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17/12/2014 MARGEN 27 - Revista de Trabajo Social

Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales


Edición electrónica

Edición N° 27 - primavera 2002


Adolescencia: período de oportunidades

Por:
Virginia Casas * (Datos sobre la autora)

Participación de la Lic. Virginia Casas en la Jornada sobre "Adolescencia, Familia


y Sociedad" organizada por UNI-CO, ONG que trabaja en temas de prevención en
la localidad de General Madariaga, provincia de Buenos Aires, julio de 2002.

Espero poder compartir algunas ideas que resulten interesantes como para entender a nuestros
adolescentes en este proceso social que vivimos.

Voy a procurar una relación conceptual entre adolescente, familia y sociedad. Mi intención es
analizar cómo este contexto social actual impacta en la familia constituyéndola en un espacio de
ciudadanía asistida; en la escuela como matriz de identidades subalternas y en las instituciones
caracterizadas por la pérdida de sentido y legitimidad.

En este contexto abordaré la situación de los adolescentes desde dos marcos conceptuales
opuestos: Adolescencia como período de oportunidades o población de riesgo; participación o
exclusión; singularización o invisibilización; logro de la propia identidad social como autoatribución o
crónica anticipada como alteratribución que refiere a embarazo y suicidio adolescente, consumo de
drogas y la violencia.

Creo que es importante en primer lugar tener algunos puntos de acuerdo. Por ejemplo acordar en que
estamos todos inmersos en una subcultura de violencia.

Como hecho signitficativo del proceso social en el que vivimos, hay una conducta de violencia
instalada en el tejido social, como presente en cada acto humano que se realiza; y naturalizada por
otro lado. Es decir que, de tan reiterada, resulta casi imperceptible.

Vale la pena decir a modo de ejemplo -y esto no es jerarquizar sino simplemente dar ejemplos desde
lo cotidiano de esta subcultura de la violencia- que asistimos a accidentes de tránsito con
características francamente alarmantes por el daño y las muertes que se producen; la violencia
callejera, la cantidad de robos, de daños a la propiedad y a las personas...

Otro -visto desde otro ángulo- podría ser la presión que ejercen desde el punto de vista económico las
naciones más poderosas sobre las más débiles.

La Argentina no escapa a este ejercicio de la violencia, somos víctimas y sujetos de la colonización


cultural, y del FMI.

Por otro lado, somos sujetos de un proceso de adolescentización, como dice Guillermina González.
La sociedad se vuelve adolescente y esto se convierte también en una forma de violencia. ¿Por qué?
Porque en los procesos naturales de crecimiento y desarrollo se espera que sea una sociedad de
adultos la que reciba al adolescente.

Y en realidad hay una sociedad que cada vez más se quiere parecer al adolescente. Hasta usa las
tecnologías -en esto la Medicina es muy importante, por supuesto fogoneada desde los medios de

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comunicación- con un discurso perverso de "seamos eternamente jóvenes".

En el aspecto exterior, en lo físico, mediante las cirugías estéticas; y también en el interior, en lo


orgánico.Quizás como ejemplo un poco trivial podría mencionar a Marcela Tinayre rejuvenecida con el
embarazo de su último hijo, pasados los 50 años. Esta cosa de no sólo ser joven por fuera sino que
también por dentro, "mis ovarios son jóvenes". No es la única, el año pasado se conoció el caso
de una mujer italiana que a los 60 años concibió un hijo mediante fertilidad asistida. Hay como una
imposición de permanecer jóvenes a como dé lugar.

Y esto es un acto de violencia, porque vemos una sociedad donde la brecha generacional
desaparece, porque no hay adultos que se contrapongan al adolescente, que lo puedan interpelar,
negociar con él esa edad llena de potencia y de gran creatividad, en la que además tienen la idea de
que para poder desplegarse deben destruir mucho de lo que ya está hecho.

Es necesario negociar con ellos, darles un espacio, pero no a costa de que todo sea destruído.

En el lugar de esa negociación nos encontramos no con un adulto, sino con un "adolescente" frente a
otro adolescente. No hay posibilidad de realizar esta negociación.

Es posible ser ciudadano en esta subcultura de violencia:

Vale la pena preguntarnos acerca del status de ciudadano, y relacionarlo con la adolescencia.

Veamos qué ocurre en Educación. En nuestro sistema educativo, sólo triunfan los que tienen más
posibilidades, sólo van quedando en las escuelas aquellos que tienen con qué quedarse. No se
quedan todos. Los padres, docentes y alumnos saben que en realidad el sistema está pensado para
que triunfen "los mejores".

