Você está na página 1de 10

Según Barrionuevo, J.

(1997) en lo referente a las necesidades de la


infancia, hay que señalar que el niño o la niña está preprogramado para
desarrollarse de una determinada forma que es un proyecto que para
llevarse a cabo necesita cumplir determinadas condiciones. Estas
necesidades son de naturaleza biológica y social y deben ser consideradas
como características de la especie humana, aunque algunas de ellas son
compartidas con otras especies.
El autor supone que todo ser humano necesita vincularse afectivamente
con los demás para sentirse seguro y satisfecho emocionalmente. El niño
es un agente activo en las decisiones que le afectan y en todas las
actividades de interacción con los demás. Desde pequeño, en la medida de
sus posibilidades, se debe conseguir que sea agente activo, que contribuya
eficazmente a satisfacer sus propias necesidades y las de los demás.

Berenstein (2003) relata que el ser humano nace y vive en un mundo de


vínculos. Para él, estar sólo implica provisoria o definitivamente la idea de
des-vinculo. Soledad implica el estado mental individual o compartido de
estar ligado en un vínculo impregnado de malestar donde sin saberlo ni
quererlo deja y es dejado sólo por el otro con la amenaza de caer en el
estado de desamparo.
El vínculo de filiación liga los lugares de padres con el de los hijo ocupados
respectivamente por el del yo del padre y/o de la madre y el de los hijos.
Explica que el lugar de la Madre comprende dar vida material y emocional
al hijo, ayudarlo con las funciones de autoconservación, semantizar
(narcisizar) su cuerpo y la representación mental de él mismo como
diferente del propio, instalarse como objeto de deseo después de ser el hijo
un objeto deseado, transmitir una intuición de una presencia por fuera de
los dos, aquella que a través de la evolución y expansión se desplegará
como el lugar del Padre.
De hecho hoy en día la familia constituye un papel muy importante en la
formación subjetiva de cada individuo. Para Berenstein (2003) esta se
construye a partir de dos pares contradictorios: sujeto-contexto y
necesidad-satisfacción. En cuanto al primer par, el sujeto está social e
históricamente determinado y se configura en un interjuego con el
contexto interpenetrado de vínculos y relaciones sociales, de ahí que surge
el segundo par contradictorio que se da en el interior del sujeto. Pero como
la fuente de gratificación es exterior, promueve la relación con el mundo
externo en búsqueda de la fuente de gratificación. La incorporación del
objeto resulta fundamento de la subjetividad, el objeto se inscribe en el
sujeto, configurando su interioridad. Hablar de sujeto, precipita además la
idea de sujeción al Otro lo que plantea la problemática de su constitución
ya que él es a advenir, y ésto es sólo posible en relación a ese otro que
representa las estructuras del lenguaje y el mundo de la cultura organizada
en torno al mismo. Ese otro en el que Lacan hace descansar la figura
materna en tanto Otro Primordial. Por lo tanto, hay muchos factores que
influyen en dicho proceso, por consiguiente el resultado que se obtiene es
la gran diversidad de personalidades y caracteres de las diferentes
personas. Uno de dichos factores con más importancia y relevancia es la
condición socioeconómica en la que la familia se encuentra posicionada.

Yaria (1999) nos recuerda que los principios básicos de la psicología de la


niñez y del psicoanálisis nos enseñan que el sostén emocional y la
transmisión de valores, así como la inclusión del infante en una historia
familiar de padres, abuelos, tíos, se convierten en el motor de la identidad
y agrega que en la posmodernidad la crisis de la familia (crisis de vínculos o
sea de lazos afectivos) atenta contra la salud. El hombre es el ser más
inmaduro y dependiente de todos los seres vivos de la escala biológica.
Este ser incompleto necesita de mediadores humanos significativos que
sean: estables, sensibles, dialogantes y confiables. Por todo esto están
aumentando enormemente las variadas enfermedades mentales infanto-
juveniles que además son ocultadas y multiplicadas por el uso de drogas
y alcohol.

