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¿Atrapados por el "nihilismo"?

¡N O podemos negarlo!: muchos padres hoy en día se dan por satisfechos si sus hijos no tienen
contacto con las drogas y estupefacientes, aun si estos jóvenes no están interesados en los grandes
temas de la responsabilidad social y de una libertad responsable. El "nihilismo" ya atrapó a
nuestra sociedad; o más bien, nuestro desinterés por la moral privada y pública nos precipitó en
un nihilismo que muchos no han querido reconocer. El nihilismo es la negación de todo principio
esencial político y social. Cuando una sociedad no ha encontrado principios políticos y sociales
que den como resultado una real mejoría en la vida de las sociedades, las personas se desencantan
y dejan de creer en los valores sociales y políticos fundamentales. ¡Ya no se cree en estos
principios! Principios como la democracia, la libertad, la justicia social y el bienestar popular. ¿Y
cómo creer, como por ejemplo, en nuestro México, con una población de 112 millones de
habitantes, en la que 60 millones viven en la pobreza? Aun así, en el momento en que una
sociedad deja de creer en los fundamentales principios políticos y sociales, se da el reinado del
"nihilismo". Éste reinado conduce a la pérdida individual del sentimiento de "indignación", y en
lo social, está listo el caldo de cultivo para la anarquía y para el primado de los más perversos
intereses de personas y grupos privilegiados.
Éste es el principal problema de nuestro país, pues se convierte en el detonante de los más graves
problemas potenciales para una nación. El vómito diario de plomo y fuego contra personas e
instituciones; un pánico que paraliza al país; una galopante corrupción sin freno alguno; y una
impunidad como bandera de triunfo de los violentos. Estas expresiones del nihilismo tienen que
ser atacadas en sus causas y no sólo en sus efectos. Sería asombrosamente cruel no reconocer que
el disparador de este nihilismo ha sido nuestra salvaje e inhumana sociedad ultracapitalista, que
ha despreciado los más altos valores morales y del espíritu, y que ha convertido al "becerro de
oro" en el nuevo dios.
La progresiva muerte de los ideales humanistas, y la progresiva adoración por la tecnología y el
hiperconsumo, están sembrando la destrucción de nuestras bases sociales: la inmensa importancia
de la familia, el respeto a nuestras tradiciones, el trabajo responsable, la convivencia armoniosa
entre las personas, y el respeto a la vida y la dignidad de los demás. Si a mí se me preguntara,
¿cuál creo que sería una solución a este nihilismo y esta destrucción del espíritu?, contestaría del
modo siguiente: volver a las fuentes más puras de lo más noble de nuestra civilización occidental.
Y estas fuentes están en la "sabiduría Antigua", de la Grecia Clásica y de la Antigua Roma. Las
enseñanzas de Platón, Aristóteles, Séneca, Marco Aurelio, los poetas y dramaturgos griegos.
Han sido estos pensadores los únicos que pueden hacer que reencontremos el camino perdido.
Hoy en día, Séneca, Platón, Aristóteles, son muy leídos en todos los países de Occidente. Sus
lecturas han sido como bocanadas de aire limpio y fresco para sociedades ya casi asfixiadas por
tantas creencias baratas y falsas. La sabiduría Antigua no solamente eliminaría tantos dolores
espirituales que padecemos, sino que podría convertirse en la "cura radical" para tantos problemas
y enfermedades sociales "terminales", como la violencia brutal y el desinterés por todo lo que sea
humano. En la Grecia Antigua no se contaba con la ciencia de hoy en día, pero la vida de los
griegos era sensata, juiciosa, y se vivía de manera más feliz. Los poetas y filósofos griegos le
otorgaban una importancia suprema a los "problemas del hombre", y por ello, sus sociedades eran
mejores en todos los sentidos. Séneca, legatario de la sabiduría de la Antigua Grecia, escribió en
una Epístola a Lucilio lo siguiente: "Me he alejado no tanto de los hombres cuanto de las cosas
y, sobre todo, de mis negocios: me ocupo de los asuntos de la posteridad.
Escribo cosas que podrían ayudar; confío consejos saludables a mis escritos, como si fueran
recetas útiles de medicina; experimentado la eficacia sobre mis heridas que, aunque no fueran
curadas completamente, no obstante, han cesado de extenderse". Critilo nos recuerda una parte
de otra de sus Epístolas, que dice: "Sin la filosofía el alma está enferma; y el cuerpo, aunque
tenga fuerzas está sano como puede estarlo el de un loco o el de un desatinado. Por este motivo,
si quieres estar bien, cuida en especial la salud de tu alma y, después, la del cuerpo, lo que no le
costará mucho". Tenemos que reconstruir a nuestra sociedad mexicana desde sus primeras bases:
rescatar los valores supremos de la "sabiduría Antigua", que nuestra sociedad mexicana incorporó
hace mucho tiempo, y que los ha venido perdiendo; sabiduría que defiende los valores supremos
del espíritu: la verdad, la bondad, la belleza, la justicia, y la importancia por la dignidad de los
demás. Sabiduría que siempre se opuso a la violencia de la sangre a la codicia putrefacta y a los
vicios del alma.

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