Y a la vez las escuelas están repletas de chicos que concurren para recibir útiles, comida, atención
de la salud, etc, en un proceso de acceso a una ciudadanía asistida donde por ejemplo la política
económica es el fin y no la herramienta; donde el presupuesto es el que determina si se invierte o no
en educación, salud o acción social; en protección a la niñez, a la vejez, en programas de trabajo
para las mujeres y adolescentes. En esta ciudadanía asistida se inscribe la vida de las instituciones.

Bustelo analiza la relación entre las formas de la organización democrática y las formas de la
producción y la economía, y propone los conceptos de ciudadanía asistida y emancipada.

La ciudadanía emancipada es la de titularidad plena de derechos, y la ciudadanía asistida es la del


ejercicio de sus derechos a partir de un tutelaje, a partir de la asistencia de otros. En la ciudadanías
emancipadas que favorecen las democracias activas, las democracias en donde la participación es la
herramienta del progreso, en donde hay movilidad social, en donde la solidaridad es el nexo que nos
une con los demás. En esas ciudadanías, los derechos no están puestos en juego, no se cuestionan.
Son parte de uno mismo. Cuando uno se representa a sí mismo, lo hace como titular de derechos.
En las ciudadanías asistidas, la restricción en el uso del derecho está dada por la estratificación
social, porque no hay movilidad social, no hay participación, la herramienta que se ha puesto a
trabajar no es la inclusión, sino la exclusión, el "para afuera".

Proceso de exclusión que afecta a la familia como primera organizadora del sujeto, de este yo
interno, y a la escuela como organizador social del adolescente.

Esto no quiere decir que este tema de la ciudadanía asistida no lo veamos en el resto de las
instituciones, como la institución Justicia, la Política, fuerzas de seguridad, Salud, porque lo vemos
en todas las instituciones.

La familia fue la célula social, el espacio a cuidar en la protección del Estado, el espacio vincular
privilegiado. Hoy la familia es también depositaria de ciudadanía asistida.

Dice la Profesora Elías: la familia puede ser uniparental, única o doble proveedora, nuclear, extensa,
ensamblada, heterosexual, homosexual.

Todas las formas de familia están cuestionadas y cada forma de familia sufre la ausencia de política
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social pensada para mejorar su calidad de vida.

En la escuela también pasan cosas:

La escuela, según Vigotsky, se parece más a un desierto que a un cuartel. Es un desierto donde los
jóvenes vegetan en una lucha por no encontrar ni motivación ni interés. ¿Por qué usa estas dos
formas? Desierto por vacío de sentido, por no crecer nada, por la monotonía. ¿Por qué cuartel?
Porque en algún momento, el contrato que la escuela tenía con la sociedad era el de disciplinar para
acceder a la cultura. Hoy no existe esta posibilidad. Porque el modelo económico ha rebajado hasta
el mínimo la demanda de incorporación de los egresados del sistema educativo a la producción, ya
no necesita de ese disciplinamiento. Sólo van quedando los mejores, y los que pueden quedarse.

Y paradójicamente, la escuela está luchando por no ser un depósito de chicos y el lugar de las
prácticas asistenciales.

Prácticas asistenciales, que en realidad nos llenan de una doble imposibilidad. Por un lado no se
cumplen los aprendizajes esperados, los que se esperan que la escuela provea, las situaciones de
enseñanza y aprendizaje. Y por el otro, tampoco se cubren las necesidades básicas que estos
chicos que acuden a las escuelas están demandando por la crisis que ya es muy prolongada.
Entonces es una asistencia inconclusa.

Por ejemplo, el comedor escolar es una práctica asistencial cotidiana. Dar de comer, que es un
derecho social, el derecho a la alimentación. ¿Quién lo está cumpliendo? El Estado a través de la
escuela, que es una institución con una misión que le es propia, la de enseñar, la de promover el
acceso de los chicos en la cultura. Entonces, este trastocamiento de los papeles a cumplir por las
instituciones produce malestar hacia adentro porque el vínculo que se genera no es específicamente
en términos de aprendizaje, sino entre el que asiste y el que es asistido.

Este nuevo vínculo también es una matriz de identidad, pero tal como lo dicen las Lic. Redondo y
Thisted es una identidad subalterna. O como propone Bustelo una ciudadanía asistida. Así como la
familia está atravesada por una crisis en donde lo que se produce es una identidad distinta a la que
se pensaba que se producía dentro de la familia, en la escuela también se está dando este cambio
en la producción de las identidades.

Acuerdo con el Lic.Alfredo Carballeda sobre la crisis de sentido y legitimidad de las instituciones.
Todas las instituciones están atravesadas por una crisis de identidad; han perdido lo específico que
tienen que cumplir, y ya no son tan legítimas como lo fueron pensadas para la organización social.