Surgen niños aislados ante padres ausentes en lo básico: sentir al otro y


orientarlo.

Por tanto, se podría mencionar que la lógica del consumo es la pulsión


dirigida a sustituir una falta estructural.
Su una práctica impulsada por el desborde que constituye un síntoma social
en la contemporaneidad…
Las adicciones se caracterizan por ser una falsa promesa de satisfacción
inmediata. Están relacionadas con aquello que Freud llamó pulsión de
muerte y las prácticas sociales nos muestra cómo se puede ser adicto no
sólo a sustancias químicas, sino también a cirugías, trabajo, sexo, entre
otras.
El fenómeno de las adicciones se puede concebir como una de las formas
de búsqueda de la felicidad. Es por esto, que nos muestra que lo que
moviliza al ser humano, es la búsqueda incansable de la felicidad, ésta es
motor y causa de la constante búsqueda, por tanto Freud (1930), en el
Malestar de la Cultura señaló: “Quieren llegar a ser felices, no quieren dejar
de serlo, aspiración que tiene un fin positivo, evitar el displacer, esquivar
el dolor y han de experimentar sensaciones placenteras”(Freud, 1930, P.
19).
El ser humano tiende a buscar el placer porque está expuesto al dolor, por
eso hay una búsqueda afanosa de ella, pero Freud nos dice que la felicidad
no se puede encontrar, por lo menos en una forma absoluta o permanente,
pero existen falsas promesas para lograrlo.
La droga es una de ellas, encuentra dicha felicidad a un nivel parcial, gracias
a una satisfacción química inmediata, por eso ocupa un lugar importante
en el sujeto, porque va ha llegar a generarle, aparentemente, esa felicidad
o bienestar que busca, así sea por el momento, quizás por eso lo tiene que
hacer muchas veces. Y si no la encuentra, por lo menos logra ser una
satisfacción sustitutiva, para mitigar el dolor o malestar, cuota que resulta
suficiente para muchos en algún momento de sus vidas.
De esta manera el ser humano busca una serie de métodos para lograrlo,
por ejemplo el aislamiento voluntario es uno de los más inmediatos, y
otro bien puede ser el consumo de drogas.

El más crudo pero también el más efectivo de los métodos destinados a


producir tal modificación, es el químico: la intoxicación. No creo que nadie
haya comprendido su mecanismo, pero es evidente que existen ciertas
sustancias extrañas al organismo cuya presencia en la sangre o en los
tejidos nos proporciona directamente sensaciones placenteras,
modificando además, las condiciones de nuestra sensibilidad, de manera tal
que nos impide percibir estímulos desagradables. (Freud, 1930, P. 22)
La lectura sobre este sistema está guiada por el concepto de Pulsión,
entendido como las exigencias de lo somático a lo psíquico.
La función que cumplen las sustancias psicoactivas para la economía
psíquica, las llamó sin más “quitapenas”. Es decir le otorga a las drogas un
claro lugar instrumental: las considera una defensa tendente a la evitación
del displacer, del sufrimiento subjetivo. El estado de intoxicación se
trasforma de esta manera en una especie de barrera frente a la invasión
del dolor psíquico. Por supuesto, se trata de una defensa fallida. La función
pragmática de las drogas es la de ser un mediador entre el sujeto y el objeto,
función que suele ser ocupada por la fantasía. Cuando la fantasía no cumple
con dicha función se recurre al tóxico para alcanzar dicho acercamiento; el
tóxico viene a cumplir con la función de soldadura que permite un
acercamiento posible al objeto. Sin embargo, hay que estar anoticiado que
el encuentro nunca se produce completamente, que se trata de un
fantasma; el hecho que el consumo de drogas sea recurrente deja entrever
que el esperado encuentro es siempre fallido. Es como un antídoto contra
la frustración, la privación y los estados depresivos. Como puede
observarse, volvemos a encontrar aquí, a los tóxicos como un “consuelo”
para el malestar subjetivo (Freud, A., 1965).
Constituyen una evidencia de la incapacidad subjetiva de soportar el
sufrimiento.
Se revela como una defensa contra la ansiedad depresiva y el sentimiento
de soledad. Según el autor, estos cuadros suelen asociarse a un contexto
familiar caracterizado por la inestabilidad, situaciones de pérdida y falta
de afecto (Liberman, 1960, 1962). El mecanismo operante se recorta como
una defensa maníaca frente a la imposibilidad de tramitar el dolor
depresivo por otras vías. Estas referencias dan cuanta de la importancia de
la asociación entre las conductas adictivas de cualquier índole y los
sentimientos depresivos, de pérdida, de duelo, campo que merecería una
indagación más detallada.

