medidas de protección de largo aliento.

“Le damos la bienvenida a las iniciativas que han emprendido naciones como Perú y Colombia, que están
otorgando tarjetas temporales de residencia, pero se requiere de medidas a largo plazo. Se trata de que los
países, sobre todo los receptores, entiendan que esto no es un problema temporal sino que se va a mantener
por mucho tiempo, porque las condiciones económicas y sociales de Venezuela van a empeorar. Incluso, si se
diera un cambio de gobierno, la gente no va a regresar de la noche a la mañana porque las dificultades de
salud, alimentación e infraestructura no se superarán inmediatamente”, explicó.

Bolívar también expondrá ante los participantes la necesidad de atención y protección a los venezolanos que
están en situación de vulnerabilidad migratoria por la negación de pasaportes.

“El gobierno venezolano está negándole a sus ciudadanos los documentos de identidad no solo dentro sino
fuera del país. Tenemos información de gente que lleva hasta 26 meses esperando por la renovación de un
pasaporte y el consulado no se lo tramita. Hay personas que han perdido trabajos y están en un limbo porque
no pueden estamparle el permiso de residencia, aun habiendo cumplido los trámites. Creemos que los
gobiernos deben flexibilizar los trámites migratorios en estos casos porque se trata de la vulneración de un
derecho humano, como lo es la identidad”, dijo.

En las próximas semanas, el CDH-UCAB expondrá en otros foros la crisis migratoria venezolana para
promover acciones concretas que ayuden a enfrentar esta situación. A finales de junio, la ONG participará
una reunión paralela del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y en la Consulta anual de
ACNUR con organizaciones de la sociedad civil. Ambos encuentros se desarrollarán en Ginebra.

“Confiamos en que este mismo año se defina un plan regional de atención a los migrantes venezolanos,
porque este es un problema grave que está afectando a todo el continente, principalmente a los países
fronterizos con Venezuela. Nuestra idea es trabajar para que se comiencen a dar pasos en esa dirección. Lo
demás no depende de nosotros, depende de los gobiernos”, afirmó Ligia Bolívar.

Sobre la sentencia de la Corte Interamericana y la “Lista Tascón”

La socióloga Ligia Bolívar se pronunció sobre la sentencia emitida este miércoles 30 de mayo por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en la que los jueces de este tribunal, de manera unánime, encontraron
al Estado venezolano “responsable por la violación a los derechos políticos y libertad de pensamiento y
expresión” así como de “desviación de poder y discriminación política”, al despedir arbitrariamente a
funcionarios del gobierno nacional que firmaron en el año 2003 a favor del referendo revocatorio contra el
presidente Hugo Chávez. y fueron incluidos en la llamada “Lista Tascón”.

El caso había sido presentado por Rocío San Miguel, Magally Chang Girón y Thais Coromoto Peña (quienes
fueron víctimas del despido cuando eran empleadas del Consejo Nacional de Fronteras) y fue tramitado por
el equipo del CDH-UCAB ante este órgano judicial adscrito a la Organización de Estados Americanos.

“Para nosotros es una sentencia muy importante porque es la primera sentencia de la Corte Interamericana en
la que se trata el tema de la discriminación por razones políticas. Es una sentencia importante para el
continente, pero sobre todo es tremendamente importante para Venezuela en momentos en que la ‘Lista
Tascón’ sigue viva de diferentes maneras y ha mutado hacia lo que hoy se conoce como el Carnet de la
patria, una nueva forma de discriminación, una nueva ‘Lista Tascón’ que está utilizando el gobierno con
mayor perversidad porque es negarle a la población acceso a comida, a vivienda, a medicamentos por un
control político inaceptable. Esa es la importancia de la sentencia. Esto que está pasando hoy en Venezuela
en materia de discriminación no va a quedar impune porque esa sentencia ya nos da la plataforma para luchar
a favor de los derechos de todas estas personas”, enfatizó Ligia Bolívar.

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