Entonces prefiero en lugar de hablar de los adolescentes en riesgo, yo diría que son las instituciones
las que están en riesgo; tal cual afirma Sara Slapak.

Y prefiero hablar de la adolescencia como un período de oportunidades. Porque la adolescencia en


realidad es un modo distinto de pensar, una pasión distinta, y una forma distinta de actuar. Cuando
hablamos de esta formas distintas, estamos hablando de esta potencialidad, de esta fuerza que está
creciendo (el cuerpo es el vehículo donde esta fuerza se dispara) y el adolescente está reclamando
nada más y nada menos que un lugar en esta sociedad adulta.

El tema no es sólo cómo lo reclama., sino quién lo escucha y desde dónde.

Si pensamos el período de la adolescencia como el de las oportunidades o como la población en


riesgo.

Si lo pensamos como el período de las oportunidades tenemos que hacer algo desde nosotros
adultos, que es plantarnos frente al adolescente y encararlo. Dice Winnicot que encararlo es ponerle
la cara al adolescente, pero no la cara que nosotros queremos, sino la cara que él está demandando
para entrar al mundo del adulto. Esto sería un proceso de inclusión.

Si lo pensamos como una población "en riesgo" lo que aparecerá es el prejuicio de jóven peligroso,
puede poner en riesgo nuestras relaciones y nuestros vínculos. Entonces hay que -de algún modo-
regular la entrada a la sociedad adulta, hay que buscar formas alternativas o diques para ir regulando
su entrada a la adultez. Y esto no es inclusión sino exclusión; nos quedamos con el adolescente en
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la periferia.

En muchos de los discursos que se escuchan cuando se habla del adolescente y su futuro, sobre
todo en campañas políticas, oímos muy a menudo: "para los jóvenes que son el futuro de nuestra
partria". Hay letras de rock que dicen que "el futuro ya llegó y es un palo" o "hay jóvenes en los
balcones y también en los cajones". ¿Qué quiere decir? Que en realidad no esperemos mucho más,
porque los jóvenes están acá y entre nosotros.

¿Qué hacemos? Sólo hay una posibilidad: la de singularizarlos. SIngularizarlos significa pensar en
todo adolescente más allá de sus notas externas, más allá de su presentación ante el adulto, de su
grupo de pares, más allá de sus formas de desenvolvimiento. De lo contrario es una crónica
anticipada de vida. Los propios adultos lo ponemos en estado vulnerable.

La sociedad, la familia y la escuela cuando no registramos singularmente el desarrollo de los


chicos,no registramos que va atravesando un itinerario marcado por el fracaso escolar, la deserción,
el aislamiento y la pseudo inclusión en sectores de menor calidad de educación y capacitación. No
es lo mismo pensar en un joven en la escuela estudiando, con un proyecto de terminar el Polimodal e
intentar el ingreso a la Universidad, que pensar un joven de un sector popular, sin estudio o desertor,
sin empleo; porque llegamos a la conclusión de desempleo, malas compañías, riesgo, drogas y
violencia.

Y esto no habla ni bien ni mal de nosotros. Habla de cómo nos vamos compenetrando de ese
itinerario que es el de la crónica anticipada de vida. Y probablemente el adolescente no nos defraude
y termine en este itinerario, finalmente delinquiendo, finalmente llegando a alguna situación de
violencia. Pero los datos anteriores de su historia nos pasaron inadvertidos. Y he aquí nuevamente
esta demanda permanente que tenemos que hacernos los adultos. No es sólo demandarle al jóven
que crezca, que madure. Nosotros deberíamos permanecer como adultos atentos a este itinerario de
vida del adolescente.

Pienso en el impacto de la publicidad, en sus mensjaes de gran excitación, de erotización .


Nuevamente el cuerpo -que fue nuestro primer vehículo de contacto, nuestra forma de insertarnos en
el mundo- en la adolescencia es el centro de interés y la imagen a copiar.

El cuerpo perfecto, musculoso, delgado, siempre bronceado, ese es el cuerpo de la publicidad, y es


el vehículo en donde se instalan los mayores ideales para la adolescencia. ¿Es producto de sí
mismo, o es producto de un mensaje construido en la sociedad y reproducido a través de los medios
radiales, gráficos, televisión, cine?.

Digo, si estamos hablando del cuerpo sobreexcitado, erotizado, idealizado, estamos hablando de una
subcultura de violencia, y de una sociedad adulta que le encantaría seguir siendo siempre joven.