La búsqueda de la satisfacción de las necesidades, y que responde más bien


a intereses, conceptos, expectativas que se ligan profundamente a lo
emocional. Es evidente el común denominador de fragmentaciones y
desligamientos en sus experiencias afectivas de vida.

El inicio del desarrollo emocional, según Winnicott, está caracterizado por


la dependencia total con respecto al medio físico y emocional, sin que el
niño o niña esté consciente de ella; pero poco a poco empieza a percibirla
y va adquiriendo la capacidad para expresar a su medio cuando requiere
atención. La dependencia reaparece. El proceso de la independencia sólo
se logra a través de la adaptación sensible del cuidador frente a las
necesidades del niño o niña. La adaptación tardía es denominada “mala
crianza”, pues llega demasiado tarde y no puede ser aprovechada
adecuadamente por los niños (Winnicot, 1998).
Existe un deseo reprimido: es la pérdida de algo que se debe tener por
derecho propio, a la cual denomina “deprivación”; también es una forma
de comunicación que deja ver esperanza, algo parecido a un llamado de
atención en el cual el individuo solicita ser intervenido, solicita que el
ambiente reconozca su fracaso y remedie las situaciones que provocaron
el daño. El desarrollo emocional, dan protagonismo a las vinculaciones más
inmediatas del niño o niña, aunque la relevancia que se da a la madre como
única figura con el potencial suficiente para proveer el cuidado nos pone en
el plano de un fenómeno causal, en el que se entiende que la ausencia de
la madre es generadora de trastorno.
El apego se ha considerado como un factor esencial para el desarrollo
social y emocional, pues es un mecanismo importante en la explicación de
modelos emocionales propios de desadaptación. En los primeros meses de
la vida se constituyen en comportamientos de señales, orientación y
movimientos; si estos comportamientos no se presentan, es difícil
establecer el vínculo. John Bowlby (1993) plantea en su teoría una
combinación de herencia y ambiente al explicar el apego, argumentando
que tienen fuertes raíces biológicas, de manera tal que el niño o niña
establece sus primeras relaciones a través de señales innatas que son las
que llaman al sujeto adulto hacia él; a medida que aparecen nuevas
capacidades cognitivas y emocionales mediadas por el cuidado sensible, se
desarrolla el vínculo verdadero; es evidente en esta parte la diferenciación
de los dos términos, pues el vínculo se presenta como un segundo
momento en el que juegan un papel importante factores del aprendizaje, y
lo determinan como positivo o no.
El vínculo es un indicador significativo del ajuste psicológico y emocional
del sujeto, y los desajustes que puedan observarse en etapas posteriores,
como la adolescencia y la adultez, tienen una relación estrecha con el tipo
de vínculo establecido en la niñez.