Podemos pensar en el altísimo índice de embarazo adolescente, el índice creciente de suicidio


adolescente, de consumo de drogas, de SIDA; en la violencia puesta en el cuerpo del otro: las
violaciones y perversiones; y en los delitos: robos y asesinatos.

Quisiera no extenderme porque quizás alguien quiera hacer algún tipo de preguntas al panel; por eso
lo dejo planteado así brevemente, pero digo que hay un hilo conductor en estas situaciones de
embarazo y suicidio adolescente, consumo de drogas y SIDA y en los casos de violencia contra el
cuerpo del otro.

El dato es la pérdida del proyecto de vida. Es muy didícil en tiempos de tanta incentidumbre, donde
nosotros nos sentimos a veces atrapados en un sinfín de acontecimientos que no podemos alcanzar
a dar sentido, que nos desbordan, encontrar el sentido a la vida, encontrarle la posibilidad a la
superación del miedo que nos produce el futuro, a proyectarnos, a llevar adelante nuestros ideales o a
fracasar. En las charlas o espacios de reflexión con los adolescentes en las escuelas -cuando se
aborda la temática del suicidio- aparecen estos miedos.

Como supervisora de los Equipos de Psicología he tenido que intervenir en situaciones de suicidio de
chicos, y la pregunta que angustia es ¿qué es lo que se puede hacer?

Propongo construir un espacio de diálogo, poner en palabras el impacto que nos produce el suicidio;
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dejar que los chicos expresen sus dificultades al imaginarse un futuro en el mundo que estamos
viviendo. Es difícil proyectarse en la vida.

Cuando abordamos el tema del embarazo adolescente encontramos que pese a que creemos que
puede ser una cuestión de falta de información, es todo lo contrario. No es falta de información porque
en algún momento de su escolaridad los chicos se contactan con educación sexual.

La falta de expectativas, sobre todo para las chicas, hace que tener un hijo sea una forma de
realización personal, un por qué estar en la vida. También tiene que ver con una cuestión de género.
SI para la mujer sólo la maternidad es lo que la realiuza plenamente; para la adolescente, la
maternidad le da un sentido de estar en la vida. Su cuerpo es un instrumento que le permite salir de
algunas cuestiones emergentes, como puede ser un circuito familiar en donde lo displacentero es tan
alto que la búsqueda del hijo la ilusiona con la posibilidad de salir .

Un estudio muy interesante de Alatorre Rico analiza la relación entre embarazo adolescente y
pobreza; sobre 700 encuestas a madres jóvenes, entre 13 y 15 años, lo que está claro es que cuando
el embarazo adolescente se repite de generación en generación, los condicionantes del embarazo
adolescente se potencian en la tercera generación, la de los nietos, y se perpetuan las desventajas
económicas. La mujer queda presa de una identidad afirmada por la maternidad y por fuera de la
escuela y la capacitación. Tienen menos posibilidades de acceder a la educación y a la capacitación.
Se reproduce la pobreza.

En Villa Gesell, que es uno de los lugares donde tengo oportunidad de trabajar como supervisora, uno
de los Jardines de Infantes comenzó a desarrollar un trabajo porque era muy difícil establecer pautas
de convivencia en los grupos, aún en los más pequeños. La pregunta era por qué tanta agresividad.

Un dato significativo fue la edad de los padres de los chiquitos, que rondaban los 18 años. Eran padre
y madre adolescentes, que a su vez eran hijos de madres adolescentes. Esto dio lugar a una
experiencia muy interesante, porque empezaron a comprender que la dificultad para relacionarse de
los nenes en el Jardín tenía relación con la cultura de crianza de sus mamás, con su crecimiento
interno, con su capacidad para ser portadoras de la cultura -la cultura en términos de normas para
convivir- necesaria para poner un límite a sus propios hijos.

También en relación a la violencia sobre el cuerpo adolescente, el consumo de drogas está


relacionado con el proyecto de vida; y también la sanción social es fuerte sobre los chicos que se
drogan.

Y aquí siempre cuando se habla de drogas y de consumo de drogas, no debemos olvidarnos del
narcotráfico; ya que un adolescente puede consumir porque pero hay un adulto que está vendiendo
drogas

Entonces, que la mirada sea amplia, y la sanción se refuerce sobre quien corresponde. Y que no sea
la exclusión o la mirada de la desconfianza o el aislamiento para el que consume, y el que vende siga
traficando libremente.

Por último,algo que tiene que ver con la Ley. Hoy está en debate si hay que bajar la edad para que
los adolescentes sean imputados de un delito. No es ése el debate que tenemos que dar.

No niego que la violencia sea problemática, no quiero poner a los adolescentes como ángeles, pero
tampoco debemos ponerlos como demonios.

Siempre son problemáticos, pero no me olvido que los criamos nosotros, y que en todo caso son el
espejo de la violencia que supimos conseguir.

Hoy el chico del supermercado, que seguramente muchos vimos por televisión, de 14 años, que
participó del robo con rehenes, que se tomó todo, que ejerció la violencia amenazando con un arma,
que no podía salir de pie para entregarse, mientras fue víctima no lo vimos, no lo escuchamos.
Cuando pasó a ser victimario le pusimos nombre y apellido, tuvo cara y ahora algunos pretenden que
esté encerrado de por vida.

Propongo reconstruir su historia, singularizarlo, rearmar esa persona que fue desde lo vincular
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primario; veríamos que es el seguimiento de su itinerario de vida como crónica anticipada.

Es cierto que hay necesidad de sanciones, y es cierto que para vivir y desarrollarnos es necesario
tener un mínimo de seguridad y una cultura de paz que nos permita crecer, pero también es cierto
que se dan tremendas situaciones de injusticia.

Para los que trabajan con los chicos saben que es cada día más creciente la demanda de
intervención por abuso, por violación, por castigo físico. Mientras esto ocurre, estamos como
certificando que tarde o temprano la violencia va a explotar en medio de nosotros.

La idea es como adultos: estar ahí, escucharlos, poder ser acompañantes adultos del proceso que
están viviendo; favorecer canales de participación, permitirles tomar la palabra. Porque tener la
palabra es tener poder, quien tiene la palabra tiene una forma de comunicarse y esto es el triunfo del
lenguaje. Cuando el lenguaje fracasa, comienza la acción, la violencia.

Favorecer acciones como esta que lleva adelante UNI-CO, esta ONG que como muchas están
protagonizando el cambio significativo en el escenario social. Favorecer las acciones de la
participación popular, del desarrollo de las sociedades de fomento, del club barrial, de los clubes del
trueque, de los microemprendimientos, de la recuperación de las fiestas barriales, de las tradiciones.

En cada una de estas acciones locales se pueden generar canales de acceso para los adolescentes,
para que puedan alcanzar en plenitud la ciudadanía, que no queden atrapados como quedamos
muchos de nosotros en estas ciudadanías asistidas, en donde creemos que somos titulares de
derecho, pero en realidad estamos viviendo un "como si".

Bibliografía

"Subjetividad y adolescencia", de Rubén Efrón, consultor de UNICEF Argentina, en


"Adolescencia, pobreza, educación y trabajo". Irene Konterlnik y Claudia Jacinto (comp.).
Losada-Unicef

"¿Y el padre dónde está? (El reto tardío)". Lic. Pablo Melicchio (Art. Internet)

"¿Adolescencia? Algunos interrogantes para compartir". TS Guillermina González. Margen 19,


año 2000

"La iniciación y la adolescencia. Sus avatares". Lic. Adelaida Villalba, Lic. Mercedes Olcese,
Lic. Alejandra Gómez. En Margen Nº 16, año 2000

"Familias y ciudadanías". Prof. María Felicitas Elías. En Margen 22, año 2001

"Las políticas sociales y la esfera de la familia; crisis de legitimidad y representación". Lic.


Alfredo Carballeda, en Margen Nº 15, año 1999

"Cómo ser joven ciudadana y no morir en el intento". Por Horst Steigler. Asesor de la Sociedad
alemana de Cooperación Técnica. Portagonismo juvenil en proyectos locales. Lecciones del
Cono Sur.

"La Escuela en contextos de pobreza". Patricio Redondo y Silvia Thisted, en "Los límites de la
Educación", Adriana Puiggrós (comp)Homo Sapiens ediciones.

"Los jóvenes y la violencia". En La escuela como frontera. Silvia Duschetzky. Ed. Paidós.

"Violencia y sociedad" Dra Mayra Carmona Suárez. Coordinadora de la Clínica de


Adolescentes, Hospital Calderón Guardia.

"El embarazo adolescente y la pobreza". Javier Alatorre Rico y Lucille C. Atkin.

"Suicidio adolescente. Un reclamo que la sociedad no puede desoir". Lic. Claudia Bazán.

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Centro de Divulgación Científica. Fac. de Psicología. UBA.

"Paradigmas de Participación Juvenil: un balance histórico". Lic. Marcelo Urresti.

"Una escuela para adolescentes". E. Tenti Fanfani. Ed. Unicef - Losada

* Datos sobre la autora:


* Virginia Casas
Psicopedagoga. Supervisora Equipos Orientación Escolar, D.G.C. y E. prov. Bs As.

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