El desarrollo del apego tiene lugar en cuatro fases:


4. Formación de la relación recíproca (2 años en adelante): Disminuye
la protesta por la separación de la madre o del sujeto cuidador; esto
debido a que la ampliación de las representaciones y del lenguaje le
permite al niño comprender la ausencia. Empieza la negociación y la
persuasión con el sujeto cuidador.
El establecimiento del vínculo de apego, y según los demás factores que
influyen en su configuración, es posible inferir que éste es diferente en cada
situación; es decir, algunos pueden estar caracterizados por relaciones de
seguridad y confianza, mientras que otros pueden ser de inseguridad y
ansiedad.
Vale la pena entrar a considerar cuáles son los factores que influyen y se
configuran para que como resultado encontremos un vínculo de apego
seguro o inseguro. Berk (1999) establece cuatro factores, que afectan
significativamente la seguridad del apego en los niños y niñas, y
posteriormente se anclan al tipo de respuestas emocionales en diferentes
etapas; entre ellos encontramos la Privación Materna, argumentando que
la fuerza de esta interacción se hace evidente sobre todo cuando es
ausente; al respecto, diferentes estudios han demostrado que a los niños
y niñas que han estado institucionalizados se les dificulta formar vínculos
con las demás personas, situación asociada a la carencia del vínculo
materno, o de cercanía con un sujeto cuidador específico, en caso de estar
institucionalizado por la rotación rápida de personal que lo atiende.
Niños y niñas adoptados a la edad de 4 a 6 años, indicaba capacidad para
establecer un primer vínculo con sus padres y madres adoptantes a esta
edad; sin embargo, en la etapa de la adolescencia manifestaron
problemas emocionales, que incluían una necesidad excesiva de atención.
El apego es un sistema motivacional innato para mantener la proximidad
entre el bebé y sus padres (primeras figuras de apego), y así asegurar la
supervivencia del pequeño en situaciones de amenaza. Sobre la base de
repetidas experiencias con sus figuras de apego, los niños desarrollan
expectativas que se convierten en representaciones mentales o “modelos
operantes”, capaces de integrar experiencias pasadas y presentes, junto a
esquemas cognitivos y emocionales relacionados con tales experiencias de
modo que los niños pueden predecir e interpretar la conducta de sus figuras
de apego. Estos modelos se integran a la estructura de la personalidad y
proveen un prototipo para futuras relaciones sociales.
La mayoría de investigadores coinciden en señalar la relación entre el
abuso de drogas en los adolescentes, y la existencia de una escasa
cohesión familiar y un estilo de crianza basado en el “control sin
afectividad”
El apego inseguro se ha revelado factor de riesgo de diversos problemas
de salud mental. Parece plausible que el apego inseguro, en general
desarrollado en la infancia, es un factor de riesgo de trastornos por
consumo de drogas. Los estudios con los autoinformes de Hazan y Shaver
mostraron relación sobre todo con estilo de apego evasivo.

HIPÓTESIS DIAGNÓSTICA:

Debido a la exposición de factores patógenos en el medio donde se desarrolló,


el ausentismo parental y los vínculos afectivos no establecidos en el núcleo
familiar, es que predisponen al usuario a una inestabilidad emocional, lo que
conlleva formar una estructura de personalidad maleable. Otro factor de riesgo
es su grupo social homogéneo con tendencias inadecuadas a temprana edad
como: consumo de sustancias psicoactivas y hurto. Por esta razón es que
tiende a tener una vida desordenada, descuido personal y tendencias evitativas
de sus responsabilidades. Causándole sentimientos de tristeza y angustia, el
efecto le produce pensamientos de persecución, ansiedad, alteración de la
percepción y escaso sueño. Optando por una compensación que se ve reflejada
en su consumo. Presentando características disfuncionales en los ámbitos
personales, familiares, sociales y laborales. Por tal motivo ocurre una
dependencia a las sustancias psicoactivas. Esto lo evidenciamos por la
frecuencia del consumo que llego hacer diario, la intensidad que se refleja en
la conducta de tolerancia al consumir cantidades cada vez mayores sustancias
psicoactivas. Este hábito se ha instaurado en su conducta desde la adolescencia
hasta la actualidad. Sin embargo todas estas manifestaciones
comportamentales se han visto frenadas porque en el presente el usuario se
encuentra en un centro terapéutico. Por lo tanto presenta un cuadro de
abstinencia con reacciones fisiológicas como: dolor de cabeza, sudoración,
movimientos continuos, etc.

Você também pode gostar